Historias del abuelo calentón (28)

La señora Inés me hizo experimentar un goce sexual, me arropó con sus encantos y me facilitó dar correa suelta a mis obscenos sueños y a mis picantes fantasías.

HISTORIAS DEL ABUELO CALENTÓN (28)

Tras mis experiencias con la señora Inés, me sentía dichoso, estos escarceos me habían producido un goce sexual y una práctica orgásmica que me llenaban de satisfacción; no todo el mundo tiene la suerte de encontrar mujeres maduritas que te arropen con sus encantos y que te faciliten dar correa suelta a tus obscenos sueños y tus picantes fantasías. Es cierto que me maravillaba moverme por el mundillo de estas hembras experimentadas, dado que el morbo que percibía en mis relaciones con ellas me colmaba de excitación y contribuía a llenar todas esas historias calientes que un joven se forma en su cabeza cuando contempla bellezas de este calibre.

Las películas originadas en nuestro subconsciente relacionadas con el sexo son tan fervorosas y pecaminosas que ponen nuestro riego sanguíneo a elevadas temperaturas, anhelando y deseando que estas ilusiones se hagan realidad para lograr ese disfrute y ese gozo con el cual soñamos, pero lo cotidiano es diferente, por eso la imaginación y la fantasía tienen ese don tan gratificante que todos poseemos  y utilizamos, para trasladarnos al universo que nuestro cerebro crea, dando rienda a la escenificación de aquellas situaciones que nos complacería vivir.

En mi caso, había logrado que algunos de mis pensamientos se hiciesen verídicos y activasen todas esas emociones que ficticiamente me montaba para dicha y agrado de mis neuronas. La señora Inés era la actriz principal de una de esas representaciones fogosas y volcánicas que invadían mi mente calenturienta. Cuanto más vínculo inmoral tenía con aquella jabata más me atraía volver a poseerla. Mi cabecita cochina echaba de menos algunas tareas que podía ejecutar con ella, por ejemplo, todavía no me había alegrado el cuerpo propinándome una buena mamada y aunque habíamos experimentado ciertas poses que incendiaban mi interior, como la perrita y una estupenda cabalgada, quería seguir profundizando y degustando todos aquellos atributos que esta impresionante señora poseía.

Empecé a planificar la siguiente cita con mi seductora jaca; debía ser más novedosa y tan intensa y apasionada como las anteriores. Recordé que mis padres se iban a marchar de viaje al pueblo y que un viernes me quedaría solo en casa; esto me sirvió para acometer mi plan de contacto con mi irresistible damisela.

Un día, cuando estaba realizando sus tareas laborales en la escalera, me paré a hablar con ella. Habían pasado días de nuestro último encuentro e imaginé que otro restregueo con su joven semental le atraería y pondría en órbita su escondida sensualidad. Oteé el panorama y no vi intrusos alrededor, lo que me dio pie para dirigirme a ella y con arrojo y toda mi cara, le planté lo siguiente.

-Señora Inés, me gustaría yacer otra vez con usted y que podamos sentir ese fuego que los dos llevamos dentro.

-Luis, eres muy descarado, te dije la última vez que hay que ser formales y no dejarse llevar por los impulsos.

-Señora Inés, el viernes estoy solo en casa, llame a mi puerta cuando pueda, no se arrepentirá, la haré sentir y disfrutar como una reina, usted ya me entiende.

-Luis, no debemos.

-Quiere usted perderse ese gozo que tanto la llena y tan loca de placer la vuelve.

-Bueno, vete, ya veremos, ¿seguro que estarás solo?

-Si señora, y seguro que le va a encantar todas las cositas que la voy a hacer, voy a llevarla al éxtasis de las antiguas diosas griegas.

-Vale Luis, ya empiezas a embelesarme con tu palabrería, eres un granuja y terminas convenciéndome.

-La espero el viernes.

Los días posteriores mi intelecto estuvo pensando en los buenos momentos que de nuevo podía pasar con mi leona, y se me ocurrió que, para echar más picante al asunto, le regalaría un picardías de esos que resaltan la figura de una primorosa mujer, con sus eróticas aberturas por delante y por detrás; que excitación me producía mi propósito. Compré el picardías y aguardé a que llegase el viernes. El día llegó, me encontraba solo en la casa cuando sonó el timbre, abrí y era ella, los ojos me hicieron chiribitas y mi body se estremeció de gusto, venía bien arreglada y rápidamente penetró dentro de la casa para no ser vista. Su vestimenta, toda de negro, con su desmesurado maquillaje, realzaban todo su potencial de mujer deseada y ansiada por cualquier caballero de postín.

Sin darle tiempo a que reaccionase, me lancé y la tapé la boca con mis labios y mi lengua, iniciando un morreo y una comedura de morritos tan apasionada, que la hicieron descubrir que acababa de entrar en el paraíso; venía a disfrutar, a evadirse, a regalarse un espacio de ocio, disfrute y diversión.

Cuando se implicó en materia, se olvidó de lo que la rodeaba y se obsequió con la gula del deleite, empezamos a recorrer nuestra anatomía, nuestros sobos eran profundos y obscenos, nuestra respiración se fue alterando y la temperatura de nuestro cuerpo se enervó. Me encantó sobarla las tetas y el culo con la ropa puesta, el retorcimiento de gusto que me producía meterme entre sus prendas para llegar a los sitios prohibidos, hacía que el morbo se apoderase de mí.

Observando que nuestra calentura era palpable, la hice pasar a la habitación de mis padres, donde la cama era suficientemente amplia para desarrollar todas las fechorías pecaminosas que quería realizar con mi tigresa.

Le comenté que tenía un regalo para ella, y que se lo debía poner, ya que dicho obsequio, alentaría más intensamente nuestra unión sexual.

-Señora Inés, quiero verla con esa prenda y sus zapatos de tacón y seguro que mi polla va a enloquecer de placer.

-No sé Luis, vamos a ver con que me sorprendes.

Se metió en el cuarto de baño para colocárselo y cuando salió, estaba para comérsela, que imagen, que figura, levantó en mí todos los apetitos sexuales que podía tener, era asombroso, que preciosidad embutida en ese body negro transparente, resaltaban sus grandes tetas, las aberturas dejaban al uso su insinuante trasero y su atrayente almeja, aquello era un espectáculo.

Yo, la esperaba sobre la cama, con solamente el slip; mi verga, que se encontraba incontrolada ante tal visión, luchaba por salir del calzón para sumergirse en los lugares más inmorales de aquella hembra.

Se acercó a mi lecho, procedí a alabarla con elogios que ensalzaron su ego y la dispusieron favorablemente para la función de alborozo y complacencia que íbamos a abordar, para terminar diciéndola:

-Señora Inés, quiero que me chupe usted esta lanza tan tiesa que me ha puesto.

-¡Ay Luis!, Yo estas cosas, no estoy acostumbrada.

-No se preocupe, yo la enseño.

Me divertía ser profesor de una madurita tan tentadora y me satisfacía el acercar generaciones con estímulos diferentes, a la hora de gozar del sexo.

-Usted solo tiene que deslizarse con su boca suavemente por mi miembro, utilice la lengua para hacerme notar más estimulación; de vez en cuando cambie y chúpeme los huevos, esto induce al miembro a ponerse más erecto.

Escuchó todas las explicaciones con interés y su práctica, aunque un poco torpe, levantó mi mástil enérgicamente, además de aportarme un enorme placer.

Percibiendo que su aprendizaje había tenido éxito, paré y le dije que íbamos a practicar un sesenta y nueve, postura que le agradaría bastante, le indiqué la posición y empecé a comerle el chichi, acción que le produjo una serie de espasmos que la hicieron chillar. Con mi lengua, me sumergí entre sus labios vaginales y le hice apreciar esas sensaciones que inundan nuestro interior y que tanto goce nos proporcionan. Ella siguió mamando, su objetivo era mantener tiesa mi verga y que esta percibiese los manjares de la satisfacción.

Por sus contorsiones, notaba que se deleitaba con mi comedura de merengue, y advirtiendo que nuestros adentros rebosaban fuego, le sugerí cambiar de pose antes que nuestro frenesí fuera a más; me tumbé y se subió como una amazona sobre mi montura, se la introdujo entera y comenzó a cabalgar de forma activa, se la percibía bastante caliente, fue aumentando el ritmo, esto me produjo unas convulsiones que me costó controlar, sus movimientos eran apoteósicos y así ella lo expresaba:

-Oooh… Luis, como me gusta disfrutar de tu herramienta, me pone tan caliente que no puedo controlar mi comportamiento.

-Usted goce señora Inés, aproveche el momento.

-Aaah….. Luis, me llenan tanto estas sensaciones contigo, no puedo resistirme a tanto gustazo.

-No se resista, dé barra libre a su lujuria, no se aguante.

-Aaaah….Luis, que excitación, que rico, soy una pecadora, pero esto es una gozada.

Yo para animarla y activarla más todavía, aceleré mis movimientos, haciendo que mis embestidas fuesen más profundas y la produjesen más gozo.

-Luis, me haces conseguir una agitación en mi interior, que me turba de placer todo mi cuerpo.

Capté que estaba muy encendida; yo quería seguir jugando un poco más con mi loba, por esto la susurré:

-Señora Inés, vamos a cambiar de posición para ir a buscar el summum y deleitarnos con la explosión final, póngase como una perrita.

Adoptó la posición y pude contemplar aquel culazo tan provocativo, con sus buenos jamones y los zapatos de tacón que tanto me ponían, a esto se sumaba el agujero del picardías que también sugestionaba lo suyo. Le metí todo mi proyectil y mirando todo aquel compendio de exquisiteces, sirvió para enervar mi masculinidad e incitarme a propinarla unos buenos meneos, que la hicieron gritar de gustillo.

-Cabrón, que pollazo me has metido, aaah..aaah..,que energía niño.

-Toma zorra, toda mi estaca para tu deleite, goza zorrón.

-Aaah…., oooh……que meneos me das criatura, me estas matando de gusto.

-Siente mi badajo en plena faena, toma toda mi polla para ti.

Mientras me la trajinaba, la visión de aquel inmenso pandero con su orificio a mi disposición, me trastorno el cerebro; solo se me ocurrió meterla un dedo en el culo y manipular con él. Ella reaccionó al instante.

-Ooooh… Luis, cabrón, que me haces, no me toques ahí.

Opté por palparla de un modo sutil y delicado, que la produjese agrado y bienestar y surgió efecto.

-Aaaah, mamón que gustazo, como perturbas mis neuronas.

-Disfrute de la novedad, vívalo.

-Aaah…, aaah…, que maravilla, me sacias de gozo por todos sitios cabronazo.

-Me viene potrillo, me vieneeee…., aaah…..que rico, que ricooooo……

La agarré fuerte por las nalgas y la metí los últimos vaivenes, antes de correrme sobre su culo, no pude reprimir tanto placer.

-Toma leona, no aguanto más, me corro, me corroooo….., pedazo zorra.

Al terminar, charlamos y llegamos a la conclusión que todo había sido muy grato y complaciente, ella, no paraba de acordarse del pudor y la formalidad, pero yo contrarrestaba haciéndola recordar el colosal momento vivido. La dejé ver que todavía teníamos campos abiertos, como su pomposo culete que era un vergel que no me importaba explorar, no quiso profundizar en el tema y dijo que el tiempo diría, lo importante era el presente y debíamos seguir nuestros caminos. Esta hembra era un poco rebelde, pero cuando se encontraba alegrándose con la lascivia de nuestras citas, no se acordaba del pecado.

Enviarme comentarios para mejorar, estimular y animar mi capacidad creativa. Correo luiscalenton35@gmail.com . Gracias amigos.