Historias de una segurata
Sin esperarlo, disfruté machacándome el coño a pajas, mientras veía como dos chicos se follaban a una jovencita delante de mí.
Esto ocurrió hace un par de semanas, mientras trabajaba haciendo la ronda
nocturna como segurata de un centro comercial del que no viene al cuento decir el nombre.
Me llamo Melisa tengo 32 años y desde que me divorcié hace dos, trabajo como guardia de seguridad en este recinto. No es que cobre demasiado pero tampoco tengo quejas, es un curro tranquilo que me deja todo el día libre para atender las necesidades de mi hijo de 6 años y hasta el momento no he tenido ningún altercado destacable.
Hacía más de cuatro horas que todos se habían marchado y la noche prometía ser tranquila, como de costumbre. El edificio esta situado en una zona bastante céntrica de la ciudad,
a eso de las tres de la madrugada el cansancio unido a la monotonía de observar las cámaras me hicieron dar un par de cabezadas de apenas unos minutos, así que pensé sería el momento ideal para dar la vuelta rutinaria por el edificio, al menos me despejaría un poco hasta que llegara la hora de salida.
Estaba pasando por el área pegada a una callejita lateral, cuando vi algo que me llamó la atención. Tras las cristaleras había una parejita dándose el lote, él no tendría más de 18 años alto, moreno y muy atractivo, con un cuerpo joven y fresco que seguramente se machacaría a diario en el gimnasio y ella una rubita de pelo largo, posiblemente algo más jovencita, con carita de no haber roto un plato, arreglada con un vestido oscuro que apenas le cubría su culo estrecho y respingón ni esas tetitas no demasiado grandes pero desafiantes a la gravedad y muy bien colocadas.
Yo sabía que no muy lejos habían abierto un par de pubs que se estaban poniendo de moda entre los adolescentes y aquel callejón poco frecuentado (al que sólo daba por un lado el comercio y por el otro un edificio de oficinas) era el sitio ideal para quitarse un poco el calentón.
Al principio me hizo gracia, recordé mis años de juventud y lo mucho que me gustaba ser manoseada en el parque por los chicos, me encantaba la sensación de estar en mitad de la calle, el nerviosismo que produce saberse observada… que cualquiera puede verte. “Era algo que me excitaba brutalmente”.
La cosa se puso mejor cuando a los pocos minutos apareció lo que parecía ser un amigo de la parejita, posiblemente el mayor de los tres, un chico mulato de rasgos muy sensuales y cuerpo macizo. Dejaron de morrearse para conversar, mientras el recién llegado sacó del bolsillo trasero de los jeans lo que en principio parecía una simple pitillera, pero de la que extrajo una papelilla de polvo blanco “posiblemente cocaína”. Con habilidad pasmosa lo repartió en hileras sobre el metal de la tapa, tomándose un par de rayas antes de pasársela al otro chico.
Los dos bromeaban viendo la cara que se le había puesto a la muchacha y la incitaron para que esta también la probase. Al principio se hizo de rogar, aunque no demasiado, tomó el tubito y aspiró por la nariz.
Los tres rieron, el dueño de la pitillera se sacó la verga del pantalón que tenía medio erecta y sin reparo alguno empezó a manosearse, ¡Caramba con el muchachito vaya polla calzaba! pensé.
Tenía una verga increíblemente gruesa para su corta edad, el amigo tomó los restos del narcótico que quedaba sobre el metal y se lo puso sobre el glande, luego habló al oído de la chica, que ni corta ni perezosa se clavó de rodilla en el suelo, para recogerlo el polvito
blanco con la puntita de su lengua.
Yo estaba alucinando de lo que veía, por un momento pensé en salir para espantarlos, pero ese no era mi trabajo… además en mi interior me estaba poniendo calentona con aquel espectáculo gratuito que se me había presentado, incluso tenía envidia de la pequeña zorrita que lamía la polla del joven.
El pulso se me aceleró, mientras notaba como las braguitas se me pegaban a mi raja totalmente mojadas. Sabía que las cámaras de seguridad recorrían el pasillo donde yo estaba así que no podía tocarme. Tal vez debería irme, pero mi morbo crecía por segundos lo mismo que el paquete del que parecía ser el novio de la muchacha mientras la incitaba a que felace a su amigo.
La mamada que le estaba dando por la cara del chico debía de ser muy buena, a pesar de su corta edad la joven sabía lo que estaba haciendo y de vez en cuando bajaba su carita sepultándola entre los muslos de él para alternar con chupadas en los huevos.
El otro se sacó también su polla que estaba a punto de reventar y tirándole del pelo dirigió la carita de la chica para así disfrutar también de las lamidas. Ella no se quejo, por el contrario intercambiaba lengüetazos de uno a otro sin distinción, el tenerlos a los dos para ella solita le encantaba.
Ayudándola por las axilas la levantaron, no se si estaría totalmente consciente de lo que hacía porque sonreía nerviosamente dejándose usar por los dos, le dieron la vuelta quedando de espaldas a ellos con las manos apoyadas en las cristaleras del escaparate, dos maniquíes y el resto de la decoración impedían que pudieran verme.
Comenzaron a estrujarle las tetas que quedaron fuera del escote, cuando tiraron para debajo de la tela. Tenía unos pezones pequeñitos y rosados, totalmente duros con los que ellos jugueteaban pellizcándolos y estirándolos con sus dedos, magreándola como a una putita vulgar, mientras ella contoneaba su culo de un lado a otro provocando que la minifalda quedara a la altura casi de la cintura, dejando a la vista un diminuto tanga rosa.
El mulato se había dado cuenta de esto y le colocó la mano sobre su coñito, ella lo agradeció con un gemido de placer, le giró la cabeza para meterle la polla en la boca mientras con dos dedos le penetraba. Por la expresión que ponía estaba gozando como loca y yo más todavía mirándoles, busqué un punto muerto de las cámaras donde no podían alcanzar la visión para así desabrocharme el pantalón, la costura de la entrepierna me estaba torturando el clítoris que se me había inflamado de deseo.
Al que yo había atribuido el papel de novio,
tomo las nalga con sus manos y le abrió el culo apartándole la tirita del tanga para facilitar la tarea al amigo. Este sonrió y con los dedos chorreando de flujo empezó a apretar sobre el ano que estaba totalmente expuesto. Ella retiró la cabeza sacándose la polla de la boca para quejase, como respuesta recibió un tremendo azote en el coño.
Intentó ponerse de pie, pero su novio apoyando el antebrazo en la columna impidió que lo hiciera y
la tranquilizó acariciándole la espalda hasta que vio que estaba más relajada, luego siguieron penetrándola con los dedos por la abertura trasera que yo no dudaba sería virgen todavía.
Al poco rato el rictus de dolor de aquella angelical carita cambió por otro muy distinto de placer, a la muy perra le estaba encantado la experiencia y nuevamente buscó con la boca la gruesa polla del mulato.
Yo, desde donde estaba me había desabrochado el pantalón por completo y pasaba mi mano sobre las braguitas empapadas tirando de ellas para que quedasen sepultadas en mi rajita y así tocar mejor los dilatados labios vaginales sin estimular demasiado mi clítoris, estaba disfrutando de lo lindo con todo aquello y lo último que quería era correrme.
El joven con el que ella había llegado se colocó detrás de ella y sin pensárselo le metió la polla de un solo golpe de riñones, dejando la mano del amigo con su dedo índice y corazón metidos en el ano, aprisionada entre su pelvis y el culo de la jovencita.
La verdad es que me estaba muriendo de envidia, ya que no sólo se la estaba follando de lo lindo sino que a la vez tenía en la boca una de la más gruesas y deliciosas pollas que yo había visto hasta el momento… tanto que la mandíbula se le quedaba totalmente desencajada para abarcarla por completo. ¡Sin duda una doble satisfacción!.
Ambas vergas entraban y salían a gran velocidad de la chiquilla
y yo no pude más que apartarme las braguitas para así penetrarme con dos dedos en mi más que hambriento coño, mientras que un tercero de deslizaba por mitad de mi culo.
Mi deseo y el de ella fue en aumento cuando le sacaron los dedos del culo para cambiarlos por la polla de su novio, el otro la obligó a que se los limpiara con la boca para después tirándole de los pezones con ambas manos obligarla a ponerse de pie, quedando empalada por detrás. Ella lazó un quejido de dolor que quedó sofocado de inmediato cuando le cubrieron la boca.
El que la estaba follando por el culo deslizó sus manos hacia adelante abriéndole bien su rajita, dándosela al amigo. ¡Era fantástico ver el contraste del falo negro pajeándose y dándole con gordo y romo glande directamente en el clítoris cubierto de una escasa pelusilla rubia!. Ella pasó sus brazos alrededor del cuello del chico apretando los dientes y los puños para sujetarse, porque las piernas le flaquearon en lo que por la expresión de su cara fue el primer orgasmo que había tenido y al que yo secundé de intentando, intentando aguantar el gemido de mi voz quebrada por el placer, para no delatarme.
Ayudándose con la mano bajó su polla oscura hasta el agujero delantero sin darle tregua ni un segundo y la comenzó a follar. Los tres se acoplaron al mismo ritmo con tremendas embestidas mientras que ella se había convertido en una muñeca en mitad de los dos chicos que la penetraban una y otra vez, ella se abría cuando podía y yo logré ver el flujo brillar por la parte interna de sus muslos derramándose poco a en los numerosos orgasmos consecutivos que estaba teniendo.
Yo me pajeaba frenéticamente creo recordar que a esas alturas iba por la tercera corrida.
Cuando ya se habían hartado de follarla y viendo que sus abiertos agujeros nos les daban el mismo placer que antes, le sacaron las pollas y aunque ella se queja (ya no tenía control de si misma y lo único que deseaba era ser follada como a la mas vulgar de las mujeres), la pusieron de rodillas delante de ellos y se la menearon para acabar regándola de su semen en las tetas, la cara y el pelo… ella como buena chica abría la boca tragándose los chorros que acertaban a caerle dentro, luego se las limpió a ambos sin dejar una sola gota.
Yo a la vez abría la boca sedienta deseando de sentir algo de aquel líquido blanco y denso dentro de la mía. Al no poder alcanzarlo me saqué mis propios dedos, dirigiéndolos a la boca para relamerlos disfrutando del sabor salado de mi coño.
Con unos pañuelos de papel que sacaron del bolso de la muchacha la adecentaron un poco antes de dirigirse los tres al final del callejón, donde les vi parar un taxi y subirse.
El resto de la noche lo pasé en una calentura constante y tuve que darme placer varias veces, aunque os tengo que confesar que el sueño se me había quitado por completo. “Digamos que el espectáculo, sin duda alguna, había sido mejor de un buen café cargado”.