Historias del abuelo calentón (15)

Roxana, la maciza vecina de mi hijo, era una buena candidata para mi próximo sueño erótico.

HISTORIAS DEL ABUELO CALENTÓN (15)

Tras un recorrido por mis primeras aventuras y mi introducción en el mundo de la sexualidad, vuelvo a retomar el sendero de la actualidad y os cuento el desarrollo de mi vida presente. Mi actividad libidinosa había sido intensa pero excitante; me permitió conocer a algunas de mis vecinas y el tiempo que dediqué a atender y complacer a estas mujeres fue gratificante. Ahora seguía contemplando el día a día y me encargaba de las cuestiones que iban surgiendo, y así fue como apareció la siguiente aventura. Un día mi hijo me mencionó que había recibido quejas de sus vecinos de abajo; tenían algún problema de agua pues les estaban calando en su cuarto de baño. Como yo estaba disponible, me pidió que me ocupase de solucionarle dicho problema, ellos estaban muy ocupados con sus jornadas laborales.

Recordaba de haber oído hablar de estos vecinos a mi nuera, era un matrimonio singular; él, abogado de porte cuidado pero delgadito; ella, mujerona, robusta, alta 1,75 cm., 38 años de edad, rubia de ojos claros, con buena delantera y estupendo trasero; según comentaban bastante ordinaria en contraposición con su marido, que era recatado y fino en su proceder.

Su contraste era para ellos motivo de mofa, argumentaban que eran como “el punto y la i”, totalmente opuestos y diferentes. Yo siempre me he convencido que todo en la vida tiene su porqué, polos del mismo signo se repelen y de signo contrario se atraen. Quizás ellos se complementasen, así cada uno pudiera tener lo que el otro añoraba.

Decidí visitar a esta peculiar pareja para resolver la tarea que se me había encargado.

Me abrió la puerta Roxana, que así se llamaba la maciza vecina en cuestión y mi visión fue muy satisfactoria, su rostro era bello, pero estaba quizá, maquillada en exceso, esto le daba una apariencia de viciosilla y buscona. Me presenté y le expliqué el motivo de mi visita. Llevaba puesto un vestido ceñido por encima de las rodillas que le hacían resaltar sus apretadas carnes, acompañado de unos zapatos de tacón alto, todo de color blanco. Era una mujer rellenita, pero tenía muy bien distribuidos sus kilos. Su aspecto me causó morbo y mi mente comenzó a pensar que aquella hembra era una buena candidata para mi próximo sueño erótico, y mi lema era convertir en realidad mis citados sueños.

La miré y la examiné, era una fémina de bandera, de las que hay que tomar para darte un buen atracón. De las habladurías de mi nuera sabía que era una mujer muy activa en lo sexual, sus dormitorios coincidían en la distribución del edificio y ella la había criticado por los sonidos y gritos que propagaba cuando fornicaba con su marido, decía que era una leona y que al pobre marido lo tenía consumidito; mucha mujer para tan escuálido hombre. Recordar todas esas aseveraciones y tenerla enfrente de mí en ese momento, me produjo una carga eléctrica de gusto; ya empezaba a elucubrar con mi entrepierna y mi imaginación calenturienta gestaba su película.

Estuvimos viendo el problema y debatiendo la solución, su proximidad me encantaba, pero se me hacía poco trofeo; mi vista se deleitaba y mi mente se regocijaba con sus pensamientos obscenos, pero yo necesitaba satisfacer mis impulsos carnales. Terminamos nuestra conversación y para su tranquilidad, quedé con ella para informarla de todos los trámites con el seguro. Era mi primer contacto con esta loba, la cual ya tenía en mi agenda para seguir dando rienda a mis sueños eróticos.

Una vez tuve todos los datos para el arreglo, fui a visitarla de nuevo por la mañana, pues sabía que durante este periodo su marido no estaría, me recibió y me hizo pasar al salón. Vestía una camisa blanca con falda por encima de la rodilla y zapatos de tacón negros, estaba otra vez muy maquillada, como de costumbre, esto le daba un aire de mujer apasionada y libidinosa. La di todas las explicaciones de la reparación y se quedó muy conforme. Al terminar me ofreció un refrigerio, lo cual agradecí; además como ya era nuestro segundo encuentro, la conversación transcurrió de una manera más distendida, se notaba que se sentía sola y que le gustaba hablar, añoraba falta de compañía.

Me contó que no tenía hijos porque siendo más joven había tenido un accidente y la dejó estas secuelas, habló de su marido argumentando que era buenísimo y que la tenía como una reina, pero que por su trabajo no la dedicaba el tiempo que ella deseaba; poco a poco se fue sincerando. Yo también la conté de mi viudedad y de mi soledad, la charla se fue haciendo más amena y nuestra proximidad se fue acortando, los temas le gustaban, la proporcionaban relajación y sosiego, le agradaba departir conmigo. Yo estaba encantado que se pegase a mí, era una manera de sentirla y así es como lo percibió mi rabito que comenzó a alterarse. La conversación seguía y me declaró ciertas intimidades, contándome que como era ama de casa y un poco curiosa, le gustaba otear la actividad vecinal, de hecho, sabía de mi estancia en casa de mi hijo. Se confesó y me dijo que un día había escuchado como me había empotrado a mi nuera. Aquello me hizo ponerme de todos los colores, que vergüenza, aquella mujer sabía secretos míos, muy íntimos y pecaminosos. Me manifestó que me tranquilizase, que nada saldría de sus labios.

Sabía que ella, era muy criticada por su aspecto y sus maneras, pero que todo el mundo siempre tenía algo porqué callar. La exterioricé mi bochorno y la comenté que estaba verdaderamente consternado, su información me había desarticulado; me notó tan descompuesto y afligido que me reconfortó con un abrazo, acto que me alivió y me animó. Traté de justificarme con ella y la expliqué que era un hombre muy fogoso y ardiente y que como consecuencia de la muerte de mi mujer me había venido un poco abajo, no había tenido contacto alguno con mujeres y había encontrado cariño en mi nuera, que había sido muy gratificante y fortalecedor.

Me volvió a abrazar de nuevo y el contacto con ella significó consuelo y bálsamo a la vez. La devolví el abrazo, apretándola estrechamente, juntamos nuestras caras y decidí que era el momento de obrar; mi rostro se deslizó suavemente sobre el suyo y la convidé a unir nuestros labios, respondió a mis impulsos, nos besamos apasionadamente continuando con un estimulante juego de lenguas que subió nuestro calor corporal.

Nuestros abrazos pasaron a ser manoseos, para transformarse en sobeteos y disfrutar de nuestra sexualidad. Nuestro estado febril nos llevó a tocar nuestras zonas más erógenas. La desabroché la camisa, la quité el sujetador y quedaron a mi vera sus hermosas tetas, las cuales sobé y sobé hasta desgastarlas; de ahí pasé a bajarle la falda y arrebatarle las bragas, manipulé delicadamente su clítoris para que experimentase un placer que la llevase a un clímax de delirio. Ella mientras tanto me desposeyó del pantalón, se sumergió debajo de mi slip para obsequiarme con una buena paja que revitalizase mi verga. Los dos estábamos desenfrenados, ávidos de deseo, de percibir la sexualidad en todo su apogeo. Aquella tigresa era un vendaval y yo estaba encantado con ella y mi deseo era que ella se sintiese a gusto conmigo.

Seguí disfrutando de todos sus atributos, atendiendo sus necesidades carnales para que gozase como una reina. Cuando su clímax fue máximo, me susurro:

- Luis estoy muy caliente y necesito más, quiero que me folles.

-Roxana soy tu caballero y mi lanza está a tu disposición.

-Me encandilas con tus palabras, estoy deseando notar tu polla dentro de mí.

-Roxana eres una mujer muy ardiente y por esto te voy a dar todo el placer que necesites.

-Acomódate en el sofá, que quiero cabalgarte, quiero ser tu yegua y que seas mi semental.

-Súbete Roxana que te voy a hacer ver las estrellas del firmamento.

Tomó mi miembro y se lo introdujo, comenzando un movimiento de sube y baja, lo cual nos produjo unas sensaciones tan placenteras que nuestras expresiones se hicieron vehementes.

-Aaaah Luis que sabrosito, que vergota tienes, que bien me sienta.

-Roxana que delirio, me encanta que seas tan cachonda.

-Clávela fuerte, quiero sentirla profundamente.

-Tómala toda, te la voy a meter hasta el fondo.

-La siento, que ricoooo…., que gusto.

-Muévete Roxana, sigue así, que vaivenes tan deliciosos.

-Luis aaah…., aaaaah….., como me gusta esto, dámelo, dámelo todo.

-Toma zorra, disfruta de mi cipote, cabalga, acelérame.

-Luis cabrón, como se te pone, que dura la tienes, me fascina.

-Aaaah…., aaaaah…., cabalga yegua, quiero ser tu semental, cabalga zorrona mía.

-Cabrón, esto sí que da gusto, dame fuerte, dame fuerte, acelera.

-Roxana estoy muy excitado, no voy a poder aguantar más.

-Dame un poquito más Luis, quiero seguir gozando.

Aquella tigresa era insaciable, como follaba, era una Diosa de la lujuria, me llevó al paraíso y me trasportó a un mundo de sensualidad, qué disfrute, qué obscenidad más rica.

Aumenté mi ritmo para que aquella hembra llegase a su summum.

-Aaaah…..,aaaaah…., Luis que bien me lo estás haciendo.

-Estoy que echo fuego, me voy a correr.

-Aaaaah, que movimientos, aaaah….. me viene, me vieneeee…., me corrooooo…..

Seguí dándole estopa y los dos terminamos con un esplendoroso orgasmo. Cuando acabamos y estuvimos normalizados, charlamos para volver a tener otro encuentro de sexo loco, pero esto será tema en otra historia.

Enviarme comentarios para mejorar, estimular y animar mi capacidad creativa. Correo luiscalenton35@gmail.com . Gracias amigos.