Historias del abuelo calentón (50)
Merche me había tentado de nuevo y no dejaba de pensar que me estaba pidiendo guerra, y yo potrillo indomable tenía que satisfacer a aquella deliciosa tigresa.
Todas las experiencias y situaciones compartidas con la señora Mercedes habían sido apoteósicas, habían colmado y llenado la mochila de mi satisfacción y mi gozo, me sentía orgulloso de mis éxitos. Los momentos habían sido variopintos y su desarrollo se había llevado a cabo por un cúmulo de circunstancias, bien es cierto que alguna vez hubo que planificar ciertos detalles que debían considerarse para que la escenificación se realizase de manera provechosa y eficaz; de todas formas, siempre se dieron las condiciones favorables para que aquellos instantes fueran de dicha y de goce, así yo lo sentí y así lo viví, imaginaba que también la señora Mercedes.
Afirmaría que el recordatorio de esas intensas y placenteras ocasiones vividas eran las que la impulsaban a perderse y sumergirse en las nuevas aventuras que surgían. Su cerebro rebobinaba los bellos y gozosos momentos percibidos en aquellas vibrantes realidades y conseguía nublar su raciocinio, para hacerla deleitarse con las armas del disfrute y del placer.
Conocía estas debilidades suyas y aproveché estos subterfugios para zambullirla en el mundillo de la lascivia, inclinación desmesurada que tanto regocijo y bienestar nos proporciona, aunque a veces sea deshonesta y perversa, pero que rica está cuando se practica.
Pasaron los días e intenté ausentarme un poco de la vida de la familia de Angelito, era mi método de evitar posibles conflictos, si bien yo seguía manteniendo mi buena amistad con él, pero no quería ese vínculo tan estrecho que me hiciese estar a todas horas merodeando por su casa. Este proceder, no eliminó que mi pecaminosa mente estuviese en ocasiones maquinando y soñando con volver a empitonarme a la señora Mercedes.
Y así, un día viniendo de unas compras, me topé con ella:
-¡Hombre Luis!, ya hacía tiempo que no nos veíamos.
-Sí Merche, es que estoy más liadillo con los estudios.
-¡Ya!, hasta tal punto que no puedes hacernos una visita.
-No, no claro, enseguida que pueda hago un hueco y me acerco a veros.
-Vale, te espero el sábado a tomar café.
-De acuerdo, allí estaré.
El demonio había originado aquel encuentro y todo se había propiciado para tener una nueva reunión con la señora Mercedes. Había sido ella la que me había tentado y ahora mi intelecto no dejaba de pensar y de machacarme que la señora Mercedes me estaba pidiendo guerra, y yo potrillo indomable tenía que satisfacer a aquella deliciosa tigresa, cierto es, que solo me había invitado a un café, pero mi retorcido pensamiento solo se iba por el camino de lo obsceno y lo inmoral; Merche quería que yo me la follase de nuevo, mi misil se había activado y no pararía hasta poder conseguir su objetivo.
Pasé unos días bastante perturbadores porque mis noches fueron calientes y sucias, con películas con Merche donde jugábamos al teto “tú te agachas y yo te la meto”, y otras barbaridades que incitaban mi lanza de tal forma que tenía que desahogarme tocando la zambomba, “meneo hacia atrás y hacia adelante, que meneo más divertido y estimulante”.
Llegó el sábado y me presenté en su domicilio, me abrió la puerta y mi sorpresa fue alucinante, estaba elegantemente arreglada y guapísima, maquillada, realzando sus ojos y con los labios pintados, un aspecto que nunca había observado anteriormente, llevaba puesta una falda de color negro y una blusa también oscura, con medias negras y zapatos de tacón a juego. Que pedazo de monumento, estaba bellísima y provocativa, cómo me encendió verla de aquella manera, tan sugestiva y atractiva, era un bombón adornado por todos sitios.
Me hizo entrar al salón, y la pregunté por el resto de la familia; me quedé pasmado cuando me contó que su marido estaba de gira durante unos días, y su hijo estaba también con otra actividad con amigos. Angelito tenía la tradición familiar de la música, y en ocasiones la practicaba con amistades afines a este arte.
Al ver mi gesto de ingenuidad por las ausencias de los otros miembros, me interpeló:
-¿De qué te extrañas Luis?
-No, de nada, es que estoy sorprendido de esta invitación a solas.
-¿No te gusta pasar un ratito conmigo?, “tomando algo”.
Esta última frase la añadió para hacerse rogar y hacerse más deseosa, aspecto que tanto le gustaba.
-Sí, sí, me encanta, tú sabes Merche que anhelo estar contigo, y mejor a solas.
-Bueno, parece que nos vamos entendiendo.
Estaba picantona y sarcástica, por eso decidí caldear el ambiente.
-Por cierto, Merche, estás guapísima, estás para comerte.
-Muchas gracias Luis, me he puesto así para la ocasión.
Seguía fiel a su estilo, jugando y avivando el panorama, yo me acomodé a su diversión y la seguí el rollo.
-Para la ocasión Merche, ¿Vamos a celebrar algo?
-¿Tú quieres que celebremos algo jovencito?
-Creo Merche que debemos dejar de tontear e ir al grano.
-¡Ay Luis! ya empiezas con tu indecencia, eres muy libertino.
-Merche me estas poniendo la polla dura con tanto flirteo, te gusta que te corteje, pues ven aquí que te voy a comer esos morritos tan insinuantes y provocadores que te has pintado, y te voy a dejar que te recrees con mi pitorrón.
-Luis, mozalbete, eres un obsceno y un descarado, te lo he repetido muchas veces.
-Ven Merche que te voy a dar mandanga de la buena, de esa que tanto te gusta y tanto te altera.
-Luis, así no se conquista a una mujer.
-Merche cuando pruebes los manjares no te resistirás a quererlos disfrutar, me lo pedirás con más ganas hasta llegar a la saciedad.
-¡Ay Luis! como desvarías, estás un poco ganso.
-Merche, de verdad me tienes loquito, mira cómo se me ha inflamado el pájaro al verte tan excitante y provocadora.
-Este estilo ya me gusta un poquito más.
Me acerqué a ella y la besé con pasión y ardor, nuestras lenguas se fundieron en una batalla de sables que nos llenó de gozo, tanto ella como yo, teníamos una fiebre interna que estaba deseando exteriorizarse y así poder expresar todo el sentimiento que llevábamos dentro. Nos abrazamos y sobamos por todos nuestros puntos sensibles, recorrimos nuestras zonas erógenas, y tras nuestra estimulación bucal continué comiéndola dulcemente los lóbulos de las orejas, mientras mis manos se detenían en sus soberbios pechos, para amasarlos y palparlos, llenándome de aquellas voluptuosidades tan agitadoras y perturbadoras de mi virilidad.
Ella se dedicaba, de igual modo, a toquetear las zonas honorables de mi bragueta para endurecer y activar más mi encendida antorcha. Cuando nuestros cuerpos estuvieron incandescentes, con una temperatura abrasadora por el juego erótico desplegado, comprendimos que había que pasar a otra fase todavía más apasionada y afrodisiaca, donde nuestro interior se quemase de satisfacción y el sexo invadiese nuestras venas.
La sugerí ir a un sitio más cómodo para incrementar y ambientar nuestro íntimo idilio. Me dirigió a su dormitorio, aquello para mí fue sublime, pensar que me la iba a follar en su lecho matrimonial me enardeció todo mi ser, iba a tener a la leona en su trono y me la iba a empotrar en su nido conyugal, que morbo me daba todo aquel espectáculo, follándomela y dándola toda mi sexualidad en la cama del reino, que gozada tan grande.
Llegamos a la habitación y lentamente nos quitamos la ropa, fue un striptease pausado y sensorial, me encantó cómo suavemente se quitó el sujetador y las bragas; ella sabía que aquella armonía me incitaba y me ponía más candongo todavía. Se quedó desnuda, solo con los zapatos de tacón para alimentar mi ego fetichista, y con ello vislumbré una imagen que me derritió de gusto y de placer; ella, por su parte, contempló en mí, un cachorro con la porra totalmente tiesa, que la presentaba armas en honor a su hermosa belleza y sus excitantes atributos.
Se tumbó sobre el lecho y pensé que debía obsequiarla con una sesión que no olvidase el resto de sus días. Era una mujer criada en un ambiente clásico, con un matrimonio clásico, por ello para que tuviese un recuerdo perdurable opté por sorprenderla. La abrí de piernas y me dirigí con mi tez hacia su cueva, ella se extrañó de mi actuación y espetó:
-¿Dónde vas criatura?
-Cierra los ojos y déjate hacer.
-Ya estás con tus juegos relajantes.
-Esto te va a agradar tanto que te va a transportar al paraíso.
-Vale, vamos a ver con qué me impresionas.
Comencé a deslizar mi lengua por su gruta, deteniéndome en su clítoris y deslizándome por sus labios vaginales, mi actividad sobre su almeja la desconcertó gratamente.
-Aaaahhhh…………Luis, uuuummmm………..qué me haces, aaaahhhh………..que sensaciones, Luis párate, cómo me alteras, aaaahhhh…………..
-¿Te gusta, mi reina?
-Aaaahhhh…………..Luis, esto es fascinante.
-Pues disfrútalo, que te voy a comer el chichi durante un ratito.
Seguí sumergiéndome en su merengue y ella lo agradeció con alaridos y susurros placenteros.
-Aaaahhhh………….., uuuummmmmm………………., que rico, que rico, Luis porque me maltratas así.
-Porque te gusta Merche, porque te gusta.
-Sí, sí, sigue, no pares.
Se retorcía de gusto, la puse tan caliente que determiné adoptar otra pose.
Me subí encima de ella y la dije:
-Merche vas a sentir la dureza de mi estoque, abusa de él y aprovéchalo para que te abrase de placer.
-Sí Luis, haz conmigo lo que quieras, me tienes sumidita y entregada a tu lujuria.
Oír aquello reforzó mi ego, iba por el buen camino, mi tigresa estaba supeditada al delirio de mi instinto carnal y sexual. La introduje mi lanza suavemente, inicié un mete y saca que le encantaron, fui aumentando el ritmo a medida que la fémina lo pidió.
-Oooohhhh……….Luis, que gusto, métela toda, te siento, que maravilla.
-Toma Merche, toda mi energía y mi potencia son para ti, disfruta de mi polla loca.
-Sí Luis, dámela, así dame con todas tus ganas, quiero sentirla así, así, dura y tiesa.
La leona estaba en forma, se deleitaba con mi proyectil dentro de su chochete, se derretía con las entradas y salidas de aquel palote hinchado y caliente.
Para hacerlo aún más ameno, dispuse que cambiáramos de postura, me apetecía cautivarme con la visión de su espléndido culo respingón, la hice ponerse a cuatro patas sobre la cama para visualizar aquel pompazo con sus hermosas piernas enfundadas en sus zapatos de tacón, esta imagen hizo que sus jamones me pareciesen más provocadores y deseables, que muslos, que figura más apetecible y golosa; mis ramificaciones nerviosas se estremecían de placer al contemplar a aquella diosa del pecado, me incitó tanto que con ímpetu y fogosidad me subí encima de ella para clavarla toda mi verga y premiarla con embestidas que la hicieran sentir aquel rígido misil que ella misma había originado.
Mis manos se aferraron fuerte a sus nalgas y mis envites continuaron calentando a aquella jaca que tanto vicio necesitaba; el choc, choc del golpeteo de su trasero con mis partes nobles encendía mi coraje por someter aquel culazo a mis aberraciones sexuales. Su culo era una debilidad para mí, atenderle de la manera que yo lo estaba haciendo era para mí un gustazo que me hacía temblar de regocijo, por ello no se me ocurrió otra cosa que agravar su estado de excitación, empecé a meterla un dedo por el culo, la noté que se retorcía ligeramente, la metí dos y comenzó a convulsionarse como una posesa, me lo hizo saber con sus retóricos berridos:
-Aaaahhhh………..Luis, ¿qué estás maquinando por mi culo?
-Déjate hacer Merche, no desaproveches estas delicias que tanto gusto te dan.
-Vale, me abandono a tu buen hacer y confío en ti.
Cuando con mi tarea dilaté su agujero y la noté preparada para ser tomada, la informé:
-Merche voy a hacerte sentir un dolor que luego se transformará en deleite para tu ano, te voy a desvirgar este culazo tan lindo y salido que tú tienes.
-¿Luis estás seguro de lo que haces?
-Merche cuando en el futuro aprecies que tienes un punto más donde poder obtener placer del bueno, te acordarás y me lo agradecerás.
Antes que se arrepintiese y reaccionase negativamente, la incrusté toda mi verga en su ojete, lo hice pausadamente para que el dolor fuese soportable, ella lo apreció:
-¡Ay Luis! que dolor, me duele.
-Poco a poco irás notando otra sensación más agradable.
La fui penetrando con mucha sensibilidad y dulzura, acomodando su agujero a mi vergota, cada vez la fue complaciendo más.
-¡Ay Luis! ahora sí que me gusta, que sensación, aaaahhhh………, uuuummmm……………que estímulos más gratificantes.
Decidí incrementar mis sacudidas y los dos gozamos como animales en celo.
En un tris pensé, me encontraba realizando uno de mis sueños dorados, poseer y desvirgar el pandero de la señora Mercedes, de mi Merche, que satisfacción, que júbilo. La lujuria corría por mis venas, la escena colmaba mi máximo apetito sexual, que realidad tan apasionada y erótica estaba viviendo con aquella mujer.
Todo ello me alborotó la razón y mi reacción fue tomarla vigorosamente de las cachas para propinarla una buena follada, donde cada sacudida que la metí era un soplo de dicha y gozo para nuestros cuerpos, y así ella lo expresó:
-Oooohhhh…………..Luis, cómo me atizas, que gusto más rico.
-Sí Merche, me encanta follarte, goza golfa mía, disfruta.
-Sí, sí, dame, dame, no pares, no pares por favor.
-Así me gusta, que me lo pidas, toma toda mi polla candonga, así, así, muévete.
El trajín era tremendo, mis entradas y salidas de su ojete eran para enloquecer, por ello, sin remedio llegamos al orgasmo.
-Aaaahhhh……….Luis, me viene, me viene, que delicia, aaaaaahhhhhhhhhhhhhh…………..
-Sí Merche, sí, yo también, sigue moviéndote, así, así, ooooohhhhhhhh……., ya sale, ya sale, que bien.
Vacié todos mis calderines en su ano y me quedé plenamente satisfecho. Los dos habíamos disfrutado de esa impetuosidad y susceptibilidad que nos da la sexualidad, nuestra conexión había sido colosal y extenuante, pero que felicidad habíamos vivido.
Unos meses más tarde, la familia de Angel se mudó de ciudad por motivos profesionales del padre, cuando me despedí de Merche, la deseé lo mejor y que siempre recordase los buenos momentos que habíamos pasado, aunque pecaminosos, habían llenado una parte de nuestro interior importante para el resto de nuestras vidas.
Enviarme comentarios para mejorar, estimular y animar mi capacidad creativa. Correo luiscalenton35@gmail.com . Gracias amigos.