Historias De Oficina T2-13-

Michael y Víctor cada uno enfrenta sus propios problemas, aunque… ¿cómo se resuelven los problemas ante la traición de una amiga? ¿Traición o deber?

Capitulo Trece

Caminé por las solitarias calles sin un rumbo fijo en mi mente, solo me dispuse a despejar mis ideas. Muchas cosas pasaron por mi mente ¿Estaba perdiendo el control como dijo Agostina? Por un lado, había cometido una masacre, eran todos delincuentes y eso si bien hace que sea menor, al menos para mi forma de verlo. No significa que el hecho no allá sucedido, quisiera ver la cara que pondría un tribunal cuando le explicara que eso fue por sentir miedo que la hija de Mariza estaba muerta ¿justificaba algo eso? Bajo la lupa del resto sin duda no, bajo la mía… bueno ¿Por qué yo mismo estaría pidiéndome explicaciones?

-          Estoy discutiendo solo – dije en voz alta.

Eso fue algo que me devolvió a la realidad, mire a mi alrededor. No tenía idea donde me encontraba, observe a todos lados para tratar de ubicarme, pero fue inútil. Caminé unas cuadras más hasta encontrar un taxi, volví al departamento. William seguía sin dar señales de actividad, permanecí en la cama sin saber que debía hacer.

Me encontraba nuevamente frente a mi caja de acero, las fotos de Ana siempre lograban calmarme. La puerta de mi habitación fue golpeada dos veces – Michael, soy Agostina – me quede unos segundos en silencio hasta que volvió a golpear – sé que estás ahí adentro, no voy a irme – junte las cosas y escondí la caja nuevamente en su lugar. Abrí la puerta dejándola pasar sin siquiera cerrar la puerta.

-          Llego un paquete a mi casa – dijo – creo que es de William

Ya era hora – pensé.

-          ¿Lo abriste?

-          No, solo leí una nota que tenía adherida; prepárese para conocer la verdad capitán.

-          ¿Qué significa eso?

-          Eso mismo te iba a preguntar – dijo – ¿Cómo mierda este tipo tiene mi dirección?

-          Obviamente te están espiando también – dije – ¿Qué tipo de paquete es?

-          Es una caja simple, sin ninguna apertura ¿deberíamos llamar al escuadro antibombas?

-          No es algo muy impersonal para William – conteste – ¿porque no llamaste?

-          Seguramente están vigilando mi teléfono.

Tenía razón, bajamos hasta la recepción encontrándonos con el inútil que se encontraba como siempre tras el mostrador.

-          Buenas noches – dije.

El sujeto saludo con la mano poniéndose evidentemente muy nervioso

-          Buenas noches, señor – dijo entre tartamudeos.

Agostina presto atención a su actitud y apenas salimos me recrimino si había hecho algo para asustarlo, no le di mayor importancia ¿Qué se supone que le dijera? Además, el tipo carecía de todo interés. Subimos a su auto hablando de cómo se supone que deberíamos actuar, tendríamos que avisar a INTERPOL solo en el caso que necesitamos sus recursos. Si la caja estaba destinada para mi seguramente sería una carta, una filmación de seguridad o algo parecido. Agostina no paraba de recriminarme sobre el contenido y que de ser algo incriminatorio que hubiera hecho lo necesitaba saber con anticipación.

Llegamos a los minutos, bajamos de su auto y subimos al ascensor que nos llevaría a su piso. Al llegar Agostina abrió la puerta dejándome pasar primero.

-          Pasa – dijo – está debajo de la mesa.

-          ¿Por qué dejarlo bajo la me…?

No alcance a terminar mi frase, sentí un fuerte golpe en la nuca que me derribo dejándome fuera de combate.  Lo siguiente fueron unas rápidas y certeras patadas. Algunas en mi cabeza otras en mi tórax y unas pocas en mi estómago. Me levantaron de los hombros apenas consciente, levante la vista dirigiéndome a Agostina.

Me miraba con una mirada triste llevando una mano a su boca – perdóname – dijo simplemente apartando la mirada.

Uno de los hombres ordeno que me esposaran tanto manos como pies y me llevaran por el ascensor de servicio para sacarme por las entradas secundarias. No parecían ser hombres de William, lucían como policías.

-          Cometen un error – dije.

Ignoraron mi comentario encintándome la boca, al llegar abajo ya había un furgón esperándome por lo que abrieron una de las puertas y me empujaron hacia adentro.

Me ataron contra uno de los extremos y me pusieron una venda en los ojos.

Ignoro el tiempo que paso, pero por fin llegamos al lugar de destino. Me ayudaron a bajar escuche lo que parecía ser una reja oxidada, a juzgar por los sonidos de la naturaleza estábamos muy alejados de la ciudad. El suelo parecía ser un empedrado o quizá una imitación de este, conté los que parecían ser tres guardias. Entramos al edificio que parecía tener una especie de puerta de acero o alguno otro elemento. Me comentaban cosas que no escuchaba, llego el ascensor me introdujeron quizá con tres guardias y comenzamos a bajar.

-          Un, dos, tres, cuatro – susurraba mi mente lentamente.

Descendimos por doce segundos, al bajar me hicieron caminar; setenta y tres pasos frente al elevador, doblar dirección izquierda, caminar noventa pasos doblar a la derecha. A juzgar por el tiempo de espera posible puerta de alta seguridad, tal vez retina o huellas dactilares, posibles tres guardias armados. Caminar treinta y siete pasos más doblar a la derecha atravesar una puerta, me pusieron en una silla atándome a ella.

Los minutos pasaron hasta que alguien más entro en la habitación, tal vez dos personas. Me sacaron la venda de los ojos descubriendo que efectivamente eran dos, alguien sentado frente a mí y alguien a mi lado.

Era una habitación complemente blanca, sin ninguna otra abertura que no sea la puerta. Sobre mi había luces blancas de led blanca, más brillante de lo que preferiría.

-          Buenos días, Michael – dijo el sujeto frente a mí,

Lo observe abrir una carpeta de ese asqueroso color marrón leve, al abrirlo había una foto mía con lo que parecía ser información tras un gran cartel; CLASIFICADO.

-          ¿Quién eres? – dijo.

-          Es una pregunta muy estúpida – dije – tienes mi expediente.

Rio con una risa bastante contagiosa, me di la libertad de sonreír para él.

-          Que tipo hijo de mil putas – dijo aun sonriendo – bien veamos, Michael Sellers nacido; algún lugar inventado de Inglaterra, Estudios; Desconocidos, Familiares; Desconocidos, Antecedentes; Desconocidos. Que gran historial.

-          Todo un ejemplo de ciudadanía.

-          Si, tan extraordinario que no existen datos tuyos en ningún registro de ninguna agencia del mundo, inclusive para las cosas más estúpidas.

Leyó en su ridículo expediente y sonrió.

-          Por ejemplo, Lugares de residencia, no me digas no me digas, no digas – dijo jugueteando con los ojos cerrados – veamos Desconocido, esa me la sabia.

-          Gran expediente.

-          Si, realmente – dijo – Sabes, nunca me enojo cuando alguien intenta tomarme por pelotudo, pero te estas pasando de la raya.

-          Trabajo para INTERPOL, si llamas ellos

-          Mientes – dijo interrumpiéndome – no trabajas para INTERPOL, trabajaste. Lo que me lleva a pensar ¿Por qué INTERPOL te pondría al mando de todas sus operaciones en el país?

-          ¿No es algo que debes consultar con ellos?

-          Lo hare, también vi tus distinciones en acción – dijo tirando la carpeta al suelo – tu puntería es extraordinaria.

-          Lo dices como si fuera algo malo.

-          Lo es, para un civil – dijo con una sonrisa algo torcida – ¿Quién eres?

-          Michael Sellers.

El sujeto se levantó de su silla con una estruendosa carcajada, celebrando “habilidad para ser chistoso” un sujeto bastante extraño. Su compañero por otra parte me dio un potente golpe en el rostro, muy cercano a la sien, dando vuelta mi cara con tan fuerte golpe.

Las horas pasaron hasta que trajeron un polígrafo, comenzaron a colocar cables y sensores en mi cuerpo mientras el sujeto a mi lado se mostraba amistoso. Pusieron una laptop a mi lado e imagino que comenzaron a preparar todo el procedimiento o al menos lo intentaban.

Siempre lo había dicho; algo que me molesta de este país, es lo inútiles que son las mal llamadas fuerzas de la ley.

-          Creo, que nadie me leyó mis derechos civiles.

-          Supongo que ya te los sabes de memoria.

-          Si, aunque me gustaría saber ¿Cuándo traerán a mi abogado?

El sujeto solo sonrió con la vista clavada en mí.

-          Digamos que algunos derechos deben ser… suspendidos, debido a las circunstancias tan particulares.

-          ¿Qué circunstancias?

-          Listo señor – dijo el otro sujeto.

-          Gracias, D-7

-          Empecemos con algo sencillo ¿te parece? – dijo mirándome.

No respondí, igualmente no creería que hiciese falta responder nada.

-          ¿Te llamas Michael Sellers?

-          Si.

-          ¿Naciste en Inglaterra?

-          Si.

-          ¿Viniste aquí esposado?

-          Si

-          ¿Terminaste tus estudios en Inglaterra?

-          Si

-          ¿Fue ahí donde aprendiste español?

-          Si

-          ¿Sabes que es un polígrafo?

-          Si

D-7 lanzo una mirada que se notaba vacía contra el sujeto que me preguntaba las cosas, no respondió nada. Solo hizo una seña con la cabeza, como indicándole que siguiera mirando los datos.

-          ¿Sabes de que se te acusa?

-          No

-          ¿Has estado armado en las últimas cuarenta y ocho horas?

-          No

-          ¿Sabes que mentirle a la ley es un delito Federal?

-          Si

-          ¿Crees que debas cambiar alguna de tus respuestas anteriores?

-          No

El sujeto hizo silencio, me clavo una mirada fría y que asumo, él debía pensar que era muy intimidante. Sonreí.

-          ¿Tienes entrenamiento militar?

-          No

-          ¿Eres un espía?

-          No

-          ¿Tienes o tuviste alguna conexión con alguna potencia extranjera?

-          No.

El sujeto se levantó dando unos pasos y bajo la tapa de la laptop, quedamos todos en silencio esta vez.

-          Campeón no te quiero enseñar como hacer tu trabajo, pero necesitas la pantalla para ver si miento o no.

No respondió nada, solo río alegremente mientras su compañero me aplicaba otro “correctivo”

Segundo día de mi captura, la situación había cambiado ahora radicalmente. El interrogatorio del día anterior había terminado abruptamente, ahora me encontraba en otra sección con un aire acondicionado enorme detrás de mí que se encargaba de helar mi cuerpo desnudo, salvo por mis pantalones. Mis manos estaban atadas tras mi espalda, por mi cuello pasaba una cadena gruesa que me obligaba a estar en puntas de pie. Bajo mi solo tenía una pequeña plataforma no mayor a treinta centímetros o algo así aparentaba, si apoyaba mi pie o me caía de ella comenzaba a ahorcarme.

La situación parecía no ser tan delicada, solo tenía que mantenerme en la plataforma y sería suficiente. Bueno podría parecerlo, sino fuera por el hecho de que estaba acá desde que el interrogatorio había terminado. Sin comer ni beber y obviamente sin dormir.

-          Señor Sellers – dijo el mismo sujeto de antes – ¿continuamos?

Me había sacado de mi adormecimiento, sentía todo mi cuerpo entumido.

-          Buenos días, le daría la mano gustosamente, pero

Hice un movimiento con mi cabeza señalando las esposas, ladeo un poco su cabeza observándolas.

-          ¿Listo para dialogar? – dijo en cambio – empecemos por su nombre.

-          ¿Por qué estas tan interesado en conocerlo?

-          Bueno me interesa saber con quién estoy hablando – respondió

-          Pierdes tu tiempo conmigo – dije – en menos de dos días abra un ataque terrorista, desastroso para la imagen de tu país y funesto para el mundo, políticamente hablando.

-          ¿orquestado por quién?

No respondí.

-          ¿Donde?

-          Ciudad de Buenos Aires.

-          ¿Tienes alguna evidencia de todo esto?

Nuevamente me mantuve callado.

-          No podemos llegar a un acuerdo si no me dices lo que ocultas – respondió – quieres negociar conmigo, dime quien eres y podremos empezar.

-          Mi nombre hubiera sido Gustavo Caseros – dije – mi familia vivía en España, mi padre era parte de la revolución contra el gobierno Franquista. En 1 962 con la ayuda de un amigo consiguió huir.

-          ¿Cómo adquiriste el nombre Michael?

-          Un contacto de mi padre, logro hacerlo pasar por una especie de dignatario Ingles de apellido Sellers y tras muchos percances pudo escapar – respondí – aquí en Latinoamérica, conoció a mi madre y en 1 991 nací yo en la provincia de Llanquihue en Chile.

Asintió mirándome luego a los ojos, sonrió. Dio unos cuando pasos hasta que dio media vuelta.

-          ¿Dónde aprendiste a disparar?

-          Mi padre me enseño, insistía en que debía estar preparado.

-          ¿y porque INTERPOL te puso a cargo de sus operaciones en el país?

-          Ya se lo dije, tiene que hablarlo con ellos – dije – los ayude a liberar a Mariza Márquez e imagino que tal vez sea porque buscaban a un héroe local, conocido en diarios y revistas.

-          Puede ser – dijo con una expresión que señalaba que algo cruzaba por su mente.

Haciendo una señal con la cabeza uno de sus asistentes tomo una manguera gruesa y con un potente chorro de agua fría lograron despegarme de la mugre de plataforma esa. Tras unos pocos segundos se detuvieron, apenas podía sostenerme. Mi cuello se cerraba mientras desesperadamente intentaba hacer pie, lo conseguí solo que si perdía mi concentración el agua hacia que mis pies descalzos se resbalasen.  El frio carcomía mis huesos mientras intentaba que mi mente se mantuviera cuerda e ignorara el sufrimiento al mismo tiempo.

-          Ya te lo dije, por lo general no me enojo cuando me tratan como un pelotudo, pero no creo tener tanta cara de pelotudo.

No respondí, solo le mantuve la mirada.

-          ¿D-4 tengo cara de pelotudo?

-          Para nada señor.

-          ¿y tú que me dices Michael, la tengo?

Esta vez ni siquiera lo mire.

-          Me gusta la historia – dijo – de verdad muy buena, pero ahora necesito que me digas la verdad.

Hizo una seña a otro y la cadena comenzó a levantarse con un brazo hidráulico, poco a poco fui levantándome hasta que ya no podía apoyarme.

-          Todo esto puede terminar tan fácil, si tan solo nos dices la verdad ni siquiera tendrías que pasar por nada de esto.

Intente decir algo, pero las palabras ni siquiera podían salir de mi boca.

-          Agostina menciono a alguien llamado William, podría ser un interesante tema para dialogar.

Me retorcía como podía intentando dar una bocanada de aire, el sujeto daba vueltas alrededor mío ignoro por cuanto tiempo hasta que me bajaron nuevamente. Esta vez podía asentar todo el pie, aunque si no fuera por la cadena seguramente me hubiera caído al suelo.

-          Seguiremos más tarde – dijeron retirándose.

Tercer día de mi captura, me encontraba en mi celda exactamente como el día anterior. Había dos guardias vigilándome, evitando que durmiera, tenía hambre y muchísima sed.  Llevaba tres días sin dormir, mis fuerzas estaban flaqueando.

Alguien se acerco a mí, el sujeto de quien aún desconocía el nombre me miraba sonriente.

-          Muy buenos días, Michael – dijo – ¿dormiste bien?

Apenas podía mantener mis ojos abiertos, sonreí como pude.

-          Buenos días

-          ¿A quién estas protegiendo?

-          A nadie.

-          ¿Quién es William Taylor?

No respondí.

Su compañero se acercó a mi dándome un fuerte golpe en el rostro, no tenía fuerzas para resistirlos.

-          ¿Qué planea William?

Nuevamente otro fuerte golpe, esta vez impacto contra mi nariz. Pregunta a pregunta los golpes iban siendo cada vez más fuertes, apenas podía mantenerme en mi plataforma y sentía como comenzaba a faltarme el aire. Traté como pude de volver a ella, pero las fuerzas comenzaban a flaquearme.

-          Muky.

La frase retumbo en mi mente una y otra vez, como si de un eco se tratase. Busque en todas direcciones sin saber de donde provenía, era ella. Ana se acercaba a mi extendiendo la mano, su sonrisa tan típica y característica de ella aparecía frente a mí.

-          ¡Vamos, vamos! – Gritaba emocionada, tirando de una de mis manos.

Nos encontrábamos en el parque ubicado en la costanera, cerca de donde Mariza tenia una casa de verano ubicada en la provincia de Buenos Aires. Estábamos solos, no había nadie más en el lugar. Solo nosotros corriendo de un lugar a otro

-          Quiero subirme a las sillas y después al barco y después al tren y después

Ana se encontraba feliz a mi lado, sonreía, gritaba y reía a carcajadas. Se parecía mucho a ella, pero no era mi Ana. Seguramente nada de todo aquello fuera real ¿mi mente estaba colapsando? Fue la primera pregunta que vino a mi ¿acaso, estaba muriendo? De ser así, el viaje al más allá no tenia nada de malo.

Sin duda alguna la primera pregunta que a alguien común se le podría llegar a ocurrir seria ¿Por qué no hablar de una vez por todas? no tenía ya ninguna importancia, había pasado mucho tiempo y mi grupo ya no existía. La cuestión es que según como lo veía yo las cosas no eran tan simples. The International Assault Force había eliminado; científicos, espías, periodistas, políticos, miembros de algunas familias reales y más. Sin lugar a duda lo que sea que declare, inevitablemente llevaría a una guerra ¿la corona británica perpetrando actos terroristas en el mundo sin importar que fueran países aliados? No parecía prudente hablar, además siendo el único superviviente todos los crímenes recaerían sobre mí.

Volteé para ver a Ana, como dijo me estaba esperando en las sillas voladoras. Subimos tan despacio, ella se abrazaba a mí con miedo.

-          Nada pasara Anita – le dije

Ella se abrazó a mi brazo con fuerza – te quiero mucho muky – dijo, sonreí acariciando sus cabellos.

Un potente golpe de agua me trajo de nuevo a la realidad, di una gran bocanada de aire por el espasmo. Estaba tirado en el suelo, a mi lado alguien con un estetoscopio controlaba mi ritmo cardiaco. Susurro algunas palabras al sujeto, parecía mostrarse interesado. Asintió con la cabeza y el doctor comenzó a ponerme un suero – te repondrás – me dijo al momento que pinchaba mi arteria. No quería reponerme, quería volver con Ana. El sujeto se acercó a mí, su sonrisa reaparecía.

-          ¿Quién es Ana? – dijo – murmuraste su nombre.

No respondí

-          ¿No se llama Ana la hija de Mariza Márquez? – dijo el sujeto.

-          No.

-          Si, señor – dijo el otro.

-          ¿Quieres que le preguntemos a Ana que sabe?

Apenas tenia fuerza para hablar, negué con la cabeza.

Ignoro cuantas horas pasaron, ahora me encontraba una improvisada cama. Veía las gotas caer, mientras el doctor controlaba mis signos vitales. Siempre había un guardia acompañándome, pude descansar lo suficiente. Cada dos horas volvían a chequear mis signos vitales, fui paciente y esperé un momento perfecto. En una de las tantas veces que comprobaron mis sentidos, fingí estar dormido. El guardia dejo de prestarme atención durmiéndose también, por lo que tome la carpeta con mi nombre sacando un clip. Una vez “solo” me las arregle para abrir mis esposas. Malas noticias, el idiota había despertado. Tuve que esperar nuevamente que se distrajera, pasadas unas horas fue al baño. Este se encontraba en nuestra misma habitación, me levante esperando. Al notar mi ausencia estaba a punto de dar la voz de alarma, tapé su boca e hice una llave alrededor de su cuello comprimiendo la carótida, el flujo de sangre se interrumpió y a los pocos segundos el tipo estaba inconsciente. No tenia mucho tiempo por lo que tome su arma, revise mi munición, cargue y salí del cuarto. No me encontraba en la habitación de un principio por lo que el mapa mental que me había hecho no servía para nada. Aun no podía correr bien, por lo que no tarde en cruzarme con alguien. Dieron la voz de alto, cuando quise darme cuenta tenia ya varios guardias tras de mí. Desenfunde el arma efectuando dos disparos, lo que causo que se pusieran a cubierto y respondieran. Como pude llegue al primer cuarto que tuviera cerca resguardándome como podía, caí al suelo justo al momento que alguien ingresaba en la habitación. Dispare dos veces dándole a uno en la pierna “considerablemente lejos” de la arteria femoral y el segundo imparto cerca del hombro del otro sujeto. Estos tipos no eran tan estúpidos, si no me habían dado un solo tiro era porque les interesaba lo que tuviera que decir.

Cerré la puerta como pude y tirando un pesado librero vertical, simplemente esperé. Calculo que paso cerca de una hora, el sujeto apareció tras la puerta.

-          Michael – dijo – abre.

-          No lo estoy considerando.

-          No tienes mucho por considerar, robaste un arma con doce disparos disponibles ya efectuaste cuatro, yo por mi parte tengo un arsenal completo. Bastaría con tirar una granada dentro para que todo termine – respondió – ¿Qué planes tienes?

-          Aun no lo tengo decidido.

-          Michael, te subestime. Te di una oportunidad y la aprovechaste, sal de ahí.

-          ¿Tienes más D’s? – respondí – porque cuatro y siete ya no estarán disponibles.

-          Hijo de puta – respondió con una leve risa – hay muchas, muchas más letras.

-          ¿los sacrificaras a todos con tal de capturarme?

-          Preferiría que te entregues – respondió – antes mencionaste un atentado terrorista, hablemos de eso.

-          Tengo condiciones.

-          No las tienes, no estás en posición de negociar – dijo – cuéntame sobre el atentado y veremos que se puede hacer.

-          Tengo condiciones – repetí.

-          ¿Qué condiciones?

-          Inmunidad, por escrito – respondí.

-          ¿Estás en pedo? – dijo – ¿quién mierda te firmaría un pacto de inmunidad?

-          Tengo mucho que declarar, si quieres mis secretos ya sabes el precio.

-          Me vas a tener que dar algo de valor para que pueda negociar algo así.

-          15 de agosto de 2 013, Sierra Leona.

-          ¿Mas específicamente?

-          Presidencia de la Nación

-          ¿Qué es eso?

-          La punta de un iceberg.

Víctor

La mañana había empezado bien, Ana recibió el alta. Aunque nos pidieron que la llevemos a control en una semana, para ver como evolucionaba.

Nos encontrábamos en la vereda del hospital mientras el momento que estaba pensando llegaba, Mariza llamaba un taxi en el momento exacto que Lucio llegaba con el auto.

-          ¿Necesitan que las lleve?

-          No hace falta – contesto – me dijeron, que tardarían unos minutos.

-          Llama de nuevo y cancelarlo, almorcemos en casa – dije – durante mi estancia de

Guardé silencio en el momento exacto que me di cuenta de que Ana estaba ahí, no iba a decir frente a ella que estaba en una clínica de rehabilitación. Por más de que no desconociera la palabra comenzaría a hacer preguntas y eso llevaría a repetir el mismo escenario ¿pero que más conocía sabia ella de mí?

-          De negocios por Europa – retome casi al instante – aprendí y practique distintas recetas.

Mariza se lo pensó durante solo tres segundos, pero se hicieron eternos ¿en serio me iba a decir que no después de pasar toda esta mierda?

-          Bien, vamos a tu casa – dijo en cambio.

Volví a respirar tranquilo, Lucio abrió la puerta trasera del auto invitándolas a pasar.

-          Hola Lucio – dijo Ana divertida.

-          Hola princesa, suba a su carruaje señorita.

Los dos hicieron una reverencia frente al otro y la pequeña subió al vehículo.

-          Sabes – comenzó diciendo Mariza – hay algo en lo que me gustaría que me ayudaras.

-          Claro – respondí – ¿hablamos después de comer?

-          Bien – dijo subiendo.

Me quede unos segundos pensando Lucio se fijó en mí, hizo un chasquido y simplemente sonrió.

-          ¿Todo bien?

-          ¿Me dejas manejar a mí? – dije – necesito desestresarme.

Me quedo mirando un segundo y me tiro las llaves, que atrape en vuelo – todo tuyo – dijo cerrando la puerta. Subimos los dos en los asientos delanteros, en la parte trasera Ana lucia divertida ante la idea de que fuera yo quien condujera. Introduje la llave, puse primera y salimos despacio en la congestionada avenida.

Todo aquello me resultaba a mí como una inyección de nostalgia, fue Lucio con quien aprendí a conducir.

Aquella primera tarde en de mis clases de manejo, mi padre no tenía tiempo. Justamente por eso era por lo que se había retrasado tanto el comienzo, Lucio vio la escena y se ofreció a llevarme. Por lo que nos pusimos en marcha, tras cuatro intentos seguía sin siquiera poder salir.

-          Lo primero que voy a hacer apenas tenga mi licencia es comprarme un auto automático.

-          Tranquilo Víctor – dijo nuevamente – inténtalo de nuevo.

Nuevamente repetir todo el proceso terminando en que avanzo unos centímetros y dio unos tumbos adelante y atrás, exactamente igual que los cuatro intentos anteriores.

-          ¡Que auto de mierda es este!

-          Tranquilo Víctor – dijo acariciando mi cabeza – presiona el embrague, eso es una regla de seguridad – dijo – gira la llave, mantén el embrague presionado, pon primera.

-          ¿Eso hago no? – dije molesto.

-          Lo primero que debes hacer es silencio – dijo con un tono agresivo, aunque calmo – escucha el motor, suéltalo lentamente y pisa el acelerador con cuidado.

El auto fue lentamente avanzando mientras yo permanencia muy entusiasmado, Lucio indico nuevamente para meter “segunda”, el auto acelero llegando a los cuarenta kilómetros ante una sonrisa cada vez más grande en mi rostro – no te emociones – dijo, me indico subir a tercera manteniendo en un principio la misma velocidad, pero con quince años al mando del auto que siempre había soñado manejar era como algo que no pude controlar. Fui acelerando más ignorando las advertencias de Lucio, tomé una curva más rápido de que debía. Él tomo el volante y de un movimiento brusco lo enderezo antes de volcar, el auto salió del camino, paso por encima de las flores de mamá deteniéndose finalmente a unos cien metros del lugar donde nos habíamos salido del camino.

Los dos permanecíamos sentados inmóviles, mi respiración era bastante irregular. Realmente, había tenido muchísimo miedo. Lucio se quedó sentado al lado, paso su brazo por encima de mi cabeza abrazándome y me pregunto cómo estaba.

-          Mejor no le contemos a tu padre nada de esto.

-          ¿Qué le decimos a mamá de las flores?

-          Me encargare de eso yo – dijo – hazte a un lado, voy a llevarlo de nuevo al camino.

Ambos bajamos del vehículo intercambiamos los lugares y subimos esta vez en posiciones opuestas – ah y Víctor – dijo – como castigo, lavaras el auto una semana, luego de cada clase. Estaba a punto de objetar algo, pero preferí mantenerme callado solo acepté.

La voz de Ana me devolvió a la realidad, estábamos llegando. Mire a Lucio a mi lado mientras ingresaba en nuestra calle y me preparaba para detenerme.

-          Me acordaba justo de mi primera clase de manejo – dije sonriente – primer y único error al volante, imagino que eres un buen profesor.

-          ¿Errores? – dijo – yo cuento ocho, como la vez de tu primera cita cuando casi atropellas el portón de la casa o la vez que casi metes el auto a la laguna en la casa de verano o la vez…

-          Me refiero a que nadie salió herido, lo máximo fueron las flores de mamá.

-          ¿De tu primera clase de manejo? – dijo riendo – casi nosotros mismos somos las víctimas.

Llegamos a casa, saludamos a los vecinos que estaban afuera conversando en la vereda e ingresamos a la casa. Realmente no tenía nada que pudiera llegar a gustarle a Ana, por lo que decidí ordenar pizza. La pequeña estaba emocionada, era algo que sabía que le encantaba. Mientras el pedido llegaba me encomendé en la tarea de enseñarle a jugar ajedrez por lo que preparé tablero.

-           ¿Por qué estas piezas son negras?

-          No tiene un porque, es solo para diferenciarlas.

Tome una de sus piezas y busque la manera más simple de explicarle como jugar.

-          Este de acá es el rey mientras que esta es la reina, ahora

-          ¿Dónde está la princesa?

-          ¿La qué?

-          Si hay un rey y una reina tiene que haber una princesa – dijo sonriente – y un príncipe.

Me quede pensando dos segundos, hasta que una idea pasó por mi mente. Tuve que reestructurar todo el juego; los alfiles, pasaron a ser princesas. Los caballos, pasaron a ser príncipes. Las torres, pasaron a ser abuelos y los peones, pasaron a ser amigos.

Ana estaba absorbiendo el juego bastante rápido, fue algo que me sorprendió. Movía las piezas y decidía por ella misma, aunque a veces se detenía para preguntarme si era correcto. La pizza había llegado, con Ana íbamos ya en el tercer juego. Del mismo modo que mi padre hacia conmigo, no bajaba mi nivel para enfrentarme a ella.

Mariza se acercó a mí, inclinándome para hablarme en el oído.

-          Quizá Ana necesite que tengas más cuidado con ella – susurro.

No preste atención a la crítica, una a una las piezas de cada uno iban desapareciendo, era aplicada. Prestaba atención a lo que le explicaba y rara vez cometía el mismo error dos veces. Ana movió su alfil devorando a mi torre, sin lugar a duda un movimiento que llamo mi atención ya que, no lo había notado.

-          ¡Jaque! – grito entusiasmada.

Moví mi reina eliminando la amenaza y al mismo tiempo acabando con sus esperanzas de una victoria. Ana hizo una especie de puchero mirando el tablero, movió su ultimo cabello acercándose amenazante a mi reina.

-          ¿Segura? – le pregunte.

Ana dudo mirando todo el tablero – Si – dijo, ignore la amenaza de su caballo moviendo la reina un par de casilleros adelante. Su rey quedaba entonces atrapado entre mi ella y una torre, el juego había terminado.

-          Jaque Mate.

Ana no respondió, miro el tablero y simplemente me dio la mano como le había enseñado un par de partidas atrás.

-          Jugaste muy bien Anita – le dije – si querés podemos jugar todos los días, ya vas a ver que en algún momento me vas a ganar.

Mariza me mostro una mala cara mientras se acercaba a ella, pero igualmente Ana no estaba triste. Se la notaba entusiasmada quería seguir, hablaba de como se había visto esa jugada que yo no y se reía de haber cantado “Jaque”.

Las horas pasaron bastante más rápido de lo que hubiera querido, la tarde había llegado. Lucio se había retirado, Ana con su estómago lleno de pizza y helado se había dormido hacia poco más de media hora, con Mariza hablábamos de cosas triviales hasta que su mirada cambio.

-          Necesito pedirte algo.

-          Dime, te ayudare si puedo.

Se quedo pensando unos minutos mirando al suelo sin decir nada, hasta que por fin alzo la mirada.

-          Quiero que me ayudes a encontrar un nuevo presidente para La Fundación

Me quede frio de la sorpresa al momento ¿había decidido abandonarla? Cierto era que habíamos pasado por un gran susto, pero ¿este cambio era necesario?

-          ¿Te distanciaras de tu proyecto?

-          Hice una promesa

-          ¿A quién?

-          A Dios, prometí que si Ana despertaba bien de todo esto abandonaría La Fundación para estar más tiempo con ella.

-          Y Dios acepto – dije asintiendo – ¿tienes un contrato o algo así? Digo para revisarlo.

Se levanto de repente mostrándose enojada nuevamente.

-          Esta respuesta es algo que esperaría de Michael, no de ti.

-          Me disculpo, pero te digo. No eres la primera que tiene esta idea – dije poniéndome de pie también – ¿sabes la cantidad de veces que vi esto? Grandes empresas que son abandonadas por una simple promesa hecha al viento.

-          ¡Nuestra hija estuvo al borde de la muerte y yo me sentí culpable! – volvió a tomar asiento, esta vez mucho más cabizbaja – no he pasado el tiempo suficiente con Ana, siento que tengo que remedia esto.

Tome aire y suspire en silencio para que otra vez no vuelva a alterarse y me senté a su lado.

-          déjame hacer unas llamadas – dije – tengo aun muchos amigos en el sector empresarial, alguien podrá encargarse.

-          Gracias – dijo tomando una de mis manos – te he tratado mal por mucho tiempo.

-          Según mi analista es mejor dejar todo en el pasado, no importa de quien es la culpa lo importante es superarlo.

-          Es un gran consejo.

Sonreí en el momento justo en el que Lucio entro en la habitación acercándose a mi oído.

-          Lo que me pediste te está esperando en tu recamara.

Asentí mirándolo y le di la noche libre.

-          ¿Algún problema? – pregunto Mariza

-          Ninguno – respondí – dame cinco minutos.

En un momento, cuando viajaba en el helicóptero rumbo al hospital para ir a ver a Ana se me ocurrió llamar a Lucio. Él fue asistente de mi madre y amigo de mi padre, sus contactos incluían todo tipo de personas incluido el detective privado que lo mande a llamar.

Deje a Mariza esperando en la sala dirigiéndome a mi habitación, el sujeto miraba por la ventana en completo silencio. Se dio vuelta saludándome con un simple movimiento de la cabeza.

-          ¿esperando en una recamara?

-          SI, cambie de casa y esta no tiene un despacho – dije – podría amueblar una de las habitaciones como uno, pero no importa.

-          Bien – dijo sacando de entre sus ropas un sobre – lo que me pidió, seguí al sujeto hasta su nuevo lugar de residencia.

Tome el sobre de papel madera sacando una carpeta del mismo color, aparecía Michael. El hotel, información de sus empleados, la dirección de Agostina y algunas otras cosas.

-          También me pareció oportuno decirle que parece que al sujeto lo cargaron en una camioneta, parece cosa de los servicios de inteligencia.

-          Es todo – dije asintiendo.

-          ¿Y mi dinero?

-          Arregla con Lucio, no abra problemas con eso.

-          Cobro en efectivo y al momento, sin esperas.

Me quede mirándolo y guarde la información nuevamente en el sobre poniéndola en un cajón.

-          Soy Víctor Vask, el abultado monto que cobras por tus investigaciones es lo que le doy de propina a los camareros en los hoteles donde me alojo – no dijo nada – vete de mi casa y habla mañana con Lucio.

El sujeto se quedó unos minutos pensando, mantenía la mirada firme en mí, no me daba miedo ¿qué haría, llevarse el sobre? Era tan simple como contratar a alguien más ¿intentar amenazarme? La fama de amenazar a un Vask, siempre demostró ser muy peligrosa. Simplemente se despidió asintiendo de la misma manera que había hecho al entrar, abrió la ventana y se fue ¿a quién se le ocurría irse por una ventana?

-          Dios, la puta madre – dije una vez solo – ¿Quién me manda a laburar con esta gente?

Tome nuevamente el sobre volviendo a la sala encontrándome con Mariza y Ana mirando la televisión.

-          Escucha – dije acercándome – tengo un asunto que resolver, podemos dejar tu charla pendiente para la cena.

-          ¿Quieres que nos quedemos?

-          El tiempo se nos pasó volando, tienen televisión, wifi, no tengo mucamas acá, pero la cocina está llena si quieren comer algo o mirar una peli no sé.

-          ¿Algo de lo que deba preocuparme?

-          No, es un tema de trabajo.

No parecía muy convencida, pero Ana estaba contenta con una película y parecía entusiasmada con lo que fuera que mirara. Seguramente algo que había mirado otras cincuenta veces, sino no se explica.

Subí al vehículo y salí en busca de un poco de verdad, primera parada el hotel de Michael. El lugar, parecía ser bastante lúgubre. Era oscuro y sucio, entre en la recepción encontrándome con el encargado.

-          Usted es Víctor Vask – dijo el sujeto.

-          Acertaste – dije sonriente – tengo un amigo que se hospeda aquí.

-          ¿de Verdad? – dijo con expresión confundida – ¿Quién?

Esa era la pregunta clave ¿estaría usando su nombre real? Es decir, lo que Michael entendía por nombre real. Se me ocurrió buscar en la carpeta, saqué una de las fotos donde se lo veía solo y se lo mostré.

-          Mira, es él – dije – hace mucho no nos vemos.

-          Ahh Julio Galván, es… un tipo peligroso.

-          Si, lo es – dije – la verdad, lo único que necesito es la llave de su habitación, tiene algo que me corresponde y necesito recuperarlo.

-          ¿Que? No, ni loco podría.

-          Ya sé que es algo irresponsable, que es algo que te podría llegar a meter en problemas, pero

-          Yo soy el dueño, pero ese tipo es un trastornado que anda armado. Si se entera que le di la llave…

-          Nunca le diría eso, podría decirle que entre por la ventana o algo, no tiene por qué enterarse

-          No, no, ni en broma podría llegar a ayudarte a entrar en su habitación.

El tipo estaba evidentemente negado, era claro que Michael le había hacho algo.

-          Solo será un vistazo, nadie tiene que saberlo – intente de nuevo con otra idea – está de viaje con otros colegas.

-          Lo lamento.

-          ¿y si jugamos a algo?

-          Lo siento, tendré que pedirle que se retire-

-          Solo será un momento, será divertido.

-          No tiene ningún

-          Por favor, será divertido – dije – piensa en un número, cualquiera.

-          Cuarenta y siete.

-          Ahora multiplícalo por tres.

Pensó durante un momento, desviando la mirada – ciento cuarenta y uno – respondió

-          Ahora multiplícalo por cien.

-          Fácil, es 14 100 – dijo

-          Bien, esa es mi oferta – dije – la llave y unos minutos en la habitación por esa cifra en dólares.

-          ¿Dólares? – susurro casi sin aliento – ese tipo podría matarme

-          Te aclaro que la oferta baja mil dólares por minuto.

-          Es que yo…

-          A la una

-          Acepto – se apresuró a decir.

-          Carajo hermano ni siquiera pude empezar a contar.

-          Con ese dinero podría arreglar todo este lugar, rezare a todos los santos que conozco para que no se entere.

Seguimos discutiendo por un tiempo más porque el tipo creía que iba a darle dinero en efectivo, pero seamos realistas ¿Quién mierda andaría por ahí con una suma aleatoria en el bolsillo?  Mi intención siempre fue llevarle el dinero al otro día o arreglar de alguna otra manera.

Aclarado todo el asunto me entrego la llave, subí en el ascensor evitando las escaleras. Saque mi teléfono utilizando una llamada de marcado rápido.

-          Víctor – dijo – dime por favor que te arrepentiste.

-          ¿Arrepentirme? – respondí – Lucio, tengo la oportunidad de encontrar algo de Michael.

-          ¿Qué planeas encontrar realmente? – dijo – Michael no parece ser de las personas que tiene cosas que le importe.

-          Todos tenemos cosas que nos importan.

La habitación era pequeña y con tanta limpieza como el resto del hotel, las sabanas parecían desgastadas casi tanto como las paredes. Busque debajo de la cama, en los cajones, bajo los muebles, en el ropero…

-          Encontré algo – dije.

-          ¿Qué es?

-          Una caja de acero tiene un espacio para poner un código de cinco cifras.

-          Víctor, son miles de combinaciones posibles. Aunque pudieras estar en esa habitación el tiempo que quieras, no podrás abrirla.

-          Me la llevare

-          ¿Estás loco? – dijo – si Michael se entera, estarás en peligro.

-          ¿recuerdas esos papeles que conseguimos cuando investigamos a Michael?

-          ¿Los de John? – dijo – pasaron años Víctor, deben estar guardados por ahí, voy a ver si los encuentro.

-          Gracias Lucio.

Corte sin perder más tiempo, si Michael tenía nervios o miedo para el caso da lo mismo. Si algo estaba sucediendo, tenía que poder conocerlo para enfrentarlo. Guarde la caja entre mi ropa acomode algunas cosas que había movido y salí del hotel.

Llegando a casa me encontré con Ana y Mariza, pero esta vez también estaba acompañándolas Eva. Me saludo agradeciéndome estar cuidándolas, mientras ellas conversaban lleve la caja a mi habitación e intente abrirla con las fechas que me acordaba; el día en el que Mariza fue, secuestrada, El día que vencimos a Sara, la creación de la Fundación Márquez, pero nada. Para todas las posibles cosas que se me ocurrían faltaba o sobraba un digito. Debía esperar a que Lucio trajera los papeles, quizá esas fechas coincidieran.

Volví junto a las chicas y ahí espere pacientemente, los temas eran bastante tontos, pero ahora esforzándome en coincidir con ellas deje que el tiempo pasara lo más pronto posible. Mire la hora, ya había pasado una hora desde que había hablado con Lucio. Me dispuse a preparar la cena, esta vez contando a Eva como invitada.

Durante mi estadía en el centro de rehabilitación, nos daban a elegir una “actividad de control de stress” siendo; Cocina, bordado, costura y poesía. Me incliné por la cocina, por lo que me sumergí en la cocina europea.

Miré los ingredientes decidiéndome por preparar Risotto, comencé primero a preparar el caldo en una olla. Corte estaba por ponerme a cortar las cebollas cuando Ana apareció frente a mí, sonrió de oreja a oreja – ¿Qué haces? – con energía.

-          Risotto – dije dándole una mirada fugaz

-          A mí no me gusta.

-          ¿Ya lo probaste?

-          No

-          ¿Y cómo sabes que no te gusta?

-          Ay porque si, tonto.

Consiguió hacerme sonreír, se la veía inquieta y posiblemente intrigada. Era obvio que no sabia que estaba haciendo, toco con disimulo uno de los cuchillos. Simule no haberla visto, cuando la mire escondió sus manos, dejándolo en su lugar.

-          ¿Quieres ayudarme Ana?

-          ¡Si!

Busque algo para que pueda pararse y quedara a la altura de la mesada. Pele una cebolla, la corte a la mitad mostrándole como debería ir cortándola.

-          Lo más pequeño posible Ana.

Veía como se esforzaba, mientas preparaba el caldo. La parte más importante era precisamente esa, le puse manteca a una olla y colocándola a fuego lento empecé a meter la cebolla que tenía preparada junto con lo que había logrado hacer Ana.

-          ¿Qué es eso? – dijo.

-          Necesitamos preparar eso, acá pondremos el arroz.

Cocine a fuego lento agregando un poco de sal mientras la cebolla parecía volverse trasparente, baje un poco el fuego agregando los hongos. Deje que se dore unos minutos añadiendo media copa de vino y dejé reposar hasta que se consumió el alcohol.

-          Ana, dile a tu madre que es momento de poner la mesa.

-          ¿ya está?

-          Estará en unos minutos.

Ana salió disparada a decirle a Mariza, mire a mi lado. La botella de vino blanco permanencia en el mismo lugar donde la había dejado, a su lado la copa usada permanecía aun con una fina capa de este que bajaba hasta el final de ella. Me quede mirando la botella mientras sentía como estuviera en algún modo embelesado, casi hipnotizado. Sentía como empezaba a sudar, era frio, húmedo.

Mi teléfono comenzó a sonar; Lucio – anunciaba la pantalla. Atendí desviando por fin mi mirada.

-          Víctor – dijo del otro lado – ¿Cómo va la cena?

-          No sabes lo contento que estoy que llamaras

-          ¿paso algo?

Negué con la cabeza, si se lo decía sin duda iba a mostrar preocupación. Tome la botella vaciándola en el fregadero y enjuagando la copa.

-          No, pero pudo haber pasado – dije – ¿Encontraste los papeles?

-          ¿Tienes alguna idea de la cantidad de papeles que hay en este depósito?

-          ¿poca?

-          Pasaron casi seis años Víctor, están mezclados entre miles de otros.

-          ¿Cuánto podrías tardar?

-          Tengo alguna idea de donde pueden estar, iré a verte cuando los tenga.

Corto sin decir nada más, minutos después el arroz estaba cocido y la mesa estaba servida. Lleve todo ganándome los aplausos de las comensales que se mostraban entusiasmadas, serví un poco a cada una y deje que degustasen.

-          Esto es exquisito – dijo Eva – eres un excelente cocinero.

-          Bueno, no es nada – respondí – hice lo posible con lo que tenía a la mano.

-          ¡Bravo! – dijo Ana Aplaudiendo.

Sonreí.

-          Lamento que deban acompañarlo con aguas saborizadas – dije – realmente por el estilo con el que lo hice debería acompañarse con vino blanco. Por desgracia no hay más.

-          Ay tonto – dijo Ana – la botella estaba encima de la mesa de la cocina.

-          Se me cayo Ana, no hay más.

Mariza me observo, podía sentir sus ojos sobre mí. Aunque me negué a levantar mi vista para verla, quede mirando mi plato ¿se había evaporado todo el alcohol? Era algo que no se sabía realmente ¿Qué tal si no?

Me entretuve con las charlas que continuamente sacaban cualquiera de ella, Dios que manera de hablar. Simplemente esperaba que Lucio no tardase tanto, tenía que abrir esa maldita caja antes que Michael se diera cuenta que la había robado.

-          No comiste nada – dijo Ana en un momento.

Evidentemente no había dado ni un bocado, la idea persistía en mi cabeza.

-          Tengo el estómago un poco revuelto – dije sonriéndole – me tomare un té más tarde

Mariza me observo, nuevamente no le dirigí la mirada. Sabía lo que pensaba y lo que menos necesitaba eran sermones, lo estaba haciendo bien.

La cena fue finalizando, como había dicho antes prepare un té. Me sente al lado de ana quien había vuelto a armar el tablero de ajedrez.

-          Muy bien, pudiste sola – dije – lo único, las torres

Me quede callado pensando como era que le había enseñado.

-          Los abuelos comen en línea recta y van en las esquinas – dije

Ana comenzó la partida, sonreí moviendo un peón. Me gustaba la idea que le hubiera gustado, quizá podría llegar a jugarlo en forma profesional si era debidamente instruida.

El timbre sonó, Mariza se ofreció a ir a abrir volviendo acompañada por Lucio, finalmente había llegado. Saludo con mucha amabilidad entregándome la carpeta con la información, no paso desapercibida para Mariza quien pregunto que contenía.

-          Son los nombres de los posibles candidatos a ayudarte con la fundación – respondí rápidamente.

-          ¿Puedo verla?

-          No, debo clasificar y revisar todo, está llena de gente de todo tipo de gente – dije negando – no querrás tener como sucesor a un corrupto o alguien con causas penales.

Sonrió pensando un segundo y negó – encárgate, por favor – dijo.

-          Lucio – dije – juega con Ana.

-          Sera un placer jugar con la pequeña señorita – dijo tomando mi lugar.

-          No voy a dejarte ganar – dijo Ana.

-          Ohh pero yo soy muy viejito, tenés que tratarme bien.

Me quedé mirando la escena un segundo, llevé la carpeta a la habitación y empecé a buscar cualquier posible número, no había mucho. probé fechas adivinando uno a uno cual podría ser el numero faltan, hice distintas combinaciones mientras intentaba encontrar alguna relación. Junte fechas armando mezcla de cifras y cifras, pasadas casi dos horas seguía en la misma.

-          ¡Puta madre! – dije golpeando mi cabeza contra el colchón – ¿Qué mierda no veo?

Alguien golpeaba la puerta, junte todo lo más rápido posible. Eva pensaba que era hora de irse, se llevó a Ana. Invente una excusa diciéndole que debía ponerme a llamar uno a uno para estar del todo seguro, Mariza no respondió. Bajo la cabeza y se largó a llorar cubriendo su rostro con ambas manos, me quede un segundo sin saber que hacer. Mi primer pensamiento fue abrazarla, decisión correcta. Lo correspondió, Lucio nos dejo a solas.

Me quede con ella consolándola, aunque no sabia muy bien de qué.

-          ¿fue algo que dije?

-          No – respondió – te has portado muy bien.

Espere el tiempo que necesitara quedándome con ella, finalmente me soltó limpiándose las lágrimas que caían aun por su rostro.

-          Creí que se moría – dijo finalmente – pensé que Ana moriría en mis brazos.

Las lágrimas volvían a caer por su rostro mientras su boca se deformaba en un largo llanto, acaricie su espalda acercándome.

-          Y yo soy solo una estúpida que no sabía que debía hacer – dijo – ¡ni siquiera ayude a subirla a la canilla!

-          No debes culparte – dije – tampoco supe reaccionar, fue horrible.

-          Voy a abandonar La Fundación, mi única prioridad será Ana

-          ¿Estás segura? – dije tomando su mano – el doctor dijo que esta fuera de peligro.

No respondió, pasaron unos cuantos minutos hasta que comenzó a estar un poco más calmada. Se me ocurrió que esa era la casa en la que había sido criada, le saque ese tema mientras la llevaba al jardín para que tomara un poco de aire. Le hice preguntas de como era y si había cambiado en algo y poco a poco comenzaba a relajarse, mostrando una tímida sonrisa.

-          Esas hamacas, las coloco mi padre para mí – dijo – eran rosas y lilas para mí – recordó.

Era un juego de dos hamacas bastante viejas de cadenas celestes, asientos verdes ya despintados y oxidados. No sé por cuánto tiempo estuvimos hablando mientras nos hamacábamos lentamente.

-          Ana no es la única con quien debo disculparme.

-          ¿Llevas una cuenta?

-          Solo una persona más – respondió – perdóname, Víctor.

Realmente no sabía como debía sentirme al respecto ¿era debido a todo lo que paso con Ana o sincero?

-          Está bien – respondí en cambio.

-          No, no está bien – dijo – caíste en un alcoholismo terrible y solo te trate como basura.

-          Tenías tus motivos – respondí haciendo mea culpa – te dejé sola con Ana, debí creerte.

-          Tu desconfianza era justificada, no se qué mierda me pasaba.

-          ¿Crees que alguna vez podamos arreglar las cosas?

-          Quizá – dijo mirando al suelo.

-          ¿Notaste que Ana no pregunto por Michael?

-          Está acostumbrada – dijo – sabe que Michael se va y aparece de repente.

¿Debía comentarle algo?

Estábamos iniciando una nueva relación debería basarse en la verdad, sin embargo. Si le contaba algo debería contarle que mande a seguir a Michael y eso llevaría a más preguntas, quizá por el momento lo mejor seria no decir nada hasta tener algo certero.

Sonreí – ¿quieres una taza de café? – dije.