Historias de un cornudo 1: Nuestros inicios

Estas son las historias de una pareja feliz, y unos cuernos consentidos. Mi novia folla con otros hombres, y a mi me gusta. En este capítulo cuento como empezó todo.

Somos una pareja bastante feliz. Yo me llamo Edu, y mi novia Sandra y como yo tiene 22 años. Es rubia, pelo largo y liso, delgadita, con unas impresionantes tetas de talla 95 (el gran orgullo de mi novia), una carita liadísima, ojos verdes, labios finos y jugosos, un precioso culo redondito, piel suavemente morena... una hermosura. Vivimos juntos y vamos a la universidad. Yo trabajo de taxista por las tardes para pagar el apartamento, y ella en un bar sirviendo copas. Con eso vamos tirando bien.

Llevamos ya tres años saliendo, y desde hace un año, mi novia me pone los cuernos. Todo empezó cuando llevábamos un año y medio de relación. Fue entonces cuando sin imaginármelo y sin sospechar nada en toda mi vida, me di cuenta que me gusta ver a mi novia besarse, ligar y follar con otros hombres. Con todas las novias que había tenido antes, y con ella, la sensación siempre fue igual. Me ponía horriblemente celoso cada vez que salía sola con algún amigo, cuando hablaba con algún chico desconocido en una discoteca para pedirle una bebida y él se pasaba de listo ligoteando y tonteando con el dinero y la vuelta, o cuando hablaba por el msn con algún amigo. Lo más normal, tal y como la sociedad te dice de comportarte. Me dolía el alma cada vez que pensaba en ella besándose con otro, y me revolvía las tripas imaginar un hombre sobándole sus maravillosos, suaves y tiernos senos. Siempre pensé que me moriría si me engañaba con otro, y que mataría al cabrón que lo hiciese.

Sin embargo un día todo cambio. Yo sabía que Sandra había tenido otros novios antes que yo, tres concretamente, el tercero el más serio de todos, al que dejó por mi. Con éste era con quien había perdido su virginidad a los 18 años. Estuvieron dos años saliendo, lo hicieron en su primer aniversario y cortaron poco después del segundo. Eso dejaba un año de actividad sexual, intensa además, porque este chico era cuatro años mayor, y vivía solo en un piso. Por lo tanto Sandra se pasaba el día en su casa, trabajaba allí, estudiaba allí y viernes y sábados dormía allí. Estaba claro que no se pasaban el día viendo la tele. Eso yo lo sabía cuando la conocí, lo sabía cuando ella decidió dejarlo, y lo sabía cuando empecé a salir con ella. Siempre lo supe, pero como es normal, prefería no pensar en ello. Son escasas las parejas que han tenido sexo sólo entre ellos, y no ha habido nada anteriormente. Es lo normal haber tenido otras parejas, y yo no soy una excepción. Y aunque sabía que mi novia años atrás había estado revolcándose con un tío en su cama a todas las horas del día, le había sobado las tetas que tanto amo, se habían duchado juntos, restregado y un largo etcétera, no pensaba en ello y punto. Cada vez que lo hacía me entraba un gran cosquilleo en las tripas, una gran punzada de celos y tenía que distraer mi mente rápidamente. En ese entonces aun no sabía qué significaba ese cosquilleo en las tripas.

Pero como he dicho un día todo cambió. Mi novia y yo nos habíamos ido a vivir juntos tras nuestro primer aniversario, a un piso cerca de nuestra facultad. Respetábamos nuestra intimidad, y teníamos un escritorio de dos lados. Cada uno usaba ese pequeño espacio de intimidad para sí mismo, donde cada uno tenía su ordenador, que era absolutamente privado para el otro. Yo no tenía nada raro, y ella tampoco, pero era bueno saber que al menos teníamos ese espacio para nosotros, lo que aliviaba el agobio de estar todos los días juntos y no tener ningún sitio de la casa donde estar solos. Sin embargo, un día se le estropeó el ordenador por un virus que le pegó un pen que le dejaron en clase. Yo sé hacer las cosas básicas de un pc, formatearlo etc. y Sandra es completamente nula si se le saca de los programas que necesita en su carrera. Como tenía un examen en unos días y yo ya había terminado, y necesitaba el ordenador, me dijo que se lo arreglara lo más rápido posible. Tenía clases importantes y no tuvo tiempo de hacer nada, por lo que yo tuve que hacerle la copia de seguridad y formatearlo mientras ella estaba en la facultad.

Así que allí estaba yo, a las 10 de la mañana con un café, sentado en la parte del escritorio de mi novia, sabiendo que ella no volvería hasta las 3. Nunca me había sentado allí y ciertamente el piso se veía distinto. No tenía ninguna mala intención en aquel primer momento. Nunca había codiciado ver nada de novia, conversaciones privadas o cosas así. Sabía que me era fiel. Sabía que le gustaban otros tíos que veía por la calle, o amigos, igual que a mi me gustaban muchas otras tías. Imaginaba que igual que a mi, ella también querría follárselos, pero también sabía con total certeza que no lo haría. Nuestra confianza era plena, y muchos tíos de clase le habían intentado seducir o aprovecharse de ella, pero nunca lo había permitido. Así que no tenía ningún problema.

Me puse a echar un vistazo a sus archivos, y grabé en un dvd virgen Mis documentos , el escritorio, los favoritos etc. Fui agregando cosas al disco hasta que hubo un momento en que agregué una carpeta, y el espacio ocupado pasó de 1 gb. a 9. Me quedé sorprendido, porque no eran películas. Las películas se podían bajar de nuevo, y no iba a guardarlas. Busqué qué carpeta era la que ocupaba tanto y lo comprendí: Fotos. No sabía que tuviera tantas, teníamos discos de seguridad grabados ya con todas las nuestras. Pero bueno, decidí en vez de en un dvd grabarlo todo en un disco extraíble que tengo de 160 gigas que se conecta por USB. Lo pasé todo y me dijo que quedaba una hora, por lo que me duché. Al salir aun le quedaba mucho, así que como no tenía nada que hacer, abrí esa carpeta que ocupaba tanto. Había un montón de fotos, incluso de antes de la era digital, fotos escaneadas: de chica, de sus padres jóvenes, navidades... Me hico gracia, Sandra era muy ordenada, y lo tenía todo perfectamente clasificado por fechas. Verano de tal año, navidad, curso tal, etc. Me puse a ver algunas de nuestras fotos de cuando empezamos a salir y así pasé el rato.

Sin embargo me di cuenta de una cosa. Todas esas fotos no ocupaban tanto. ¿9 gigas? Seguramente hubiese algo que no debía estar allí, alguna película que se había cambiado de sitio o algo así. Había muchas carpetas, así que fui seleccionando de tres en tres y comprobando el tamaño. Iba creciendo con normalidad, 300 megas, 600 etc. Terminé seleccionándolas todas. El resultado, 4 gigas. Normal. ¿Dónde estaban los otros 5? Era extraño, pero entonces pensé que debía ser algún archivo oculto. Quizá fuera a causa del virus, y se tratara de algún archivo raro. Fui a propiedades de carpeta y marqué las opciones ver archivos ocultos y ver archivos protegidos por el sistema, con toda la inocencia del mundo, lo aseguro. Le di a aceptar, y cual miré de nuevo. Sólo había una nueva carpeta, que había estado oculta: Pedro

Me quedé helado. Pedro era el anterior novio de Sandra, del que os he hablado antes. Fue entonces cuando me di cuenta que la había cagado, había ido demasiado lejos. Llegué accidentalmente, cierto, y lo correcto hubiera sido salir inmediatamente de allí y olvidarlo todo. Estaba en el borde de romper el trato de intimidad que habíamos hecho mi novia y yo. Un gran cosquilleo me arañaba las tripas, el corazón me iba a salir por la boca... Cerré la carpeta. Respiré hondo y me fui a ver la tele. Al terminar de copiar los archivos, formateé e instalé de nuevos Windows.

Mientras se hacía me puse a leer. Pero no podía concentrarme. Mi mirada se iba constantemente al disco extraíble encima de la mesa. Dios, era horrible esa sensación. Me puse a andar por el apartamento, comiéndome la cabeza, rayándome, sin saber que hacer. ¿Qué sería aquello? ¿Fotos normales? ¿Por qué las conservaba? Ella lo guardaba todo. No tiraba nada. Sin embargo sabía que no lo había grabado en un dvd, como nuestras copias que hicimos. Ella no sabe, además ocupaba demasiado, y ya era mucho que había sabido ocultar la carpeta. Tampoco era necesario más, ella confiaba en mí. Y hasta hacía una hora, hacía bien. Pero es que eran 5 gigas... Eso no son fotos. Eso tienen que ser videos. ¿Pero de qué?

No sé si habréis estado en una situación parecida, si es así, entenderéis lo que hice a continuación. Cuando hacemos algo que sabemos que está mal, sólo necesitamos una excusa que calle nuestras conciencias y nos deje actuar. Podemos resistirnos hablándonos de moralidad, pero si encontramos una excusa, estamos perdidos. Yo la encontré. Me dije: "Ah, claro, ya lo tengo. Serán fotos, pero habrá guardado también alguna película en dvd. Las películas de dvd suelen ocupar unos 4 gigas y medio, más las fotos, 5. Todo resuelto". Creedme, en aquel momento, me creí a mi mismo.

Cogí el disco, lo enchufé en mi ordenador y copié la carpeta a mis documentos. Quité el disco, y busqué la carpeta Pedro. Con dolor de barriga la abrí y... eran fotos. Sólo fotos sueltas. De mi novia y Pedro aquí y allá, en un parque, en la escuela, por la noche, con amigos... Ningún dvd ni ningún archivo excesivamente grande. Pero había algo más. En último lugar había una carpeta, también oculta. Privado. Me iba a dar un ataque, me estaba mareando de los nervios. Sin buscarme una nueva excusa, abrí sin pudor la carpeta. Otras dos: Fotos y Videos. Empezaba a oscurecérseme la vista y tuve que andar por el piso, saltando y corriendo para perder adrenalina. Volví a mi asiento y miré el espacio de los videos: 4’5 gigas. Si no se llamase videos, pensaría que era un dvd. Abrí la carpeta. Dentro había decenas y decenas de videos .mov, es decir grabados con una cámara digital. Había muchísimos. Sin orden, uno detrás del otro, y sin nombre. Regresé y abrí la carpeta fotos. Igual pero en fotos. Clic derecho, ver, vistas en miniatura. Entonces ocurrió.

Pasó lo que me estaba temiendo desde que vi la carpeta por primera vez. La primera foto era de mi novia. Desnuda. En una cama de matrimonio. Tumbada, con el pelo alborotado y sonriendo a la cámara. Abrí la foto, y fui pasándolas. Había unas cuantas más, hasta que de pronto apareció Pedro a su lado, también desnudo. Se besaban. Se tocaban. Se abrazaban. Cerré la foto. Estaba muy nervioso y no puedo concretar cual era la sensación exacta en ese momento. Sólo se que me fui a la carpeta de vídeos, y abrir uno al azar.

La cámara reposaba sobre un escritorio. Enfrente estaba la cama de matrimonio, vista de lado. Encima Pedro, masturbándose. Entonces apareció Sandra, que había estado colocando la cámara. Riéndose con dulzura fue subiendo gateando por los pies de la cama, hasta llegar a la altura de su polla. Le quitó la mano y empezó a chupársela suavemente, al tiempo que lo masturbaba. Pedro gemía. Tras un rato, Sandra sacó un condón y se lo puso hábilmente. Se la chupó un poco más para lubricarla y después se puso a horcajadas encima. Lo último que vi antes de quitarlo fue a mi novia, sentándose lentamente sobre aquella polla, introduciéndosela en su coño, mientras gemía con suavidad. Pedro le agarraba sus hermosos pechos con fuerza, empujándola hacia atrás para que se la terminara de meter.

Yo lo cerré y me levanté. Anduve rápidamente por el piso, respirando nervioso. ¿Qué debe sentirse en estos momentos? Lo normal imagino que será dolor al ver a tu novia siendo penetrada, rabia e impotencia. Mucha impotencia porque no puedes enfadarte. Ese vídeo era de cuando mi novia aun no era mi novia, sino de Pedro, y aquello era totalmente normal. Debería entonces cerrarlo y se acabó, tratar de olvidarlo. Yo también tenía fotos de mis anteriores novias desnudas, aunque ningún vídeo. Sin embargo a pesar de todos los sentimientos reglamentarios que has de tener en estas situaciones según nuestra querida sociedad, yo no los compartía. En aquel momento tenía una gigantesca erección. Tenía que agarrármela con fuerza y apretarla para descargar algo de tensión. Estaba horriblemente excitado. Estaba cabreado, nervioso, muy celoso, rabioso, sentía odio hacia Sandra, sin razón naturalmente, pero era inevitable. Y aun a pesar de todo esto, estaba más cachondo que nunca. No necesitaba ver el vídeo de nuevo, el minuto que había visto lo tenía grabado a fuego. Un minuto de al menos media hora que duraba ese video, más todos los demás. Me senté en el sofá, me bajé los pantalones y me hice una paja. La mejor paja de mi vida, pensando en Sandra, sentada sobre Pedro, espalda recta, pechos erguidos, siendo sobados por las manos de su ex, pelo suelo, ojos cerrados de placer, y gimiendo de gusto mientras se movía lentamente para que aquella polla la penetrase.

Después de aquella hubo muchas más. Las fotos eran como los videos. Algunas sencillas, tumbados y desnudos, otras follando, otras mucho más fuertes como primeros planos de penetraciones y felaciones. Hubo una especialmente morbosa que me costó dos pajas. Mi novia tumbada, con un hilo de semen resbalando por la comisura de los labios, ojos cerrados, totalmente relajada, y dos largos regueros de semen que iban desde su barriga hasta su cuello, pasando sobre sus tetas.

Los videos también eran muy variados. Follando en todos los sitios de la casa, follando en la ducha, en el suelo, en la mesa en el sofá, follando encima, debajo, de lado, a lo perrito, mi novia chupándole la polla, Pedro comiéndole el coño, mi novia gimiendo de placer en un primer plano de su cara y sus pechos, que subían y bajaban al compás de sus profundos suspiros... Una gran cantidad de material. Superado el primer sentimiento de rechazo, me masturbé sin parar hasta las 3, que llegó mi novia, y casi me pilla en plena faena. Terminé de instalarle los programas, le puse de nuevo los archivos y ahí quedó todo. Pero ahora no podía evitar quedarme mirándola e imaginando a Pedro besándole el cuello mientras le metía los dedos en el coño y ella gemía con los ojos cerrados, o cabalgando, o abierta de piernas...

Estaba confuso e investigué por Internet. Descubrí muchas páginas de gente que le gusta ser cornudo y ver a su esposa follando, y comprendí que no era tan extraño. Entonces empecé a imaginarme a Sandra con otros hombres, amigos etc. Empecé a crear situaciones que me permitieran fantasear. Cuando tenía que ir a hacer un trabajo con un compañero bromeaba diciéndole: "No te lo vayas a tirar ¿eh? Bueno y si te lo tiras no te preocupes, no me importa, yo quiero que disfrutes de la vida y tal". Me reía después para demostrar que era broma, y Sandra contestaba también bromeando: "Si, si, si vamos a estar toda la tarde liados y tal. Va a llamar también a unos amigos, tú sabes..." Cualquiera que escuchara sabría que era broma, pero yo no me lo tomaba a broma. Imaginaba que era cierto, y tenía una erección de caballo. Después cuando estaba trabajando con ellos imaginaba que estaban follando. Siempre que me acostaba con ella imaginaba que yo era otro, y que yo mismo estaba escondido en el armario, o comprando o cosas así. Lo mejor fue que ese verano Sandra se iba a Inglaterra con una beca que a mi no me dieron. Dormiría en una habitación sola, y los 15 días que estuvo fuera no dejé de imaginar que pasaba la noche follando con otro etc. Me hacía 7 pajas diarias.

Cuando volvió seguí bromeando con tríos y cosas así, hasta que le conté mi teoría sobre la relación perfecta. Una relación perfecta tiene que ir más allá de la realidad física. En nuestra sociedad el amor se define por el sexo. Yo follo contigo, tú conmigo y si lo hacemos con otro se rompe la relación. No se admite el sexo sin amor, como diversión. Yo pienso que el amor basado en cosas materiales y físicas como el sexo no funciona correctamente. El amor tiene que ser amor, un sentimiento metafísico que no puede tocarse y que ha de sentirse y que nada físico puede demostrar. Una relación perfecta es aquella en la que dos personas pueden follar con otra gente, pero saben perfectamente que es sólo sexo. Esos tíos o tías son sólo objetos sexuales por los que no se siente ningún sentimiento. La persona a la que verdaderamente quieres es tu novio, con el que también follas, pero hay por encima de todo un sentimiento que os une. La mayoría de las parejas se rompen por motivos sexuales. El sexo es una necesidad, y si se restringe a una sola persona, acaba habiendo problemas. Pero una vez eliminado este problema, una relación ser vuelve indestructible, porque están todas las necesidades cubiertas. Mi novia lo escuchó y estaba de acuerdo, pero su respuesta dio en el clavo.

  • Si, está claro que eso sería perfecto. El problema es superar todos los prejuicios morales impuestos por la sociedad, que te hacen incapaz de soportar pensar en tu novia con otro. Ese sentimiento es muy fuerte y no desaparece así como así. Pero quien lograra entender que el amor está por encima del sexo, conseguiría una relación perfecta.

  • A mi no me importaría que te acostases con otro - dije, en ese tono que no se sabe si bromas o no. El bendito sarcasmo. Puedes decir algo totalmente en serio, pero si no sienta bien, siempre puedes decir que era broma y no ocurre nada.

  • Ya, eso dices ahora. Me gustaría verte viéndome ligar con un tío bueno.

  • A ver, de verdad, que no me importaría, tú haz lo que quieras.

  • Venga, lo haré a ver que pasa- y sonrió. Estaba de cachones. Lástima.

  • Pues ya sabes, cuando quieras - le seguí el juego.

Así se quedó la cosa. Bromas, sí, pero eso se había quedado guardado.

Poco tiempo después hizo amistad con un chico de su clase, muy guapo y atractivo, por el que estaba totalmente colada. Era evidente que se moría por tirárselo, yo conocía algún que otro tío con el que había pasado lo mismo. Evidentemente no hizo nada, se jodió y punto. Sin embargo esta vez mis palabras pesaban en su mente. Y tras muchas veces quedando con él por trabajo, y algún día a tomar algo como amigos cuando yo no podía salir, finalmente el tema saltó, bromeando de nuevo. Pero esta vez la que usaba el sarcasmo para decir cosas en serio y poder retractarse, era ella. Yo saqué el tema intencionadamente, hablándole de una chica buenorra de mi clase. A veces jugábamos a ponernos celosos mutuamente con bromillas.

  • Pues anda que Pablo... uff, como está el chico - me miraba de reojo sonriendo-. Lástima que lo que dijiste de que no te importaba que me acostase con otro fuese broma, porque sino...- ya la tenía.

  • No era broma, te lo dije en serio, si quieres...

  • Venga ya... No creo que pudieras...

  • Pues no me creas - la dejé toda la noche pensando.

Así finalmente un día llegamos a una discusión seria sobre esto. Naturalmente por culpa de los prejuicios sociales no puede hablarse de estas cosas sin demostrar enfado y celos. No recuerdo por qué surgió, pero Sandra me recriminó que no la quería porque no me importaba que otro tío se la follase, yo le dije que la quería pero que el sexo era otra cosa etc. Tras largas discusiones finalmente pudimos hablar en serio del tema. Le dije que no me importaba y ella dijo que ya veríamos. Estuvimos a punto de cortar. De hecho creo que cortamos. Le insistí tanto para que se lo tirara que se enfado realmente, aunque en ningún momento dije que no le quería ni le traté mal ni le grité, así que ni ella sabía por qué estaba enfadada. Finalmente dijo que si yo no me preocupaba por ella y no le importaba, que era mejor dejarlo, y se iría con quien si la quisiera. Esa noche no durmió aquí.

A la mañana siguiente apareció avergonzada, pidiéndome perdón. Me temí lo peor. El imaginármelo me había estado excitando desde hacía tiempo, pero pensar que fuera cierto me dolió verdaderamente. Me enfadé. Dijo que salió con Pablo de copas, le contó la discusión. Pablo aprovechó para emborracharla y ponerla a puntito. Sandra, que no sabía si yo hablaba en serio o no, finalmente accedió a ir al piso de Pablo. Allí se liaron, se desnudaron y follaron. Pablo apenas pudo darle un par de embestidas, porque Sandra se avergonzó y salió corriendo. Pasó la noche dando vueltas por la ciudad pensando en lo que le dije y finalmente volvió a casa para contarme la verdad. Yo me enfadé y me fui al baño para tener intimidad. Era doloroso. Mucho. Estaba rabioso y celoso. Pero también excitado. Me hice una paja, odiando a Pablo con toda mi alma y a Sandra. La mezcla de sentimientos era caótica. Pero mientras me masturbaba me excitaba más pensar en ello. Tras correrme me deprimí de nuevo, una vez pasada la excitación.

Así pasamos un par de días sin hablarnos, en los que no dejaba de excitarme pensando en que la mujer que tenía a mi lado había estado apenas un par de días atrás magreándose con otro. Su coño había sido penetrado, y ella había gemido de placer. Finalmente todo se aclaró. Le dije que de verdad no me importaba, y eso no significaba que no la quisiera. Todo se arregló y nuestra relación cambió totalmente. La confianza entre ambos era enorme. Se olvidó el escritorio de dos lados.

Con el tiempo y ya sin malos rollos, descubrí que no tenía necesidad de acostarme con otras tías. Alguna vez lo hice porque alguna me gustaba mucho, pero mientras me acostaba con ella, pensaba en Sandra siendo follada por otro, de modo que finalmente dejé de hacerlo. Sandra también se terminó dando cuenta que no sólo no me importaba que se tirase a otra gente, sino que me gustaba que lo hiciese. Coqueteaba con otros tíos por msn delante mía, hablaba por teléfono con algún amante etc.

Pero yo tenía unas condiciones. Las reglas en teoría eran para los dos, pero como yo no me acostaba con otras mujeres no me afectaban mucho. Sandra podía acostarse con quien quisiera. Salía conmigo por las noches y tal, y si un día le apetecía tener sexo con otro tío, podía salir sola y yo me quedaba en casa, masturbándome como un mono pensando en ello. La única condición era que yo podía prohibirle acostarse con algún hombre en concreto.

Me di cuenta que esto era necesario poco después de los primeros cuernos, cuando Pablo vino a vacilarme de que se había tirado a mi novia. Se había enterado que habíamos vuelto, y pensaría que Sandra me lo había ocultado. Quería que cortásemos para volver a mojar con mi chica.

  • Si a aquello tú lo llamas follar... Desde luego dejas mucho que desear. De todas formas, espero que lo disfrutaras, porque te aseguro que no volverás a hacer absolutamente nada con ella - Pablo se quedó muy sorprendido al principio, pero luego reaccionó.

  • Ya lo veremos. Pude la primera vez y podré otra. La perderás. Me la volveré a follar.

Se lo dije a Sandra y no volvió a verlo. Lo rechazó frontalmente las veces que intentó ligársela, y al ponerse pesado no volvió a hablar con él. Cada vez que Pablo me veía me lanzaba una mirada de odio, y yo sonreía satisfecho. Siempre que podía me recochineaba y reía de él, recordándole su promesa. Nunca se la tiraría, porque yo no quería.

A partir de esto surgió la regla. Había muchos tíos imbéciles que simplemente me repatean de lo idiotas que son, y que no quiero que disfruten de mi miel. No me excita verlos con mi novia, sino que me revienta, me da un coraje horrible pensarlo. Hubo algún amigo suyo que se enteró que Sandra me ponía los cuernos, y pensó que cualquiera podía acostarse con ella, y yo me tenía que joder. Pero eso no era así. No es que ella se tirase a quien quisiera, sino que yo le daba permiso. Con esta regla conservaba mi dignidad intacta, porque era yo quien concedía el privilegio de gozar de mi chica. Sandra lo acepta, y aunque hay alguno que le gusta y le jode que no la deje, se aguanta, porque es sólo sexo. Por ejemplo algunos compañeros míos de clase, que tengo que ver a diario y me avergonzaría bastante que se tiraran a mi novia. Con Pablo fue con quien más le costó no acostarse. Cuando se lo dije se enfadó, pero al final lo aceptó. En general son muy pocas esas veces, ya que normalmente Sandra se acuesta con desconocidos a los que atiende en su bar y como no los conozco no me importa.

Así comenzó todo. Pero pronto decidí que no sólo no me importaba que saliese sola algunas noches para tener sexo con otros tíos, sino que quería ser un cornudo presencial. Quería verlo. Quería verla ligar, seducir, tontear y luego follar con otros, igual que en aquellos vídeos. Pero eso lo contaré en la próxima historia.

... Continuará en: Aventuras en el gimnasio...