Historias del Abuelo Calentón (11)

Mi primera experiencia con una chica, amiga de mi prima, mayor que yo y una fémina muy caliente.

HISTORIA DEL ABUELO CALENTÓN (11)

Rememorando mis primeras experiencias en el fantástico universo de la sexualidad, recuerdo el suceso vivido con una chica, un poco mayor que yo, Nora. Era amiga de mi prima Carmen y tenían un grupo de cinco o seis amigas veinteañeras. Solían venir a practicar bailes a casa de mi abuela, lugar donde toda la familia morábamos en verano, cuando íbamos al pueblo. Mi abuela tenía una troje, lo que hoy llamamos bohardilla, y allí era donde pasábamos muchos ratos de ocio y entretenimiento en el tiempo estival.

Aunque eran unos años mayores que yo, me gustaba curiosearlas y ver como se movían con sus coreografías. Un día mi prima me mencionó que podía unirme a ellas y aprender a bailar rumbas.

Me animaba porque era una manera de triunfar con las chicas en el baile. Con las rumbas solías tener éxito y bailar porque a todo el mundo le gustaban, eran alegres y alentaban a compartir dicha música en pareja.

Así lo hice, me uní a ellas por las tardes que venían a practicar; y ensayando con unas y con otras fui aprendiendo a bailarlas.

Guardo una gratificante huella de la cantidad de cosas buenas que pude aprender en mis vivencias en el pueblo. En la ciudad todo era más controlado y dirigido por los padres, el pueblo te daba libertad de movimiento y acción, podías ser tú mismo, el concepto de amistad era más amplio, se compartían más momentos y más experiencias con los amigos, con los vecinos, con los mayores.

Llegó el fin de semana y tuve que poner en práctica mis conocimientos de danzarín. Las amigas de mi prima me ayudaron a afianzarme en mi dinamismo rumbístico, y la verdad es que lo pasé estupendamente. Bailé con un par de ellas y ellas se lo pasaban bien con mi candidez de chico más joven. Posteriormente ponían las canciones lentas y cada uno se iba a su rincón, ellas a esperar a que las sacasen a bailar su príncipe azul y los chavales a sumar calabazas debido a los noes que las féminas daban a su petición de baile.

Cuando llegó la segunda tanda de rumbas terminé bailando con Nora y antes que se me escapara, porque empezaban las lentas, la pregunté “si quería seguir bailando”; me contestó “que sí”. Nora tenía 20 años, morena, pelo largo, metidita en carnes con buenos pechos y buen trasero, su cara era agradable. Era una chica que resultaba apetitosa; no tenía pareja y tenía fama de ser un poquillo calentorrilla. Con mi poca experiencia bailé con ella de forma correcta y caballerosa, como un joven debe hacer, pero eso a ella no le hacía tilín. Se me fue pegando poco a poco y noté como sus abultados pechos se estrechaban contra mí. Mi pájaro comenzó a inflamarse, no quería que se me notase, pero ella se juntaba cada vez más. Cuando estuvimos bien unidos, fui consciente que estaba sintiendo el bulto de mi paquete; a ella no le importaba, disfrutaba haciéndolo sufrir. Opté por ser obsceno y le arrimé bien la bragueta, que sintiera el tamaño de mi vástago, le gustaba, no hacía nada por retirarse.

Cuando terminaron las piezas, le dije “qué si quería que diésemos un paseo”, me contestó “que bueno”; esto para mí ya era señal que estaba dispuesta a tener guerra.

Por entonces todas las parejas que querían tener intimidad marchaban a un parque que había a las afueras del pueblo, allí desplegaban todos sus reprimidos instintos carnales. Fuimos paseando hacía el mismo, nos metimos en su oscuridad, pues no había alumbrado alguno y buscamos uno de los bancos de madera que allí posaban. Empezamos a charlar del pueblo y la diferencia de vida entre éste y la ciudad, disimuladamente se me fue acercando, yo también puse mi brazo sobre su hombro, hablamos también de las relaciones que habíamos tenido. Le dije que tenía amigas, pero nada serio; ella me mencionó que había tenido escarceos, pero tampoco nada formal. De oídas sabía que era muy ardiente y que le gustaba coleccionar amantes.

Llevaba puesto una camisa y una falda por encima de la rodilla, con sus taconazos. Iba muy maquillada, con un rojo intenso en sus labios que llamaban la atención. Al sentarse en el banco, la falda se le quedaba corta y mostraba unos suculentos muslos que pedían comérselos.

Con la conversación fuimos alcanzando confianza y rozándonos más frecuentemente. La miraba y me daba morbo; era mayor que yo, con un buen par de tetas, unas macizas piernas, un trasero de escándalo y su cara de viciosilla. Mi lanza se iba calentando y el tamaño crecía. Ella que estaba curtida en mil batallas dejaba caer su mano, de vez en cuando, sobre mi bragueta y de manera recatada, moviéndola, me alteraba y la servía para comprobar que se hallaba morcillona; que astuta era, yo todavía me sentía cortadillo. Ella siguió toqueteándome, la muy golfa quería calentar bien mi verga. Empecé a tener sudores y a pensar con lo de abajo y no con mi testa. Bajé mi mano del hombro y la metí entre la camisa para comenzar a sobar una teta. Acerqué mi cara a la suya y la metí mi lengua en su boca, al instante estuvimos en un intercambio de jugos salivales que nos deleitaron y sirvió para subir la temperatura. Ella que era muy activa bajo la cremallera y comenzó a masajearme el miembro viril, con un frotamiento que me puso cardiaco.

-¿Te gusta Luisillo?

-Me encanta Nooora.

Respondí con temblores de gusto a sus calentamientos. Inicié un sobeteo de pechos que me llevaron a desabrocharla la camisa para encontrarme con sus buenas tetas guardadas en un moderno sujetador. Ella, mientras tanto seguía subiendo el ritmo del magreo a toda mi entrepierna, me estaba pajeando con una mano y con la otra me acariciaba los testículos. Se la veía hábil en el manejo, la muy calentona.

Al querer quitarle el sujetador tuve alguna dificultad, pues se habría por delante; ella echo una sonrisa a costa de mi bisoñez. Yo pensé, cuando te meta mi estaca te vas a reír zorra. Al abrir el sujetador cayeron dos buenos melones, se los empecé a manosear y a jugar con sus aureolas, dicho juego hizo que se le pusiesen los pezones tiesos. Me gustaba como se estaba desarrollando la situación, cada uno funcionaba para poner más cachondo al otro.

Mi tallo estaba como el palo de la bandera y mi cuerpo caliente con el aceite hirviendo, la muy leona había tocado bien mis partes nobles y me tenía cardiaco.

La metí la mano entre las bragas para deslizarme suavemente por clítoris, la froté sus labios vaginales hasta lograr que estuviese húmeda, la introduje los dedos en su almeja y comencé un movimiento que le transportase a otra galaxia; se relajó y se dejó hacer. Gozaba y se llenaba de placer.

El clímax estaba en órbita, aproveché y le bajé las bragas; se encontraba tan caliente que no quiso subestimarse y actuó, se puso en pie y sacándome la polla del pantalón, se la preparó bien, para sentarse encima de ella, como si de un trono se tratara. La agarró fuertemente y se la introdujo lentamente hasta engullirla en toda su extensión. Apoyó los tacones en el banco y comenzó un traqueteo de sube y baja que me extasió.

Ella susurraba:

-Luisillo que herramienta usas, me gusta, aaaah…..ooooh……, que rico.

-Para que te dé placer zorrita.

-Aaaah….., me encanta sentirla dentro, que pedazo de estaca.

Me hizo recordar mi anterior pensamiento. Me concentré para acumular más riego en mi miembro y que así, ella lo palpase con más intensidad, además a la vez la agasajaba con un buen envite. Ella reaccionó y dijo:

-Luisillo que salvaje.

-Toma leona, disfruta de tu semental, que te voy a poner fina.

-Aaaah….,aaah…..,oooh…,oooh…., cabrón como se te hincha.

Yo seguía dándole empellones para que sintiera aquel proyectil dentro de ella.

Se aceleró y dijo:

-Luisillo, malote como me torturas con tu ajetreo, pero no pares que me gusta.

-Te voy a hacer sentir lo que es cabalgar un potrillo indomable.

-Ooooh…., umm….., que cipote más activo tienes, que propulsión.

Seguí con unos buenos meneos que le hicieron contonearse de placer. Aquella guarra estaba gozando como una perra.

-Aaah….. Luisillo me estoy poniendo muy malita, que ricoooo…… bebito.

Aquella palabra me encabrito, me llamó bebito, comencé a incrementar mi actividad para ponerla más cachonda y que no pudiera resistirlo, así fue.

-Luisillo que vibraciones, que marcha, aaah…,aaah…., cabrón no pares, dame toda tu polla, dámela toda, aaaah…..

-Toma tigresa, disfruta mi mástil, siéntelo dentro pedazo guarra, como me calientas.

Me agarraba fuertemente a su culo y se la clavaba toda; ella botaba y botaba hasta que:

-Oooh…. Luis que polvo, oooh….,aaah….., me corro, me corroooooo……

Yo estaba en el summum, pero tenía que controlar, aguanté lo que pude y cuando iba a estallar, le dije:

-Bájate que me corrooooo…..

-Ponme tus tetas que te bañe con mi leche, menéamela guarra, asíiii…..,asíiiiii…….hasta que me corra, síiiii…….. no pares, me viene, aaah…..aaaah…

Me corrí y la llené sus grandes pechugas de lefa. Había sido un polvo desenfrenado, pero muy ardoroso. Me supo a gloria y además me cepillé a la calentona.

Enviarme comentarios para mejorar, estimular y animar mi capacidad creativa. Correo luiscalenton35@gmail.com. Gracias amigos.