Historias del abuelo calentón (46)
La fiesta fin de temporada me proporcionó acercarme a la Señora Lidia y su propio marido me dio la oportunidad de volverme a empotrar a aquella viciosa.
Mi vida cotidiana continuó, asistía a mis clases, acudía a mis entrenamientos, traté de llevar una vida ordenada y organizada, no exenta de algún contratiempo que alteró mi armonía, éstos a veces eran positivos y otros negativos. En el plan sexual, utilizaba cualquier ocasión para atormentar plácidamente a mi body.
Reflexionando alguna vez, analizaba que los encuentros con la señora Lidia me habían aportado experiencia y disfrute, cuestiones que siempre perseguía, sobre todo cuando estas escaramuzas eran con maduritas, a las que yo tanta devoción tenía, y en el caso de Lidia se había visto incrementado por ese delirio que esta excitante mujer tenía por el sexo.
Mis contactos con Lidia siguieron sucediendo, pero mi roce con ella se fue aplacando puesto que mi trato con Vitorio, su marido y mi entrenador, era bastante asiduo, consideré que era feo y rastrero traicionarle y ponerle los cuernos del modo que lo había hecho. Cierto es, que Lidia era una jabata de armas tomar y que a esto añadía su provocación y descaro, más yo debía intentar responder a los principios éticos que manaban de mi interior y que me llevaban por el buen camino.
Estuvimos un tiempo con una relación de saludos y conversaciones cordiales y afables, donde reinó lo correcto y lo cortés, sin embargo, siempre hay circunstancias que suceden porque los caminos están trazados, y aunque te empeñes en desviarlos, vuelven a su cauce; lo que está destinado a pasar, pasará en algún momento, ya sea en meses, días o años, no importa cuánto se tarde, terminará pasando.
Y así se dieron los acontecimientos; se celebró la fiesta fin de temporada del campeonato con alegría y entusiasmo por todo el personal que formábamos parte de aquella familia futbolera, si los resultados habían sido buenos la celebración era más intensa y potente, y más apagada si nuestra clasificación había sido peor. Este año había sido bastante aceptable y Vitorio, el entrenador, estaba muy contento por las metas alcanzadas, él era una persona muy sociable y le entusiasmaba relacionarse con la gente y aprovechó también el acto para propagar su buen hacer.
Lidia se aburría un poco de tanto compadreo y tanta charla absurda, ella prefería otro tipo de fiestas, más abiertas a otras disciplinas, como la música o el baile. Vitorio se encontraba en su salsa y disfrutaba de aquel ambiente deportivo, pero también se percató del aburrimiento y del hastío de su querida esposa; viendo el panorama de la situación y no queriendo que se le fastidiase su momentazo, decidió actuar, y así, no se le ocurrió mejor idea que venir a hablar conmigo y pedirme el favor de acompañar a casa a su mujer, me dio las gracias y me elogió, diciéndome que yo era un buen chaval y que me consideraba muy formal, sabía que mi relación con el alcohol era casi nula y que tenía fama de responsable y juicioso, pero no sabía el pobre que en mi interior, como todo pecador, se ocultaba un fanático del sexo y el placer.
Por no llevarle la contraria y romper la imagen que tenía de mí, accedí a su petición, tampoco el hombre sabía las aventuras tan afrodisiacas que había tenido con su señora esposa; sentía un poco pena por él, pero me decía a mí mismo, ojos que no ven, corazón que no siente, aunque siempre puede haber algún chismoso que lo cuente, por ahora no era el caso.
Me beneficié de la coyuntura que él mismo me había proporcionado para así acercarme a la señora Lidia, con la naturalidad que exigía la ocasión y cuando nos reunimos para llevar a cabo su petición, pude observar como el rostro de Lidia era el de pocos amigos, la noté enojada, su enfado era latente, no articuló demasiadas palabras, solo dijo:
-Bueno Luis, parece que vas a ser mi chofer y mi niñero, ha llegado mi hora de retirarme.
Vitorio trató de justificarse con ella y explicárselo de forma razonable y lógica, pero ella que era de mucho temperamento, lo comprendió a su manera y lo aceptó por imposición, terminando con:
-Vámonos con la música a otra parte, que aquí ya lo tenemos todo hecho.
Durante el viaje de vuelta a su casa fui un poco nervioso, aquella leona era tremenda, su carácter fuerte le hacían una hembra respetada y valorada; es sabido que Vitorio con sus dotes de cordialidad y comunicación sabía llevarla muy bien, y yo, por mi parte, en mi relación con ella siempre había puesto un toque de sumisión hacía la dama, matiz que la atraía y la encandilaba. Verdad es que le gustaba ser sometida por un macho alfa, pero a la vez quería tener instantes en los que ella dominase a este varonil machote.
Durante el trayecto la fui mirando y comprobé que estaba bella, llevaba puesto un vestido ceñido de color negro, más bien corto, que permitía ver sus hermosos muslos, acompañado de unos zapatos de tacón abiertos, de igual color, que les daban una esbeltez a sus pantorrillas; maquillada, con un rojo de labios, se mostraba con un look provocativo, que pedía guerra.
El viaje fue tranquilo, su furia era patente, pero supo contenerse y no despotricar de la situación, era una mujer impetuosa, pero a la vez tenía la suficiente fortaleza para controlarse en algunas circunstancias donde no era bueno mostrar esa efusividad y ese impulsivo temperamento que poseía. Sin embargo, para mis adentros pensé en que se iría fraguando en la cabecita de esta tigresa, con lo retorcida y vehemente que era, como encauzaría toda esa energía de la que era portadora, y sabiendo además, que de algún modo tendría que brotar por algún sitio.
Yo, a la vez, había empezado también a tener pensamientos impuros con aquella sugerente e incitante damisela, no me importaba de nuevo echarla un buen polvo, de esos que ella y yo ya habíamos disfrutado.
Llegamos a su casa y la acompañé hasta la puerta, mi formalidad afloró en aquel entorno, pero ya se encargó ella de destruirla.
-Entra Luisillo, que te invito a una copa.
-Señora Lidia, eeeehhhh……Lidia, no creo que sea adecuado.
-Vamos cachorro, te vas a poner sensiblero ahora, no me digas que no te apetece estar conmigo.
-Sí claro, mucho, pero no es lo más sensato.
-Luis, ¿no tienes ganas de echarme un polvazo?, de esos que tú y yo ya hemos probado.
-Sí Lidia, sabes que me derrito por tus huesitos, pero tengo mucho aprecio a tu marido.
-Pues por eso que le tienes aprecio, le vas a dedicar tiempo a su mujercita, el que él no tiene; y lo que él no me da, tú lo vas a suplir con creces, quiero que me folles como un semental, te voy a vaciar todo el depósito que llevas dentro.
La jaca estaba caliente, el riego abrasador corría por sus venas, mostraba sus credenciales y actuaba dejando salir toda esa ira que llevaba en su interior, y la forma como lo hacía, la sexualidad, esa asignatura que tanto ella apreciaba y tanto la deleitaba.
No quiso perder un momento y empezó su interpretación, nos encontrábamos en el salón y el primer acto fue dejar caer el vestido para quedarse en sujetador y tanga, todo de color negro, éste último era minúsculo, una tira que básicamente le tapaba el ojete. Para ponerme a tono, se dio una vuelta completa para que la pudiera contemplar, y añadió:
-Te gusta lo que ves, Luisillo.
El diminutivo lo empleó para sentir esa dominación que tanto la estimulaba. Contesté:
-Sí señora Lidia, me pone hecho un verraco.
Respondí con la frase idónea para reafirmar su dominio y alentar su ego, que se sintiese admirada y deseada. Con el minitanga se le adivinaba un culazo provocador e insinuante, digno de ser profanado, que ganas me infundía de poseerla como una yegua en celo.
Se acercó a mí, y empezó a rozarse por entre mis partes nobles, mi lanza rápidamente se estiró como si tuviese un muelle, la agarré fuerte de aquellos glúteos descubiertos para atraerla hacía mí e iniciar un morreo, donde su lengua y la mía salían y entraban de nuestras bocas sin orden ni control.
Empecé a estar alterado y quise regocijarme de todos los atributos de aquella loba, por ello la despojé del sujetador y amasé sus tetas con avidez y deseo, me maravillaba estrujarlas entre mis manos, pasando seguidamente a chupárselas y jugar con sus pezones hasta ponérselos duros como escarpias; con esta maniobra ella también mostró signos de calentura:
-Así mi niño, cómete mis tetitas dulcemente, dame este regalo tan excitante.
Ella, desabrochó mis pantalones y comenzó a jugar con mis huevos y mi verga, suavemente me pajeó y me proporcionó unas sensaciones que intensificaron la temperatura de mi sangre, me tenía agitado, ella lo palpó y decidió pasar al siguiente acto; la representación debía continuar y la fémina quería que todo discurriese en los lugares adecuados, era su forma de controlar y dar mayo estimulación a cada instante, todo debía ser gradual y llevar añadido el erotismo, por ello me dijo:
-Luis, vamos al dormitorio, quiero que me folles en mi trono para después recordarlo cuando tenga que poner alicientes a otros momentos.
La tía era morbosa y retorcida, pero comprendí su idea y su intención. Quiso seguir completando la escenografía y espetó:
-Quítate la ropa y túmbate en la cama, te voy a comer el capullo, que sé que te pone mucho.
Inició una felación, deslizando su boca a lo largo de mi troncho, con su lengua jugó sobre mi vena hinchada y me produjo unas convulsiones que me retorcieron de gusto y me transportaron al séptimo cielo, que pedazo de mamada me estaba haciendo aquella viciosa.
-Aaaahhhh…………Lidia, como la chupas, me derrito, aaaahhhh………….así, que ricooooo………..
Cuando me tuvo marcando el norte, con el rabo más tieso que el palo de la bandera, se quitó el tanga, dejándose los tacones para deleitarme, se subió encima de mí y emprendió una suave cabalgada, con subidas y bajadas que incrementó para convertirlas en salvaje.
-Cabalga zorra mía, cómo me tienes de caliente golfa.
-Sí, sí, sementalillo, clávamela, métela hasta el fondo.
Sus acometidas eran exuberantes, me llenaba de vida, mi tensión se subía por las nubes, pero aquello era un disfrute total, que portento de jaca, cómo galopaba sobre mi estaca, la inflaba y la llenaba de sabia, que sensaciones me hacia sentir, me ponía tan enervado que algunas veces al agarrarme a sus tetas con tanto brío, me decía que fuese más delicado, pero es que me ponía tan tenso y excitado que perdía el control.
El ajetreo había sido tan intenso que me sugirió cambiar de pose.
-Me voy a poner a cuatro patas, sé que te gusta, así puedes ver mi trasero y los zapatos de tacón, ya veras como te derrites de placer.
-Uuuummmmffff……………Lidia, que zorrona eres, como me conoces, como sabes mis debilidades.
-Sí potrillo, pero tengo una sorpresa para ti, vas a afinar tu flauta en mi gruta y cuando esté a tono, vas a coger esa vaselina y te la impregnarás por tu cachiporra, quiero que me la metas por el culo, voy a experimentar algo que mi marido se ha negado a probar.
La muy guarra quería tener una experiencia anal, estaba virgen y quería que yo la metiese mi tranca por su ojete; aquello me causó más excitación todavía, me encantaba ser el rompedor de su culazo, el morbo recorrió todo mi cuerpo y me puse más palote.
Adoptó la posición de la perrita y la fui penetrando, mis envites fueron lentos al principio, para después intensificar mis embestidas.
-Aaaahhhh………Luisillo, que follador eres, como me alteras con tu juego, me fascina sentirte dentro de mí.
Me aferré a sus nalgas con fuerza, para empotrarla toda mi herramienta; el choc, choc, choc, de nuestro golpeo se hizo patente y nos trasmitió pasión y gozo, éramos como dos animales en celo, pero sabiendo que lo que venía después iba a ser mejor.
Cuando el summum estaba asomando, me incitó a cambiar de agujero, me rocié de vaselina el instrumento y lentamente me fui deslizando por su caverna, no quería hacerla daño, mi intención era que el dolor inicial se convirtiese, poco a poco, en goce y deleite, y así fue, empezó a quejarse de gusto:
-Aaaahhhh……., uuuummmmffff………..que sensación más placentera, así, así, potrillo.
El bamboleo fue cada vez más satisfactorio y propició un grato confort sexual que regó nuestro cerebro, ella lo plasmó con sus palabras:
-Aaaahhhh……..,oooohhhh…………que gustazo, que maravilla, esto es el paraíso.
-Te gusta guarrilla, eeeehhhh……….
-Sí, sí, dale caña a mi culito, quiero sentir esa estaca que tienes Luisillo.
-Toma zorra, la estaca de Luisillo te va a poner a cien.
-Sí, síiiiiiiii , muévete así, me gusta como te mueves, clavala duro, así, asíiiiiiiiiiii………..
-Oooohhhh…………. Zorrona, me la estas hinchando de gusto, me estas poniendo burrote, muy burrote.
-Sí, sí, así te quiero, con el rabo tieso y dándole a tu jaca todo el placer del mundo.
-Oooohhhh……….,uuuummmmffff………..Lidia, no aguanto tanto gustirrinín, me corro, me corrooooooo………..
-Ooooohhhh………, sí Luisillo, sí yo también, sigue, dame fuerte, así, así, me voy, me voy, aaaahhhh……...que rico.
La vacié todo mi depósito de semen en su hermoso trasero.
Nos corrimos al unísono, y nuestra satisfacción fue descomunal, aquella hembra no dejaba de sorprenderme gratamente en el tema sexual, como le gustaba disfrutar de esa sensibilidad que tenía tan arraigada en su interior, era una mina digna de ser explotada y de ser usada para regocijo y gozo de la persona que lo compartiese con ella.
Unos días después me encontré con el entrenador Vitorio y me preguntó:
-¿Qué tal te fue con mi señora?, seguro que te dio la charla sobre mi manera de ser y mis defectos, menos mal que yo sé que tu eres un chaval apaciguador y tranquilo y la convencerías para que se relajase y se calmase .
No sabía Vitorio, la leona que tenía en su camastro, la vitalidad sexual que aquella hembra necesitaba ni la atención tan exquisita y peculiar que había que suministrarla, a mí no me importó durante un tiempo estar a su disposición para apagar el fuego vaginal que portaba dentro de ella, al fin y al cabo, si no era yo sería otro quien se la empotrase, y para mí aquello era un deleite, una delicia, un exquisito manjar a degustar.
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