Historias del abuelo calentón (31)

Angela, sobrina de mi nuera, era fruta prohibida, pero era descarada y obscena, y aquello a mí me ponía como un semental

HISTORIAS DEL ABUELO CALENTÓN (31)

Me gusta reflexionar y viajar por los recuerdos que han confeccionado mi existencia. Cuando uno cumple años, el armario se va llenando de las historias que han compuesto tus diferentes etapas en la vida y te aferras a aquellas que te aportaron momentos gratificantes; las malas hay que olvidarlas, porque bastante daño hicieron cuando sucedieron, como para prestarles más atención, cuando ya están pasadas y arrinconadas en el fondo de nuestro baúl.

Mi añoranza de las conquistas y experiencias vividas, son un estímulo para seguir batallando en el día a día y conseguir estar activo para disfrutar de las ocasiones complacientes que nos depare nuestra presencia en este mundillo. No es de extrañar por ello, que, en ciertos instantes actuales, levite y me quede ensimismado, pensando en aquella nostalgia que ocuparon mi realidad y que tantas satisfacciones me dieron. Esta morriña otorga un homenaje a aquellas bellas mujeres que tanto goce me proporcionaron y a las que yo, también obsequié con situaciones tiernas y explosivas. Hoy, sigo activo, con la creencia que todas esas aventuras forjaron mi carácter positivo y dinámico, que hoy me aporta un estado de ánimo vivo y estimulante.

Me siento lleno de vida y capaz de afrontar los retos más apasionados y excitantes que me puedan surgir, siempre siendo consciente de la limitación de mi edad, pero que se puede suplir con otras habilidades que me ha concedido este devenir de los tiempos.

Y con estas elucubraciones, fue con las que me enfrenté a mi objetivo más reciente, os contaré:

Mi nuera, se puso en contacto conmigo para comentarme que venía a visitarles una sobrina, hija de un hermano suyo; ellos que están siempre muy ocupados, con sus trabajos y su vida social, y que saben de mi disponibilidad, me hicieron llegar su necesidad para dar solución a su problemática. Querían que me ocupase de la criatura y que hiciese de guía turístico, de canguro y de todo aquello necesario para que la niña pasase bien los días de visita. La niña, que no era tan niña; se llamaba Angela, tenía 24 años, pelo castaño y ojos verdes, delgadita, no muy alta, 1,65 cm., mona de cara y estupenda de figura, sus medidas eran muy proporcionadas, tenía culillo respingón y unos pechos bien puestos; vamos que a la niña no le faltaba nada para calificarla de tía buenorra.

Me la presentó mi nuera y le comentó que iba a ser su acompañante y guía para mostrarle los lugares más emblemáticos de la ciudad. Me dispuse a planificar un recorrido, y cada día la fui enseñando un conjunto de aquello que merecía la pena ver. Poco a poco fuimos entablando una relación buena y afectuosa, era una joven con mucho empuje y energía. La totalidad de los días nos dimos unas buenas palizas de andar y visitar emplazamientos peculiares y representativos de la ciudad. Comimos, reímos y nos cansamos juntos, nuestra convivencia fue muy intensa. Algunas veces la miraba y me venían pensamientos impuros, que bomboncito más rico, que delicia de culito tenía, mi cerebro cavilaba con la idea de “haría con ella lo que me pidiera”; por su vitalidad, me la imaginaba cabalgando sobre mi bastón, el bastón duro del abuelo, pero que la llevaría al séptimo cielo, despertaba y normalizaba, porque ante todo era un caballero. No quitaba que, por las noches, cuando estaba solo en mi casa, analizando la marcha del día, pensase en los encantos de aquella prenda y se me pusiese la estaca tiesa.

Con los días, nuestros roces y ajetreos se intensificaron, nuestra proximidad se fue estrechando y nuestro trato fue más íntimo; ella se encontró a gusto conmigo y yo la tomé cariño, pero sus armas de mujer hacían huella en mí, mis circuitos se fueron alterando y mi mente calenturienta, comenzó a maquinar sus películas pecaminosas.

Esta fémina me atraía y como siempre, la fruta prohibida excitaba mi interior, la obscenidad empezó a nublar mis sentidos, mi cohete tomó el control de mi razón, comencé a tener enredos febriles en mi subconsciente, que solo perseguían que tuviese entre mis dominios a aquella atrayente e incitante jovenzuela.

Así, una tarde, cuando ya habíamos pateado monumentos, museos, etc.. Angela me propuso conocer un poco la vida nocturna de la city, quería llevarse una idea de todo lo que existía por estos parajes.

Decidimos visitar una zona de alterne y vida social, para que conociese estos ambientes, tomamos unas copillas y nos alegramos para dar rienda suelta a nuestros cuerpos, entramos en un pub y le gustó la música, había gente bailando y me empujó a que le acompañase a mover el esqueleto un poco. De repente, pusieron canciones más sosegadas y la gente se acurrucó para bailar pegaditos, me alentó para practicar también este tipo de baile; se pegó bien a mí y noté como sus pezones estimulaban mi pecho, sus globitos reposaron sobre mi torso, esto me produjo una estimulación atroz, mi verga empezó a estirar y a hincharse, yo sentí vergüenza, mi actitud era la de un chaval de quince años, pero mi organismo reaccionó de esa manera, no era capaz de controlarlo. Traté de separarme un poco, pero la señorita se pegó más, parecía que le gustase sentir la dureza de mi espada, se relajó en mis hombros y se movió con cierto aire que, lo único que logró fue que mi erección fuese acrecentándose.

Sabía que lo estaba notando porque el contacto era probado y los efectos consistentes, y fue ella la que tomó la delantera.

-Señor Luis, es su paquete lo que siento por ahí debajo.

-Si hija, perdóname, pero es que soy demasiado fervoroso cuando una bella mujer se pega tanto a mí.

-Gracias por sus piropos, pero no creía que le fuese alterar de estas maneras, usted sabe que los jóvenes, hoy en día no damos ninguna importancia a estas cercanías.

-Lo sé Angela, pero mi generación no está acostumbrada a tanta proximidad y nuestros genes se perturban enseguida.

-Bueno, lo tomaré como un cumplido y entenderé que es usted un hombre apasionado.

La muy zorra no se separó ni un ápice y siguió pegadita a mi buen salchichón. Yo estaba sufriendo, y contemplando que la leona no se despegaba de su presa, entonces decidí actuar; bajé mis manos de la cintura a su trasero y la apreté hacia mí, para que sintiese bien mi erección, al fin y al cabo estaba actuando como los jóvenes, y eso a ella no le importaba. Que calentorra, no manifestó ninguna objeción, solo apuntilló:

-Señor Luis, sigue manteniendo compacto el bulto de su bragueta.

Resolví ser sarcástico y susurré:

-Sí Angela, mi instrumento disfruta de música celestial y eso le engorda.

Terminamos la noche habiendo pasado un grato momento, pero la fémina quiso completarla en todos sus aspectos y me propuso ir a tomar la última copa a mi casa, no podía rechazar esa picaresca proposición y accedí de mil maravillas. Llegamos a mi morada, serví los refrigerios para seguidamente acomodarnos en el sofá, ella se me fue pegando como una gatita melosa y pensé “esta tigresa tiene ganas de tema”.

Para amenizar la situación, entable conversación y dije:

-Ha sido intensa la noche, pero se ha pasado bien.

-Sí señor Luis, pero todavía no ha terminado, se puede mejorar.

Al instante puso su mano en mi entrepierna y me gratificó con unos buenos sobos que me incendiaron mi proyectil, me puse palote en un periquete, esta zorrita osaba provocarme.

-¡Uy señor Luis! veo que se le está poniendo el pájaro abultado.

Era descarada y obscena, pero no sabía que aquello a mí me ponía como un semental, y por ello determiné ir de lleno.

-Si Angela, me estas poniendo la polla más dura que una piedra y este instrumento necesita ser tratado para que no sufra y se deleite, que ese es su principal cometido el goce y el disfrute.

-Bueno señor Luis, vamos a liberarle de la cárcel y que salga a tomar el aire y a deleitarse.

Dicho y hecho, me bajo la cremallera, lo extrajo del calzón y comenzó a efectuarme una buena paja, que maravilló a mi falo y a todo mi organismo.

Aquella gata era un vendaval, era activa y resolutiva, le gustaban las cosas de inmediato, no pensaba las consecuencias, vivía al segundo.

Emprendí un manoseo de sus moldeados pechos, los estrujé entre mis manos para sentirlos con todo el ímpetu del mundo, experimenté las sensaciones estimulantes y placenteras que tanto me llenaban y me hacían gozar.

La sugerí de irnos a la habitación y cautivarnos en la cama, que era un sitio más cómodo, y accedió sin vacilar. Nos despojamos de nuestras ropas y contemplé aquel soberbio cuerpo en toda su plenitud, que tetas tan mulliditas y que anatomía más perturbadora; la obscenidad se apoderó de mí.

-Angela me tumbo y practicamos un sesenta y nueve para ponernos a tono.

La apunté e inicié una comida de almeja que la subió la temperatura y la provocó pequeñas contorsiones, se retorcía de gusto y lo aplacó con gritos que le hacían desahogarse.

-Aaaah…., oooooh……, uuummm.., uuummmm…….

Ella, por su parte, me devoró la polla como sí se estuviera comiendo un manjar, la rebozó de saliva y su lengua correteó por todo mi tronco. Que esplendidas percepciones, aquello era el paraíso. No hizo falta decirla nada, cuando percibió que su interior estuvo caliente y que mi nabo estaba preparado para batallas más ardorosas, se subió en mi montura e inició una cabalgada de órdago, que forma de saltar sobre mi verga, subía y bajaba con una vehemencia que me convulsionó.

-Señor Luis, que tranca tiene, la siento, que disfrute, aaaahh…., aaahhh…, uuummm….

-Sí zorrilla, cabalga duro, mátala de gusto que tú sabes hacerlo.

Que impetuosidad, se agarró fuertemente a mi pecho, la colmaba la experiencia que estaba viviendo.

-Aaaaahh…., dame cabrón, hazme sentir, oooohhh…. , uummmm.

Aquellas palabras me enardecieron más todavía.

-Toma zorrón, todo mi proyectil para tu almeja, galopa, galopa pedazo de guarra.

Me sacó de mis casillas, no era yo, era la lujuria en plena actuación. Estábamos llegando al summum y como me gusta tanto probar diferentes posiciones, la insté para que se pusiese como una perra, adoptó la posición, me agarré fuerte a su cadera y antes de empezar a embestirla, me deleite con la panorámica de aquel pandero tan suculento y estimulante; que follada tenía mi tigresa, y yo me la estaba trajinando de manera desorbitada porque era una hembra para ello, que ninfómana más provocadora, que sexualidad más suculenta y para que esta reflexión se consumase la inserté todo mi nabo y así además, mi jaca continuase con su regocijo. En el momento, la embestí con todas mis ganas y ella, que adoraba el juego se desplazó de delante hacía atrás para sentir con toda plenitud los envites de mi cipote.

-Aaaahh…. señor Luis, que gozada, deme, deme más, esto es sensacional, aaaahh….., aaaahh….., que rico.

-Toma zorra, me vas a dejar seco, pero cuanto placer me das.

-Aaaahh…señor Luis, me viene, me viene, no aguanto, aaaah…., ooooh….,aaaah…., que rico, que ricooooo.

-Así, asíiiiii, como te mueves loba, no pares, sácame toda mi leche, aaaah…, aaaah…., me fui.

Me corrí sobre su trasero y me dejó una sensación de plena satisfacción. Caramba con la señorita Angela, que escondidita tenía dentro de sí, la inmoralidad y la lascivia, pero que gratitud la debía por sacarlas a pasear conmigo.

Me trasmitió que lo había pasado estupendamente conmigo, que siempre tendría un agradable y seductor recuerdo de esta visita.

Enviarme comentarios para mejorar, estimular y animar mi capacidad creativa. Correo luiscalenton35@gmail.com . Gracias amigos.