Historias del abuelo calentón (19)

Aitana, nieta de un amigo,se convirtió en mi alumna, era una joven provocadora y desafiante, que me excitó con sus armas de mujer.

HISTORIAS DEL ABUELO CALENTÓN (19)

Habían pasado unas semanas del atracón con mi nuera y su amiga, deambulaba por el día a día y llevaba mi vida con orden y sosiego. Cuando uno llega a cierta edad lo que busca es tranquilidad y tomarse las cosas con calma. El problema en mi interior había sido siempre ese furor y esa actividad sexual que me han mantenido en constante acción; mis pensamientos y mis calenturas han sido un hábito que he tenido que moldear y adaptar a mi conducta formal y sensata, sin embargo, he aprovechado las oportunidades que me ha dado el devenir diario para disfrutar y gozar lo máximo posible.

Un día, transitando en mi singladura habitual, me encontré un amigo del barrio y me comentó que sabía de mis conocimientos matemáticos, de la dedicación que había ejercido en mi época más juvenil dando clases particulares. Se dirigía a mí porque tenía un pequeño problema familiar con una nieta, la cual era mala estudiante, y querían que por lo menos terminase los estudios básicos para que tuviese una titulación mínima que la permitiese acometer el mercado laboral con algún éxito. Mi paciencia, persistencia y oratoria le habían gustado siempre, por supuesto en lo económico tenía la certeza que no habría problema, y por esto me veía la persona idónea para dar clases a su nieta.

La niña tenía 19 años, se llamaba Aitana. Le di mi dirección y acordamos que iría a mi casa al día siguiente, sobre las 11,00 horas. Para mí aquello era un reto que me devolvía a un tiempo anterior, permitía que mi cerebro se desempolvase y mi actividad se intensificase para acometer aquel lance. La chica se presentó a su hora, cuando abrí la puerta me encontré con una fémina de 1,72 cm. de estatura, pelo y ojos castaños, delgada con buenos pechos y una cara linda. Vestía una falda hasta las rodillas, una blusa holgada y zapatos de medio tacón; olía muy bien, su perfume embriagó mi olfato y me dejó aturdido, era una sensación agradable, de seducción.

Comenzamos la clase y la fui introduciendo en el mundo de las cifras y los números, era una adolescente avispada y despierta, pero pasota. Durante la lección nuestro contacto se fue haciendo cada vez más cercano, intenté que se sintiera a gusto y comprendiera todos aquellos conocimientos que yo la podía trasmitir. De vez en cuando la miraba, su rostro era bello; al pegársele la blusa al cuerpo se notaba que la naturaleza le había dotado de buenas tetas y en algún momento que se levantó, observé también su cuerpo para consolidar que era una hembra apetecible, estaba muy buena. Mi mente calenturienta empezó a funcionar, era una joven que tenía un polvo muy rico. Entre mis pensamientos y el aroma que desprendía hicieron que mi miembro empezase a emerger.

Pasado un tiempo y cuando ya estábamos casi acabando la clase, las cuales habíamos acordado que durasen dos horas y dos días a la semana, martes y viernes, se la notaba que ya se había habituado a mi presencia y su seriedad y expectación de comienzo, se habían transformado en interés y curiosidad. Yo, por mi parte, como de costumbre, luchaba porque mi bulto no se notase demasiado, se podía percibir un buen paquete, pero era susceptible de disimular.

Terminó la clase y Aitana se despidió:

-Señor Luis, hasta el próximo día. Me han gustado sus explicaciones, ha sido muy didáctico  y ha estado usted muy bien, pero hay que poner más carne en el asador .

Me dejó perplejo con su aseveración, que había querido decir la criatura con aquello.

Durante los siguientes días le di vueltas a la frase, pero no llegué a conclusión alguna, todo había transcurrido con normalidad y mi inflamación había sido discreta, o eso pensaba yo.

El viernes llegó la siguiente clase, abrí la puerta y me encontré una Aitana provocadora y desafiante, venía con falda corta, una camisa ceñida que le resaltaba su pechonalidad, zapatos de tacón y se había maquillado portando un color rosa sugerente en sus labios. Al verla me quedé anonadado, me impresionó de tal manera que tuve que reaccionar para disimular mi cara de pasmado. Ella notó mi estado de sorpresa y supo que me había deslumbrado de manera exagerada. La hice pasar y empezamos nuestra clase, a medida que pasaba el tiempo me costó horrores permanecer al lado de aquella tigresa y no meterla mano por todos los atributos que le había proporcionado la madre naturaleza. Traté de calmarme y adecuarme a mi función de profesor. En el transcurso de las explicaciones nos fuimos arrimando, yo sin querer, miraba disimuladamente sus hermosas piernas, su falda corta favorecía que me mostrase sus mullidos muslos (que par de jamones). La muy astuta se había desabrochado algunos botones de la camisa y podía divisar el estimulante canalillo de sus esplendidas tetas. Todo esto unido a sus rozamientos conmigo, el aroma de su perfume y la cara de viciosilla que presentaba, formaba un cóctel que empezaba a desarbolar mi bragueta. Sus toqueteos se fueron haciendo continuos y su acercamiento cada vez era más próximo; mi verga estaba en constante transformación, sentía que mi cohete podía despegar en cualquier momento, esta leona quería conseguir excitarme al máximo.

A pesar de su juventud, le encantaba jugar con fuego; ahora comprendía lo de “toda la carne en el asador”, me estaba estimulando con sus dotes de seducción, mi cipote manaba lava como un volcán y no sabía hasta cuando podría reprimirme. El bulto se hizo patente en mi pantalón, pero yo era un caballero y tenía que contenerme y dominar aquellos impulsos carnales; ella, la cachonda, seguía echando más madera, quería que me quemase. Disimuladamente me golpeó en mis partes nobles y comprobó que mi miembro estaba erecto, esto la sirvió para decirme:

-Señor Luis, se le ha puesto la polla dura.

Reaccioné para estar a su altura, pues ya no podía más.

-Sí guapa, es que me gusta obsequiar a las niñas traviesas con un buen caramelo.

-Señor Luis, es usted un picantón, pero vamos a ver su caramelito.

Me bajó la cremallera, me sacó el capullo y exclamó:

-Que vergota más rica, se la voy a devorar.

Inició un juego con su lengua sobre mi falo, recorriendo toda su longitud y deteniéndose en el glande, para deleitarme con unas circulaciones alrededor de él que me llevaron a otro firmamento, que delicia me hacía sentir aquella joven guerrera.

Mientras tanto, yo desabroché su camisa y metí mis manos entre sus senos para cautivarme y gozar de sus esplendorosos atributos, sobé y estrujé sus tetas para así satisfacer mis instintos lujuriosos. La quité la falda y las bragas, procediendo a masturbar su chocho y deteniéndome en su clítoris, para sugestionarla y hacerla percibir los placeres de la sexualidad.

Aquella loba disfrutaba, era joven, pero se encontraba en su hábitat. Cuando sintió que su estado era muy ardiente, me despojó de pantalones y slip, me montó como una amazona se sube en su corcel y me cabalgó como una vehemente. La miré y me regocijé de poder poseer, chupar y saborear aquel extraordinario busto; su cara de adolescente pervertida, sus movimientos de traqueteo que hacían golpear su culo contra mis huevos y su expresividad, me producían tal extenuación de placer que me sentía fuera de sí.

- Señor Luis, su polla me estimula y me pone muy caliente.

-Muévase, clávemela, me gusta sentirla muy adentro.

-Démela toda, fólleme duro, durooo……….umm……asíiiiii…..…asíiiii…, que rico.

Cuando se cansó de la pose, me manifestó su intención de cambiar de postura.

Se puso sobre la mesa de estudio y la fui penetrando poco a poco, la zorra se contoneaba de gusto cada vez que la proporcionaba un envite.

-Me encanta esta posición, siento toda su verga, que sensaciones más ricas me producen.

-Siga dándome, que disfruteeee…., que gozada, que rabo más maravilloso tiene.

Mi porra entraba y salía de su merengue y nos proporcionaba satisfacción y lujuria.

Aquella hembra era sensacional, su juventud no era obstáculo para desarrollar toda su fogosidad e impetuosidad sexual, era una diosa del olimpo llegando al summum del placer.

Fui aumentando mi ritmo de mete y saca, la jaca me lo exigía, quería que la diera más fuerte y yo me aplicaba en sus peticiones.

-Señor Luis métame todo su vergota, hasta el fondo, quiero sentir sus huevos en mi culo.

-Deme fuerte,  así, asíiii…., me derrito, que bien, que bieeeennn………

Cuando ya no pudo más, culminó su orgasmo y su satisfacción fue plena. Yo aguanté un poco más, para evitar problemas, ya tenía experiencia en estos menesteres, entonces la saqué mi polla para que me proporcionase una mamada que acabase con toda mi energía sexual. Así lo hizo, me obsequió con una suculenta comedura de rabo, que terminó con una corrida de leche calentita sobre su cara, lo cual me produjo agrado y satisfacción, había conseguido complacer a una hembra joven que lo había pasado fenomenal con el abuelo.

Nos despedimos y su frase fue:

-Señor Luis, “ A los santos y a los tontos los tienta el diablo más pronto”., nos vemos el próximo día, disfrute.

Enviarme comentarios para mejorar, estimular y animar mi capacidad creativa. Correo luiscalenton35@gmail.com . Gracias amigos.