Historias del abuelo calentón (44)
Nueva vecina madura en el barrio, la señora Lidia era activa, dinámica y viva, de rasgos rebeldes y cara de viciosa.
En estos momentos me apetece recordar antiguos laureles, como expresaban los antiguos romanos, y os voy a contar lo que me ocurrió con la llegada de un matrimonio de mediana edad al barrio donde me crié.
Él se llamaba Vitorio, un personaje agradable y entrañable, muy sociable; ella, por su parte, de nombre Lidia, señora activa, dinámica y viva, de rasgos rebeldes y cara de viciosa.
Pronto empecé a establecer relación con Vitorio porque era un apasionado del futbol y se presentó para entrenar al equipo que teníamos en el vecindario. Por aquel entonces yo practicaba este deporte, que me entretenía y me hacía estar en buen estado físico, con mis diecinueve años estaba como un torillo.
Vitorio tenía 42 años, era más bien bajito, comparado con las nuevas generaciones que veníamos floreciendo; Lidia tenía 37 años, de pelo castaño y ojos verdes, sus atributos de mujer eran bastante insinuantes y le gustaba presumir de ellos, con unos pechos medianos de buen ver, con un culito sugerente, macizo y apetitoso, tenía una figura corriente, ni gorda, ni flaca, agradable a la visión de un posible conquistador.
Con el trato que tenía con Vitorio, mi presencia en su domicilio se fue haciendo asidua, y me percaté de la manera descarada con que me miraba su deseable esposa. Siendo una mujer de comportamiento guerrero, no se cortaba ni un ápice en el modo tan atrevido como me miraba y me observaba. Esta conducta suya originó en mis entrañas “excitación”, más de una vez le había pillado contemplándome el paquete, siendo sus miradas muy provocativas.
A medida que mi presencia se incrementó en su casa, mi trato con Lidia fue más cercano y próximo. Con este aumento de familiaridad, ella aprovechaba cualquier momento que estuviésemos solos y apartados, por ejemplo, en la cocina, para arrimarse a mí y restregar su culo por mi entrepierna, era una calentorra de mucho cuidado. Estos roces los realizaba de forma disimulada y por accidente, pero aquellas actuaciones me producían fuego en la bragueta. Su proceder me originó tal aumento de temperatura dentro de mí, que por las noches comencé a pensar en ella, en cómo me la cepillaría de una manera fogosa e impetuosa, acorde a su carácter y temperamento; estas ideas brotaron en mí por el juego sugestivo que aquella tigresa se traía conmigo.
No podéis imaginar la fiebre que aquella hembra despertó en mí, todo era fruto de los constantes rozamientos y tocamientos que la muy golfa me practicaba. Disfrutaba viéndome el mosquetón inflamado, además se ponía ropa ajustada que hacía resaltar más sus lindezas. Se dio el caso que un día llevaba puesto un pantalón de cuero negro que hacía que se la remarcase hasta la diminuta braga que llevaba; esta visión de su excitante cuerpo unido a un estimulante restregueo que me proporcionó por toda la superficie de mis partes nobles, hicieron que me alterase más aún, que pedazo de golfa, que tentadora y provocadora, además lo hacía sin importarla si su marido se encontraba en una habitación contigua o cerca de nosotros, era una fémina morbosa y depravada.
Mis arrebatos cada vez eran más intensos, me sentía mal porque aquella señora se divertía conmigo y me sacaba de mis casillas. Mi cerebro harto de tanta calentura, comenzó a elucubrar, tenía que pasar a la acción y darla a aquella jaca, medicina de la buena, de la que andaba buscando y tanto quería.
Un día, Vitorio me mandó adelantarme a su casa, antes de finalizar un partido, quería que le trasmitiese unas instrucciones a su estimada esposa, llegué y me hizo pasar a la cocina donde había estado preparando la comistela, la informé de las indicaciones de su marido y al terminar la muy perra empezó a flirtear conmigo, vestía con una falda negra ceñida, por encima de las rodillas, una blusa ajustada que marcaban sus turgentes senos, con unos zapatos de tacón negros, todo el conjunto la mostraban atrayente y seductora.
Se acercó bien a mí y me hizo percibir sus atributos, la zorra quería embriagarme con su fragancia y sus encantos, y lo consiguió, siguió tonteando y toqueteándome de forma provocativa; con su proceder me puso la polla tan dura como el hormigón, estaba sumamente incendiado en mi interior, y mi reacción no se hizo esperar, la apreté bien hacía mí para que apreciase el volumen de mi estaca, la obsequié con un buen restregón sobre su conejo, esto la puso caliente, la gustaba notar el bulto que había levantado en mi entrepierna. La achuché bien, la morreé, ofreciéndole mi lengua para que su instinto se perturbase de gozo, y además me agarré fuerte a sus nalgas, llevándola hacía mi paquetón para que se deleitase de gusto, no obstante, para disimular me dijo:
-¡Ay Luis! cómo te has puesto, eres un joven muy efusivo, debes controlarte.
-Señora Lidia me tiene usted muy caliente, mire como me ha puesto la verga.
-Sí, sí, ya lo he comprobado, estás hecho un toro.
-La gusta verdad, lleva usted un tiempo jugando conmigo y esto la pone.
-Bueno, bueno, eres un chico muy apuesto, pero yo soy una mujer casada.
-Una mujer casada que tiene ganas de un buen rabo jovencito y travieso.
-Luis, esas conclusiones son tuyas.
La muy zorra no quería reconocer sus debilidades y sus indecencias, por ello mi temperamento me impulsó a tomarle de la mano y llevársela a mi salchichón, que lo palpase, y entonces espeté:
-Mire Lidia, mi virilidad requiere de su atención, me tiene el instrumento que echa fuego.
-Madre mía Luis, sí que la tienes tiesa, pero ¿cómo te has puesto así chiquillo?
-Señora sus provocaciones son continuas, y uno no es de piedra.
Como yo ya la tenía analizada y sabía que era una cachonda ávida de sexo, tiré hacía adelante y dije:
-Aquí me tiene para satisfacerla y darle todo el merengue que necesite.
La tomé y la rodeé con mis brazos, iniciando un besuqueo que se completó con un buen sobo de body, empecé a subir su falda y a meter mis manos para disfrutar de su culo, mis palmas caminaron sobre su anatomía para terminar amasando sus esplendidos pechos. La noté que cuando entró en acción, se rompieron sus barreras y aquellos obstáculos nimios que tenía en su mente la desaparecieron, no pudo aguantar su predilección por el sexo. Nos abandonamos a nuestros tocamientos y nuestro escarceo nos agitó de tal forma que subió aparatosamente nuestra temperatura, ella reaccionó y apuntó:
-Luis, contrólate jovencito, creo que nos estamos excitando demasiado, y mi marido podría regresar.
Aquello lo decía con la boca chica, la estaba encantando todo lo que estaba sucediendo, yo lo sabía y seguí la fiesta. La cautivaba la interpretación y por ello, se separó un poco de mi para darme la espalda, pero acto seguido se dejó caer lo suficiente para seguir rozándose y sentir mi buen trabuco.
No estaba dispuesto a darle tregua, después de todo lo que aquella leona me había calentado, ahora iba a demostrarle la energía y el entusiasmo de una buena follada. Como se encontraba de espaldas a mí y ya la tenía con la falda levantada, metí mis manos entre sus piernas para manipular su clítoris y ponerla más ardiente, no puso ninguna resistencia, se dejó hacer; mientras, mi afán era dejar mi verga al aire libre y restregársela por todo su culazo. Este clima me produjo una sensación de excitación tan exagerada que la quité las bragas, éstas cayeron por entre sus piernas, al levantar sus mullidos jamones para deshacerse de la prenda, atisbé sus zapatos de tacón y el fetichismo me invadió con más necesidad de sexo, la llevé sobre la encimera de la cocina para que se apoyase, la metí suavemente mi lanza y entonces añadió:
-Luis, me has penetrado, oooohhhh………¿que me haces?.
-Darte placer Lidia, esa asignatura que tanto te gusta.
-Oooohhhh……..,uuuummmmffff……………Luis, que rico, cómo me encanta.
-Disfruta jaca mía, que tu semental te va a hacer pasar un rato maravilloso.
Fui incrementando el ritmo de entrada y salida en su almeja, siempre observando la conducta de mi loba y controlando el placer que aquella hembra me estaba dando.
-Aaaahhhh……….oooohhhh……..Luis, eres mi perdición, yo no quería, pero me gusta tanto.
-Di que sí zorra, aprovecha y disfruta de un jinete joven, que te va a poner fina, filipina.
-Aaaahhhh…….,uuuummmmfffff………….., que sensaciones tan estupendas.
-Así, asíiiii…………. zorrona, mueve ese pandero tan suculento que tienes, cómo me fascina follarte golfa.
-Luis estoy llegando al súmmum, me has puesto tan caliente que ya no aguanto más, me muero de gusto sinvergüenza.
-Desahógate Lidia, siente mi polla dentro de ti, que cachonda y calentorra eres, cómo me enciendes.
-Aaaahhhh………, aaaahhhh……., me voy Luis, me voyyyyyyyyyy…………
-Sí, así, asíiiiiiiiiiii, muévete, menea este pedazo de pandero tan magnífico que posees, así se mueve una jaca, toma, toma zorra.
La aticé unos buenos cachetes que me pusieron más enfervorizado, añadido a los movimientos que la hembra estaba realizando, hicieron que mi carga saliese de estampida.
-Sí zorra, me encanta cómo te mueves, me corro, me corroooooo………….., aaaahhhh…….., uuuummmmffff.........
Saqué mi porra y la vertí todo mi flujo por su estimulante culo.
Nos arreglamos y serenamos para actuar con su marido como si nada hubiese pasado. Esto fue el inicio de otras citas que se fueron produciendo, la primera en la cocina había sido apasionada y morbosa, había servido para romper el hielo, las siguientes seguiremos contando.
Enviarme comentarios para mejorar, estimular y animar mi capacidad creativa. Correo luiscalenton35@gmail.com . Gracias amigos.