Historias del abuelo calentón (5)
Gabriela, una amiga de mi nieta, me obsequió con polvo maravilloso.
HISTORIAS DEL ABUELO CALENTÓN (5)
Amigos lectores, paso a contaros otra de mis chocantes historias.
Una vez vivida mi experiencia con Joana, la amiga de mi nuera, decidí dar un poco de reposo a mi existencia y aprovechando que venían días festivos en el calendario y que el tiempo se preveía bueno, opté por pedir a mi hijo el apartamento que tenía en la playa. Ellos ya tenían otros planes, sin ninguna pega me prestó la llave para pasar unos días a la orilla del mar. Mi cuerpo necesitaba sosiego y mi mente reflexión para asumir los acontecimientos tan excitantes que me habían pasado.
Tras la tranquilidad del primer día, donde había aprovechado para pasear, relajarme, leer y hacer algo de deporte, llegó una visita inesperada. Mi nieta había aprovechado los festivos para ir a ver a sus padres, pero se encontró que éstos ya tenían otros proyectos para viajar.
Solución, mi nieta y la amiga con quien venía, Gabriela, decidieron ir a expansionarse al pisito de la playa.
Cuando llegó todo fueron palabras y propuestas de parabienes; que no me preocupase, que no molestarían, que ellas se apañarían a su manera. Todo era cordialidad, aunque yo sabía que eso era poco posible, asentí y traté de favorecer la situación para que todo fuese perfectamente.
Para empezar, el primer problema era que el apartamento sólo tenía una habitación; cierto que se aprovechaba el gran sofá del salón para hacerlo una cama confortable y tener dos especies de habitaciones y con esto tener otro habitáculo que sería donde ellas iban a dormir, porque en sus parabienes habían propuesto que los cambios fuesen los mínimos y como yo ya estaba acoplado en la habitación, continuaría allí.
Cuando ya estuvimos organizados, me mencionaron que no me inquietase por las comidas y los horarios, ellas actuarían por libre.
La verdad es que las veía poco, habían pasado varios días y nuestros encuentros eran sobre todo en la cocina, a la hora de preparar los desayunos y las comidas. Ellas se componían sus propias recetas y se montaban sus desayunos.
Un día Paloma, mi nieta, propuso de ir juntos por la mañana a la playa y ahí fue donde me di cuenta de lo apetitosa que estaba Gabriela. Era una chica de 20 años, piel morena, 1,68 cm. de estatura, tenía unos pechos de tamaño medio pero turgentes, acorde a su juventud, buen culo, con un cuerpo apetecible, vamos que tenía donde agarrar. Estuvimos nadando un rato, después decidimos tumbarnos en las toallas. Pasado un tiempo Gabriela que era más inquieta que mi nieta propuso irnos a jugar al agua con una pelota de plástico. Paloma prefirió seguir tomando el sol, pues le gustaba lucir moreno. Yo acompañé a Gabriela, empezamos a jugar con la pelotita y entre juego y juego me daba unos meneítos que empezaron a estimular mi miembro viril. Seguimos jugando y en nuestros piques por la pelota los roces eran constantes. Sin querer la tocaba las tetas, de la misma manera se pegaba a mí y su culo entraba en contacto con mi febril mástil.
Aquello estaba subiendo de tono y mi polla se estaba calentando. Otra vez estaba palote. Sentía vergüenza, pues Gabriela en sus acercamientos, perfectamente, se daba cuenta de mi calentura.
Pero creo que la picarona se pegaba más a mí y me atizaba más y más para comprobar los efectos que ello causaba en mi entrepierna. Que excitación, la erección era considerable, intentaba que nuestro contacto no fuera muy intenso; llegó un momento que creía que estallaba. Pues todavía fue peor porque Gabriela, en uno de sus movimientos, me agarro el miembro sin darse cuenta y dijo: ¡Uy perdón! Y salió corriendo.
El resto del día transcurrió con normalidad, pero yo ya estaba marcado. Mi cabeza no dejaba de pensar en cómo me había puesto aquella criatura, que calentura me había hecho tener. Ya tenía ante mi otro sueño sexual, tenía unas ganas locas de echarle un buen polvo.
Las cosas iban a discurrir de una manera casual o quizás premeditadas, no sé, os cuento.
Al día siguiente me desperté y creyendo estar solo y con el empalme mañanero me dirigí al servicio; cual fue mi sorpresa al encontrarme en el apartamento a Gabriela. Yo había salido en calzoncillos y con el mástil tieso. Naturalmente ella se dio cuenta de mi erección.
Me comentó:
-Paloma ha salido a correr y yo he preferido hoy descansar y estar tranquila. Usted por su aspecto parece que ha tenido una actividad muy excitante.
Reflexioné y me dije ¿Qué hago?, entraba al trapo o guardaba las composturas, al fin y al cabo podía ser mi nieta. Pero mi mente perdió la cordura, pensó en su sueño sexual y contesté:
-Si, la verdad es que cuando recuerdo ciertos tocamientos y roces, mi cuestión se pone muy alterada y caliente, mostrando un aspecto un poco erguido.
No podía ser más correcto en mi contestación.
-Parece muy juguetona, ¿Siempre está en funcionamiento?
Ella muy astuta seguía divirtiéndose.
-Siempre no, casi siempre, ahora mismo está activa. Respondí.
- ¿Qué la hace estar trabajando?
-Muy sencillo, que tiene muy cerca placeres que la producen alteraciones y sensaciones que la ponen en ebullición.
- Y ¿Qué placeres son esos Sr. Luis?
Yo ya no podía más, mantener mi tono formal era ya cuestión de saturación, vamos que estaba que explotaba. Exploté y la dije:
-Mira Gabriela, lo que me pasa es que mi excitada polla tiene ganas de echarte un buen polvo, que me encantas y que me pones el nabo duro, duro, durísimo.
Ella se quedó con cara de sorprendida, pero era muy viva y sabía que yo había reaccionado como ella quería.
Astutamente contestó:
-Bueno Sr. Luis, que le parece si le doy un tratamiento a su miembro.
-Pues que sería una solución muy sabia y adecuada Gabriela.
Se acercó hacia mí, metió la mano en mi calzoncillo y empezó a hacerme una buena paja. Yo aproveché para meter mis manos por debajo de su ropa, y comprobé que no tenía sujetador como ya imaginaba por las formas marcadas de sus pechos en la camiseta. Rápidamente llegué a esas tetas tan suculentas que la chica tenía. Ella seguía con la subida y bajada de piel, que gusto me daba la muy zorra. La quité la camiseta y empecé a estrujar aquellas apetecibles tetas, chupé y mamé aquellos manjares. Ella me masajeaba los testículos y conseguía que sintiese un bienestar estratosférico. Comencé a manipular su clítoris y el ambiente ante tanta acción, se turbo sudoroso. Estábamos con la temperatura suficiente para pasar al siguiente acto.
Con voz sigilosa la dije:
-Quieres que te penetre y probar mi inmenso instrumento.
-Si, quiero disfrutar de ese buen chorizo que tiene.
Me subí encima de ella y se la fui introduciendo poco a poco; a la muy zorra le gustaba porque solo emitía exclamaciones de gusto. Empezó a susurrarme:
-Sr. Luis que lanza tiene usted. Um…….
-Te voy a llevar al paraíso y vas a disfrutar como una potrilla.
-Me encanta su polla, que bien me lo hace. Ah…….
-Y tu que bien te mueves guarrilla, se nota que has follado más veces.
-Una goza lo que puede, pero Sr. Luis siga atizándome candela.
-Si zorrita, te voy a dar lo tuyo hasta que te quedes saciada.
-Usted siga y no pare que me esta volviendo loca. Oh……….
-Que zorra eres, como te gusta mi polla.
-Me encanta, um……...acelere que estoy muy caliente.
Intensifiqué el movimiento para que su disfrute fuera mayor.
-Ah……….... Sr. Luis, me viene, me viene, um……….,um…….., me corro, me corro, ah…. que rico.
Cuando terminó, aguanté un poco y la saqué para no correrme dentro de ella. La llevé la polla a la boca y la dije:
-Chupa bonita, sácame toda la leche.
Se la metió en la boca, subió y bajo repetidas ocasiones, dándome unos buenos envites, proporcionándome un gusto inconmensurable. La leche empezó a salir y no pude aguantarme, me corrí en su boca.
Que rico, que polvo más estupendo, terminado con una buena mamada.
Bueno amigos, aquí termina una historia más, espero que os hayáis deleitado. Hasta pronto.