Historias del servicio social (1).
Siendo coordinador de jóvenes brigadistas de servicio social tuve contacto con muchas chicas de media superior y superior, ligues de una noche, relaciones largas, fajes y folladas en lugares inesperados, con el morbo y la pasión que chicas bellas y sedientas de sexo pueden ofrecer.
Hace tiempo me tocaba coordinar brigadas de servicio social en comunidades marginadas de la costa oaxaqueña, llevaba como a 60 personas a mi cargo e iban un buen de chicas de últimos semestres de prepa y de superior de varias carreras, total que íbamos 10 días y pues la convivencia se volvía muy intensa, casi siempre después de nuestras labores les daba chance de que se echarán unas chelas para mitigar el intenso calor del lugar, ni las sentías se te iban como agua, y así todos los días, salir al trabajo y por la tarde convivir en la casa que nos habían dado para dormir; con los días se hicieron varias parejitas y romances, se metían a sus casas de campaña y ya no salían hasta el otro día, yo, por ser el coordinador pues tenía que aguantarme las ganas de flirtear o intentar algo con alguna.
Pero un día el alcohol corrió de más y se armó una fiesta hecha y derecha. Todos bailando y bebiendo, tipos fajando, morras enseñando sus pechos, un descontrol de los que se acostumbraban en la ciudad, perdimos la cordura y contra las indicaciones y lineamientos del viaje nos dedicamos a la destrucción.
Yo le había echado el ojo a varias chicas pero ese día las cosas se dieron con una chava de 8° semestre de Ing. Química, delgada, poca teta pero con bonitas formas, muy redonditas y con muy lindas piernas y culo, traía un vestidito de gasa fino y se le veía increíble, sobra decir que las mujeres con vestido, falda o leggins me ponen demasiado.
Así que bebiendo y bailando con ella fuimos intimando u conociéndonos más, lo típico para tantear el terreno, que si tienes novio, que si algún compromiso, bla bla. Total que ella tenía que ir por algo a su casa, el buen pretexto, acompañarla y mientras ella buscaba yo también entré por dinero a la mía, fue la casualidad que estuvieran una junto a otra, y así de casa a casa seguimos platicando a gritos. En un momento ella me dice que se había atorado uno de los cierres de la casa, que si podía ir a ayudarla.
Grande fue mi sorpresa al verla ahí empinada nada más entrar, su vestido de por si corto se le había subido hasta casi el comienzo de las nalgas dejando ver un sensual y coqueto calzoncito blanco a ¾ de nalga, con estampados infantiles/juveniles y con un fino encaje en sus bordes. Borracho, caliente, enfiestado y con ese panorama era imposible no sentir y no hacer nada, así que sin más, sinceramente sin pensar en consecuencias o lo que podría pasar me lancé sobre ella.
Le levanté el poco de vestido que cubría esas suculentas nalgas y lo dejé reposando en el inicio de su espalda y comencé a recorrer con mis manos y con mi boca la parte posterior de sus muslos, de sus glúteos, estrujando y dando pequeños besos otras veces mordisqueando, oliendo, recorriendo con mi cara cada centímetro de piel, acercándome a las ingles, al coño, enterrando mi nariz en su culo.
Ella no opuso resistencia, se dejo hacer, la inclinación de su cuerpo sobre sus codos fue la rendición, el decirme que podíamos fornicar sin tapujos y sin problemas, así en esa postura mientras al puente de su calzón iba cambiando de tono, impregnándose con la lubricación que ya emanaba de su concha excitada.
Se volteó momentos después para agarrarnos a besos, desesperado como pude le saque sus tetillas sólo bajando el vestido y sin quitarle el sujetador y me las comí con esmero, pasando mi lengua por su areola, succionando suavemente su pezón y tirando de él suavemente con mis dientes, ella sólo se dejaba hacer acariciando mi cabeza, intentando esporádicamente simular morderme el cuello, perdida en su placer, moviéndose en círculos sobre mi ya erecto pene.
Recuerdo haberla tumbado y hacer sus bragas a un lado, un coñito juvenil, depilado, brilloso, deseoso y palpitante era lo que me esperaba, ¿qué se hace en esos casos? Cualquier hombre decente se abalanzaría con dedos, boca, lengua y con un arsenal de técnicas con los años, y obviamente eso hice. Me dediqué a previo paseo por su ingle y la cara interior de sus muslos darle placer, todo el placer que en eso momento me cabía en la boca.
Besitos, besotes, besos atascados, con saliva y con sonidos grotescos, el ruido de mis succiones sobre su clítoris, unas veces con un dedo dentro de su húmeda cavidad y otras ya recorriendo el perineo o metiendo mi lengua simulando que la penetraba, el paraíso, no se vino a chorros pero si abundantemente y espaciadamente, su sexo manando constantemente flujos de felicidad mientras yo me afanaba en mi tarea de comer y comer.
Así ella perdida sólo fue incorporarme y ver el piso de la casa de campaña mojado, su vestido y su calzón con igual final, un final que me encantaba al ser asiduo de dejar a mi compañera de cópula cuando es lindo, con la finalidad de que vuelvan a casa con su prenda íntima empapada con los aromas de la sesión de sexo, que de sólo olerlo se vuelvan a poner cachondas recordando cómo fueron poseídas.
Me incorporé sobre ella y me deslicé sin problemas hasta el fondo, abrazado a ella, besándola en boca, cuello, cara, cachetes, en toda su cara, poseyéndola bien y bonito, agarrando sus nalgas por debajo de sus caderas, acercando un dedo fisgón a su ano y sintiendo en mis manos como mi pene entraba y salía tan mojado que el gusto de follarla así era doble.
Ver su carita alcanzando un nuevo clímax fue la pauta para acelerar la cogida, embestí y embestí y a punto de correrme la saque y chorros de semen, de leche caliente, cayeron por su vestido, sus tetas, su cara y cabello. Un chorro que cayó cercano a su boca fue saboreado y engullido con una risa cómplice y satisfactoria de su parte, había sido un coito delicioso.
Nos arreglamos sin decir nada y volvimos a la reunión, todos nos veían con cara de maldad y picaría, seguimos bebiendo y en los días siguientes los lazos se estrecharon teniendo uno que otro encuentro más. En el bus de regreso en la noche mientras los demás dormían me la mamó y se sentó a horcajadas sobre mi y así lo hicimos, copulamos en su casa mientras su hermano menor jugaba Xbox, lo hicimos en Zacatenco en un sitio público y así como empezó de golpe nos dejamos de ver y hablar y no supe más de ella, así eran los romances de brigada, cortos pero intensos, follar, disfrutar, abandonarse a los sublimes placeres que los cuerpos que les encanta deleitarse requieren.