Historias del abuelo calentón (3)
Después de mis buenas experiencias con mi querida nuera he de contaros que todo volvía a la calma, pero tendríamos una nueva cita de sexo.
HISTORIAS DEL ABUELO CALENTÓN (3)
Amigos lectores, de nuevo escribiendo para vosotros para haceros participes de mis historias y así, intentar que paséis un rato agradable de lectura y ocio.
Después de mis buenas experiencias con mi querida nuera he de contaros que todo volvía a la calma. La vida seguía con absoluta quietud y los comportamientos y actuaciones eran correctos.
Que hipocresía, que manera de fingir que nada había pasado y que la normalidad habitaba en nuestras vidas.
Habían pasado cuatro días de la ausencia de mi hijo y todavía quedaban unos cuantos para completar la semana de tournée laboral que estaba realizando.
Con este vaivén de tranquilidad y ajetreo que existía en nuestra existencia, yo ya no sabía que circunstancias podían suceder. Era sorprendente la adaptación de mi nuera a la vida cotidiana, sin experimentar el menor atisbo de locura sexual que había existido en los días anteriores.
Su trato conmigo era como si lo sucedido no hubiese ocurrido y se desenvolvía con su elegancia y sus buenas formas, características que ella siempre había poseído. Sabiendo la fogosidad y el morbo que esta mujer llevaba dentro, aquello me parecía sorprendente y admirable, sobre todo por el control del cual, hacia alarde y teniendo en cuenta que en el desarrollo de sus relaciones sexuales era una máquina del sexo, una yegua en celo a la que había que satisfacer.
Pensar en ella me traía una actividad y un aumento de flujo en mi sangre. Que mujer, que manera de disfrutar y hacerte gozar.
Bueno, volvamos a la realidad, pasaron varios días y nuestra actividad funcionaba con la rutina de costumbre, pero sabía que algún asunto tenía que aparecer.
Efectivamente, aquel día me encontraba tranquilo y relajado, decidí ir a mi habitación a dormir una siesta. Llevaría un rato dormido cuando empecé a notar un cosquilleo y una sensación placentera en mis testículos. Poco a poco me fui despertando y cuál fue mi sorpresa cuando terminé de abrir mis ojos; allí estaba ella, mi asombrosa nuera.
Yo me había acostado solo con mi slip y ella sin ningún recelo me lo había bajado y se estaba dedicando a acariciar mis partes más íntimas, con una suavidad y una delicadeza que me hacía sentir tal sensibilidad, que de forma agradable alteraba todo mi cuerpo.
-Suegro pasaba por aquí y he visto la puerta entreabierta, he observado que tenías tu miembro perturbado, o diría excitado, el caso es que he decidido curarte, ya sabes que soy tu doctora.
La miré y pude comprobar que estaba tan imponente como siempre, su camisa ceñida, marcando un buen par de tetas, su falda pegada con ese culo que levanta pasiones y sus zapatos de tacón que ponían en realce sus exuberantes piernas.
Que mujer, que deseo, que polvo más rico tenía. Mi mente calenturienta pensaba “Estaría follándola a todas horas”.
Con sus toqueteos siguió poniéndome en forma y yo empecé a sobar sus tetas y su culo, desabroché la camisa y metí la mano por debajo de su sujetador para llenarme de ese par de meloncitos que tan ricos tenía.
Mi respiración se fue incrementando y mi ansia por poseerla, una vez más, se acrecentaba. Pero a aquella mujer le gustaba dominar y sabía siempre lo que quería.
Me dijo:
-Suegro, hoy vamos a gozar, pero quiero que sea diferente de las otras veces.
Yo ya tenía el instrumento en plena ebullición, mi mente estaba tan caliente que no pensaba; lo que ella quisiera y pidiera. Mis ganas eran echarla un buen polvo y disfrutar con aquella jaca.
-Suegro me apetece hacer un sesenta y nueve contigo y que me comas toda la almeja.
Aquellas palabras me dejaron atónito; como siempre comenzaba a utilizar ese lenguaje sexual que tanto me excitaba.
Se quitó la falda, lentamente se bajó las bragas; se quitó la camisa y el sujetador, cuyas prendas ya estaban a medio camino del sobo que ya me había encargado de darlos. La tenía desnuda para mí y lista para gozar de la vida.
-Suegro me voy a dejar los zapatos de tacón, que sé que te ponen mucho. Eres un fetichista, aunque te lo tengas muy calladito.
Aquella mujer era un vendaval, tanto en sus pasiones como en el control de las situaciones.
De un tirón me quitó el slip, se subió encima de mí y adoptó la posición.
Empecé a comerla el clítoris, pasando mi lengua por sus labios vaginales, mientras ella cogió mi miembro y me chupaba el glande, dándome un placer que me llevaba a otras dimensiones. Empezó a subir y a bajar, a masajearme los testículos. Que gusto, que maravilla. Estas sensaciones son las que el ser humano debería tener siempre y en todo momento.
Cuando nos pusimos a tono, ella se levantó y con sus dotes de dirección, me dijo:
-Me voy a poner a cuatro patas y quiero que me hagas gozar como una posesa.
No sabía ella las ganas que tenía de hacerlo.
Se puso encima de la cama como una perrita y le fui introduciendo mi mástil poco a poco, como a ella le gustaba. Podía sentir que el mete y saca cada vez la iba gustando más.
Sus movimientos se iban acelerando y el contoneo de su culo era tal, que me producía un gustirrinín inmenso.
Tenía ante mí ese pedazo de culo, al cual me aferraba y manoseaba con energía.
Que espectáculo verla en esa posición tan placentera y con sus zapatos de tacón, que tanto me ponían. Que disfrute.
Ya llevábamos un rato gozando cuando empezó con su lenguaje fogoso.
-Que rico suegrecito, que bien me montas.
-Dale a tu nuera todo el gustillo del mundo.
-Dame fuerte, clávamela, ah….,umm…..,umm….. que placer me das.
Aquello estaba subiendo de tono, que calentura, que sensaciones tan especiales, que manera de satisfacer el sexo. Esta mujer sacaba de mí un instinto animal que me producía unas percepciones que me sobrecogían y a la vez me impresionaban gratamente, sintiendo mi cuerpo un bienestar de goce que me dejaba exhausto.
Ella seguía excitándome con sus susurros.
-Oh…….., no te pares.
-Dámelo todo, más deprisa, sigue, oh……oh…….,. que maravilla.
-Ah….., ah……., me corro, me corro, ah……. que sensación.
-Umm…….., ha sido estupendo.
Cuando vi que había llegado a su culminación, la dije:
-Nuria sigue un poquito más, cómeme la polla hasta que me corra.
Se puso de rodillas y comenzó una mamada estupenda, de esas que ella sabía hacer.
Que sensaciones sentía cuando veía a ese pedazo de mujer sometida a mi juego y toda para mí.
Como me excitaba con su morboso lenguaje.
-Trae que la guarrilla de tu nuera te coma la polla.
-Que dura, umm…….…, que sabrosa, te voy a sacar toda la lechecita.
-No pares, sigue, me viene, me viene, ah…….ah……. que bueno, que rico.
Y así terminó otro gran polvo con mi caliente nuera.
Bueno amigos, otra historia más, seguiremos contando.
Disfrutad y gozad con la lectura, siempre es bueno para la salud.