Historias del abuelo calentón (33)

Mi convivencia con aquellas tres generaciones de mujeres era agradable y entretenida, pero una noche, de nuevo, una figura desnuda se introduce en mi lecho y se pega a mi cuerpo, por su fisiología adiviné que era mi amiga Paola.

HISTORIAS DEL ABUELO CALENTÓN (33)

A la mañana siguiente me levanté con buen talante, en parte auspiciado por la noche apoteósica que me había hecho pasar aquella misteriosa mujer, que de misteriosa solo tenía el haberse ocultado en la oscuridad, pero que, por su anatomía, sus características y por la suma de las féminas que allí se albergaban, era claro y deducible determinar de quien se trataba, ahora bien, aquella hembra había hecho de la situación, una forma diferente de encuentro, más atrayente y provocativo.

El día transcurrió con visitas a diferentes parajes, que realicé con Paola en bicicleta; la verdad es que eran lugares bellos y dignos de ser visitados porque en ellos encontramos paz y sosiego.

Mi convivencia con aquellas tres generaciones de mujeres era agradable y entretenida, y aunque pasaba el mayor tiempo con mi amiga Paola, en el momento que estaba en compañía de las otras damas, no dejaba de admirar la belleza y el encanto de aquel grupo de estupendas hembras; en el caso de Dayana ya me había dado el gustazo de saborear aquellos sabrosos atributos, aunque fuese de forma enigmática y secreta, de hecho cuando pensaba en ello, la sensación que experimentaba en mi interior era estimulante y excitante. Había sido una cita a ciegas, sin cita, y reavivando todos los estímulos primitivos que poseemos, para llegar a un completo gozo caracterizado por la vehemencia y por un dejarse llevar de nuestros impulsos carnales. Una gozada de polvete, como había saboreado aquellas suculentas curvas y ese cuerpo tentador y pecador que caracterizaba a Dayana.

Habían pasado dos días de mi misteriosa calentura con aquella leona, ahora me encontraba de nuevo agazapado en mi cama, intentando conciliar el sueño, bajo el entorno de aquellas desalentadoras temperaturas; estaba en pelota picada para aglutinar todo el calor de mi ser y contrarrestar aquel deficitario sistema, en ese instante de repente sentí, que una figura desnuda se introducía en mi lecho y se pegaba al mío para sumar fuerzas de calor y paliar nuestro déficit de grados. Empecé a palpar y a recorrer aquella aparición sobrevenida y de igual modo que la vez anterior, me encontré con unas formas y una complexión femenina, toqué pechos, toqué un culito suave y una melena, todo esto me puso en órbita. Este torso no era tan robusto como el pasado, lo noté más delgado y menos corpulento, pero sus tetas eran extremadamente sugestivas y suculentas.

No era difícil adivinar que por su fisiología se trataba de Paola, no habló, no dijo nada, actuó, tomó mi pene y me manoseó mis testículos, lo hizo de forma delicada y pausada; este efecto desató en mí una concentración de sangre en el tronco de mi vástago, una vez sugestionada mi verga, comenzó una sutil masturbación que me dejó los ojos en blanco, me estaba transportando al séptimo cielo, que percepción tan maravillosa. Yo, por mi parte, acaricié dulcemente sus pechos, jugué con sus pezones y los puse tiesos.

Nos suministramos goce y calor, nuestras profundidades estaban experimentando una transformación, donde ya, el frio no existía, prevalecía la sensibilidad y el placer. Después de una masturbación exquisita y gratificante, ella tomó la dirección, nuestros cuerpos estaban encendidos y decidió que había que pasar a la siguiente fase, el silencio y la oscuridad reinaba en nuestra unión.

Inesperadamente, empezó a bajar por mi torso, recorriendo con su lengua todo mi pecho, hasta llegar a mis testículos, me los succionó y me los comió, obsequiándome con el juego de su lengua sobre ellos, para terminar con un deslizamiento sobre el marcado nervio de mi tronco que logró poner duro toda mi herramienta de una manera desmesurada. No contenta con ello, siguió abrasándome, proporcionándome una mamada lenta y estimulante que hizo que mi cipote se pusiese a dos mil, me lo tenía loquito. Al observar que me tenía el pájaro a máximo rendimiento, decidió subirse en él como una amazona en su corcel y se deleitó gozando de su potrillo, cabalgó como una experimentada jinete, ella marcaba el concierto, entró y salió al ritmo que más la hacía gozar. Yo me encontraba muy excitado, pero tenía que reprimir mis sensaciones para que se pusiese a tono y estuviésemos al mismo compas.

Aproveché la pose y la sobé los mullidos pechotes, recorrí todo su esplendoroso contorno, para agarrarme bien a los glúteos y apretarla hacía mí, quería hacerla sentir más intensamente la dureza de mi lanza; en su vaivén de sube y baja, me encantaba escuchar el choque de sus nalgas contra mis pelotas, era un movimiento que me erotizaba.

Esta tigresa también aguantaba en silencio su pasión, solo resoplaba y bufaba cuando el placer invadía todo su interior, que comportamiento más estoico de callar los estímulos que sentía, sin embargo, se retorcía y se contorsionaba de gusto, de forma exasperada. Poco a poco fue subiendo nuestro clímax, el ajetreo y las convulsiones desembocaron en un acaloramiento y un deleite que era imposible mantener.

La carne es débil y decidimos aumentar la cadencia de nuestras embestidas, los dos estábamos sumamente calientes para poder amortiguar aquel incremento de sensaciones que estábamos percibiendo.

Ella, cabalgó salvajemente sobre mí, yo inicié unos envites donde quise que ella palpase como mi miembro tieso se deslizaba por sus paredes vaginales, dándole placer con toda mi energía, aquello la volvió loca y se corrió como una perra. Una vez estuvo satisfecha la tigresa, se bajo del semental, me cogió la porra y me deleitó con una mamada que no tardo en conseguir la explosión de mi instrumento; la sustancia se extendió por entre sus pechotes, circunstancia que usé para untarla con esta esencia de la vida, a la vez que estrujaba aquellas tetas tan exuberantes. Nos dimos un fuerte achuchón y un beso de despedida, y la damisela desapareció en la penumbra.

El escenario había sido muy parecido a lo ocurrido hacía dos noches, había tenido sus particularidades, pero existía mucha similitud con los hechos acontecidos en aquella ocasión; esto me hacía pensar que la hija, sin darse cuenta, respondía al patrón de la madre, ella no lo quería aceptar, más sus actuaciones eran parecidas; se ocultaban en la oscuridad de la noche para desfogar sus impulsos carnales y no admitir sus debilidades, por eso lo realizaban al sigilo y la ocultación del anochecer.

En mi caso, no tenía nada que objetar, estaba siendo utilizado, pero cuando el sacrificio es tan agradable y llevadero, no hay que poner inconvenientes a tan plácido empleo, y más tratándose de placenteras sensaciones.

Me dormí como un lirón, naturalmente después de pensar en los sorprendentes sucesos que me estaban ocurriendo en aquel caserío. Aquellas circunstancias acaecidas, me hacían meditar si el entorno propiciaba este comportamiento y desfogue de las féminas de esta familia. Mi expectación estaba a la espera de nuevas pericias que pudieran ocurrirme allí, la noche y el frio, perturbaba la mente de aquellas moradoras lobas y las hacía transformarse, actuando de una manera obscena y calenturienta, pero aquella película me encantaba, que pasaría en los sucesivos días………continuará.

Enviarme comentarios para mejorar, estimular y animar mi capacidad creativa. Correo luiscalenton35@gmail.com . Gracias amigos.