Historias De Oficina T2-5-
Michael doblegándose?
Pido una disculpa a mis lectores, este capitulo tuve que subirlo nuevamente ya que me equivoque en la numeración del capítulo. Para evitar confusiones decidí borrarlo. Aprovecho para sugerirles que ante cualquier sugerencia o idea no duden en escribirme tanto en los comentarios como por correo, hay veces que la mirada de un lector puede ayudarme a que de una palabra surja toda una trama.
Capitulo Cinco
Observe el sombrío reflejo que el espejo me devolvía, mis ojeras se veían cada vez más grandes. Apague la luz del baño y me retire hasta el living tirándome en el mullido sillón. A mi lado una copa de un exquisito coñac aguardaba junto a él un enorme puro.
Pensaba en como mariza se había alejado de mi vida, en realidad en como yo lo había hecho. La única palabra que podría hacer justicia a como había actuado era imbécil, lo era… tome la copa junto con mi puro, con un solo sorbo el delicioso liquido desapareció. Di una gran pitada largando una gran bocanada de humo, deambulé por la casa hasta llegar a mi bodega. Observe cada una de las botellas que reposaban tranquilamente en su lugar asignado, tal vez no podría reparar todos los daños causados, pero si podía comenzar a hacerlo. Tomé una unos cajones especiales para el transporte de las botellas y las empecé a guardar.
Las horas pasaron, había sido testigo de cómo mi colección personal había sido eliminada. Las había separado en dos grupos, las más baratas y comunes no podían mezclarse con las demas. Escuché un ruido que veía desde el piso de arriba, extrañado subí la escalera de roble hasta que al final Lucio salió de la nada “amenazante” según él con una mandolina. Fue como un patético screamer efectivo, a fin de cuentas.
- Oh disculpe Sr. Vask
- Lucio… ¿Qué estás haciendo?
- Lo lamento mucho, no sabía que estaba pasando.
- Estoy remodelando – respondí volviendo al trabajo – ¿Puedes bajar esa mandolina por favor?
- Seguro… ¿Cómo termina esta remodelación?
- Ya verás, ayúdame a llevar todas estas pocas cajas al baño.
Poco a poco cada una de las pesadas cajas subieron las escaleras hasta el baño principal, nos acomodamos alrededor de la enorme bañera y destape la primera botella.
- ¿Seguro que quieres hacer esto? Podemos contratar a alguien que lo haga de forma más eficiente.
- No, debo ser yo quien lo haga. Cuando alguien toca fondo debe levantarse por sí mismo y yo hace rato que lo hice, solo que no quería verlo – lucio sonrió asintiendo.
El líquido de la primera botella comenzó a manchar la impecable superficie hasta que quedo completamente vacía – lo ayudare señor – dijo Lucio tomando el destapador, la segunda botella ya quedaba vacía.
- Por cierto, Lucio ¿Qué haces aquí? Esta es tu noche libre.
- Lo es, señor. Vine a traer su dosis semanal – dijo sacando del bolsillo un paquete de cannabis.
- Si… esto. El nuevo Víctor deberá eliminarla también.
- Me encargare señor.
- No, es mi responsabilidad.
Tome el pequeño paquete y abriéndolo lo eche dentro de la bañera, rápidamente se mezcló con los residuos de vino quedando casi todo en la blanca superficie.
- Adiós viejo amigo, nuestro tiempo juntos se terminó.
Abrí una nueva botella y con ella limpié todos los residíos. Una a una todas las botellas fueron vaciadas hasta que finalmente la purga termino.
- ¿Quiere algo más señor?
- Si, ordena que alguien se encargue de encontrar una bodega que quiera los vinos sobrantes, podemos sacarle provecho.
- Lo hare – respondió asintiendo – ¿y ahora que Víctor?
- Ahora a recuperar a recuperar mi vida y sobre todo a Ana.
- ¿Qué hay de Mariza? – contrataco.
Quede enmudecido, era una pregunta a la que realmente le tenía miedo, pero tal vez era hora de aceptar lo que todo el mundo había visto antes que yo.
- En cuanto a Mariza, creo que es momento de seguir adelante y continuar con mi vida.
- Así será Señor – Respondió.
- Lucio mi viejo amigo, una cosa más necesito que me lleves a un lugar más.
- ¿Dónde señor?
Le conté los planes a futuro y de cómo debía mantenerme sobrio para poder llevarlos a cabo, seria en completa confidencialidad nadie sabría dónde estaría, solo él. Fuimos hasta un enorme edificio donde nos encontramos con uno de los encargados del programa.
- ¿Dónde se supone que es esto?
- Eso es secreto – respondió el amable sujeto – usted comprenderá si tratándose de gente de tanto poder y popularidad no podemos cometer esos errores.
- ¿Usted comprende las consecuencias de lastimar a este hombre? – pregunto amenazante Lucio – su cabeza tendrá un precio.
- Estoy al tanto, gracias.
- Lucio, es hora de irme - dije interrumpiendo todo.
- ¿no quieres pensarlo mejor? Quédate, podremos ver que hacemos y lo intentamos de nuevo.
- No, si lo pospongo ahora no habrá marcha atrás.
- ¿Quieres que te traiga algo? iré disparado y lo conseguiré, te traeré lo que necesites.
- No puedo llevar nada, ellos me lo proveen todo.
- ¿Este es un adiós?
- No, es un hasta pronto. Nos volveremos a ver amigo mío, recuperare a mi hija y seré el padre que nunca fui.
- Adiós Víctor – dijo con un hilo de voz.
Nos dimos un abrazo tan fuerte que por poco me convence de quedarme, era lo mejor. Al separarnos di media vuelta y me alejé con mi nuevo acompañante.
- Señor Víctor – lo escuche decir.
Me tome un segundo más y voltee para mirarlo una vez más…
- Creo que su madre y la Sra. Lorena estarían orgullosas de usted.
Asentí levantando mi mano saludándolo por última vez, salimos de la estación y nos encontramos con un auto esperándonos.
- ¿Listo? – pregunto mi acompañante.
- Eso creo – respondí.
Michael
Sentado sobre la cama observe la pantalla con las coordenadas exactas, finalmente el gobierno de los EE. UU. había logrado llevarse a Emilio Santos, eso era algo malo para mis operaciones. Revertir la situación era estúpido, se alertarían todos los controles.
Consulte la hora nuevamente, la noche trascurría con tranquilidad. Dejé mi celular sobre la mesa de noche y deshaciendo mi corbata me recosté sobre mi cama. Podría descansar, aunque sea unas horas de más, siempre y cuando mi mente permaneciera tranquila. Mire el techo durante un momento, mi mente analizaba los posibles escenarios, hasta el momento solo encontraba tres, ninguno era conveniente que sucediera.
Tras varias vueltas me levanté, fui hasta mi ropero y moviéndolo saque de un pequeño hueco falso en la pared una caja de acero. Volví a la cama, colocando su respectiva contraseña se abrió. En ella había algunas fotos, tomé una de ellas observándola, sonreí durante unos segundos, con cuidado la deje donde estaba. Lo siguiente que había era un video, ese día habíamos recibido la invitación a una fiesta de disfraces por Halloween, podía verse a la pequeña Ana vestida de flor, a su lado estaba Mariza vestida de Abejita y yo aparecía sonriente vestido de abejorro – tan negro como tu estilo – comento sonriente mi compañera. La pequeña saludaba con besos a la cámara y jugaba con su madre, se podía ver cómo me acercaba a ella y le decía algo al oído.
- ¿Que están cuchichiando ustedes? – había dicho mariza divertida.
Con un gesto de silencio que la pequeña entendió a la perfección el secreto quedo guardado, envolví a la pequeña en un abrazo y de sorpresa le hice unas pequeñas cosquillas.
- No papá – se le escapo – Te dije papá – repitió riéndose y tapándose la boca con sus pequeñas manos.
En algún momento reaccione guarde todo de nuevo y me dispuse a volver a la cama – Papá – repetí sonriendo al techo sobre mí, en esta ocasión si pude conciliar el sueño.
Mis sueños fueron interrumpidos, el estridente sonido del celular rompió el silencio de la habitación. Suspire con pesadez y conteste.
- ¿Qué pasa?
- Señor disculpe que lo moleste, pero la Srta. Márquez acaba de pasar al área de los dúplex
- ¿Hace cuánto?
- Quince minutos más o menos.
- ¿Tú eres idiota muchacho? Te dije que me avisaras ante cualquier cosa ¿Sigue ahí?
- No, se retiró junto con Eva – respondió – Sr. Michael lo lamento…
- Como digas – dije cortante
Definitivamente estaba rodeado de gente idiota, era la maldición de mi vida. Decidí levantarme, me di un baño caliente y tras preparar café apareció Mariza. Se acerco con tranquilidad, mostrando una mirada muy triste.
- Hola… – comenzó diciendo.
- Hola
Nuestras miradas se cruzaron, tiro su abrigo sobre el mullido sofá sin sacarme la mirada de encima acercándose a mi ¿trataba de intimidarme o hacerme sentir mal?
- ¿Tienes algo que sientas que necesites contarme?
- No – respondí simplemente dando un sorbo a mi café.
- ¿No? – respondió con un hilo de voz.
Sus ojos estaban completamente rojos, su maquillaje corrido y sus mejillas dejaban evidentes trazos de lágrimas que ya habían secado.
- Qué sentido tiene contarte algo que ya sabes – respondí dando un nuevo sorbo – ¿un café?
- ¿No sientes acaso la mínima culpa de herir mi confianza? Hace dos días te declaraste, me pediste una oportunidad y hasta hicimos el amor como nunca lo habíamos hecho. Todo eso para que dos días después descubra ¡esto!
- ¿Entonces no quieres tu café?
De un manotazo tiro tanto la taza como su respectivo plato clavando una mirada furiosa en mí.
- Ahora tenemos un juego de tazas que permanecerá para siempre incompleto.
- Basta de juegos, termina con las evasivas y responde a mi pregunta.
- No me has preguntado absolutamente nada.
- Sabes perfectamente de que hablo – dijo manteniendo la voz serena pero amenazante – ¿Qué mierda hace Alex en la fundación?
- Todo tiene una perfecta explicación.
- Bien, fantástico – dijo con ironía – ¿Cuál es?
- Es clasificado.
- Lo que hiciste fue mucho más que despreciable, desapareciste por dos días y lo siguiente de lo que me entero es de esto.
- Lo necesito.
- ¿Para qué?
- Es clasificado.
- Perfecto, deberíamos tomarnos un tiempo.
- ¿Perdón? – esa no la esperaba.
- Ya me escuchaste, junta todas tus cosas y sal inmediatamente de mi casa. Tienes hasta mañana para que así sea.
- ¿y si no acepto tus condiciones?
- Golpeare donde sé que podría dolerte, me encargare de alejar a Ana de ti.
- ¡No! – pudo escucharse decir a la pequeña.
Sin que nos diéramos cuenta Ana había estado escuchándonos discutir, se acercó a Mariza sin decir ni una palabra más.
- Mi amor – dijo intentando acercarse a ella para calmarla.
- ¡No! – grito rechazándola – no quiero que Muky se vaya.
- Amor, son cosas de grandes. Con Michael vamos a arreglar las cosas – intento nuevamente, pero como la primera vez fue rechazada.
Su mirada se posó en mi durante unos segundos – piensa bien lo que quieres hacer – dijo terminando el tema conmigo. Note como la tristeza brotaba de los ojos de Mariza, estaba herida y eso también era culpa mía. Observo a su hija y sonriéndole dio media vuelta subiendo las majestuosas escaleras rumbo a su habitación.
Ana ahora fijaba su mirada en mí, los enormes ojos celestes eran iguales a los de su madre, la tristeza también era evidente en ellos, solo que a diferencia de su madre comenzaban a llenarse de lágrimas.
- Anita – dije tendiéndole la mano.
Su mirada permanecía fija en mí, ni siquiera se molestó en responderme. Sus ojos hablaban por si solos, dio media vuelta y siguió el camino de su madre.
Definitivamente la amenaza era real, no me parecía que a ella se le ocurriera jugar con Ana. Lo que no me esperaba era que la use como un arma, tal vez era momento de compartir un poco de información con ella. En cuanto a la pequeña…bueno digamos que sentí un gran vacío al ver cómo me rechazaba.
Alexander
Siempre pensé que podría tener un reencuentro mucho más digno con Eva, muy lejos de aparecer frente a ella con una toalla en mi mano y comportarme como el idiota que siempre tuve dentro.
Si tuviera que ser sincero diría que ella fue el gran error de mi vida, en ese tiempo estaba completamente perdido. Las drogas, el alcohol y mis miedos colaboraron para hacerme ver un enemigo que ni siquiera existía, la lastime…pase años insultándome, pidiendo perdón en cada imagen que de ella se me venía a la mente. Ahora que volvía a tenerla frente a mi nuevamente toda esa mierda vino a la luz nuevamente.
Muy por el contrario de lo que hubiera hecho yo o incluso Víctor no fui echado a patadas, Mariza ordeno que limpiaran un viejo cuarto que era usado como un improvisado depósito, ahí mismo me colocaron una cama con sabanas limpias y perfumadas.
A la mañana siguiente sentí que debía hablar con mi anfitriona, darle las gracias era una muy buena forma de comenzar. Demostraría que su elección de tenerme aquí era la más acertada, me dirigí a su oficina y tras esperar unos minutos me toco hablar con la secretaria.
- Buenos días – comenzó diciendo ella.
- Quiero hablar con Mariza Márquez.
- ¿Tiene usted una cita?
- ¿Que? No.
- Tendré que darle un numero entonces – tomo un trozo de papel y tras un garabato me lo entrego.
- Doscientos treinta y ocho – leí sin entender – ¿Qué mierda es esto?
- Señor Vask le pido por favor que modere sus palabras, tenemos códigos estrictos de lenguaje y no permitiremos que nadie los quebrante.
- Disculpe… ¿podría explicarme?
- Por supuesto. Hay días especiales, como hoy por ejemplo en el que Mariza destina todo su tiempo a las chicas. Por ello todos los turnos están reservadas para ellas.
- ¿Me quieres decir qué tengo que esperar que pasen doscientas treinta y siete chicas primero?
- Exactamente. De hecho, Mariza dejo en claro que si no está conforme puede retirarse inmediatamente de las instalaciones.
- Aguarde un momento, usted dice que hay días especiales en los que Mariza hace esto ¿no? bueno de ser así quiero un turno con ella, pero para mañana.
- No funciona así, el número que le di no cambia.
- ¿Pero no son días especiales?
- Los turnos se reservan por si las dudas…
- ¡Ustedes están complemente locos!
- Son las reglas.
- ¡Pueden chuparme la verga todos ustedes junto con sus ridículas reglas!
- ¡Señor Vask!
Uno de los guardas cercanos escucho las quejas de la escandalosa mujer y se acercó a hacerme a un lado. Me tomo de la parte trasera de mi cuello e intento alejarme de la oficina principal.
- ¿No ves que estoy intentando hablar Dumbo?
- Llévelo de nuevo a su habitación – ordeno la secretaria.
Asique…de nuevo estaba siendo escoltado contra mi voluntad, claro es mejor esto que esa movida de perros y nueve milímetros en la cabeza, pero se entiende el punto.
- Dime grandote ¿Sabes quién soy yo?
- No me importa realmente.
- Ese discursito ya lo conozco, soy un Vask. Me llamo Alexander – trate de darme vuelta para ofrecer mi mano me empujo obligándome a seguir caminando – dime grandote ¿sabes que los Vask somos sinónimo de dinero?
- También de armas, escándalos y problemas.
- También grandote, pero escúchame con cuidado. Te estoy proponiendo una alianza – respondí esta vez sí pudiendo dar media vuelta – ¿Cuánto ganas?
- ¿Importa?
- Todo importa en cuestiones de negocios grandote ¿no te gustaría ganar un pequeño bonus laboral?
- Te estoy escuchando.
- Ahora estoy aislado del mundo, pero si te pones a mi disposición en el momento que lo solicite me asegurare de devolverte el favor con intereses y sobre interesas.
- ¿de dónde sacaras el dinero?
- Mírame Dumbo ¡soy un Vask! – dije arrogante – nadamos en la abundancia.
- Lo que tú digas pececito, entra a tu habitación.
Las horas que pase hasta que Mariza tuvo “tiempo de atenderme” se hicieron eternas, por fortuna Michael me había devuelto mi smartphone. Tras chequear las noticas descubrí que en Las Vegas se estaba generando una seguidilla de asesinatos, todos ellos de alto perfil. Evidentemente tras la muerte de De Luca la ciudad debía reorganizarse, tras unos minutos perdí mi interés en todo eso, mi tiempo se perdió en videos pornográficos y videos al azar de internet.
En un momento la puerta recibió dos golpes, el mismo guardia había venido a visitarme.
- ¡Dumbito! Que alegría verte
- La Srta. Márquez está lista para recibirlo.
- Parece que es momento de la verdad, andando.
El grandote se encargó de guiarme por el mismo camino que antes me había mostrado a los empujones. Llegamos a la oficina principal y sonriendo de forma triunfal a la secretaria entré. Dentro Mariza solo aguardaba sentada en un horrible sillón tan barato y tosco como ella misma, sobre el escritorio había algo cubierto por un fino pañuelo. Se me ordeno sentarme en una silla, de metal ordinaria y algo despintada.
- Ohh que acogedor.
- Gracias por traerlo – le dijo al grandote – ¿me harías el favor de retirarte?
De inmediato dio media vuelta y desapareció. Era rápido a pesar de su sobre peso ¿o era acaso musculo? Sea como fuere, por fin estaba frente a ella. Me observaba con ceño fruncido sin decir absolutamente nada, más que sentirme intimidado me sentía nervioso y algo aburrido.
- Qué reunión tan entretenida.
- ¿Y ahora qué? Luego de ese chiste tan infantil ¿Qué sigue?
- Dímelo tú, ya que se nota que ahora eres tan poderosa. Dime tu que sigue.
Sonrió de lado y descubrió lo que había debajo del pañuelo, ahí reposaba tranquilamente un arma nueve milímetros. La tomo saco el cartucho hizo que una bala saltara de la recamara y la coloco en el cargador.
- Déjame que te explique – comento dejando el arma desarmada frente a mi – cuando conocí a Víctor no sabía absolutamente todo el montón de mierda en el que me metería por formar parte de su mundo.
- Igualmente parece que te fue bastante bien perteneciendo a él
- ¡Silencio! – grito con fuerza – poco tiempo después de comenzar una especie de relación, todo se salió de control. Estuve dos veces secuestrada, vi como asesinaban gente frente a mí y hasta presencié lo peor de este mundo, la esclavitud. Es por eso por lo que empecé con esta tarea de la fundación. Pero mientras todo eso pasaba yo conocía al tipo que te trajo aquí.
- Michael…
- Si, él es algo muy singular. Me enseñó a enfrentar mis miedos, a disparar, a defenderme y a pensar cómo se supone que debo hacerlo para mantenerme con vida. Ahora se presenta esta oportunidad ante mí.
- ¿Qué oportunidad?
- Tú, eres esa oportunidad. La oportunidad de demostrarme a mí que puedo hacerme cargo de cualquier situación sin que una sola fibra de mi cuerpo se sienta incomoda – Fue ahí cuando tomo el arma y colocando su cargador me apunto.
- ¿Qué haces? – dije mirando el arma fijamente
En ese momento sí que daba más miedo, sobre todo por la actitud tan calmada que me mostraba. No parecía ser para nada una persona que pudiera hacer algo así sin que su mente no colapsara, pero al mismo tiempo parecía no ser la primera vez que amenazaba a alguien con una pistola.
- No puedes dispararme…
- Claro que no, el arma no está cargada, pero si tiramos de la corredera… – dijo al tiempo que lo movía, pudo escucharse un sonido – y listo…ahora si puedo dispararte.
Nuestras miradas se mantuvieron firmes, una tratando de vencer a la otra. Me encantaría decir que me impuse con una fuerte orden haciéndome respetar, pero la verdad es que no…tuve miedo.
- Tranquila ¿está bien?
- ¿Viniste por Eva?
- No, ya te lo dije ese tipo me trajo. Ni siquiera se para que me necesita – bajo su arma y la guardo en uno de los cajones de su escritorio.
- Seré directa contigo, puedes hacer todos los trabajos que quieras con Michael, pero si te llegas a acercar a Eva más de la cuenta, serás liquidado.
- Eres totalmente distinta a la chica buena e inocente que conocí en un inicio.
- Soy la misma, solo que las circunstancias me han cambiado. Tuve que adaptarme o morir.
- Una de las razones por las que necesitaba hablar contigo era Eva. Una vez que tuve que irme y que pude desintoxicarme un poco de la vida que estaba haciendo en este país caí en la cuenta del craso error que había cometido. Me ha atormentado cada noche.
- ¿Te ha atormentado cada noche? – pregunto de forma irónica – Pobrecito, que triste y agobiante vida has tenido que soportar. No te quiero cerca de ella.
- Es la tercera amenaza en estos minutos ¿Qué piensas hacer conmigo?
- Por el momento nada, solo quiero que te mantengas lo más lejos posible de Eva. Terminamos, por el momento dejare que vivas aquí, pero mantente alejado de los problemas ¿de acuerdo?
Asentí levantándome de mi silla, su mirada se fijó en mí una vez más antes de sacar su teléfono y ordenarme que me retirara ¿Qué mierda acababa de pasar? Había demostrado su autoridad conmigo, pero del mismo modo me deja libre.
La noche llego y con ella también llego la cena, una muy especial. La gente de Mariza se acercó a mi ofreciéndome un traje para la ocasión, tras cambiarme rápido me dirigí al enorme salón principal donde se estaba llevando a cabo la reunión. Por primera vez desde que había llegado me sentía como si fuera normal. El gran salón había sido “arreglado” si es que a eso llamamos colgar unas ridículas serpentinas y unas luces baratas. Entre el amontonamiento de gente pasaban algunas camareras sirviendo champagne, no era lo que esperaba, pero al menos intentaban mantener un cierto nivel en cuestiones de etiqueta. Las chicas que recorrían el salón me parecía haberlas visto, sin dudas eran de la fundación. Un detalle que podría considerarse tierno o burdo cada uno tiene su opinión.
Tras recorrer una y otra vez el salón escapándome de charlas estúpidas finalmente me cruce con Michael ¿le interesaban estas idioteces?
- ¿Te gusta esta porquería que están sirviendo? – le pregunte
- Es jugo de manzana, no bebo – respondió sin siquiera mirarme – ¿Disfruta la noche Sr. Vask? – pregunto animado, con una copa en su mano.
- Como no te das una idea, no sé cómo expresar mi emoción por eso no se refleja en mi rostro.
- Genial. Tengo una buena noticia para ti, por ciertos desaciertos la tarea de la cual formarías parte quedara momentáneamente en stand by.
- ¿Qué pasara ahora entonces? – le pregunte.
- Por el momento nada, la cena de hoy servirá para darte a conocer. Mariza dice que no quiere tenerte escondido en la fundación, eso llevaría a que la gente hable cosas que no son y no está de acuerdo.
- ¿Qué se supone que debo decir?
- Nada, sonríe, agradece y mantente callado.
- ¿Y si eso no funciona y me avasallan a preguntas?
- Tengo un plan de contingencia.
- Bien…gracias. supongo.
- No lo hago por ti, sencillamente este evento debe salir a la perfección – respondió con seriedad – Acomódate la corbata y sonríe – dijo retirándose.
- Una última cosa – me apresure a decir – ¿que pasara con las investigaciones en las que estoy implicado?
- Tranquilo, todo esta bajo control.
Respondió, aunque en mi opinión no le dio importancia. Nuevamente quede solo o al menos en lo que a mí respecta ya que no conocía a nadie. Sin nada más que hacer me dedique a beber, rápidamente se comenzaron a acercar algunas personas ninguna llamo mi atención salvo por una hermosa mujer que estaba repartiendo champagne. Era una mujer de rojizos cabellos y ojos de un negro hipnótico, tenía una figura delicada y deseable. Se acerco a mi dejando la bandeja sobre la mesa fijando su mirada en mí.
- ¿te ayudo en algo? – pregunte incomodado.
- Puedes ayudarme en varias cosas Vask.
- Vaya me conoces ¡Que emoción!
- No conocerte sería algo raro, todos conocen a Alexander Vask la oveja negra de la poderosa familia.
- Según a quien le preguntes.
- ¿Qué haces aquí?
- ¿te importa?
- Realmente no pero no creo que tengas nada más entretenido que hacer.
- Punto para ti
- ¿Vienes a probar suerte con tu excuñada?
- Es una mujer interesante pero no es por lo que estoy aquí.
- Según se dice Mariza ha tenido un perfil muy bajo, no se le conocen hombres por lo que se hacen bromas que se mantiene pura.
- Todos nos ensuciamos con alguien, la diferencia que hay es si alguien se entera o no.
- ¿Con quién te ensucias tu?
- Podría ser contigo.
- Podría ser – respondió poniendo su copa, el clásico sonido la hizo sonreír – ¿algún lugar privado? – susurro.
Intentamos escabullirnos cada uno por su lado, el objetivo era llegar hasta mi habitación sin que se fijaran en nosotros, la mande primero a ella y espere unos minutos dando una vuelta más por el salón. Cuando lo creí oportuno me dirigí a encontrarme con mi nueva acompañante.
Mariza
Salimos con Eva de la fundación luego de encontrarnos con Alex, mi corazón se encontraba roto mientras trataba de contener mis lágrimas.
- ¿Segura vas a estar bien? Vamos mejor a casa, no lo enfrentes en ese estado.
- No, estoy bien.
- Mariza hablo enserio, me duele verte así. Vamos a casa, podremos mirar una película comiendo palomitas y riéndonos de las tonterías que se puedan pasar por nuestra mente.
- No te preocupes Eva, me hare cargo de Michael y resolveré esto.
Uno de los encargados de la seguridad fue el encargado de llevarme a casa, todo el camino de vuelta fue un martirio, sentía una daga en mi pecho, un dolor muy profundo muy dañino.
Tal y como había pensado la discusión con Michael salió increíblemente mal. Lo amenace con lo único que sentía que podía lastimarlo y me retire a mi habitación. Las lágrimas una vez más caían por mi rostro, no me dolía tanto que no me hubiera dicho nada de Alex, me lastimaba el hecho que parecía todo un fino y meticuloso plan. El cumpleaños, mi regalo ¿El amor del que hablaba también era parte de los objetivos a cumplir? Me sentía completamente estúpida. Me hice un ovillo sobre mi cama tomándome el pecho, sentía un gran vacío, tanto que me dolía.
Me desperté de repente, escuché dos golpes en mi puerta ¿fue eso lo que me despertó? no tenía ganas de que nadie me hable, pero en cambio me levante y abrí la puerta solo un poco para poder espiar. Como me lo esperaba Michael era el responsable.
- No tengo ganas de seguir discutiendo.
- No vine a eso.
- ¿A qué viniste entonces?
- ¿Puedo pasar?
Lo observe durante unos segundos antes de abrir finalmente la puerta, entro y se mostró como si estuviera indeciso, dio unas cuantas vueltas por la habitación hasta que por fin se quedó quieto me observo y simplemente sonrió con esa manera tan típica de él.
- ¿Qué quieres entonces?
- Vine a decirte que tienes razón en estar enojada, tal vez no manejé la situación como era debido.
- Tal vez…tal vez la manejaste terriblemente mal, tal vez deberías haberte despertado a mi lado luego de hacer el amor y no aparecer dos días después, tal vez deberías consultarme sobre lo que quieres hacer con el proyecto al que le estoy dedicando mi vida. Si, tal vez no lo manejaste como era debido.
- Cuando todo esto de Sara se presento ordene a mi equipo que intervengan los teléfonos de la antigua mansión Vask. En estos días mis hombres me informaron que una llamada de auxilio de los EE. UU. se había realizado por parte de Alexander, como podrás darte cuenta, los teléfonos seguían estando intervenidos.
- ¿Qué tiene que ver todo esto con nosotros?
- Se registraron cientos de llamadas, se no haber intervenido Alexander en estos momentos estaría muerto.
- Ohh por favor que evento tan trágico.
- No te mueve absolutamente nada que un hombre vaya a ser cruelmente ejecutado.
- ¡No! – grite inclusive antes que terminara su frase – A ti no te importa en lo más mínimo Alexander Vask, lo haces para tus propios fines.
Negó en silencio con la cabeza y sonrió, puso su mirada en mí, aunque no dijo nada ¿discusión ganada?
- ¿No vas a decir nada?
- No quiero irme.
- Traicionaste mi confianza Michael, no puedo permitir que eso quede impune – di media vuelta abriendo la puerta de mi habitación – vete por favor.
Mantuvo su mirada fija en la puerta y luego me observo nuevamente a mí, trago con tanta fuerza que pude escucharlo.
- Quiero seguir viendo a Ana.
- Lo pensare luego de que te vayas, vete por favor.
Negó nuevamente, agacho la cabeza mientras apretaba con fuerza sus puños, hasta que finalmente…
- Me equivoque – dijo sin levantar la mirada.
Cerré la puerta de un golpe mirándolo, esa no me la esperaba. Estaba admitiendo frente a mi… ¿se trataba solo de una estratagema?
- ¿Qué dijiste?
- Me equivoque.
- Levanta la mirada,
- Quiero seguir viendo a Ana – susurro.
- Podrás hacerlo, levanta el rostro por favor.
No movió ni un solo músculo, permaneció en su lugar sin siquiera mirarme. Parecía muy afectado. Tal vez sin darme cuenta lo había lastimado de verdad, desde el momento en el que Ana nació siempre estuvo pendiente de ella ¿sentía acaso que llenaba la perdida de la familia?
- Michael ¿Estas llorando?
- Yo no lloro – respondió levantando su rostro.
Su mirada se fijo en mi nuevamente, efectivamente no estaba llorando, aunque si podía notarse una mirada muy triste, tal vez la mirada más triste que jamás vi en su rostro.
- Hace muchos años que no lloro, la idea de no volver a verla me está afectando.
- No necesito secretos ni misterios ni nada amenazante. Necesito que no me lastimes, Ana necesita un padre no un amigo. Eso es lo que necesito ¿Puedes ser el hombre que necesito?
El silencio lleno la habitación en ese momento, nos observamos y fue como si alguien hubiera puesto la cámara lenta. Lo vi acercarse como si flotara por el tiempo y el espacio hasta que me beso. Sentí su piel chocando con la mía, su olor envolviéndome, por un momento fue como si ambos tuviéramos el mismo pulso, nuestros corazones estaban completamente sincronizados.
- Perdóname – dijo hundiéndose contra mi pecho – perdón.
- Tranquilo – volvió a repetirlo – shh tranquilo Michael tranquilo.
- Martin – dijo.
- ¿Que?
- Mi nombre real es…Martin – dijo sin despegarse de mi pecho.
Fue algo que me dejo congelada, mi mente pensaba si quizá era alguna especie de truco tratando de disuadir mi enojo o de verdad había tocado su corazón.
- No, no, no – dije separándome rápidamente de él – esto no te funcionara
- No sé de qué hablas.
- Este nuevo truco del Michael triste y arrepentido no funcionara para que te perdone.
- No es un truco, es mi nombre real – se acercó nuevamente – puedo aceptar que dudes de mi luego de haber faltado a la confianza que me diste, pero… ¿acaso piensas que luego de tener a Ana en brazos no puedo tener ningún sentimiento hacia ella? Se que te lastime y lo siento.
Lo vi acercarse nuevamente…
- No más mentiras – dije poniéndome dura nuevamente.
- No, no más – dijo dándome un fugaz beso en los labios.
- No más secretos ni engaños.
- No, no más. Es una promesa.
Confié, creí en sus palabras ¿era verdad algo de lo que salía de su boca? Nuevamente me beso, solo que en esta ocasión fue mucho más que apasionado, acaricio mi cuerpo hasta llegar a mis nalgas, las apretó sorprendiéndome me levanto en brazos llevándome hacia a la cama asentándome con delicadeza.
Sentí como uno a uno cada botón de mi blusa iba cediendo hasta que finalmente mi ropa interior quedo expuesta. Me beso nuevamente mordiendo mis labios mientras acariciaba mi cuerpo, deje que un jadeo escapara de entre mis labios ¿creía en él o era lo que necesitaba? Esta vez fui yo quien tomo la iniciativa, me saque mi blusa tirándola al suelo. Lo vi sonreír de esa manera tan típica de él, dio unos besos en mi abdomen retirando de a poco mi falda, la historia volvería a repetirse, al parecer nuestros tiempos de sexo habían quedado atrás, Michael ahora, aunque no lo admitiera disfrutaba haciéndome el amor.
Desprendí mi sostén tirándolo al suelo junto con la demás ropa, acaricié unos de mis senos observando cómo me miraba, ver el deseo en sus ojos me excitaba muchísimo. Repitió mi acción con mi seno derecho, tomo mi pezón pellizcándolo gemí intentando no hacer tanto ruido. Sonrió acariciándome nuevamente, el último vestigio de mi ropa interior fue removido. Sus dedos recorrieron la parte más íntima de mi ser recogiendo con sus dedos la más pura muestra de deseo, se introdujo en mi interior comenzando una lenta y placentera tortura.
- Por favor Michael.
- ¿Qué quieres Mariza?
- A…ti por favor
Retiro sus dedos de mi interior llevándolos a su boca, los saboreo frente a mi mirándome directamente a los ojos. Dio unos besos más sobre mi abdomen mientras comenzaba a bajar cada vez más, un primer lengüetazo se encargó de estremecer mi cuerpo, mordí mis labios al sentir como se concentraba a en mi clítoris sin darle siquiera una dosis de clemencia. Trataba de mantenerme en silencio, bufaba tratando de mantener mis gemidos contenidos. Los estímulos se detuvieron, lo mire con tristeza, no quería que se detuviera. Había mantenido mis ojos cerrados no sé en qué momento fue había sacado su miembro, ahora completamente listo jugaba con el sobre mi vagina, sentía su color, su dureza. Lo refregaba una y otra vez solo humedeciéndolo con mi excitación.
- Ayy Michael por favor – rogué en un susurro – por favor…te quiero dentro de mí.
Me obligó a darme vuelta, dio una fuerte nalgada y se introdujo en mi de una sola vez, tome una fuerte bocanada de aire, presiono mi cabeza contra la cama y volvió a penetrarme. Largue un largo gemido que fue absorbido por la almohada, lo sentía dentro de mí con tanta fuerza, tanto placer, me sentía llena por él. Las envestidas continuaron cada vez con más ímpetu, gemí con fuerza, sus dedos ingresaban en mi cola también. En un perfecto vaivén comenzó a inundar mi cuerpo de placer, pellizque mis pezones sintiendo como un extremo goce me invadía…hasta que en un momento se detuvo.
- ¿Qué pasa? – dije con disgusto – Michael no te detengas.
Sus dedos empapados continuaban dentro de mi colita, los saco y lo siguiente que sentí fue como su miembro se iba abriendo paso dentro de mí. Gemí resistiendo el dolor que me causaba hasta que intenté zafarme de su agarre recibiendo una fuerte nalgada.
- Relájate, si algo me encanta de ti es lo rápido que te dilatas – dijo hundiéndose en mi nuevamente.
Gemí con fuerza contra la almohada, las penetraciones aumentaron junto con su intensidad. Había olvidado cuanto las disfrute en esa ocasión con Michael, hasta el momento el único que “disfruto” esa parte de mí, sentí una fuerte nalgada – tócate – ordeno. Mordí mi labio inferior obedeciendo llevando mi mano a mi vagina, me sentía tan llena excitada que no pude contenerme por mas tiempo, mi cuerpo se llenaba de espasmos al tiempo que mi respiración se descontrolaba, cada una de mis extremidades se llenaba de impulsos involuntarios mientras acababa aun con su miembro en mi cola. Michael fue dejando una hilera de besos que subían por mi columna, pasando por mi cara hasta dar un fugaz beso en mis labios, salió de mi cayendo a mi lado aun sin haber recuperado el aliento ¡había sido tan intenso! Todo mi cuerpo estaba aun temblando, me dio un suave beso en la frente y se acostó a mi lado.
- Eso fue… fantástico – dije
- Eso funciona muy bien para incrementar el ego – respondí mientras la observaba sobre mi pecho.
- Lo imaginé – dije risueña – ¿y ahora qué?
- Como te dije, no más mentiras.
- Bien, porque tenemos mucho de qué hablar – dije ahora con seriedad.