Historias De Oficina T2-7-
Seguimos analizando la vida de nuestros personajes, descubrimos el pasado de Alex.
Capitulo Siete
Observe a mi compañero desviando la vista rápidamente.
- ¿Y bien? – dijo uno de mis oponentes
- ¿Así estamos? – le dije a mi compañero.
- Solo una, juégala como quieras – respondió.
- Bien – concluí – Truco – cante.
Los oponentes dudaron, se observaron.
- ¿Te va? – pregunto el primero.
- Si tenes algo dale.
- Quiero – respondió finalmente.
Jugue un tres de oro, con eso solo tenía suficiente para ganarle a la carta de ambos. Mi compañero tiro un simple cuatro. La persona frente a mi sonrió.
- Quiero retruco – ataco.
Mi compañero había ganado la primera ronda, ya no tenía nada. Dependía de mí.
- Quiero – respondí
Jugo mostrando con emoción y alarde el As de basto o como se conoce comúnmente “el ancho de basto”
- Mala suerte Vask
- Realmente…tienes mala suerte.
Sonriente puse con tranquilidad el ancho de espada sobre la mesa, su sonrisa se desapareció instantemente poniéndose a refunfuñar entre dientes. Mi compañero se le burlaba riéndosele directamente en la cara.
Estos guardaespaldas llenos de esteroides deberían entender que la misma experiencia que ellos tienen con ametralladoras y fusiles yo la tengo con las cartas. Son muchos los años que tuve cartas entre mis manos.
Cuando era adolescente tanto papá como Víctor solían someterme a una especie de bullying por lo que crecí alejado siempre de ellos, pero cuando cumplí quince años comenzó a interesarme algo de lo que hacía mi padre…el póker. Solía quedarme a su lado mirando cada una de las cosas que ellos hacían. Fumaban, tomaban licor y traían mujeres con un evidente interés en los miles de dólares que había sobre la mesa. Hay que pensar que las mujeres solo aparecían cuando mi madre no estaba en la casa, según mis recuerdos mi padre igualmente tampoco tenía interés en ellas.
En una ocasión me encontraba absorbiendo el humo de sus puros cuando mi padre llamo mi atención, me pidió que me siente en su lugar y jugara una de las partidas – gánales a estos perdedores – me dijo causando las risas de sus amigos, además de cómo no que llovieran burlas para mí. Los minutos pasaron mientras yo iba subiendo las apuestas, llegado el momento aposte todo, los amigos de mi padre se burlaban de mi – se agrando el pequeño – oí que uno de ellos dijo. Mi padre sencillamente se puso pálido, las cartas se echaron sobre la mesa. Sorpresivamente para todos ellos los aplaste totalmente, papá estallo en carcajadas en el momento en que deje que todos vieran mis cartas. Por primera vez como padre e hijo hicimos algo, burlarnos de esa bola de inútiles. Tan contento estaba él que me dejo quedarme con el botín – bienvenido al círculo de victoria de los Vask – agrego, el monto total era de medio millón de dólares. Si, una forma hermosa de tener una primera vez.
Estaba desbordando de emoción, una suma tan abismal era mía…toda mía.
- ¿Qué piensas hacer con ese dinero? – pregunto mi padre
- Podemos ponerlo en un fondo de inversión – sugirió Víctor – dámela y cuando menos lo esperes se triplicarán.
- No, me encargaré personalmente.
Realmente no tenía ni la más mínima idea de que se suponía que era un fondo de inversión, sonaba complicado y tedioso. Además, este triunfo era mío, no permitiría que lo primero que hiciera fuera uno más de sus logros.
- No seas tonto Alex – me amonesto – no sabes qué hacer con todo eso.
- Lo seguiré incrementando, pero a mi estilo.
- Noticias para ti – dijo con tono burlón – eres una criatura ante la ley. No te dejaran entrar en ningún casino del planeta.
- Lo resolveré.
Guardé los fajos en una mochila que escondí en mi habitación y empecé a diseñar un plan. Saqué solamente cien mil dólares dirigiéndome a The Star of Istanbul, era…digamos un salón de caballeros que estaba disfrazado como un exclusivo casino, el edificio contaba con varias plantas, cada una de ellas además de separarse por tipo de juego lo hacía por poder adquisitivo en los pisos cinco y seis se jugaban los torneos de ámbito internacional siendo sus premios increíblemente generosos, los pisos del siete al diez eran reservados para las habitaciones más exclusivas, solo posibles para los que la casa invitara. Naturalmente no me dejaron entrar, pero ser un Vask tiene sus ventajas, obviamente también tuve que darle dinero al de la entrada.
Para ese momento mi aspecto era el de un simple adolescente, una pequeña pelusa en mi rostro oficiaba de barba, casi tan imponente como mi voz que todavía seguía patinándose como la de un prepuberto. Me movía con nerviosismo dentro del establecimiento sin saber realmente que debía hacer, me senté en una de las mesas apartadas del público. Tras algunos minutos dos enormes sujetos se sentaron a mi lado, uno de cada lado. Trate de levantarme, pero uno de ellos puso una mano en mi hombro obligándome con una gran fuerza a que permanezca sentado. Me quede congelado sin saber que pasaba, tras unos segundos uno de los fornidos tipos se levantó dejando que se siente un hombre que comía unas frituras de un pequeño tazón.
- Identificación – dijo sin apenas mirarme.
- ¿Pasa algo?
- ¿ves que pase algo?
- No entiendo.
- ¿tienes una identificación?
- Tengo dieciocho.
- Claro…y yo tengo una casa en el Himalaya – sonreí de forma nerviosa – tráiganlo.
Como si fuera una simple bolsa el sujeto a mi derecha me levanto en el aire con ambas manos y en esa forma me llevaron hacia la parte trasera del lugar. Me dieron algunas cachetadas y revisaron mi ropa hasta que finalmente encontraron mi billetera, uno de los mastodontes la abrió comenzando a reír.
- Señor, mire esto – dijo entregándole mi identificación.
- Alexander Vask – leyó con una sonrisa burlona.
- Es el hijo estúpido del gran hombre – agrego el otro guardia.
- Suéltenlo – ordeno el jefe – asique…señor vask ¿Qué mierda hace en mi establecimiento?
- Yo…yo…yo
- ¿Cuántos tu hay muchacho estúpido? – dijo impaciente uno de los empleados – contesta de una vez al jefe.
- Déjalo hablar – lo amonesto.
- Yo he escuchado…los rumores…de acá.
- ¿Rumores? – pregunto haciendo una mueca con su boca – ¿las chicas?
Me aplastaron contra la pared, revisándome nuevamente ahora encontrando el dinero.
- Mire jefe – dijo mostrándole el fajo.
- Bien… ¿y eso? – dijo sonriente –¿se lo robaste a tu padre?
- No…lo gane.
- Lo ganaste… ¿Cómo lo ganaste?
- Se lo gane a los amigos de mi padre, me tocaron varias manos buenas…
- ¿Cuánto dinero les ganaste?
- Mas o menos medio millón de dólares.
El jefe se comenzó a reír con muchas ganas, carcajeándose sin ningún miramiento.
- Tiene que ser una broma – dijo secándose los ojos con las mangas – se lo merecen esos perros despreciables – estiro la mano pidiendo sin usar palabras el fajo de dinero – ¿sabes qué? Te voy a devolver esto, quiero mostrarte algo.
Me soltaron, me dieron el dinero escoltándome adentro, pero por otra puerta. Subimos unas escaleras y nos encontramos dentro de un segundo pub. El ambiente tenía poca luz, había algunas mesas y a lo lejos con una pequeña luz podía verse un ascensor.
- Sígame por acá pequeño señor Vask – dijo el jefe.
Me guiaron a una de las habitaciones traseras, esta estaba complemente iluminada. Era una oficina decorada finamente, en una de las esquinas había un escritorio con un par de sillones mullidos completamente blancos. Nos sentamos cada uno ocupando nuestro respectivo lugar.
- Bien…señorcito Vask ¿quiere gastar aquí su dinero honradamente ganado?
- ¿Qué tiene que ofrecerme? – dije intentando manejar la situación.
Sonrió manteniendo su mirada sobre mí, no parecía que le afectara mi respuesta. Oprimió un botón en un intercomunicador sobre su escritorio – que pasen las chicas para el jovencito – ordeno. Pasamos unos segundos, antes que la puerta por la que habíamos entrado se abriera. Un grupo de cinco chicas entro, cada una de ellas desfilo para nosotros dando una pequeña vuelta para terminar. Una de ellas sonrió guiñándome un ojo, sentí que me ponía colorado y me daba mucho calor. Llevaba una playera escotada azul sin sostén y un pantalón de lycra blanco que se pegaba a sus curvas como una segunda piel.
- Bien pequeño, ya viste cada una de las chicas ¿con cuál te quedas?
No me salían las palabras realmente. Siempre había sido bastante tímido, todo esto era una especie de locura para mí. Señale a la mujer que me había hecho la seña, el jefe del lugar la miro sonriendo – una elección perfecta – dijo haciéndole un ademán. La chica me guio nuevamente al segundo pub, solo que esta vez subimos por el ascensor. Oprimió el número siete y comenzamos a subir.
- Siete de la suerte – dije casi tartamudeando.
Ella simplemente me observo, sonrió con una hermosura deslumbrante y asintió. Era perfecta por donde la mirara. Tenía el cabello de un rubio ceniza, sus ojos eran de un negro tan profundo que tenía la sensación de hundirme en ellos. Mi vista de repente se clavó en su cola, la mire con tanta obviedad que efectivamente se dio cuenta.
- Puedes tocarla si eso quieres Alex – dijo sonriente.
- ¿Puedo?
- Claro niño tonto. Anda tócame.
Me quede sin palabras, sin saber cómo se supone que esperaba que la toque o como debía hacerlo. Por lo que siguiendo la idea de las películas porno que miraba le di una nalgada y hundí mis dedos en su cola.
- Uhh – exclamo mirándome – eres un nene travieso
El ascensor se detuvo tomo mi mano guiándome a una habitación, abrió la puerta rápidamente conduciéndome dentro junto con ella. Inmediatamente me llevo hacia el dormitorio, se sentó en la cama haciéndome una seña para que me siente a su lado. No me movía, sentía que apenas respiraba.
- ¿te sientes incomodo? – pregunto sonriente
- No.
Acaricio mi mejilla mirándome con ternura.
- ¿primera vez? – agache la cabeza mirando el suelo – tranquilo – susurro.
Se puso en cuclillas desabrochando mi pantalón, retiro mis tenis de mis pies y en menos de un segundo ya me había desvestido. Mi mirada estaba perdida sobre ella, no sabía que decirle ni que hacer.
Se puso de pie comenzando a sacarse su polera con una lentitud insoportable, se arrodillo ante mí y puso una de mis manos sobre su seno derecho, me puse mucho más nervioso que antes. Trate de controlar mi respiración mientras masajeaba su pecho y recibía sus caricias sobre mi miembro que poco a poco lo libero de mi bóxer.
- ¿Cómo te llamas? – me anime a preguntar.
- Puedes llamarme como tú quieras – dijo metiéndoselo en la boca.
Completamente inexperto y lleno del éxtasis que me causaba ignoro cuanto tiempo duro nuestro encuentro. Pase uno de los mejores momentos de mi vida, era como si me conociera mejor de lo que yo mismo me conocía. Esa fue la primera vez en The Star Of Istanbul, al día siguiente regrese y al siguiente… así sucesivamente.
Leopoldo Diaz como se llamaba el dueño de todo eso, me permitió quedarme a trabajar y aprender cualquier cosa que el tuviera para mí, con el tiempo nació una amistad. Su beneficio…lo ignoro, tal vez le había caído bien o quizá solamente quería algo de compañía real. Mi beneficio…la rubia.
Con el paso del tiempo me fui formando cada vez más en el mundo del juego, los años pasaron entre todo tipo de anécdotas…sobre todo con las chicas del lugar. En una ocasión llegamos a uno de los casinos que estaban dentro de los contactos de compañía de Leopoldo, pasamos directamente a la oficina principal, el gerente me saludo con muy buena educación haciendo la siempre esperada pregunta - ¿Eres el hijo menor de Vask cierto? – como siempre asentía encogiéndome de hombros. La oficina era bastante burda en sentido estético, era lo que papa solía llamar “nuevo rico” alguien que quiere demostrar más clase de la que es capaz de tener. En una de las paredes se encontraba un gran número de monitores, si bien no eran todas las cámaras del establecimiento si eran las más importantes del lugar. Junto a ellas había un grupo de hombres que controlaba cada una de ella.
Mientras Leopoldo y el gerente conversaban de algo que no tenía el mínimo interés para mi note algo raro en las pantallas, realmente en una de ellas. Había dos personas complotadas para hacer trampa, lo observe durante varios minutos hasta estar seguro de que así fuera, pero no entendía dónde estaba el otro cómplice.
- ¿Qué pasa hijo? – dijo Leopoldo – ven abriremos una botella de champagne y traeremos algunas de las chicas a divertirnos.
- Ese sujeto de ahí está recibiendo ordenes de como apostar.
- ¿Ese? – señalo – revisen a ese sujeto – le dijo a su socio.
La gente se alertó, hablaron por unos radios y pasado el tiempo vi cómo era retirado de la mesa sin levantar más sospechas de las necesarias – sígueme hijo, quiero mostrarte algo – me susurro Leopoldo. Bajamos hasta el subsuelo del lugar donde había una cámara de frio, ahí se mantenían frías las bebidas y las carnes que servirían más tarde arriba. El sujeto que yo había visto estaba en el suelo unos sujetos estaban dándoles patadas por todo su cuerpo mientras pedía por su vida. Nos acercamos junto con el gerente cuando dejaron al tipo contra una esquina, habían encontrado a su cómplice, pero se había podido escapar.
- ¿Qué hacemos con este? – pregunto alguien.
- ¿Cuánto dinero iba ganando? – pregunto el gerente.
- Cuatro millones de dólares.
- ¿Lo matamos? – pregunto otro
- No, tengo una idea mejor – interrumpió Leopoldo.
Trajeron una gran maza que vaya a saber uno para qué demonios quieren una cosa así en un casino y se la entregaron a mi jefe.
- Muchacho, sé un buen niño y ve a partirle las piernas a ese sujeto.
Comencé a reírme creyendo que era un chiste, pero nadie reía conmigo.
- ¿Es enserio? – ellos solo me miraban, ninguno dijo nada – no quiero hacerlo – susurre a mi jefe.
- Es la primera vez de mi pequeño, permítannos un momento – respondió sonriente alejándome unos metros.
- No quiero, no quiero hacerlo – repetía una vez tras otra poniéndome cada vez más nervioso.
- ¡Mírame muchacho! – se impuso – ¿Ves a esos sujetos? Son grandes señores del bajo mundo, un día serás tan o incluso más poderoso e instruido que ellos.
- ¿pero porque yo? Que lo haga uno de tus matones.
- Dijiste que querías conocer la calle, primera lección muchacho. La calle te observa, todas las malditas horas del día… la calle te observa. Si no vas a hacerlo ahora, en algún momento serás tú, la debilidad no es una buena compañía hijo. Ve y rómpele las piernas a ese tipo.
Me acerque tomando la maza, el sujeto seguía con sus lágrimas. Los matones del casino lo sujetaron para que no se mueva, mire a Leopoldo una última vez, él simplemente asintió completamente serio. Levanté la maza y con un fuerte golpe pude escuchar por sobre los gritos desgarradores de aquella persona como sus huesos se partían.
- La otra también – ordeno mi jefe.
Mire al suelo, luego la maza en mis manos, finalmente di un segundo golpe con la misma intensidad, nuevamente escuche como los huesos se quebraban. Lo soltaron mientras el continuaba llorando, tomaba sus piernas temblando como una hoja. No pude mirar más, me recriminaba en la soledad de mi mente.
- Felicidades muchacho – escuche que alguien dijo
- Buena primera vez – exclamo otro.
La noche termino ahí, volvimos a The Star of Istanbul, la depresión aún seguía sobre mí. Llegue a la habitación asignada dirigiéndome inmediatamente al baño lave mis manos una vez tras otra, las sentía sucias. Recordé la escena, los gritos, la sangre, se repetía en mi cabeza como una película…vomité mucho luego de eso. No sé cuánto tiempo estuve ahí dentro, pero al salir la seguridad me dijo que el jefe deseaba hablar conmigo.
- Toma asiento – ordeno aun sin mirarme, obedecí de inmediato – Seré claro contigo muchacho.
- Leopoldo…
- Cierra la boca – dijo esta vez sí mirándome – seré claro contigo, en estos años que llevamos juntos he aprendido a quererte como el hijo que nunca tuve Alex. Te enseñe cada secreto del póker que conozco, como moverte en las calles, cuando callar y cuando hablar. Esta vez te vengo a enseñar algo distinto, nunca…jamás, vuelvas a poner una orden en duda, mucho menos en público.
- Lo siento.
- Estas todo sudado, debes oler asqueroso. Date un baño, vete a casa. Tomate unos días.
Esa fue la última vez que lo vi, no me llamo más a pesar de que traté de buscarlo, pero alguien de adentro me dijo que Leopoldo quería sacarme de todo aquello.
Unos meses después de eso cumpliría mis dieciocho años, termine mis estudios de secundaria y contradiciendo las ordenes de mi padre de que me fuera a Inglaterra a estudiar leyes empaque todo largándome para los Estados Unidos a elegir el destino de mi propia vida.
Mi primera parada fue la ciudad de New York, las inversiones que hice siguiendo los consejos de Leopoldo dieron como resultado que mis ahorros crezcan muchísimo. Pasé mi primer año viviendo en el cuarto de un hotel, luego de eso me fui a New Jersy estuve ahí más o menos tres meses ahí y luego me fui a Los Ángeles donde pasé la mayor parte del tiempo en una mansión llena de conejitas. Finalmente llegue a Nevada para pasar la mayor parte el tiempo viviendo indeterminado nuevamente en un hotel de un casino.
Ahora estaba en un edificio mugriento, lejos del glamur y las luces de las grandes ciudades yanquis. Tomé un trago de mi cerveza confiando en que no se dieran cuenta que había hecho trampa, sonreí levantando mi botella a mis adversarios – idiotas – dije dentro de mí.
Mariza
Habíamos ido a comer, disfrutar con Ana, hacer el amor… Michael se estaba comportando como no me habría imaginado. Desperté en mi cama estirándome con pereza, pero al mirar a mi lado ya no se encontraba conmigo.
- ¿Michael? – pregunte a una habitación vacía – ¿estás aquí? – nadie respondió.
Era increíble lo cansada que podía estar, no llegaban a ser las nueve de la mañana. Me estaba acostumbrando a una vida de flojera, salí de la cama dirigiéndome al baño. Me desvestí tirando toda la ropa al reluciente suelo, tras algunos minutos me sumergí en las cálidas aguas dejando que mi mente divague ¿extrañaba mi vida de antes? Sin duda alguna, siempre creí que sería feliz si mi vida fuera como las películas que veía, donde una persona humilde de repente tiene el dinero suficiente para él y ayudar al resto.
No era así, me sentía infeliz…no tenía tiempo de estar con mi hija, cada lugar al que iba era revisado. Me seguían personas que se encargaba que la gente no se acerque, no me hable, no me toque… era como estar presa, pero pagando por ello. Tras una hora y media de arreglos baje a la cocina comenzando a preparar un café, pocos minutos después apareció una de las empleadas de la cocina.
- ¿Señorita Márquez que hace?
- Preparando un café, nada más.
- No, no, no se preocupe. Estamos aquí para eso, por favor siéntese en la mesa y enseguida se lo llevare.
De forma nada sutil me saco de la cocina, resignándome llegue al comedor principal. Michael tomaba el desayuno junto con Ana que sumergía sus galletitas en su taza.
- Buenos días – dije sentándome.
- ¡Mami! – grito con entusiasmo la pequeña.
- Ana ya te dije que no me gusta que hagas eso, toma tu desayuno como se debe. Además, no te arrodilles en tu silla, siéntate como debes.
No lo tomo bien, obedeció quedando cabizbaja sin decir nada.
- ¿Pasa algo? – pregunto Michael.
- ¿Tiene que pasar algo?
- Según tu actitud, creo que sí.
- Me desperté, fui a bañarme cuando salí mi cuarto estaba ordenado, mi ropa también y ahora al bajar no pude ni siquiera preparar mi propio café.
- Qué vida tan miserable – dijo con tanto sarcasmo
- Lo estoy diciendo enserio.
- ¿Qué quieres que haga al respecto?
- Nada, voy a ir a la fundación.
- Bien, le diré a la seguridad que esté lista para llevarte.
- No, estoy buscando los horarios de transporte público. Sabre guiarme.
- Claro – dijo sonriendo mientras levantaba las cejas – como digas.
- ¿Qué pasa? – pregunte.
- ¿Vas a llevar guardaespaldas en un subterráneo?
- Claro que no, iré sola – respondí – ¿quieres encargarte tú de llevar a Ana a la escuela?
- ¿Ana terminaste? – dijo revisando la taza de la pequeña para confirmarlo – ve a cambiarte para ir a la escuela – ordeno.
- Quiero mirar A Mushu en la televisión – respondió con tristeza.
- Ahora Ana – respondió con un tono lleno de autoridad.
La pequeña obedeció sin chistar subiendo la gran escalera principal para ir a su habitación. La mirada de Michael la acompaño hasta que se perdió de vista, luego sus ojos se centraron en los míos. Sentí la presión, la arrolladora fuerza que brotaba de forma casi inconsciente de él.
- ¿De qué se trata todo esto?
- ¿Qué es “esto”?
- Esto…ya no sé cómo explicarte las cosas – dijo marcando cada palabra con cada vez más énfasis.
Ahora no me sentía tan confiada como antes, no podía mantener más su mirada.
- Ya no quiero más esto, quiero que las cosas vuelvan a ser como antes.
- ¿Cómo antes?
- Quiero volver a mi antigua vida, quiero volver a caminar tranquila por mi calle.
- Basta de esa idea tonta, asume de una vez tu vida.
- Quiero que mi hija tenga una vida feliz como yo tuve, quiero que pueda salir a jugar al parque, quiero que tenga amigos que no tengan que ser vigilados e investigados antes de que siquiera puedan hablarle.
- ¿Sabes a que se debe toda esta seguridad?
- Lo sé.
- Tú no sabes nada – dijo nuevamente con un poderoso tono de voz – ¿Crees que Sara es la única perjudicada? La trata es un negocio de miles de millones al año y tu estuviste en línea de fuego mientras eran encarcelados muchos de los dirigentes mundiales. No soy un tonto o un loco, soy la persona más realista que conocerás – dijo a medida que iba subiendo el tono de voz – ¿crees que luego de todo lo que luchamos vale la pena exponerte? – no respondí – exponer a Ana ¿para qué? – no tenía respuesta.
Una lagrima cayo por mi mejilla, me sentía tan dolida. No quería una vida de privaciones e inseguridades. No quería que tenga miedo, daría mi vida para evitarle ver o saber lo que yo había conocido.
- Lo único que yo quiero – comencé diciendo – es que ella tenga una vida feliz, plena, llena de alegrías y colores – recuperaba fuerzas para mirarlo a los ojos – ¿entiendes? Quiero que Ana sea feliz.
- Ella es feliz – fijo su mirada sobre mí, estaba más calmado – Ella en su falta de comprensión de cómo funciona el mundo, en su ignorancia de todas las mugres que viste y experimentaste es feliz.
Baje la cabeza, la discusión había finalizado sin que me hubiera percatado, tome mi desayuno sin ánimos mientras podía sentir su mirada sobre mí. La seguridad informó que estaban listos para salir.
- Lleven a la pequeña Ana a la escuela – ordeno rápidamente – tomaremos una ruta alternativa con Mariza.
Sonrió nuevamente tomando mi mano – podemos probar su teoría Srta. Márquez – dijo ahora sonriente. Me gustaba verlo así, con el paso del tiempo su sonrisa se había vuelto apacible. Estaba muy alejada de la expresión sádica que tuvo la primera vez que lo conocí.
Salimos de casa sin ser acompañados por nadie, tome aire aliviada caminando con alegría y alivio.
- ¿Qué sigue ahora? – pregunto manteniendo el paso.
- ¿ves eso que está ahí? – le respondí señalando – eso es una parada de autobús, ahí nos dirigimos.
Nos amontonamos junto al resto de la gente hasta que lo que siempre ocurría termino ocurriendo – ¿es Mariza Márquez? – pregunto alguien entre susurros. Muchos comenzaron a acercarse sonrientes a nosotros, me saludaban, me pedían fotos y grababan todo. La cara de mi compañero permanecía estática, casi sin mostrar ninguna emoción. Ambos sabíamos que aquello era solo el comienzo de un largo día, aunque si tuviera que decir una parte divertida para mí fue cuando por fin nos subimos. Habíamos estado parados hasta que dos asientos se desocuparon, me dijo que me siente en el asiento opuesto a la ventana y el permaneció parado con sus ojos clavos en la ventana.
- Disculpe ¿ese asiento está ocupado?
- Si, estoy yo – respondió sin mirarlo.
- Pero está de pie, voy a sentarme.
- No creo que deba.
- Pague mi pasaje exactamente igual que usted, si hay un asiento libre simplemente me sentare – dijo tratando de meterse en el espacio disponible.
Con brusquedad Michael coloco una mano en su hombro, fijando esta vez sus ojos en los del pobre hombre que lo miraba.
- Le repito, no debería sentarse – su tono autoritario volvía a tomar el control.
Mire al suelo sintiéndome culpable ¿Quién era yo para impedir tal cosa a un hombre de bien? Tal vez ese sujeto trabajaba de noche o simplemente se encontraba cansado.
- Disculpe señor – dije levantándome – tome mi asiento, ahora ambos están disponibles. Lo siento.
- No sé qué decir señorita.
- No diga nada, solo tómelo.
Michael permaneció en silencio mirándome
- ¿Y todo eso?
- Es lo correcto, además ya tenemos que bajarnos. Vamos.
Toque el timbre en la puerta descendiendo acompañados de los saludos de las personas que había, ahora simplemente nos decidimos a caminar y estirar las piernas ¿Cuánto tiempo había pasado sin poder caminar por la calle con tanta libertad? Estaba sencillamente feliz, todo se había vuelto increíblemente complicado. Desde cosas tontas como comprar una goma de mascar hasta cosas importantes para mí como comprarme ropa, cualquier situación que me incluyera a mí en cualquier lugar público tenía medidas de seguridad, horarios, cronogramas ¿cronogramas para ropa y golosinas? Si, los hay. Todo se volvía tedioso, vergonzoso, sentir las miradas de la gente sobre mi cada vez que por poco una tienda de ropa era cerrada para mi ¿Qué dirían? Con el tiempo esas cosas se lo habían dejado a una asesora de vestimenta permaneciendo yo en casa.
De camino encontramos con una pequeña heladería artesanal y tras casi rogarle paramos para tomarnos uno. Las situaciones comunes habían dejado de serlo para mi hacía ya mucho tiempo, cosas como tomar un helado o viajar en autobús nos daba la oportunidad de ser personas comunes y corrientes, sin preocuparnos por todas las mierdas con las que lidiábamos a diario. Llegar por fin a la fundación fue el final de un hermoso recorrido, Michael se quedó todo el tiempo conmigo, inclusive en la reunión con las chicas.
La vuelta a casa esa noche fue irremediablemente en auto escoltado por seguridad.
- ¿fue de tu agrado el día?
- Que frase tan formal para preguntarle algo a tu pareja – respondí sonriendo – sí, me gusto. Sobre todo, los helados.
- Tuvieron su encanto – accedió sonriendo.
- Podríamos hacer de esta manera todos los días, vamos caminando o transporte público y luego volvemos en auto.
- Un día a la semana.
- Cinco al menos
- Tres.
- Okey tres – dije acercándome más a él – gracias agente – agregué antes de besarlo.
- Para complacerla – respondió.
Al llegar a casa vi el auto de Eva estacionado frente a la puerta principal, recién ahí me acorde de los planes para la noche.
- ¿Eva te esperaba?
- Si – dije frotando mis ojos con cansancio – va a matarme, se supone que hoy era la noche de películas.
- ¿noche de películas?
- Nuestro aniversario. El día que nos conocimos, siempre lo hacemos.
- Si, siempre digo que es raro que se celebre una amistad con un nombre tan particular.
- Supongo que es una amistad algo particular, como dices.
Ingresamos en la casa y como imagine fui recibida por un grito.
- ¡Lo olvidaste! – grito Eva acurrucándose más en el mullido sillón.
Me senté a su lado tratando de comprar su cariño con abrazos, pero parecía no ser efectivo. Ana daba vuelta a nuestro alrededor tirándosenos encima, con el paso del tiempo las aguas se calmaron y comenzamos a preparar la cena.
- Anita – dijo Eva – ¿Por qué no le muestras a Michael el truco de magia que te enseñe?
- ¡Si! – grito la pequeña.
Con entusiasmo fue corriendo en dirección a la cocina, Michael estudiaba la situación con mala cara, aunque mantenía su tranquilidad. La pequeña volvió con una botella de agua y una moneda.
- Muky siéntate acá – dijo arrodillándose en el suelo.
Con desconfianza obedeció sentándose enfrente, nos observó nuevamente antes de concentrar su atención en Ana.
- ¡voy a hacer magia! – dijo con alegría – voy a hacer que esta monedita entre acá adentro.
- Bien – respondió descansando su rostro sobre una de sus manos
- Pongo la moneda acá y la botella arriba – se dio vuelta tomando un suéter ligero de color rosa pálido – ahora lo tapo, hachius machius mutus y puff ya está adentro – dijo destapando la botella.
Le pidió a Michael que revise que la moneda estaba adentro, cuando él se asomó para ver aplasto con fuerza la botella mojándolo todo. Tomé mi cabeza mirando a Eva – ¿de verdad? – le dije mirándola, ella simplemente se encogió de hombros sonriente. Michael quedo congelado, los segundos se me hicieron eternos hasta que simplemente sonrió abrazando a Ana – ahora vengo, iré a cambiarme – dijo con actitud apacible.
Mi amiga espero hasta el momento justo que se fue para empezar a reír, estaba simplemente hermosa, llevaba un strapless de un color dorado muy pegado al cuerpo junto con unos pantalones de tiro bajo y unos zapatos clásicos de color negro. Una pequeña capa de maquillaje recubría su rostro, aunque sencillamente no lo necesitaba. Su piel estaba perfectamente cuidada, siendo para muchas mujeres una completa envidia.
La cena trascurrió con total normalidad habíamos degustado una exquisita receta que nuestro chef había traído directamente de Italia. Ana se había mostrado con energías suficiente hasta ese momento, sus bostezos evidenciaban el sueño que la invadía, pero obstinada se había puesto a dibujar en lugar de ir a dormir. Con el correr de los minutos se acercó mi pidiendo que la tomara en brazos en los que poco a poco sus ojos se fueron cerrando, Michel la tomo en brazos para llevarla a su cuarto.
- ¡Mi dibujo! – grito la pequeña quejumbrosa
- Tranquila, está en mi bolsillo – respondió
- ¿te gusta? – pregunto frotándose los ojos – es para ti Muky.
Michael solo sonrió, subiendo las escaleras – descansa Ana – escuche que susurro. Mis ojos acompañaron hasta que se desapareció. Mi amiga de la nada comenzó a reír, su carcajada es siempre estridente y muy contagiosa.
- ¿De verdad lo llevaste a recorrer la ciudad en autobús?
- La ciudad no – respondí – solo hasta la fundación.
- ¿Cómo pudiste controlarlo? – contesto.
- Tengo mis habilidades – respondí sonriente.
- Si, conozco tus habilidades – agrego con una sonrisa muy picara.
- No seas degenerada – dije retándola – lo único que hago con él simplemente es mostrarle como el amor puede abrir tantas puertas como la violencia.
- Obvio – respondió sonriente – ¿Qué otra cosa podría ser?
- Basta Eva, de verdad no sigas.
- Bien, bien solo una pregunta más – dijo sonriente – ¿si tuvieras que elegir entre ellos Víctor y Michael a quien eliges?
- ¿Elegir para qué?
- ¿Quién te lo hace mejor?
- Eva – dije sin poder creérmelo.
Con ella no teníamos ningún tipo de atadura la hora del sexo o mejor dicho a la hora de innovar algo en él, seria hipócrita sentirme ofendida siendo que todos mis encuentros de sexo grupal fueron precisamente con ella, pero en el aspecto personal no nos metiamos. Era como lo único que no se compartía, tanto de mi lado, como el de ella.
- ¿Qué? – dijo ella con actitud juguetona – si ya de por si lo compartimos todo, me da curiosidad nada más. Además, también suma puntos con cual de los dos tienes mejor sexo.
- No voy a compararlos.
- Me imagino que Michael debe ser mucho mas bruto ¿verdad? Haciendo el amor con brutalidad y pasión.
- Eva
- ¿saben chuparla mejor que yo?
- ¡Basta!
- Pregunto solamente, al fin y al cabo, dicen que solo una mujer sabe como le gusta a otra – dijo cerrando el tema.
Eva siempre se mostró como una mujer segura de su belleza, sus aptitudes y claro esta su cuerpo. Ella fue mi primera vez en tanto a sexo lésbico como grupal, una vez dijo que ella no se definía como lesbiana o bisexual, sino que era una persona que disfrutaba del sexo. Ahora luego de tanto tiempo de nuestra singular amistad, creo que ambas compartíamos ya el mismo estilo de vida.
- ¿Cómo llevas la relación?
- Bien – dije llena de dudas – bueno en realidad, no sabría decirlo. Hay momentos donde Michael se comporta de forma tan atenta y romántica que sencillamente me cautiva.
- ¿y otras?
- Es tan innecesariamente frio que dudo que pueda sienta algo real por mí, su mirada puede permanecer fría sin el menor tipo de consideración de quien este frente a él, sin importar si esa persona que lo cuestiona soy yo.
- Bueno, pero eso no es algo que deba extrañarte de el – comenzó diciendo – Michael siempre ha sido así, es la persona más trastornada que conozco.
- Si. Lo sé, pero ahora estamos en una relación. Se podría decir incluso que hace años que estamos en una relación, solo que no de manera oficial como ahora.
- En eso tienes razón – dijo asintiendo – ¿Qué piensas hacer?
- No lo sé aún.
- Al parecer este hombre lo único que respeta es a Ana.
- Es la única figura paterna que ella ha conocido, en eso realmente no me puedo quejar con él. Mientras Víctor estaba durmiendo en un charco de su propio vomito etílico Michael pasaba las noches en vela cuidando a Ana.
- ¿Tienes alguna noticia de Víctor?
- Se fue – respondí cortante – según me dijo quiere cambiar para el bien de Ana y no sé cuántas cosas más.
- Ya veo – dijo quedando pensativa – ¿puedo darte una opinión sincera?
- Creí que siempre lo eran.
- No siempre, hay veces que simplemente me quedo con una parte de mis opiniones para no lastimarte.
- ¿de qué hablas realmente?
- Eres muy ingenua – dijo finalmente – es decir, hay veces, en las que realmente eres muy ingenua.
- ¿de qué me estás hablando? – dije ya enojada
- Hay cosas que no van a cambiar nunca, Víctor va a seguir siendo un borracho irresponsable y Michael seguirá siendo un sádico, autoritario.
- ¿Y tú? Seguirás siendo una promiscua que le gusta revolcarse con cualquier persona que le da la confianza suficiente.
- Posiblemente si – dijo guiñándome un ojo.
Ambas lo tomamos bien o por lo menos así me parecía, Eva se mantenía dentro de todo normal. La conversación fue volviéndose cada vez más banal al punto que no sé de qué tonterías hablamos.
La velada fue extendiéndose, ahora los tres mirábamos una película que a ninguno parecía importarle. Michael a mi lado había pasado su brazo por encima de mis hombros, sentía su perfume y los latidos de su corazón. Golpeaban con fuerza, con determinación, casi tanto como su personalidad. Levante mi vista para mirarlo a los ojos, en ellos siempre notaba algo, pero en estos momentos parecía que su mente simplemente estaba ausente, fuera de este mundo. Sonrió para mi sumergiéndome más en mis dudas – ¿me amas Michael? – pregunte solo para mi mente. Nos besamos con ternura, con lentitud. Era como si nos tomaros nuestro tiempo para poder explorarnos nuevamente. Eva carraspeo dejándonos ver que aun se encontraba entre nosotros, el tierno momento se termino casi al instante mientras mi amiga se levantaba.
- Bien, es hora de que continúe mi camino.
- Te acompaño.
- No, no te preocupes conozco el camino. Michael…siempre un placer.
El la observo esbozando una pequeña sonrisa – igualmente – respondió simplemente. La tensión entre ellos dos era completamente evidente, casi tanto como el esfuerzo que hacían para llevarse bien. Mi amiga se retiro escoltada por mi seguridad, mientras nosotros permanecimos en silencio. Lo observé mostrando mi mejor sonrisa, volví a besarlo mientras fantaseaba con la idea de poder hacer algo con el y mi inocente amiga.
- ¿Qué tienes en mente? – pregunto con sus ojos clavados en mi
Me levanté desprendiéndome de mi blusa mientras me sentaba sobre él, volví a sonreír.
- ¿no es algo muy arriesgado?
- No hay nadie en la casa, los horarios de los empleados hace mucho que terminaron, además sencillamente no me interesa.
Sentí sus besos en mis pechos al momento que me sacaba la última prenda que los cubría, un sostén de encaje blanco. Era mi favorito, lo había traído de Italia en unas vacaciones que obviamente estuvo intensamente cronometrada e infestada de guardaespaldas. Sus besos caían uno a uno sobre piel erizándola toda, mientras poco a poco leves gemidos escapaban de mis labios. Me movía sobre él, necesitaba calmar mis nervios, además de mis oscuros deseos. Sentía su erección debajo de mi cola, podría ser la persona más fría del mundo, pero yo sabía como calentarlo. El pensamiento me hizo sonreír, al momento q bajaba una de sus manos, deslizándola bajo mi pantalón y llegando directamente a mi ano, lo acaricio estimulándolo sobre la fina tela de encaje mientras yo me dejaba amar.
En un momento la pregunta fuera de lugar de Eva se hizo un lugar en mi mente ¿Quién te lo hace mejor? Aparte la idea mientras me bajaba de encima arrodillándome sobre la hermosa alfombra. Desabroche su cinturón con toda la velocidad de mis manos y saque finalmente su miembro, jugué con el en mis manos observando cada uno de sus gestos, cada uno de sus bufidos, di una lenta lengüeteada por toda su extensión llegando a la punta coronada ya por una gota de líquido preseminal. Lo engullí de una sola vez envolviéndolo con mi lengua mientras se deslizaba dentro y fuera de mi boca. observe a Michael, cada uno de sus gestos, cada suspiro, cada información que sus ojos me transmitiesen. Comencé a masturbarlo al mismo tiempo que intentaba hacer lo que se conoce como “garganta profunda” sentí las caricias en mi rostro. Lo saque de mi boca mostrando una sonrisa, sonrió para mi haciéndome sentir segura, como siempre que estoy con él. Me incorpore dejando caer mi pantalón color ámbar junto con mi ropa interior. Volví a sentarme sobre el introduciéndomelo poco a poco, mordí mi labio inferior, dejando escapar un gemido cargado de satisfacción y deseo. Mordía mis senos elevándome más y más. La penetración era lenta, profunda, tanto la saliva como mi propia excitación permitía que el delicioso vaivén aumentase a un ritmo mayor. Me incline sobre el llevando mis senos directo a su rostro, lo presionaba contra mi sintiéndome llena, satisfecha. La pregunta de Eva volvió a mi ¿Quién te lo hace mejor? Realmente no lo sabía, aumente más la velocidad, sentía sus toqueteos sobre todo mi cuerpo. En estos momentos Michael estaba completamente en mis manos, estaba segura de hacerlo acabar en el momento que quisiera, como yo quisiera, pero aun no era ese momento. Cambié de posición, lo hice levantar recostándome sobre el mullido sofá, sonreí acariciando mi piel. Podía ver cómo me observaba ¿había deseo en ellos? Abrí de forma sutil mis piernas y comencé a tocarme, toqué mi clítoris fijando mis ojos contra los suyos. Vino a mi nuevamente, se hundió en mi haciéndome gemir al mismo tiempo que el bufaba sobre mí, apreté mis piernas contra el haciendo q se hunda más en mí, acelere más el ritmo comprobando mi punto al hacer que acabe en ese momento. Nos dimos un beso y lo abrace sonriendo complacida.