Historias eróticas de Manuela y su marido (16)

Continuación del relato anterior. Sueltan a Manuela en una carretera y se marchan...

EN LA CARRETERA

Cuando me dejaron tirada desnuda en la carretera, venía a lo lejos una moto con dos personas subidas en ella. Rápidamente trate de esconderme adentrándome entre el follaje y luego traspasando la cancela de una propiedad abandonada. La casa estaba en ruina, el techo se había derrumbado por parte y eso había precipitado la degradación del lugar.

El jardín era una especie de jungla, invadida por rastrojos y arbustos que crecían de forma desordenadas. Las ramas me arañaban las piernas y el cuerpo, el caminar descalza por las hojas que cubrían el suelo me dificultaba el andar. De repente oí como se detenía la moto en la entrada de la propiedad. Es lo que me temía. Los motociclistas me habían visto y extrañados venían a ver si era verdad la visión que de mi se habían llevado. Precipite el paso a través de los arbustos en un intento de alcanzar la casa antes de que me descubriese. Todo fue en vano.

Ellos, calzados y con ropas de cueros penetraban en los matorrales sin dificultad. Cuando alcanzaron a verme uno de ellos exclamo: " no te lo había dicho, es una tía desnuda." El otro exclama: " Oye tú! Para, que no queremos hacerte daño." Lo solitario del lugar y lo desconocido, no me agradaba por lo que trate de huir. Rápidamente uno de ellos me agarro por el brazo y me retuvo. "Oye tía, que coño te paso? Mientras su compañero nos alcanzaba, me invente una historia en la cual, tras una fiesta regada por abundante alcohol, la cosa se había subido de tono y unos chicos se habían propasado apostando que yo era capaz de salirme de cualquier situación en que me colocasen. Acto seguido se habían cruzado las apuestas y decidieron dejarme tal como estaba al borde de la carretera e irse con mis ropas para ver como me salía de la situación.

Los dos se miraron perplejos y añadieron que los que lo habían hecho era unos mal nacidos ya que a una dama no se le hace semejante ofensa. Esto me dio a entender que eran buenas personas con las que me había topado.

El más joven de ellos se quita la guerrera de cuero y me la ofreció para que cubriese mi desnudez. Como era tan corta, solo alcanzaba a taparme hasta la mitad del culo con lo cual resultaba más erótica mi visión. El mayor miraba hacia mi coño, y al verlo depilado empezó a pensar que yo no era tan timorata como quería dar a entender. Se decidió por intentar una pequeña prueba para ver si lo que sospechaba era cierto. Me acaricio el culo con la mano abierta, esperando mi reacción. Yo no tuve valor para volverme y abofetearle por lo que me hice la desentendida. Esto le enardeció y volvió a la carga, esta vez con un dedo de avanzadilla penetrándome por la raja y adentrándose en mi ojete. Viendo que no

protestaba, el dedo se adueño del lugar y empezó a entrar y salir sin permiso. Mientras, el amigo se percata de lo que pasaba y decidió no quedarse atrás.

Avanzando una mano, la coloco abiertamente sobre mi pubis, un dedo vuelto hacia abajo a la entrada de mi raja. Empezó un pequeño masaje de mi clítoris sin saber que esa era precisamente mi perdición. Empecé a jadear. Viendo el buen cariz que tomaba el asunto, me empujaron hacia el interior de la casa en busca de un lugar ideal donde seguir con sus exploraciones.

Protesté débilmente diciéndoles que mi marido me esperaba en casa, pero esto no pareció afectarles, al contrario, el saberme casada parece que les enardeció aún más. Les seguía a través de las habitaciones, hasta que en una de ellas, nos topamos con una puerta cerrada. El anterior dueño del lugar, la había cerrado después de dejar dentro de ella un sofá, unas sillas y un aparador. Después de derribar la puerta, los chicos abrieron la ventana arrancando las travesías de maderas colocadas para impedir la entrada por allí. Desempolvaron como pudieron el sofá y se sentaron uno a cada lado de mí. Me agarraron por las piernas, colocando mis corvas sobre sus rodillas y empezaron a besarme mientras me frotaban la vulva y tiraban suavemente de mis labios. Me restregaban el coño con el dorso de la mano, ligeramente, como volando sobre él. Esto me gustaba y perdí el temor a ser forzada contra mi voluntad. Al contrario, me acomode mejor para permitirles sus manejos. Eran las tres de la tarde cuando el más joven se arrodillo delante de mi coño y se puso a contemplarlo, separándome los labios, apartando los trocitos de carne que quedaban después de mi desfloración, abriéndome el agujero de la vagina lo más que pudo... Creo que se sentía como un espeólogo ante una cueva desconocida. Por fin se decidió en rellenar el agujero que tanto miraba, cosa que cumplió divinamente. Mientras, el otro, sin prisa me acariciaba suavemente. Se compenetraban a la perfección. Se veía claramente que no era la primera vez que gozaban de una mujer a dúo.

Cuando se vacío y el otro le reemplazo haciéndome los honores, oí como el primero llamaba por un teléfono móvil que llevaba colgando de una cartuchera en el cinto y le decía a su interlocutor que se reuniese no sé dónde, que le llevarían una sorpresa. Hizo extensiva esta invitación a un par de ellos que llamó después de colgar la primera llamada. Así que cuando termino su faena el segundón, cosa que cumplió a la perfección, el amigo le contó lo que había ideado y el otro asintió entusiasmado con la idea. Me llevaron hasta la moto, cubriéndome con una de las chamarras que llevaban, y en medio de los dos, a punto de que nos parase la policía por ir a tres en un vehículo de dos ruedas, nos dirigimos a un barrio de la ciudad.

Parando la moto en la acera, y tapándome como pude, siempre flanqueada de mis dos guardas-espaldas, nos dirigimos al tercer piso de una vivienda donde nos abrió la puerta un desconocido para mí. Una vez en el interior del piso, mis "amigos" hicieron las presentaciones a los tres hombres que nos esperaban a la expectativa. Jorge, que así se llamaba el que llevaba la voz cantante de los dos motoristas, me despojó de la chamarra dejándome en cuero frente a sus amigos.

A continuación se dirigió a ellos diciéndoles: "nuestra amiga Manuela ha de ser devuelta a su maridito que la espera impacientemente a las diez de la noche, lo que nos deja bastante tiempo para lo que hemos venido a hacer". Me empujo al centro de la estancia y le pidió a los presentes que se sentasen alrededor de mí. Una vez todos ubicado en sus asientos, les explico que iba a subastarme y que quien o quienes se llevasen la subasta adquirían el derecho de usarme a su antojo mientras durase el tiempo que él estipulase. Acto seguido me pidió que me diese la vuelta, de espalda a los presentes y empezó la subasta solicitándome que me abriese el culo para que viesen mi ojete. "Vean este ojete, no tiene precio, ábretelo bien Manuela, que se te vea a gusto, así, muy bien, más, más... Vean señores este agujero tembloroso que pide a grito que lo penetren, no saben ustedes lo estrecho que es y lo calentito que se esta en él. Quien ofrecezca diez mil pesetas podrá tenerlo a su disposición. Date la vuelta querida, pido la colaboración de dos de ustedes para que ayuden a la joven. Acarréenla por las corvas, así, y ahora abran el coño, que se vea, más, venga que pueden hacerlo mejor. Señores, si se ponen de acuerdo y me dan veinticinco mil pesetas, pueden follarla a gusto. Y si me ofrecen cincuenta mil, entonces es toda suya para penetrarla por todos sus agujeros".

Los asistentes estaban alucinados. Se pusieron de acuerdo entre ellos, y pagando el precio que les pedían se abalanzaron sobre mí, sobándome por toda parte, abriéndome al máximo mis agujeros. Se dispusieron a follarme a cuatro patas que era la posición en la que podían penetrarme simultáneamente por mis agujeros y comenzaron con sus ejercicios. Repleta de pollas infladas al máximo, vi como mis dos amigos contaban el fajo de billetes que les habían entregado. Desde luego, no estaba enterada de la cotización que tenían mis agujeros. Se fueron turnando para que cada uno de ellos rotase por mis agujeros, follándome con ganas y dejándome escocida. Cuando me regaron con sus líquidos calientes, sentí un alivio en mis partes sensibilizadas.

Me devolvieron a casa, tomando buena nota de la dirección para una próxima vez. Entre en casa y me encontré al jefe de Roberto sentado en el sofá junto a sus empleados. Estaban viendo cintas de videos caseros mío en varia de mis aventuras. Mi marido permanecía desnudo, de rodilla en el suelo, delante de su jefe y con la polla de éste introducida en la boca. Chupaba con delectación mientras su patrón le mantenía pegada la boca a sus genitales. Los demás se pajeaban en solitarios.

Cuando me vieron, me invitaron a que les contasen lo que me había sucedido. A medida de mi relato, veía como Roberto se empalmaba mientras seguía lamiendo los cojones de su jefe. Cuando termine, y el jefe ejaculó en la boca de su empleado, se dirigió a mí y me ordeno que a partir de ahora en adelante, depilase a mi marido todos los pelos del cuerpo, debajo de las axilas, los pies, las manos, el torso que no tenía excesivamente velludo, y por supuesto los genitales hasta el ano. Todo, a excepción del cuero cabelludo. También me dijo que le pusiese bragas limpia cuando fuese al taller. Se despidió de nosotros, besándome con efusión mientras los demás me achuchaban por detrás.

Al día siguiente seguí las instrucciones dada por el jefe de mi marido y depile exhaustivamente a Roberto, de la cabeza a los pies, dejándolo barbilampiño. Le di unas bragas mía, de esas que se emplean con los pantalones, tapan por delante y se meten en la raja del culo para no afear. Se despidió de mí y se fue a trabajar.

Me contó cuando llego a casa de nuevo, que el patrón lo había llamado y le había dicho que ya no trabajaba más en el taller. Le dio un trabajo de oficina para tenerlo cerca de él, entregándole lo que sería su nuevo uniforme: un cuello blanco suelto, dos puños blancos también, medias y ligueros. Del resto estaría siempre desnudo a excepción de las braguitas que se quitaría cuando se lo solicitasen. De vez en cuando le llamaba a su despacho y le pedía que le chupase la polla debajo de su mesa mientras hablaba por teléfono, o le enculaba apoyado sobre el escritorio. Los compañeros del taller subían a visitarle, llevándoselo al lavabo donde se sentaba sobre la polla de uno de ellos mientras se la chupaba o masturbaba a los demás. Venía que no cabía en sí de gozo, diciendo que el jefe querría verme también por el despacho de vez en cuando para darme mi merecido.

Resulta que ahora nos habíamos convertido en una pareja de esclavos dóciles con un amo severo y varios otros no tan severos. La vida de Roberto volvió a experimentar un cambio total, esta vez irreversible, al gustarle ser tratado como un objeto y encantarle ser usado como una mujer. A pesar de ello, no desdeñaba echarme sus polvitos cuando el cuerpo le acuciaba. En ese momento, volvía a ser el "macho" que conocí y del que me enamore. La verdad es que nuestras vidas de esta forma nos unió mucho más de lo que ya estábamos. El hecho de ser presentados en nuestro circulo "restringido", junto a mí, por su jefe, desnudos los dos, de cuatro patas encima de una mesa y con el culo en pompa, ofrecidos a los asistentes de las fiestas que organizaba nuestro amo, con un collar de cuero al cuello y atado a unas cadenas, nos hacía compenetrarnos más y sentirnos solidarios.

Cuando nos penetraban al uno delante del otro, la única diferencia era de que él disponía de un agujero menos que yo y que su rabo se tensaba al igual que el de los demás por lo que al final yo tenía que aliviar su tensión. Sus compañeros de trabajo estaban encantados. Al hecho de que me podían utilizar para sus fiestas privadas, los alternes que me conseguían, los juegos y películas pornos, show privados y públicos, etc., se añadía el que también contaban con mi marido para jugar y desahogarse. Éramos un sueño hecho realidad, no creo que existiesen muchas parejas tan viciosas como nosotros.