Historias de un cornudo 2: Aventuras en gimnasio
En esta nueva entrega cuento como decidí convertirme en un cornudo presencial. Quiero ver a mi novia seducir, ligar y finalmente follar con otros hombres, quiero ver como ellos se acercan y ligan con ella, y como ella se deja toquetear y besar. Para ello iremos al mejor sitio del mundo en que una mujer puede estar rodeada de tíos buenos por todos lados, ser observada, levantar pollas y ligar con ellos: un gimnasio.
...Continúa desde: Nuestros inicios...
Después de decidir que Sandra podía acostarse con quien quisiera, nuestra relación dio un tremendo salto. Como ya dije, nuestra confianza aumento enormemente, y no volvimos a discutir por nada. Es cierto lo que dicen que cubiertas las necesidades sexuales, todo lo demás se resuelve más fácilmente.
Sin embargo con el tiempo decidimos dar un paso adelante en nuestra relación. Un día, cuando ya sus escarceos con otros hombres eran regulares y nuestra confianza plena, le confesé a Sandra que vi sus videos con Pedro, y no sólo no se molestó, sino que se puso cachonda. Ella se había ido dando cuenta de que a mi no es que no me importara que tuviese otras aventuras para tener una buena vida sexual, sino que me gustaba verla follar, imaginármela follando. Siempre que salía por la noche yo me quedaba pajeándome sin cesar y cuando volvía me la tiraba incansablemente. Me gustaba ser un cornudo presencial. Pero además de esto, tras contarle lo de los videos ella descubrió que también le excitaba mucho pensar que la estaba viendo.
Así que tras mucho pensarlo, decidimos llevarlo a cabo, porque yo no podía soportar más no poder verla cuando follaba, y ella se me confesó que cuando follaba con otros tíos pensaba que yo estaba observándola por algún lado, y muchas veces había tenido la tentación de llamarme en mitad del polvo. No podía grabarse follando con sus amantes, ya que los conocía sólo de una noche, y no había confianza para pedírselo. Así que Sandra comentó que podía traerse sus ligues a casa, y follarían en nuestra cama. Nada más sugerirlo, me la follé brutalmente. Dos veces. El pensar que podía acostarse con un desconocido en nuestra propia cama, y yo estaría observándola viendo como gemía, y poder oírla... Llevaba años deseándolo, y lo único que había podido ver habían sido los videos, que me los sabía ya de memoria, y estaban empezando a dejar de excitarme. Por lo tanto y ante las terribles ganas y excitación que tenía, decidimos llevarlo a cabo cuanto antes.
Estaba todo resuelto. Respeto a la forma de observar, nuestro dormitorio tenía un armario empotrado, que conectaba con el salón. En el lado del dormitorio había perchas, ropa etc., dividido en dos compartimentos separados por una pared. El de la izquierda era el suyo y el de la derecha el mío. En el lado del salón había unos estantes en la parte de la derecha, y en la izquierda un montón de cacharros. La parte del dormitorio y del salón se separaban por una tabla de madera, igual que el compartimiento derecho del izquierdo. Fue la primera vez en mi vida que me puse cachondo ordenado trastos viejos. Lo vaciamos primero todo y quitamos las tablas, para convertirlo en un solo espacio. Con las puertas abiertas, casi se podía pasar andando. El armario tenía una doble altura. La inferior tenía dos metros y después había una tabla horizontal. Esa se quedó, ya que la parte de abajo era perfecta. Ordenamos y lo metimos todo en la parte superior, y la inferior la dejamos con las cosas suficientes para disimular. Las cajas a un lado para poder entrar, pasar al otro lado atravesando la ropa y abrir la puerta del armario del dormitorio. La puerta derecha quedaba justo enfrente de la cama, y podría cambiarme de lado para mirar desde otra perspectiva. Cambié la situación de las bisagras, para que las puertas al cerrarse, estuvieran un par de centímetros separadas, dejando una raja perfecta para observar. Desde fuera no se vería nada, porque el interior estaba oscuro. Era el cuarto perfecto para un voyeur. Además puse un pestillo en cada puerta, para asegurarme de no ser molestado y estar tranquilo. Después engrasé todas las bisagras de la casa y también la puerta de entrada, por si tenía que entrar mientras ella ya estaba dentro. Tuve la polla empalmada todo el tiempo y al acabar echamos un buen polvo.
Una vez todo arreglado, quedamos en que yo también quería ver como ligaba y tonteaba con el tío que iba a follarla instantes después. Cuando hiciera su conquista, yo los llevaría en mi taxi hasta nuestra casa.
Decidimos ir al mejor lugar que tiene una tía buena como Sandra para ligar con tíos buenos: un gimnasio. Miramos uno que estaba relativamente lejos de casa, pero que era muy grande. La dueña nos lo enseñó. Había unos grandes vestuarios con ducha, una piscina climatizada, con varias saunas, varias salas para hacer aeróbic, otras con cintas para correr y bicicletas. Todas las salas estaban separadas por cristales, lo que permitía ver cualquier zona desde cualquier sala. Las paredes estaban llenas de espejos.
Finalmente llegamos a la sala que nos interesaba. La de las pesas y máquinas, donde el 99 % de los que había, eran tíos. Nada más entrar, pude notar como Sandra se excitaba. Había cerca de 40 tíos haciendo pesas, abdominales etc. Había también un par de tías, que por supuesto estaban siendo "ayudadas" por algún hombre. Nada más entrar, muchos miraron, y se quedaron repasando a Sandra con la mirada. Sandra empezó a respirar profundamente y a calentarse. Se sonrojó y tuvo que mirar al suelo. La dueña no se daba cuenta, e iba pasando entre las máquinas explicando el funcionamiento etc. Sandra analizaba cada tío que pasaba a su lado, como eligiendo a cual follarse. Había muchísimos. Algún cuarentón gordo, pero en general eran todos jóvenes, entre 20 y 30 años, musculosos. Muchos estaban sin camiseta, marcando todos los músculos, brillantes en sudor. Allí dentro hacía mucho calor. Sandra llevaba unos vaqueros largos apretados que le marcaban su hermoso culo y una camisa, con un botón de más quitado, que permitía ver su perfecto escote.
Yo entre tanto estaba cachondísimo pensando en dejar a Sandra allí sola con tantos tíos, que la rodearían, la desnudarían, se restregarían con ella, la sobarían, la tocarían, la impregnarían de su sudor, la besarían... Sandra iría bajando pantalones y cogiendo pollas duras con sus dos manos, y empezaría a masturbar a diestro y siniestro, y les chuparía las pollas uno tras otro...
Después de ver esta sala nos fuimos. Nos apuntamos, pagamos la cuota y volvimos a casa, para echar un polvo. Sandra estuvo todo el tiempo sin abrir los ojos, sin duda pensando en estar rodeada de todos aquellos maromos. Al terminar, mire las bragas de Sandra y comprobé como había supuesto, que tenían restos de jugos vaginales ya secos. Se había puesto verdaderamente cachonda. Así pues, como ambos teníamos tantas ganas, decidimos ir al día siguiente por la mañana.
Esa noche Sandra se depiló a conciencia, incluyendo su monte de Venus u sus labios vaginales. Yo entre tanto preparé la ropa que mi novia llevaría al día siguiente. Unas mallas blancas ajustadas hasta un poco debajo de las rodillas, unos calcetines por debajo de los tobillos y unas zapatillas de deporte. Después un top apretado de tirantas, que llegaba hasta cuatro dedos por encima del ombligo, y que hacía un gran escote. Como ropa interior un sujetador sin tirantes, que sólo tenía el enganche trasero y un tanga de cuerda, para que con las mallas se viera el culito totalmente liso y pareciera que no llevaba nada. Yo tenía pensado llevarme un pantalón de chándal ancho. Imaginaba que se me empalmaría a lo largo del día, y la ropa ancha me ayudaría a disimularlo. Después en una mochila llevaría unos vaqueros, una camiseta normal y una gorra para cambiarme y poder llevar el taxi sin que el ligue de Sandra me reconociera si me había visto dentro del gimnasio. Me puse muy cachondo preparándolo todo y cuando quise hacerle el amor a Sandra al acostarnos, me lo negó, diciendo que así al día siguiente con las ganas lo pasaríamos mejor. Me puse mucho cachondo, pero me aguanté.
Así que al día siguiente a las 9 fuimos al gimnasio. Fuimos en el taxi, pero Sandra se bajó un par de manzanas antes. Teníamos que llegar separados, para que no se supiera que éramos pareja. Si alguien nos recordaba del día anterior pensaría que éramos dos clientes a los que les habían enseñado el gimnasio juntos. Yo dejé el coche en el aparcamiento que hay enfrente y entré. Fui al vestuario, dejé la bolsa y me fui a la sala de las bicicletas y las cintas andadoras. Me puse en una bicicleta de la primera fila. Justo enfrente estaba la sala de las pesas, al otro lado del pasillo. Tenía una perfecta visión de toda la zona. Empecé a pedalear a un buen ritmo y esperé.
A los 5 minutos llegó Sandra, con la ropa que le había preparado el día anterior. Entró también allí, y se puso en una cinta a correr, con los cascos puestos y una coleta. Sus tetas botaban a cada salto, y tuve que mirar al frente para que mi polla no me molestara al pedalear. No se si fue casualidad, pero me fijé en que las máquinas cerca del pasillo, desde donde se podía ver perfectamente a mi novia correr, estaban llenas, mientras que del fondo estaban vacías. Al rato Sandra empezó a sudar, las gotas se resbalaban desde su cuello hasta el interior de su escote y la visión era aun más espectacular.
Tras 45 minutos de calentamiento, Sandra salió de la sala, cruzó por el pasillo delante mía menando su culito sin mirarme y entró en la zona de máquinas. Sabiendo que yo estaría mirando, se colocó en una cercana al cristal. Sandra se sentó, agarró la barra que colgaba sobre su cabeza e intentó tirar de ella, pero pesaba demasiado. Entonces fue a la parte trasera de la máquina a intentar poner menos peso, pero no supo cómo hacerlo. Al instante apareció un tipo moreno para ayudarla. Era muy atractivo y al estar sin camiseta podían vérsele todos los músculos. Sandra levantó la mirada, observándolo lentamente y le sonrió. El tipo aquel le explicó cómo funcionaba el mecanismo y le puso sólo un par de pesas de 10 kilos. Después se despidieron y Sandra empezó a hacer ejercicio.
Estaba realmente impresionante. Cada vez que subía los brazos, sus tetas se erguían majestuosas. Era claramente el centro de atención de toda la zona, pero ella disimulaba mirando al frente. En unos minutos apareció de nuevo el tipo aquel con unas mancuernas, se sentó en un banco junto a Sandra y empezó a hablarle. Charlaron un rato, riendo. Yo empezaba a sentir un cosquilleo en el estómago, que bajaba hasta la polla, que empezaba a inflarse.
Al cabo de un rato, Sandra paró y le dijo algo al tipo aquel. No podía saber que estaban diciendo, pero estaba claro que habían ganado más confianza de lo que pensaba, porque él la cogió de la mano y la llevó hasta una máquina justo enfrente mía, al otro lado del pasillo, apenas a 3 metros. Tragué saliva. Parecía que Sandra le había preguntado qué hacer, y el tío le aconsejaba qué máquina usar. Aquella en concreto se trataba de tirar de una barra, hasta ponerse en cuclillas, y luego colocarse de pie de nuevo. Pero para explicarle el funcionamiento como no, debía tocarla. Le puso una mano en la barra y otra en la espalda, y le explicó la correcta posición. Después le colocó una mano sobre el pecho, escasos centímetros por encima de sus tetas, y la empujó un poco hacia atrás para alinear su espalda. Entonces continuó Sandra sola, y él se puso en una peck deck justo detrás. Me pareció tremendamente descarado, ya que cada vez que Sandra se agachaba, ponía su culo en pompa mostrándoselo a todos los que estuvieran a su espalda.
Con tantos tíos mirándole el culo a mi novia empezó a dolerme la polla. Me tuve que pegar un apretón para relajarme. Si me colocaba la polla hacia un lado no podía pedalear, y si la ponía hacia arriba se me asía por el borde del pantalón, así que tuve que dejar la bici y ponerme en una cinta a andar, tranquilamente. En ese momento tenía toda la sangre en la polla y podía marearme si corría.
Al cabo de media hora de charla, decidieron hacer un descanso y se fueron a la fuente a beber. Allí se quedaron charlando, riendo y cogiendo confianza. Cuando le decía algo gracioso, el le agarraba el brazo, y ella se dejaba. Acto seguido la cogió por la cintura y la atrajo hacia él para susurrarle algo al oído. Ella puso cara de asombro al escucharlo. Hablaron un poco más y de repente mi novia se acercó y le pegó un rápido apretón al paquete de aquel tío. Dios, no sabía que estaban ya en ese punto. No podía más. Me iba a explotar la polla. Tenía saber de qué hablaban, así que me bajé de la cinta y fui a la sala de máquinas. Aprovechando que estaban al lado de la fuente, me acerqué y llené un vaso de plástico lo más lentamente que pude, mientras agudizaba el oído.
Eres un poco fantasmilla... no creo que sea para tanto- comentaba mi novia.
Cuando quieras lo compruebas.
Pues la verdad es que estaría bastante bien que fuera cierto... Voy al baño un momento.
Sandra salió de la sala camino del servicio. El tío aquel se dirigió a otro tío y empezó a hablar con él. Al mismo tiempo, vi que Sandra en la distancia, me hacía señas para que me acercara con ella al baño. Se me acumulaba el trabajo. Quería saber de qué hablaba el ligue de mi novia. Me acerqué disimuladamente y me puse a mirar una máquina que estaba junto a ellos.
Dios, como esta esa tía. Es tela de guarra.
Venga Carlos, no será para tanto- contestó su amigo, claramente envidioso.
A esa me la tiro, te lo digo yo. La tengo ya a puntito - vaya cabrón. Me excitó una barbaridad que hablara así de mi chica.
Después fui rápidamente a los servicios. Sandra me esperaba a la entrada.
- Compra condones XL- fue lo único que dijo y se fue, dejándome allí plantado.
Yo estoy bastante satisfecho con el tamaño de mi polla, uso condones de 54 mm. de anchura nominal y nunca he tenido problemas. Los condones XL, según la marca, pueden ser de 58 mm. A eso añadir que la polla tiene que ser siempre mayor que el condón, para que este se estire y quede sujeto ¿De eso era de lo que hablaban antes? Pues sí que era fantasma el amigo. Quizás pensase impresionar a Sandra, sin saber que iba a mojar antes de lo que él creía. Pero bueno, seguí las órdenes de Sandra y salí del gimnasio a una farmacia cercana. La erección no se me quitaba, y empezaban a dolerme los huevos, suplicando evacuar. Nunca había comprado condones para otro tío, y menos para que los usase con mi novia. Era muy excitante.
Volví al gimnasio a los 10 minutos. Sandra y Carlos seguían hablando desde sus respectivas máquinas. Avisé a Sandra con la mano y ella vino.
- Vete ya al taxi, iremos en seguida- dijo cogiendo los condones. Entró en el vestuario, los guardó en la bolsa y volvió junto a Carlos.
Yo estaba muy cachondo. ¿Iba a ocurrir realmente? ¿Por fin? Tenía un terrible cosquilleo en el estómago y estaba deseando meterme en el baño y hacerme una buena paja. Pero conseguí resistirme. Me cambié y fui al taxi a esperar. Antes de salir, pude ver como Sandra estaba sentada en el muslo de Carlos y le susurraba algo al oído. El escuchaba con una sonrisa. En el coche me di un par de buenos apretones en el nabo para tranquilizarlo.
El plan era que Sandra me daría un toque cuando fuera a salir. En ese instante yo arrancaría, pondría el cartel de libre y me acercaría. Sin embargo cuando me dio el toque había mucha gente saliendo y no pude acercarme. Pero Sandra sabía donde había aparcado y no hubo problemas, vino directa hacia mi. Carlos ya se había puesto la camiseta, que se le quedó pegada, la agarraba por la cintura y caminaban muy juntos. Al llegar me bajé, y cogí las bolsas. Ellos entraron y yo las metí en el maletero.
Al subir al coche pude ver por el retrovisor como Carlos le besaba el cuello a mi novia. Durante todo el camino tuve que centrar mi vista en la calzada, para evitar mirar lo que ocurría en el asiento de atrás y que me explotara la polla. La cosa se calentaba, y Carlos ya sin ninguna vergüenza por estar yo allí le acariciaba un pecho, y Sandra tenía la mano en su paquete. Tardamos unos 20 minutos, Sandra me pagó y se bajaron. Pude ver como mientras entraban en el portal, Carlos le agarraba el culo.
Aparqué lo más cerca que pude y esperé. El plan era esperar unos minutos. Sandra lo llevaría al dormitorio y yo podría entrar sin ser visto. Sin embargo no quería perderme nada y estaba tan cachondo que en un par de minutos entré en el edificio, subí al segundo y pegué la oreja en la puerta de mi casa. No escuché nada, así que abrí con cuidado y metí la cabeza. No había nadie, pero venían ruidos del dormitorio. Pasé, cerré con cuidado y entré en el armario, que estaba a un metro a la izquierda de la entrada. Una vez dentro cerré todos los pestillos y respiré tranquilo. Ya estaba perfectamente colocado. Me fui a la parte de la derecha y observé por la raja. Me tuve que agarrar la polla al instante. Justo enfrente, apenas a dos metros, Carlos bloqueaba a mi novia contra la pared, estrujándole los pechos. Se besaban apasionadamente y él ya no tenía camiseta. Libre por fin, me desnudé por completo, me senté en un taburete que había puesto allí, y empecé a meneármela con fruición.
Bueno, ¿era cierto entonces lo que me dijiste de tu polla?
Compruébalo.
Sandra sonrió y continuó besándolo. Metió cuatro dedos dentro del pantalón, y tiró hacia ella para abrirlo. Después introdujo la otra mano, buscando su miembro. Lo encontró.
- Dios... tío, qué barbaridad- estaba totalmente impresionada. ¿Para tanto era?
Sandra lo empujó un poco y se puso de rodillas. Agarró los pantalones y los slips y tiró hacia abajo lentamente. En un momento dado, como activado por un resorte, salió la polla de Carlos, chocando contra su estómago. Dios, pedazo de polla. Debía de medir cerca de 22 centímetros, y era de ancho lo que la muñeca de Sandra. No se mantenía erecta del todo debido a su peso, sino que estaba algo caída, formando un ángulo de 45 grados con respecto a su perfecto y plano vientre. Además estaba totalmente depilado, huevos, pubis y pecho, lo que hacía parecer que era aun más larga. Sandra lo miraba impresionada, con ojos lujuriosos, pensando que quería tener aquella polla dentro suya lo más pronto posible. Carlos movió suavemente las caderas, y su polla osciló de un lado a otro, provocando a Sandra.
Viene de familia. Mi padre también tiene algo así, y mi hermano incluso más grande - ¿más grande aun?
¿Tu hermano?- preguntó inmediatamente Sandra-. ¿Vive en la ciudad?
Claro. Estaba allí en el gimnasio con nosotros- debía de ser el tipo rubio con el que habló Carlos.
Vaya. Podrías haberle dicho que se viniera...
¿Hablas en serio?- Sandra no contestó, pero su mirada lasciva indicaba sin lugar a dudas que no bromeaba-. Bueno, si quieres le digo que venga...
Sandra agarró aquel cipote. No lo conseguía rodear entero con su mano. Bajó el prepucio y dejó asomar el glande hinchado. Se mojó los labios y le dio un pequeño beso en el frenillo. Después se levantó y salió de la habitación, meneando su culo y diciendo.
Pues avísalo. Con uno sólo no tengo ni para empezar. Voy por los condones mientras tanto- dios, que guarra era mi novia. Carlos se quedó un momento parado, pero luego se levantó los pantalones, cogió el móvil del bolsillo y empezó a escribir un mensaje. Yo me cambié al lado del salón y miré por la raja. Sandra se acercó a su bolsa y cogió los condones-. Y dile que traiga más condones, que sólo tengo seis. Aunque más que condones parecen bolsas de basura- joder, ¿sólo seis? ¿Cuánto tiempo pensaba estar allí? Yo no tenía ni idea de que iba a tirarse a dos sementales de pollas enormes cuando los compré. Entonces Sandra se acercó al armario y susurró-. ¿Estás ahí?
Si.
Dios, ¿has visto su polla? Que pedazo de manubrio joder. Y encima dos. Como me lo voy a pasar. Espero que tú también disfrutes cariño.
Me puse muy celoso, y no dije nada. Según tengo entendido el 80 % de las mujeres están reprimidas sexualmente. Por culpa de la sociedad, que impone una serie de normas, obliga a las mujeres a comportarse de un modo mucho más pudoroso del que realmente les gustaría, por vergüenza y timidez. Sin embargo, si se dan una serie de circunstancias, puede salir a la luz su auténtica personalidad sexual. En el caso de mi novia, estaba ocurriendo. Nunca se había comportado con tanta naturalidad ni siquiera conmigo, menos aun con un desconocido. ¿Así actuaba con todos los tíos que se tiraba a mis espaldas? Apareció Carlos.
Ya viene de camino. ¿Qué podemos hacer mientras? ¿Lo esperamos?
No, yo prefiero que me vayas abriendo tú, para ir acostumbrándome- joder, que zorra. No tenía ni idea de que mi novia fuera tan salida. Estaba realmente cachonda-. Tengo estos condones XL, ¿te estarán buenos?
Ahora veremos. Y sino, no pasa nada, hay otros agujeros con los que se puede disfrutar con seguridad-. Sandra sonrió y se acercó a él quitándose las zapatillas. ¿Sería capaz de dejarse sodomizar? Estaba muy excitada, más aun sabiendo que yo la iba a ver follar.
Sandra tiró los condones al suelo y empezó a besarlo. Él le quitó el top mojado y lo lanzó al aire. Ella volvió a bajarle los pantalones, y empezó a masturbarlo. Carlos entonces aprovechó para quitarle el sujetador, pero con los dedos mojadas no pudo, así que lo agarró y de un tirón lo rompió, liberando por fin los bellos pechos de mi novia. Los miró un instante y luego los agarró con fuerza, sintiendo su calor. Después plantó sus dos manos en su culo y la aupó. Sandra se agarró a él cruzando las piernas alrededor de su cintura, sin dejar de besarlo y chuparlo. Él la llevó hasta el sofá que estaba justo enfrente de la puerta del armario, puesto allí a conciencia, quitándose los pantalones y los zapatos al andar. La tiró encima y se tumbó sobre ella, besándole el cuello y los pechos. Sandra gemía y arqueaba la espalda, sin dejar de masturbarlo. El bajó su mano hasta su entrepierna y le acarició el coño sobre la ropa. Después agarró las mallas y el tanga y lo deslizó hacia abajo, quitándoselo. Sandra fue a quitarse los calcetines pero él se lo impidió.
- Déjalos. Me dan morbo.
Acto seguido le separó las piernas todo lo que pudo y sumergió la cabeza en su coño. Sandra empezó a gemir con fuerza, aplastándose las tetas con las manos. Carlos le daba grandes lametones y hacía presión con su lengua en el clítoris de mi novia. Luego empezó a meterle dos dedos y a masturbarla con ellos, provocándole un orgasmo. Sandra giró la cabeza y me sonrió. En ese instante, viendo a mi novia gemir y con dos dedos dentro, me corrí, salpicando la puerta del armario. Sandra separó a Carlos de su coño y dijo entre jadeos.
- Fóllame... Quiero tener tu polla dentro de mi, ya- Carlos obedeció. Se levantó a por los condones y se puso uno mientras volvía. Luego intentó tumbarse sobre mi novia pero ella se lo impidió-. No. Quiero clavármela yo. Siéntate.
Carlos se sentó sobre el sillón y Sandra se puso a horcajadas sobre él. Agarró aquel pedazo de carne y colocó el glande a la entrada de su coño. Después empezó a sentarse y a empalarse. Carlos gemía de placer, pero Sandra soltaba unos quejidos de dolor. Suspiraba profunda y rápidamente mientras continuaba bajando. Aun apenas tenía la mitad de aquella polla dentro, cuando se sentó de golpe y se la clavó por completo, lanzando un pequeño grito. Se quedó allí unos instantes, adaptándose a tener aquella cosa en sus entrañas, mientras chupaba el cuello de Carlos y lo besaba. Acto seguido empezó a sacársela y metérsela lentamente. Carlos le agarró el culo y la ayudó en sus movimientos. En un minuto Sandra empezaba a disfrutar y le colocó a Carlos las manos sobre sus pechos, para hacer ella todo el trabajo. Cabalgaba rápido y jadeaba con placer.
Así estuvieron unos diez minutos sin parar. Yo me volvía a masturbar, aunque la tenía flácida por acabar de correrme. Al hacer Sandra todo el trabajo, empezó a sudar y algunas gotas empezaron a deslizarse por su espalda. Carlos viéndola cansada, se puso de pié levantándola, y empezó a follarla. La sujetaba por el culo y la atraía hacia sí, haciendo al mismo tiempo pequeños movimientos de pelvis para clavársela. Sandra se agarraba a su cuello para no caer hacia atrás, y no dejaba de besarlo y lamerlo por todas partes. Aquel tío debía estar muy fuerte. Yo podía coger a Sandra en brazos con facilidad, pero me cansaba rápidamente. Él no. La subía y la bajaba con una sola mano, ya que la otra investigaba todo su cuerpo, pellizcándole los pezones.
Estuvo así cerca otros 10 minutos, sin dar muestras de cansancio. Sin embargo empezaba a sudar, y los chorreones se deslizaban por su frente. Sandra se los limpiaba como podía con la lengua. Había tenido ya dos orgasmos más, así que decidió terminar.
- Córrete ya cariño... Aplástame contra ese armario y córrete dentro de mi- que hija de puta. En ese armario estaba yo, masturbándome como un mono.
Carlos caminó hacia el armario y aplastó a Sandra contra la puerta. Yo tuve que apartarme, y una ráfaga de aire caliente me llegó a través de la raja. Pude oler por primera vez la habitación. Olía a sudor, polla y al coño chorreante de mi novia. Con cada embestida de Carlos, la espalda de Sandra chocaba contra las puertas del armario, y yo podía sentir las vibraciones. Empecé a temer que se rompiera, pero por fin, Carlos empezó a resoplar y a gemir, y se corrió. Se quitó entonces del armario y pude volver a mirar. La llevaba en brazos de nuevo al sofá, la tumbó y se tiró encima.
- Bueno, quítate el condón y dame mi premio ¿no? Que me lo he ganado - joder. ¿Estaba pidiendo lo que yo pensaba? Pero será guarra... si después de tirármela, tenía que comprobar yo que los condones no estaban rotos. Ella no quería ni tocarlos, porque decía que le daban asco. ¡Asco!
Carlos sonriendo se sentó a horcajadas sobre ella, se quitó el condón y vació su contenido en la boca de Sandra. Ella paladeó el semen golosa y luego se lo tragó. Le quitó el condón a Carlos y lo tiró contra el armario. Se quedó un instante pegado a la madera y luego calló al suelo, justo delante de mí. Acto seguí Sandra le agarró por detrás del cuello y lo acercó a ella, pera besarlo.
Que hija de puta. Me había tirado a la cara el condón. La prueba de mis enormes cuernos. Aproveché que estaban besuqueándose y abrí un poco la puerta. Saque la mano y cogí el plástico. Lo sostuve delante mía. Chorreaba de jugos vaginales por su exterior, y aun quedaba un poco de semen dentro. Era bastante más largo que mi polla, y me cabía dentro sin siquiera estirarlo. Mirándolo me corrí por segunda vez. Después lo dejé de nuevo en su sitio, para que no sospecharan.
Joder, vaya polvo- comentó Sandra, cuando terminó de besar a su amante-. De verdad, que pedazo de polla. Ha sido el mejor polvo de mi vida. Ninguno de mis novios se te puede comparar lo más mínimo...- será hija de puta. Eso lo decía refiriéndose a mí. Quería humillarme. Me puse muy celoso y me entraron ganas de salir de allí y estamparle el taburete a ese cabrón en la espalda. Sin embargo al mismo tiempo me puse de nuevo muy cachondo, y opté por la segunda opción. Me hice otra paja-. ¿La faltará mucho a tu hermano?
Debería haber venido ya. Se habrá entretenido en la farmacia.
¿Crees que podrás continuar o voy a tener que montármelo con él sola?
De eso ni hablar. Estoy perfectamente. Cuando quieras me pones de nuevo a punto.
Sandra sonrió, e hizo tumbarse a Carlos boca arriba. Luego se puso de rodillas en el suelo y sacándole el glande, empezó a lamérselo. Carlos gemía, y su polla se infló de nuevo. Que cabrón. Era todo un semental. Volvía a tener la polla de nuevo arriba. Pensé por un momento que habría tomado viagra, pero no. Su polla se había quedado flácida unos minutos. Con la viagra no se te baja hasta que termina el efecto.
Sandra continuó chupándosela. Apenas le cabía en la boca, así que se dedicó a lamerle todo el tronco, el glande y los huevos. En unos minutos sonó el timbre. Sandra salió corriendo al dormitorio y se metió en la cama, tapándose con las sábanas. Carlos fue a abrir.
A buenas horas llegas, joder- dijo Carlos a su hermano, que entró en el salón. Se parecía a él, sólo que era rubio y un poco más alto-. Hace unos instantes me estaba haciendo una buena mamada.
Espero que eso no sea una broma pesada- contestó su hermano.
Que no joder, que es verdad. Y no te pongas borde encima que te he invitado. Ven, está en la habitación.
Fueron a mi dormitorio y entraron. Me trasladé a la parte derecha para tener mejor vista. Nada más entrar, empezó a notarse un gran bulto en los pantalones del hermano de Carlos.
- Sandra, éste es Javier. Javier, Sandra.
Sandra sonrió y se saludaron. Javier se acercó a ella, le sujetó la barbilla con dos dedos y le dio un largo beso con lengua. Sandra gimió gustosa.
Pues si que es cierto que te la ha chupado. Sabe a semen.
¿Y también es cierto que la tienes más grande que él?- preguntó Sandra sin vergüenza. Como respuesta, Javier simplemente se bajó los pantalones, enseñando su aparato. Joder, menudo manubrio. Más grande y grueso que el de Carlos. Estaba igual de depilado y bronceado que su hermano-. Joder, menuda familia. ¿No tenéis más hermanos?
No, sólo nosotros.
Pues es una pena. Vuestros padres deberían tener más hijos. Sois un regalo para las mujeres del mundo. Oye y... ¿vuestro padre sigue casado?- joder, cada vez estaba más guarra.
Jaja, sí, lo siento. Nuestro padre es sólo para nuestra madre. Pero nosotros solos podemos satisfacerte, no temas. He traído los condones, 24 tamaño XXL, de 61 mm. Son lo que yo uso - joder, ¿aun más grandes?
Menos mal joder, con los otros estaba como aprisionado.
Bueno, pues quiero que los gastéis todos- dijo Sandra, quitándose las sábanas de encima, y abriendo sus piernas-. Y que conste que cuando me deis por el culo, no quiero que uséis condón- ¿y yo estaba saliendo con semejante zorra?
Bueno, ¿podemos continuar por donde lo dejamos?
Sandra sonrió, gateó por la cama y se sentó en el borde, con una sonrisa picarona. Javier se terminó de desnudar, mientras Carlos se puso a su izquierda, acercándole la polla a la cara. Javier hizo lo mismo a su derecha. Sandra entonces agarró ambos pedazos de carne y empezó a lamerlos alternativamente. Se metía lo que podía, lamía y babeaba. Su saliva empezó a caer sobre sus piernas, entre grandes sonidos de succiones.
Tras unos minutos, Javier la cogió por debajo de las axilas, la levantó en el aire y la tiró sobre mi cama. Después se puso sobre ella y le escupió sobre las tetas. Luego empezó a frotar su miembro con el escote de mi novia. Ella comprendió y aplastó sus pechos alrededor de aquel manubrio, mientras el movía la pelvis. Entre tanto Carlos se colocó entre sus piernas y empezó a comerle el coño con maestría, haciéndola gemir.
- Bueno, ya está bien de tonterías- dijo Javier al cabo de un rato-. Quiero follarte.
Se puso uno de aquellos enormes condones y se tumbó en la cama. Sandra se sentó sobre él y se clavó la polla. Empezó a moverse, pero Carlos se acercó por detrás y la empujó hacia delante, aplastando su pecho contra el de Javier, para dejarle el culo en pompa. Acto seguido empezó a lamérselo y a escupirlo, mientras Javier la penetraba con rápidos movimientos de cadera. Carlos le metió un dedo, y luego dos, introduciéndolo y sacándolo, sin dejar de lubricar con saliva. Cuando llevaba cuatro, Sandra empezó a quejarse, pero la ignoró. Después se escupió la polla, y puso la cabeza del glande en el ano de mi novia. Con un rápido movimiento de pelvis, se la clavó y la punta desapareció dentro. Ella pegó un gran grito y se encogió, intentando escapar de entre aquellos dos, pero Javier la abrazó con fuerza y le impidió moverse. Carlos mientras continuó imparable su penetración, hasta que sus huevos tocaron los de su hermano. Sandra lloraba y gritaba.
- Sácalo, sácalo, sácalo... joder que me duele, para ya... sácala joder...- Carlos la ignoró y la mantuvo dentro, para que se acostumbrara a ambas pollas.
Acto seguido la fue sacando y la metió de nuevo con fuerza. Javier y él empezaron un movimiento simultáneo de penetración, gimiendo y tapando los quejidos de dolor de mi novia. La iban a reventar.
Pensé en intervenir. Pensé en salir y parar aquello, la estaban violando. Pero me gustaba, y volvía a tener la polla dura. ¿No quería dos pollas enormes? Pues toma, ahora te jodes. Tú te lo has buscado.
Sin embargo en un par de minutos, los quejidos pararon, y Sandra empezó a mover su pelvis al compás de las embestidas de aquellos dos caballos. Increíble. No paraba de besar a Javier y de gemir, cada vez más alto, hasta que tuvo un orgasmo. Entonces Carlos se corrió dentro, y Javier lo hizo poco después. Los tres suspiraron agotados. Sandra hizo el amago de tumbarse en la cama para descansar, pero Carlos se lo impidió.
Qué pasa, ¿ya estas cansada? ¿No decías que querías gastar los 24 condones y que querías otro hermano? Pues si que aguantas poco hija- Sandra se picó.
Serás capullo. Fóllame de una puta vez y cállate.
Carlos sonrió, se puso un condón y colocó a Sandra encima suya. La posición era igual que antes, pero esta vez era Javier el que la sodomizaba. Al tenerla mas grande, al principio Sandra volvió a quejarse, pero se acostumbró enseguida. Javier, que aun conservaba en la mano el condón de antes lo derramó por la espalda de mi novia y se lo restregó. Luego hizo que le lamiese la mano.
Así continuaron 10 minutos hasta que todos se corrieron. Carlos como siempre le dio el contenido de su condón para que se lo tragase. Aun follaron una vez más. Sandra se tumbó boca arriba y se abrió de piernas. Al tiempo que la chupaba, otro se la follaba. Vaciaron sendos condones en su boca, bebieron agua fresca y luego se quedaron dormidos.
Yo aproveché ese momento para salir a la cocina y coger algo de comer y de beber. El salón olía a sexo y hacía un calor sofocante. Cogí una botella de agua, un sándwich y volví a mi escondrijo.
Aun tardaron media hora en despertarse. La primera en hacerlo fue Sandra. Se deslizó hacia los pies de la cama y empezó a lamerles la polla. Éstas crecieron de nuevo en seguida, despertándolos.
Cariño, nos vamos a tener que ir ya... empezamos a trabajar a las 3 -dijo Javier, con su polla en la boca de mi novia. Esta puso cara triste.
Jo- dijo sacándose la polla de la boca-. Y cuando os valláis quien me va a follar a mí... Nadie jamás podrá satisfacerme como vosotros...- otro comentario humillante dirigido a mi.
No te preocupes cielo- le consoló Carlos-. Sólo hemos gastado 4 condones, aun quedan 20. Mañana vendremos de nuevo y los gastaremos todos, ¿de acuerdo? - Sandra sonrió y continuó chupándoselas.
Echaron un último polvo. Javier se enfundó el nabo y se la metió por el coño. Entonces Carlos aprovechó para ponerse a horcajadas sobre ella, pero dándole la espalda. Se deslizó hacia atrás y le aplastó a cara a mi novia entre sus nalgas. Esta en lugar de quejarse, le separó los cachetes y empezó a chuparle el culo con grandes lametones. Ni ahí tenían pelos los cabrones. Eran asquerosamente perfectos. Javier se corrió, y echó el contenido como de costumbre en la boca de mi novia. Luego imitó a su hermano para que ella le chupara también el culo, y le metiera un dedo, mientras se masturbaba, sin que le bajara la erección ni un instante a pesar de acabar de correrse. Carlos se cambió por su hermano y la sodomizó, se corriéndose dentro, al tiempo que Javier se volvía a correr a grandes chorros sobre sus tetas, dejando varios regueros desde su ombligo hasta su cuello.
La dejaron allí tirada, sudada y corrida. Se vistieron y se fueron, sin recoger nada. Cuando oí la puerta cerrarse salí de mi escondite. Sandra estaba tumbada boca arriba, con las piernas abiertas, jadeando y sudando. Tenía el pelo pegado en las mejillas y el pecho. La cama tenía grandes manchas redondas húmedas. Me tumbé a su lado, sintiendo las sábanas chorreando. Le limpié con el dorso del a mano la frente y la cara, apartándole los pelos. Acerqué mi nariz a su boa entre abierta, y en uno de sus suspiros aspiré profundamente. Olía fuertemente a semen, y a culo. Aquello me puso como una moto.
Después me coloqué entre sus piernas, y le di un gran lametón a su raja. Sabía muy salado por el sudor, y también a látex. De su culo abierto chorreaba un reguero de semen. Fui a meterle el dedo, pero Sandra me apartó la mano.
- No, no. Eso es sólo para mis amantes- eso me hizo explotar. Me estaba convirtiendo en un cornudo sumiso. Y me gustaba.
Con la polla a punto de reventar saqué de la mesita de noche un mini condón, me lo puse y me tumbé encima suya sin ningún pudor, notando el semen aplastado bajo mi pecho. Ella abrió las piernas, y se la metí. Su coño me quedaba grande a esas alturas, pero no me importó. La besé y le metí mi lengua, sintiendo el sabor a semen de aquellos tíos en su boca. Ella me agarró del pelo, y me apartó de su cara. Luego me dirigió hacia sus pechos. Allí había dos largos regueros de semen. Aun frescos e intactos. Me empujó la cara hacia ellos, sonriendo. Yo los lamí, y los limpié, sin parar de embestirla. Viéndome allí, limpiándole el semen de otros tíos, Sandra se corrió, y yo detrás.
Tras esto, ella se fue a dar una ducha, y yo limpié la casa. Quité las sábanas para lavarlas, recogí todos los condones y los tiré a la basura. Limpié el sillón de sudor, que era de cuero y aun no se había secado. Luego me di una ducha.
Al salir, busqué a mi novia. Estaba en el salón, tumbada en el sofá, leyendo. Al salir de la habitación me percaté de una cosa. De los pomos de de una puerta del armario colgaban dos condones, uno junto al otro. Se veía a simple vista que uno era más grande que el otro, casi lo doblaba en tamaño. Uno era el mío, y el otro de Javier o Carlos. Miré a mi novia, que sonreía desde el sofá. A su lado, sobre la mesa, había un plato hondo, lleno de condones. Los había sacado de la basura. Los señalaba con un dedo, sonriendo. Me indicaba que quería iniciar una nueva etapa en nuestras vidas. Y yo estaba dispuesto.
Se levantó y se acercó a mí. Me dio un tierno beso en los labios. Luego hizo presión sobre mis hombros con sus manos, para que me agachara. Yo obedecí, y me puse de rodillas. Luego me hizo ponerme a cuatro patas. Me agarró con suavidad el pelo y me llevo hasta la mesa. Puso mi cara sobre el plato y la bajó, aplastándola contra los condones usados. Sentí la humedad y el líquido pegándose a boca y frente. Olía más a coño que a semen.
Ella se sentó en el sofá y sonrió. Yo cogí un condón, me puse frente a ella y vacié lo que quedaba de su interior en mi boca. Paladeé el asqueroso semen, y luego lo chupé y lo limpié. Sandra, mientras, se masturbaba mirándome y sonriendo.
En ese momento pude leerle la mente. Sus ojos y su sonrisa malévola sólo indicaban una cosa. Se acabaron las restricciones. Se acabaron las reglas. Ahora sólo mandaba ella. Se acabó prohibirle acostarse con determinados tíos. Iba a humillarme, e iba a disfrutar haciéndolo. Iba a vengarse por no haberla ayudado mientras le rompían el culo. Mientras paladeaba aquel semen pastoso, pude ver en su sonrisa lo que pensaba hacer al día siguiente. Iba a ir uno a uno tirándose a todos los tíos que yo le había prohibido expresamente tirarse a lo largo de nuestra relación. Además lo haría delante de mí y me obligaría a limpiar sus condones, y a hacer lo que ellos quisieran. Por supuesto, empezando por Pablo. Eso decía su malévola sonrisa.
Yo tenía en ese momento la polla hinchadísima. Me la agarré para masturbarme, pero ella me detuvo, negando suavemente con la cabeza sin dejar de sonreír. Con un dolor tremendo, me solté la polla y cogí otro condón.
... Continuará en: Sumisión...