Historias del abuelo calentón (30)

Mi profesora María Luisa, despertó mi interés por sus cualidades femeninas y los atributos que se podían imaginar cuando contemplabas a esta dama tan sugerente y vistosa me produjo un efecto llamada.

HISTORIAS DEL ABUELO CALENTÓN (30)

La experiencia me ha enseñado que, para conseguir tus metas y objetivos, hay que luchar y sacrificarse, nadie es mejor que nadie, es cuestión de tesón y persistencia. La mentalización de la persona también influye, de ahí el refranero, “hace más el que quiere que no el que puede”. Me crie en una familia tradicional, y la convivencia intensa con mi abuela materna me infundió un aprecio por dicho refranero. Ella, que en paz esté, siempre solía tener un dicho para cualquier situación que aconteciese alrededor nuestro, y por lo general, acertaba en sus predicciones. No es de extrañar que, con esta ascendencia, trasmitida por generaciones, actualmente tenga una reminiscencia que me lleve a aplicar todo aquello que se me enseñó e inculcó, y que además siempre me gustó, cuando me desenvuelvo en mi día a día y también en aquellos momentos que necesitan de mis consejos, apoyándome en la sabiduría del refranero.

Todo lo anterior viene a colación, porque al intentar lograr mis propósitos, me las he ingeniado para llevar mis pretensiones a buen puerto y este ha sido el camino para conquistar a algunas de las mujeres que tan buenos momentos me han hecho pasar y que tanto goce me han dado.

Los recuerdos de hoy me llevan hasta mi época de universitario, tenía entonces 20 años y una de mis profesoras, de nombre Maria Luisa, despertó mi interés por sus cualidades femeninas. No era una mujer de belleza destacada, pero tenía un aspecto que, a mí en particular, me produzco un efecto llamada. Esta profesora, era morena, ojos oscuros, sobre 1,68 cm. de estatura, 43 año de edad, pechos de buena proporción, culito respingón, siempre le gustaba ir bien vestida, de traje chaqueta, con sus zapatos de tacón, que realzaban sus estupendas patorras, aspecto éste que soliviantaba la moralidad de parte de su alumnado.

Esta fémina venía todos los días bien peripuesta, pronto despertó en mí, unas ganas desmesuradas por conocer sus intimidades y todos los atributos que se podían imaginar cuando contemplabas a esta dama tan sugerente y vistosa a mis ojos.

A medida que fueron pasando los días del curso, se avivó más el riego en mi interior y ansiaba más la hora de su clase para poder saciarme de su presencia, las raciones de vista que me daba, me alteraban y me producían un calentamiento en mi sistema que se fue acrecentando. Tenía que resolver mi problema y la solución pasaba, como siempre, por aproximarme a ella e intentar entablar amistad, o llamémosle intensificación de mi trato con esta hembra, y así poder conseguir y saciar mis sueños eróticos que, aunque impúdicos, me proporcionaban una buena dosis de placer y satisfacción.

Pronto establecí relación con ella, mostrándome voluntario para trabajos que encomendaba y que hicieron que nuestro vínculo fuese más estrecho, aproveché para acercarme y así percibir sus encantos con más proximidad, todo esto me ponía cachondete y alguna noche, pensando en mi profe, simulando tenerla entre mis brazos, imaginando disfrutar de sus lindezas, me casqué una buena paja.

Mi familiaridad con ella fue en aumento, mi obsesión lo mismo, aún recuerdo que al principio era una persona que mantenía las formas y las distancias, te llamaba de usted, pero al estrecharse el contacto me conoció, por fin, por Luis. Lo buena que estaba aquella señora y las ganas de empotrármela que despertaba en mí. Mi pensamiento ardía solo con la idea de poder poseer a aquella tigresa; mi mente estaba demasiada cargada con sus películas pecaminosas, decidí que el arreglo a mi problemática era pasar a la acción. Un día que tenía que consultarla dudas sobre un proyecto a realizar, le dije:

-Profe, cuando puedo disponer de tu tiempo para consultarte unas pegas de mi trabajo.

-Bueno, si quieres, mañana por la tarde, en la sala de profesores tengo tiempo y te puedo atender.

Me atreví a atacar.

-Yo creo profe que, para hacerlo más ameno, si no tienes inconveniente, te invito a tomar algo y lo hablamos más relajadamente, sin la rigidez de la Uni.

Me miró con cara de sorprendida, yo para ser más convincente puse esa cara de ingenuo y de corderito degollado que se pone para dar pena y conseguir que no te den un NO por respuesta.

-Vale Luis, pero no estoy tan segura de tratar esta materia fuera del entorno en el que nos desenvolvemos.

-Profe, es solo para descargarte un poco de la obligación de trabajo continuado, así te parecerá que la carga es menor.

-De acuerdo, quedamos en eso.

La tenía en la línea de salida, ahora era una oportunidad que había que saber administrar adecuadamente.

Quedamos al terminar la clase y fuimos a una cafetería cercana, muy coqueta, donde no había demasiada gente, traté que ella se encontrase cómoda y sosegada. Venía ataviada, como siempre, con su traje chaqueta y sus tacones, maquillada, no en exceso, pero sí de manera que su belleza se realzase a la vista de los observadores. La miré y pensé, que gustazo debe ser fornicar con esta leona, que labios tan suculentos tenía, mi mente calenturienta pensó, que bien la tiene que chupar. Para no soliviantarme en demasía, le expuse mis pegas y problemas, relacionado con mi proyecto; ella se metió enseguida en el tema, yo para seguir el rollo, ponía cara de interesante en todas las explicaciones que impartió.

Nuestro contacto se fue estrechando, el roce se instaló en nuestra pauta de actuación, hice que se encontrase confortable y despreocupada; la cosa se fue alargando y me comentó:

-Oye Luis, si se te hace muy pesado, lo dejamos para continuar otro día.

-No profe, no te preocupes, estoy muy a gusto en tu compañía.

Quería hacerla notar que estar con una mujer bella e inteligente, era una bendición.

- Luis, eres un adulador.

-No profe, soy un admirador incondicional tuyo, como docente me causas admiración y como mujer, eres dulce y hermosa.

-Sigo pensando que eres un halagador y un zalamero.

Para no incomodarla, la sugerí que si quería podíamos seguir en su casa, me interesaba zanjar el asunto y no molestarla y quitarle más tiempo con dudas y lagunas de mi trabajo. No le pareció mal la idea y nos dirigimos a su piso, con el fin de dar carpetazo a mis gestiones. Cuando llegamos nos pusimos manos a la obra, en un escritorio que tenía dedicado a materia de trabajo. Aquel instante me sirvió para agradecerle su dedicación:

-Sé que eres una señora muy ocupada y valoro que me dediques este tiempo para terminar mi tarea.

-No te preocupes, lo hago gustosa, me encanta la docencia.

Ya estando sentados en la habitación y no sabiendo sobre su vida íntima, aproveché para lanzar alguna directa.

-Profe, me has comentado que eres una fanática de tu profesión, pero también tendrás tiempo de asueto y diversión.

-La verdad es que me sumerjo en mis clases y mis estudios, y me olvido un poco de la vida cotidiana, como, además, mi marido esta siempre de viaje, con sus conferencias e investigaciones, esto es el pasatiempo que me entretiene y ameniza mi día a día.

Era sorprendente, aquel diamante estaba sin pulir, lo que se estaba perdiendo el mundo y ella, solo de pensarlo se me revolucionó el aparato, que fascinación era poder aprovecharse de un jardín tan suculento y virginal. Seguí con mis preguntas picantes e improcedentes:

-¿No dedicas tiempo a tu satisfacción y deleite?

-Sí claro, de vez en cuando me expansiono yendo a un espa y dándome algún masaje que me relaje de esta vorágine del trabajo.

Quise ser más incisivo y fui al grano.

-Profesora, aunque sea una indiscreción y perdona, tú sabes que tiene que haber un equilibrio entre la mente y el cuerpo, y que es también necesario dar rienda suelta a ciertos aspectos que llenan igualmente nuestra vida; me estoy refiriendo al sexo, ¿no dedicas tiempo a un apartado tan extremadamente vivificante como gozar de tu cuerpo?

-¡Ay Luis!, expuesto de la manera como me lo has descrito, parece que es de necesidad prioritaria.

-Profesora, se nota que lo practicas poco y que no has dado con la tecla adecuada.

-Puede que tengas razón, pero no lo echo de menos, ni está entre mis asuntos preferentes.

-Profe, te puedo asegurar que disfrutar de las percepciones que llevamos dentro, es una de las mayores alegrías que te puedes dar.

-¡Ay Luis¡ me hablas como una persona que tuviese mucha experiencia en estos temas.

No quería ser presuntuoso y fantoche, pero había tenido mis aventuras con maduras que me habían aportado tal cantidad de tablas para saber actuar con esta clase de damas.

-No profesora, soy joven y tengo mucho que aprender, pero sí que es cierto que algún lio de faldas he tenido .

Quería que se sintiese dominadora, pero a la vez que supiese que no era un inexperto en la materia.

Y de repente, le vino la curiosidad femenina que todas llevan dentro, y que suelen tener más o menos arraigada, preguntándome:

-¿Has tenido relaciones con mujeres mayores que tú?

Empezaba a gustarle la conversación.

-Sí profesora, he tenido unas cuantas, porque con tu edad, las mujeres os encontráis en una etapa que sabiendo utilizar vuestros atributos, y no dejando que se marchiten, podéis gozar de esas majestuosas sensibilidades que tenéis en vuestro interior.

-Dicho así, suena muy idílico Luis, pero lo real es muy diferente, la rutina y la monotonía marital te lleva a abstraerte en lo más asequible que tienes y que te ocupa, que es el trabajo.

-Profesora, te sigo diciendo que tu mundología es pobre porque no has querido sondear otras salidas.

-Puede que tengas razón.

-Eres una mujer bella, se te ve activa y por tanto tu fogosidad y tu fervorosa conducta femenina están sin estimular.

-Y que me propones, querido asesor lujurioso, ¿Qué fornique más con mi marido?

-No profe, eso no rompe tu rutina y tu hastió usual, tienes que romper con el aburrimiento que te rodea en el aspecto sexual, por eso no lo encuentras aliciente.

-Muy bien chico listo, ¿qué me aconsejas entonces?

-Te he dicho antes profe, que eres una mujer hermosa, que irradias sensibilidad, sentimiento, agitación.

Decidí atacar e ir directo al objetivo.

-Vaya que me pones muy caliente, me alteras mi riego sanguíneo y haces que tenga pensamientos impuros contigo.

-Madre mía Luis, te has explayado y te has quedado a gusto, ¿quieres decir que te excito?

-Sí profe, me pones la polla tiesa, me trastornas con todos los encantos que posees, y si quieres conocer más detalles, más de una vez me la he pelado a tu salud.

-Joder Luis, me dejas anonadada.

-Vamos profe, tú sabes que estas muy rica.

-Bueno, bueno, y yo que creía que me admirabas por mis cualidades docentes.

-Sí profe, pero también enciendes en mí una llama que me revoluciona y me pone a doscientos.

-Bien, y ahora ¿qué hacemos?

-Profe, déjame mostrarte la afectividad y el ardor que siento por ti.

-Pero niño, que estoy casada y te duplico la edad.

-Eso no quita para que yo te haga sentir lo estupendo que es el sexo, cuando existe una pasión como la que yo siento por ti.

Mis palabras intentaban trabajar su resistencia a mis voluntades.

-Luis, yo no soy partidaria de estos líos y estas películas.

-Profe, déjate hacer y deléitate.

Me acerqué a ella y la besé en los labios, se estuvo quieta y se dejo llevar. Del beso pasé a un morreo intenso, haciendo que jugásemos con nuestras lenguas; se fue excitando y la fue encandilando, pronto comencé a sobarla sus esplendidas ubres, procedí a desabrocharla la camisa para llegar a su sujetador, que suprimí para disfrutar de sus magníficos pechos. Ella, me manoseaba el paquete y con facilidad, se apañó para poder tener a su disposición mi enervada tranca.

Nos levantamos del escritorio y nos dirigimos a su dormitorio, comentó que era mejor lugar para percibir las sensaciones que nos recorrían. Seguimos degustando nuestros cuerpos y nos aligeramos de ropa. La pedí que no se quitase los zapatos de tacón, pues para mí, era un estímulo que encendía más mis neuronas, lo comprendió. La chupé los pezones hasta ponérselos tiesos y me sacié de comerle aquellas estupendas tetas que tantas veces había observado en sus clases, y que ahora, contemplaba y disfrutaba a tutiplén. Ella, amasó mis testículos y me proporcionó una buena paja para mantener la dureza de mi miembro.

Determiné que tenía que apreciar el goce que se nos desarrolla en lo más profundo de nuestro interior y procedí a comerla la almeja, mi lengua se deslizó por sus labios vaginales y aquella hembra se retorció de placer, no aguantó aquel envite que la suministré y susurró:

-Luis, mamón, que gustazo me estás dando.

Balbuceando, contesté:

-¿Te gusta?

-Esto es el paraíso desgraciado, porque me tientas así, aaaaah…,aaaaah…, que rico, que maravilla.

-Ves profe, como hay cosas que merecen la pena realizar.

-Sigue golfo, cómeme todo, ¡ayyy! que sensaciones tan calientes.

Como palpé que mi jabata se caldeaba, acometí un cambio de pose para que no olvidase atender mis necesidades sexuales.

-Profe para que estemos a tono, te propongo hacer un sesenta y nueve y así, me comes toda la polla y me la vas preparando para llevarte al summum, te voy a hacer sentir sensaciones como éstas que te van a extasiar, ¿sabes la posición, no?

-Claro criatura, pero me estas sacando de mis casillas.

-Sí, pero te gusta zorrita.

-Sí, sí, esto es tan diferente y tan gratificante.

-Disfruta de ello, profe, ya verás que bien te sientes.

Me tumbé y empezó a comerme la verga, nutriéndome de unas percepciones que estremecieron mi cuerpo. Yo, continué devorándola su clítoris. Los dos convulsionamos de gusto, cuando nuestras temperaturas fueron incandescentes, decidimos que había que cambiar de pose, me subí encima de ella y la introduje toda mi lanza para que sintiese la fiebre que despertaba en mí; gozó como una perra en celo, chillaba de gusto:

-Aaaah…., que vergón, como me la clavas, este gustazo no lo había sentido jamás.

-Verdad que estas sensaciones son fuera de sí.

-Síiii criatura, síiii follame, dame duro.

-Ahora vamos a cambiar de posición, quiero que te pongas como una perrita, las vistas de tu trasero me turban plácidamente, me alborotan y me incendian.

-Lo que tu mandes, granuja, eres un sinvergüenza, pero me encanta jugar contigo.

Se puso como una perra, me levanté y la introduje todo mi bastón, me agarré fuerte a sus nalgas y me regocijé con el panorama de su pandero, de sus hermosas piernas con los zapatos de tacón; la fui embistiendo con más entusiasmo pues mi calentura se acrecentó de unas maneras desmesuradas y ella lo agradeció:

-Aaaaah….Luis, que ajetreo más rico, como me empitonas, siento todo tu aparato dentro de mí.

-Toma golfa, goza de mi estaca que me la tienes loca, que placer me das zorrona.

-Síiii Luis, síii, como me penetras, que pollazos me metes, no voy a aguantar.

-Tú córrete leona, que tu potro te da lo que te gusta.

-Síiiii, me corro, me corrooooo, oooooh……

Me agarré fuerte a sus tetas, incrementé el ritmo y me salí de ella para correrme en su culazo.

-Aaaah…., zorra cachonda me viene, me viene, aaaah…… que delicia.

Después de nuestra grata secuencia, charlamos sobre lo ocurrido y ella reconoció que había experimentado cosas soberbias y extraordinarias, pero que nuestro comportamiento respondía a estímulos primitivos y vehementes. Yo, no quise llevarle la contraria porque con empeño y buenas mañas había logrado mi conquista, que era llevarme al huerto a aquella sensual hembra y mi idea siempre ha sido “no puedes disfrutar de la vida si no alimentas tu cuerpo”.

Enviarme comentarios para mejorar, estimular y animar mi capacidad creativa. Correo luiscalenton35@gmail.com . Gracias amigos.