Historias de una MILF 3 - masturbando a mi hijo

Fué un día extraño. Los recuerdos y la soledad me hicieron amanecer con ganas de coger, opté por masturbarme usando un cepillo de cabello el cual introduje por completo en mi hambrienta panocha. Luego mi hijo me interrumpe y terminamos bañándonos juntos y yo de rodillas frente a él jalando su verga

Hola de nuevo. Mi nombre es Elizabeth, o Eli para no batallar jeje. Esta vez les quiero contar una cosa que me sucedió. Es algo cortito y no se si vale la pena contarlo pero tenía ganas de compartir algo nuevo con ustedes. Es un relato 100% real.

Como ya lo he contado en mis anteriores relatos, soy una MILF de 40 años madre de 5 hijos, los cuales son 3 niñas pequeñas y 2 hombres. Los hombres son 2 adolescentes, uno llamado Adrian que es el mayor de mis hijos, y el otro un poco menor llamado José. Son buenos chicos, bien portados, estudiosos y siempre me ayudan en los quehaceres de la casa y en el cuidado de sus hermanitas pequeñas.

A pesar de lo que pueda parecer esa primera descripción, no soy la típica señora dejada y poco atractiva. Todo lo contrario. Tengo el cabello negro y largo, aunque a veces en mis momentos de locura lo he llegado a cortar demasiado. De hecho quienes me conocen me comentan que con el cabello corto me veo inocente y tierna, mientras que con el cabello largo me veo como madura sexy. No sé si sea cierto esto, pero me gusta jugar de vez en cuando con esa dualidad. Un amigo me comentó una vez que me parezco a la actriz porno Nataly Gold. La busqué en Google para ver quien era y pues, no sé. Quizás sí, quizás no.

Soy morena, de ojos cafés, nariz ancha, pero exquisita y labios gruesos y carnosos que me gusta lucir en labial rojo o negro dependiendo de la situación. A pesar de la edad y de ser madre, mi cuerpo se mantiene en un peso estable. Tengo tetas medianas, no muy grandes pero sí lo suficiente para divertir a mi pareja.

Soy bajita de estatura, con cintura marcada, piernas gordas y caderas anchas y sexys. Y tengo un culo que si bien es ancho, no desentona con el resto de mi cuerpo. No niego que ya apareció la celulitis propia de mi edad, pero a pesar de no cuidar tanto mi alimentación como debería la naturaleza me ha bendecido con un físico que muchas chicas de la mitad de mi edad quisieran tener.

Y a pesar de que en mi vida diaria o en mi trabajo no me visto provocativa o sexy, mi sonrisa, mi carita maquillada y mi culo grande hacen voltear a más de uno.

Está mal que yo misma lo diga pero la verdad no me siento tan tirada a la calle, como luego dicen. Quienes me han mandado correos y han llegado a ver fotos mias me han comentado que me conservo bien, así que quiero pensar que no es algo que estoy inventando o solo yo puedo ver.

Al ser yo madre soltera y mis hijos no tener una figura paterna presencial en casa, siempre me he desarrollado como madre y padre para ellos. Al no haber más a quien acudir en casa pues lo hacen conmigo siempre que tienen una duda o alguna pregunta.

Bueno esto sucedió un día hace unos pocos días. Como mencioné antes, somos 6 de familia en total contando mis 5 hijos y yo. Y nuestra casa no es lo suficientemente grande para todos por lo mismo hay muchas ocasiones en las que tenemos que compartir el baño al mismo tiempo.

Bueno ese dia estaba yo preparándome para darme una ducha pues más tarde tenía que presentarme a trabajar. Estaba sentada en el inodoro orinando pues aunque estaba por meterme a bañar nunca me ha gustado mear en la ducha. Soy bastante sucia a la hora de coger con mis amantes, pero por alguna razón mear en la misma ducha donde se bañan mis hijas, no sé. Como que eso me corta y lo evito cada vez que me es posible.

Y bien ya estando ahí sentada solamente con la parte superior de mi pijama puesta, ya sin la parte baja y sin calzones me puse a pensar en cuánto tiempo tenía ya sin una relación estable o minimo sin una buena cogida. En estos tiempos es difícil encontrar alguien de confianza y cuando eres madre soltera es mucho más difícil. Sobre todo porque ya tienes la responsabilidad de proteger a tus hijos y no puedes permitir que se les acerque cualquier persona.

¿Cuanto tiempo tenía sin una buena metida de verga? De esas cogidas que te dejan todos tus agujeros bien abiertos y con las piernas temblando. Que te hagan mamar verga y te la metan hasta tocarte la campanilla, y terminar con la boca chorreando saliva y semen. Uff, de solo imaginar me empecé a calentar y una cosa llevó a otra. Tomé un poco de papel sanitario y luego de limpiar mi pucha me metí un par de dedos para luego moverlos dentro como si estuviera escarbando. Ummm, que delicia. No pasaron ni 10 segundos cuando ya tenía mi hoyo empapado de jugos.

Sentía rico, pero 2 dedos no eran suficientes para satisfacer mi hambrienta panocha. Necesitaba algo más grueso, más grande, más largo. Algo que rellenara mi cueva como se rellenan los pavos en navidad. Mis únicas 2 opciones en ese momento y lugar eran mi cepillo de dientes y un cepillo para cabello. También estaba una botella de shampoo. Si bien ya soy madre de 5 hijos y mi panocha está lo bastante abierta y ha recibido en su interior grandes vergas, tampoco estoy como para meterme algo del grosor de esa botella. Opté por tomar el cepillo para cabello, que quizás no era muy largo si era lo suficientemente grueso para hacerme sentir lo que tanto necesitaba.

Lo escupí varias veces en la parte del mango para después empezar a empujarlo en mi pucha. La saliva y la tremenda lubricación provocada por mi calentura hicieron que fuera fácil la penetración. De un solo golpe me metí el mango del cepillo, arrancándome un pequeño grito de placer. Inicié un rico mete y saca del cepillo y también algunos movimientos circulares sintiendo como el mango del cepillo rozaba mis paredes vaginales interiores. Era tanta mi calentura que bajé la tapa del escusado y posicioné el cepillo encima de ella, para luego empezar a sentarme en él con la intención de introducirlo completamente en mi agujero. O el cepillo era muy corto o mi panocha es muy profunda pero logré meter en su totalidad todo el cepillo para cabello dentro de mi. Las cerdas del cepillo me raspaba por dentro incluso causando cierto malestar, pero no me importó. Empecé a realizar movimientos circulares como de twerking con mi culo y mis caderas sobre la pequeña punta del cepillo que quedaba de fuera y que descansaba sobre la tapa del escusado.

Por un momento perdí el control de mi y empecé a lanzar leves gemidos de placer, alternándolos con también leves quejidos de dolor causados por las cerdas del cepillo raspando mis interiores. Estiré mi mano hacia el suelo y tomando mis calzones los hice bolita y los introduje en mi boca para intentar silenciar mi voz. Aunque no era lo mismo que tener una verga gruesa y venuda dentro de mí, el cepillo estaba cumpliendo su función y me estaba acercando a mi ansiado orgasmo. Sintiendo que necesitaba aun más, me saqué la parte superior de mi pijama y pasándola por mi cabeza la arrojé al suelo para después empezar yo misma con una mano a acariciar mi clítoris y con la otra a apretar mis tetas y jalar con fuerza mis duros pezones. Recordé un amante que tuve en el pasado que me los jalaba como queriéndolos arrancar e inicié un movimiento similar, castigándome yo misma con duros jalones a mis pezones causandome una extraña combinación de dolor y placer.

Sin querer vinieron a mi mente recuerdos que varias de mis cogidas con ese amante había sido cuando pasaba yo por alguno de mis múltiples embarazos y con el constante apretón y jaloneo de mis pezones estos empezaban a salpicar leche. Terminamos cogiendo bañados de leche materna, era un morbo total.

Los recuerdos, el jaloneo de mis pezones, mi otra mano masturbando mi clítoris y el cepillo dentro de mi pucha lastimándome, se combinaron para acercarme más y más hacia un inminente orgasmo. Mis gemidos descontrolados eran callados a medias por mi calzon dentro de mi boca, haciendo sonar mi voz como cuando una muda intenta hablar.

¿Mami, ya mero acabas? Es que ya me anda -escuché la voz de mi hijo José al otro lado de la puerta.

Por fortuna mi hijo no había entrado de golpe al baño, si no me hubiera hallado desnuda con mis calzones en la boca y un cepillo de cabello enterrado en mi panocha. Pero a pesar de no haber entrado, escuchar su voz me provocó tremendo cortón dejando mi orgasmo a solo segundos de llegar. Volví a escuchar de nuevo su voz diciendo que ya no aguantaba las ganas de orinar. Me saqué mis calzones de mi boca, los cuales estaban empapados de mi saliva. Era tanto lo que mi boca había salivado que tuve que escupir al suelo con un poco de asco.

Ya voy, mijo. Esperame poquito por favor -le respondí apenas tuve libre mi boca para hablar. Permaneciendo con mis piernas abiertas y mis rodillas flexionadas como en posición de defecar, tomé la pequeña parte del cepillo que salía de mi pucha y lentamente lo empecé a jalar hacia afuera de mi, esta vez sí provocando un malestar y un dolor un poco más fuerte de cuando lo introduje. Volví a escuchar la voz de mi hijo y le volví a responder que esperara un poco más.

Tomé el cepillo de cabello y mi calzón y los enredé dentro de mi pijama para después esconderlos dentro del canasto de ropa sucia, para luego abrir las llaves de la ducha y meterme al chorro de agua. Ya dentro le indiqué a mi hijo que ya podía entrar, lo cual hizo y segundos después escuché el sonido de un fuerte chorro de orina sobre el agua del escusado. Mientras mi hijo José orinaba, yo sobaba mi pucha que me había quedado un poco dolorida por la intrusión del cepillo. Solo una delgada cortina de plástico nos separaba a los 2 de lo que hacíamos cada uno.

Mami, ¿Te puedo preguntar algo? -escuché decir a mi hijo.

Si, mijo. Claro, dime -le respondí.

Es que me da pena -me dijo. Mis hijos hombres eran ya unos adolescentes pero para mí siguen siendo mis niños pequeños.

Que pena ni que nada, dime ¿Que pasa? -le respondí.

Es que mi pito tiene una cosa blanca alrededor, como una crema pero sucia. Me la limpio pero me sale otra vez -dijo con una vocecita que me pareció más infantil de lo que ya es su edad. Estaban tan apegados a mi que incluso me seguían diciendo mami.

Me causo risa oirlo decirle pito a su verga, pero obvio prefería que siguiera diciéndole así. Aún no estaba en edad de usar esas palabras.

Bueno mijo, es que eso es por falta de higiene. Debes bañarte más seguido. Pasas mucho rato con tus videojuegos y a veces duras días sin bañarte, por eso te sale esa cosa blanca. Pero no es malo, solo tienes que lavarte y ducharte a diario -le dije a según mi conocimiento. Ser madre y padre a la vez es algo difícil cuando se tocan ciertos temas con los hijos.

¿Me puedo lavar ahora? -me preguntó,

Claro, mijo. Pero no nada más ahora, tienes que hacerlo todos los días ¿Eh? -le dije y para mi sorpresa apenas acababa de responderle cuando vi la cortina abrirse y verlo entrar desnudo a la ducha.

La interacción entre mis hijos y yo siempre ha sido muy libre. Como dije, la cantidad de miembros de mi familia y el lugar pequeño donde vivimos ha provocado situaciones donde a veces hemos tenido que compartir el baño, cambiarse de ropa frente a ellos, o incluso llegar a tomar una ducha juntos, por eso no era raro el que mi hijo haya tomado la decisión de meterse a la ducha estando yo ahí dentro. Lo hacían desde pequeños. Pero ya al estar ahora los dos hijos mayores en una edad más avanzada, en su adolescencia, eso cambiaba un poco las cosas. No me incomodaba, pero si extraño ver sus cuerpos que ya no eran unos niños.

Jajaja, mijoooo! Yo pensé que te ibas a meter hasta después de que yo saliera -le dije divertida.

Es que ya me quiero lavar – me respondió.

Si, para de seguro irte de nuevo a con tus videojuegos – le conteste dándole un pequeño golpecillo en la cabeza -Lávate pues tu cosita, mijo.

Vi como se jalaba el pellejito de su verga hacia abajo para luego ponerla bajo el chorro de agua, pero solo mojandola sin tocarse. Si se le miraba sucia de esmegma. Le indiqué que se la lavara bien pero él seguía igual, con solo su verga puesta bajo la caída del agua.

Ay mijo, lavatela bien. Hasta parece que te da miedo tocarla jaja -le dije divertida al mismo tiempo que yo misma le tomaba su miembro con mis manos y empezaba a lavarsela -Pásame el jabón para que te quede limpiecita.

Yo soy su madre, él es mi hijo, pero la naturaleza es la naturaleza. El estar ahí enfrente a él desnuda y mis manos sobre su miembro hicieron que su verga empezara a erectarse poco a poco. Ambos nos reímos pero no dijimos nada. Yo continué enjabonando su tronquito al mismo tiempo que sentía que el cuerpo de mi hijo daba pequeños temblorcitos. Y no solo él, yo misma sentí mi pucha como de nuevo empezaba a humedecerse. Empecé a pasar mis manos por toda su verga, frotando el jabón de arriba a abajo y mi instinto de puteria me ganó y no pude evitar apretarsela un poco para sentir que tan dura la tenía. La verga de mi hijo se erige completamente. Si bien por su edad no era una gran verga, y menos a mis ojos que ya había visto vergas de todos tamaños y colores, si estaba de un tamaño aceptable. Un par de años más y mi hijo tendría una verga capaz de satisfacer a sus novias de forma plena. No pude evitar una sonrisa al sorprenderme a mí misma pensando en la verga de mi hijo y las cosas que haría con ella a futuro.

Bueno mijo, ya se la lavé. Ya usted solito enjuáguese y límpiese bien porque yo también tengo que enjabonarme -le dije para luego voltearme y empezar a frotar el jabón por mis tetas y pucha, pero dándole la espalda.

Pasé el jabón por mi todavía abierta pucha, no solo para lavarme si no también para darme un pequeño masajito pues la sentía irritada a causa de la violada que yo misma me había dado con el cepillo. Aún seguía excitada y con ganas por mi masturbación que no había alcanzado a terminar en orgasmo, y añadiendo la manoseada de verga que le había dado a mi hijo pues todo eso me tenía caliente. Sin siquiera pensarlo, me introduje ahora la barra de jabón la cual por lo resbalosa de esta y mis flujos, entró sin problemas. Fue tan rico lo que sentí que dejé escapar un pequeño gemido, pero mi hijo pareció no escuchar.

Mantuve dentro de mi la barra de jabón con una de mis manos impidiendo que se me saliera, mientras con la otra mano me masajeaba y lavaba mis pechos. Sentía tan rica la sensación del agua en mi cuerpo y el jabón dentro de mi que me olvidé que ahí estaba mi hijo, que seguía lavando su juvenil cuerpo. Un par de segundos después reaccioné y me saque el jabón para luego tratar de pasarlo por mi espalda.

Yo te ayudo, mami -me dijo José y sin darme tiempo de nada arrebató el jabón de mis manos para luego pasarlo por mi espalda.

Estuve a punto de decirle que no hacía falta pero que va, ¿A quién no le gusta que le tallen la espalda? Es uno de esos placeres que la vida nos da cuando tenemos pareja o una relación con alguien. Sentía las manos de mi hijo acariciar mi espalda, y la verdad no quería que esa sensación terminara. En mi trabajo tengo que levantar bultos de ropa y a veces termino con la espalda dolorida. Ese inesperado masaje de mi hijo me caía como perlas. Inesperado fue también sentir el roce de la punta de su verga en mis nalgas.

No me des piquetes, mijo Jaja -le dije sin poder contener una leve carcajada por lo divertido de la situación y también con un poco de nervios.

Perdon mami, es sin querer. Se me puso así parada de repente -me dijo José a modo de disculpa pero también riendo.

No te preocupes, eso también es normal –le dije para que no se pusiera nervioso.

Después de todo a su edad y en estos tiempos donde es tan fácil mirar porno y contenido sexual ya sea en su celular o en la misma TV pues obvio que ya no es su primera erección. Lo que sí creo podría ser su primera vez era el estar desnudo junto a una mujer pues sabía bien que hasta ahora aún no había tenido novia mi hijo. Podría decirse que su primera experiencia de índole sexual la estaba teniendo conmigo, su propia madre.

En las mañanas que me despierto siempre la tengo asi parada, mami. ¿Eso es malo? -me pregunto de repente.

Por supuesto que no, tampoco es malo. Es normal. Son cosas que con la edad vas ir experimentando y entendiendo, mijo -le respondí mientras él seguía enjabonando mi espalda y de repente dándome uno que otro piquete en mi culo con la punta de su verga que seguía erecta. No estaba bien eso, pero para ser sincera la combinación del masaje y los roces de su verga en mis nalgas me tenían excitada.

Pero es que a veces me duele, mami -me dijo.

¿Como que te duele? -le dije más curiosa que preocupada.

Aunque le daba pena contarme, tuve que convencerle de que me diera detalles de eso. Según me explicó y yo entendí, mi hijo ya había experimentado un poco con la masturbación pero sin llegar a terminar. Por tanto quedaba con un leve dolor en su verga y sus huevos. Yo misma hace unos momentos sabía que era el quedarse a media masturbada jeje. Mi hijo ya no es un niño, pero tampoco es un adulto completamente. Está en la edad de la adolescencia y aún hay cosas que no logra entender, así que tuve que explicarle que debía terminar la masturbada hasta expulsar el semen para que así su cuerpo pudiera descansar. Le expliqué a mi modo como debía sostener su verga con su mano y hacer los movimientos de arriba hacia abajo con velocidad. Obvio yo no tengo verga pero he masturbado a tantos hombres que casi me considero una experta en jalar vergas jaja.

Ya teníamos más de 10 minutos desde que nos metimos a la ducha que ya estábamos completamente limpios, ya solo faltaba que mi hijo terminara con su primera masturbación, cosa que parecía no poder lograr. Le dije que debía hacerlo más rápido, y aunque lo intentaba no lograba eyacular. No voy a mentir, ver a mi hijo con su verga erecta y el morbo que la situación me provocaba mas lo caliente que me había quedado yo tambien con mi malograda masturbacion, me tenian chorreando flujos por mi todavía dolorida panocha. Sabía bien cuál era el siguiente paso a dar, pero yo misma me estaba haciendo tonta. Decidí no esperar más y dejé salir las palabras que tenía ya varios minutos muriendo por decir.

Ok mijo, dejame te ayudo para que ya descanses. Porque también ya se me está haciendo tarde para ir a trabajar -le dijo, agregando eso último a modo de disculpa por lo que estaba a punto de hacer.

Sin esperar más me arrodillé frente a él y tomé su verga con mi mano y apretandola, empecé un movimiento de arriba hacia abajo. Primero despacio, pero poco a poco fui agregando velocidad. Mi hijo empezó a suspirar, señal de que estaba sintiendo rico, igual que yo al tener mi mano en su verga. Con mi mano libre tomé sus testículos y también empecé a acariciarlos suavemente. Mi rostro quedaba a la altura de su verga, así que podía no solamente hacer mis movimientos masturbatorios en su verga con toda facilidad si no que también podía ver los gestos que hacía mi hijo con solo mirar un poco hacia arriba.

Mi hijo mantenía sus ojos cerrados, entregado completamente al placer que mis manos le estaban dando. Aprovechando que no me veía, solté sus testículos y con mi mano ahora libre, empecé a masturbarme lentamente introduciendo un par de dedos en mi abierta panocha. Estar de rodillas jalando una verga mientras yo misma me masturbaba era una situación que ya había experimentado miles de veces con mis amantes, tanto que la fuerza de la costumbre casi me hace abrir mi boca para meterme su verga. Mis labios estaban a solo centímetros de la punta de su verga cuando por fortuna pude reaccionar. No que estar jalando la verga a mi hijo fuera algo normal, pero ya meterme su tronco en mi boca y darle una mamada eso ya era ir demasiado lejos. Nada de lo que estaba haciendo era correcto, pero la calentura me había poseído y me conocía bien yo misma como para saber que cuando eso pasaba no había vuelta atrás.

Mi experiencia jalando vergas y la inexperiencia sexual de mi hijo se combinaron y en poco tiempo José empezó a gemir cada vez más fuerte, señal inequívoca de que estaba por eyacular su leche. Arrecié los movimientos de mi mano sobre su dura verga y pude sentir como sus piernas empezaban a temblarle. Por un momento creí que se iba a caer, así que dejé de masturbarme y atrevidamente puse mi mano en sus nalgas para detenerlo y al mismo tiempo evitar que se alejara de mi. De igual manera y con toda la intención, acerqué mi cara un poco a su verga, sabiendo lo que venía a continuación.

No hubo mucho que esperar, todo pasó en un instante. Mi hijo José empezó a bufar, gemir y casi gritar al mismo tiempo que su tronco disparaba gruesos chorros de esperma que cayeron sobre mi rostro. Los siento calientes, gruesos y espesos. Fueron más de 5 disparos los que sentí estrellarse en mi rostro. Juro que hace años no me llenaban la cara con tanta leche como lo estaba haciendo mi hijo. Bendita juventud, pensé. Sentía mi cara bañada en leche y aun así seguía jalando su verga tratando de sacarle más. Mi hijo solo gemía y se retorcía igual como cuando sigo mamando una verga después de que ya se vinieron. Los hombres lectores saben de esa agonía que sienten cuando les hacemos eso con nuestra boca. Mi hijo seguía gimiendo y con sus ojos cerrados, lo cual aproveché y sin poder resistirme le di un pequeño besito en la punta de su verga aun llena de caliente esperma. No supe si mi hijo lo sintió y espero que no pues eso era ya ir demasiado lejos, pero no pude evitarlo.

Lentamente me puse de pie y lo abracé mientras sentía cómo su cuerpo daba sus últimos temblores, lo cual me llenó de ternura y lo apreté en mis brazos y él me devolvía el abrazo de manera aún más fuerte. Mi hijo había experimentado su primera eyaculación y nada menos que a manos de su madre. Permanecimos así un par de minutos para después ser yo quien lo solté y ver como mi hijo se sorprendió de mirar gran parte de mi rostro cubierto de su blanco esperma.

Perdón mami, fue sin querer -me dijo muy apenado.

No te preocupes mijo, es que no me alcancé a quitar a tiempo. Pero no pasa nada, ahorita me limpio -le mentí sabiendo que yo misma puse mi cara frente a su verga con toda la intención de recibir su leche -Ahora lavate tu cosita y salte ya porque yo también me tengo que lavar porque se me esta haciendo tarde para el trabajo.

Ok mamá, nomás esperame poquito porque me siento sin fuerzas -me respondió.

Si, esta bien. Te pido que no le digas a nadie esto, por favor. Mucho menos a tu hermano mayor, ¿Estamos? -le dije en tono serio.

¿Porqué? ¿Es malo lo que hicimos? -me dijo también en tono serio mi hijo José.

No, claro que no. Tu sabes que yo no haría nada que fuera malo para ustedes. Solo que son cosas privadas y quiero que solo la sepamos tu y yo, ¿Si? -le dije sonriendo para relajar el momento y todavía con mi cara batida en leche -Ahora si ya vete o voy a llegar tarde y todavía tengo que limpiarme este batidero jaja.

Mi hijo salió de la ducha y al verme por fin sola no pude evitar pasar mis dedos por mi rostro juntando todo el esperma para luego chupar mis dedos probando el sabor de “leche fresca” que había dejado mi hijo en mi cara. Igual no pude evitar terminar la masturbada que había dejado incompleta minutos antes. Mi cuerpo necesitaba urgentemente ese descanso.

Pasé el resto del día en mi trabajo pensando en lo que había hecho, y para ser sincera a mis 40 años sabía bien que estaba bien y que estaba mal y lo que había hecho con mi hijo estaba muy mal. Pero tampoco era algo así como el fin del mundo o una cosa que fuera a arruinarle la vida a mi hijo. Una experiencia que se salió de control solamente. Quiero creer que eso es lo que fue y nada más.

¿O ustedes qué piensan?