Historias del abuelo calentón (47)
La señora Mercedes, madre de mi amigo Angelito, tenía mi afecto y admiración, pero sus encantos eran llamativos y provocativos y provocó la excitación de mi juguetona cachiporra.
Mi vida social ha sido bastante cautivadora y por ello he procurado tener siempre buenas relaciones, en todos los círculos que he tratado, ya fueran más próximos y personales como otros de índole externa, tanto a nivel estudiantil, como laboral, familiar o incluso de vecindad. He de reconocer que la sociabilidad en este mundo globalizado que vivimos es un don, y aquellos que la poseen y que tienen la habilidad de saber emplearla, tienen mucho ganado para conseguir el éxito. Esta virtud en el trato y la cordialidad con los demás, en ocasiones no siempre es innata, sino que podemos desarrollarla y aprenderla a base de practicarla. Los que no tuvimos la suerte de nacer con ella, si os puedo decir que se puede fomentar, por ejemplo, intentando en nuestro proceder ser amables, afectuosos y atentos con las personas de nuestro entorno, es cierto que para algunos puede resultar dificultoso, quizá, por ser tímidos o introvertidos, pero creedme, hay que vencer esos complejos para que la vida te vaya mejor.
Hecho esta reflexión, he de confesaros que en mi caso ha sido así, he ido moldeándome y adquiriendo aquellas habilidades que eran positivas para formar mi carácter y mi personalidad, y de este modo, tratar que me fuese de la mejor manera en la vida.
Por ciertas aventuras que ya os he contado, habéis comprobado que algunas de ellas sucedieron por ese talante y ese temple que tengo con los seres que me rodean. De igual forma me ocurrió con la siguiente vivencia que a continuación paso a relataros.
Mi amigo Angelito, siempre le llamamos de este modo y así se quedó, era un chaval sencillo y buenazo, nos criamos juntos en el mismo barrio y habíamos crecido teniendo en común muchas experiencias, hijo único, formado en una familia tradicional, su padre era músico, el señor Antonio, individuo muy educado y refinado, se notaba que su profesión era peculiar y selecta, su comportamiento siempre así lo mostró; y su madre la señora Mercedes, Merche para las amigas, ama de casa y retrato en su estilo de actuar muy similar a su marido, la diferencia era que el señor Antonio era serio y recto y la señora Mercedes era cariñosa y afable.
Antonio tenía 59 años, la vida le había tratado regular, adoraba su trabajo y le encantaba tocar, pero escasamente le había dado para llevar una existencia con no demasiadas alegrías y gustos, precisamente para mejorar la situación económica de la casa, era la señora Mercedes la que se dedicaba a coser y a hacer arreglos de ropa, y así meter dinero añadido a la renta doméstica, con esto se paliaba las carencias que algunos meses padecía el núcleo familiar, cuando al señor Antonio no le salían actuaciones.
Volviendo a la señora Mercedes, tenía 51 años, morena, de estatura media en su generación, pero un poco baja comparada con las actuales, tenía una cara bella y sus ojos azules y muy expresivos marcaban casi siempre su estado de ánimo, de complexión fuerte, sin llegar a decir que era rellenita, estaba dotada de buenos pechos y algo muy peculiar que la caracterizaba era el culo respingón que poseía, era muy sugestivo para las mentes calenturientas; de hecho en alguna conversación suya la oí comentar que más de una vez había tenido que escuchar piropos disparatados relacionados con su trasero, he de afirmar que era cierto, su culazo era provocador y sugerente.
Mi relación con la señora Mercedes siempre fue de afecto y admiración, en mi etapa de adolescente sí que recuerdo de haber tenido pensamientos impuros con ella, pero es que era una mujer muy apetecible y con unos atributos muy llamativos y provocativos, que todavía tenía muy bien colocados con su edad madura; es verdad que con ocho años menos no estaba al alcance de mis conquistas, pero ahora con 21 años me seguía pareciendo una madura digna de ser disfrutada, pues tenía cualidades que excitaban mi juguetona cachiporra.
Cuando iba a su casa, aprovechaba para observarla, era una mujer con movimientos delicados, muy sensual y extremadamente cariñosa con sus amistades más cercanas; yo sabía que me tenía en estima pues era íntimo de su hijo y nuestra amistad era patente por el buen trato y la buena armonía que existía entre nosotros, por ello, quizá, no quería que mi mente pecaminosa se ocupase en pensamientos indecorosos hacía aquella dama que era la madre de uno de mis mejores amigos, pero el pensamiento suele ser retorcido y a veces te lleva por caminos que son difíciles de vencer, además eran tan insinuantes y sugerentes los encantos que poseía la señora Mercedes, que unido a sus tiernos y afectuosos achuchones y besuqueos y su trato cordial, formaban un cóctel que despertaron en mí un deseo y unas ganas de disfrutar de aquellos manjares de una manera más intensa.
Ella misma me alteraba cuando hacía alarde de como los hombres se fijaban en ese pandero tan respingón que la madre naturaleza le había dado, y es que en verdad sus nalgas eran excitantes y comprometedoras.
Sin darme cuenta empecé a tener una predisposición por tener contacto y roce con aquella hembra. Y comencé a actuar, en los saludos alargue los tiempos de sobeteo y de manoseo, en definitiva, hice que ese tacto y esas caricias se convirtiesen en familiaridad; me encandilaba cuando su mejilla rozaba y se restregaba con la mía, todo ello propició que por las noches mi cabecita empezase a pensar en la señora Mercedes como una leona más que me tenía que cepillar, mi instinto animal me conducía a ello, quería experimentar el goce con aquella jabata.
Estrechando las distancias en los saludos, gozaba cuando mis brazos tocaban sus pechos, y en las situaciones propicias arrimé todo lo que puede mi entrepierna a su provocativo pompazo. Todas estas acciones fueron calentando el interior de mi anatomía y crearon el caldo de cultivo para abordar retos más dificultosos, pero más estimulantes.
Un día fui a buscar a Angelito para salir a dar una vuelta, llegué a su casa y me recibió la señora Mercedes, me hizo pasar y nos saludamos como de costumbre, yo aproveché para disfrutar ligeramente de esos achuchones tan cálidos y gratificantes que ella me daba, intenté alargarlos al máximo, pero duraban tan poquito, algunas veces me pregunté si ella no se daría cuenta de mi proceder, pero mientras no mostrase ninguna objeción ni ningún malestar yo seguiría con mi diversión, no en balde había sido ella quien con su pauta cariñosa lo había originado.
Me comentó que Angel había salido y tardaría un tiempo, que si no me importaba esperar; pasamos al salón donde estaba cosiendo, la vi un poco triste y la pregunté:
-Señora Mercedes la encuentro tristona ¿tiene usted algún problema?
-¡Ay Luisete! El mundo de los mayores es complejo y poco a poco vais llegando y comprenderás porqué te digo esto.
-Sí, si, es complejo, pero dígame que problema la aflige, usted que es una mujer vigorosa y alegre.
Quería que se sintiese cómoda, apacible y radiante como era ella en condiciones normales.
-Luisete eres de confianza, pero son cosas interiores que a una le hacen estar más animada o más triste.
-Pues no se preocupe, desahóguese conmigo, todo el mundo necesita un pañuelo donde consolarse, a mí no me importa ser el suyo.
-Eres muy amable y muy servicial, eres un encanto.
-Gracias señora Mercedes por sus halagos.
-No Luisete, es verdad tienes un trato muy dispuesto y atento.
-De nuevo gracias, pero cuénteme que la tiene con esa zozobra que no la deja resplandecer.
-¡Ay Luis¡ Da gusto contigo, eres muy gentil, bueno te contaré, el caso es que estoy un poco cansada de las ausencias de Antonio, además con el tiempo nuestra relación se ha apagado un poco y en estos ratos de soledad, cuando estoy más libre, mi pensamiento analiza la actualidad y me entristece ver el curso de los acontecimientos.
La oía y me decía que tenía que levantar su moral e inyectarla sabia nueva, y eso que mi mente pérfida se iba por el otro camino y pensaba que lo que tenía que meterla era una buena chingada.
-Señora Mercedes es usted una mujer activa y su carácter tan jovial y cariñoso no puede decaer, es la alegría de la huerta, venir a su casa es sentirse a gusto, es eliminar tensiones, es usted una anfitriona encantadora.
Sabía que todos estos elogios la llenarían plenamente y podrían cambiar su talante, como así me lo expresó:
-¡Ay Luis! que palabras tan dulces me dices, me haces sentir mejor.
Se acercó a mí y me dio un abrazo, yo aproveché para estrecharla entre mis brazos, que sintiese seguridad y calor varonil, intenté no sobrepasarme, pero aquel instante era una oportunidad muy favorable para llevar a cabo mi conquista.
Ella se sintió reconfortada y acomodada con aquellos momentos y de hecho me obsequió con un beso en la mejilla, yo la devolví otro en la suya, nos separamos y nos miramos a los ojos, en ese instante decidí actuar y la propiné un piquito, que repetí varias veces, al principio se paralizó, pero después contestó a mis besuqueos y nuestros morritos se deleitaron tiernamente; para darle más aliciente, la comencé a mordisquear los labios suavemente, abrió su boca y puse mi lengua en acción, nuestro morreo se intensificó, nuestra temperatura se incrementó, la calentura se apoderó de nosotros y fue pidiendo más, mis manos pasaron de sobar su espalda a sobar sus pechos, y las suyas bajaron a mi entrepierna para restregar todo mi miembro.
En aquellas circunstancias, desabroché la camisa que llevaba puesta y me sumergí en las copas de su sujetador para tocar aquellos lindos pechos, inicié un juego con sus pezones, acariciándolos con suavidad, esto la encendió y su respiración se hizo más intensa, se notaba que gozaba, por ello quiso también premiarme, bajó mi cremallera para tomar mi pene y empezar una subida y bajada de piel, comenzó suavemente y fue acelerando poco a poco, aprecié que dominaba esta técnica, lo había trabajado anteriormente, sus caricias sobre mis partes nobles me transportaron al jardín del edén, para incrementar estas sensaciones me adueñé de sus tetazas y las sobé y sobé hasta extasiarme, mientras continuábamos con nuestro lameteo que nos embelesó y derritió de placer. Siguió haciéndome una soberbia paja, meneándomela con una mano y acariciándome los huevos con la otra, que momento más agradable estaba pasando con la señora Mercedes, quien me lo iba a decir a mí cuando soñaba con ella en los comienzos de mi adolescencia.
Bajé una mano hacia su raja y palpé su clítoris, delicadamente me zambullí con mis dedos a lo largo de sus labios vaginales y fui poco a poco deslizándome sobre toda su almeja, esto la produjo unas convulsiones placenteras que la deleitaron y sus expresiones la delataron:
-Uuuuhhhhmmmm……….., aaaahhhh…………., oooohhhh…………..
No quería hablar, pero estaba gozando y disfrutando como una viciosa, se lo noté porque agarró mi rabo con más fuerza y su mano aumento el ritmo sobre mi verga, yo tampoco me reprimí:
-Aaaahhhh que rico señora Mercedes.
-Chiiiissss……………., callaté chico.
Me dijo que estuviese en silencio, pero es que me estaba haciendo una soberana paja que me estaba entusiasmando, seguimos masturbándonos y dándonos placer hasta alcanzar el summum y así, ella disfrutó de mis excitantes toqueteos en su panocha y su cuerpo se convulsionó hasta llegar al éxtasis, logrando un estupendo orgasmo, yo seguí recibiendo el ajetreo de su mano en mi polla que me llevó a una tremenda corrida saliendo mi semen con tal energía que la rebocé por encima, se sorprendió del vigor de mi flujo, pero se sentía satisfecha de haber logrado aquella proeza con un joven como yo.
Viendo lo ocurrido y volviendo a la realidad se quedó asombrada de lo acontecido y quiso cambiar el chic y mostrarse con naturalidad, como si nada hubiese pasado, pero lo cierto es que había gozado como una divina, como una diosa en el olimpo y por ello no realizó ningún comentario negativo de aquel espectáculo vivido.
Me sugirió que me marchase, que se encontraba un poco aturdida por lo acaecido, su moralidad estaba dañada y tendríamos que hablar de lo sucedido. Continuará…………….
Enviarme comentarios para mejorar, estimular y animar mi capacidad creativa. Correo luiscalenton35@gmail.com . Gracias amigos.