Historias del abuelo calentón (2)

Después de mi experiencia con aquella fogosa mujer, mi mente estaba un poco perpleja.Mi pensamiento me decía que placer, que goce, como había disfrutado.

HISTORIAS DEL ABUELO CALENTÓN (2)

Amigos lectores, después de mi experiencia con aquella fogosa mujer, mi mente estaba un poco perpleja. Mi pensamiento me decía que lo que había hecho no estaba bien, pero por otro lado que placer, que goce, como había disfrutado. Hacía tiempo que no sentía una satisfacción como esa, el poder tener una hembra con unos encantos tan placenteros y poderlos percibir de esa manera tan ardiente como ella los trasmitía hacía que al pensar en ello se me alterase la tensión, que mujer, que impetuosidad.

Habían pasado dos días desde nuestra noche loca y nuestro comportamiento era normal, como antes de lo sucedido, y aunque las formas eran las correctas, en el fondo tanto ella como yo sentíamos una vergüenza y a la vez un deseo. Se podría decir que existía un quiero, y un no debo, de ahí nuestras adecuadas actuaciones en nuestra relación. Siempre había dicho que mi nuera era una mujer elegante y correcta. Recordando los buenos momentos pasados con ella, me venía a la cabeza la caliente expresividad de mi nuera cuando estábamos realizando el acto, que manera de exaltarme y arrebatarme la calma, llevándome a un desbordamiento de la pasión.

Tras unos días de sosiego, aquella noche ocurrió lo que pasa cuando dos personas tienen una tensión sexual acumulada y reprimida, en cualquier momento se puede producir una pérdida del control y aparecer un excitante frenesí.

Eran las tres de la mañana y yo no había conciliado el sueño, me había levantado al servicio y de paso a tomarme un vaso de agua. Cuando estaba sentado en la cocina, reposando mi bebida, sentí como Nuria se dirigía hacia la cocina, ella no se dio cuenta de mi presencia. Abrió el frigorífico y saco la botella de leche para servirse un vaso. En ese momento pude ver que llevaba puesto un camisón negro transparente, que dejaba ver la esplendidez de sus pechos y su exuberante figura. Que tetas tan hermosas, me encantaba verlas y recordaba con gozo como había disfrutado de ellas, chupándolas, sobándolas y acariciándolas. Estos pensamientos hicieron que mi miembro levantara el ánimo de una manera inmediata.

Cuando cerró la puerta del frigorífico, se giró y se dio cuenta que estaba allí. Yo estaba en calzoncillos, pues me gusta dormir ligero y además no esperaba encontrármela a esas horas de la noche.

Al verme, me dijo:

-No te había visto, ¿No tienes sueño?

A lo que respondí:

-He dormido un primer sueño y ahora estoy desvelado.

Al hablar conmigo se acercó hacia mí, y aunque estaba oscuro, pude comprobar la trasparencia de su camisón y sus estupendos pechos, lo que produjo una reanimación de mi entrepierna. Al levantarme de la silla no pude disimular mi bulto y ella se dio cuenta, diciéndome:

-Suegro, veo que sigues alterado y que vas a necesitar ayuda para tranquilizar tu tensión.

Respondí:

-Es verdad, soy incapaz de controlar mis impulsos. Las sensaciones externas que recibo son tan excelentemente provocativas para mí que mis reacciones son inmediatas.

-No te preocupes, eso tiene solución.

Se acerco a mí y metió la mano dentro de mi slip. Empezó un frotamiento de testículos y pene que me proporcionó tal bienestar, que creía que me encontraban en el séptimo cielo.

Yo la apreté contra mí y comencé a sobarla todo el cuerpo, en particular el culo, para comprobar que no llevaba bragas, que excitación, he de reconocer que aquella mujer me sacaba de mis casillas.

Cuando me embriagué de su culo, después de un buen magreo, pasé a manosear sus tetas, a las que yo tanto adoraba. La quité el camisón y aquellos meloncitos quedaron a mi disposición, para mi disfrute y goce. Los chupé y mamé, hasta darme una buena hartanza. Que ricas estaban.

Ya estábamos los dos muy excitados y me dijo:

-Tienes el pene que echa fuego, es hora de disfrutar de ese volcán, quiero que me penetres y me hagas gozar como una yegua en celo.

Se puso apoyada sobre la encimera de la cocina y me ordenó:

-Penétrame, pero despacio, la tienes muy inflamada.

La fui penetrando poco a poco y el vaivén se fue haciendo cada vez más placentero.

Yo no daba crédito a la situación, tenía a mi nuera a mi disposición, con ese pedazo de culo tan rico que tenía y esas tetas que tanto me atraían, todo para mí. Que espectáculo.

Y empezó su excitante expresividad, que tanto me ponía:

-Suegro clávamela, dame fuerte.

-Ah, ah que placer me das, tu sigue, no pares, haz disfrutar a la zorrita de tu nuera.

-Quiero sentirla más dentro.

Aquello era una ambientación que hacía que esa mujer me pusiera como un potrillo y yo obedeciera a todas sus peticiones.

-Suegro quiero sentirte más dentro de mí.

-Oh, oh que rico, que dura se te pone, que bien me lo haces.

-Ah, ah sigue, acelera, dame todo el placer del mundo.

-Me vas a llevar al éxtasis Nuria, respondí yo.

-Tu no pares.

Yo me agarraba a sus tetas, se las sobaba, se las estrujaba, disfrutaba de ellas, con un placer que inundaba todo mi cuerpo.

Cuando estuvo muy acelerada, viendo que estaba próxima a llegar al orgasmo, aceleré los movimientos de mete y saca, de una manera suave, con ritmo, que ella disfrutara.

Sus palabras eran significativas que lo estaba pasando bien.

-Oh, que rico lo haces suegro, me encanta, no te pares.

-Oh, haz que me corra, que polla más juguetona tienes, me encanta tenerte dentro de mí.

-Ah, oh, me corro, me corro, que rico.

Había llegado y había disfrutado inmensamente. Esto siempre había sido un tema de los que más orgulloso me sentía, saber que la mujer con quien hacia el amor o el sexo quedaba satisfecha.

Después de su culminación, le dije que evitásemos complicaciones y que debía correrme fuera.

Ella se puso de rodillas, cogió mi pene y se lo metió en la boca, empezó una sofisticada mamada, chupándome el glande y jugando con su lengua a lo largo de mi prepucio. Subía y bajaba y mi miembro gozaba sin parar, hasta que no resistió más y salió la leche. Me corrí sobre sus tetas y mi satisfacción fue plena.

Otra vez habíamos pecado, que pedazo de polvo habíamos disfrutado. Es verdad que pecar es malo, pero cuando percibes esas sensaciones es imposible resistirse.

Espero que os haya gustado y os seguiré contando mis historias.