Historias del abuelo calentón (1)

Amigos lectores, aquí empiezo un camino de aventuras que denominaré “historias” porque son experiencias agradables que me han sucedido.

HISTORIAS DEL ABUELO CALENTÓN (1)

Amigos lectores, aquí empiezo un camino de aventuras que denominaré “historias” porque son experiencias agradables que me han sucedido. Espero que os gusten y que disfrutéis con ellas como yo lo hice en su momento.

Mi nombre es Luis, tengo 64 años y acabo de sufrir hace unos meses la perdida de mi mujer por una de esas malas enfermedades que existen en la actualidad. Al quedarme solo, mi hijo pensó que era buena idea irme a vivir con él y su esposa durante un tiempo, para aliviar mi pena. Mi hijo Luis tiene 42 años y trabaja de comercial en una gran empresa, viajando bastante a menudo. Mi nuera Nuria tiene también 42 años y es una mujer de aspecto agradable, no es un bellezón pero resulta llamativa. Mide 1,65 cm. y tiene un cuerpo muy proporcionado, mujer atractiva por sus excelentes pechos y su buen culo. Yo siempre me fijaba en ella por sus buenas curvas, y por ser una mujer muy elegante; pero siendo la mujer de mi hijo era fruto prohibido.

Ella trabaja en una empresa de marketing, con lo cual siempre iba muy arreglada, llevando faldas y camisas ceñidas que resaltaban las excelentes curvas de su figura, unido a sus zapatos de tacón que estilizaban sus exuberantes piernas.

De su matrimonio tenían una hija, mi nieta Paloma de 18 años, que actualmente se encuentra estudiando en el extranjero.

Pero dejémonos ya de presentaciones y pasemos a la historia.

Después de pasar varios meses en casa de mi hijo y llevar una vida tranquila y sosegada, he de decir que estoy prejubilado por obligación, me sentía aliviado. La convivencia había sido muy gratificante, tanto mi hijo como mi nuera me habían hecho la vida cómoda, sencilla y llevadera, intentando que mi estado de ánimo fuera mejorando a medida que pasaba el tiempo. Y de verdad que lo habían conseguido, yo me sentía más alegre y con ganas de afrontar una nueva etapa en mi vida.

Respecto a mi aspecto he de decir que me considero un hombre resultón, no soy guapo, pero tengo una chispa. De corpulencia fuerte, con 1,72 cm. de estatura.

Empecé a arreglarme con más interés, a salir, a pasear y a tomar alguna copilla. Mi nuera lo notó y de vez en cuando me piropeaba, en broma, y me decía frases como:

“Vaya suegro, te las vas a llevar todas de calle”.

Yo no le hacía mucho caso, pero de vez en cuando me fijaba en ella, contemplaba una mujer con un cuerpo deseable, sus tetas eran grandes pero proporcionadas y tenía un culo que con las faldas ceñidas que llevaba hacía que mi mente se fuera por terrenos peligrosos, además con los zapatos de tacón que solía llevar, me encendía más todavía. Mi pene se ponía duro cuando pensaba en todos sus encantos. Un día cuando regresó del trabajo, yo estaba trasteando en la cocina como siempre, pues me gusta cocinar, y en sus movimientos alrededor mío, su culo rozó mi entrepierna, mi pene enseguida se sintió aludido y se puso en guardia, yo quería estar tranquilo pero la sangre fluía por mi miembro y el muy osado se puso algo tieso.

Ver a esa mujer con ese culito y esos pechos era demasiado para estar sereno.

Ella estuvo por la cocina un rato y los contactos, aunque espontáneos, hacían que mi cuerpo se alterase sin quererlo. Ahí quedó la cosa, yo no sé si ella se habría dado cuenta de mi excitación, pero yo me sentía mal.

Pasaron días y mi mente empezó a pensar en caliente, quiero decir que tenía pensamientos impuros hacia mi nuera, pero me trataba de convencer que no era lo adecuado.

Una semana que mi hijo estaba de viaje, sucedió que por la noche mi nuera y yo estábamos viendo una película y se quejó que tenía algo de frio, yo le dije que yo estaba calentito pues normalmente tengo una temperatura corporal elevada, que se acercase para que la diera algo de calor; se arrimó y comentó:

-“uy, es verdad que temperatura más buena tienes”.

Su cuerpo cada vez fue pegándose más al mío y eso hizo que mi miembro empezase a reaccionar. Sin querer movió sus manos y se golpeó contra mi pene, se pudo dar cuenta que aquello estaba alterado. De nuevo, en otro movimiento, volvió a golpear mi pene, yo ya no sabía qué hacer y como calmar aquella erección. Ella tenía un vestido de andar por casa pero que resaltaban bien sus pechos y al ser un poco corto dejaba sus piernas al aire, que jamoncitos. Se podía adivinar que llevaba sujetador y un tanga de esos minúsculos que usan hoy.

Cuando más alterado estaba y luchando por bajar mi calentura, me dijo mi nuera:

  • ¿Suegro estas malito?

Yo le contesté:

-No, pero ¿Por qué me preguntas eso?

Ella respondió:

-Porque te veo muy alterado en la entrepierna.

Esto me dejó sin palabras, pero reaccioné y le contesté:

-Perdóname nuera, pero como hace tiempo que no tengo una mujer tan cerca, mira cómo se ha puesto el pajarito.

-Bueno, no te preocupes, yo si quieres lo puedo calmar.

En ese momento puso su mano sobre mi pantalón y empezó a masajearme el miembro.

Aquello para mi era sensacional, pero soñaba que podían venir cosas mejores.

Yo tenía puesto un pantalón corto de deporte y esto hacía que su magreo fuese más sensible y gustoso, mi pene cada vez estaba más duro y ella dándose cuenta decidió meter la mano por dentro.

-Oh que pedazo de rabito tienes suegro, que erección más rica.

Yo mientras la sobaba los pechos, la manoseaba el culo, disfrutaba de ella; me faltaban manos para tocar tanta cosa rica. Esta mujer me estaba trastornando, pero a la vez estaba gozando de tanto placer.

Como pude le quité el vestido y el sujetador y quedaron al descubierto aquellos inmensos pechos, que belleza, y yo estaba allí disfrutando de ellos. Se quedó con el minitanga que llevaba; aquello era un espectáculo. Ella jadeaba y decía:

-Disfruta suegro.

Aquello a mí me apasionaba más todavía. Le dije Nuria:

-No hacemos bien con lo que estamos haciendo.

Y ella contestó:

-Suegro soy tu doctora y te estoy curando.

Más calentura todavía.

Una vez disfrutamos de nuestros cuerpos y habiéndonos masturbado mutuamente, me cogió el pene y me dijo:

-Te voy a hacer algo que te va a gustar.

Se lo metió en la boca y empezó a succionar, que mamada me estaba haciendo, mientras yo aprovechaba y le sobaba las tetas. Aquello era otro mundo, que sensaciones. Cuando ya estuvo un rato, paro y dijo:

-Ahora ya estas preparado para el acto final.

Se quitó el minitanga para que no hubiese ningún estorbo y dijo:

-Siéntate cómodamente que te voy a cabalgar.

Se subió encima de mí y se introdujo mi miembro dentro de ella, exclamando:

-Que rico lo tienes suegro, que bien lo vamos a pasar.

Empezó a subir y a bajar y aquellos envites me volvían loco. A estos movimientos unía sus jadeos:

-Ah, ah, que bien, que dura la tienes.

-Disfruta de la zorra de tu nuera.

-Clávamela.

-Oh que polvo más rico.

Todo aquello me desenfrenaba, no controlaba la situación, era ella la que dirigía, pero a mí no me importaba porque yo estaba gozando como nunca.

Qué maravilla de polvo, cuando estábamos a punto de terminar, ella seguía amenizándome el acto con expresiones muy excitantes:

-Dame más, dame fuerte.

-Oh, que mástil más duro.

-Oh, que rica, no pares, llévame hasta el final.

-Así, así, um…um…..,me corro, me corro.

Cuando sentí que ya estaba satisfecha, aguanté un poco y le dije que era mejor que me corriese fuera, se bajó de mi miembro y empezó de nuevo a succionármelo, que mamada, llego hasta el final, corriéndome sobre sus tetas y llevándome a un orgasmo que hacía tiempo que no disfrutaba. Había conseguido uno de mis sueños calenturientos y era cepillarme al pedazo de hembra de mi nuera, que mujer y que gusto. Ya os seguiré contando en mi siguiente aventura. Hasta pronto.