Historias del señor a (el café)
Primera parte de un café
Las dos figuras entraron al oscuro café se encontraba con unos pocos parroquianos, que apenas dedicaron una mirada a los recién llegados, quizás mas de una mirada a la joven.
Los dos se sentaron en uno de los rincones del bar mientras el pedía dos copas en la barra. Ella se saco la larga chaqueta que cubría hasta ese momento sus formas.
La coloco con cuidado cubriendo la silla. Mientras el pagaba en la destartalada barra.
Con las dos copas avanzo hasta la joven. Que miraba distraída los cuadros eclípticos que cubrían las paredes que hacían juego con el estado de la barra.
Se sentó a su lado y le tendió la copa. El dio un sorbo a la copa y espero con paciencia que ella bebiera un primer trago, su mano se poso en la mandíbula de ella y le susurro bésame. Mientras su otra mano se escurría entre sus muslos.
Las dos bocas se fundieron mientras un rubor se extendía por las mejillas de ella. Al tiempo que la mano de él, llegaba a su entrepierna, las yemas de los dedos acariciaban con curiosidad la tela de sus bragas. Separo sus labios de los suyos y le dijo ves al servicio y quítate las bragas, quiero que salgas con ella en la mano.
Aprovecho para mirar la prensa que había comprado antes de la cita. Ninguna noticia interesante, pero su mente estaba distraída, notaba como la erección que había empezado a subir al tocarla, besarla, seguía latente y lejos de desaparecer seguía en auge, ante la perspectiva de la cara de ella ruborizada por el encargo que hacía unos segundos le había encargado.
La presión en sus tejanos se pronuncio, al verla a ella salir del cuarto de baño, las pocas almas que habitaban el café dedicaron una lujuriosa mirada a las formas de la joven.
Los ojos de él, recorrían el fino vestido, notaba como la sangre palpitaba en su miembro, como este, luchaba por abrirse paso hasta la joven como un ser independiente. Su mano recayó en las bragas que cuidadosamente sujetaba en una mano, intentando que nadie se percatara de que contenía su mano cerrada.
Ella se sentó a su lado. Y las miradas al cubrir de nuevo el respaldo de la silla a la joven, fueron retirándose muy a pesar de la clientela, tan solo los del joven, mantenía fija la mirada en ella. Una de sus manos tomo la de la joven y tiro de las bragas q contemplo antes de guardarlas en uno de sus bolsillos. Pero de nuevo tomo la mano de la joven esta vez la arrastro hacia el abultado paquete de su pantalón y le susurro que palpara. El rubor de la joven era cada vez más intenso, el rojo de sus mejillas se abría paso por todo su rostro.
Una parte de ella quería quitar la mano del paquete, y otra lanzarse a él y descubrir que contenían aquellos pantalones. Pero la mano de él, presionaba la mano de la joven contra su miembro, que parecía cobrar vida con la presión de la mano.
Y por fin de nuevo hablo, retirare la mano, pero la quiero acariciando mi polla, y ahora cuéntame cómo te fue el día. La cara de la joven era presa del desconcierto, ya no podía ponerse más roja o eso creía.
El escuchaba con atención y poco a poco el rubor de la joven fue bajando de intensidad, la mano seguía acariciando los tejanos, pero su erección seguía con vida propia, luchando por abrirse paso.
De vez en cuando él hacia una pregunta. Que para su sorpresa solía ser de algo ajeno a lo que estaba ocurriendo, y sus nervios hacían que hablara de forma atropellada y cuando logro cierto sosiego una pregunta le saco de nuevo los colores.
¿Cómo está tu coño? Fue la escueta pregunta que la ruborizo de nuevo.
Su mirada fija e inquisitiva recorrió de forma lujuriosa el cuerpo hasta posarse en la falta por encima de las rodillas. E insistió
Te pregunte como esta tu coño. Responde. Le inquirió.
Mojado, dijo con un susurro. Él, la miro a los ojos, le hacía gracia que su mirada se posara en el suelo ante la pregunta.
La mano firme avanzo por el muslo de la joven cuando esta repetía, mojado mi señor. Se acerco al coño de la joven y empezó a acariciarlo. A juguetear con los labios del coño abriéndolo lentamente y por fin penetrando con dos de sus dedos su húmeda cavidad. Sus paredes suaves calientes y cada vez más mojadas facilitaron el juego de los dedos en su interior que parecía danzar hasta arrancar un suspiro de la dama.
Saco los dedos y los chupo uno a uno, paladeando el sabor del sexo de su acompañante. Y tras ello se los dio a chupar a ella. Que de forma tímida lo imito, chupando uno a uno los dedos, por un momento el sabor de su sexo, y la forma de chuparlo como si fuera el miembro de su nuevo señor, le hizo clavar de nuevo la mirada en el sucio suelo. El la tomo de las manos y le indico que se pusiera en pie. Sin que le diera tiempo la ayudo a ponerse el largo abrigo que desdibujaba sus curvas.
Pagaron en la caja y las dos figuras salieron bajo la misma mirada que los vio entrar, tras cerrar la puerta. La mano se metió bajo el abrigo. Y empezó la mano a subirle la falda dejando sus nalgas solo cubiertas de las vistas de los transeúntes.
No conseguía que aflojara su erección y sabia que no podría aguantar hasta llegar a la pequeña y acogedora habitación de hotel que los esperaba, deseaba poseerla en ese mismo instante, necesitaba penetrarla, notar el calor de su coño, aliviar su polla cada vez más dura que parecía no dar su brazo a torcer.