Historias del abuelo calentón (38)

La señora Laura, mi futura suegra, era una fémina controladora y dominanta, pero estas cualidades levantaban mi moral y despertaba mi deseo sexual hacia ella.

HISTORIAS DEL ABUELO CALENTÓN (38)

Amigos lectores os contaré otra de mis experiencias que viví con intensidad y gozo en mi periodo juvenil.

Tendría sobre 22 años por entonces y mi situación sentimental era gratificante pues estaba saliendo con una compañera de estudios, Elena; esta chica era de mi curso, era guapilla y me encontraba muy a gusto en su compañía, era de familia acomodada y muy clásica, mi relación con ella se había ido enriqueciendo a medida que nuestra convivencia había sido más intensa.

En el plano sexual, por su educación íbamos despacio, nos limitábamos a unos apasionados magreos que terminaban en masturbaciones que nos proporcionaban un desahogo y un descanso mental, naturalmente tras haber experimentado una calentura extrema; todo esto era una forma de consolar nuestras necesidades y servía, además, para que ella se quedase tranquila moralmente y religiosamente puesto que se engañaba aludiendo a que eran pequeños pecados banales. En mi caso, como profesaba un profundo sentimiento de cariño hacía Elena, me conformaba con este tipo de complacencia.

Un día, se dio la circunstancia de tener que ir a su casa para la realización de un trabajo del curso, por ello tuve la oportunidad de conocer a su madre, la señora Laura, 47 años de edad, de carácter autoritario, morena, no muy alta, pero con unas curvas muy marcadas, se notaba que se cuidaba y se trabajaba su cuerpo, bien dotada de unos sugerentes pechos y un culo respingón que le hacían apetecible para atacarla como a una perra. Ella era el baluarte de la familia.

En la presentación, observé como me examinaba y cómo analizaba mis movimientos y mi actuación, yo, por mi parte, de una manera despistada y sin querer llamar la atención, también aproveché para estudiar a aquella tigresa. Me encantaba toparme con esta clase de féminas que creen que tienen todo controlado y dominado, pero que son seres humanos como los demás, con sus defectos y debilidades, y aunque ellas siempre suponen que tienen el control de su entorno, algunas veces son débiles e inseguras. Para mí, siempre era un reto el alternar y coexistir con mujeres tan dominantes e intransigentes.

Aquella madura me pareció potente y merecedora de mi interés por empotrármela, tenía los rasgos característicos que tanto me excitaban y despertaban en mí la libido, ese término que denomina nuestro deseo sexual hacia una persona. Era la típica señora enérgica, que quiere dirigir todo y que su hábitat esté siempre dominado por su influencia y el carácter que impregna a sus actuaciones, le gustaba que le reconociesen su estilo propio. Estas cualidades son las que levantan mi moral, mi cipote, cuando después, estos ejemplares se someten a las debilidades carnales y muestran sus vulnerabilidades y flaquezas, haciéndoles seres sencillos y simples como somos el resto de los mortales.

Volviendo a la señora Laura, cada vez que iba a su casa con Elena, no me quitaba ojo, su examen sobre mi figura era exhaustivo, por tal motivo mi comportamiento era exquisito y caballeroso, debía demostrarla en todo momento ser digno de su confianza y de su seguridad, que sintiese que su hija y su ambiente se encontraban íntimamente protegidos y fuera de peligro de un ente de nueva incorporación, como era mi personaje, pero además tenía que acatar y adaptarme al círculo que ella había creado.

Como mi refranero es sabio, apliqué aquel que dice “Allí donde fueres, haz lo que vieres”, era la forma de ser admitido y ser bien tratado en aquel particular entorno. Mi relación con la leona madre se fue haciendo más asidua y más cercana, la barrera de separación que mantenía se fue acortando, nuestra proximidad se fue incrementando y algunas situaciones habían desencadenado en toqueteos de manos y brazos que me presagiaban recompensas mayores.

Una noche de cena familiar en la que fui invitado, me dirigí a la cocina para ayudar en los quehaceres domésticos y la señora Laura, al agacharse a mirar el horno me puso todo su culazo contra mis partes nobles; mi instrumento se encendió al instante como un interruptor y sentí una sensación que le trasmitió mi cerebro, que decía : “vaya pandero, que follada tiene”, lo que suscitó en mí un endurecimiento del mástil; la muy pécora, no sé si queriendo o sin querer, restregó bien su trasero por mi entrepierna durante un leve periodo de tiempo, estos movimientos alteraron mi sistema que lanzaron estímulos a mi estaca, la cual se puso palote, palote. Por su comportamiento noté que tuvo que percibir mi lanza sobre sus nalgas porque cuando se levantó, dirigió su mirada a mi bragueta para comprobar el bulto de mi pantalón. No dijo ni una palabra, pero por su cara se le adivinaba satisfecha con los resultados que había logrado en mi body. La zorra empezaba a mostrar su faceta viciosa, era una controladora y aunque ocultaba sus inmoralidades, también tenía debilidades.

Durante la cena la observé, y mi mente maquiavélica empezó a generar sus fantasías obscenas con aquella insinuante y provocadora mujer. Esa noche estaba muy elegante, vestía un vestido negro ceñido que le hacían resaltar las buenas tetas que tenía y el potente trasero que poseía, con unos zapatos negros de tacón, este conjunto realzaba su figura, haciéndola más alta y delgada, sabía además maquillarse y todo el bloque lograba una muñeca apetitosa y lujuriosa, así estaba yo, que mi ansia sexual se disparaba. En mi juventud siempre tuve debilidad por las maduras y su experiencia, y éste era otro caso de flaqueza hacia la que podía ser mi suegra. Algunas veces, pensando en este parentesco, me producía más morbo todavía; para mí era una gozada poseer a la que el día de mañana podía ser mi futura suegra y más esta señora con lo dominanta que se mostraba.

Me excitaba en demasía pensar en gozar de aquella dama despótica y así, someterla a mis juegos y poses obscenas; el bello se me erizaba y se me ponía la carne de gallina cuando me venían al pensamiento imágenes lujuriosas con aquella autoritaria hembra. Ya en alguna ocasión, durante mis noches febriles había tenido pensamientos impuros, y me la había imaginado sujeta y dominada por mis repertorios sexuales, haciendo con ella guarradas y cochinadas que tanto goce me podrían aportar.

Saliendo de las profundas cavernas pecaminosas de mi mente, volví a la cena y normalicé. Al finalizar la comistela, decidieron que saliésemos a tomar una copa a un lugar elegante y distinguido que conocía la familia.

El padre de Elena, Jesús era un hombre apacible y tranquilo y llevaba su vida acoplada al sistema que le había tocado vivir; “vamos” que se había adaptado al ritmo que le marcaban y no se complicaba la existencia, era un hombre sosegado, tradicional y familiar, no le importaba que la bruja le marcase la pauta, con tal de priorizar la armonía y la calma. En mi análisis de ella, la catalogaba como mucho más activa, ardiente y aunque lo ocultaba, libidinosa, libertina y calentorra.

Nos dirigimos al local, éste tenía música en directo y la gente bailaba cuando les apetecía, Jesús propuso de echar unos bailes y cada oveja fue con su pareja. Yo, me pegué a Elena y poco a poco, el roce y la unión hicieron que me pusiese un poco palote; uno no puede evitar ciertas anomalías naturales que vienen con espontaneidad.

Transcurridas varias canciones, Jesús tuvo la ocurrencia de querer bailar con su hija, yo tuve que tomar a la señora Laura y aunque disimuladamente quise poner una barrera para evitar mostrar mi estado, la muy zorra se fue acercando, cada vez su aproximación era más corta, mi vástago aumentó de tamaño, ella lo percibió y no lo rechazó, al contrario, para mí que se deleitó con la situación. La muy perversa, era consciente que yo no quería que sintiese mi inflamación, pero su lucha era conseguir arrimarse más para poder notar aquella barra incandescente, su ego la nutría de satisfacción al pensar en cómo estaba logrando poner caliente a un joven que podía ser su hijo político.

Su narcisismo la llevó a provocarme y excitarme, con tal de ver satisfecha esa admiración sexual que yo estaba sintiendo por ella. Llegó un rato en que me cansé y osé atacar, aquel zorrón quería percibir mi verga, pues iba a darla ese gustazo. Cedí, me arrimé a ella, quería que notase bien lo que estaba generando; al ver mi favorable disposición, se alarmó y quiso separarse un poco, pero ya era tarde, la agarré fuerte para que disfrutase de su logro, la hice que percibiese perfectamente la excitación que me estaba produciendo. Me miró fijamente a los ojos, sin decir palabra, pues con su mirada hablaba, me trasmitió ese carácter dominante del que era portadora, pero yo permanecí impasible y desafiante. Ella había empezado el juego y ahora quería terminarlo de golpe y porrazo, pues con toda mi gentileza y galantería quería que experimentase un miembro erecto cerca de su almeja y que sufriese el ansia del sexo.

Al ver mi postura, decidió relajarse y gozar de aquello que se le ofrecía, se amansó y se pegó bien a mí, aproveché para olerla e impregnarme de su fragancia; todo esto me excitó más aún, con lo que el efecto sobre mi lanza fue mayor y se puso más dura y compacta, a ella no la importó notarla tan esplendida y bruta, le gustó la proximidad del voluminoso paquete.

Terminé la velada apaciguando mi deseo febril. Volvimos a casa y como era tarde, me alojaron en una habitación de invitados. En mi cama, pensé que el camino para empotrarme a mi futura suegra estaba iniciado, ahora solo faltaba desarrollar los diferentes actos que se fueran sucediendo. El primero ocurrió esa misma noche, sobre las 5,00 horas de la madrugada me entraron ganas de orinar y me levanté a hacerlo, pasé por la cocina por refrescarme un poco, como no esperaba encontrarme a nadie, salí en calzoncillos, mostrando el típico empalme nocturno que cualquier hombre padece a esas horas intempestivas.

Mi sorpresa fue que, saliendo de la cocina, me encontré con la señora Laura, vestía un picardías de color negro transparente que emergían sus tetas, unas minibraguitas que hacían resaltar sus glúteos, adivinando en su parte delantera el vello de su pubis. Fue verla y examinar lo que se podía vislumbrar, dentro de la oscuridad de la noche, y mi polla se puso emocionada, mi cerebro le envió unos estímulos en forma de saturación de riego sanguíneo, que me colocó el falo como un salchichón.

Ella me examinó, y pudo comprobar el mástil de mi slip, yo, a estas alturas no quería disimular nada, mis calenturas habían sido demasiadas y deseaba que el momento se desarrollase con la espontaneidad y naturalidad que aquel trance merecía, que no era otro que dejarse llevar.

Ella que era muy astuta y controladora, susurró:

-¿Tenias sed, Luis?

-Si, señora Laura.

-Pero además veo que también tendrás muchas ganas de orinar.

Era pérfida y retorcida, y así lo demostraba con sus palabras, pero yo determiné seguirla el juego.

-Bueno, vera, el instrumento se me ha puesto erecto al ver ciertos encantos que me alteran la sangre.

-Pues con lo oscuro que está, es complicado ver las cosas que dices.

-Sí claro, igual que notar la inflamación de mi polla, pero si quiere palpamos y verificamos nuestras afirmaciones.

-Que me estás diciendo, ¿qué te toque el palote?

-Bueno, no sería mala idea, así comprueba como me pone cuando se arrima bailando y me hipnotiza con su belleza y sus atributos.

-Eres muy locuaz con tus palabras y muy adulador.

Estaba bien encaminado, pero su sutileza y picardía eran difícil de vencer, por ello decidí lanzarme al abismo.

-Señora Laura, me pone usted más caliente que el rabo de un cazo, mi nabo está más duro que una piedra, quiero hacerla participe de la excitación que me produce.

Me arrimé a ella y le di un buen achuchón, al principio quiso separarse y se quejó, pero sabía que su resistencia era una farsa, un teatro, le gustaba la representación, le atraje bien hacia mí para que percibiese el arrebato de mi verga, la tomé bien de las nalgas y me la afiancé hacia mis partes nobles, sus palpitaciones se aceleraron, la propiné un buen morreo y la ofrecí mi lengua para jugar con la suya. La estaba llevando al campo donde la damisela dejaba de controlar y se convertía en vulnerable, no podía negar que le gustaba el sexo, nuestras lenguas se entrelazaron y empezamos a jugar con fuego, comenzamos un sobeteo que nos proporcionó placer, y un ajetreo que enervó nuestro sistema nervioso.

Me deleité con sus pechos y los manoseé, hundiendo mis manos en ellos para gozar de aquellas suculentas redondeces, ella se agarró a mi badajo y me propinó una señora paja que puso en órbita mi cohete.

Allí estábamos los dos, en la cocina, gozando como dos adolescentes vehementes, experimentando con la sensibilidad sexual que nos ha dotado la madre naturaleza. Tras un rato de retoce y masturbación, donde disfrutamos de nuestros cuerpos, alcanzamos un estupendo clímax, descargando parte de nuestra tensión sexual acumulada. Me notaba sumamente excitado y a ella se la observaba fuera de su estado de confort, no podía mandar, ni dirigir, por ello decidí explotar el éxito. Laura estaba ardiente y era el instante adecuado para empitonarla, dejé el sobeteo y me puse detrás de ella, la hice que se apoyase sobre la mesa de la cocina, la quité las bragas y preguntó:

-¿Qué estás haciendo Luis?

-Señora Laura, déjese llevar, que va a tocar usted el paraíso.

-Pero que estas diciendo y que estás haciendo?

Me quité el slip y mi rabo, en todo su esplendor, comenzó a surcar por las inmediaciones de su abertura, se la fui introduciendo poco a poco, y donde al principio había preguntas ahora susurraba:

-Ay¡ Luis, que sensación más rica, oooohh…..que gustazo, que felicidad me das.

-La gusta señora Laura, disfrute de una polla que ha excitado usted, gócela.

-Aaaahhh…..Luis, que gustito, uuummmmff…….que bien la siento y que placer me da.

-Goce, sienta este vicio tan rico que nos transporta a un mundo de gozo y deleite.

-Aaaaahhh……, oooohhhh……, que envites más ricos me pegas, como siento tu verga.

La fui embistiendo con más ganas, pues me estaba sacando de mis casillas, que placer me daba aquella zorra, la miraba el pandero y me agarraba a sus carnes para hacerla notar más profundamente los estoques que la metía, la muy golfa lo agradecía, disfrutaba la ocasión intensamente y se dejaba llevar por la lascivia y el desenfreno. Cuando mis sacudidas fueron persistentes y enérgicas, no pudo más y dijo:

-Aaaahhhh….., que rico, que ricooooo……., cabrón, me corro, me corrooooo……, oooohhh…,aaahh…, uuuummmmffff..

-Zorra, me voy, me encanta follarte, mueve el culo zorrón, que me deleites, aaaahhh…., uummmff.

Saqué mi porra y la descargué todo mi semen en su culazo, embadurnándola de la rica sabia, esto no le hizo mucha gracia, pero a mí me causó una satisfacción, y más viendo como la dominadora era dominada.

Cuando terminamos y se serenó, me echo una pequeña reprimenda, me harto de pecador y pervertidor, pero yo sabía que la iba la marcha y que tendría más oportunidades de cepillarme a aquella viciosilla….continuará…………..

Enviarme comentarios para mejorar, estimular y animar mi capacidad creativa. Correo luiscalenton35@gmail.com . Gracias amigos.