Historias del abuelo calentón (48)

El primer roce con la señora Mercedes había sido ligero para mis pretensiones, pero había servido para abrir camino y ahora se trataba que aquella sugestiva hembra se relacionase conmigo de una manera más íntima.

Después de haber tenido un primer contacto con la señora Mercedes, madre de mi amigo Angelito, en el anterior relato, paso a contaros la evolución de los siguientes acontecimientos.

Ese primer roce había sido ligero para mis pretensiones, pero había servido para abrir camino y tener una toma de contacto con aquella hembra tan sugestiva. Había conseguido lo más difícil, que consistía en que se relacionase conmigo de una manera más íntima, y además que se abriese a mis pretensiones, que no eran otras que pasásemos unos buenos momentos gozando de nuestra sensibilidad.

Nos habíamos masturbado y nuestras sensaciones habían sido muy gratificantes, ahora había que seguir incrementando aquellas ricas percepciones.

Para llevar a cabo mis planes tenía que maquinar perfectamente mi conducta, estudiar el desarrollo de los incidentes, aprovechar los tiempos más propicios en los que pudiera tener a mi disposición a la señora Mercedes, y convencerla que disfrutar era una función digna de ser realizada, por el bien corporal y mental que nos aportaba, difícil misión la mía, pero no imposible.

Así, me confabule para sacar toda la información que pudiese sobre la vida familiar de mi amigo Angelito, debía saber las ausencias del señor Antonio y el propio devenir de mi amigo; la señora Mercedes era fácil de estudiar porque mayormente se dedicaba a coser y estar en su casa, el convencerla después de copular conmigo sería cuestión de afrontarlo sobre la marcha, con la labia que la naturaleza me había dotado.

La vida continuó con normalidad durante una temporada, iba a casa de Angelito de vez en cuando y la señora Mercedes actuaba como le gustaba a ella, fingiendo que nada había pasado, no quitaba que nuestras miradas nos dijesen lo contrario, sabíamos que una corriente eléctrica de pasión había invadido nuestro interior aquel día de la maravillosa masturbación.

Como de costumbre, se alinearon los astros y Angelito me anunció que el fin de semana su padre se ausentaría porque tenía unas actuaciones en otra ciudad, además él, tenía  que realizar un trabajo del curso con otros compañeros, todas estas circunstancias hacían que la señora Mercedes se encontrase sola el sábado tarde; mi mente pecaminosa se liará a tramar el encuentro para ese día y esa tarde, había que sacar de su soledad a mi jabata y debía realizarse mi sueño erótico, todo ello de una manera satisfactoria, que no era otra forma que haciendo gozar a la tigresa de la sexualidad que llevaba dentro y que no explotaba con tanta frecuencia como debiera.

Teniendo mi intervención atada y meditada, decidí ir a ver ese atardecer a la leona de mis fantasías; si todo salía bien, mis pretensiones eran empotrármela y gozar con ella. Me recibió y me hizo pasar al salón, nos sentamos en el sofá, me comentó que Angelito no se encontraba en casa y que no creía que regresase porque se había marchado a realizar unas tareas relacionadas con los estudios. La ejecución iba sobre ruedas y se desarrollaba según lo previsto, ahora había que hacer que los episodios evolucionasen con tono favorable a mis aspiraciones, y no hizo falta forzarlo, los hechos ocurrieron del modo más valido, la señora Mercedes quiso utilizar aquel instante para charlar sobre lo acontecido el día imborrable, porque era así, ella y yo habíamos quedado impactados por el estupendo rato pasado, otra cuestión era que no la gustase reconocerlo por sus ideas puritanas y su conducta remilgada. Y me espetó con la siguiente retahíla:

-Luisete, quiero aprovechar ahora que estamos solos para hablar de lo sucedido aquel nefasto día.

-Nefasto, señora Mercedes, yo creo que fue maravilloso.

-No me interrumpas y escucha.

-Sí, sí, dígame, soy todo oídos.

-Aquello estuvo mal, me deje llevar por mis impulsos carnales y no debe volver a suceder.

-Usted piensa que estuvo mal, fue una gozada y un deleite.

Traté de hacer la situación más llevadera y menos dramática y darla un punto cómico.

-Luisete, que te calles y escuches.

-Si señora Mercedes, me callo.

-Como te iba diciendo, fue un instante de debilidad, y quedará entre tú y yo, así que ya sabes borrón y cuenta nueva.

-Puedo hablar señora Mercedes, o esto va a ser solo un monólogo.

-Dime criatura.

-No me diga usted, y lo que la voy a preguntar quiero que me responda con sinceridad, que no le gustó lo sucedido aquel día, ¿no sintió gusto y satisfacción en ese impresionante cuerpo que usted tiene?

Con esta pregunta empecé a preparar la siguiente escena y para ello mis diálogos debían ser convincentes.

- Luisete, no te pases.

-Contésteme señora Mercedes.

-Si, bueno, pasé unos momentos agradables y placenteros, es verdad, pero ya te he dicho que fue debilidad.

-Ahí quería llegar yo, fueron instantes de placer que le dieron felicidad y bienestar, con lo cual no serían tan malos cuando la proporcionaron esa satisfacción.

-Bueno Luisete, que no me líes y quieras hacerme ver que lo que está mal resulta que está bien.

-Señora Mercedes tiene usted un cuerpo de Diosa y tiene que saber disfrutar de él y de la sensibilidad irradiante que mana de su interior.

Con estas mujeres de porte y modales clásicos había que trabajar mucho más la persuasión.

-Luisete, tienes unas palabras muy bonitas y me halagan tus piropos, pero debemos ser formales, soy una mujer casada y tu un jovencito que te gusta jugar con fruta prohibida.

-Señora Mercedes, es usted una bella mujer, falta de cariño, y aquí estoy yo, su Don Juan para consolarla y darla todo lo que se merece.

Yo seguía mi actuación cómico-erótica para conseguir vencer sus reticencias y gozar de esa figura tan excitante que poseía.

- Mira que eres adulador y plasta.

-La propongo un juego, ya vera que bien lo pasamos, está usted sola y he venido para entretenerla y divertirla.

-La verdad es que contigo una no se aburre, tienes mucha labia, madre mía como le das al palique; vamos a ver en que consiste tu juego.

-Usted tiene que cerrar los ojos, no los puede abrir hasta que yo le diga, y se tiene que evadir, no pensar en nada, dejarse llevar, es un juego de relajación.

Tenía que sudármelo con aquella señora, pero las metas más dificultosas son luego las que se disfrutan con más fervor y vehemencia, y por ello luchaba porque mi ímpetu por fornicar con aquella leona merecía todo el esfuerzo y dedicación necesaria para lograr mi objetivo.

La hice cerrar los ojos y para que todo fluyese progresivamente, la empecé dando un masaje en los hombros que la relajase, se distendió y conseguí que no estuviese tensa, una vez tuve su parte superior desestresada, la recordé que no podía abrir los ojos, me dirigí a otra parte de su anatomía, la tomé los pies, la quité los zapatos y la masajeé desde el dedo gordo hasta el talón, percibí que toda aquella parafernalia la estaba gustando y la estaba aplanando, la fiera se estaba amansando, mis manos subieron por el contorno de sus piernas, aproximándome a su almeja, pero sin llegar a tocar terreno prohibido; trabajé aquella parte delicadamente y con mucha sutileza, pretendía que todo fuese exquisito y contar con su aprobación en todo momento, como así fue.

Todos estos juegos tranquilizantes y eróticos trataban de perseguir objetivos más significativos y trascendentales, como poder hacerla el amor sin oposición alguna y estando plenamente convencida que era bueno para ella.

Cuando ya la fiera estuvo apaciguada y dulcificada por arriba y por abajo, resolví que era tiempo de ir a la carga, la volví a recordar que no podía abrir los ojos, era el modo de tenerla embelesada, me arrimé a ella y la avivé con un piquito, la seguí incitando con varios besos en sus labios, cada vez se fueron haciendo más intensos y obscenos, como estaba muy calmada y distendida, se dejó llevar, aproveché para iniciar la agitación de nuestras lenguas, que entraban y salían de nuestras bocas produciendo unas estimulantes sensaciones; la tenía donde quería  y su debilidad se hacía latente, aquella comedia le gustaba, seguimos besándonos con más ardor y sin poderlo remediar mis manos rompieron el protocolo, comenzando a sobar sus tetas por encima de su blusa; ella tampoco pudo estarse quieta y encauzó sus movimientos hacia mi lanza para comprobar que estaba tiesa y dura como una estaca, la frotó para endurecerla más todavía, y como el entorno era bastante propicio la sugerí que abriese los ojos y que disfrutase del momento. Yo por mi parte, me sumergí bajo su blusa para vencer la resistencia del sostén y hacerme con el botín de los pechotes, los sobé y palpé hasta derretirme de placer, que par de tetas más ricas tenía aquella jaca, y ahora estaban prisioneras de mi lujuria.

Ella me bajó la cremallera del pantalón para invadir mi vástago, que tomó y manipuló para pajearme de forma sugestiva y excitante, que buen pajote me estaba suministrando. Ya estaba la escenografía en el buen camino, el éxito estaba asegurado, era cuestión de progresar en el propósito deseado. Cuando me sacié de sus pechos, me dirigí a su clítoris para actuar sobre sus labios vaginales, y de un modo suave y provocativo la fui estimulando, la calentura se apoderó de ella y alteró su riego sanguíneo, su excitación era palpable por las convulsiones tan significativas que realizó y por la respiración ajetreada que mostró. Aquella zorra estaba caliente de cojones, al ver este panorama pensé que era la mía para empotrármela y meterla toda mi tranca, que disfrutase de una polla loca sin control.

La quité la blusa y la despojé del sujetador, quedando sus hermosos pechos al aire libre, este espectáculo me enardeció e hizo que la vena de mi verga se inflamase, poniéndose más burrote, ella lo notó y me apuntó:

-Vaya pedazo de polla que se te ha puesto Luisete, parece un misil.

Usé su comentario para plantearla que aquel vergón había que disfrutarlo, que todo era por ella y la dije:

-Quítese la falda y las braguitas y súbase encima de mi rabo, vera que sensaciones más complacientes la recorren el cuerpo.

Como se encontraba en shock y su mente nublada por todas las emociones recibidas, obedeció sin pegas. Se sentó sobre mi cipote, la di tres cachetes en las nalgas que la activaron para inaugurar una cabalgada sobre mi nabo que la volvió loca, que manera de cabalgar, mi pene perdió la razón y solo quería sentir los vaivenes de aquella cueva, entrando y saliendo de mi pedazo salchichón. Adoró aquel número, le encantó subir y bajar y castigar a aquel mosquetón, no pudo resistirlo y mostró sus debilidades diciendo:

-Aaaahhhh……..,oooohhhh……Luisete, que pollón más rico tienes, me encanta maltratarlo de esta manera, como siento tu polla dentro de mí, uuuummmmffff…….delicioso.

-Sí zorra, cabalga como una amazona, disfruta de tu semental que te va a dar toda la polla que necesites.

Mis palabras dejaron de ser formales, estaba encendido por la lascivia y el vicio, que me pedía guerra y sexo.

-Aaaahhhh……… que rico Luisete, cómo me haces gozar, que no acabe nunca, dame fuerte capullo.

-Toma zorrón, un buen nabo que te vuelva loca de placer, no te aguantes golfa, disfrútalo.

-Sí, síiiiiiiii………........, cómo me penetras, cómo me gusta, así, asíiiiiii.................., hazme tuya, dámelo todo Luisete.

-Toma guarrilla, toda la tranca de tu potrillo, deléitate.

-Sí,síiii…...........,así, asíiiii…............., me corro, me corroooooo……….........…cabrón, me fui.

-Sí zorrona, vacíame los calderines, hazme correr guarra, aaaahhhh…...............….me voy, me voy, uuuummmmffff que ricooooooo………………

Una vez satisfechos, formalizamos nuestras citas y la convencí qué siempre estaría dispuesta a mitigar su soledad y a atender sus necesidades sexológicas, naturalmente con toda la discreción del mundo. No tenía que estar preocupada por mí, sería una tumba, de mi boca no saldría ningún comentario relativo a nuestras andanzas, pero tenía que asegurarme que tendríamos más líos porque sus atributos, su formalidad y su manera de moverse, levantaban en mí un morbo que solo soñaba en follar con ella. Continuara………….