Historias eróticas de Manuela y su marido (13)

A Roberto se le ocurre ponerse de acuerdo con tres maleantes para que violen a su mujer sin que esta lo sepa.

LA VIOLACIÓN

Un día que nos encontramos en casa, Manuela me pidió que por favor no hiciéramos nada ese día y sobre todo nada de sexo ya que se encontraba de bastante mal humor, irritadísima y sin gusto para nuestro deporte favorito. Yo se lo aseguré y me fui para mi despacho dándole vuelta a una idea que acababa de ocurrírseme.

La idea era simular que me iba de casa con cualquier pretexto y escondiéndome con la cámara filmarla en su normal deambular por la casa. Era difícil pero no imposible, ya que en todas las habitaciones yo había abierto unos agujeros sin que ella lo supiese para espiarla a gusto y grabarla sin que lo supiera. Luego se me ocurrió una mejor idea y la puse en práctica. Ya se la contaré al final de este relato. Le dije que salía a la calle y que tardaría en volver, pidiéndole que siguiera desnuda como estaba cuando yo llegaré de la calle. Me dirigí a la puerta de entrada y simulando que me iba, di un portazo corriendo a esconderme en el salón.

Allí tenía la cámara preparada y me dispuse a hacer de "voyeur" como se dice. Manuela pasa por delante de la puerta del salón, en dirección a la cocina. La seguí sigilosamente con la cámara grabando y me introduje en el cuarto de los trastos, donde guardaba mi mujer las escobas y cubos de fregar el piso. Desde allí la filme mientras ella desnuda, se agachaba en busca de cacerolas, fregaba la losa, cocinaba, en fin ejercía las labores propias de un ama de casa. Mientras abría la nevera, grababa unos primeros planos de su culo y de su coño cuando se agachó para sacar algo de la parte baja de la nevera. Sus tetas pendientes me excitaban de mala manera.

De repente oí ruidos que provenían del salón. Manuela no se percató de ello y se dirigió al fregadero con la intención de limpiar la lechuga que acababa de sacar de la nevera. La cabeza de un hombre asomó por la puerta de la cocina, y cuando vio el espectáculo de mi mujer desnuda e indefensa llamo a sus compinches. Manuela que oyó el silbido se volvió y grito al ver a cuatro hombres desconocidos en la puerta de la cocina. Cuando vio las herramientas que blandían, comprendió que se trataba de una banda de ladrones que entro a robar pensando al verme salir que no había nadie en la casa.

Los cuatros se precipitaron hacia ella y la sujetaron. El jefe le pidió que no gritara, que se lo iba a pasar bien, sino sería peor si oponía resistencia. Mi mujer con la boca taponada por la mano de unos de los asaltantes se debatía sin cesar, lo que excitó más aún si podía a los asaltantes. Estos sin compasión la arrastraron hacía la mesa y echándola encima, le ataron las manos a las patas de la misma. Luego separándoles las piernas hicieron lo mismos con ellas, quedando mi mujer abierta en cruz encima de la mesa, la boca taponada por un trapo de cocina. Ella no cesaba de debatirse y gemir a través del trapo, creando una situación tensa. Los cuatros delincuentes se desabrocharon los pantalones bajándose las cremalleras y dejaron salir sus cipotes. Se acercaron a mi mujer y empezaron a introducirle las manos por la entrepierna, calentándose con la acción, así como estrujarle los senos. Luego el que hacía de jefe se subió a la mesa y se la introdujo de un golpe. Mi mujer se tenso bajo la violación a la que estaba siendo sometida. Mientras los demás riendo a carcajada le mantenían los brazos, pasándole la lengua por la cara, introduciéndosela en los oídos. El jefe no paraba en sus embates, con una cara de demente y gozando la situación.

Manuela gemía mientras le resbalaban lágrimas por las mejillas. Yo, mientras tanto filmaba el tropel alrededor de una Manuela llorosa y ultrajada. Le desataron las manos y piernas, para darle la vuelta, ocasión que aprovechó mi esposa para, dándole una patada al que se iba a subir encima de ella echar a correr. Los demás se precipitaron tras de ella, acorralándola en un rincón. El que fue golpeado se acerco y abofeteándola le asió las manos. Se la lanzo a uno de ellos que la agarró al vuelo atrayéndola y besándola con pasión en la boca. Ella le mordió y éste, enfurecido, la golpeo. Dándole la vuelta, la doblo por la cintura introduciéndole el pene de un golpe por el ano. Manuela grita mientras los demás reían y se limitaban a gozar del espectáculo, agarrándola para facilitarle la penetración a su violador de turno.

Los embates de este hicieron que ella tuvo que apoyarse con las manos en el suelo para no caer, ofreciéndole de esta manera más el culo si podía a su forzador. Este, enardecido, la violaba sin miramiento, buscando su propio placer. Cuando le vino la eyaculación, y vació toda su leche en la tripa de Manuela, se retiró mientras los demás la agarraban y separándole las piernas en el aire se la enchufaba al siguiente de ellos, retirándola y acercándola al ritmo que ellos marcaban, mientras reían a carcajadas de la ocurrencia. Manuela lloraba de la bofetada y de la violación de su ojete mientras yo, excitado, no paraba de filmar la escena. Luego le dieron la vuelta y sin dejar de agararla en el aire, la mantuvieron bien abierta para que se la enchufara el siguiente por su coño. Manuela gritaba mientras se la follaban, y yo no perdía detalles de los hombres, de sus rictus de placer al aprovecharse de una mujer indefensa, de sus risotadas y palabras soeces. Estaba verdaderamente excitado, hasta tal punto que, sin soltar la cámara, me saqué como pude el miembro erecto y con una mano empecé a pajearme.

Cuando le llega el turno al siguiente de ellos, éste exhibía el miembro más grueso que yo había visto hasta ahora. Agarró a mi mujer por los pelos y atrayéndola hacia su polla le recalcó: "Oye puta, vas a chuparme este rico chupa-chup y pobre de ti si se te ocurre morderme porque acto seguido perdería la vida. )Me oye?." Manuela con la cara llena de lágrimas asintio con la cabeza. El violador le enchufo la polla en la boca de mi esposa, atragantándose ésta con el tamaño de semejante tarugo de carne. El hombre empezó a llevar el ritmo con la cabeza de Manuela aguarrada por los pelos. Mientras, los demás reían al ver a la chica dando arcada de lo atragantada que estaba.

Uno de ellos, cogiendo el rulo de amasar pasta de la cocina, lo unto con mantequilla y diciéndole a los demás que iba a preparar un rico pastel se puso a introducírselo lentamente a Manuela por el coño. Ésta, al sentir el objeto violando su intimidad trato de evitarlo, siendo agarrada por la cintura por los hombres que excitados querrían ver hasta donde dilataba el agujero del coño de mi mujer. A Manuela no le queda más remedio que seguir chupando el pene que le entraba y salía de la boca mientras los demás se divertían con la penetración del objeto. Poco a poco, este iba entrando más y más, hasta que empezaron a sacarlo lentamente y volver a meterlo. El que gozaba de la chupada, se retiró de la boca de Manuela, y colocándose tras de ella le enchufo el cilindro de carne en el culo mientras que los demás, agarrado del rulo seguían introduciéndoselo. Manuela pega un respingo y empezó a quejarse con sus agujeros todo dilatados. Los hombres bebían cerveza que sacaron de la nevera y riendo, comentaban el espectáculo.

Después de vaciarse el que la vejaba, se pusieron a fumar un cigarrillo mientras seguían sin perder de vista la desnudez de Manuela, esperando recuperarse para seguir con la "juerga". A uno de ellos se le ocurrió una idea, y acercándose a mi mujer, atada de nuevo a las patas de la mesa, la espalda apoyada contra la tabla de madera y el coño ofrecido así como sus tetas, le introdujo por la parte del filtro, un cigarrillo encendido en el coño de Manuela explicándoles a sus amigos que una vez lo había visto hacer a una puta en un espectáculo y que siempre se había preguntado si todas las mujeres eran capaces de extraer humo de un cigarro con la sola contracción del coño. Le dijo a mi esposa que intentase sacar humos sino querría que dejase el cigarro consumirse del todo. Manuela intento contraer la vulva apretando las nalgas, contorsionándose, mientras sus violadores reían de la ocurrencia de su compañero. Se acercaban al chocho de Manuela mirando como se movía el cigarro aprisionado por los labios del coño. Yo mientras tanto no cabía en mí de gozo, no perdiéndome detalle de todo esto.

Después de tirar los cigarrillos al suelo y apagarlos con la punta del zapato, uno de ellos propuso llevarse a Mañuela a la planta de arriba, a la habitación, y allí seguir cómodamente con el juego. A todos le encantaron la idea y mientras desataban las piernas de Manuela, salí velozmente y silenciosamente de mi escondrijo y subí a la habitación de matrimonio, escondiéndome dentro de mi armario al que siempre tuve la precaución de colocarle un espejo de esos en el que desde dentro se puede ver sin ser visto, ya que todo aquel que se asome a él, solo vera un espejo normal que refleja su imagen.

Justo a tiempo. Les oí subir las escaleras dando grandes risotadas a la vez que golpeaban con las palmas de las manos abiertas las nalgas desnudas de mi esposa que abría el cortejo. Franquearon la puerta de la habitación empujando a su victima dentro del cuarto. Se la llevaron al centro de la habitación, y sentándose cómodamente en el butacón el que pudo y los demás en él frió suelo, le pidieron que bailase al tiempo que sonaba una canción melancólica que puso uno de ellos en nuestro aparato de alta fidelidad. Manuela obedeció, moviéndose lentamente al son de la armoniosa música. Los hombres, embelesados, se masturbaban mientras miraban. Uno de ellos le pidió a Manuela que se contorsionase de forma excitante mientras que sin dejar de bailar se acariciaba los pechos y los suaves labios de su coño, prohibiéndole que llegase al clímax, añadiendo que todavía le quedaban bastantes ideas para pasarlo bien con ella. Mi mujer les obedeció y se acariciaba mientras bailaba contorsionándose.

Los hombres no pudiendo aguantar más al ver a Manuela acariciarse y tomar posiciones incitantes, se la llevaron a la cama donde la poseyeron entre todos como pudieron, uno en el culo, otro en el coño, un tercero en la boca y otro con su mano mientras tocaba a mi mujer por toda parte, agarrando los huevos de sus amigos, tirando de los pechos de mi mujer, acariciándole los pelos. Cuando terminaron todos, se retiraron despacito mientras Manuela caía sumida en un sueño reparador. Salí de mi escondite y le entregue el precio pactado ya que yo los había reclutados para que representasen la comedia que filmé.

Una vez solo, filmé a mi mujer dormida por todos los ángulos, recreándome en la lefa solidificada que se veía en los labios del coño. Le separe las nalgas con una mano para filmar su ojete ultrajado y pringoso. Su boca tenía los labios hinchados de tanto trajín y su pelo tenía enredado leche de los hombres que la habían poseído.

Aceche su despertar y cuando se fue a la ducha hice como que volvía a casa. Ella no me contó nada de lo sucedido aquella tarde.