Historias de una Escalera. 1ºA

Yo ya tenía bastante fuerza física a esa edad y con facilidad me veía encima de mi madre a la que sujetaba por las muñecas inmovilizándola. Ella reía y decía que me quitase de encima, sin desearlo en absoluto... le acercaba mi polla erecta sobre su hinchada vulva.

UNA MADRE DEL MONTÓN

**Desde muy pequeño como hijo único, he sido tan mimado como el resto de hijos únicos que conozco. Mi madre se desvivía conmigo y me colmaban de atenciones y cariño, hasta el punto de incurrir en algunas actitudes que se podrían calificar dentro de una defectuosa educación…, ya digo que no he tenido mejor ni peor educación que otros hijos únicos

conocidos.**

Una de las costumbres que me inculcaron desde mi más tierna infancia, es acostarme con mis padres en su cama todos los días…, muchas noches, si mi padre no estaba dormía con mi madre y el resto de los días que solía estar de viaje de negocios, o bien alguna noche con mi padre, que se acostaba antes que mi madre para madrugar. Este dejó de ocurrir cumplidos los cinco años. Lo más normal a partir de esa edad fue dormitar con mi madre, bien por la mañana, cuando mi padre desde muy temprano se marchaba a trabajar, o en sus ausencias, ocupando el lugar del hombre en la cama matrimonial, pero todos los días pasaba algún rato en con ellos, con quienes jugaba mucho a falta de hermanos con quienes compartir estos ratitos…, especialmente con mamá.

Esta costumbre perduró hasta muy mayor para ese hábito… siendo entonces otro tipo de experiencias las que me llevaban a la cama. Las hormonas comenzaban a revolucionar mi cuerpo, y subconscientemente buscaba el contacto femenino con mayor ahínco e interés… disfrutaba mucho pasando un rato de carantoñas con mi progenitora a esa alargada niñez. Justo por esa época de despegue infantil, fue cuando nos mudamos a un edificio de ocho vecinos en la calle Pedro Muguruza del madrileño vario de Chamartín, cerca de Plaza Castilla. Nos instalamos en el 1ºA. Mi cuerpo evolucionaba de manera extraña en comparación a mis amigos…especialmente mi desarrollo genital, los pezones me dolían hinchándoseme, el vello púbico apareció  y mi olor corporal comenzaba a ser un problema si no me aseaba a diario, utilizaba loción corporal especial.

El inicio de mi gran experiencia sexual se remonta a un par de años después…. No recuerdo bien qué sentimientos emergían dentro de mí en los años de mi niñez, solo sé que cuando se marchaba mi padre a trabajar, sobre las 07:30 de la mañana, yo parecía disponer de un reloj despertador automático y pasaba de mi cama a la de mi madre, que me recibía con gran alborozo. En invierno me acurrucaba muy apretado a ella, hasta que entraba en calor y, a pesar de mi edad, aún jugaba con mi madre como de niño, haciéndonos cosquillas, acariciándonos… aunque también dedicábamos largos ratos a charlar de nuestras cosas.

Yo ya había tenido mis experiencias sexuales con algunas guarrillas del instituto en los aseos o entre el follaje del “Parque de Alabardero”. Realmente comenzaba a despertar al mundo del sexo y todo me llamaba la atención. Cuando a veces en la cama estábamos un rato entretenidos viendo la televisión del dormitorio, si salía alguna chica en paños menores o alguna escena de cierto contenido sexual, mi madre y yo nos lanzábamos miradas de complicidad… ella siempre intentaba romper el hielo banalizándolo con el consabido "ya lo sabrás cuando seas mayor". Yo, entre juegos, trataba de insistir y que me lo explicase, aunque yo ya sabía muchas cosas sobre el sexo mal explicado en internet y por mis amigos…pero nada, no había forma, eludía cualquier respuesta comprometida.

En nuestros juegos, yo propiciaba los juegos que me ponían en contacto total con mi madre, sobre todo cuando notaba que debajo del camisón solo llevaba bragas, algo bastante frecuente. En otras ocasiones, cuando llevaba pijama de pantalón, no me mostraba tan interesado en estos juegos. Creo que ella lo notaba y raramente se ponía pijama. Yo también trataba de vestirme con pijamas de cierta elasticidad y reducidas dimensiones, evitando ropa interior alguna…, solía ponerme un pantalón corto bastante holgado y con muy poca pata, lo que provocaba que cuando me giraba, quedasen al descubierto parte de mis genitales, aunque yo procuraba no mostrar inquietud por ello…, mi madre tampoco debía percibirlo en muchas ocasiones, pues estábamos cubiertos por la ropa de cama. En bastantes ocasiones observa su cuerpo durante la ducha, siempre dejaba la puerta entornada, yo tampoco me cerraba cuando me duchaba. Entraba al aseo con excusa de lavarme o con el apremio de mear, solo para observar su forma voluptuosa tras la mampara.

En la parte superior me solía poner una camiseta sin mangas que terminaba quitándome con la excusa de que estaba acalorado. Mi madre siempre daba su conformidad. Esta ropa que nos poníamos facilitaba unos contactos muy íntimos, especialmente los de nuestros órganos sexuales, que yo buscaba muy intencionadamente y ella se dejaba de manera impúdica con sus reducidos camisones, prácticamente quedaba en bragas en la cama en cuanto se producían los habituales revolcones o un contacto directo cuando no llevaba bragas. Algunas veces se ponía un tipo de bragas tanga que apenas cubren por el delante el vello púbico y por detrás son una sola cinta que se une a la cintura en un minúsculo triángulo. En cuanto se daba dos vueltas jugando conmigo en la cama, el camisón se le subía por encima de la cintura y a mí, se me salían los genitales del pantalón, aprovechando para propiciar en ese momento unos juegos que supusiesen agarrones, y apresamientos.

Yo ya tenía bastante fuerza física a esa edad y con facilidad me veía encima de mi madre a la que sujetaba por las muñecas inmovilizándola. Ella reía y decía que me quitase de encima, sin desearlo en absoluto. Yo mantenía esa posición y con una apariencia de descuido, le acercaba mi polla erecta sobre su hinchada vulva, restregándome con la excusa del forcejeo simulado. Ella lo sabía, se dejaba y permitía dándome mejor acceso…. Todo esto transcurría en un aparente juego inocente que no pasaba de ahí, lo cual era mucho en ocasiones. Yo, a veces no controlaba mis movimientos de caderas, que se hacían excesivamente pronunciados en la frotación de mis partes contra las suyas. Corregía inmediatamente cuando notaba que mi madre hacía un gesto y un movimiento de evasión que mostraba que ella se encontraba violenta, tratando de evitar que se acabase el juego. Visita la web mi perfil para tener acceso al final de este relato, además de una innumerable cantidad de relatos similares.

En otras ocasiones, era ella la que comenzaba haciéndome cosquillas por todo el cuerpo, tocando, más voluntariamente que por descuido, mi siempre erguida polla. En esas ocasiones solo decía, riendo a carcajadas… – "¡Uy, perdona!, ha sido sin querer". Yo, le devolvía el gesto en su chochete tomándolo también a broma, lo cual propiciaba que de vez en cuando, lograse tocar la vagina de mi madre gozando de ella, pero eso sí, siempre con tejido de por medio.

Como digo, en otras ocasiones, era ella la que me "inmovilizaba" por las muñecas, subida sobre mí, a modo de montura de caballo, siendo en estas ocasiones cuando más me excitaba. Mi madre también se colocaba de modo que su chocho mullido apoyase sobre mi falo, cubierto en ocasiones y a veces también fuera del pantalón por el forcejeo. Notaba el calor intenso que me transmitía…ella debía notar que yo alcanzaba algo más que un pequeño placer y suspendía de inmediato el jugueteo. Otras veces, por el contrario, continuaba jugando hasta que ella veía que me ponía al borde de un orgasmo, en cuyo momento… siempre sabía cuál era ese momento. Suspendía su juego.

Un buen día, sin darse cuenta ella, se le había soltado el botón, adhesivo o corchete, no sé muy bien que era, que al parecer, cerraba el bodi braga por la parte baja, lo que la había dejado con su coño al aire. Yo, a decir verdad, tampoco lo detectado, pues estábamos jugando a tope toqueteándonos por todos lados y yo, en ésta ocasión, provoqué de nuevo como hacía frecuentemente, que mi polla quedara al descubierto, para dejarme caer sometido por su fuerza. Ya pueden imaginar que todo el juego entre mi madre y yo tenía un trasfondo sexual altamente cuantitativo, con tintes de llegar a niveles cualitativos.

Ella, como era lo previsto y habíamos hecho numerosas veces, se subió sobre mí sin apercibirse que también sus partes más íntimas, estaban al descubierto y en cuanto me pasó la pierna sobre mi cuerpo y se subió sobre mí, nuestros sexos quedaron en completo contacto, aunque no hubo ocasión de penetrarla, pues no coincidieron exactamente en ese salto. Ella, un tanto violentada, se miró hacia abajo y comprendió lo que había ocurrido, levantándose de inmediato y, aún de rodillas sobre mí y con mi verga erecta apuntándole directa y amenazantemente a su vagina, se abrochó este "precinto de seguridad", diciendo únicamente para salir del apuro…. – ¡¡Caray, que me estoy quedando desnuda sin darme cuenta!! ¡Y por cierto, ya te puedes vestir tú también, cochino, que tienes toda la polla al aire y no me había dado cuenta tampoco! ¡Y bien erecta que la tienes nene…!

Me incomodó, sobre todo al verla a ella tan sofocada… me cubrí de inmediato, no había podido evitar verle su vagina… era grande cubierta de fino vello más claro que el negro intenso de su cabellera, solo apreciable en el pubis, porque todo su coño estaba pelado. Levemente observé sus labios mayores sonrosados, de entre los que salían dos hermosos labios menores como alas de mariposa. Me pareció ver la raja mojada y, de hecho, sobre mis genitales había una humedad que evidentemente no procedía de mí. Ella también se fijaba en mi polla con bastante frecuencia, yo sabía que no tenía un tamaño normal para mi edad, me había informado y tener casi 20 cm no era habitual en hombres de raza blanca, mucho menos a mi edad.

Era la primera vez que había visto y sentido el candor y humedad directamente del sexo de mi madre y mi estremecimiento fue más que evidente. Ella, también se estremeció y yo lo noté. A partir de ahora todo habría de ser distinto, pues ella ya se había dado por enterada de mi virilidad y de la diferencia sexual entre ambos…que todo ese juego no era tan inocente por parte de ninguno de los dos. Yo ya era un hombre y ella, aunque fuese mi madre, era una mujer con muchas debilidades, como todo el mundo y comprendió que debería mostrarse más recatada en lo sucesivo, aunque se tratase de su hijo. El instinto se lleva en los genes y no distingue de parentescos…al fin y al cabo un coño es un coño y una verga es una verga sea de quien sea y nuestro cerebro primitivo reacciona a un auto reflejo de supervivencia ancestral, donde lo importante es inseminar a la hembra para engendrar otra nueva generación.

Cuando mi madre, al tanto de todos mis movimientos, entendía que habíamos llegado al límite, con una mueca de autoridad y un aparente enfado, paraba el juego y me obligaba a dejarla libre. Se arreglaba un poco la ropa, es decir, el camisón y se levantaba al momento hacia el baño. Yo no comprendía algunas veces este repentino cambio de actitud y lo achacaba a que ella, como yo, había alcanzado un nivel de excitación que podría serle difícil de controlar si no paraba en ese momento. Cuando se marchaba y sabía que tardaba en volver un rato, aprovechaba para masturbarme aliviando mis pelotas de la lefa contenida a presión, lo cual lograba en escasos segundos, pues el calentón que tenía favorecía una corrida rápida…. Siempre solía tener mi madre una cajita de clínex cerca de la cama, sobre su mesita, y yo me limpiaba y escondía los restos para llevarlos luego al wáter.

Así pasamos las primeras jornadas de aquel verano de descubrimientos, hasta que, como no podría ser de otro modo, después de aquel acontecimiento y pasados unos días de más control en nuestros juegos, se había pasado el susto y el sofoco de mi madre, y comenzamos a relajarnos algo más, volviendo en poco tiempo a disfrutar de nuevo de toda nuestra libertad, confianza y total intimidad, sobre todo una vez que ya nos habíamos visto los genitales excitados. El caso es que habiendo perdido la vergüenza, nos atrevimos a hablar abiertamente de sexo, nuestros deseos, nuestras fantasías… aunque he de decir que desde aquel día, mi madre había vuelto a ponerse las bragas convencionales que venía utilizando antes de estas prácticas, es decir, las que llegan hasta la cintura, ceñida, de textura gruesa y muy pudorosa. También había comenzado a usar sujetador. No obstante y como digo, nuestra intimidad había aumentado, aunque con mayores precauciones por parte de mi madre.

A todo esto, como es lógico, mi padre quedaba totalmente al margen, pues ni mi madre ni yo considerábamos prudente comentarle algo que era prácticamente un juego inocente entre madre e hijo, una intimidad e incluso podría considerarse un secreto. Así lo habíamos acordado expresamente, pues mi madre me lo pidió ante sus dudas sobre mi confidencialidad del tema. Yo le aseguré que aunque no tuviese importancia ese pequeño accidente que sufrimos de quedarnos desnudos, no le diría nada a nadie, somos familia y es natural que conozcamos nuestros cuerpos ¿Qué familia no ha visto a los suyos desnudos alguna vez? Por nada del mundo pondría en un brete la dignidad y honorabilidad de mi señora madre.


MI MADRE ES UNA GORDIBUENA, con cara aniñada que le da dulzor sin llegar a ser MUY GUAPA, pero a su vez posee una figura de redondeces firmes, unas nalgas voluminosas bien diáfanas por una profunda raja. Pese a su gran volumen, POSEE UN COÑITO ESTRECHO DE LABIOS GRANDES. En cuanto a MI PADRE, decir que en realidad es mi “PADRASTRO”, un tipo con sobrepeso, sin llegar a ser OBESO, CON PROBLEMAS DE DISFUNCIÓN ERECTIL por la hipertensión generada en su mala dieta y estrés del subyugador oficio que tiene.

Como digo, era época veraniega, por lo que mi madre solía salir a tomar el sol, en el césped del bungaló que teníamos en la parcela con piscina que compramos a las afueras de la ciudad. Allí pasábamos las vacaciones alejados del mundanal ruido, dejando vacío el apartamento 1º A de Chamartín. Siempre pedía que le pusiese crema de protección solar, que yo le daba por todo el cuerpo. Aprovechaba para manosearla y darle un masaje erótico total, que me constaba que a ella le gustaba y a mí más, lo sabía porque insistía que se lo diese todos los días, aun pudiendo ella, como en las zonas delanteras… era una oportunidad para rozar e incluso frotar sus grandes tetas, se desbordaban del sujetador, se pusiese el que se pusiese.

Un día y ya con nuestras inhibiciones superadas, en tono de broma, le toqué sus tetas más descaradamente, a lo que no se opuso y, sus muslos, hasta su entrepierna, ofreciendo una simulada resistencia…, en esos momentos observé que levantaba la cabeza para ver si alguien nos veía, incluido mi padre que en ocasiones estaba en el bungaló. Yo, claro, ya me había asegurado. Si no veía nadie, simplemente me decía que no fuese golfo y que le diese el masaje bien dado. Yo solo solía hacer caso a lo último “¡DÁMELO BIEN DADO!”, pasados unos instantes dejaba que la tocase cuanto quisiese, incluso abriendo ligeramente las piernas para favorecerse a mis manoseos más impúdicos. En estos casos, se volvía boca abajo para que no fuese tan evidente para nadie, suponía yo, saber la zona concreta que le manoseaba.

Había ocasiones también en que cuando estaba mi padre por casa, un sábado o domingo, que se hacía muy larga la espera hasta poder volver a juguetear en la cama juntos, mi madre provocaba rozamientos contra mis partes con su trasero o, incluso, con su pancita, notando perfectamente, que no llevaba nada bajo la bata, o bien me tocaba mi entrepierna sobando descaradamente los huevos y deslizando sus dedos hacia mi verga en broma, propiciando que yo actuase a la recíproca, lo cual hacía a la menor ocasión. Se reía cuando notaba que mi polla aumentaba de tamaño y eso provocaba que fuese aún mas traviesa insistiendo en sus manoseos. Si aparecía mi padre, yo me tenía que sentar para que no me notase y mi madre reía a hurtadillas.

– ¡Cómo te aprovechas! ¡Claro, como a ti no se te nota nada!

Le decía.

Cuando le tocaba a ella untarme con crema en la piscina, yo tomaba igualmente la posición de boca abajo y ella hacía lo propio conmigo. En una ocasión, estando solos en casa, llegó a manosearme tanto, que provocó que me corriese, soltando ella una carcajada sonora. Yo enmudecí de vergüenza y sonrojado por mi turbación. No sabía qué hacer con el bañador manchado completamente.

Ella reía y de repente… – ¡Me alegro cariño! Ahora los dos estamos empatados y empapados.

Sorprendido, levanté la cara y miré su entrepierna sentada junto a mí en posición india y vi, efectivamente, que tenía su bañador igualmente mojado. Al notar mi cara llena de curiosidad, me explicó que a las mujeres también les pasaba algo parecido como a los hombres y cuando alcanzaba una excitación alta, le bajaba el "flujo vaginal" para favorecer la penetración del miembro viril masculino, eso ya lo sabía, lo que no sabía era que a mi madre le manaba una fuente de su coño. Yo me quedé de una pieza, pues nunca había hablado con esa claridad conmigo. Me explicó que al igual que yo había alcanzado el orgasmo mojando mi bañador, como ya sabría, con mi semen, en ella era distinto y se mojaba sin llegar a tenerlo.

No sabía si era una invitación a que yo continuase en mi labor de manoseo, así es que le dije que si quería tumbarse le daría otro masaje. Esta vez estaba decidido a que el masaje no fuese un jugueteo inocente. Ella declinó resueltamente y se levantó del césped, dirigiéndose al interior de la casa. Yo me levanté también, ahora que no me veía nadie, a tratar de limpiarme y cambiarme. Desde su habitación, mi madre me dijo que me cambiase de ropa y esa la dejase para lavar….que me pusiese más cómodo y ligero, pues en casa no me veía nadie y podría tomar el sol mejor. Yo, sospechando que mamá me preparaba alguna sorpresa, obedecí y salí a la terraza de nuevo y me tumbé al sol.

Al poco también salió ella, pero ésta vez también se había cambiado y se había puesto un tanga rojo y el sujetador a juego más de descocado que las bragas. Yo alucinaba. Me preguntó si me gustaba el conjunto nuevo, afirmándoselo de inmediato. ¡Rápidamente se tumbó sobre el césped, a mi lado...y se quitó el sujetador!

– ¡¿Te da vergüenza verme así?! Si tienes problema me lo vuelvo a poner. A mí no me importa enseñar las tetas en casa, al fin y al cabo somos familia y ya nos hemos visto todo… no creo que tengamos que esconder el cuerpo el uno al otro… somos una madre y su hijo ¿No?

Yo asentí dando mi aprobación. Me di cuenta que ella miraba sonriendo mi entrepierna, y es que el bañador elegido a propósito era pequeño, entre los más pequeños…, este dejaba traslucir y hasta mostraba por su parte superior, un tercio de mi polla en completa erección y en perfecto estado de revista. Me avergoncé y me di la vuelta boca abajo. Mi madre ante mi estado de pudor…

– En cuanto a la comodidad en casa es aplicable a ti igualmente… para el caso ya te he visto desnudo muchas veces, así es que puedes quitarte los calzoncillos ¡Con esas erecciones que tienes…todo te viene bastante corto!

Yo le contesté que si a ella no le importaba, hiciese lo mismo con sus bragas. Por aquí ya no pasó, me dijo que el hecho de no esconder su desnudez, no es lo mismo que hacer exhibicionismo y esa era la impresión que le daría de estar desnuda en la terraza. Acepté el acuerdo y me desnudé. Ella volvió su cara boca abajo y mostró su cuerpo desnudo y tan solo cubierto por una delgada cinta en la cintura y otra que se tragaba la raja de su trasero, uniéndose con la anterior… era la braga así de pequeña. Por delante, era un poco más grande, claro, de encaje en forma de triángulo que apenas le cubría el pubis y el gran chochamen de mi madre… la vulva le rebosaba por los filos de la ínfima tela.

Me dijo, sin mirarme, que si seguía dispuesto a darle ese masaje y, rápidamente, me levanté y me puse a su lado y comencé a frotar empezando por las piernas, de tal forma que resultase menos violento tocar descaradamente sus partes erógenas. Pronto se me fue pasando el retraimiento y aumentando mi excitación, a la vez que mi verga adquiría proporciones desconocidas de dureza llegando al dolo. Ya le daba el masaje directamente en el trasero y con los dedos, me acercaba cada vez más a su vagina. Estaba prácticamente al descubierto… desde detrás apenas la tela cubría su cuerpo. Ella lo notaba y se levantaba ligeramente para favorecer mis manoseos, descaradamente centrados en su conejo, el cual notaba ardiente y húmedo

Mi madre comenzaba a jadear suavemente y a emitir gemidos de placer. Yo me animaba y con una mano tocaba sus labios vaginales y con la otra frotaba mi polla. Me pidió que no fuese tan deprisa y que, subido sobre ella, le diese un masaje por la espalda. Subí en el acto y aproveché para situar mi nabo lo más cerca posible de su conejo, maniobra que ella también favoreció, dejándome sin aliento y con el corazón a cien por hora.

Evidentemente, ni daba masaje ni nada, simplemente restregaba mis manos, sin control alguno, sobre su espalda y dedicándome a situar mi erecta polla entre sus piernas y restregándolo contra sus diminutas bragas a la altura de su mullida vulva. Ambos disfrutamos el momento y yo no quise ni siquiera mover la cinta que le cubría el trasero, no fuese a pasar que se acabase el momento como en la otra ocasión, así es que me contenté con frotar y frotar sintiendo en mi cipote todo el ardor y calor que desprendía su agujerito, que chorreaba de gusto. Ella sincronizó sus movimientos con los míos, de modo que cuando yo embestía, ella levantaba ligeramente el trasero para que mi tranca llegase al centro de su placer, eso sí, con la braguita puesta. Ella empezó a acelerar los movimientos con los míos y en un momento me estaba corriendo entre sus piernas manchándole las bragas, las piernas y las nalgas, con una retahíla de chorros interminables de lefa. Ella seguía agitándose y creo que también se corrió, a juzgar por los gemidos dados y las sacudidas convulsivas que la dejaron templada y relajada.

Me quedé sobre ella unos minutos y ella permitió que lo hiciese sobre su espalda y, volviendo hacía mí su cara, me preguntó

– ¿Qué tal? ¿Te has corrido bien? ¡He sentido que has eyaculado un mogollón de leche!

Yo un poco asombrado por la claridad del lenguaje de mi madre y ya un tanto curado de espanto, le contesté que sí y que si ella también se había corrido.

– Ahora sí me he corrido, cariño… pero será mucho mejor cuando la metas, entonces sí que lo pasaremos de fábula ¡¡Esas son la corridas que más me gustan!!

Sonreí y me alegré, pues parecía el inicio de algo más y me atraía enormemente la idea de poder participar con mi madre, con toda comodidad en mi casa y con total seguridad de no atrapar cualquier enfermedad en estos juegos eróticos, que pensé prolongaríamos en lo sucesivo. Ahora, en realidad, lo que me apetecía era metérsela hasta dentro, pero eso no parecía mi madre dispuesta a concedérmelo por mucho que lo hubiese dicho. No sabía que pensar, sobre todo en lo que respecta a mi padre... ¿Qué pensaría mi madre del tema?

En este momento me pidió que me quitase de encima y se dio la vuelta ella, mostrando sus pezones erectos con un abultado pezón negro que no pude evitar tocarle, consintiéndomelo ella con una sonrisa. También le vi la zona de su conejo completamente manchado con mi semen, cayéndole por la entrepierna. Las bragas, desplazada con los movimientos, se le habían subido ligeramente, lo suficiente para que, por la parte baja, se apreciase perfectamente la parte inferior de sus labios mayores e internos sonrosados cubiertos de lefa.

– ¡Anda, que como me has puesto! ¡Y eso que te habías corrido hacía un momento! No solo tienes una polla espectacular, sino que produces leche para llenar a una vaca.

Era cierto. No me explico cómo tenía tanto semen en mi interior y, lo que más me asombraba… ¿De dónde sacaba mi energía? Ella se levantó y se volvió a meter en casa, supuse que a limpiarse y yo hice lo propio pasando tras ella, eso sí, yo completamente desnudo y todavía goteando lefa por mi glande. Vi la puerta del baño abierta y entré, sorprendiendo a mi madre sentada en el bidé limpiándose con jabón. Me dijo que esperase un poco a punto de acabar… ella misma se encargaría me limpiarme la verga.

Yo entendí que saliese del baño, pero ella me retuvo… – Espera ahí, no te vayas… ¡Mira que desastre has hecho! No recuerdo que ningún hombre con quien me he acostado soltara tanto semen… ni los negros. Mientras me comentaba el incidente en confianza… esperé mi turno.

Como quien no quiere la cosa, me largó que mi padre no había sido el único, sino que por su coño pasaron unos cuantos antes de quedarse preñada de mí por un tipo que no conoció hasta esa noche y nunca más supo de él… ni se acordaba de su nombre, si es que alguna vez lo supo. Lo curioso es que alguno de esos había sido negro y yo tenía bastantes cosas en las que me parecía a un negro…los labios, las cuencas de los ojos y sobre todo la polla. Joder con la señora de la casa, y cualquiera diría que es de misa diaria. Cuando terminó, sin ponerse nada, me sentó en el bidé y, de rodillas junto a mí, comenzó a limpiarme con sus manos mi cipote y testículos. Aquello volvía a recuperar fuerzas y nuevamente mi mástil se levantó atendiendo al estímulo. Mi madre reía y se alegraba de ver mi energía…

– ¡Vaya con mi chico, es tocarlo y se le pone dura automáticamente! ¡Bendita juventud! Esta capacidad de erección ya se me ha difuminado en el tiempo de cuando era adolescente y estimulaba a mis novios… pero ahora esta verga tendrá que guardar para otra ocasión.

Se acercó un poco la boca a mi glande y chupó como cuando quieren curarte la herida siendo un niño inocente, se tomó su tiempo succionando un poco más y aquí quedó este día, pues la hora de regreso de mi padre se acercaba y mi madre, que había pasado todo el día "jugueteando" conmigo, o más bien con mi verga, me dijo que bajase por el pan mientras ella hacía la comida.

Cuando regresé del recado, mi padre ya había llegado y mi madre, sonriente y complaciente, le había preparado un refrescante tinto de verano como a él le gustaba y le servía la comida... Yo bajé la mirada al encontrarme con la de mi madre, quien comentó…

– Hay que ver qué responsable se ha vuelto nuestro hijo…, se ha pasado la mañana haciendo deporte y leyendo. Se ha hecho un hombre sin darnos cuenta, ¿no te parece, querido?

Mi padre asintió con satisfacción… – Espero que el curso próximo te salga como este pasado, así podrás estar todo el verano sin dar golpe. ¿Verdad que se está bien en casa haciendo solamente lo que te apetece…?

Contesté que sí, pensando lo inocente que se encontraba mi padre ignorando lo que habíamos estado haciendo mi madre y yo en realidad. El día pasó sin mayor trascendencia y, por la noche, soñé que mi padre nos había sorprendido a mi madre y a mí haciendo el amor y nos disparaba con una escopeta de caza, pero mi madre reía a carcajadas y no nos daba… en fin, una pesadilla que me hizo comprender lo mal que estaba aquello que estábamos haciendo.

Por la mañana mi madre vino a despertarme hacia las 07:30 metiéndose en mi cama de 105 cm, la verdad es que estábamos algo apretados, pero le hice sitio. Yo dormía en calzoncillos y mi madre se presentó con su camisón corto… no sabía si llevaba algo debajo. Comprendí de inmediato que me esperaba otro día de pasión. Yo la abracé y enseguida noté mi anguila buscando agujero.

– ¿Sabes? Me ha dicho tu padre que se va de caza todo el fin de semana, así es que tenemos desde hoy, viernes, que ya no vendrá a comer, hasta el domingo por la noche que regrese ¡Lo vamos a pasar en grande practicando todo tipo de juegos…! ¿Te apetece la idea…?

Me sobresalté al recordar el sueño. Pensé… “¿Y si regresa de improviso y nos sorprende con nuestros "jueguecitos"? En fin, no le dije nada a mi madre de la pesadilla, pues estaba ya como una moto a 200 por hora. Le pregunté que a qué se refería en concreto eso de practicando juegos.

– Ya se te ha olvidado lo de ayer… ¡Como sois los hombres!

– Por supuesto que no, pero ¡¡Podríamos hacer algo más!!

– ¿No recuerdas ayer lo bien que lo pasamos sin llegar a penetrarme? Pues así lo haremos hoy también. Por este agujero no ha pasado nadie todavía en estos 16 años de matrimonio que no sea tu padre y tú para salir, pero NO te permitiré entrar. Eso no me parece de moral correcta ¿De acuerdo jovencito…?

Contesté que sí pensando si mi negativa me llevaría a suspender la jornada prevista. Ella volvió al asunto diciéndome… – No volverás a insistir, ¿de acuerdo? Ya te avisaré si cambio de opinión. ¿Conforme?

Volví a asentir y le pregunté si podía quitarme al menos, los calzoncillos. Autorizó con un gesto de cabeza afirmativo. Una vez liberado de ataduras, me subí sobre mi madre y tanteando, comprobé que tenía puestas sus bragas. Me advirtió otra vez más que tuviese cuidado con lo que hacía y me dijo que tenía todo, todo, (recalcándolo), autorizado, menos meterle mi deliciosa polla por su coño, dijo literalmente.

Montado sobre mi madre chupándole las tetas y restregando mi polla erecta sobre sus bragas, en esta ocasión de las convencionales de tamaño, pero más elástica, con lo que mi ariete encontraba sin dificultad su agujero ardiente y mojado, más que húmedo, en donde centraba mi esfuerzo percutor. Así estuvimos un buen rato, casi fornicando, a pesar de que yo me corrí enseguida, pero mi madre insistía en seguir así y facilitando mi pseudo penetración. La verdad es que las bragas eran a propósito para esta actividad, pues tenía una elasticidad que permitía que el glande se introdujese casi en su totalidad.

Cuando noté que ella se corría, disminuí mis embestidas y a besar cariñosamente a mi madre en la boca, por primera vez en mi vida. Ella participó de esta iniciativa y nos fundimos en un abrazo tierno, placentero y muy erótico, pues estábamos prácticamente desnudos. Cuando me pidió que la desmontase, me arrodillé entre sus piernas y pude ver que tenía la tela de las bragas totalmente metida en su conejo por causa de mis empujones, hasta el punto de desaparecer en su interior un trozo de ella y mostrando, por consiguiente, casi todo su chumino al descubierto…, por cierto, en esta ocasión el semen y su flujo vaginal, debían haber quedado en el interior de mi madre, que se encontraba boca arriba con los ojos cerrados sin decir nada.

Pedí que levantase un poco las caderas, para colocarle las bragas y le saqué del interior de su vagina toda la parte baja, comprobando que, en efecto, estaba chorreando y la fina tela, sin forro interior protector como suele ser habitual en esta zona de la ropa interior, completamente arrugada. Yo seguía ardiendo de deseo y valiéndome del momento de debilidad de mi madre, no quise desaprovechar esta ocasión, por lo que le pedí a mamá que se bajase ligeramente las bragas para favorecer una mayor introducción de mi verga… me apetecía repetir la experiencia.

Sonriendo… A mí también me apetece.

Levantándose ligeramente de caderas, permitió que bajase las bragas cuatro o cinco dedos, lo que permitió un sobrante mayor de tela y mi penetración ahora sería más profunda, con este margen, las bragas chorreando y arrugada completamente, no sé muy bien si la llegué a colocar bien o no sobre la raja de mi mamá, pues mi nerviosismo me impedía controlar la precisión de mis movimientos. Traté, no obstante, de situar las bragas recogiendo mi glande, algo difícil, pues la prenda tan pequeña en esa zona y mi polla demasiado grande aún, por lo que cuando me volví a situar sobre mi madre, que aún no había terminado de gozar el orgasmo, creo que se llegó a desplazar la tela de las bragas hacia un lado y mi verga entró directamente en su vagina partiendo su raja en dos

Nos produjo a ambos un suspiro seguido de una larga expiración de gusto. Mi madre solo acertó a preguntar… – ¿Seguro hijo, que has colocado bien las bragas?

Contesté entrecortadamente… – Totalmente seguro, mamá. Por favor, házmelo muy bien, ¡¿Vale?!

– Descuida hijo, tu madre nunca te fallará en esto… ¡¡Será nuestro mejor polvo!!

Comenzamos a follar de nuevo, aunque con una lentitud que aseguraba un larguísimo polvo y un inolvidable orgasmo, como así fue realmente. Me abrazó y me besó en la cara tiernamente diciéndome cosas bonitas de lo buen hijo que era y lo sacrificado con ella… lo mal que me podrían tratar las zorras cuando se convierte en esposas...y esas cosas que te dice una madre.

Yo también la abracé y nos mantuvimos así un buen rato. Sus manos me acariciaban la espalda y yo fui deslizando mis manos hasta su culo, por la falta de contacto femenino de ese tipo, no pensé muy bien lo que hacía, solo que me hallaba abrazado a una mujer. Me sorprendió que no me apartara desde el principio acabando con aquello, así que pensé que me daba permiso para continuar y fui sobando sus tetas, y su culo después hasta poder meter la mano bajo las bragas y sobar directamente la tersa piel de sus nalgas. Comenzó a besar mi cuello, me excité. Ya tenía la polla bien dura y ella lo notaba en su barriga. Nos gustaba a ambos estar en esa situación, necesitábamos mucho el contacto físico de una persona del sexo contrario y ese momento lo reflejó así. Me apetecía tocar las nalgas de una mujer y ella estaba allí para sentirme.

Le acaricié, sobé y amasé las nalgas presionando mi verga contra ella, hasta que probé a meterle mano por la raja entre las nalgas llegando a su coño, tenía curiosidad y apuro de tocarla. Vi que no se oponía a tal atrevimiento elevando un poco el culo y dejándome acceder a su coño. Percibí que pese a su edad, aún tenía un chochete muy cálido, era algo que también me sorprendía. Esa vez lo tenía sin depilar, después se lo depilaba porque a mí me gusta pelón, otras veces solo se lo arreglaba recortándose los pelos largos dejándolos todo muy cortitos para que su hijo disfrute, y alguna vez hasta me dejaría afeitarle el coño.

El caso es que se mojó mientras le besaba el cuello y ella a mí dejándome penetrar un dedo en su raja vaginal… me sorprendió lo mojado que encontré su agujero entre sus labios y durante un rato la follé con el dedo despacio. Comenzó a gemir muy calladamente frotando mis dedos en su clítoris, otra sorpresa ¡Vaya pepita que me encontré en cuanto a dura y gorda!, no sabía si dar el paso adelante o dejarlo, me sentía muy excitado y raro… la polla la tenía a reventar y ella se pegaba más a mí, sin escrúpulo notó la hinchazón de la verga que se extendía hasta el muslo… fue notarla dura y gruesa, entonces más se apretaba a mi pelvis.

Sin duda, el mejor coño para un hijo es el de esa madre a la que te puedes follar… acogedor, cariñoso, sumiso y tragón… más si está en edad fértil y no hay problema si se queda preñada. Mi madre tomaba su píldora, las tiene en armario del aseo, aunque juro que no me hubiera importado hacerle una panza ese mismo día… El caso es que se dejó follar a pelo sin condón… ¡¡Joder cómo es eso de ponerla entre los labios vaginales del coño de tu propia madre, y clavarla hasta dentro en tanto dé de sí haciendo tope en los huevos!!

Ya imaginas, en nada la puse en la entrada, justo cuando debió apartarse las bragas y dejarlas a un lado de su nalga. Me puse entre sus piernas, me agarró la polla mirándome sin decir nada y yo solo tuve que empujar para adentro sin contemplaciones. La sensación era única cuando la estaba follando notando la calidez de su esponjosa y lubricada vagina en mi endurecido capullo. Pese a que ella llevaba tanto tiempo sin follar, en esa ocasión sentía que había amor… se me puso a reventar al notar lo mojada que ya estaba, rememorando mi hazaña con la Paqui bragas rotas, cuando entre por primera vez en el coño de una mujer.

Notaba como se abrían sus paredes internas frotando mi sensible glande…ese coño llevaba mucho tiempo sin ser visitado. Continué metiendo y sacando sin cesar, su mirada apenas se cruzó con la mía un par de veces, tal vez un poco avergonzada de darse al instinto animal que llevaba dentro queriendo salir. Estábamos pegados, abrazada a mí y follaba con su hijo adolescente, no tan maduro y experimentado como se podía esperar. Solo sabíamos que le hacía notar mis 19 cm de polla en lo más hondo de su útero, ensanchando la boca de su coño con los 5 cm de grosor.

Ambos notábamos mis pesados huevos aporreándole el perineo despatarrada y abrazada con sus manos en mi espalda, otras en mi culo tirando hacia ella y soportando estoicamente los empujones de su hijo clavándola hasta la raíz una y otra vez. La besaba en el cuello, la cara, los ojos y hasta me atreví a morrearla, fue cuando abrió un poco la boca para darnos la lengua por primera vez. Llevaba diez horas sin eyacular y en poco más de cinco minutos no pude contenerme, para acabar una buena lechada toda para adentro en lo más hondo de su útero, de forma que no hubiese posibilidad que se le saliera una sola gota de lefa. El subidón de adrenalina era morrocotudo, mi corazón casi se me sale del pecho por la boca de la emoción… abrió los ojos cuando percibió el primer lechazo y el segundo que suelen ser los más copiosos, mirándome me sonrió dando su beneplácito a la follada con inseminación profunda en su vagina ¡Eso me tranquilizó! porque pensaba que había hecho una aberración corriéndome dentro de ella como un pervertido sin haberle pedido permiso para vaciarme en su coño ¡Joder mi primera eyaculación dentro de mi propia madre! No era un adulto consciente de mis actos, sino un adolescente con ganas de experimentar.

Una vez descargado la fui sacando de su apretada y colmada vagina. Sentí la tranca impregnada de flujo y esperma espeso, y de lo dura que aún la tenía. La cantidad debió ser tanta que aun teniéndola dentro, de sus labios rezumaban un reguero de leche mezclada con sus fluidos que mojó su ano y cayó en parte a las sábanas.

– ¡Aún te quedan fuerzas… vamos cariño, la tienes todavía muy dura y yo no he acabado!

Verdaderamente me apetecía continuar, y sin pensarlo más mis caderas comenzaron a moverse de nuevo sin cambiar de la postura del misionero… tras haberme corrido y con todo el coño impregnado de flujo y semen mi estoque se deslizaba más suavemente, con menos fricción pudiendo llegar a durar, en esta segunda ocasión, algo más de 20 minutos. Me volví a correr viendo como mi madre de retorcía y convulsionaba con un orgasmo espectacular mientras la follaba a todo lo duro que me respondían las fuerzas… la metía a tope hasta los huevos una y otra vez, ella convulsionaba y retorcía su espalda buscando mi polla bien dentro.

De nuevo y tras gozar de un largo beso asociado al orgasmo más intenso que había tenido en mi vida, nuevamente me incorporé y ya con el vástago perdiendo toda dureza, comprobé al mirar a mamá, que efectivamente las bragas se había desplazado lateralmente y había consumado una penetración total y perfecta. Las tenía completamente desplazadas hacia la derecha y semi bajada, pero ni yo dije nada ni mi madre preguntó, era evidente que ambos nos habíamos dado cuenta cuando mi musculado miembro viril se atoró hasta el fondo descargando toda la lechaza en su coño profundo, pero hicimos como si no hubiese ocurrido. Simplemente me pidió que se la quitase para no sentirse húmeda y me confesó que aunque no había sido una experiencia completa, ella lo había pasado como no recordaba ya y me preguntó si yo había gozado. Le confesé que más aún que ella, pero que me escocía la polla por el rozamiento de la tela de fibra de las bragas.

– Pues he elegido esas bragas por su suavidad, elasticidad y finura transparente. Le he quitado incluso, el protector interior que llevaba, para hacer aún más directo el contacto entre nuestros sexos y simular mejor un coito completo…, algo que me parece que realmente hemos logrado.

Efectivamente, mi penetración había sido bastante profunda, he incluso total aunque ella intentase tirar balones fuera. Reiteraba que no como nos hubiese gustado a ambos, pero que eso era todo lo que estaba dispuesta a concederme.

Yo callé. No obstante y en consideración al estado enrojecido de mi glande, que observó meticulosamente, estudiaría algo menos agresivo para esta parte tan sensible, incluso también por ella, que la tela, en su interior, también le había causado molestias y empobrecido el orgasmo. Nos levantamos a desayunar y ducharnos y yo esperaba ansioso el segundo tiempo de este largo día que seria, a su vez, preludio de los dos siguientes. Por supuesto, le dejé la iniciativa a mi madre que, sin recoger la mesa, me dijo que si me había aseado bien y tras mi confirmación, me llevó a su dormitorio. Podrían ser las 9:00 horas aproximadamente, y yo ya me encontraba preparado para afrontar el segundo asalto. Por lo que aprecié, mi madre estaba más deseosa que yo...

CONTINÚA...