Historias De Oficina T2-12

Capitulo doble, un mismo problema y tres perspectivas distintas.

Capitulo Doce

El helicóptero dio una vuelta en el aire al alineándose para aterrizar en un perfecto claro de la propiedad.

-          ¿Señor Vask seguro que no desea que volvamos por usted al terminar el evento? -dijo el piloto.

-          Seguro, gracias muchachos.

La puerta se abrió y nos ayudaron a bajar, la fiesta era enorme. El gran jardín central frente al casco de la propiedad está cubierto en su totalidad de una elegante alfombra de color azul, sobre ella habían colocado el pelotero, camas elásticas, inflables y demás. Un poco más alejado habían armado una cancha de futbol, un stand de pintura para dibujar figuras a los niños y cercano a la casa se hallaba una sala de cine.

Vagué por un momento hasta que no pude evitar uno de esos molestos camareros circulaban entre la multitud.

-          ¿Un canapé señor? – dijo con amabilidad.

-          Gracias – dije tomando uno.

-          ¿Vino blanco?

-          Paso – dije – ¿tiene algo sin alcohol?

-          Agua sin gas, jugo de frutas naturales, aguas saborizadas, gaseosas tal vez…

-          ¿puede traerme un agua natural sin gas?

-          De inmediato señor, deme un momento – dijo para luego mirar a Lucio – ¿Señor usted desea algo similar?

-          Tomare agua también.

-          De inmediato señor, enseguida regreso.

El sujeto se retiró velozmente repartiendo lo poco que le quedaba en el camino al casco de la estancia.

-          Lucio no hace falta que tomes agua o jugos por mí.

-          Está bien, no me interesa tomar alcohol. Además, son apenas pasadas las seis de la tarde, no veo correcto ingerir alcohol tan temprano.

-          A ellos no parece importarles.

-          Ignóralos son idiotas.

sonrió con tanta sencillez y elegancia lo cual se podría decir que me obligo a hacerlo sin quererlo.

-          Aprecio mucho lo que haces por mi Lucio, has estado para mí en momentos que ni siquiera era tu deber y nunca te he agradecido. Ni siquiera sabría como pagarte todo lo fiel que eres tanto a mi como a la familia, muchas gracias.

-          Víctor, te vi crecer de un niño talentoso y decidido a convertirte en un hombre que poco a poco comienza a superarse.

-          Gracias, de verdad lo sigo intentando.

A lo lejos observe a Ana jugar con otros niños junto a Mariza, sintiendo tristeza observe a Lucio.

-          Sabes, quisiera volver el tiempo atrás y poder analizar todas mis acciones de nuevo, pero en esta ocasión teniendo esta madurez.

-          Si no hubieras cometido tantos errores, no tendrías la madurez que tienes ahora Víctor – dijo poniendo sobre mi hombro – Ahora ve, dale a Ana su regalo.

Tome con firmeza el juego y camine con paso decidido a donde se encontraba Ana y Mariza, mire tras de mí, Lucio no me estaba acompañando. Me había dejado hacerlo solo – está bien, entiendo – pensé, al volver a mirar al frente ahora también se encontraba Michael. Era algo que no me facilitaba para nada las cosas.

Me acerqué al pequeño grupo, Ana jugaba con sus amigos, Mariza me brindaba una sonrisa cómplice como si estuviera deseándome suerte y Michael fruncia el ceño mostrándose más agresivo que en otras ocasiones.

La pequeña abrió otro de los regalos, era una consola de videojuegos. Sonrió ampliamente mientras la gente aplaudía a su alrededor – Gracias – dijo abrazando a quien se la regalo.

-          Ana mira – dijo Mariza – tu papá te trajo un regalo.

Aún se mostraba distante, se acercó tomando el envoltorio de colores – Feliz cumpleaños Anita – le dije sonriente. No dijo nada, solo fue a la mesa más cercana rompiendo el papel y quedándose inmóvil. La caja de madera estaba finamente tallada, con todos los personajes divididos en dos frentes. Ana abrió la caja completamente emocionada hasta que se encontró con el tablero.

-          ¡Wao es un juego de Lusho! – dijo Mariza acercándose – es un ajedrez, necesitas de alguien más para poder jugarlo.

-          ¿Por qué?

-          Ya lo veraz – dijo dándome el pie a que dijera algo.

-          Sabes Anita – dije entonces – cuando tenía tu edad solía jugar con mi padre, pasábamos horas y horas durante la tarde hasta que un día logré ganarle.

Ana miro a Mariza, luego a mí y finalmente al juego. Tomó una de las piezas observando sus detalles y la dejo caer casi en el mismo lugar donde la encontró.

-          ¿Cómo se dice Ana? – no respondió nada, solo la miro – ¿Cómo se dice? – repitió

-          Gracias – dijo sin mirarme.

Me acerque a ella arrodillándome para ponerme a su altura.

-          Anita – le dije – entiendo que estés muy enojada conmigo, tuve muchos errores y quiero pedirte perdón.

No dijo nada, la gente a mi alrededor mantenía silencio Michael por su parte permanecía con los brazos cruzados solo que en esta ocasión su concentración estaba puesta en la pequeña.

-          No tienes que decirme nada, ni papá ni nada – proseguí – puedes llamarme Víctor y podemos empezar primero por ser amigos ¿Qué te parece?

Miro a Mariza, está no le dijo nada. Anita tenía la oportunidad de elegir que hacer, me miro de manera fugaz antes de tomar la pieza que había soltado antes.

-          ¿Qué hace?

-          Eso es un Alfil – respondí – si quieres podemos jugar en las tardes como yo jugaba con mi papá.

-          ¿Dónde está tu papá?

-          Mi papá murió hace mucho, mucho tiempo.

No respondió nada, Mariza se acercó a nosotros – ¿te gustaría Ana? – le dijo. Ella se lo pensó un momento y luego me miró – Quiero aprender a jugar – dijo.

-          ¿Quieres que la lleve a tu casa mañana por la tarde?

-          Claro, no tengo ningún otro compromiso.

-          ¿Llevo mi juego?

-          Tengo uno allá, puedes dejar ese en la casa de Eva y ganarles cuando vuelvas – dije guiñándole un ojo.

Ana me regalo una sonrisa bástate pícara, había olvidado cuando fue la última vez que tuvo una sonrisa cómplice conmigo.  El momento fue interrumpido por uno de los pequeños invitados que vino a buscar a la pequeña para ir a una de las atracciones, luego nuevamente por uno de los camareros.

-          Señorita Márquez – dijo – ¿otro canapé?

-          Ohh si, muchas gracias.

-          Señor Vask – dijo – el agua que solicito.

-          Gracias.

-          ¿Algo más que se le ofrezca?

-          No, muchas gracias.

-          ¿Señor? – dijo mirando a Michael.

-          Paso – dijo mirando a otro lado.

El sujeto solo asintió y excusándose se retiró. La actitud de Michael en este punto no solo era la propia de él, parecía molesto.

-          Tenemos jugo de frutas – dijo Mariza

-          Estoy bastante podrido del jugo de frutas, prefiero tomar simplemente agua.

Saque del bolsillo interior de mi saco una pequeña tableta y tome una de las pequeñas pastillas de color blanco pálido. Mariza tenía la atención puesta en mí, sonrió levantando su canapé.

-          ¿Eso es lo que estas tomando?

-          Si, ya te lo había contado y ya que Ana no está presente tuve la libertad para tomar.

-          Claro – dijo Michael – un buen ejemplo para Ana es que no te vea también tomando drogas.

-          Es un medicamento Michael – dijo Mariza.

-          Entra dentro de la definición misma de la palabra, una droga no necesariamente es algo ilegal.

-          Claro, exactamente igual a ir portando un arma, aunque esta sea una fiesta infantil – respondí con una fugaz sonrisa – un arma es un arma, da lo mismo si la porta un oficial o un terrorista.

-          Y de eso tú sabes más que yo Vask – respondió sonriente – ¿no es acaso, así como amasaste tu fortuna?

-          Chicos por favor – intervino Mariza – este no es ni el momento ni el lugar para esas escenitas.

Nuestras miradas se cruzaron, definitivamente Michael no estaba feliz conmigo ahí, aunque pensándolo mejor ¿Michael estaba en algún momento feliz? – debí preguntarlo –me dije, pero solo sería agregare otra chispa a una situación ya de por si inestable. Por suerte para mí su teléfono sonó y termino retirándose.

Mariza quedo pendiente de que hablaba, pero al alejarse volví su mirada a mi – ¿Quieres ver como se armó el improvisado cine? – dijo sonriente

-          No le hagas caso, me alegra que estés cumpliendo con tu tratamiento.

-          Gracias – dije sin ánimos.

-          ¿no haces reuniones con padrinos y esas cosas?

-          No, tengo video llamadas con mis médicos – dije – es un tratamiento experimental con esta nueva píldora, tengo que comunicarme cada noche con ellos y reportar cada avance.

-          Ya veo – dijo.

Se la notaba incomoda con la situación, tal vez no quería hablar de eso o quizá no le importaba.

-          Esto abrirá una nueva etapa en Ana, volver a reconstruir la relación con su padre.

-          Si, es verdad – dije – Dios, tengo que arreglar tantas cosas con ella.

-          Si, muy complicado – dijo – ¿tienes médicos cerca? – dijo – es decir ¿te asignaron a alguien que vele por ti?

-          No a nadie.

-          ¿Vas a estar solo por la tarde?

-          Con Lucio – dije – ¿Te pasa algo?

-          Nada – dijo – estaba pensando que tal vez podría acompañarlos mañana.

-          creí que sería una tarde padre e hija.

-          Bueno entre más, mejor ¿no? – dijo sonriente

Me quede unos segundos pensando hasta que una pregunta vino a mi mente.

-          ¿Crees que no puedo encargarme de mi hija?

-          ¿Qué dices? – dijo con una fugaz risa – ¡nada que ver!

Sentí tanta incomodidad como ella debería estar sintiendo en ese momento, la situación se había puesto rara tan rápido.

-          ¿Crees que tendré una recaída frente a Ana?

-          No, claro que no.

-          ¿Piensas que podría dañarla? – escupí ya molesto, no respondió nada en ese momento – ¿es eso verdad?

-          ¿De que estas hablando?

-           Crees que no podre cuidar a nuestra hija, que no soy suficientemente bueno para hacerlo – la discusión iba subiendo el tono – claro, no como Michael.

-          Estas mezclando las cosas.

-          ¿De verdad? – dije ya más irritado – siempre fue así, desde Sara o incluso antes fue así.

-          ¿Qué tiene que ver todo está mierda con Ana? – dijo en un grito – ¿Por qué siempre tienes que meter a Michael?

-          ¡Porque tú lo metes! – grite al fin – ¡lo deje todo por ti! – escupí, Mariza quedo sin respuesta – el dinero que pidieron, la empresa que mi padre se encargó de levantar…  ayude a rastrear, torturar y matar con tal de salvarte.

La charla oficialmente se había ido tan levemente a mierda que, no tenía sentido. La Mariza que había conocido, no se encontraba ahí. Solo esta persona que parecía tener una especie de integridad moral intachable y que se sentía con el derecho de seguir diciéndome que era la misma mierda que fui antes.

Preferí dejar hasta ahí la discusión, nuestras miradas se cruzaron por última vez antes de que abriera la puerta retirándome del lugar.

Me sentía sencillamente mal ¿Cómo podía yo ser capaz de poner a Ana en algún peligro? Me cruce con lucio que justamente estaba buscándome.

-          Víctor, tenemos que ir debemos ir al corte del pastel.

-          ¿Lucio crees que soy una mala persona?

-          ¿De qué hablas?

-          Mariza me dio a entender que teme dejar a Ana conmigo, cree que pueda lastimarla.

-          ¿Qué crees tú?

Me quede mirándolo un momento, sin entender que me estaba queriendo decir.

-          ¿Estás de su lado también?

-          No dije eso – dijo sin siquiera inmutarse – solo quiero saber qué piensas tú.

-          Jamás haría nada para lastimar a Ana.

-          Víctor, tal vez Mariza y tú tienen asuntos sin resolver, quizá eso causo un malentendido e hizo que pelearan.

Tenía sentido ahora que era él quien lo decía, puso la mano en mi hombro y guio mis pasos hacia un enorme pastel.

-          Mire la enorme sonrisa de Ana – dijo – ¿Vale la pena molestarse por un malentendido en este momento?

Anita fijo su mirada en mí y sonrío mostrando una amplia hilera de blancos dientes, sonreí saludándola con la mano – tienes razón lo intentare, gracias lucio.

-          No hay de que, te llaman para la foto– dijo.

Eva en efecto estaba haciéndome unas señas, me coloque tras Ana y pocos minutos más tarde Mariza estaba a mi lado. Cruzamos miradas y mantuvimos silencio, aunque ella seguía pendiente de mí. Las fotos se realizaron con gran cantidad de flashes que enfocaban directo a nosotros tres, pero en ese momento la pequeña comenzó a rascarse la cabeza.

-          No hagas eso hija – le dije – te están tomando fotografías.

-          Me pica mucho – dijo

-          ¿Será alguna costura o etiqueta? – dijo Mariza revisándola.

Su cuello tenía una gran erupción, cosa que hizo la actitud de ambos cambiara. La picazón aumentaba a medida que seguía rascándose y enormes manchas rojas comenzaron a aparecer sobre su piel.

-          ¿Qué pasa Ana? – pregunto Mariza – ¿comiste algo raro?

La pequeña negaba mientras seguía rascándose, hasta que de repente empezó a toser cada vez con más intensidad. Sus ojos lagrimeaban mientras se esforzaba por respirar cada vez más, mariza la tomo en brazos antes de que cayera inconsciente por el desmayo. Eva entro en desesperación y salió corriendo rumbo a no sé dónde, para volver acompañada de unos paramédicos con una camilla.

-          ¿De dónde salieron? – dijo Mariza sin entender.

-          Hice preparar una ambulancia por si algo como esto llegaba a suceder.

La respuesta me dejo pensando mucho en el momento, Eva siempre estaba ahí sin que siquiera hubiera que pedírselo. Ella había estado mucho más pendiente de mi hija en una fiesta que yo en todo este tiempo – nunca hubiera pensado en contratar una ambulancia – pensé.

Los paramédicos le inyectaron algo a Ana que se encararía de evitar que su tráquea colapsara y dijeron que había que llevarla de forma urgente al hospital más cercano. Mariza y yo nos miramos.

-          Solo hay espacio para uno – dijo uno de los paramédicos – ¿Quién la acompañara?

-          ¿Quieres acompañarla tu?

Su ofrecimiento me hizo dudar, estaba a punto de decirle que sí. Aunque me rehusé, deje que ella sea quien la acompañara. Después de todo, Ana seguramente necesitaba a su madre al lado, mientras que por otro lado si empezaban a hacerme toda clase de preguntas ¿Qué podría llegar a decirles?  Preferí reunirme con Lucio, abordamos el mismo helicóptero en el que habíamos llegado y nos dirigimos al hospital general.

Al llegar Mariza deambulaba por los largos pasillos, al vernos la tensión subió nuevamente. Me acerque y simplemente la abrace, se quedó unos segundos inmóvil antes de corresponderlo – Todo saldrá bien – le dije, me apretó aún más aunque no dijo nada.

Me soltó limpiando sus lágrimas – Si – dijo con voz quebrada. Los minutos pasaban y pasaban hasta perder la cuenta, ahora ambos permanecíamos sentados en esa incomodas sillas de hospital.

-          Debería haberle prestado más atención, si no hubiera estado tan pendiente de los medios de mierda esos – dijo

-          Eso ya no importa, ya paso.

-          ¿De qué está hablando?

-          De algo que mi psicólogo siempre dijo, el pasado es el pasado – respondí – no podemos cambiarlo y menos alterarlo, es inútil caer en la clásica pregunta de ¿qué hubiera paso si…? Solo te dañaras a ti misma.

No dijo nada solo miro a la manda encogiéndose de hombros y frotándolos como si un escalofrió la hubiera recorrido ¿en qué pensaba? Me puse de pie y fui en busca de un poco de café, tuve suerte suficiente para encontrar una pequeña cafetería dentro del mismo hospital con muy poca gente.

-          Negro con tres de azúcar – le dije a Mariza.

Levanto la mirada y me regalo una sonrisa.

-          Te ganaste un punto por recordarlo.

-          Gracias, no sé qué clase de calidad tengan en este lugar, pero supongo que sigue siendo café.

De un momento para otro las puertas se abrieron dando paso a un doctor quién tras unos segundos buscando con la mirada se acercó a nosotros.

-          ¿Cómo esta Ana? – pregunto Mariza.

-          La paciente entro con un shock anafiláctico severo que produjo una obstrucción en sus vías respiratorias altas, fue asistida con respiración mecánica hasta que su laringe colapso y nos obligó a hacer un pequeño orificio en la parte baja de su tráquea para permitirnos seguir enviando oxígeno a sus pulmones.

-          ¿Podemos verla? – le dije.

-          Aún no, la paciente

-          ¡Ana! – grito Mariza – Se llama Ana

-          Ana – corrigió el doctor – sufrió un paro cardiopulmonar, logramos estabilizarla. En estos momentos intentamos definir que disparo el ataque, estamos haciendo los estudios lo más rápido posible. En estos momentos su hija se encuentra sedada, por favor tengan paciencia.

Mariza volvió al tomar asiento, prácticamente como si se derrumbara sobre él. Mientras que el doctor colocó la mano en mi hombro, retirándose luego de eso.

-          Permita que la vea.

-          Denos solo unos momentos más.

-          Es la madre, solo cinco minutos – insistí – solo para que Ana también sepa que su madre está a su lado.

Miro al suelo negando con la cabeza, sin decir nada – solo cinco minutos, por favor – repetí.

-          Cinco minutos – contesto.

Mariza se quedó congelada durante un segundo para saltar inmediatamente de su silla – la acompañare y le permitiré cinco minutos, no más – aclaro, ella lo acompaño entusiasmada, pero antes de pasar por esa puerta se giró para verme – gracias, Víctor – dijo finalmente desapareciendo. Me quede pensando cuando había sido nuestro mejor momento y tristemente para mí fue en el momento de nuestra luna de miel.

Singapur hace más de seis años atrás, iba en una limusina conducida por un empleado temporal en ese país. Me esperaban en uno de los teatros más exclusivos del país, había tenido que separarme de mi esposa para terminar de arreglar temas de trabajo en este lejano país de mi tierra natal. El chofer aparco frente al imponente lugar dándome cuenta de que alguien había revelado mis planes, le entrada estaba llena de prensa por lo que tome una bocanada de aire y baje del vehículo. Esos malditos carroñeros se abalanzaron sobre mí, pero ignorándolos encendí un Habano.

-          Señor Vask por favor una pregunta – dijo uno casi golpeándome con el micrófono – ¿Cómo evaluaría el desempeño de su remplazo en las ex industrias Vask?

No respondí nada, solo di unas bocanadas más e ingresé al teatro. El recibidor era un hermoso lugar con una enorme alfombra roja finos muebles e increíbles columnas talladas. Un guardia de seguridad se me acerco diciéndome en un inglés bastante áspero que era un sector para no fumadores – claro, encárgate por mi campeón – le dije entregándoselo y dando una palmada en su hombro. Me acerque a un empleado con una sonrisa en una pequeña oficina.

-          ¿Cuándo inicia la función?

-          En quince minutos señor – respondió.

Era tiempo suficiente para poder tomar un trago y encontrarme con Mariza mucho más tranquilo. Deposite cien dólares sobre la fina madera de forma disimulada acercándolo a el sujeto.

-          ¿Sabe dónde podría tomar un trago?

-          No sabría señor – dijo sonriente – hay veces que mi memoria falla.

Sonreí depositando cuatro billetes más – ¿Que tal ahora? – le dije. Sonrió con la misma picardía que la de un niño malcriado y me hizo una seña para seguirlo. Tras una puerta lateral con la clásica frase; Solo empleados, se hallaba un fino bar con algunas mesas repartidas por el lugar.  Camine hasta la barra para pedir un whisky, pero justo alguien grito mi nombre, voltee para donde me llamaban – Ay no – pensé mientras me encaminaba hacia ellos. La mesa completa me saludo mientras me sentaba junto al hombre que me había llamado.

-          Vask, tiempo sin vernos – dijo él

-          Más del que puedo recordar General Loong – respondí.

-          ¿Un puro?

-          Claro – dije tomando uno.

Saco un encendedor de bencina y me dio fuego para encenderlo, di una gran bocanada liberando una nube de humo.

-          La situación se complica más Vask, necesitamos esas armas y las necesitamos ahora.

-          Hable con la nueva CEO

-          ¿Qué es toda esa estupidez de estoy retirado? – dijo golpeando la mesa – ¿una mujer como CEO de una fábrica de armas?

-          Lorena lo fue muchos años.

-          Esta mujer no es Lorena – replico – ella podría arrancarte los huevos y usarlos como corbata si así lo hubiera deseado.

-          Si esta otra muchacha – dijo otro de los oficiales – solo parece ser un rostro bonito.

-          Si – interrumpió el general – Desearía que también juegue con mis huevos, pero dentro de su boca.

La mesa rio, compartí la fiesta. Una de las camareras se acercó – su orden señor – gracias dije poniendo un billete en el bolsillo superior junto a su cuello.

-          Deja eso – ordeno el General – tengo un juguetito nuevo.

-          No estoy interesado.

-          Como que no ¡Sasha! – grito.

Una mujer completamente desnuda, salvo por una elegante y fina lencería se acercó moviendo delicadamente su cintura. Beso al General recibiendo un chirlo juguetón sobre sus nalgas.

-          Mi amigo aquí presente, sigue tomando sus tragos de la forma aburrida – dijo.

Sasha, se acercó danzando, sentándose sobre mis piernas.

-          Nunca has tomado un buen escoses sino lo tomas chorreando de los senos de una perra rusa.

-          Soy un hombre casado caballeros.

-          No seas aburrido – Dijo uno de ellos.

-          Lo siento dulzura – le dije a Sasha – piérdete

Ella se levantó y tal como le dije se retiró, la mesa quedo en silencio mientras me ponía de pie. Tome mi vaso terminándolo de una sola vez, apagando el puro en el cenicero que se encontraba sobre la mesa.

-          Que irrespetuosidad Vask – dijo el General.

-          Tengo que irme caballeros.

-          Necesitamos esas armas, pero veo que no podrá contar con su ayuda.

-          Llame a la nueva CEO, no estoy más al mando no tengo porque hacerme responsable.

-          Después de todos estos años de amistad veo que no cuento con usted.

-          Llamare a Eva – dije – ¿está bien?

-          Claro, todo reducido a un simple favorcete no vaya a ser cosa que le quite su tiempo – dijo – poner a una perra estúpida al frente de una fábrica de armas, que irrespetuosidad para tus clientes.

-          Dije que hablare con Eva.

-          Claro, seguramente ella podrá resolverlo – dijo poniéndose de pie – espero que no arruine las cosas Vask o será mejor que tenga cuidado.

-          Tenga cuidado usted General, no olvide que así de fácil como lo puse donde está ahora lo puedo sacar. Buenas noches caballeros.

No dijo nada, di media vuelta y salí del pequeño bar clandestino. El encargado me recibió con una sonrisa mientras me decía que solo faltaban unos minutos para que empiece la función, le pedí un caramelo de menta y me encamine a mi asiento. El hombre en la puerta me saludo sonriente

-          Buenas noches, señor – dijo – entradas

-          Buenas noches.

-          Muy bien, palco VIP C – leyó – Que tenga una maravillosa velada.

Subí las escaleras entrando al palco completamente vacío a excepción de Mariza quien ya estaba esperándome.

-          Lo harás bien no seas tonta – dijo al verme – Víctor llego, me tengo que ir.

Acelero la llamada y corto dándome un beso – mi amor, por fin llegaste – dijo.

-          Trate de hacer lo más rápido posible.

-          ¿estuviste fumando? – dijo quedando seria – también sentí gusto a alcohol

-          Tuve que tomar un trago en la reunión.

-          ¿Y el olor a cigarrillo que traes en la ropa?

-          Una reunión de negocios sin alcohol y tabaco no es una reunión de negocios.

-          ¿y mujeres?

-          Si no estuviera felizmente casado les habría prestado atención.

Sonrió dándome un beso y se acurruco contra mí, la obra estaba dando inicio.

-          En unos días ya volveremos – dijo con tono triste.

-          Tal vez no deberíamos.

-          ¿Qué dices? – dijo separándose

-          Podríamos seguir recorriendo el mundo, hasta encontrar un lugar donde nos sintiéramos cómodos.

-          Tenemos que volver en algún momento.

-          ¿Para qué volver? – dije interrumpiéndola – estos han sido nuestros días más románticos y divertidos.

-          ¿Lo discutimos más tarde? – dijo volviendo a acurrucarse.

La función comenzó, el público lucía expectante a los románticos actos que se desarrollaban en el amplio escenario. Acaricie los cabellos de Mariza y comencé a bajar, pase la mano lentamente por su rostro llegue a sus labios descendiendo lentamente hasta su mentón. El cual levante dando un suave beso en sus labios.

-          Te amo – dijo.

Sonreí para ella antes que volviera a acurrucarse para mirar la obra, nuevamente empecé a jugar. Mis manos descendieron nuevamente esta vez llegando a uno de sus senos, recorrí con lentitud su suave piel antes de bajar la fina prenda. Levanto la mirada nuevamente en el momento que mis dedos rozaron su pezón.

-          Amor – dijo amonestándome.

La tranquilicé dando un beso y seguí bajando mi mano deslizándome por la fina tela de seda, me abrí paso en uno de los cortes del vestido llegando hasta su ropa interior.

-          Nos van a ver – dijo deteniéndome

-          Todos están concentrados mirando la obra, si no hacemos ruido no se darán cuenta.

No pareció convencerle mucho.

-          Nos van a ver desde los palcos a ambos lados.

-          Son un montón de viejos aburridos – dije – si les pasa algo, sus herederos nos agradecerán.

Rio besándome y saco mi mano – acá no – dijo, se levantó sonriendo, tomándome de la mano. Salimos del palco y nos escabullimos al baño de mujeres, fuimos hasta el último cubículo sentándome yo sobre blanco inodoro.

-          Buen plan – susurre – ¿y ahora qué?

-          ¿No sabe improvisar Sr. Vask? – dijo sonriendo – te enseñare.

Desprendió su vestido desde el cuello dejando caer la tela, descubriendo la parte superior de su cuerpo.  Inclino su cuello besándome mientras mis manos subían hasta sus pechos acariciándolos con suavidad, sonrió mirándome a los ojos – extraña tus besos – dijo señando su seno izquierdo. Me lo lleve a la boca escuchando como su respiración cambiaba en el preciso momento que mis dientes presionaron con suavidad su estimulado pezón.

-          El otro se pondrá celoso – dijo con una mirada juguetona.

Repetí el proceso nuevamente sintiendo como acariciaba mi cabello con ternura, nuestras miradas se cruzaron haciendo que ambos esbozáramos una sonrisa cómplice.

-          Te amo tanto – dijo.

-          Lo sé.

-          No, no lo sabes – dijo bajando de mis piernas – necesitas que te lo demuestre.

Tomo mi corbata y tirando de ella fue acercándome a ella – yo me asegurare que le quede claro Sr. Vask – dijo con un fuerte empujón que me tiro hacia atrás, casi tanto para golpear mi cabeza contra la pared. Se arrodillo frente a mi desabrochando mi cinturón con habilidad haciéndolo a un lado junto a mi bóxer.

-          Oh aún esta dormidita – dijo tomándola entre sus dedos – me fascina despertarla

Comenzó a masajearla mientras una picara sonrisa aparecía en su rostro, una fuerte erección fue creciendo en su mano mientras ella parecía mostrarse orgullosa de lo que había logrado en tan poco tiempo. Uno su lengua recorriendo toda la extensión de mi miembro y al llegar al glande simplemente lo engullo casi por completo, volvió a subir ejerciendo presión con sus labios llenándome de placer. Masturbo mi miembro con una sonrisa mientras cada vez iba aumentando más en intensidad – parece que ya está bien despierta – susurro acercándose a mi oído.

-          Parece que si – pude responder.

Mordió su labio y volvió a metérselo en la boca, bajaba casi por completo para luego subir comprimiendo mi miembro con su lengua.

-          Me encanta, su sabor – dijo riendo.

Había intentado que suene como una clásica frase sucia, pero en ella sonaba hasta gracioso. Ese no era su aspecto, ella era una niña buena que intentaba sonar como una chica mala por mí. Me dio mucha ternura, pero no lo dije. En lugar de eso la tome en brazos ayudándola a ponerse de pie frente a mí, bajo su ropa interior como pudo para no tener q sacarse todo el vestido y subiéndose a mi tomo mi miembro con su mano dirigiendo la penetración. Comenzó a bajar despacio mientras cerraba sus ojos, suspiraba con suavidad mordiéndose lentamente los labios. Nuestras miradas se cruzaron escapándosenos a ambos una sonrisa, fue aumentando más sus penetraciones conteniendo sus gemidos. Mis labios primero chocaron y mordieron los suyos mientras bajaba lentamente hasta llegar a su pezón, finalmente dejo escapar sus muestras de placer.

-          ¿Por qué te contienes así amor?

-          Nos van a escuchar – respondió tras un suspiro.

-          Déjalos que se muerdan de envidia – dije.

Sonrió de lado para mi al momento que tomaba uno de sus senos, tomo el pezón izquierdo y lo pellizco. Verla tocarse siempre me había resultado de lo más erotizante, nuestras miradas se cruzaron subiendo cada vez más la tensión entre nosotros.  Subió más su vestido, quedando reducido solo a una línea color carmesí sobre su abdomen.

Me detuvo cuando escucho la puerta principal del baño, un grupo de chicas había ingresado. No teníamos la más mínima idea de que estaban hablando, pero parecía que se acercaban. Mariza se quedó mirando la pared como esperando que iba a pasar – cambiemos – dijo.  Se dio vuelta dándome la espalda y sentándose sobre mí, tomo mi miembro y jugando con el volvió a introducirlo en su interior. Un pequeño bramido se escapó de ella. Las chicas la escucharon, alguien parecía acercarse.

-          Sube las piernas – dijo.

Me ayudo a ponerlas contra la puerta sin hacer ruido y bajo las suyas quedando sentada.

-          Hola – dijo alguien en un inglés muy básico.

-          Ocupado – respondió rápido.

-          ¿Necesitas ayuda?

-          No, estoy indispuesta – dijo.

Miro sobre su hombro moviendo su colita mordiendo sus labios, la chica acepta y pudo escucharse como se retiraba junto con sus amigas. Mariza se recostó sobre mi poniendo mis manos en sus pechos dándome un beso en el cachete.

-          Tendremos que apresurarnos – dijo.

-          Si, antes que alguien más venga.

-          Te amo – dijo besándome.

Ahí nos quedamos, en ese baño escondidos del mundo disfrutando cada momento que teníamos.

Mi mente volvió al presente cuando la puerta de vaivén que me separaba de terapia intensiva se abrió, Marizo apareció con lágrimas secas y su maquillaje arruinado, se sentó a mi lado sin decir palabras mientras sus ojos miraban a la nada.

-          ¿estas más tranquila? – dije

Se volteo para verme y simplemente sonrió – Si, gracias – dijo.

-          ¿Recuerdas Singapur?

-          ¿Que? – dijo como si hubiera sido un insulto.

-          La obra que fuimos a ver en Singapur, en nuestra luna de miel.

Quedo en silencio moviendo sus ojos lentamente a la izquierda y tras unos segundos estos se abrieron casi por completo mientras se ruborizaba – cállate – dijo mirando a otro lado al tiempo que una pequeña sonrisa aparecía en su rostro.

-          Pensaba que si me preguntas si estoy bien, obviamente me debo ver muy mal.

-          Tu maquillaje está corrido.

-          ¡Dios! – dijo llevándose una mano a la cabeza – tengo que ir al baño a retocarme antes que aparezca alguien de la prensa.

Se levanto camino unos pasos miro atrás y siguió su camino mostrándose mucho mejor que como había llegado, fueron pocos minutos pocos los que pasaron hasta que Eva llego al hospital. Fue Mariza la encargada de hablar con ella, su amiga o lo que fuese estaba completamente destruida. Siendo sincero conmigo mismo esa mujer había tomado en una sola fiesta más precauciones para Ana, que yo en todo el tiempo que tuve para cuidarla de pequeña.

Las horas pasaron hasta que finalmente Michael entro con paso rápido y confiado mirando fijamente a donde yo me encontraba, se sentó a mi lado sin siquiera mirarme.

-          ¿Cómo esta Ana?

-          Mejor, sigue en terapia intensiva – respondí.

-          ¿Mariza?

-          En el baño, cosas de mujeres.

Asintió en silencio levantándose de su asiento.

-          Sea lo que sea que está pasando quiero entrar.

Me miro como si no entendiera y volvió a tomar asiento.

-          ¿De que estas hablando?

-          Te llamaron antes de que todo esto pasé – comencé diciendo – además no estabas cuando sucedió.

-          Sigo colaborando con INTERPOL – dijo – Pregúntale a Agostina sino me crees.

-          Estabas armado.

-          Fui un oficial, siempre voy armado, nunca entregaría mi arma.

-          No cuando se trata de Ana – respondí – ibas armado en su cumpleaños y estabas nervioso.

Michael se quedó mirándome sin decir palabra alguna, tampoco se levantó de su asiento.

-          ¿Quién la ingreso con un nombre falso?

-          Pensé que era lo más seguro – respondí – ¿tienes algo que contarme?

No respondió.

-          Todo esto me lleva a pensar – comencé de nuevo – ¿Qué es peor que un IAF? – dije – ¿Qué hace que un hombre entrenado para matar y evadir a la justicia tenga miedo?

Michael evito mi mirada – ¿Qué es peor? – le pregunte. Nuestras miradas se cruzaron, pero ninguno de los dos dijo nada más.

Mariza

El día había llegado, Ana cumplía seis años. Me levante más temprano de lo usual, abrí las cortinas de par en par dejando que el sol cubriera el lugar con sus cálidos rayos. Prepare el desayuno y fui a despertar a la pequeña cumpleañera, acercándome lentamente llene de besos sus cachetes despertándola de repente y sacándole varias risas.

-          Feliz cumpleaños mi amor – le dije dando un nuevo beso en su mejilla.

-          Gracias – dijo sonriente.

-          ¿Lista para tu fiesta? – dije sentándome en la cama.

-          ¿Mami? – dijo.

-          ¿Qué pasa bebé?

-          ¿Muky va a venir a mi fiesta?

-          Por supuesto mi amor, por nada del mundo muky se perdería tu fiesta.

La pequeña me abrazo muy contenta, mientras mi mente pensaba en lo que Michael me había recomendado; Propongo ponerte a ti y a Ana en un avión para reubicarlos en algún lugar, la idea no me simpatizaba en lo más mínimo ¿Michael estaba en lo correcto? La pregunta lograba angustiarme ¿era momento de abandonar todo y a todos?

Abrace con fuerza a mi pequeña, sin saber que era lo mejor.  Ya fuera si aceptaba o no el consejo una cosa si era indudable, haría todo para mantener a Ana segura.

La estancia donde nos dirigíamos junto a Eva había estado en su familia durante generaciones, según me conto su bisabuelo llego a esas tierras cuando arribo al continente escapándose del hambre que infestaba el viejo mundo. La propiedad en sí se dividía en varios sectores, siendo por un lado donde se encontraban las plantaciones. Más allá de eso los establos junto a las cabezas de ganado y por último el casco principal de la propiedad. Toda la electricidad era generada mediante el uso de paneles solares siendo uno de los pioneros en la región, cosa que hacía que mi amiga se sintiera enormemente orgullosa.

Nuevamente toda la organización dependencia prácticamente en un cien por ciento de Eva y su dinero, cosa que cada día era un peso más grande sobre mis hombros. Para la ocasión había hecho traer de todo llenando la propiedad con todo tipo de atracciones, magia y un minicine con las últimas películas animadas. Descendimos del vehículo en plena fiesta, la gente se amontonaba para saludar a Anita. El tiempo pasaba mientras los demás invitados iban llegando, como de costumbre llegaron los medios. Quienes pidieron permiso simplemente para grabar un poco de aquí y allá además de entrevistar algunas de los invitados entre los que se encontraban políticos, diseñadores, farándula o simplemente personalidades asociadas a mi como por ejemplo Eva, quien era además CEO de las ex industrias Vask. Todo transcurrió con normalidad hasta la llegada de Víctor, Michael a mi lado se puso muy a la defensiva hasta el punto de llegar a insultarlo. La cosa se puso muy tensa, pude resolverlo en ese momento, aunque más tarde tuve un fuerte cruce con Víctor.

Lo realmente grave paso más tarde, íbamos a tomar la foto y Ana estaba rascándose la cabeza, se le llamo la atención.  Aunque luego de eso empezó a toser casi sin poder respirar. Cayó sobre mis brazos inconsciente, la sola imagen de verla así me dejo paralizada, parecía que el tiempo no pasaba a mi alrededor, solo veía a Ana. En un momento alguien me empuja a un lado, la subieron a una camilla y con una mascarilla le bombeaban aire de forma manual. Parecía que todo transcurría en un absoluto silencio, busque a Michael con la mirada, no estaba. Me puse de pie, Eva había contratado a una ambulancia por si llegaba a suceder. Quede mirando al suelo, alguien zamarreo mi brazo, era Víctor junto con uno de los paramédicos. Me dejo subirme a la ambulancia y a toda velocidad fuimos hasta el hospital más cercano.

-          Srta. Márquez – dijo uno de ellos tocándome – le estoy haciendo una pregunta – explico con paciencia – ¿su hija es alérgica a algo?

-          A las almendras – susurre.

-          ¿Nada más? – interrogo – ¿Penicilina o algún otro antibiótico que recuerde?

-          No, solo a las almendras.

-          Estará bien – dijo el sujeto sentado a mi lado – hemos administrado lo necesario para llegar al hospital.

Una lagrima cayo por mi mejilla, el viaje parecía eterno, fue como si no estuviéramos avanzando. Durante todo ese tiempo, mis ojos solo estuvieron a disposición de Ana mientras una fría sensación se encargó de congelar mi pecho junto a mi alma.

Finalmente llegamos, los paramédicos bajaron rápidamente la camilla y embistieron las puertas mientras la llevaban no sé adónde. Quise seguirlos, pero un guardia me detuvo negándome todo acceso. Ignoro cuanto tiempo paso hasta que Víctor llego, juntos esperamos las noticias. Logro convencer a el doctor de Ana que me dejaran verla, mi bebe había sufrido un infarto. Fui escoltada dentro del pabellón de terapia intensiva, donde Anita se encontraba.

-          En cinco minutos vendré por usted – dijo el doctor.

-          Se lo agradezco mucho.

Ana permanecía sedada, su rostro llevaba puesta una mascarilla de oxígeno y una vénula conectada a su brazo seguía suministrando los medicamentos. Me acerque a ella dando un beso sobre su frente, acaricie los dorados cabello e hice una promesa; si despertaba abandonaría todo aquello que nos estaba separando.

-          Hola, mi amor – le dije – ¿puedes escucharme? – dije acariciando su frente – Mamá y papá están esperando que despiertes.

Tome su mano dando un beso tras otro.

-          Por favor, amor, perdóname – dije por fin rompiendo en llanto – he sido una pésima madre, por favor te pido que me perdones, solo despierta mi amor. Prometo que todo será distinto a partir de ahora.

El tiempo paso tan rápido, que cuando me di cuenta el doctor estaba a mi lado.

-          Tengo que pedirle que se retire.

-          Por favor, solo un momento más.

-          Debe retirarse, le haremos algunas pruebas – dijo firme.

Nuevamente me acompañaron junto a Víctor, ambos permanecimos en silencio salvo por algunos comentarios de alientos mutuos. Tomo mi mano entrelazando nuestros dedos y la apretó, mi única respuesta fue acurrucarme contra él y simplemente llorar. Me deje consolar mientras esperábamos más noticas. Las puertas se abrieron y Eva encontró en mi encuentro, se arrodillo en el piso abrazándome mis piernas mientras repetía lo mismo una y otra vez –perdóname, por favor, Perdóname– lloraba desconsolada mientras apenas siendo yo incapaz de contenerla mientras se derrumbaba a mis pies.

-          Lo juro – dijo – revisé el menú cinco veces, lo hice, yo…yo no sé…yo no

-          Eva, tranquilízate – susurre – nadie te está culpando, has cuidado a Ana más que yo en todo este tiempo y no me alcanzara la vida para pagarlo.

Parecía una niña secándose las lágrimas con las mangas de su ropa mientras intentaba contenerse.

-          Si no hubieras puesto una ambulancia a disposición ¿quién sabe que hubiera sucedido? – le dije – te agradezco todo lo que haces.

-          Me comentaron que sufrió un infarto – dijo con voz cortada.

-          Si, pero los doctores dicen que ya está estable – dije acariciando su mejilla mientras limpiaba unas cuantas lágrimas.

Se quedo con nosotros por un tiempo hasta que se levantó diciendo que accionaria legalmente contra la compañía de catering que había contratado, me dio un fuerte abrazo y me dijo q esperaba todo saliera bien. Pasaría mucho tiempo asta la llegada de Michael, aunque en estos momentos solo importaba Ana.

Michael

-          Claro, exactamente igual a ir portando un arma, aunque esta sea una fiesta infantil – respondió con una tonta sonrisa – un arma es un arma, da lo mismo si la porta un oficial o un terrorista.

-          Y de eso tú sabes más que yo Vask – respondí – ¿no es acaso, así como amasaste tu fortuna?

No respondió, su mirada cambio mientras seguramente pensaba en decir alguna otra estupidez.

-          Chicos por favor – intervino Mariza – este no es ni el momento ni el lugar para esas escenitas.

Se creo un silencio incomodo entre nosotros que solo fue interrumpido por mi celular, en esta ocasión realmente fue lo más conveniente; número privado, extraño. Me aleje sin decir nada y tome la llamada

-          ¿Que?

-          Capitán Michael – dijo William con una voz suave– imagino que ya tiene información sobre los objetivos solicitados.

-          Son miembros de la ONU, es todo lo que he leído hasta el momento.

-          Capitán no recuerdo que fuera una persona que perdiera el tiempo.

-          Estos sujetos son ejemplares, no afectan en nada a Inglaterra.

Su risa retumbo en mi oído trayendo a mi mente infinidad de recuerdos que había logrado olvidar – capitán, logro sacarme una risa bastante sincera – no respondí nada.

-          Perdón – continuo – ¿acaso lo decías enserio?

-          ¿Aun te sorprende? – dije – Hablemos cara a cara dejando el celular de lado, creo que deberíamos encontrarnos.

-          ¿Quiere tener una segunda oportunidad para matarme capitán?

-          Soy distinto a ti, yo no soy un asesino.

-          Hablas igual a tus amiguitos de INTERPOL, sabes que todo eso son simples estupideces mediáticas – dijo –¿Porque insistes en ponerte en esa posición?

-          Quizá crecí al punto de lograr superarte, encontrémonos – no respondió – ¿Tanto miedo tienes de mí?

-          Villarino y San Antonio, tienes una hora – dijo cortando la llamada.

Mire a mi alrededor, estaban a punto de cortar la torta. Negué con la cabeza guardando mi teléfono, hora de irse. Llame a Agostina que también estaba en la fiesta y para mi buena fortuna se encontraba en la fiesta, tuvimos una discusión, pero logree convencerla de que me ayude a mover sus recursos para poder rastrear al hijo de puta. Subimos a su auto y toda velocidad mientras yo manejaba a la dirección señalada ella se comunicaba con su equipo para poder ahorrar el mayor tiempo posible.

Me encontraba alerta parado en el lugar señalado, no tenía nada de especial. Era una intersección donde una de las calles terminaba, por lo que solo podías tomar tres direcciones. Frente a mi había una cárcel de menores, parecía ser bastante antigua manchada con innumerables sprays de pintura con frases políticas o burdas. El enorme portón de acero era imponente estando a ambos lados las dos torres de vigilancia desde donde imaginaba que podía verse todo el resto del predio. En una de las esquinas se encontraba una iglesia que a juzgar por sus imágenes religiosas y la gente que ingresaba era de corte católico – magnifico lugar – pensé “la piedad frente al castigo” ¿creían acaso los delincuentes que la salvación se encontraba en repetir frases vacías y carentes de sentido? Negue con la cabeza sacándole la poca importancia que le había dado, en fin ¿A quién le importaba? La última esquina, precisamente donde el equipo de Agostina se había apostado era un estacionamiento bastante amplio con dos subsuelos. Ignoraba bien donde era que se hallaban, pero sabía que estaba por ahí. Mi teléfono sonó por tercera vez – Mariza llamando – anuncio la pantalla, lo ignore cortando la llamada. Los minutos pasaron hasta que por fin llamo, imaginaba que el equipo estaría listo por lo que dejando que suene le di unos segundos.

-          Saludos Michael – dijo.

-          Impuntual, no es tu estilo.

-          Supongo que ambos estamos estudiando al otro.

-          ¿Me llamaste Michael? – dije sin entender.

-          ¿Es tu nombre o no?

El muy hijo de puta sabía que estaban escuchando, pero de ser así en primer lugar ¿Por qué llamo?

-          Creí que no encontraríamos.

-          ¿Por qué quieres que nos encontremos?

-          Para dialogar, hay ciertas cosas que no quedaron claras la última vez.

-          ¿Cuándo sacaste un arma en un lugar repleto de civiles?

-          Nadie la vio, no hubo pánico – respondí – tu en cambio tenías un arma química.

-          ¿La viste?

-          Tenías gente contigo

-          Nuevamente ¿los viste? – dijo.

-          ¿Dónde estás?

-          Bastante lejos de ahí.

-          ¿de que sirvió todo esto entonces?

-          ¿Qué es esto?

-          Venir hasta aquí a esperarte.

-          Imaginaba que tendrías mejor recepción ahí, tengo que colgar.

La llamada se terminó en ese momento, mire a mis alrededores. No había nada sospechoso, camine cerca de una cuadra y media hasta que fue recogido por Agostina.

-          ¿Qué fue todo eso? – dijo apenas subí – civiles, armas químicas

-          Ya te expliqué quién es este tipo.

-          ¿Cómo se supone que te cubra ante los demás?

-          ¿Tienes la ubicación? – dije restándole importancia.

-          Si, tengo un equipo que se está dirigiendo para allá – dijo – pronto tendremos más noticias.

-          ¿Dónde queda?

-          Es provincia, inteligencia ya nos adelantó que se trata de un desarmadero de autos.

-          ¿Qué estamos esperando entonces?

-          Hay que llegar allá y confirmar cuantos hombres hay.

-          Volveré a mi departamento a buscar una segunda arma entonces.

-          Esa es otra cosa de la que tenemos que hablar, no puedo dejar que sigas teniendo armas y dinero no declarados – dijo esta vez con seriedad – no estas por encima de la ley

-          Cuando detengamos a William, entregare todo ¿Bien? – no respondió – ¿Estamos bien? – insistí

Asintió, nos despedimos de forma apresurada y volví para la pequeña habitación de hotel que estaba oficiando como mi hogar.

La propiedad estaba muy por debajo de los niveles a los que había estado usado en compañía de Mariza, era una construcción antigua bastante venida abajo. Tenía una pequeña entrada con dos columnas adyacentes a la misma, una reja de color negro y una puerta de cristal con soportes de acero.

Entre a la recepción, un lugar bastante sucio con una iluminación deplorable, olor a perfume barato y un recepcionista que atendía sin ningún tipo de interés en sus clientes.

-          Buenas noches Sr. Galván – dijo.

No aparto la mirada de la estupidez que estaba mirando en la pequeña televisión sobre el mostrador principal, evite prestarle mayor atención hasta que en un zapping algo de lo que estaba viendo me hizo detenerme en seco – se desconoce si la pequeña Vask continua con vid – se escuchó antes de que cambiara por otra estupidez.

-          Pon de nuevo el noticiero – le ordene.

-          Tiene un televisor en su habitación – respondió ignorándome.

Le arranque el control de la mano y cambie el canal volviendo a las noticias, se mostraba la estancia de Eva mientras en la parte inferior de la pantalla con letras grandes se anunciaba; tragedia en fiesta de cumpleaños mientras el notero seguía relatando.

-          A pesar de nuestros constantes pedidas de explicación a la fundación Márquez, se niegan a dar noticia alguna – dijo – al punto de no saber ni siquiera en que hospital se encuentras la hija de Mariza Márquez y Víctor Vask.

El recepcionista me arranco el control de la mano, diciéndome algo a lo que ni siquiera me moleste en prestar atención.

-          ¿queda claro? – dijo.

No respondí solo subí las antiguas escaleras hasta mi habitación en el segundo piso mientras marcaba el número de Mariza, primera llamada; contestador, segunda llamada; contestador, tercera llamada; contestador. Mariza no respondió ninguna de las siete llamadas que hice, llamé a Víctor, mismo resultado. Di una bocanada de aire y llamé a Eva; mismo resultado.

La respiración comenzó a acelerarse de forma inesperada, no entendía el porqué. Usando mis dedos para palpar mi carótida me di cuenta de que mis pulsaciones se había disparado, mi corazón latía con fuerza al momento que algo crecía dentro de mí. Una sensación de vacío y frialdad parecía cubrir mi corazón, mi respiración seguía acelerándose. Estaba agitado, parecía que perdía el control. Deambule de un lado al otro de mi habitación al momento que mi mente me mostraba imágenes de cómo podría haber hecho William para atacar sin que me diera cuenta – ¡falle en proteger a Ana! – grito finalmente mi mente, lleve ambas manos contra mi rostro al momento justo que una furia como nunca había sentido parecía brotar de mí. Con una arremetida enérgica y certera uno de mis puños impacto con fuerza contra el ropero empotrado en la pared a mi derecha, la madera crujió y se quebró bajo mi mano, la furia en mí, en cambio no se había disipado en lo más mínimo.  Una y otra vez volví a liberar mi ira contra la vieja puerta. Tras no sé cuántos golpes caí de rodillas al suelo, apoyando mi cabeza contra el viejo ropero.

-          ¿Dónde está Anita? – susurre sin apenas pensarlo.

Mis manos estaban adoloridas, cubiertas con sangre y llenas de pequeños cortes en mis nudillos. Me quede mirándolas casi pareciendo estar pidiéndoles una explicación de todo aquello, hasta que algo me saco de mis pensamientos. Había caído sobre mi mano derecha, cubriendo uno de los pequeños cortes, causa un pequeño ardor. Era un líquido cristalino; cálido; lleno de sales, luego cayo otro sobre mi otra mano, uno más parecía recorrer mi mejilla. Mire extrañado mis manos y me incorpore, tuve que ir hasta el baño para mirarme al espejo que estaba en el baño. Descubriendo que estaba efectivamente llorando, volví al cuarto intentando recordar cuando fue la última vez que había llorado. Busque la caja de acero y me abrace a ella, por primera vez en no se cuánto tiempo llore con libertad; usando ambas rodillas para tapar mi rostro. Casi emulando esos momentos de mierda de mi infancia, rebusque en mi armario tomando una segunda arma. Me asegure, la desarme, limpie y prepare antes de guardar la caja y salir de la habitación. Llegue abajo encontrándome otra vez con el recepcionista.

-          préstame la computadora – le dije.

El sujeto apenas pudo responder algo, negándose me intento dar una especie de advertencia. Di un fuerte golpe contra él derribándolo al suelo de forma inmediata. Pase al otro lado del mostrador y lo ayude a incorporarse empujándolo sobre el teclado.

-          Pon tu ridícula contraseña.

-          Señor, por favor nada de esto es apropiado – dijo.

Desenfunde mi arma apoyándola contra su columna.

-          Un solo movimiento y quedas en silla de ruedas toda tu vida.

El muchacho tecleo rápidamente dándome el acceso que necesitaba, lo aparte con un suave empujón. Cayo al suelo igualmente, no oponía resistencia y lloraba cubriendo su cabeza con las manos. Entre en un buscador e ingrese a un mapa GPS ingresando las coordenadas que me había pasado Agostina. Tenía el lugar, anote la dirección mientras el sujeto no dejaba de sollozar a mis pies.

-          Levántate.

-          Por favor, por favor.

Lo tome con fuerza de un brazo obligándolo a que se ponga de pie mientras él seguía repitiendo lo mismo; “por favor señor, por favor”

-          Cállate de una vez, no te hare nada – dije elevando la voz – pero si dices algo o alertas a la policía, voy a buscarte, te voy a encontrar sea donde sea y te voy a matar tomándome todo el tiempo del mundo – le explique con suavidad – ¿queda claro?

Asintió sin decir una palabra, ni siquiera me miro. Sali afuera tomando el primer taxi que encontré y fui a buscar a William, durante todo el recorrido el conductor no paraba de decir idioteces, que ignore mirándolo ya aburrido; el sujeto por fin ceso.

Al llegar me asome a la propiedad, era un lugar bastante grande con un muro que rodeaba todo el perímetro separando a la edificación en sí, del muro en aproximadamente veinte metros. Se escuchaba música y se veían hombres armados, rodee la propiedad varias veces mientras estudiaba comportamientos, cantidad de unidades y tiempo en sus patrullas.

Me acerque desde un punto del muro, interceptando a uno de ellos, rompiéndole el cuello y tomando su arma junto con un cuchillo que tenía en su cintura.  Nadie fue alertado, me aproxime a una de sus entradas, encontrándome de frente con otro de ellos abriéndole de un certero tajo la tráquea mientras lo sujetaba contra una pared, tapando su boca. El sujeto se desangro entre mis manos mientras poco a poco caía al suelo. Mismo procedimiento, este a diferencia del anterior, tenía un arma automática. Debía idear la manera de no ser detectado, la diferencia era cuantiosa, había contado solo diez guardias antes por lo que dentro sin duda el numero ascendería – no me importa ensuciarme William – dijo mi mente. Poco a poco fui accediendo a la propiedad eliminando a quien me cruzara, hasta que encontré dos guardias protegiendo una de las entradas, escuchaba pasos detrás mío. Por lo que no tenía más opción que eliminarlos a ambos. Me acerque sigilosamente en el momento que su compañero se dio vuelta y con un rápido movimiento le corte el cuello siendo descubierto en el momento. Tome su escopeta del suelo causando un potente estruendo, no solo le volé la cabeza a su compañero, sino que delate mi posición.  Elimine a quien venía detrás de mí e ingrese a la propiedad tomando distintas coberturas mientras avanzaba usando las armas que iba encontrando a mis pies, no parecían soldados, había hecho un pésimo trabajo. Todos fueron flanqueados y acribillados sin importar que se supone que dijeran o hicieran. Lo último frente a mi fue, una habitación donde se habían atrincherados un par de hombres.

-          Estas muerto – dijo alguien desde dentro.

-          Solo entreguen a William y todo se termina – grite – nadie más tiene que morir.

-          ¡No sabemos quién putas es William! – grito otro

Los disparos comenzaron de nuevo, la madera de los muebles que habían puesto cubriendo las ventanas, estaba ahora agrietadas y partidas. Dándome una visión interior del lugar, revise las armas de los caídos juntando la munición que estaba esparcida por el suelo.

Decidí solucionarlo rápidamente antes de la llegada de algún refuerzo, por lo que comencé con una cadena de disparos con la escopeta utilizándolo como si se tratara de una especie de fuego de cobertura. La última sala era tomada quedando solo dos supervivientes heridos. Los reduje, desarme y maniate atándolos a una silla cada uno mirando hacia lados apuestos. No me moleste en vendarlos, no hacía falta. Ninguno de los dos sobreviviría.

-          ¿Te mando González? – dijo uno de ellos – por favor, no sabíamos nada.

-          No tengo idea quien es.

-          Nos dijeron que la zona estaba libre, González nos dijo que ustedes habían abandonado el territorio – empezó a decir – toda la mercadería está en la sala de atrás, son ochenta kilos, no interferiremos más.

-          No tengo idea de que mierda hablan, solo quiero saber por William.

Ambos negaron saber nada de lo que les preguntaba, una vez tras otra comencé a golpearlos sacándome todo la bronca y la desesperación que ahora mi mente se encargaba de crear. Se negaban a responder mis preguntas, haciéndome perder el tiempo. Mis nudillos estaban llenos de sangre ya, mientras que sus rostros se habían convertidos en dos desechos de carne magullada y ensangrentada.  Tome mi celular nuevamente poniendo el mapa, levante la vista de uno de ellos sujetándolo con fuerza de sus cabellos y lo puse a altura de su vista.

-          Ahora vas a marcar donde esta William.

Comenzó a sollozar negándose con la cabeza – no sabemos quién es William – dijo.

-          ¿Quién es González? – dije

-          Humberto González, el comisario – dijo

-          ¿Trabaja para William?

El sujeto seguía negándose por lo que lo desate obligándolo a que se ponga de pie.

-          Ultima oportunidad – dije – ¿Dónde está William?

El sujeto negó con la cabeza, parecía que apenas tenía fuerzas para levantar la cabeza. Si él no sabía nada, tal vez su amigo sí. Le di un fuerte golpe en el estómago, para después golpear con fuerza su cabeza contra una de las paredes del cuarto.  El sujeto cayó al suelo desplomado creando un charco de sangre mientras su cuerpo se contorsionaba con espasmos involuntarios propios de un severo trauma en el cráneo.

-          Ultima oportunidad – dije.

-          No sé ni siquiera como se escribe, por favor.

Estaba perdiendo el tiempo, si esa pista había podido conseguirse, surgirían nuevas. Desenfundé mi arma volándole la cabeza para después salir de ahí. No había señales de Agostina ni de los posibles refuerzos de la banda, enfunde mi arma y me retire del lugar.

La noche había caído ya cuando llegue al cuarto de hotel, junte mi ropa junto con los guantes que había usado y los deposite en una bolsa de residuos, depositándola dentro de la mochila del baño. Debía ser quemada, debía despejar mi mente por lo que empecé una rutina de entrenamientos dándome luego un baño caliente. Poco tiempo el teléfono sonó – Agostina –anunciaba la pantalla, no tenía ganas de atenderla, pero no hacerlo implicaba que se levantarían sospechas.

-          ¿Que? – dije respondiendo.

-          Michael – dijo – tengo buenas noticias.

-          No estoy de humor Agostina, hay una noticia rondando los canales de mierda que se dedican a los rumores.

-          De eso te quería hablar, Ana está viva – dijo – está registrada bajo un nombre falso en el hospital Hernández, a unos minutos de la ruta que lleva a la propiedad de Eva Simmons.

Corte inmediatamente, me cambié y salí disparado al hospital. Al llegar me encontré con Víctor sentado solo en uno de los asientos, me senté a su lado. Lo más importante fue aclarado de inmediato, Ana efectivamente estaba bien.

Empezó a hacer una serie de preguntas y conclusiones ante las cuales me atrapo desprevenido, ignoro si fue porque lo de Ana aun me tenía con la guardia baja o si realmente sus conclusiones eran acertadas, pero por primera vez no supe siquiera que responderle.

Las horas pasaron hasta que un médico salió a nuestro encuentro, me observo primero a mí y luego a Mariza.

-          ¿Familia? – pregunto.

-          Si – respondió ella – él es parte de la familia.

-          La paciente se recupera según el pronóstico, sus signos vitales se estabilizan y parece que lo que haya causado el shock anafiláctico esta fuera de su sistema.

-          ¿Cuándo la podremos llevar a casa?

-          Si todo sale como lo tenemos previsto mañana en la mañana le daremos el alta y podrán llevarla a casa.

Mariza nos abrazó a ambos, se la notaba tan emocionada, agradeció a los cielos y pidió para ir a verla. Le negaron el acceso diciendo que efecto de las drogas recién estaba empezando a disiparse y que le avisarían ni bien despertara. El ambiente parecía mucho mas animado, la melancolía que tanto Mariza como Víctor mostraban parecía haberse esfumado. Pasaron años desde que los conocía y recién en estos momentos los tres concordábamos en un mismo sentimiento de paz.

Eran pasadas las tres de la mañana cuando llamaron nuestra atención, mariza dio un salto de su asiento – ¿le sucedió algo a mi hija? – dijo entonces, el medico negó con la cabeza mostrando una sonrisa tranquila. Había llegado el momento de dejarla pasar, uno en uno fuimos pasando, compartiendo con ella solo unos minutos. Me ofrecí para ser el último, no solo para que Mariza tenga el tiempo que necesitara, sino para pensar cómo es que reaccionaria.

Ya la habían pasado a una habitación común, era compartida pero no había nadie ocupando la otra cama. El ambiente era simplista, tanto las paredes, las camas, sillas y demás eran de un blanco algo sucio. Mas allá de eso a unos pocos metros podía verse un ropero de madera de un color rojizo que hacían juego con una pequeña mesita sobre la que se hallaba una lampara con una pantalla de color sepia bastante desagradable. La pequeña estaba charlando con Víctor, parecía tranquila casi como si ignorara lo grave que había sido su situación.

-          No pudimos jugar al ajedrez – dijo entonces

Su voz era el extremo opuesto de cómo es en sí, era apagada; triste y muy baja.

-          Ya abra tiempo – dijo Víctor sonriendo – cuando salgas mañana del hospital, iremos a casa y jugaremos hasta que te aburras.

Sonrió justo en el momento en el que su vista se fijó en mí, su rostro pareció iluminarse y su clásico – Muky – broto de sus labios. Víctor se levantó de la cama – te dejaré con muky mientras hablo con mamá – dijo entonces saliendo de la habitación y finalmente quedamos solos.

Anita levanto un brazo, llamándome con él mientras que su sonrisa parecía ser indeleble.

-          Hola pequeña – dije.

Me senté en la cama acariciando sus cabellos y pensando en lo cerca que había estado de perderla.

-          Muky – dijo

-          ¿Qué pasa pequeña?

-          Me duele el cuerpo.

-          Tuviste un día muy intenso pequeña

-          Quiero irme a casa.

-          Pronto pequeña, los doctores están haciendo todo lo posible para curarte.

Bajo su mirada, ahora cambiaba; su mirada reflejaba tristeza.

-          Tuve miedo Muky

-          Está bien pequeña – dije – todos tenemos miedos.

-          Mamá dice que tú nunca tienes miedo, que eres alguien único.

-          Tu mamá es una exagerada, todos tenemos miedos – dije acariciando sus mejillas – tuve miedo cuando me dijeron que estabas aquí.

-          ¿Qué es exagerada?

-          No importa, lo importante es que eres mi pequeña.

-          Te quiero muky – dijo abrazando mi brazo.

-          Trata de dormir pequeña.

-          No tengo sueño.

-          No importa, necesitas descansar – dije – duerme.

-          ¿Te quedas hasta que me duerma?

-          Claro pequeña.

Me acomode como puede a su lado y entre caricias en sus cabellos fue quedándose dormida sobre mi pecho.

Desperté de repente, miré mi celular; eran pasadas las siete y media de la mañana, tenía llamadas perdidas de Agostina. Me deslicé como pude sin despertar a la pequeña y salí al pasillo marcando su número, contesto casi de inmediato.

-          ¿Qué pasa?

-          Fuimos al lugar que te pase anoche – comenzó diciendo – malas noticias.

-          ¿Por qué no me avisaron?

-          No quería molestar – dijo – escucha esto es interesante, todos fueron acribillados.

-          ¿Que?

-          Si, todos fueron masacrados. No sabemos quién fue, no hay pistas de nada. Aunque hay un dato que puede resultar interesante.

-          ¿cual?

-          Parece que dos de ellos fueron interrogados con mucha violencia, por lo que todo parecería terminar en un callejón sin salida.

-          ¿Cuál es el dato interesante? – dije

-          Uno de ellos está vivo.

No respondí nada

-          Esta en un grave estado, ordene llevarlo al Hospital General. Cuando se recupere su declaración será valiosa para determinar porque William los quería eliminar.

-          Debería tener custodia policial – sugerí – ¿en qué habitación esta?

-          Esta en la trecientos tres, ya puse un agente de confianza – dijo – esta tarde será trasladado a un hospital policial donde este mucho mejor custodiado.

-          Bien – dije cortando.

¿Cómo era posible? Debía eliminar el cabo suelto antes de que hablara y se convirtiera en un problema ya consumando. Dejé a Ana al cuidado del hospital y me dirigí lo más rápido posible al Hospital General.

Realmente al llegar me esperaba mucha más custodia, podía ver a la seguridad del mismo hospital, pero más allá de eso no parecía haber presencia de La Federal o INTERPOL. Subí ascensor junto con un grupo de gente bastante grande, aunque ninguno parecía sospechoso, al llegar al tercer piso me encontré con que en la habitación tampoco había custodia ¿se encontraba dentro? Estudie la situación durante varios minutos mientras caminaba de un lado a otro simulando hablar por celular, si el sujeto hubiera ido al baño o por un café hubiera vuelto. Tras más de media hora decidí entrar a la habitación, tampoco había nadie adentro solo una persona acostada en la cama. Para mi sorpresa, era una mujer y de una edad ya avanzada. Tal vez rondaba los sesenta años, pero sea como fuera debía irme. La puerta se abrió y Agostina ingreso, me miro sonriendo mientras negaba mirando al suelo.

-          ¿Cómo esta Ana? – dijo

-          Esta mucho mejor, le darán el alta hoy.

-          Que bien – dijo

-          Vine a reforzar la seguridad del testigo.

-          Bien, gracias.

-          ¿Cuál es su estado?

-          Está en coma

-          ¿Había mujeres en lugar?

-          No

-          ¿Y quién es esta mujer? – dije – no parece tener señas de haber sido golpeada o torturada.

Hizo una mueca con la boca como si no entendiera la pregunta, se acercó a la cama y tomo una pequeña planilla que colgaba de la cama.

-          Se llama Mónica Salamanca – leyó – está en coma hace tres meses por un derrame cerebral.

-          ¿Qué tiene que ver esta mujer?

-          Sabes Michael, solo otra persona además de mi tenía esas coordenadas – dijo – luego desapareces y esta gente aparece masacrada.

-          ¿Me estas acusando de algo? – dije – puede ser que la información se haya filtrado a través de un espía entre tus hombres.

-          No creo – dijo – porque las coordenadas que te pase eran falsas por decirlo de alguna forma – no respondí, silencio incomodo – la llamada de William provenía de un teléfono público en plena capital.

Hizo una pausa sonrió levantando sus hombros y continuo.

-          El lugar de la masacre era un grupo de venta de drogas, en el momento en el que vos atacabas el lugar, mi equipo se encargaba de arrestar al comisario González y dar un golpe a la cúpula de la banda.

No dije nada, ella me observo y volvió a sonreír.

-          Aprendí mucho de ti, aprendí a pensar como lo haces vos y por eso te pregunto ¿Cómo crees que no me voy a dar cuenta si estas perdiendo el control?

No conteste, había caído en la trampa de Agostina y estaba en evidencia.

-          Por favor, no me obligues a liberar una orden en tu contra – dijo.

-          ¿Funciono en el pasado? – dije – operé durante años sin que las principales agencias del planeta pudieran detenerme o tener pistas contra mi siquiera.

-          Hace mucho tiempo de eso – dijo – y si bien tienes razón, hoy hay un elemento que hace algunos años no existía, Ana.

Volví a quedar en silencio

-          Puedes desaparecer el tiempo que quieras, pero tarde o temprano volverás a buscar a Ana y estaré esperando.

Se acerco a mi entregándome mi vieja placa de INTERPOL mostrando una sonrisa bastante arrogante.  Me estaba nombrando una especie de colaborador externo ¿a esto había sido reducido?

-          ¿quieres detener a este tipo? Me parece perfecto, pero lo haremos siguiendo la ley y por favor no me trates más como una estúpida.

-          Bien – dije

-          Tratémonos como iguales – dijo.

Nos dimos la mano y salimos de la habitación cuestionándonos cual debía ser nuestro próximo movimiento.