Historias eróticas de Manuela y su marido (15)

Orgía en el taller con ocasión del cumpleaño del jefe, pero con una sorprende variante.

DE NUEVO EN EL TALLER.

Unos días después, temprano por la mañana, me llamo Roberto del taller y me dijo que fuese allí, sin bragas ni sujetador, que iban a celebrar el cumpleaños de un amigo y querrían darle una sorpresa.

Allí me presenté, bañada y perfumada, con unas medias negras y ligueros, falda corta negra de lunares blancos, blusa blanca, transparentándose mis aureolas marrones, una rebeca negra y por supuesto sin bragas ni sujetadores. Me había maquillado con un poquito de coloretes, labios rozados, pintadas las uñas de las manos y de los pies de color rojo brillante. El pelo semi largo lo llevaba suelto, con una cinta en lo alto de la cabeza, raya en medio del cabello. Estaba hecha una monada, tal como me lo había sugerido mi marido Roberto.

Al llegar al taller, me esperaban todos, ansiosos por verme. El Encargado del taller, Luis, me explica que mi marido, al haberse enterrado de que era el cumpleaños de un amigo del jefe, se había ofrecido gentilmente en que yo le amenizara la velada, y que había aceptado de muy buen grado tan gentil ofrecimiento.

Me llevó a la "rebotica" que yo conocía ya y una vez allí me explicó que debía introducirme en un falso y enorme pastel que ocupaba el centro de la estancia, y que cuando él diese la señal convenida entre nosotros, yo debía aparecer de improviso e iniciar un strip tease. Luego "ya me irían explicando a medida lo que se esperaba de mí".

Después de estar un corto rato esperando en el interior del falso pastel, oí como se acercaban unos hombres hablando entre ellos. Al momento empezaron a cantar lo de "feliz cumpleaños" que era la señal convenida para mi aparición en escena. Levante la tapa y aparecí de improviso mientras sonaba una música incitante que alguien había puesto para la ocasión. El jefe de Roberto, acompañado del que supuse ser el agasajado, no daban crédito a sus ojos cuando empecé mi destape progresivo, empezando por desabrocharme la blusa mientras me contoneaba, girándome de espalda a los presentes para quitármela, tapándome los senos con las manos en formas de cuencas para, una vez girada frentes a ellos, irlas separando de mi cuerpo dejando así al descubiertos mis preciosos senos.

El encargado, mientras tanto, le explicaba al jefe y a su amigo, que yo era la esposa de Roberto quien me había ofrecido amablemente para amenizar la velada. El amigo del jefe estaba rojo de emoción y azoramiento al saber que yo estaba casada a unos de los hombres que asistían al estriptease, pero no así el jefe de mi marido a quien le brillaron los ojos, ya que Roberto me había explicado en una ocasión, de que era un verdadero libertino. Le llega el turno a la falda, con la que me entretuve en quitármela ya que estaba desnuda bajo ella, tal como me lo había pedido mi marido. Una vez realizado, quede tal como me trajo mi madre al mundo antes ellos, que no quitaban ojos al comienzo de mi vulva, depilada, así como a mis senos.

El encargado tomo la delantera, y ofreciéndome el brazo, me ayudo a salir del pastel, quedándome encima de la mesa en espera de lo que seguiría. El jefe de Roberto me pidió que me girase lentamente para poder recrearse con la visión de mi precioso culo. Así lo hice, quedando de espaldas a los presentes, mientras que a su amigo se le ponía cada vez más amoratada la cara. Roberto me pidió que me inclinase tal como estaba, para de esta forma, descubrir mi intimidad a los presentes. El agasajado miraba a mi marido como no dando crédito a lo que oía. Se ve que era una persona sencilla a la que le costaba creerse que estas situaciones pudiesen existir. Sin embargo, al jefe se le veía cara de regocijo, gozando con la ocurrencia de su empleado.

El encargado le pidió a varios de los presentes que quitasen de la mesa el pastel que ya estorbaba, solicitándome a continuación, muy amablemente, que me arrodillara de espalda al público, que me inclinase hacia adelante y que me lo abriese todo. Así lo hice, estirando para ambos lados mis nalgas, el comienzo de mi rajita "coñeril", quedando al descubierto todos mis secretos. Oía respiraciones jadeantes tras de mí y me imaginaba la cara de los hombres frentes al espectáculo de una mujer, encima esposa de un compañero, ofrecida y enseñándoles desde el ojete del culo, a los menores detalles de su coño abierto. El jefe se acerco y tan frescamente me introdujo dedos en mis ocacidades, ofreciéndoselos luego al amigo para que los olfatearas.

Éste se iba animando poco a poco, y acercándose a mi culo ofrecido, se puso a olérmelo de cerca, calentándose con mi olor corporal y cuando le pidieron que usara su regalo, no lo pensó dos veces. Desnudándose me tumbo encima de la colchoneta que habían traído, y colocando mis piernas a ambos lados de sus hombros, me penetró de un certero golpe. Los demás hicieron corro alrededor de nosotros, animándolo en la faena.

Me folló de todas las maneras posibles, alentado por los presentes, del que mi marido no era el que menos, solicitándole este: "dele unos buenos empujones en su coño, más fuerte, que le encanta." "Mátasela más adentro, que sienta sus cojones golpeándolas en su vulva". "Ahora dele la vuelta, a cuatro patas y mátasela por el culo. Así, muy bien, más adentro, a la guarra de mi mujer le gusta, le encanta que la sodomicen". "Bombee con fuerza, que se vea el trabajo en su estrecho túnel. Eso es, así, muy bien, toda dilatada, que se vea y tú Manuela, gira la cara hacia nosotros que veamos tu rictus de golfa." "Agarrele las tetas y ordéñela mientras la encula." "Vacíe sus líquidos ahí, le gusta sentirlos resbalando por el ojete hacia su rajita... Ahora mátasela en la boca, que se lo limpie a fondo, así, estupendo".

Mi marido estaba como loco, calentando a los presentes con sus procacidades y por supuesto también a mí. Al final, cuando el amigo del jefe se retiró extenuado en espera del segundo asalto, mi marido me ordeno que me tumbase de espaldas, y con el dedo rebanase los jugos que salían del ojete para chuparlos, "con el fin de que no se perdiese semejante néctar", dijo él.. Quedé despatarrada antes los demás hombres, resumiendome semen por mis rajas que recogía golosamente para deleitarme con ellos.

El jefe que ya se había desnudado, fue el siguiente en hacer los honores. Me pidió que me pusiese de varias maneras, para recrearse con la visión de mi cuerpo. Luego, estando de espalda con el culo ofrecido, me ensarto por el coño como un desesperado. Los demás esperaban impacientes su turno, respetando el derecho del jefe a gozarme, acercándose y tumbándose en el suelo para mirar como me penetraba, pidiéndole al jefe de que se apartara un poco para ver mejor, a lo que este accedía gustosamente, colocando las piernas a los lados de las mías para así no estorbar la visión de sus amigos y empleados. Mientras acometía estas acciones, comentaba a sus empleados: "ven, así es como hay que follar a una golfa, dándole embestidas por el coño o el culo, cuantos más fuertes mejor, eso les encanta. Verdad que tengo razón cariño, verdad que te gusta que te desfonden", a lo que yo asentía con la cabeza gacha del placer de sentirme admirada por todos.

Cuando finalmente se vació, se abalanzaron sobre mí, ensartándome varios a la vez y por turno, por mis agujeros. El jefe y su amigo, entre tanto, gozaban con la visión que se les ofrecía. Cuando todos me había cuando menos follado una vez, y le tocaba el turno a Roberto, su jefe le pidió que me follase delante de ellos, haciéndome lo que ellos le pedían, a lo que obedeció mi marido. Le pidieron que me hiciese todas las guarrerías imaginables, que se pusiese de pie mientras yo, de rodillas, le chupaba la polla; que me ensartara por el culo, él debajo y yo arriba, despatarrada, mientras él me introducía el mango de un destornillador que le habían alcanzado... Mi raja, lubrificada por los jugos de los hombres, aceptaba sin rechistar el objeto que violaba mis entrañas. Al final, cuando Roberto advirtió en voz alta que le llegaba el orgasmo, le pidieron que me ejaculase en la boca, cosa que me encanta. Colocándome de rodilla frente a mi esposo saque la lengua para recibir su leche. Luego, me restregué las tetas con su semen tal como me lo pidieron. Una vez finalizado esto, le llego el turno a la segunda ronda. En ella todos querían eyacularme en la boca.

Yo estaba loca de contento ya que no hay nada que me caliente más que ver como la polla de un hombre se hincha y se enrojece a medida que me la introduzco en la boca. A veces casi me quedo bizca de tanto mirar de cerca las pollas de los hombres a los que se la como. Pensar que tan exquisito manjar lo tienen siempre escondido en los pantalones, me entristece. Deberían permitirles salir a la calle con ella al desnudo.

El enviciamiento era total. Cuando terminaron, me situaron de nuevo a cuatro patas mientras se colocaban a retaguardia, comentando: "Mira que roja se le quedó la raja. Tiene los labios del coño hinchados, parecen dos cachos de rosbif." "Y el agujero del culo, como lo tiene enrojecido." "se lo tenemos que haber roto de gusto a esa cerda." "Y eso que de costumbre lo tiene negro", comento mi marido, "como buena "moracha" que es" añadió. "Miren las tetas, los pezones los tienen endurecidos, parecen dos pequeños penes." "Desde luego, Roberto, lo que más me gusta de la zorra de tu esposa", le comento uno, "es verle el agujero del culo rodeado de pelitos como lo tiene. Hacen contraste con su coño pelado." "Sí, le contesto mi marido, "lo tiene así a petición mía, a mí también me gusta vérselo de esa forma". Con comentarios iguales siguieron un buen rato hasta que al jefe de Roberto se le ocurrió algo.

El jefe, descansado ya, ideo una faena de la que hizo partícipe al resto de los presentes, llamándoles aparte, sin permitir que Roberto oyese lo que tramaban. Estos, obedeciendo, apresaron a mi esposo y lo maniataron con las manos en las espaldas. Mi marido estaba empalmado de la excitación que le producía ser objeto a su vez de las atenciones de los demás. Luego el jefe me ordena que le chupase el ano, introduciendo mi lengua lo más profundamente posible. A continuación, me entregaron un bote con grasa, pidiéndome que se la untara a mi marido por el ojete del culo ya que lo iban a ensartar. Roberto dio un respingo ya que nunca lo había probado, pero no protesto.

Una vez realizado el engrase, el jefe se situó detrás de él, y separándole los mofletes, le introdujo su polla de un solo golpe. Roberto dio un bufido mientras que el jefe empezó el mete y saca, diciéndole que como era tan maricón para dejar que los otros gozaran de su mujer, se merecía este premio. Mientras sacaba y metía el tarugo de carne por el ojete de mi marido, el jefe me ordeno que le chupase la polla a medida que entraba y salía. Así lo hice, pegando mis labios a la polla, pasando la lengua a medida que salía y se metía por el orificio anal de mi marido. Cuando ejaculo en el interior de Roberto, se retiro, no sin antes hacerme chuparle la polla hasta dejarla brillando.

Otro de los compañeros de Roberto toma la vez, y tuve que darle el mismo tratamiento. Y así fue con todos, yo desesperada porque me penetraran, pero todos ellos interesados en encular a su compañero.

Ya vacío todos ellos, se vistieron, no dejándonos hacer lo mismo a mi marido y a mí. Luego, el jefe y su amigo, junto a tres más, nos llevaron a la salida del taller, desnudos como estábamos, saliendo a la calle. Los transeúntes se quedaron extrañados de ver a una pareja salir desnuda de un taller, pero su perplejidad les dura poco porque nos hicieron subir en el cuatro por cuatro de nueve plaza del jefe. No condujo de esa guisa, a las afueras de la ciudad, a una carretera comarcal donde me ordeno que bajase, llevándose a Roberto a nuestra casa, donde esperarían impacientes mi llegada para saber como me había ido. Esa es la historia que les relatare a continuación.