Historias del abuelo calentón (24)

Kristy, hija de kaira, era una joven que tenía unos atributos dignos de atacar.

HISTORIAS DEL ABUELO CALENTÓN (24)

Mi amistad con Kaira estaba siendo entrañable, pasábamos momentos afables y nuestra relación había tenido unos encuentros de satisfacción y goce sexual, que nos habían servido para vivir intensamente esas sensaciones que el cuerpo humano despliega, cuando se avivan ciertos estímulos sensoriales.

Ella había vuelto a sentir el gusto que se experimenta al llegar a un orgasmo, como también la percepción de la sensibilidad en el campo del sexo. Todo ello le había colmado de felicidad y disfrute, estaba gratamente dichosa de haber encontrado y practicado todas estas placenteras impresiones. Toda esta pericia probada había sido para ella una estimulación añadida y hacían que se encontrase cómoda y a gusto con mi presencia, porque había sido el artífice de sus buenas vivencias.

Un día, decidí visitarla de sorpresa, cuando llegué a su casa, me abrió la puerta su hija Kristy, a la cual yo no conocía en persona. Nos presentamos mutuamente, discretamente la examiné, como ella hizo conmigo. Esta joven, de 23 años de edad, ojos oscuros y pelo negro, de 1,65 cm. de estatura, estaba un poco gordita, se puede decir que metidita en carnes, pero su cara era bella y muy blanca. En su cuerpo resaltaban sus grandes pechos y cuando se dio la vuelta también pude observar un generoso pandero. Mi mente bajo a sus cloacas y empezó a pensar suciamente, aquella joven tenía unos atributos dignos de atacar, su rostro angelical contrastaba con sus provocativos manjares, que tetas, que culo, hacía que me subiesen las pulsaciones y alterase mi semblante.

Vestía falda de cuadros azules por encima de la rodilla con una camisa blanca y zapatos negros de tacón. Me invitó a entrar y me comentó que su madre se encontraba fuera, resolviendo unos asuntos. Nos sentamos en el sofá del salón, se cruzó de piernas, de tal forma que pude contemplar sus mulliditas piernas, que buenas patorras tenía la criatura; no se cortaba ni experimentaba ningún pudor en los movimientos que realizaba delante de mí, a la hora de agacharse o colocarse para hacer cualquier acción, facilitándome en todo momento, un espléndido campo de visión de sus bragas, de sus nalgas y del canalillo de sus tetas.

Me ofreció tomar algo y en sus desplazamientos para buscar o coger los utensilios, me brindaba una panorámica de sus encantos, aquella fémina me estaba soliviantando, su trasero era un pecado, pedía a gritos ser profanado, y sus pechos que había aligerado desabrochándose un botón de la camisa para que su visión fuera más transparente, hacían que mi proyectil cada vez se pusiese más tieso. Esta fiera me provocaba de una manera descarada, usaba todas sus armas de mujer, con toda la alevosía y premeditación que podía emplear.

Me parecía todo deliberado y programado, la cuestión era que estaba surgiendo efecto, mi entrepierna se estimulaba de un modo desorbitado y mi temple perdía su control para discurrir por ideas y sueños calenturientos.

Charlamos de la relación con su madre y como de bien le había sentado a ésta, abrirse de nuevo a la actividad y a la diversión, pero la muy astuta, aprovechó para tocar el tema del sexo y dejo caer:

-La relación contigo está siendo muy productiva, humanamente le has enriquecido y en el tema sexual, le has proporcionado pasión y gozo.

Me sorprendió tanto su aseveración, que la pregunté:

- ¿Y tú, como sabes eso, te ha contado algo ella?

-No, pero un día tuve la ocasión de escuchar una de vuestras sesiones y pude constatar que la disté un buen repaso, la facilitaste todo lo que una mujer desea cuando decide ponerse en faena.

Esta chica no tenía pelos en la lengua, decía todo con claridad, y siguió:

-Y por lo que veo y observo, no me extraña que mi madre jadease y gritase, tienes buena herramienta.

La muy jodida me estaba mirando el paquete y se había percatado de mi erección. Para que viese que no era un caballero sin salidas, reaccioné y ataqué.

-Oye Kristy, como comprenderás, después de la exhibición y el lucimiento que me has ofrecido de tus delicias, ¿no querrás que mi polla este en reposo?

-Es más, guapa, si quieres probar su consistencia y disfrutarla como tu madre, la pongo a tu disposición, o solo me has calentado para contemplar su tamaño y forma.

Se quedó tan sorprendida por mi discurso, que me susurró:

-Bueno, no me importaría catar tu instrumento, siempre y cuando me garantices que te vas a esmerar más que con ella.

Kristy era una golfa endemoniada, quería que la llevase al Olimpo de los Dioses, quería gozar salvajemente, sentir todo mi cipote en su máximo esplendor, y yo estaba dispuesto a otorgarla todo lo que pedía. La contesté:

-Kristy, te voy a premiar con los placeres de las orgias romanas y vas a saborear todas las percepciones sensuales que tiene el cuerpo humano, paseándote por la obscenidad del vicio para terminar, cayendo en la embriaguez de la lujuria.

Toda aquella verborrea la cautivó y dijo:

-Luis, vamos a mi habitación, estoy deseando que todas esas cosas que me has dicho se hagan realidad.

Nos dirigimos hacia su habitáculo, donde iba a tener lugar aquel ritual. Nos quitamos la ropa con prontitud, ella se quedó en bragas y sujetador, de color blanco y los zapatos negros de tacón, yo en slip.

Esta panorámica me permitió contemplar los dos grandes melones que poseía y sus deliciosas carnes, estaba para chuparla y no parar. Ella miraba el mástil de mi calzón, nos acomodamos y empezamos nuestro apareamiento con un buen morreo, jugamos con nuestras lenguas, esto sirvió para encender la chispa, nos despojamos de nuestra ropa interior, la quité el sujetador y cayeron por su peso dos esplendidas ubres, la bajé las bragas y quedó al descubierto su monte de venus, ella para compensar se deshizo de mi slip y pudo contemplar la rigidez de mi miembro y exclamó:

-Que pedazo de verga.

Le contesté: -Te gusta, verdad, eres un poco guarrilla.

Ella respondió: -No me extraña el entusiasmo de mi madre.

Le repliqué: -No te preocupes por eso, también va a jugar contigo.

La observé, con su rolliza figura desnuda, los zapatos de tacón que tanto me ponían, y me hervía la sangre de la excitación que aquella tigresa me producía. Comencé a sobar sus senos, los chupé y mordisqueé hasta saciarme. Ella lo gozaba y lo expresaba.

-Que bien me comes los pechos, mama que me fascina.

Cuando se sintió satisfecha del gozo recibido en esta zona, me sugirió:

-Luis, quiero que me comas el chichi.

-Sí, zorrita, yo te como lo que tu desees, pero para no descompensarnos vamos a hacer un sesenta y nueve y así te familiarizas con mi flauta.

Dicho y hecho, adoptamos la posición y nos dedicamos a proporcionarnos satisfacción y goce.

En el momento que apreciamos que nuestro interior ardía de la calentura, se subió a mi troncho y me deleitó con una cabalgada de órdago. Subía y bajaba como una amazona cabalga en su corcel, estaba tan mojada que se deslizaba sobre mi tallo con una facilidad y una fogosidad que me hacía estremecer de gusto.

-Aaah…,uum….., señor Luis, que vergota más esplendida tiene, que tiesa y dura se ha puesto, como me hace gozar, aaaah….me derrito.

-Saciaté golfa, aprovecha este semental que te va a poner fina filipina.

-Aaaah…, ooooh…..,señor Luis es usted un granuja, que rabo más juguetón tiene, como me pervierte.

-Zorra, disfruta de una polla que te va a llevar al paraíso, cabalga, desfógate.

-Aaaah….,uuumm…., señor Luis me está calentando, no sé hasta donde voy a poder aguantar.

-Acelera guarrilla, haz realidad tus sueños obscenos, tienes un pollón para tu deleite, desmádrate.

-Aaaah…., cabrón, como me estas poniendo, me viene, me viene, no aguanto máaaas…….

Le acompañé en sus movimientos, incrementando el ritmo de mete y saca para que llegase al summum, que se derritiese, que tocase la cima.

-Aaaah….., cabronazo, me corro, me corrooooo…….., que gustazo.

La jaca me tenía sobreexcitado, pero debía reprimir sus últimos envites para no vaciarme en su interior; lo soporté, como de costumbre, y cuando estaba a punto de eyacular, la indiqué:

-Ponte de rodillas para que me corra en tus tetas.

La rebocé bien de leche calentita sus senos y me premió con una última succión, que me dejo la minga reluciente.

Finalizada nuestra placentera fornicación, comentamos que la aventura había sido muy satisfactoria y que era digna de repetirse; acordamos mantenerlo en secreto y que Kaira estuviese al margen de este affaire, era lo más conveniente para todos. Se trataba de deleitarse y no de sufrir, y aplicamos aquel refrán que dice: “Ojos que no ven, corazón que no siente”. Es cierto que no existía ningún compromiso sentimental por cualquiera de las partes, pero podía tocar la invasión del espacio personal, tema muy delicado. Reflexionamos y concretamos que seguiríamos nuestro salvaje escarceo de manera confidencial.

Enviarme comentarios para mejorar, estimular y animar mi capacidad creativa. Correo luiscalenton35@gmail.com . Gracias amigos.