Historias del abuelo calentón (39)
Solo maquinaba otro nuevo encuentro, con mi futura suegra Laura, donde poder retar a aquella virtual y pudorosa dama, y así, conseguir llevarla al mundo gratificante del goce y la lascivia.
HISTORIAS DEL ABUELO CALENTÓN (39)
Tras mi placentero encuentro nocturno con la señora Laura, el cual me dejó un delicioso sabor de boca, mi mente pensante solo estudiaba como actuar para lograr tener un nuevo encuentro con aquella suculenta tigresa. La aventura con ella me llenó de satisfacción, el haber podido poseer a aquella dominadora damisela me había proporcionado una exaltación de mi ego, donde mi fornicación con ella me había producido un bienestar y una exacerbación de todo mi ser; que gozada había sido penetrarla con todo mi ímpetu y hacerla participe de mi vigorosa herramienta. La dictadora había estado sometida durante un espacio de tiempo a mis juegos inmorales, su estatus había bajado de su cúspide y se había rendido al placer y la lujuria.
Ahora solo maquinaba otro nuevo encuentro, donde poder de nuevo retar a aquella virtual y pudorosa dama, y así, conseguir llevarla al mundo gratificante del goce y la lascivia. Era complicado conseguir mi desafío, pero lo había logrado una vez, porque no una segunda, y más aún, cuando la fémina había probado las mieles y se había demostrado que como todo ser con debilidades, lo había disfrutado.
Los días transcurrieron, y yo no dejaba de hacerme visible por la casa en compañía de Elena. Cuando coincidía con la leona, sus miradas eran vigilantes y desafiantes, seguía analizando e inspeccionando mi forma de proceder, pero ella también sabía que yo era portador de un secreto de su intimidad, conocía esas debilidades tan ocultas que ella llevaba dentro. Era una mujer de carne y hueso, que en un momento dado había demostrado su flaqueza y fragilidad ante los encantos de la sexualidad, por todo ello, era lógico que en algún instante volviese a pecar.
Su trato conmigo seguía siendo correcto y afable, se la notaba que no quería darme demasiada confianza para así demostrar, como ocurría en su entorno, que seguía dirigiendo y manejando el timón.
Un día, Elena fue a estudiar a la biblioteca y olvidó un libro, me telefoneó para decirme que como me pillaba de paso, me pasase por su casa a recogerlo, estarían sus padres, y me apuntó que se lo dijese a su padre, éste era más servicial y amable a la hora de solucionar estos pequeños problemas. Llegué a la vivienda y me recibió la reina madre, tenía cara de pocos amigos, pero estaba vestida elegantemente, parecía que fuese a salir, estaba engalanada con su vestido negro y sus zapatos de tacón, bien maquillada, su aspecto era deslumbrante, el adecuado para meterla una buena follada y disfrutar con ella.
La expliqué el motivo de mi presencia, y como era de esperar despotricó de su niña, comentando lo despistada y desorganizada que era, yo traté de apaciguarla, pero la pantera estaba nerviosa y alterada y me contestó que no la quitase la razón, que ella siempre solía acertar en sus afirmaciones. Al verla tan enojada, supuse que habría algún problema que la tendría en ese estado de ánimo y, de hecho, su conversación posterior verificó mi teoría.
Aseveró que en la casa todo era un desastre si ella no estaba encima de las cosas, la pregunté qué problema tenía y me mal contestó, diciendo que no era de mi incumbencia, seguí insistiendo para tratar de calmarla y conseguí arrancarla el motivo de su enfado. Me comentó:
-El desastre de Jesús, habíamos quedado para ir a visitar a unos amigos y, hoy casualmente, le surge que tiene que quedarse más tiempo en la oficina para resolver un trabajo urgente.
Aquel panorama que se me presentó, era el idóneo para triunfar en mis aspiraciones. Mi cerebro comenzó a desarrollar una maniobra de actuación para llevar a cabo la consecución de mis obscenos planes, que no eran otros que copular con la señora Laura.
La miraba, con su refinada vestimenta y sus zapatos de tacón, y mi cabeza solo pensaba en levantarla el elegante vestido y disfrutar de su respingón culazo, dándoles unos cachetes, por ser una chica mala; observaba sus tetas y me imaginaba chupando sus pezones y amasando esas deliciosas redondeces, que delirio, con estas elucubraciones empecé a ponerme palote.
Subimos a la habitación de Elena, para recoger el dichoso libro y ella seguía con su retahíla de reproches, yo, por mi parte, solo añadía palabras de tranquilidad y sosiego a su dialogo:
-Señora Laura, no se altere usted, tranquilícese, aunque la digo una cosa, se pone usted muy guapa con ese genio que la domina.
Al oír estas palabras, palpé una reacción de sorpresa y júbilo, se la notó enseguida su positividad cuando ensalzaron su ego. Este atisbo de aire fresco y saludable me dio pie para afianzar mi posición de agrado ante la augusta señora y conseguir mi objetivo. Y continué mi ofensiva:
-Señora Laura, debe ser positiva y mirar las cosas con otra perspectiva, si se han truncado esos planes, pueden surgir otros, déjese llevar. Aquí estoy yo para ponerme a su disposición y hacerla pasar un rato agradable.
-¿Qué me estas proponiendo zagal?, tú eres un golfo.
-Señora Laura está usted bellísima, y está ataviada para pasar un momento de pasión y sensualidad.
-Tú sabes lo que estás diciendo, me hiciste pecar una vez, no conseguirás que lo repita una segunda vez.
-No me diga que no le gustó, el gustirrinín que sintió la recorrió todo el cuerpo, se la pusieron los pezones tiesos y gozó usted como una ardiente adolescente.
-Luis, te estás pasando tres pueblos, eres un ser maquiavélico y pervertidor.
-Sí, señora Laura, pero bien que le gustó los pollazos que la metí y como se derretía en cada embestida que la propiné.
-Vale ya diablo, no me incites, eres malvado y perturbas mi interior.
- ¿Usted llama perturbar a deleitarse con la sensibilidad que tiene en su cuerpo? No quiere experimentar el goce que le suministra su anatomía cuando es penetrada y la meten una buena follada.
-Ay Luis! me estás liando y alborotando.
Empezaba a flaquear, era la ocasión apta para jugar todas mis cartas, la agarré por la cintura y la aproximé hacia mí, circunstancia clave para que comenzase a sentir los premios y las sensaciones que nos da la madre naturaleza en tema de sexualidad, la pegué bien a mi cuerpo para que advirtiese el bulto de mi aparato, que ya empezaba a florecer, la obsequié con un morreo de película, donde mi lengua invadió su boca y la cautivé con una comida de labios que la iniciaron en el camino del placer, nuestras lenguas batallaron para proporcionarse goce, y alcanzamos la intensidad del disfrute mutuo.
Una vez la tuve en disposición de alegrarse y gozar con su actividad, mis manos comenzaron a recorrer todos los entresijos de aquella maravillosa figura, la levanté el vestido y sus nalgas fueron presa de mis dedos, las apreté, las sobé, las palpé hasta sentirlas mías, lo mismo hice con sus pechos, la fui despojando de su ropa hasta tener a mi alcance aquel par de buenas manzanas que tanto deseo me producían.
Cuando la tuve en paños menores, gocé de todo su contorno, las yemas de mis dedos se empaparon de una manera placentera de todos aquellos estupendos atributos de la fiera, y los dos nos masturbamos como veinteañeros ávidos de sexo. Ella, con una mano me masajeaba delicadamente los testículos y con la otra me regalaba una señora paja, yo, por mi parte, la introducía varios dedos en su almeja, y la iba calentando para futuras hazañas mejores.
Nuestras respiraciones se fueron agitando, volvía a tenerla bajo el efecto de sus flaquezas, su predisposición a gozar del momento la hacían asequible a la práctica de los juegos eróticos que mi cabecita tramaba. Como nuestra tensión genital era elevada, la sugerí ir al dormitorio para estar más cómodos, ella no puso ninguna objeción, estaba metida en el tema, sus dotes de directora estaban anuladas condicionalmente; en ese instante la podía más el goce del que estaba siendo participe que su personalidad dominante.
Entré en la habitación, la cama era majestuosa, aquel trono me pareció magnífico para deleitarme con aquella loba. En el trayecto, la coincidencia de ir detrás de ella, me permitió observarla con su ropa interior negra, sus minibraguitas hacían resaltar aquel respingón trasero por el que mis neuronas sentían debilidad, su figura esbelta con los zapatos de tacón hizo que mi nabo se endureciera más aún. Aquella zorra, iba a ser de nuevo mía, todo mi cuerpo estaba como un flan de dulce por la situación tan excitante que estaba viviendo.
Se posó en la cama e inició la maniobra para quitarse sus prendas íntimas, pero la pedí que me dejara hacerlo a mí, me encantó quitarle el sujetador y bajarle las bragas, observar como aquellos meloncitos caían por su peso, y curiosear el vello de su pubis, alimentó más mi fuego interno. Le aconsejé que no se quitase los zapatos, pues mi culto al fetichismo de este objeto exacerbaba mi sexualidad. A lo que ella añadió:
-Oye Luis, eres un poquito raro majo, pero bueno, si todo esto te pone el rabo como lo tienes, estará justificado.
La susurré:
-Quíteme el slip señora Laura.
Ahora mandaba yo y todavía la déspota no sabía lo que se la venía encima. Mi mente calenturienta y mi cuerpo abrasador estaban dispuestos a pasarlo en grande y aprovechar aquellas condiciones favorables que se habían originado.
-Madre mía hijo, vaya tienda de campaña que se te ha puesto.
Estaba graciosilla la madurita, y de hecho se produjo una situación cómica, como se encontraba sentada sobre la cama, al agacharse para despojarme de mi prenda, mi badajo votó como un resorte y le pegó en la cara.
-Ay Luis! que vitalidad tiene tu instrumento.
Mientras me desvestía, aproveché para sobarla las tetas y dar placer a mi body .
-Vaya lanza, que tiesa la tienes. No creo que mi marido la haya tenido nunca tan en forma como ésta.
-Señora Laura, pues todavía no ha empezado la fiesta.
-¿Qué quieres decir Luis?
-Ve usted cómo está la antorcha, pues quiero que me la chupe.
-Pero qué estás diciendo criatura, nunca he hecho esas marranadas.
-Como le aconsejo siempre, usted déjese llevar. No le gustó lo bien que lo pasamos la otra vez en la cocina.
-Si claro, pero me pides unas cosas.
-Sí, sé que esto no lo ha hecho nunca, pero se dará cuenta de las sensaciones tan asombrosas y placenteras que va a descubrir.
-Ay Luis! que me estás liando y pervirtiendo.
-Usted pruebe, yo sé que nunca con su marido experimentó el éxtasis que vamos a vivir, pero le va a gustar tanto, que querrá repetir.
-No creo, todas estas innovaciones son líos tuyos, me parece que eres un poco depravado.
Era difícil convencer a aquella conservadora mujer, pero sabía que enseguida que probase los manjares, su resistencia sería vencida. Comenzó una suave mamada, de forma inexperta, poco a poco se fue acomodando a mi capullo, su boca salía y entraba en mi verga y empezó a endulzarme el ánimo; que felación tan pausada y agradable me estaba haciendo mi futura suegra.
Cuando ella creía que tenía el tema controlado, la agarré fuerte la cabeza para meterla toda mi flauta hasta dentro, mis vaivenes empezaron a ser más rápidos, quería sentir toda su boca recorriendo mi estaca, me puso tan bruto que perdí las formas y le dije:
-Chupa zorra, siente como le pones la polla dura a tu futuro yerno, saborea el pedazo nabo que has generado.
Se atragantó un poco y comprendí que era el turno para que ella apreciase la total sensualidad de sus partes erógenas. La hice tumbarse en la cama, la agarré de los muslos y la abrí bien de piernas, inicié una comedura de almeja, jugando con sus labios vaginales y haciendo sufrir de placer a su clítoris, mi tigresa estaba que se derretía, chillaba de gusto como una loca.
-Aaaahhh……, ooooohhhh…., cabrón que me estás haciendo, me encanta, aaaahhhh….. que rico, desgraciado que me haces.
Seguí serpenteando con mi lengua por todas sus partes íntimas, su ritmo de excitación era exagerado, se notaba que nunca le habían gratificado con esta experiencia, yo seguí mi tarea para que su vehemencia fuese total.
-Aaaahhh……Luis, quiero que me folles, no aguanto este regalo, aaaahhh….,uuummmffff…..porque me haces esto granuja.
La vi tan excitada y predispuesta a ser penetrada que me produjo un gozo inmenso.
-Aaaaahhhh……Luis, súbete encima y dame toda tu polla cabrón.
-Así me gusta suegrecita que pidas las cosas que te gustan .
La tenía tan sometida que mi retorcido intelecto quiso jugar con ella.
-Quiero suegra que me pidas de una manera obscena que te penetre.
-Anda Luis, no juegues conmigo ahora.
-No te oigo, tienes que ser convincente y estimulante, tienes que incitar a mi rabito.
-Aaarrrr……cabrón, está bien, quieres follar a tu futura suegra que está deseosa de tener dentro ese pedazo de salchichón que tienes entre las piernas.
-Sí golfa, te voy a follar porque estás muy cachonda y quiero que sientas lo alterado que me pones con esas curvas tan excitantes que posees zorrón.
La metí toda mi verga de modo gradual, fue fácil porque estaba muy mojada, al sentirla se llenó de gozo.
-Aaaah……, uuummmfff……., que rico, que pedazo rabo tienes jovencito.
-Disfrútelo Laura, esta barra de acero es para usted.
Me abrazó con sus piernas alrededor de mi trasero, para notar más los envites que la metía, sentí los zapatos de tacón y todo este conjunto me abrasó por dentro. Que mujer tan caliente y ardorosa, era un volcán que no había sido colonizado, ahora se me presentaba la oportunidad de deleitarme con toda esa sensibilidad virginal que llevaba en su interior y yo sí quería comerme todas aquellas delicias.
Estábamos llegando al clímax, por ello la tomé por los tobillos, la levanté las piernas, observé su pose, mi pene entraba y salía de su gruta, sus tetas botaban como balones, su rostro sudaba de deleite, en sus piernas los tacones se movían al compás de nuestra vehemencia sexual. Aceleré la marcha, ella gritó:
-Luis, que gustazo, me voy a correr.
-Golfa, disfruta del polvo, contempla lo que se siente cuando las cosas se hacen bien.
-Sigue dándome, dame fuerte Luis.
-Sí, suegrecita, este rabo está loco por tus huesitos, toma matarile.
-Sigue Luis, sigueeee………, que rico, que ricooooooooo………, me viene, me vieneeeee….., aaaahhh,aaahhh…
-Que bien zorra, que bien, me vas a hacer que me corra, muévete, así, asíiiiiii…….., me corro, me corroooo……
Saqué mi tranca de su chochete para rociarle las tetonas con la sustancia de la divinidad; intuía que aquella actuación no le hacía mucha gracia, pero a mí me ponía muchísimo.
Cuando volvió a su realidad, fue consciente de la locura que había cometido y se maldecía, era soberbia y orgullosa, y la fastidió no controlar todas las situaciones, y por ello me aseveró:
-Luis, esto no volverá a suceder, somos unos pecadores y debemos controlar nuestros impulsos carnales.
-Suegrecita, anda que no te ha gustado la tostada.
-Luis, te repito que tenemos que dominar nuestros instintos animales.
-Suegra has echado un polvete fascinante, como antes en tu vida habías logrado tener.
-Luis sí, muy esplendido y fabuloso, pero me siento avergonzada de mi comportamiento.
-Suegra, tú siempre regocíjate y diviértete, la próxima vez, te voy a hacer experimentar más cosas ricas.
-Luis, me estás diciendo que me vas a seguir mancillando mi persona.
-Suegra, como eres, genio y figura hasta la sepultura, no te gusta reconocer como te gusta follar y lo bien que te sienta que te metan un buen pollazo.
-Luis eres un ordinario
-Sí suegra, pero cuando estás en faena no me dices lo mismo.
-Luis no quiero hablar más del tema.
-No te preocupes que esto queda entre nosotros, la próxima vez te voy a poner fina y vas a pedirme otra vez que te fustigue de placer.
-Vale, toma el libro y márchate.
-Hasta la siguiente Laura.
En el siguiente relato veremos cómo se desenvuelve el panorama de esta historia.
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