Historias de una Vida I - Reescrito

Esta es una reescritura de mi primer relato publicado. Les recomiendo leerlo por que muestra un mejor panorama de la historia y posee una serie de cambios interesantes que serán el pie para ampliar los personajes que formaran parte de la vida de Annabeth y Franco.

Historias de una vida I – Reescrito

Su cadera aumento el ritmo del movimiento que comenzó a pasar de circular hacia arriba y abajo. Mi entrepierna estaba húmeda gracias a sus flujos. Bajó un poco el ritmo a fin de acercarse a mi cara para comerme la boca. El sabor del vino impactó en mis papilas gustativas mientras nuestros gemidos se mezclaban en nuestras cavidades bucales.

— Esto me sigue calentado como la primera vez… — me dijo ella al oído mientras gemía aumentando su respiración. — Me matas.

El ritmo se volvió desbocado hasta que un gruñido fue el disparo que bañó mis piernas con sus flujos. Las contracciones vaginales exprimieron mi pene que se sumergió hasta el fondo de su cavidad y mi semen inundo su cérvix. Mi cara se sumergió en su clavícula y mordiendo su hombro deje ir los últimos signos de placer que me había dado el orgasmo.

Poco a poco nuestra respiración se comenzó a normalizar, seguimos abrazados con mi pene que lentamente perdía su rigidez para irse retirando de su vagina. Ella no se bajo y continuamos con la calidez de nuestros cuerpos como compañía mientras nuestra transpiración se comenzaba a evaporar.

— Te amo. — dejé escapar mientras la abrazaba más fuertemente.

— Lo sé… — respondió ella mientras una lágrima que abandonó uno de sus ojos mojaba mi mejilla. Un sollozo salió de su boca para romper el silencio.

No tenía como consolarla. No dije nada, solo la bese. En ese momento el llanto del bebé nos trajo a la realidad. Ambos suspiramos y nos mentalizamos que no sería fácil hacerlo dormir.

— Me toca a mí ahora. — le dije. Ella se bajo de encima y se tapó con la sábana para darse la vuelta y que yo no viera sus lágrimas. Me senté un segundo en la cama y tome mi bóxer que estaba en el piso para ponérmelo y dirigirme a la habitación contigua. Allí la personita que más amaba en el mundo, lo amaba más que a ella, porque era producto de eso que ambos compartimos. Años de amor, sufrimiento, alegrías, tristezas y desilusiones.

Al tomarlo entre mis brazos el llanto murió y el brillo de sus ojos me sacó una sonrisa. Mi pecho se agrandó y una lágrima de alegría humedeció uno de mis ojos. La sensación de tener a mi hijo siempre me emocionaba. Lo acuné por casi media hora hasta que volvió a dormirse. Eran las cuatro de la madrugada cuando volví a mi cuarto. La persona por la que había dejado todo ya no lloraba y mostraba una paz que nunca podía dejar ver cuando estaba despierta, los ojos solo podían dejar ver dos emociones cuando no dormía: excitación cuando hacíamos el amor y tristeza cuando vivíamos nuestra vida.

No la molesté, me acerqué a la ventana que daba al balcón y abriéndola me entró el sonido de la ciudad de Mar del Plata a plena madrugada. El aire salado del Océano Atlántico golpeó en mi cara, y la vista me reconfortó. Me apoyé en la barandilla y dejé ir mi memoria para recordar lo que había pasado en la última década. Encendí un cigarrillo y deje fluir mis recuerdos.

Al principio todo había sido genial. Éramos dos niños que habían soñado con el morbo y que pensamos que todo seria pasajero, pero cuando la cuestión comenzó a complicarse nos vimos acorralados por las mentiras que levantamos para proteger lo que accidentalmente habíamos empezado a construir. Poco a poco comenzamos a perder a quienes queríamos hasta que ahogados por la angustia y prácticamente sin amigos tuvimos que exiliarnos.

Simplemente desaparecimos y nos fuimos al fin del mundo. Argentina se transformó en nuestro viejo oeste donde los criminales desaparecían huyendo de la ley. En cuestión de poco tiempo perdimos conscientemente nuestro acento a fin de encajar en una sociedad egoísta con los extranjeros. Una vez pasado ese obstáculo hicimos nuestra vida, empleos prometedores, amigos nuevos y una relativa paz para construir una vida para nuestro hijo. Aunque siempre acechados por el fantasma de las navidades pasadas.

A pesar de nuestros pecados Dios nos bendijo con una criatura sana. Cuando el médico nos confirmó la desconcertante noticia nos invadió el pánico. El aborto era la opción mas conveniente por los posibles problemas del bebe, nuestra compatibilidad genética parecía una bomba de tiempo. Sin embargo, Anna no podía contemplar un crimen así, la apoyé sin quejas y emprendimos los futuros meses que serian difíciles y turbios en todo. El año siguiente al nacimiento de Benjamín fue una entrada y salida de especialistas que uno a uno fueron descartando los problemas más comunes en estos casos.

Pero Anna estaba quebrada. No lo piensen mal, su amor por nosotros era incondicional pero el embarazo la asustó tanto que tuve que hacerme la vasectomía para asegurarle que no volvería a pasar lo mismo. Ella había sufrido más que nadie lo que nos había pasado, pero eso lo conocerán más adelante.

Volví a la habitación y besé a mi hermana en la frente. Me acosté a su izquierda esperando dormir, aunque dudaba que pudiera. En una hora tenía que levantarme para ir a trabajar.

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DIEZ AÑOS ANTES

Se podría decir que todo comenzó por un error. Terminé en el lugar equivocado en el momento equivocado.

La tarde había sido agotadora. Tener contabilidad de dos a cinco de tarde con 35 grados de temperatura en un aula con 23 compañeros más no era nada lindo. Pero no pintaba tan fea la cuestión. Teníamos un partido de futbol esta tarde de un torneo en el que estábamos compitiendo y podíamos quedar a dos puntos del líder si ganábamos. Nuestro equipo llevaba esperando este enfrentamiento tres semanas, más precisamente desde que el equipo del Bachillerato PS 35 había dejado ir una victoria en un partido que no debería haber sido complicado. El último de la tabla no tenía ni un solo punto y nuestros próximos rivales llevaban puntaje perfecto. Iba a ser una victoria clara para los invictos que comenzaron ganando 1 a 0 a los tres minutos de juego y dominaron el resto del encuentro.

Sin embargo, a pesar del acoso sobre el arco de su rival no pudo sentenciar el partido y a cinco minutos del final un rebote mal ejecutado acabó con un despeje del defensa y el único delantero recibió su primera pelota del partido y la velocidad de sus piernas lo dejó solo contra el portero que no pudo hacer nada para evitar el gol por arriba de su cabeza.

Desde ahí el último de la tabla sorprendió a todos y ahora él presionaba y en un desafortunado corte obtuvo un tiro libre que de nuevo el delantero convirtió en gol con un cabezazo al palo izquierdo del arquero.

Y todo cambió, el puntero quedo tres puntos arriba nuestro y solo ganó por uno los dos partido siguientes marcados de mucho sufrimiento, era la oportunidad de alcanzarlos si ganábamos esta tarde.

Pero las clases aún no terminaban y la profesora Elena no daba muestras de cansancio, siempre era igual, parecía que nunca estaba cansada. Y parecía dispuesta a arruinarnos el fin de semana.

— Bueno chicos. Como deberían saber se acerca la semana de exámenes del primer trimestre y parte de su examen final es el desarrollo de una estrategia de reestructuración de la deuda de una empresa privada. Van a tener dos semanas para preparar el trabajo y presentarlo. — los suspiros molestos se extendieron por el aula e hizo que Elena aclarase la garganta para continuar y no perdernos en ese momento de distracción. — Tendrán que agruparse de cuatro alumnos, dos chicas y dos chicos, sin excepción. — atajó antes de más quejas.

— En la plataforma se encuentran los trabajos. Son en total diez archivos, así que tendrán para elegir a gusto. Quiero que el lunes me traigan el enfoque que tomaran basándose en las cuatros estrategias que estudiamos del FMI.

Sonó el timbre y me acerque a mi hermana. En mi familia éramos seis. Mi hermana mayor Alicia o Liss que en aquella época tenía veinte, Mauricio con veintitrés y mi hermana Annabeth y yo, Franco de diecisiete. Ambos somos mellizos. No nos parecíamos mucho pero teníamos los mismos ojos y cabello. Liss y Mauricio vivían en un departamento en la ciudad a dos horas de casa. Y mis padres no estaban casi nunca en casa. Sus trabajos los obliga a viajar y pasan muchos días seguidos fuera de casa. Por lo que nos educamos con niñeras hasta hace dos años cuando les dijimos a mis padres que nos encargábamos nosotros y accedieron a cambio de tener una empleada que viniese a limpiar tres veces a la semana. Así que accedimos.

En fin, me acerqué y le comenté.

— ¿Vamos a hacer el trabajo juntos?

— Si, como siempre. — Me dijo mientras salíamos y le hacía seña a sus amigas para que la esperaran. — Pero si eliges a uno de tus amigos que sea uno que no se haga el flojo y no trabaje.

— Ok, tal vez le diga a Iván. — le dije tranquilizándola. — ¿y tú a quien vas invitar?

Miró a quienes están al final del pasillo, sus amigas, y reflexionando respondió:

— A Laura o Clara. — eran las amigas más cercanas de Anna de un grupo de cinco, y eran unos bombones. Laura era rubia de ojos azules, con unas curvas pronunciadas y firme, sus nalgas resaltaban por lo bien paradas que las tenia (gracias al jockey que practicaba); en cambio sus senos no destacaban demasiado. Clara en cambio era morocha con senos más grandes que Laura, con un culo menos destacado que el de ella pero con unas piernas largas y esbeltas y una cinturita que daba la sensación que podías rodearlas con ambas manos.

Anna me miro de reojo pero no dijo nada. Me había pillado unas cuantas veces observando a sus amigas. Sin embargo, jamás había dicho una sola palabra. Al principio cuando las comencé a observar (cuando se despertó mi gusto por las mujeres) torcía el gesto de disgusto, pero con el paso del tiempo no me lo recriminó y dejó de hacerlo. No sé si le daba lo mismo, pero no volvió a demostrarme incomodidad.

—  Yo le digo a uno de los muchachos entonces…

— ¿No habías dicho que Iván? — me cuestionó.

— Si, aunque aun no lo decido. — le respondí distraído mientras seguía viendo a sus amigas.

— Que no sea de los babosos… — respondió ella mirándome con pena… Era cierto que eran bastante babosos algunos, ya se le habían lanzado a mi hermana pero ella ni interés había demostrado.

La mire con cara de escéptico y le respondí:

— Ok, ya veré… Hoy tengo partido, llego a la hora de la cena…

— Ok, te espero y pedimos una pizza. Nos vemos… — Dijo mientras se alejaba para reunirse con sus amigas…

Alcance a los muchachos y fuimos a tomar algo antes del partido. Íbamos entre nerviosos y excitados por lo que venía, era una oportunidad que no podíamos despreciar. La veníamos esperando desde hace unos meses y no queríamos que se nos escapara. Sin embargo, se suspendió el encuentro por problemas de iluminación, lo cual nos retrasaba la fecha como mínimo una semana. Ya cerca de la siete de la tarde nos dirigimos diligentes a nuestros hogares.

Aproveché ese momento para preguntarle a Iván si se uniría a nosotros para el trabajo práctico. Sin embargo, ya tenía grupo y se lamentaba que no le hubiésemos avisado antes. Por lo que tuve que buscar a alguien más.

Y el mejor candidato era Diego que aceptó unirse a nuestro grupo para el trabajo de contabilidad y la idea le encantó. A demás, era de los pocos que no se le habían insinuado a mi hermana, siempre había sido respetuoso.

Al llegar a casa, a las diecinueve treinta, la encontré en silencio. Lo cual me pareció extraño. Usualmente mi hermana esta con su celular y viendo series cuando llego a las nueve y mientras me baño pide la cena. No le di tanta importancia, quizás estaba en el baño o estaría en su habitación.

Pero mientras subía las escaleras comencé a escuchar un extraño sonido procedente de arriba del final del pasillo, parecían quejidos… Instintivamente comencé a caminar sin hacer alboroto y evitando cualquier sonido que pudiese causar, aún me pregunto qué me llevo a actuar así y no encuentro la respuesta. Al llegar al piso vi la habitación de mi hermana con la puerta entre abierta y la luz que se filtraba  alumbraba el pasillo. Los quejidos salían de allí.

Y definitivamente no eran quejidos… Eran gemidos claramente sexuales.

—     Hhhhhaaaa, haaaaa — eran sutiles pero muy claros.

No lo pude evitar, la curiosidad pudo conmigo y sutilmente me acerque a observar.

Encontré a mi hermana sobre su cama, estaba completamente desnuda y la luz tenue mostraba una figura digna de admirar. Ya nos habíamos visto sin ropa antes, pero eso había sido hace años cuando aun no estábamos desarrollados y definitivamente mi hermana se había desarrollado demasiado bien.

Su cuerpo había cambiado y asentado sus curvas que eran hermosamente pronunciadas. Y por primera vez la vi como mujer y no como mi hermana. Y me atrajo como tal, desee poder tocar ese cuerpo con mis manos.

Tenía la espalda ligeramente arqueada, lo que resaltaba sus senos y mostraba en todo su esplendor los pezones erectos apuntando al techo. Su mano izquierda desaparecía entre sus muslos y se movía rítmicamente. Su cuerpo brillaba por el intenso sudor que la bañaba y la mostraba extremadamente apetecible, la sensación de mi mente fue clara y era el deseo de probar ese sudor.

Mi boca estaba abierta y tengo que admitir que salive un poco. Pero ese no era el problema. Mi entrepierna se había endurecido y comenzaba a dolerme. Instintivamente tuve que llevar mi mano sobre el pantalón y comencé a masajearme de manera de manera lenta disfrutando de esa sensación.

—  Hhhhaaaaa hhhhhaaaaaa siiii, por dioooooos… — ella continuaba gimiendo cada vez más rápido a medida que aumentaba la velocidad de su mano entre sus muslos. La otra mano retorcía las sábanas y arqueaba la espalda cada vez más…

Yo seguía de pie con una erección que gritaba por salir. Y mi hermana a cinco metros de mí, que por sus gemidos, estaba a punto de correrse. De pronto cuando estaba al borde del éxtasis mientras estiraba su último “siiiiiiiiiiiii”  y yo al borde de correrme en mi bóxer dejando salir mi libido impulsado por el morbo de la situación. Pero en ese momento, el más excitante de mi vida (hasta ese preciso instante), sonó mi celular.

Lo primero que hice fue buscar desesperado mi celular en el bolsillo que sonaba de manera estridente por la tensión del momento. Cuando logré cortar la llamada, que no tenía ni idea de quién era, levante la vista y me encontré con la mirada de mi hermana que respiraba de manera agitada y tenía una cara de susto y excitación que estaba divina. Estaba para comerle la boca de un beso.

Lo único que hice fue darme vuelta y salí corriendo a mi habitación.

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