Historias de un sumiso (4)
Con Manuel y Víctor
Faltaban ya solamente dos días para acabar el curso. Dentro de nada tendríamos oportunidad de ser libres de nuevos, y ya en cada una de nuestras cabezas rondaban nuestros planes personales durante estas vacaciones. Yo, por ejemplo, pensaba en salir con Antonio, bailar, salir de fiesta, reír y follar como monos. Antonio siempre parece tímido, pero lo cierto es que folla como casi nadie, y demuestra que cuando se pone, se pone.
Por otro lado, no era de extrañar que tanto Juan, Víctor, Manuel y el moro concediesen en sus planes personales. Follarme hasta cansarse. Pero como resulta que soy su perra personal, y que encima me encanta serlo, estaba claro que me iba a dejar hacer de todo. Después de todo, si he conseguido durante tanto tiempo esconder mis múltiples infidelidades por culpa de mi extraña ninfomanía a mi novio, no sería muy difícil hacerlo en vacaciones.
Tanto Víctor como Manuel y yo estábamos en el pasillo de nuestra escuela. Las clases habían empezado ya hace algunos minutos, y los pasillos estaban completamente desiertos. Aún así, decidimos esperar un poco más para comprobar que realmente aquellos sitios estaban totalmente vacíos.
Este plan les costó a Víctor y a Manuel más de dos semanas más a Manuel que ha Víctor, por eso-. El plan, a priori, era bastante fácil. No había más que llegar a la sala de dibujo, y dejar que me follen. Lo complicado es encontrar un hueco donde nadie haga clases allí y nadie aparezca, ni siquiera ninguno de los múltiples empleados que allí trabajaban. Para más inri, la sala estaba al otro lado del colegio, y estaba justo al lado del recreo. Así que había que descubrir a qué hora no se hacían clases, ninguna actividad de ciclos, y mucho menos no debía coincidir con ninguna hora de recreo.
No sé como coño lo hicieron, pero en menos de lo que canta un gallo consiguieron los horarios de absolutamente todas las clases y Manuel, el más listo de todos, pudo determinar que aquella hora era la mejor para una sesión de sexo.
-¿Veis?- decía Manuel con una gran carcajada de satisfacción- Nadie. No hay absolutamente nadie.
-Increíble- contestó Víctor-. ¿Y seguro que no vendrá nadie?
-Lo he asegurado varías veces.
-¿Y cuanto tiempo nos queda?-pregunté yo que ya estaba sobando el paquete a Víctor-. Tengo un calentón
-Tranquila, perrita- decía Manuel mientras se acercaba y me restregaba el paquete por la pierna- Tenemos una hora.
Fue entonces cuando besé profundamente a Víctor, metiendo la totalidad de mi lengua en su boca y saboreándole, aunque poco después sería él que entraría en mi boca y me cataría. Poco más de un minuto duró el beso y acto seguido besé de igual manera a Manuel, mientras metía la mano por debajo de su camiseta y tocaba su peludo pecho.
Víctor, de mientras, me metía la mano en el paquete y empezaba a masturbarme violentamente, a lo que yo respondía con sobeteos en su polla que había yo conseguido sacarla de su escondite con una sola mano.
Manuel, sin dejar de meterme su larga y áspera lengua en mi boca, y sin dejar de recorrerla por la totalidad y cada uno de los rincones de mi lengua, me desabrochaba los pantalones. Estos cayeron al suelo en seguida, y luego mis calzoncillos. Luego, empezó a sobarme los huevos con fuerza, tanta fuerza que incluso me dolían.
-¡Au!-me quejé-. Joder, una cosa es que sea vuestra zorra, pero no hace falta que me martiricéis así.
-Se siente- contestó Manuel apretándome los huevos un poco más.
-¡Haaaay!- grité por lo bajo. Víctor se rió.
-Vaya- dijo Víctor, agarrándome de los pelos y llevándome a la mesa de la profesora-. Que nuestra perra cree que puede mandarnos. Sube aquí.
Víctor, me obligó tumbarme en la mesa boca abajo, pero solo de cintura para arriba. De cintura para abajo estaba de pie, como quien dice. De esta manera, dejaba mi culo en pompa, a merced de mis "amos". Víctor cogió una de las reglas de madera que se solían utilizar en esas clases, y sin más preámbulos, me azotó en el culo.
-¡Hay, joder!- me quejé con fuerza-. ¡Para!
-¿Parece ser que no aprendes, eh?- me preguntó mientras me volvía a pegar con la regla.
-¡Ahh! ¡Ahh!
Víctor repitió los golpes varias veces más, hasta que en mi culo se podían ver las marcas que me dejaba aquella regla de madera. Manuel, por su parte, se sentó en la mesa, abierto de piernas, enfrente de mí. De esa manera, me dejaba delante de mis narices su apetitosa, aunque pequeña, peluda polla.
-A ver, chúpale la polla a Manuel- me obligó él, agarrándome de los pelos-. A ver si hemos aprendido a no mandarnos.
Yo, siguiéndoles el juego, me tragué aquella polla del tirón, hasta la garganta. Subía y bajaba rápidamente, babeando aquella polla que debía medir unos quince centímetros. Notaba como sus pelos me llegaban a la nariz cada vez que me llegaba a la garganta. Lamía con ferocidad su nabo, su frenillo, su tronco. Incluso lamía su ingle, arrematada de pelos larguísimos. Manuel no paraba de gemir de placer.
-Las pelotas, las pelotas- decía entrecortadamente él-. Lámeme las pelotas.
Los huevos de Manuel eran, sin duda, su parte del cuerpo más peludo. Pero, sin duda, también la más sabrosa. Con su mano derecha, Manuel se pajeaba.
-Ohhh!!- gemía él.
Al rato escuche como Víctor se escupía en su mano y se la llevaba a mi culo, el cual lo empezaba a masajear de una manera apoteósica. Su polla, firme, en estado puro, en su máximo esplandor, se posó en mi ano, en la entrada que, al fin y al cabo, mucha gente había entrado.
Empezó a empujar levemente, pero no hacía falta cuidado, mi culo se adaptó majestuosamente a ese mástil que pretendía follarme.
-¡Joder!- gritó de repente, una vez hasta el fondo, Víctor-. ¿Te han dicho alguna vez que tu culo se adapta como una jodida ventosa?- decía mientras empezaba a embestir con fuerza mientras me agarraba fuertemente de las nalgas-. ¿Pero cuántos tíos han entrado ya en tu culo, putón?
-Con lo maricón que es este- contestaba Manuel, que me cogía de los pelos y me obligaba a meterme su polla hasta poder tocar con mi lengua sus pelotas-. Ohhh, traga, ohhh
La polla de Manuel no me dejaba respirar, y lo aguantaba . Hasta cierto punto. Me quedaba poco a poco sin respiración, y yo me ponía cada vez más rojo, y babeaba más y más, dejando aquella polla peluda chorreando, y con la cabeza intentaba despegarme de aquel malestar.
-Mira, mira, mira, mira- repetía Manuel para que Víctor contemplara como me ahogaba-. Mira como lucha por respirar.
Ambos se reían, y Víctor, que le encantaba verme sufrir, empezó a embestirme con mucha más violencia que nunca, apretándome más las nalgas y azotándome el culo hasta dejármelo rojo del todo.
Manuel me dejó libre, y yo saqué la polla de mi boca de golpe, sacando un buen puñado de saliva sobre la mesa y luchando por respirar.
-¿No ves que no puedo respirar?- me quejé absorto, aspirando fuertemente para recuperarme.
Nada más acabar mi pregunta irónica, recibí un fuerte cachetazo por parte de Víctor, que me marcó el culo con la palma de su mano. Yo di un leve sonido de dolor.
-¿Quejándote, eh?- me decía mientras me embestía-. Cambiemos de posición.
-A mí me gustaba estar aquí- dijo Manuel, a la vez que con la polla me iba dando golpes en la cara.
Víctor obligó a Manuel a ponerse en mi culo, mientras que ahora él sería el que me ahogaría. Cosa mala, pensaba yo, ya que la polla de Víctor, a pesar de ser mucho menos peluda, era un par de centímetros, a priori, más grande que la de Manuel. Sin embargo, era más apetitosa.
Víctor me agarraba del pelo, pero, en vez de metérmela de golpe, hasta la garganta para dejarme sin respiración, me obligaba a subir y a bajar constantemente, mientras él hacía ligeros movimientos de cadera. El nabo de aquel chaval me llegaba en ciertas ocasiones a la garganta. Manuel, por su parte, me daba por culo con un ritmo algo menor al de su compañero. Eso, y teniendo en cuenta el inferior tamaño de su miembro, me producía poco placer. ¿Pero que importaba aquello?
Cuando Víctor me dejó algo de libertad para mamar, lo hice más lentamente, hasta que vi que él ya no podía más. Entonces empecé a hacerlo paulatinamente más rápido, haciéndole una paja con mi boca, un rápido mete saca. Lo hacía tan deprisa que pronto me empezó a doler el cuello. Él solo pudo reprimir su grito de placer, hasta correrse en mi boca. Noté cómo un chorro caliente y espeso de semen se me colaba por la garganta y descendía hasta mi estómago vacío.
Manuel, que seguía embistiendo, y el cual no se dio cuenta de que su compañero ya había acabado, comenzó a gemir fuertemente, señal de que él también iba a terminar muy pronto. Mientras yo seguía succionando aquella polla ya flácida, Manuel se corrió en mi culo, dejándolo lleno de su fabuloso semen.
-¡No, en el culo no!- me quejé-. ¡Ya sabes lo que me gusta tu leche!
-Ahhh por eso mismo lo hago- decía mientras terminaba de inundarme y embestirme.
-Joder, y ahora que hago yo con el culo lleno de semen? pregunté.
Cuando Manuel me sacó la polla del culo, toda su leche salió disparada y yo, como si de un acto reflejo se tratara, me llevé las manos hasta el ano, para impedir mancharme las piernas de su semen.
-¿Ahora?- repitió Víctor mientras, como Manuel, se colocaba los pantalones-. Ahora te buscas la vida, majo.
Acto seguido, me dejaron allí solo con los pantalones bajados y con el culo a rebosar de leche.