Historias del abuelo calentón (42)

Gloria, mi compañera de baile, era atractiva, debía estar muy buena porque estaba de muy buen ver.

Tras nuestro parón veraniego, de descanso y de relax, continuamos con los relatos de aventuras de nuestro peculiar abuelo calentón.

Pasó el verano y tenía que organizarme para estar activo y entretenido; no se me ocurrió otra idea, que apuntarme a bailes de salón, al fin y al cabo era una actividad que hoy en día la gente de edad y de menos edad practica, y además, podía ser una ocupación donde conocer nuevas amistades y pasar un buen rato. Dicho y hecho, me apunté en la Junta de Distrito del barrio y comencé mis clases de baile.

El grupo de alumnos era metidito en años, mayormente matrimonios que utilizan este entretenimiento y ocupación para aprender esta disciplina, naturalmente, pero sobre todo para romper con su monotonía de vida, y así, seguir manteniendo una vitalidad que pasado los años se tiende a perder.

Los que se apuntaron emparejados, siguieron acoplados, y el resto nos asignaron compañero o compañera para que cada oveja tuviera su pareja. Nos reunimos ocho parejas, de las cuales, cuatro venían ya formadas y las otras cuatro se juntaron como el profesor estableció. En mi caso, me enlazaron con una dama llamada Gloria, que dentro de las féminas que había, he de decir que para mi gusto era atractiva, de hecho, enseguida que la vi, mi mente comenzó a analizar el panorama y reflexionó, llegando a la conclusión que aquella mujer debía estar muy buena porque estaba de muy buen ver.

Se iniciaron las clases, y la verdad es que todo estaba muy bien organizado, el profesor, más joven que el resto del grupo, era bastante pedagógico y nos hacia las clases muy amenas, todo esto llevaba al grupo a sentirse cómodo y que se pasase un tiempo agradable aprendiendo a mover el esqueleto. En las primeras clases, cuando finalizábamos, las parejas se marchaban y el trato humano era escaso, pero poco a poco fuimos tomando familiaridad y los periodos de antes de entrar y el posterior al finalizar, los usábamos para intensificar nuestra relación, de esta manera, dependiendo de la manera de ser de cada uno, contábamos nuestras anécdotas y devenires cotidianos y nos echábamos unas risas.

Gloria era una mujer de 49 años, estatura media, un poquito más baja que yo, de rasgos morenos, un poco metidita en carnes, con buenos pechos y un buen trasero, vestía muy discretamente, pero se la veía una señora muy femenina y sensorial, le gustaba pintarse un poco, pero era discreta.

Durante nuestro aprendizaje fuimos adquiriendo confianza y nuestros roces y toqueteos se fueron intensificando, siempre sin ninguna maldad. Nos coordinábamos bastante bien en el baile y cuando nos equivocábamos, nos servía de motivo para echar unas risas, que eran muy terapéuticas. Los días transcurrieron y me gustaba ir al baile para poder ver a Gloria, por el buen rato que pasábamos, sin darme cuenta aquella mujer me atraía; desde el primer instante me había hecho tilín, y con el tiempo esa primera sensación se estaba transformando en deseo.

Mi cerebro inició su periplo de devaneos y aventuras internas y pensó, porque no darse el gustazo con este pedazo de jaca; a mis ojos era una mujer bella y completa, digna de que yo la agasajara con mis dotes de caballero, entendiendo por ello, hacerla gozar de mis atributos y cualidades varoniles, y así, que los dos pasásemos unos buenos momentos de goce y éxtasis sexual, que son las sensaciones que tanto alegran al cuerpo humano.

En las cortas conversaciones y ratos muertos que había tenido de charla con Gloria, vi que era una mujer que no estaba satisfecha con su matrimonio, ella no lo decía, pero ciertos comentarios y experiencias que contó de su vida conyugal plasmaban que el marido era chapado a la antigua, aficionado a la partida de cartas, al futbol, a la caza y a tomarse copas con los amigos. Cierto era, que salía con su mujer a pasear y de visita a lugares y familiares y con ello la tenía atendida, pero este estilo era a su manera. Todas estas intimidades fueron forjando mi plan de ataque y mi comportamiento con Gloria, quería que se sintiese cómoda y relajada con mi presencia.

El ser humano siempre tiene la costumbre de comparar cuando hay oportunidad y sacar sus conclusiones, en este caso quería darle la facilidad que lo hiciese, que comparase entre el trato correcto y servicial que yo la dispensaba y el comportamiento machista y egoísta de su cónyuge, y así, que ella tuviese un motivo de apoyo cuando debiera tomar alguna decisión un poco pecaminosa.

Siguieron nuestros roces y zarandeos, y el acercamiento corporal se fue acortando e intensificando, todo con la naturalidad y el buen rollito que existía entre dos personas que están practicando un hobby, afición que su marido no compartía y por ello no había querido apuntarse a las clases con ella.

Cada tarde de bailoteo para mí era una alegría; el encontrarme con aquel pedazo de mujer tan deseable y sensual me enervaba el body. Cuando consideré que nuestra familiaridad tenía el punto adecuado para dar pasos más firmes, obré en consecuencia.

Era palpable que los dos nos encontrábamos complacientes interactuando en el baile, y yo no quería realizar ninguna mala actuación que estropease aquel vínculo que habíamos creado practicando aquella actividad.

En nuestros ajetreos y movimientos danzantes nuestros cuerpos chocaban, se tocaban y acariciaban, y yo disfrutaba de esta insinuante sensualidad, pero aquello se me fue haciendo poco. Mi mente y el cosquilleo interno me pedían acción y deleite del bueno, de aquel que te pone la carne de gallina y te provoca hasta ponerte el salchichón tan tieso como el palo de la bandera.

Nuestros bailes nos fueron arrimando, de tal manera que me impregnaba de su fragancia y sus olores corporales; alguna vez sentí ganas de disfrutarla allí mismo, pero uno debe siempre saber controlarse y esperar el momento adecuado para dar rienda a ese énfasis y a esa vehemencia sensual que llevamos dentro, gozar cuando se tiene que gozar y donde se tiene que gozar.

Algunas veces, nuestras miradas se cruzaban y mostraban anhelo y pasión, pero la formalidad y la responsabilidad pesaba sobre nosotros. Un día decidí dar el primer paso, y cuando terminamos de danzar, aprovechando que estábamos un poco secos de garganta, la invité a tomar un refresco, era un día en el cual habíamos reído bastante y las enseñanzas aprendidas habían salido bien, por ello, ella estaba contenta y alegre, había que utilizar lo positivo ocurrido para introducirla en la senda del gozo y la felicidad.

Aceptó mi invitación, pero me comentó que no podía entretenerse mucho, pues quizá, su marido estaría esperándola. Quise emplear esta oportunidad para lanzar mis redes y mostrarla mis credenciales, que supiese lo coladito que estaba por ella, y la dije:

-Gloria, me encanta estar contigo y disfruto muchísimo el baile a tu lado.

-Me alegro Luis, yo también, creo que nos hemos compenetrado bastante bien.

-Hablando de compenetración, me llenaría tanto poder compenetrarme contigo también en otras cosas.

-Luis, no te entiendo.

No me entendía o no quería entenderlo.

-Gloria, llevamos un tiempo siendo compañeros y nos divertimos, sentimos y experimentamos cosas internas que nuestras miradas y gestos trasmiten sin darnos cuenta.

-Sí Luis, ¿y qué?

-Que me agradaría tanto demostrarte lo que dicen esos gestos.

-Luis, soy una mujer casada.

-Gloria, tu marido no te valora, ni te da lo que tu te mereces.

-Tú que sabes Luis, no conoces mi vida personal.

-Por eso vienes aquí, a realizarte y a buscar aquello que no te dan en tu casa.

-Vengo a hacer una actividad que me llena y me relaja.

La agarré fuerte de las manos, y la trasmití mi amistad.

-Está bien Gloria, cuenta conmigo siempre que me necesites, me encantaría ser tu apoyo si alguna vez te hago falta.

-Gracias Luis.

Nos despedimos y quedamos hasta la siguiente clase. Continuamos con nuestro aprendizaje, y yo seguía aprovechando cada instante de nuestros bailes para sentir y palpar sus formas y sus lindezas, lo más intensamente posible, ella no hacía amagos de rechazar aquella conducta, al contrario, notaba que nuestros traqueteos la incitaban y agitaban, mostrándose más insinuante y sensual.

Cómo me ponía tenerla entre mis brazos y desplazarla sobre mi torso, lástima no poder profundizar en su interior, me decía a mí mismo. Siempre he sido positivo y he estimado a aquellos que desarrollan la paciencia, porque tienen un bien y les va mejor en la vida, y yo me decía que “con paciencia y buena letra ……...conseguirás tu meta”, la última parte es de mi cosecha, pero en la realidad se suele cumplir.

Un día, el profesor nos mencionó poder ir a un salón de baile, donde iban bastantes aprendices a practicar las enseñanzas adquiridas; nos dijo que el ambiente era bueno y que pasaríamos un rato muy ameno, sorprendentemente Gloria me hizo la proposición de ir, comentó que ese sábado su marido se marchaba fuera, empezaba la temporada de caza y se quedaba sola, sin ocupaciones.

Fuimos al evento y lo pasamos estupendamente, durante la noche bailamos, nos equivocamos en algunos pasos, reímos y fue entretenido, también hubo tiempo para la intimidad, y en una tanda de piezas agarradas que bailamos, ella se pegó bien a mi cuerpo, mantuvimos la serenidad, pues no sabíamos quién podría estar viéndonos en aquel inmenso local, no obstante, el sentir sus pechos sobre mi torso, su cintura rodeada por mis manos y su cara próxima a la mía, hizo que mi miembro viril se estirase y se alborotase, ella apreció el aumento de mi aparato sobre sus partes bajas, pero se sintió complacida de levantar y poner en órbita mi cohete, al fin y al cabo era un reconocimiento de su belleza y su sexapil (sex appeal), y esto le alegraba gratamente por lo que en ningún momento hizo ademan de separarse, para ella era maravilloso percibir aquella barra incandescente y dura, le hacía sentirse deseada y querida.

Tomamos algunas copas que nos exaltaron, más aún, el semblante, y todo este compendio de buenas impresiones hicieron que me decidiese firmemente a conquistar a mi damisela. Terminamos la velada y la deje caer que la invitaba a la última copa en mi casa, me contestó que no sabía qué hacer, yo le animé para ayudarla a que tomase la decisión correcta y espetó:

-Vale, un día es un día.

Llegamos a mi casa y nos servimos la copa, comentamos lo agradable que había sido la jornada, durante la conversación la miré y pensé lo bella que era, llevaba puesto un vestido negro, ajustado que la marcaban sus mulliditas formas y resaltaba sus curvas de mujer rellenita, con su buen culete y sus buenos pechotes, calzando unos zapatos de tacón de punta redonda que a mi tanto me ponían. Me imaginaba lo que había debajo de aquel caparazón tan bien envuelto y me derretía de gusto al pensar que podría disfrutar de ello, con un poquito de suerte.

La última copa había cumplido su cometido, estábamos risueños y tontorrones, aproveché para acercarme más a ella y agasajarla con ligeros besos en la mejilla, que no rechazó porque estaba carente de afecto y cariño de este estilo. La miré a los ojos y constaté con su mirada que estaba preparada para cuestiones más profundas y sensuales, por ello la obsequié con un piquito tierno, que intensifiqué a medida que ella fue respondiendo a mis estímulos, empezamos a jugar con nuestras lenguas y nuestras salivas, se mezclaron como el rio que desemboca en el océano; nuestros cuerpos se fueron calentando en la proporción que el morreo se fue acrecentando, la fiebre crecía en nuestro interior y nuestros actos, cada vez más comprometedores y obscenos fueron proliferando.

La empecé a magrear las tetas, y ella correspondió restregándome el paquete, pudiendo constatar que el bulto era considerable; fui con mis manos a su entrepierna para atravesar sus braguitas, pero reflexionó y dijo:

-Luis, no deberíamos hacer esto, soy una mujer casada y esto no está bien.

-No te preocupes Gloria, te vas a dar un pequeño gusto, y no tiene por qué enterarse nadie.

Traté de tranquilizarla y que siguiera la fiesta. Comencé a masturbarla, de forma cuidadosa y placentera, quería lograr que ella sintiese que yo estaba allí para dedicarme a ella, que comprobase que su goce era mi labor. Mis tocamientos eran tan sensoriales y suaves que se derretía.

-Aaaahhh…………, oooohhhh……Luis, cómo me tocas, son maravillosas las sensaciones que me recorren.

La desabroché la cremallera que abarcaba todo el vestido y se quedó en bragas y sujetador, conjunto de color negro, donde resaltaban sus considerables pechos. Ella había abierto mi pantalón y jugaba con mi pene, con una mano acariciaba mis testículos y con la otra me premiaba con una soberana paja, bajando y subiendo de una forma suave la piel de mi instrumento, esto hizo que mi palote se pusiese bien tieso. La quité el sujetador y cayeron sus dos meloncitos que rápidamente succioné y chupé con parsimonia, jugando con mi lengua sobre sus pezones, para seguir actuando sobre su clítoris con una mano y sus glúteos y culo con la otra.

La tenía a mi disposición, y mi postura me fascinaba, pues era idónea para calentar a una hembra, por eso me llenaba tanto y me hacía disfrutar de todos los encantos que una fémina tiene, y así, mientras la estaba dando mandinga ella me masturbaba y jugaba con mis pelotillas. Toda esta secuencia incendió nuestros organismos, la corriente corría por nuestro interior, Gloria gozaba como una calentorra y la lujuria se apoderó de nosotros.

Al ver que nuestro estado era de excitación extremada, le aconsejé que fuésemos al dormitorio, allí estaríamos más cómodos y confortables, ella accedió sin rechistar, estaba muy ardiente y apasionada y su mente nublada por el deseo y el goce solo funcionaba para trasmitir placer a su cuerpo. La quité las bragas y la sugerí que se dejase los zapatos de tacón, que tanto me ponían, mi fetichismo siempre estaba a flor de piel en cada una de las relaciones que mantenía.

Mi rabo estaba tieso y duro como el hormigón, ella lo había puesto así con sus tocamientos y sus hermosos atributos. La abrí bien de piernas, y la penetré suavemente, mi verga se fue introduciendo en aquella gruta tan bien lubricada y tan deseosa de ser explorada, sus excitantes quejidos me hicieron ver que la situación le gustaba:

-Aaaahhh…….Luis, que polla más estimulante tienes, cómo me pone.

-Disfruta zorrita, goza de este cipote que me has generado, aaaahhh….que buenorra estás zorrona.

-Uuuummmmffff……..Luis, que follada tan rica, cómo me haces temblar de gusto.

-Sí, disfruta, siente lo que tu marido no te da guarrilla mía, toma toda la dureza de mi navo y derriteté.

-Aaaahhhh……..,oooohhh……Luis, que estímulos, oooohhh……..uuuummmmffff……..me vas a matar de gusto, que gratificante, aaaahhhh……. que rico.

Sus expresiones me iban exaltando cada vez más y mis embestidas fueron más enérgicas, que manera de fornicar más activa tenía aquella tigresa, me estaba sacando de mis casillas.

-Aaaahhhh…….,uuuummmmffff……., cómo follas zorrona, me tienes como un flan, pero cómo me satisface, sigue asíiiiii……leona.

Como la excitación era sublime y yo quería someter a mi loba a toda clase de juegos, la hice cambiar de posición, la puse a cuatro patas para contemplar aquella pose tan sugerente, que tanto morbo me aportaba, ver su pedazo de culo y sus tetas colgando, con la armonía de sus piernas enfundadas en los zapatos de tacón, me desorbitaba. En esa posición, rápidamente la empotré mi falo en su vagina y empecé un mete y saca armónico, con el cual ella se sintiese a gusto y gozase como una reina, mis envites fueron aumentando gradualmente, me agarré fuerte a sus nalgas, de vez en cuando le daba un cachete en sus hermosas posaderas para que se percatase del elevado fervor de mi calentura, ya lo captaba ella por la dureza de mi estaca y mi agitación corporal.

Tenía su razón nublada, y su único pensamiento era gozar con vehemencia, estaba consiguiendo lo que me atrae cuando copulo con una buena jaca, que los dos gocemos al máximo y alcancemos el clímax total.

Las embestidas la estaban encantando, y yo, para mayor disfrute me apoyé en su espalda para agarrar y sobar bien sus tetas, mientras la clavaba enérgicamente mi lanza.

-Aaaahhhh……………oooohhhh…………..Luis, cómo me follas cabrón, que polvazo más rico, sigue, sigue, dame duro, hazme sentir tu vergón.

-Aaaahhhh………..Gloria, que golfa eres, cómo me excitas, suéltate, expresa toda esa sexualidad que llevasdentro, desahógate.

-Aaaaahh….Luis, que caliente estoy, no me puedo aguantar más, me corro, me corrooooooo……….

-Sí tigresa, córrete, muévete así, aaaahhhh……que yegua más rica eres, como mueves tu pandero zorra.

-Aaaahh….,oooohhh…., me corrí, uuuummmmfff……, llegué.

-Mueve el culo, así, asíiiiii……., me voy, me voyyyyy………., que estupendo, aaaahhh…. zorra, lo has conseguido .

Saqué mi pene fuera de su agujero y la esparcí mi semen por todo su trasero.

El polvazo había sido fenomenal, ella había experimentado sensaciones que no tenía desde hacía mucho tiempo. Los dos coincidimos en que la experiencia había sido extraordinaria, pero ella se lamentaba porque nunca antes había engañado a su marido. Para tranquilizarla, como ya había hecho anteriormente, la expresé que aquello era un dulce que se había comido sin ser vista y que solo lo sabía ella, debía seguir viviendo con paz y sosiego, y acoplarse a sus costumbres, y eso sí, darse una satisfacción de vez en cuando, que en su vida cotidiana no tenía oportunidad de probar, sin tomarlo como vicio; y eso que este vicio es muy, muy rico. Hasta la siguiente amigos.

Enviarme comentarios para mejorar, estimular y animar mi capacidad creativa. Correo luiscalenton35@gmail.com . Gracias amigos.

Tras nuestro parón veraniego, de descanso y de relax, continuamos con los relatos de aventuras de nuestro peculiar abuelo calentón.

Pasó el verano y tenía que organizarme para estar activo y entretenido; no se me ocurrió otra idea, que apuntarme a bailes de salón, al fin y al cabo era una actividad que hoy en día la gente de edad y de menos edad practica, y además, podía ser una ocupación donde conocer nuevas amistades y pasar un buen rato. Dicho y hecho, me apunté en la Junta de Distrito del barrio y comencé mis clases de baile.

El grupo de alumnos era metidito en años, mayormente matrimonios que utilizan este entretenimiento y ocupación para aprender esta disciplina, naturalmente, pero sobre todo para romper con su monotonía de vida, y así, seguir manteniendo una vitalidad que pasado los años se tiende a perder.

Los que se apuntaron emparejados, siguieron acoplados, y el resto nos asignaron compañero o compañera para que cada oveja tuviera su pareja. Nos reunimos ocho parejas, de las cuales, cuatro venían ya formadas y las otras cuatro se juntaron como el profesor estableció. En mi caso, me enlazaron con una dama llamada Gloria, que dentro de las féminas que había, he de decir que para mi gusto era atractiva, de hecho, enseguida que la vi, mi mente comenzó a analizar el panorama y reflexionó, llegando a la conclusión que aquella mujer debía estar muy buena porque estaba de muy buen ver.

Se iniciaron las clases, y la verdad es que todo estaba muy bien organizado, el profesor, más joven que el resto del grupo, era bastante pedagógico y nos hacia las clases muy amenas, todo esto llevaba al grupo a sentirse cómodo y que se pasase un tiempo agradable aprendiendo a mover el esqueleto. En las primeras clases, cuando finalizábamos, las parejas se marchaban y el trato humano era escaso, pero poco a poco fuimos tomando familiaridad y los periodos de antes de entrar y el posterior al finalizar, los usábamos para intensificar nuestra relación, de esta manera, dependiendo de la manera de ser de cada uno, contábamos nuestras anécdotas y devenires cotidianos y nos echábamos unas risas.

Gloria era una mujer de 49 años, estatura media, un poquito más baja que yo, de rasgos morenos, un poco metidita en carnes, con buenos pechos y un buen trasero, vestía muy discretamente, pero se la veía una señora muy femenina y sensorial, le gustaba pintarse un poco, pero era discreta.

Durante nuestro aprendizaje fuimos adquiriendo confianza y nuestros roces y toqueteos se fueron intensificando, siempre sin ninguna maldad. Nos coordinábamos bastante bien en el baile y cuando nos equivocábamos, nos servía de motivo para echar unas risas, que eran muy terapéuticas. Los días transcurrieron y me gustaba ir al baile para poder ver a Gloria, por el buen rato que pasábamos, sin darme cuenta aquella mujer me atraía; desde el primer instante me había hecho tilín, y con el tiempo esa primera sensación se estaba transformando en deseo.

Mi cerebro inició su periplo de devaneos y aventuras internas y pensó, porque no darse el gustazo con este pedazo de jaca; a mis ojos era una mujer bella y completa, digna de que yo la agasajara con mis dotes de caballero, entendiendo por ello, hacerla gozar de mis atributos y cualidades varoniles, y así, que los dos pasásemos unos buenos momentos de goce y éxtasis sexual, que son las sensaciones que tanto alegran al cuerpo humano.

En las cortas conversaciones y ratos muertos que había tenido de charla con Gloria, vi que era una mujer que no estaba satisfecha con su matrimonio, ella no lo decía, pero ciertos comentarios y experiencias que contó de su vida conyugal plasmaban que el marido era chapado a la antigua, aficionado a la partida de cartas, al futbol, a la caza y a tomarse copas con los amigos. Cierto era, que salía con su mujer a pasear y de visita a lugares y familiares y con ello la tenía atendida, pero este estilo era a su manera. Todas estas intimidades fueron forjando mi plan de ataque y mi comportamiento con Gloria, quería que se sintiese cómoda y relajada con mi presencia.

El ser humano siempre tiene la costumbre de comparar cuando hay oportunidad y sacar sus conclusiones, en este caso quería darle la facilidad que lo hiciese, que comparase entre el trato correcto y servicial que yo la dispensaba y el comportamiento machista y egoísta de su cónyuge, y así, que ella tuviese un motivo de apoyo cuando debiera tomar alguna decisión un poco pecaminosa.

Siguieron nuestros roces y zarandeos, y el acercamiento corporal se fue acortando e intensificando, todo con la naturalidad y el buen rollito que existía entre dos personas que están practicando un hobby, afición que su marido no compartía y por ello no había querido apuntarse a las clases con ella.

Cada tarde de bailoteo para mí era una alegría; el encontrarme con aquel pedazo de mujer tan deseable y sensual me enervaba el body. Cuando consideré que nuestra familiaridad tenía el punto adecuado para dar pasos más firmes, obré en consecuencia.

Era palpable que los dos nos encontrábamos complacientes interactuando en el baile, y yo no quería realizar ninguna mala actuación que estropease aquel vínculo que habíamos creado practicando aquella actividad.

En nuestros ajetreos y movimientos danzantes nuestros cuerpos chocaban, se tocaban y acariciaban, y yo disfrutaba de esta insinuante sensualidad, pero aquello se me fue haciendo poco. Mi mente y el cosquilleo interno me pedían acción y deleite del bueno, de aquel que te pone la carne de gallina y te provoca hasta ponerte el salchichón tan tieso como el palo de la bandera.

Nuestros bailes nos fueron arrimando, de tal manera que me impregnaba de su fragancia y sus olores corporales; alguna vez sentí ganas de disfrutarla allí mismo, pero uno debe siempre saber controlarse y esperar el momento adecuado para dar rienda a ese énfasis y a esa vehemencia sensual que llevamos dentro, gozar cuando se tiene que gozar y donde se tiene que gozar.

Algunas veces, nuestras miradas se cruzaban y mostraban anhelo y pasión, pero la formalidad y la responsabilidad pesaba sobre nosotros. Un día decidí dar el primer paso, y cuando terminamos de danzar, aprovechando que estábamos un poco secos de garganta, la invité a tomar un refresco, era un día en el cual habíamos reído bastante y las enseñanzas aprendidas habían salido bien, por ello, ella estaba contenta y alegre, había que utilizar lo positivo ocurrido para introducirla en la senda del gozo y la felicidad.

Aceptó mi invitación, pero me comentó que no podía entretenerse mucho, pues quizá, su marido estaría esperándola. Quise emplear esta oportunidad para lanzar mis redes y mostrarla mis credenciales, que supiese lo coladito que estaba por ella, y la dije:

-Gloria, me encanta estar contigo y disfruto muchísimo el baile a tu lado.

-Me alegro Luis, yo también, creo que nos hemos compenetrado bastante bien.

-Hablando de compenetración, me llenaría tanto poder compenetrarme contigo también en otras cosas.

-Luis, no te entiendo.

No me entendía o no quería entenderlo.

-Gloria, llevamos un tiempo siendo compañeros y nos divertimos, sentimos y experimentamos cosas internas que nuestras miradas y gestos trasmiten sin darnos cuenta.

-Sí Luis, ¿y qué?

-Que me agradaría tanto demostrarte lo que dicen esos gestos.

-Luis, soy una mujer casada.

-Gloria, tu marido no te valora, ni te da lo que tu te mereces.

-Tú que sabes Luis, no conoces mi vida personal.

-Por eso vienes aquí, a realizarte y a buscar aquello que no te dan en tu casa.

-Vengo a hacer una actividad que me llena y me relaja.

La agarré fuerte de las manos, y la trasmití mi amistad.

-Está bien Gloria, cuenta conmigo siempre que me necesites, me encantaría ser tu apoyo si alguna vez te hago falta.

-Gracias Luis.

Nos despedimos y quedamos hasta la siguiente clase. Continuamos con nuestro aprendizaje, y yo seguía aprovechando cada instante de nuestros bailes para sentir y palpar sus formas y sus lindezas, lo más intensamente posible, ella no hacía amagos de rechazar aquella conducta, al contrario, notaba que nuestros traqueteos la incitaban y agitaban, mostrándose más insinuante y sensual.

Cómo me ponía tenerla entre mis brazos y desplazarla sobre mi torso, lástima no poder profundizar en su interior, me decía a mí mismo. Siempre he sido positivo y he estimado a aquellos que desarrollan la paciencia, porque tienen un bien y les va mejor en la vida, y yo me decía que “con paciencia y buena letra ……...conseguirás tu meta”, la última parte es de mi cosecha, pero en la realidad se suele cumplir.

Un día, el profesor nos mencionó poder ir a un salón de baile, donde iban bastantes aprendices a practicar las enseñanzas adquiridas; nos dijo que el ambiente era bueno y que pasaríamos un rato muy ameno, sorprendentemente Gloria me hizo la proposición de ir, comentó que ese sábado su marido se marchaba fuera, empezaba la temporada de caza y se quedaba sola, sin ocupaciones.

Fuimos al evento y lo pasamos estupendamente, durante la noche bailamos, nos equivocamos en algunos pasos, reímos y fue entretenido, también hubo tiempo para la intimidad, y en una tanda de piezas agarradas que bailamos, ella se pegó bien a mi cuerpo, mantuvimos la serenidad, pues no sabíamos quién podría estar viéndonos en aquel inmenso local, no obstante, el sentir sus pechos sobre mi torso, su cintura rodeada por mis manos y su cara próxima a la mía, hizo que mi miembro viril se estirase y se alborotase, ella apreció el aumento de mi aparato sobre sus partes bajas, pero se sintió complacida de levantar y poner en órbita mi cohete, al fin y al cabo era un reconocimiento de su belleza y su sexapil (sex appeal), y esto le alegraba gratamente por lo que en ningún momento hizo ademan de separarse, para ella era maravilloso percibir aquella barra incandescente y dura, le hacía sentirse deseada y querida.

Tomamos algunas copas que nos exaltaron, más aún, el semblante, y todo este compendio de buenas impresiones hicieron que me decidiese firmemente a conquistar a mi damisela. Terminamos la velada y la deje caer que la invitaba a la última copa en mi casa, me contestó que no sabía qué hacer, yo le animé para ayudarla a que tomase la decisión correcta y espetó:

-Vale, un día es un día.

Llegamos a mi casa y nos servimos la copa, comentamos lo agradable que había sido la jornada, durante la conversación la miré y pensé lo bella que era, llevaba puesto un vestido negro, ajustado que la marcaban sus mulliditas formas y resaltaba sus curvas de mujer rellenita, con su buen culete y sus buenos pechotes, calzando unos zapatos de tacón de punta redonda que a mi tanto me ponían. Me imaginaba lo que había debajo de aquel caparazón tan bien envuelto y me derretía de gusto al pensar que podría disfrutar de ello, con un poquito de suerte.

La última copa había cumplido su cometido, estábamos risueños y tontorrones, aproveché para acercarme más a ella y agasajarla con ligeros besos en la mejilla, que no rechazó porque estaba carente de afecto y cariño de este estilo. La miré a los ojos y constaté con su mirada que estaba preparada para cuestiones más profundas y sensuales, por ello la obsequié con un piquito tierno, que intensifiqué a medida que ella fue respondiendo a mis estímulos, empezamos a jugar con nuestras lenguas y nuestras salivas, se mezclaron como el rio que desemboca en el océano; nuestros cuerpos se fueron calentando en la proporción que el morreo se fue acrecentando, la fiebre crecía en nuestro interior y nuestros actos, cada vez más comprometedores y obscenos fueron proliferando.

La empecé a magrear las tetas, y ella correspondió restregándome el paquete, pudiendo constatar que el bulto era considerable; fui con mis manos a su entrepierna para atravesar sus braguitas, pero reflexionó y dijo:

-Luis, no deberíamos hacer esto, soy una mujer casada y esto no está bien.

-No te preocupes Gloria, te vas a dar un pequeño gusto, y no tiene por qué enterarse nadie.

Traté de tranquilizarla y que siguiera la fiesta. Comencé a masturbarla, de forma cuidadosa y placentera, quería lograr que ella sintiese que yo estaba allí para dedicarme a ella, que comprobase que su goce era mi labor. Mis tocamientos eran tan sensoriales y suaves que se derretía.

-Aaaahhh…………, oooohhhh……Luis, cómo me tocas, son maravillosas las sensaciones que me recorren.

La desabroché la cremallera que abarcaba todo el vestido y se quedó en bragas y sujetador, conjunto de color negro, donde resaltaban sus considerables pechos. Ella había abierto mi pantalón y jugaba con mi pene, con una mano acariciaba mis testículos y con la otra me premiaba con una soberana paja, bajando y subiendo de una forma suave la piel de mi instrumento, esto hizo que mi palote se pusiese bien tieso. La quité el sujetador y cayeron sus dos meloncitos que rápidamente succioné y chupé con parsimonia, jugando con mi lengua sobre sus pezones, para seguir actuando sobre su clítoris con una mano y sus glúteos y culo con la otra.

La tenía a mi disposición, y mi postura me fascinaba, pues era idónea para calentar a una hembra, por eso me llenaba tanto y me hacía disfrutar de todos los encantos que una fémina tiene, y así, mientras la estaba dando mandinga ella me masturbaba y jugaba con mis pelotillas. Toda esta secuencia incendió nuestros organismos, la corriente corría por nuestro interior, Gloria gozaba como una calentorra y la lujuria se apoderó de nosotros.

Al ver que nuestro estado era de excitación extremada, le aconsejé que fuésemos al dormitorio, allí estaríamos más cómodos y confortables, ella accedió sin rechistar, estaba muy ardiente y apasionada y su mente nublada por el deseo y el goce solo funcionaba para trasmitir placer a su cuerpo. La quité las bragas y la sugerí que se dejase los zapatos de tacón, que tanto me ponían, mi fetichismo siempre estaba a flor de piel en cada una de las relaciones que mantenía.

Mi rabo estaba tieso y duro como el hormigón, ella lo había puesto así con sus tocamientos y sus hermosos atributos. La abrí bien de piernas, y la penetré suavemente, mi verga se fue introduciendo en aquella gruta tan bien lubricada y tan deseosa de ser explorada, sus excitantes quejidos me hicieron ver que la situación le gustaba:

-Aaaahhh…….Luis, que polla más estimulante tienes, cómo me pone.

-Disfruta zorrita, goza de este cipote que me has generado, aaaahhh….que buenorra estás zorrona.

-Uuuummmmffff……..Luis, que follada tan rica, cómo me haces temblar de gusto.

-Sí, disfruta, siente lo que tu marido no te da guarrilla mía, toma toda la dureza de mi navo y derriteté.

-Aaaahhhh……..,oooohhh……Luis, que estímulos, oooohhh……..uuuummmmffff……..me vas a matar de gusto, que gratificante, aaaahhhh……. que rico.

Sus expresiones me iban exaltando cada vez más y mis embestidas fueron más enérgicas, que manera de fornicar más activa tenía aquella tigresa, me estaba sacando de mis casillas.

-Aaaahhhh…….,uuuummmmffff……., cómo follas zorrona, me tienes como un flan, pero cómo me satisface, sigue asíiiiii……leona.

Como la excitación era sublime y yo quería someter a mi loba a toda clase de juegos, la hice cambiar de posición, la puse a cuatro patas para contemplar aquella pose tan sugerente, que tanto morbo me aportaba, ver su pedazo de culo y sus tetas colgando, con la armonía de sus piernas enfundadas en los zapatos de tacón, me desorbitaba. En esa posición, rápidamente la empotré mi falo en su vagina y empecé un mete y saca armónico, con el cual ella se sintiese a gusto y gozase como una reina, mis envites fueron aumentando gradualmente, me agarré fuerte a sus nalgas, de vez en cuando le daba un cachete en sus hermosas posaderas para que se percatase del elevado fervor de mi calentura, ya lo captaba ella por la dureza de mi estaca y mi agitación corporal.

Tenía su razón nublada, y su único pensamiento era gozar con vehemencia, estaba consiguiendo lo que me atrae cuando copulo con una buena jaca, que los dos gocemos al máximo y alcancemos el clímax total.

Las embestidas la estaban encantando, y yo, para mayor disfrute me apoyé en su espalda para agarrar y sobar bien sus tetas, mientras la clavaba enérgicamente mi lanza.

-Aaaahhhh……………oooohhhh…………..Luis, cómo me follas cabrón, que polvazo más rico, sigue, sigue, dame duro, hazme sentir tu vergón.

-Aaaahhhh………..Gloria, que golfa eres, cómo me excitas, suéltate, expresa toda esa sexualidad que llevasdentro, desahógate.

-Aaaaahh….Luis, que caliente estoy, no me puedo aguantar más, me corro, me corrooooooo……….

-Sí tigresa, córrete, muévete así, aaaahhhh……que yegua más rica eres, como mueves tu pandero zorra.

-Aaaahh….,oooohhh…., me corrí, uuuummmmfff……, llegué.

-Mueve el culo, así, asíiiiii……., me voy, me voyyyyy………., que estupendo, aaaahhh…. zorra, lo has conseguido .

Saqué mi pene fuera de su agujero y la esparcí mi semen por todo su trasero.

El polvazo había sido fenomenal, ella había experimentado sensaciones que no tenía desde hacía mucho tiempo. Los dos coincidimos en que la experiencia había sido extraordinaria, pero ella se lamentaba porque nunca antes había engañado a su marido. Para tranquilizarla, como ya había hecho anteriormente, la expresé que aquello era un dulce que se había comido sin ser vista y que solo lo sabía ella, debía seguir viviendo con paz y sosiego, y acoplarse a sus costumbres, y eso sí, darse una satisfacción de vez en cuando, que en su vida cotidiana no tenía oportunidad de probar, sin tomarlo como vicio; y eso que este vicio es muy, muy rico. Hasta la siguiente amigos.

Enviarme comentarios para mejorar, estimular y animar mi capacidad creativa. Correo luiscalenton35@gmail.com . Gracias amigos.