Historias del abuelo calentón (45)

Nueva experiencia con mi vecina la señora Lidia, recordar el polvazo que había disfrutado con aquella jabata, me alentó a fomentar nuevas aventuras y disfrutes con ella.

Mi experiencia con la señora Lidia había sido fuerte y gratificante, pero había campo para sembrar más momentos impetuosos y picantes, así lo entendía mi cabecita que reflexionó sobre lo acontecido y aseveró que había caldo de cultivo para pasar más ratos de lujuria con aquella hembra tan ardiente y descarada.

Una mujer que se deja llevar por el estímulo y que adora la sexualidad que lleva en su interior, es presa fácil y candidata a volver a pecar y caer en las tentaciones y flaquezas que relacionadas con dicho tema portamos en nuestra testa. Sabemos que el espíritu está dispuesto a combatir para ganar a la fragilidad que aflora en las cloacas de nuestra mente y reconocemos que la carne es débil, por ello la naturaleza pecaminosa del ser humano está en constante lucha con este espíritu que quiere el bien, pero este desafío es perdurable toda la vida, y al final ante la debilidad humana, suele ganar la atracción por el placer y el deleite.

Tras esta reflexión filosófica, mi cerebro solo pensaba en la siguiente oportunidad que pudiese tener para cepillarme a aquella libidinosa damisela. Recordar el polvazo que había disfrutado con aquella jabata, me alentó a fomentar nuevas aventuras y disfrutes con la señora Lidia.

Ocurrió entonces, que se organizó unas convivencias entre las familias de los miembros del club de futbol y el cuerpo técnico, por ello nuestro entrenador y su mujer formaban parte de la expedición. El objeto era promover la coexistencia entre todos los componentes de la plantilla y su entorno más allegado, era una forma de conocernos y hacer más piña, con esto se intentaba lograr una especial unión entre nosotros, y perseguía facilitar la labor a la hora de compenetrarnos y luchar por obtener una mayor meta en la liga en la cual participábamos. Esta práctica era buena a nivel formativo y personal, nos hacía percibir nuestras habilidades, así como nuestros defectos y virtudes humanas, de esta manera se podía reconducir lo negativo y aprovechar lo positivo, todo ello repercutía a posteriori en el buen ambiente que existía entre nosotros.

Durante las jornadas, una tarde después de comer no me apeteció cumplir el protocolo marcado y evité la siesta, decidí dar un paseo por los alrededores de la acampada, y cuál fue mi sorpresa que me encontré a Lidia paseando por el mismo entorno; me comentó que con un descanso corto le era suficiente y la relajaba más meterse en la naturaleza, era una forma también de huir de los ronquidos de su marido. Charlamos del buen clima que se creaba con este esparcimiento y recreo, era bueno para la salud y una relajación para combatir la tensión de la competición anual.

Los dos vestíamos de forma informal y ligera, con ropa deportiva consistente en una camiseta y un pantalón corto, éste último permitía ver los henchidos muslos y las hermosas piernas de mi vecina, mientras la prenda superior dejaba adivinar su tentadora delantera, este conjunto amenizado con un ligero maquillaje en su cara, la daban un aire morboso y pernicioso, vamos que estaba pidiendo guerra.

En nuestra conversación, la traté de usted y me corrigió:

-Luis, sé que soy mayor que tú, pero creo que hemos tenido ya un contacto cercano que nos vincula para tener un trato más familiar, me parece a mí.

-Señora Lidia, perdón, Lidia, es verdad, he de reconocer que la intimidad vivida contigo me fascinó.

-Eres un golfete Luis, menudo polvete me echaste.

-Sí Lidia, fue fenomenal.

-Me imagino que tendrás chicas con las que desfogarte y follar a menudo, granuja.

La tigresa apostaba duro y atacaba, quería comprobar mi capacidad de reacción a sus preguntas capciosas, por ello también contesté para avivar el fuego y llevarla a mi terreno, sabía que con poco podía lograr mis objetivos, copular de nuevo con aquella leona.

-No Lidia, no crea, además a mí me gustan maduritas como usted; que tengan experiencia y me hagan disfrutar del paraíso terrenal.

-No me digas, las prefieres metiditas en años.

-Sí, sí, ya la digo, me encantan las de su estilo, fogosas y ardientes.

Atacó de nuevo, quería quemarse y probar de nuevo su asignatura preferida.

-Vamos que estarías dispuesto a revolcarte conmigo otra vez.

-Sin pensarlo, ahora mismo si hiciera falta y la daría todo el placer del mundo.

-Madre mía Luis, estás hecho un torillo, criatura.

La conversación se estaba desviando por el camino apropiado para que la dama sucumbiese a mis pretensiones.

-No lo sabe usted bien, pero lo puedes comprobar si quieres, como ya tuviste oportunidad la otra vez.

Alternaba el usted con el tuteo con ella para que notase que había confianza, pero a la vez la hacía notar la existencia de una sumisión a su veteranía y experiencia de mujer con más edad, sabía que este matiz le gustaba porque en ciertos momentos la agradaba dominar.

Durante el cálido coloquio, mi trabuco ya había empezado a calentar motores y se mostraba morcillón en mis cortos pantalones deportivos.

-¡Ay Luis! que difícil me lo pones, me encantaría abandonarme y lanzarme al mundo de la satisfacción y el gozo, pero soy una mujer casada.

Tenía que convencerla y hacerla que se perdiese, que se volcase en el disfrute y la perversión, al fin y al cabo, era lo que la complacía y la alegraba.

-Lidia eres ante todo una mujer apasionada y sensual, que aprovecha su susceptibilidad y emotividad para gozar de tu esencia, de tu temple, de esa corriente chispeante y abrasadora que te recorre.

La quería embriagar con mi dialéctica, en mi relación con otras féminas, si algo había aprendido, era a usar los vocablos adecuados en los momentos oportunos.

-¡Ay Luis! que cosas más bellas me dices, me calientas el semblante.

-Lidia, quiero calentarte eso y más cosas, vas a disfrutar como una yegua en celo y yo voy a ser tu semental.

-Bueno, ven conmigo, conozco un sitio donde podemos estar fuera de la vista de curiosos y mirones.

Me llevó a un viejo pajar y nos introdujimos en él; al instante nos abrazamos, se palpaba que existía fuego entre nosotros, la sobé todo el cuerpo, recorriendo con mis yemas cada palmo de su figura, ella hizo lo mismo conmigo. La fogosidad y el ímpetu con el que actuamos denotaba ansia, ganas el uno del otro, ella porque era una mujer calentorra y yo porque mi edad y mi mente me trastornaban de aquella manera, solo quería poseer y copular con aquella perra calenturienta.

Nos fuimos desnudando, la quité la camiseta y el sujetador que llevaba puesto para adueñarme de sus pechos, chupé y succioné sus pezones con suavidad y sutileza, hasta verla retorcerse de gusto; ella se engolosinó con mi pene, con una mano me sobaba los testículos y con la otra me suministraba una buena paja. Como le gustaba tanto el manjar quiso ponerme el nabo a todo gas en tiempo récord y me dijo:

-Luis, te voy a hacer una cosita que te va a encantar, no creo que te lo haga cualquier jovencita.

Se agachó y se metió toda mi polla en la boca, empezó una travesía de sube y baja a lo largo del tronco de mi lanza, jugando con su lengua sobre mi vena hinchada, que maravilla, que vicio más rico tenía. Este peregrinaje hizo que se me quedasen los ojos en blanco del placer que la leona me estaba dando.

-¿Te gusta Luisillo?

-Me vuelves loco Lidia, que golfa eres, cómo juegas con mi sensibilidad.

-Vaya mamada que te estoy haciendo.

-Sí, sí, no pares, me estas poniendo burro, sigue perra mía.

Me tenía la verga tan tiesa y dura, que no pude aguantar más y la quité las bragas, prenda que todavía la quedaba, se tumbó sobre la paja y abriéndola bien de piernas, la penetré con mi tenso y rígido mosquetón, me vio tan alterado que espetó:

-Luis, despacito, suavemente, ya habrá tiempo para la vehemencia.

La muy zorra controlaba la situación a la perfección. Obedecí sus instrucciones y se la introduje lentamente, adoptamos la posición del misionero y comenzamos un trajín que fue aumentando a medida que nuestra temperatura interna se incrementó. Disfruté de su cuerpo y ella del mío, me agarró de los glúteos para moverme y sentir más profundamente mi vergón, y así lo expresó:

-Aaaahhhh………..Luis, cómo entras en mí, que rabo más maravilloso tienes.

-Sí Lidia, esta lanza es toda para darte todo el placer que tú quieras.

-Aaaahhhh…………,uuuummmmffffff ………..Luis, no pares, dame fuerte, dámelo todo, quiero sentirte, así, asíiiiiiii……….potrillo.

-Toma zorra, un buen pollón para una buena golfa, cómo follas zorrona.

-Fóllame Luis, fóllame, aaaahhhh………..Luis, cómo me haces sentir, que rico, que ricooooo …..granuja.

El escenario se estaba calentando, el orgasmo se veía próximo, y yo quería más teatro con aquella loba, por ello sugerí:

-Lidia, cámbiate de posición, quiero poseerte como una perra, ponte a cuatro patas, te voy a empotrar como un caballo se monta a su yegua.

Aquellas palabras la sugestionaron y obedeció al instante. Me subí encima de ella, me agarré bien a sus nalgas para clavársela con más brío, y cuando el acoplamiento fue perfecto, mis acometidas fueron más intensas, ella disfrutó con aquella escenificación.

-Oooohhhh…………,uuuummmmffff…………..Luis, que penetración más exquisita, fóllame así criatura, que potro más juguetón tengo y cómo me pones.

-Toma guarrilla, deléitate con tu machote, que te voy a dar todo el gusto que me pidas.

-Oooohhhh……….,aaaahhhh………..sí, que bueno, dale a la jaca todo ese vergón que tú tienes.

-Sí zorrona, sí, aquí estoy para hacerte sentir mi barra de hierro, muévete zorrón.

-Aaaahhhh………..Luis, es sensacional, me sube la sangre, me sube todo, no voy a poder aguantar más, cabrón que caliente me tienes.

-Sigue moviéndote así perra, me tienes a punto de correrme.

Con mis embestidas sobre su culazo y su propio traqueteo hacia mis partes nobles, se produjo un choc, choc, choc, choc que me alteró y me turbó plácidamente.

El espectáculo era dantesco, la tenía mirando a Cuenca en aquel recóndito pajar, donde las pacas nos servían de camastro, esta pose unida a los azotes que le daba en su pompis para acelerar sus enculadas, y que surtieron su efecto, propiciando además unos estimulantes berridos de la hembra; originó la atmosfera idónea para un polvazo inolvidable.

-Aaaahhhh………….,oooohhhh…………….Luis, azótame , dame fuerte, como me torturas de gusto cabrón.

-Eso es lo que quiero, que saborees tu erotismo, te reveles y disfrutes como una ninfómana.

-Aaaahhhh…….Luis, no aguanto más, esto es demasiado para mi cuerpo, estoy en el summum.

-No te resistas entonces y disfruta a lo loco.

- Me corro mamón, me corroooooo………….,aaaahhhh……, uuuummmmffff……..me fui, que rico, que ricoooooo.

-Sigue guarrona, sí, muévete así, hazme correr, sigue haciendo eso, así me gusta, lo haces también, oooohhhh………, oooohhhh………..,me voy, me voyyyyyyyyyyyy.

-Uuuummmmffff…………Luis, ha sido estupendo, no me importa tener aventurillas como ésta.

-Que calentorra y cachonda eres, me encanta follar contigo, despiertas mi instinto animal.

La saqué y la vacié toda mi carga sobre sus tetas, para finalizar mi viciosa vecina empleó su activa lengua y su laboriosa boca para obsequiarme con una limpieza de prepucio que me dejó nuevo.

Volvimos al campamento y nos incorporamos como si nada hubiese pasado. Al terminar esta actividad y regresar a nuestras casas, pensé en lo bien que lo había pasado y me propuse seguir trabajando en la planificación de mi siguiente encuentro con la señora Lidia, aunque siempre digo que las cosas ocurrirán, si tienen que pasar, pero estaba demasiado obsesionado con esta madurita, es que me producía tanto morbo y tanta satisfacción que mi resistencia era nula, me seducía tanto pecar con ella. Continuará………….

Enviarme comentarios para mejorar, estimular y animar mi capacidad creativa. Correo luiscalenton35@gmail.com . Gracias amigos.