Historias De Oficina T2-11-

¿Michael Sellers o Víctor Vask? Ambos tienen demonios en sus pasados, lo importante es como los enfrentan

Capitulo Once

Finalmente había llegado el día, Anita había cumplido ya sus 18 años. Ese mañana me desperté con más ánimos que los de costumbre, uno de los objetivos a cumplir en el día era por lo menos iniciar un acercamiento con mi hija.

Prepare mi desayuno más temprano que lo usual, mi reloj apenas marcaba las seis de la mañana. La ausencia de Mariza y Ana siempre se había sentido; desayunar solo, comer solo, dormir solo…vivir solo. Por momentos me ganaba la depresión y debía ponerme a hacer cosas para poder apartarme, superarla, aunque muchas veces igual la sentía tocándome el hombro.

Lucio llego más tarde, desayune nuevamente con él para que no se sintiera mal de haber aparecido con galletitas de una Panadería cercana.

-          ¿Qué planes tenemos para hoy entonces? – comenzó diciendo.

-          El cumpleaños de Ana comienza a las cinco de la tarde, pensaba pasar por La Fundación antes de eso y hablar directamente con Mariza.

-          ¿Para qué? – interrogo.

-          Tuve una idea bastante interesante – anuncie sonriente – quiero unirme a su fundación.

Cerro los ojos con fuerza llevándose una de sus manos a ellos y tras negar con la cabeza volvió a mirarme.

-          Víctor sencillamente no creo que debas hacerlo.

-          Pero voy a donar una suma cuantiosa, solo pondré como condición estar involucrado en el proyecto.

-          Mariza no lo aceptará, no querrá recibir tu dinero.

-          No tiene otra opción, necesita de él. Seguramente el consejo de chicas que tiene dirá lo mismo.

-          Seré más claro, si haces eso pondrás a Mariza en un predicamento – explico con paciencia – lo único que harás será crear tensión entre ellas, vas a fracturar una relación.

-          Puede que tengas razón – dije tras un pesado suspiro.

Me quedo mirando de forma tan extraña que me intrigo, hasta que por fin hablo.

-          ¿Por qué no intentas integrarte a La Fundación de alguna otra manera?

-          ¿Cómo? – dije sin entender – me estás diciendo que ella no aceptara mi dinero.

-          Mariza lo tomará como un insulto, no solamente por el orgullo de tener que aceptar tu ayuda, sino por tener que mandar a callar a sus colaboradores cuando le digan que se equivoca con tal de tener lo que ofreces.

-          ¿Y entonces? – dije ya más enojado – no me queda más chances para acercarme a Mariza.

-          El problema de la fundación es un problema de estructura – dijo pensativo – ¿qué tal si les das algo para aliviar la situación?

No entendí, ni me molesté en responder.

-          Veras, todas las chicas permanecen ahí porque no tienen donde más ir – comenzó diciendo – pero si les damos una chance para que trabajen y se reincorporen al sistema, podrían irse y aliviar los gastos fijos de la fundación.

-          ¿debería crear un negocio para contratarlas?

-          Exacto, si lo presentas de esta manera Mariza lo verá con buenos ojos porque se entiende como una verdadera ayuda y no como un acto de dobles intenciones.

-          Necesitaremos dinero de igual manera y bastante.

-          Ven conmigo – dijo poniéndose de pie – nos vamos.

-          ¿Dónde vamos?

-          A recordar quién eres – respondió tendiéndome la mano.

Nos dirigimos a uno de los bancos más grandes de la ciudad, donde se encontraba la cantidad que necesitábamos.

La majestuosa sucursal del American Bank se alzaba ante a mí, ubicada casi frente a la casa de gobierno en una de las avenidas más transitadas de la ciudad daba un aspecto europeo a toda la zona. Su estilo era una mezcla entre el gótico y el barroco eclipsando a los edificios a su alrededor con su imponente presencia. Al descender del vehículo con lo primero que nos encontramos fue la hermosa escalera hecha de mármol de carrara que conducía a los clientes a una robusta puerta de roble traída directamente desde Italia. Al ingresar lo primero que puede admirarse eran los frescos que decoraban la cúpula central que resguardaba los numerosos escritorios donde atendían al público. La espera fue bastante corta, desde algún lugar alguien me vio conduciéndome a uno de los sectores VIP donde se manejaban las cuentas con mayor caudal.

-          Estás loco si cree que nos van a dar el dinero que dices.

-          Eso depende de ti, Víctor – dijo.

El encargado de cuentas se acercó sonriente ofreciendo un café que educadamente me encargue de declinar.

-          Directo al grano – dijo – ¿En qué podemos ayudarlo esta mañana Sr. Vask?

-          He decidido cerrar mi cuenta

-          Lamentamos mucho que haya decidido eso – respondió tras un segundo – ¿Hay algo en lo que fallamos para que decidiera eso?

-          Razones personales.

Dudo unos sin decir nada hasta que por fin continuo.

-           Señor Vask si esto tiene que ver con los resultados de las ultimas inversiones que hizo con nosotros, puedo garantizarle que estamos haciendo todo lo humanamente posible para resolverlo.

-          ¿Qué inversiones?

-          Sus inversiones Sr. Vask – su cara transmitía confusión a lo que nuevamente reviso su ordenador – nos dio para que controlemos acciones, bonos, letras del tesoro en Estados Unidos, compramos deuda en países emergentes y varios millones fueron a parar a la compra de cripto-monedas. Sabemos que estamos por debajo del margen que nos pidió, pero nuestro equipo económico garantiza que podrá cumplir con él.

-          Ya veo, mantendré la cuenta – dije entonces - ¿Cuál es el monto de capital disponible en esta sucursal?

-          ¿Sin contar las inversiones cierto?

-          Obviamente muchacho.

-          Por supuesto, disculpe – respondió accediendo al sistema desde una computadora nuevamente – veamos luego de los ingresos del pasado lunes usted dispone de treinta millones ciento treinta y siete mil quinientos setenta y nueve dólares con cuarenta y tres centavos.

-          Maravilloso, deseo retirarlos.

-          ¿Planea retirar todo? – dijo con cierta sorpresa.

-          Exactamente – dije sonriendo – en efectivo, por favor.

-          ¿perdón?

-          ¿Problemas de audición?

-          No señor, solo estoy sorprendido.

-          Pues recupérate y dame mi dinero.

-          Vera, señor Vask – comenzó diciendo – puede que haya un inconveniente con eso, nuestras políticas de gestión impiden soltar sumas tan grandes en efectivo.

-          Entiendo – dije cortante – Lucio llama al Dr. Phill y terminemos con esto.

-          Claro Sr. Vask.

-          Momento, momento, caballeros no hay necesidad de involucrar abogados si es algo que podemos resolver entre nosotros.

-          ¿Cuándo?

-          Podemos hablar con el gerente y el seguro que podrá darle una respuesta.

-          Pues dile que venga.

-          Deme un segundo – dijo tomando un teléfono sobre el escritorio.

Tal y como había pensado esta era toda una pérdida de tiempo.

-          Víctor – susurro Lucio – te diré porque vinimos justo a este banco.

-          ¿de qué hablas?

-          Cuando logres que el gerente del banco te llame, debes mostrarte seguro y lo más agresivo posible.

-          ¿Por qué?

-          Te lo contare cuando salgamos de aquí, simplemente dile que creías que los gerentes de este banco ya habían entendido a respetar el apellido Vask.

Me quede mirándolo sin entender hasta que el empleado llamo mi atención cuando finalizo la llamada.

-          Disculpe Sr. Vask me dijo que en estos momentos no tiene tiempo porque está en una importante reunión y que no cree que pueda resolver su problema hoy.

-          Vuelve a llamarlo y dile que más vale que tome la llamada en esta ocasión.

Dudo durante unos segundos, hasta que nuevamente volvió a tomar el teléfono apretando un botón de marcado rápido. Me levante de mi silla admirando la majestuosa decoración que me rodeaba mientras tomaba una bocanada de aire, Lucio me observo mientras asentía suavemente.

-          Sr. Vask – dijo el empleado – el gerente tomara la llamada.

Me acerque nuevamente al escritorio tomando el teléfono.

-          Vask – dije entonces.

-          Sr. Vask seamos sinceros, si hay algo que me disgusta es tener que interrumpir una de mis reuniones.

-          Pues si a mí me disgusta algo es discutir con un auricular, te espero – dije cortando ante la mirada incrédula del empleado – parece que ya tiene tiempo.

Pasaron algunos pocos minutos hasta que un hombre bastante más corpulento que yo se acercó no debía ser mucho más grande que yo, tal vez solo algunos años. Lo primero que destacaba era su elegante traje color plomo, me dio la mano derecha y con un pequeño movimiento hizo que el joven que me atendía se fuera.

-          Soy Emanuel Diaz gerente de este banco y creo que sabe que mi presencia ante usted ahora solamente es una muestra de cortesía ante un acto de presunción y bajeza

-          Que susceptible – dije en cambio.

-          Tomamos asiento.

-          No hace falta no estaré mucho tiempo más aquí.

-          ¿Quieres entrar en una batalla legal por cuestiones meramente burocráticas? – dijo cruzando los brazos ante mí.

-          No me importaría realmente.

-          Usted conoce la situación actual del país, conoce la disposición de las reservas y las medidas tomadas por el gobierno.

-          No me interesan – respondí – llama a otra sucursal, llama a tu sede en EE. UU., al Banco Central de la nación, pero consigue mi dinero o mejor aún consigue una línea directa con este último y seré yo quien lo gestione.

-          Los Vask eh – dijo con una efímera sonrisa – siempre creyendo que están por encima de la ley.

-          Exactamente – respondí con una sonrisa tan fugaz como la suya – es raro, sospechaba que era común entre ustedes los gerentes, saber que no se deben interponer entre los objetivos de la familia Vask

Lo vi cruzar sus manos a la altura de la cintura apretando la mano izquierda en repetidas ocasiones, fue casi por accidente que noté algo peculiar en lo que no había reparado hasta entonces, le faltaban dos dedos en aquella mano. Al sujeto se lo vio tragar con dificultad mientras asentía dando un paso atrás.

-          conseguiré el dinero y le informare hoy mismo cuando podemos llevárselo.

-          Excelente – dije tendiendo mi mano – sabía que llegaríamos a un acuerdo.

-          Si, señor Vask – dijo tomándola.

No dijo nada más, el hombre poderoso y desafiante simplemente había decidido llamarse al silencio. Lucio a mi lado sonreía mientras indicaba la hora, debíamos irnos aun debía pasar por la fundación.

Durante todo el viaje continuaba pensándolo una y otra vez recordando Lucio había elegido ese banco por un motivo.

-          Lucio

-          Si Sr. Vask – respondió.

-          Necesito que me lo expliques.

-          Víctor realmente no creo que sea lo mejor, estamos por llegar.

-          Por favor – dije – lo necesito.

Me miro por el espejo retrovisor y desviando la vista nuevamente al camino negó pesadamente mientras aminoraba la marcha.

-          Según me entere, un día el padre del hombre con el que hablaste y Lorenzo, tu padre tuvieron una fuerte disputa en el pasado.

-          ¿Con respeto a qué?

-          Su padre estaba realizando algunos negocios de dudosa reputación, en ciertos territorios dependientes de la corona británica.

-          ¿Cómo Bermuda?

-          Por ejemplo.

-          ¿Porque en esos lugares?

-          Porque si bien son países independientes dependen en gran medida de la corona, son básicamente colonias o satélites. Los grandes negocios se hacen entre caballeros en los cómodos asientos de Inglaterra, la razón es simple estos lugares están lejos de los radares y los controles. Por ejemplo, de los Estados Unidos.

-          ¿Qué cantidad de dinero era?

-          Su madre me contaba que eran más o menos doscientos millones.

-          ¿Y qué tiene que ver este tipo?

-          Tu padre estaba haciéndolo a través de testaferros, básicamente estaba lavando activos. Las operaciones fueron detectadas por este sujeto, un hombre honorable. Lo que hizo fue marcar las transacciones como sospechosas y dar informe a las autoridades.

Acelero subiendo la velocidad mientras salía de la autopista, estábamos por llegar.

-          Un hombre de tu padre fue a verlo con un bolso cargado con cien mil dólares, pero el sujeto no lo acepto. Lorenzo no lo tomo bien, le dio un día para pensar y fue a visitarlo personalmente, esta vez ordenándole que haga lo que decía.

-          ¿Qué paso entonces?

-          El hombre se mostró incorruptible y desafiante, la tercera vez que lo visitaron lo hicieron con armas. Ataron a la familia y lo amenazaron de forma directa, le dijeron que por cada semana que tardara en resolver todos los problemas que había causado le cortarían un dedo a su hijo mayor.

-          Tardo dos semanas – dije entendiendo entonces.

-          Si – dijo deteniéndose frente a la Fundación Márquez.

-          ¿Por qué nunca me lo contaste?

-          Su madre lo prohibió, yo mismo me negaba a creerlo durante muchos años. Cuando el gerente se presentó ante ti y lo vi entendí que todo era verdad.

-          ¿No pasó nada tras el ataque?

-          No – dijo mirando al suelo – la época dorada de los Vask fue la de Lorenzo.

-          ¿Por qué querías enseñarme esta parte de mi pasado?

-          Porque me preocupo como te estas manejando, Mariza te juzgara por tu pasado – dijo mirando el enorme edificio frente a nosotros – concéntrate en tu presente y cambiaras tu futuro.

Bajamos del auto entrando por la gran puerta principal, nos acercamos a la oficina de Mariza y pedimos audiencia.

-          Lo siento, pero Mariza esta reunida con La Mesa – contesto la secretaria.

-          ¿Mesa? – susurro Lucio.

-          Son un grupo de chicas que la acompañan desde el comienzo – susurre.

-          ¿Necesitan algo más?

-          Si – dije – Señorita es muy importante que hablemos con Mariza.

-          Sr. Vask – comenzó con voz tranquila y pausada – Mariza sabe de su presencia, apenas termine lo hará entrar. Puede tomar asiento y esperar o puede volver más tarde.

-          La Esperare – respondí cortante.

Durante la estadía en esa maldita sala de espera tuve tiempo suficiente para poner varias cosas en orden, sabría qué haría con todo el dinero. Me faltaba saber dónde y como pero ya casi estaba resuelto. Crear una marca de ropa orientada al común de la gente enfocándome mayormente en el público femenino y levantaría las bases de un nuevo y próspero imperio.

Tras dos horas la puerta seguía sin abrirse, había estado usando los contactos de Lucio para encontrar una empresa que se dedicara a crear un logotipo de la nueva empresa. Lo único que faltaba era definir donde podría llegar a ubicarse, pero imaginaba que podría llegar a pensar algo cuando estuviera frente a Mariza y sus chicas.

-          Tengo un buen logotipo – comento Lucio.

-          Haber – le dije ya bastante aburrido.

Se trataba de un fondo de un fuerte color carmesí en el que una figura femenina sostiene un orbe entre sus finos dedos.

-          Solo falta un nombre – dijo.

-          He estado pensando en uno – dije sonriente – Liberté

-          ¿Liberté?

-          Es en francés.

-          ¿Porque en francés?

-          Libertad, igualdad y fraternidad – dije – son los valores revolucionarios que se extendieron por Europa y América.

-          ¿Crees que a Mariza le guste?

-          Me tiene sin cuidado – dije sonriente – a mí me gusta.

Los minutos siguieron pasando hasta que finalmente me aburrí demasiado de esperar, me levanté de mi silla y haciendo caso omiso a la secretaria que se volvía loca por detenerme entré a la oficina donde estaba todas las chicas reunidas. Inmediatamente todas guardaron silencio y quedaron mirándome.

-          Lamento interrumpir su junta – dije cuidando mis palabras.

Era la primera vez que estaba en ese lugar, evidentemente Mariza era austera cuando se trataba de cosas para ella misma. Era una oficina bastante pequeña, ella y “su mesa” estaba todas compartiendo el mismo escritorio cada una con su propia silla.

-          ¿Sí? – dijo Mariza.

-          Tengo una idea para discutir con ustedes.

-          Víctor se te pidió que esperaras afuera – respondió.

-          Llevo casi tres horas esperando, es casi mediodía y continuo en el pasillo.

-          Estamos debatiendo temas importantes.

La secretaria finalmente se animó a interrumpir dando dos golpecitos en el marco de la puerta

-          Disculpe Srta. Márquez, no pude detenerlo – dijo – ¿Quiere que llame a seguridad?

-          No hace falta, puedo manejarlo – respondió luego de mirarme un segundo – cierra la puerta por favor.

-          Si, por supuesto – dijo retirándose.

Desde que Mariza y yo nos habíamos puesto a hablar en casa, nuestra relación había mejorado bastante, al punto que podíamos ya mantener un dialogo, aunque sea durante algunos momentos.

-          Seré honesto con ustedes señoritas – comencé diciendo – en primer lugar, había tenido la idea de hacer una donación cuantiosa, pero luego lo descarté y decidí iniciar un proyecto.

-          ¿Por qué? – opino Mariza

-          Porque no resolvería nada, seria cuestión de tiempo hasta que estuvieran en el mismo problema.

-          Somos perfectamente capaces de llevar esta fundación adelante – dijo una

-          ¿y porque está colapsando?

-          El hackeo nos dejó en Bancarrota – dijo Mariza – hacemos todo lo posible para resolver las cosas.

-          ¿Y funciona?

-          De momento no del todo bien – comento una de las chicas.

Mariza la miró con muy mala cara mientras volvía conmigo.

-          ¿Qué idea tienes?

-          El problema de La Fundación es en sí como esta administrada, las chicas se quedan aquí porque no tienen donde ir, lo que genera gastos.

-          ¿Pretendes que las echemos a la calle? – dijo alguien

-          Obviamente no.

-          Víctor – dijo Mariza – estas chicas han pasado un infierno en vida, cuando se sientan listas podrán irse. Hasta entonces hare todo lo que este en mi alcance para ayudarlas.

-          ¿Qué tal si yo te dijera cómo? – reinó el silencio – mi idea es poner una empresa textil, podemos contratar a las chicas estén listas para reintroducirse en sociedad.

-          Víctor… – estaba por empezar nuevamente Mariza.

-          Se lo que vas a decir, pero antes tienes que ver el panorama completo – me Defendí – si las chicas están en condiciones, tener un trabajo las ayudara a volver al mundo real. Estamos hablando de que recuperen su dignidad, sus valores y sus principios.

Ninguna dijo nada, el silencio se mantuvo mientras se miraban entre ellas o evitaban mirarme a mí. Mariza miraba sus papeles, quedo unos minutos con la mirada perdida hasta que finalmente pidió a toda La Mesa que se retirara y nos dejaran solos. La mayoría de ellas me miraba de muy mala manera – deben pensar que le estoy llenando la cabeza – pensé mientras les mostré una sonrisa.

-          Adiós, chicas.

Esa había sido una frase bastante acertada, solo que hasta ese momento no lo sabía. Era increíble y muy divertido como se habían desenvuelto las cosas.

¿Quién hubiera pensado que nos encontraríamos en esta situación? Hacía años que no compartíamos intereses en común y ahora esta estaba a punto de introducirme lentamente en SU fundación.

-          Bien, mejor solos – dije divertido.

-          Escúchame – respondió – conozco los gastos que manejamos, conozco cuanto come cada chica, se cuánto dinero se va por mes y…

-          ¿Y entonces?

-          ¿Y entonces qué? – respondió esta vez un tono más agresivo.

-          Mariza si le das a una persona los alimentos, vivienda, comodidades como tener internet, agua caliente, televisión y demás ¿Por qué se iría alguna vez?

-          ¿Qué sugieres?

-          La fundación debe optimizarse en el sentido económico, el tiempo que cada chica tiene para permanecer aquí debe ser limitado.

-          ¿Quieres que las dejemos en la calle? – dijo cruzando los brazos – ¿Qué harán de sus vidas hasta que consigan un empleo o una vivienda?

-          Por eso digo que tomaremos a las chicas que estén listas, trabajaran en mi empresa durante el primer mes y luego con el dinero suficientes podrán irse a reiniciar sus vidas.

-          ¿y el resto?

-          Si las cosas salen como pienso podría tomar a todas las que se quedaron.

-          Las únicas que podrían llegar a iniciar esto de irse es La Mesa, son las únicas con el dinero disponible.

-          ¿La Mesa cobra un sueldo?

-          Y si, son colaboradoras de La Fundación.

Todo se resumió en un debate en un debate en el cual yo defendía que si La Mesa cobraba un sueldo no deberían seguir estando en La Fundación, frente a la mirada infantiloide que Mariza tenía sobre cómo manejar la situación y el porqué de su falta de acción ante el evidente hecho que se estaban aprovechando de ella. Decidí tomar cartas en el asunto y pedirle que me dejara manejarlo. Dándoles a la “celebre” Mesa tan solo una semana para que consiguieran un nuevo hogar antes de exponer su corrupta manera de pensar frente a todas sus compañeras. Lo primero que a todo el mundo se le podría venir a la cabeza frente a este tipo de medidas es ¿Cómo me atrevo yo a hablar del respeto a las instituciones? Bueno digamos que soy alguien que conoce a la perfección el camino que lleva de la honradez a la falta de integridad.

Pasamos las horas solo debatiendo sobre qué hacer con la nueva mirada que La Fundación podría tener, almorzamos en su oficina mientras poco a poco nos enfrascábamos más en cuestiones personales. Mariza me comentaba que gran parte de la organización de la fiesta había sido por obra de Eva, sin duda la responsable de que las cosas siguieran en curso. Hacía ya varias horas que Lucio se había ido mientras que nosotros seguíamos ahí.

-          ¿Estas tomando alguna medicación?

-          Si algo así – dije – me ayuda a relajarme.

-          No me habías contado.

-          No es algo para estar orgulloso.

Sonrió posando su mano en la mía mostrando calidez desde hacía no sé cuánto tiempo.

-          Me alegra que por fin podamos dejar de pelear y discutir – dije.

-          A mí también, han pasado muchas cosas entre nosotros ¿sabes? – dijo sacando su mano – ¿Sabes llegar a la hacienda de Eva?

-          ¿Tengo que preguntar en los alrededores por una ninfómana?

Intento contener la risa hasta que finalmente se le escapo – puede ser que con eso baste – respondió.

-          Si, no te preocupes – dije – Lucio me llevara.

Era increíblemente tarde, nos despedimos mientras salíamos de La Fundación, ella se fue en uno de sus vehículos mientras yo aguardaba a un taxi

-          ¿Quieres que pida que te lleven?

-          No, tomaré un taxi – dije.

-          ¿Qué tendrá que ver Víctor Vask con los taxis?

-          Podemos decir que es solo cosa de acostumbrarse.

Sonrió subiendo el cristal y dio un corto saludo con su mano, tras casi una hora por fin llegaba a casa.

Las cosas se habían complicado más de lo que hubiera pensado, las horas pasaron tan rápido que me di cuenta de que no podríamos llegar a la estancia a tiempo por lo que simplemente usamos un contacto conocido que teníamos y fuimos hasta el centro de la ciudad tomando un helicóptero.

Michael

Permanecía en mi lugar presionando mis dedos contra mis cienes, hasta que un brote de rabia surgió en mi interior dando un fuerte golpe contra la mesa sobresaltando a todos a mi alrededor. Una de las camareras se acercó para ver si algo me sucedía no le conteste, solo saque un par de billetes dejándolos junto a las tazas antes de retirarme.

-          Disculpe señor, espere su vu…

-          Quédese con el – dije sin darme vuelta.

Llame a Agostina y le pase los nombres de los tipos que debía buscar, remarcándole que era fundamental una pronta respuesta. Llamo pocos minutos luego diciéndome que debíamos encontrarnos en su oficina para que nadie notara que había tomado legajos del archivo general, por lo que tuve que ir hasta allá por seguir las estúpidas reglas.

las puertas se abrieron para mi sabiendo que para esos guardias era como si jamás hubiera llegado, la información estaba repartida en dos pequeñas carpetas de ese marrón tan burdo y desagradable, aunque al intentar tomarla.

-          Espera – dijo poniendo su mano sobre ambas carpetas.

-          ¿Qué?

-          Quiero saber que está pasando.

-          Te lo contare más adelante, cuando tenga más certezas.

-          No – respondió firme, alejando la información de mí – me lo contaras ahora, con las certezas que tengas.

La sorpresiva reacción de Agostina era algo que no esperaba, aunque podría decirse que se lo debía. Se había ganado a pulso la confianza que tenía depositada en ella, siendo para todos en mi antigua oficina de INTERPOL mi mano derecha.

-          Por favor – dijo entonces – creo merecerlo.

Dude durante unos segundos estudiando la situación ¿Qué debía contar? Si las cosas se complicaban necesitaría de toda la ayuda disponible, por otra parte, una pizca de verdad de más podrían hacer que empiece una campaña contra mí. De cualquier manera, ella tenía razón, se lo merecía.

Le di una explicación de que se supone que era The IAF, omitiendo en su gran mayoría solo las cosas que podrían llegar a incriminarme en un futuro reduciéndome a un simple sigue ordenes que no tenía ningún tipo de autoridad o decisión entre las cosas que se hacían o no.  Se quedo mirándome con una expresión rara en su rostro, parecía que no me estaba creyendo nada. Hasta que finalmente se hecho a reír usando una de sus manos para tapar su sonrisa.

-          ¿Estas jodiendome no? – dijo entre risas – ¿es eso?

-          ¿En todos estos años que nos conocemos cuando me viste hacer chistes? – respondí cortante.

Volvía a mostrarse seria, su sonrisa se había desvanecido tan vertiginosamente que parecía que le costaba asimilar las cosas que le había contado.

-          Si todo esto es cierto – comenzó diciendo – ¿significa que estas entregándote?

-          Podría ser – dije – si tuvieras algún tipo de evidencia de todo lo que he dicho.

Tome una de las carpetas mientras dejaba que ella intentara digerir lo que acababa de contarle, ahora ya sin nadie que me respalde tenerla de mi lado no solo era bueno, sino necesario.

-          No quiero ayudarte a matar gente inocente – dijo en un momento.

-          Ni lo harás, porque vamos a detener a William.

-          ¿Por qué se la toma con Ana?

-          Porque es un maldito enfermo – dije – ¿puntos en común entre los dos objetivos?

Se quedo congelada un segundo hasta que finalmente dejo escapar una leve sonrisa – muy pocos – agrego. Di un suave pero contundente suspiro impacientándome ante una respuesta tan insuficiente.

-          Ambos son miembros de la ONU – dijo entonces – Richard Frederick Jonhson es representante por Estados Unidos en el Consejo de seguridad mientras que Sergei Tchernenko es presidente de la Asamblea General.

-          Dios – escapo de mí, mirando sus fotos – ¿Qué mierda quiere con estos tipos?

-          El puesto de Secretario General se elige según los integrantes del Consejo de seguridad cada dos años, Sergei es el primero de nacionalidad rusa – dijo tomando una de las carpetas – ¿ves? Te prepare una lista completa con cada uno de ellos.

-          Johnson es miembro del consejo permanente, podría haber puesto un veto a la moción para que no se nombrara a Tchernenko.

-          Así es – asintió – todos pensaron que sucedería eso, pero votó por él.

Baje mi cabeza extrañado ¿Qué mierda tenía todo esto que ver con William? Fuera lo que fuese debía encontrar alguna oportunidad para sacar a Ana y Mariza del rango de acción de este mal nacido.

Nos quedamos durante bastante tiempo estudiando grabaciones de horas y horas de discursos tanto de un lado como del otro. Buscábamos posibles puntos en común, pero siempre era los mismos; Paz, igualdad, seguridad y bla bla bla. Era pasada la media noche cuando nos fuimos de su oficina, Agostina me llevo a uno de estos lugares de comida rápida de veinticuatro horas y pedimos algo de sea lo que fuera que cocinaban ahí.

-          ¿Mañana es la fiesta de Anita? – dijo limpiándose los restos de comida de sus labios.

-          Si – dije ahora sonriente – increíble pensar que cumpla ya los seis.

-          Tengo lo que pediste – dijo sacando un pendrive de su bolso – me debes una, no fue fácil.

-          Gracias – dije recibiéndolo sonriente – ¿lo viste?

-          Si, se ve perfecto. Creo que le va a encantar, es un lindo regalo de cumpleaños.

-          Si.

Me quede pensando mientras me invadía algo que rápidamente se esparcía por mi pecho, una sensación fría, veloz y vacía arrasaba dentro de mi sin que supiera contenerla.

-          Lo detendremos a tiempo – dijo entonces Agostina tomando mi mano – nada le sucederá a ninguna de ellas.

Asentí poniéndome de pie – tiempo de irse – trago de forma apresurada y torpe tomando un trago de la asquerosa bebida gasificada y dejo el dinero sobre la mesa. Condujo a través de un viaje completamente en silencio, cada tanto me decía algo, pero sus palabras llegaban como un susurro a mis oídos. Me dejo en mi departamento tiempo después, me puse a revolver el lugar, escondido en un viejo zapatero que ahí había dentro del armario saqué la caja de acero, llevándomela a la cama. Poniendo la respectiva contraseña esta se abrió dejándome ver las fotos de la pequeña, sonreí mirándolas una y otra vez. En esta ocasión llegue hasta un pequeño sobre en el fondo de ella; Laboratorio de análisis clínico y genético Cuenca del Plata, lo observe durante unos segundos, permanecía cerrado. Volví a guardar todo y me fui a dormir.

Me vi en un sitio extrañamente familiar, a mi lado el resto de los IAF permanecían firmes e imperturbables haciendo junto conmigo dos hileras paralelas. Acabábamos de volver de nuestra primera misión en el sudoeste asiático.

Nuestro comandante William Taylor acababa de llegar, con pasos firmes y contundentes se acercó a mí.

-          Saludos capitán Michael – dijo sonriente deteniéndose a mi lado – ¿disfruto Camboya?

-          Si señor – respondió – el clima es agradable.

-          Apuesto que si – respondió con alegría.

Fue saludando a todos y cada uno de nosotros, estábamos relajados ante su presencia. Todos habíamos sido seleccionados por él, salvados, nos dio a todos una segunda oportunidad.

Fue cuando llego ante Max, quien tenía un enorme golpe en su ojo derecho.

-          ¿Estás bien Max?

-          Si, señor – respondió de forma inmediata – sufrimos un contratiempo.

-          ¿contratiempo? – la sonrisa se desvaneció.

Me observo durante un segundo acercándose nuevamente – ¿Algo que reportar capitán?

-          Fue mi culpa comandante – dijo Max interrumpiéndolo

-          ¿Te llamas Michael? – dijo esta vez en un tono agresivo.

Max bajo la cabeza, permaneciendo nuevamente firme.

-          Estoy esperando capitán – dijo entonces.

-          Si, señor. Max cometió un error duran

-          ¡NO! – dijo gritando en esta ocasión.

Guarde silencio, mis hombres también. William nos observaba, aunque se centraba más en mí.

-          Eres capitán del escuadrón, si Max no pudo hacerlo es tu responsabilidad. Tu plan de acción fallo y causo que expusieras la vida de tus hombres.

-          Si, Señor – dije bajando la cabeza.

-          Pídeles una disculpa a tus hombres.

Lo mire sorprendido, lo decía en serio. Observe a cada uno de mis hombres manteniéndome firme.

-          Siento haberles fallado, no volverá a repetirse.

Ellos se miraban unos a otros hasta que simplemente asintieron tras ser observados por William.

-          ¿Qué sucedió?

-          Lo detectaron, de todas maneras, solo fue nuestro objetivo. Como usted nos ordenó parece como si hubiera sido solo un accidente.

-          ¿seguro que nadie más lo vio?

-          Seguro, era un punto ciego en las cámaras. Fácil y rápido.

-          Eso sería si no hubieran cometido errores – dijo en cambio – cámbiense, quemen esa ropa y coman algo.

-          Si, señor – respondimos como una voz.

Dimos media vuelta y sin romper formación nos dispusimos a retirarnos.

-          Capitán – dijo entonces – usted no, quédese un segundo.

Espero a que mis hombres se hayan retirado para finalmente sacar unas fotos que tenía oculta en su ropa.

-          Debe ir a Sierra Leona, tienen un nuevo objetivo.

-          Son niños, señor – dije confundido.

-          Si, Bethuel de ocho y Senate de seis.

Básicamente eran hijos del presidente recientemente derrocado, al parecer mientras estos críos vivan los enemigos del actual gobierno podrían usarlos como un estandarte en el que los opositores al nuevo régimen se reunirían para iniciar una nueva guerra civil.

Permanecí confundido sin objetar nada hasta que fue el quien rompió el silencio que se había creado entre nosotros.

-          Si tiene alguna duda dígamela ahora.

Pensé durante unos segundos tratando de resumir todo a lo más obvio – ¿Por qué?  – concluí finalmente.

-          ¿En qué beneficia esto a Inglaterra?

-          El actual gobierno es más cooperador a nuestros fines y su majestad considera que una vez resuelto el inconveniente todos disfrutaríamos de acuerdos muchos más fructuosos.

-          ¿Solo es por el comercio comandante?

sonrió dejando escapar una fugaz risa, coloco una mano sobre mi hombro y tras unos segundos dio dos cariñosos golpes en mi mejilla con la palma de su mano.

-          Está aprendiendo capitán – dijo guardando las manos en su bolsillo – realmente esa es la versión para los africanos, Alemania tiene intereses en Guinea. Necesitan un puerto para sacar una línea de comercio de diamantes.

-          ¿Crearemos una línea segura para una potencia extranjera?

Sonrió mostrándose despreocupado, froto sus manos y coloco una de ellas en mi hombro – con el tiempo – dijo – entenderá que es mejor tener a un competidor distraído agradeciéndonos antes que a uno observándonos – continuo – Alemania tiene bajo su ala ciertas posesiones – dijo sonriente – que serían de gran interés para su majestad.

-          ¿Pero…niños Señor?

-          capitán, capitán – se apresuró a decir – intente verlo de esta manera, no son personas son simplemente…objetivos – dijo sonriente tras pensar unos segundos.

Desperté entonces, eran pasadas las cuatro treinta de la madrugada. Intenté una y otra vez volver a dormir, pero indudablemente no lo conseguí, me levanté empezando con una rutina de ejercicios. Poco tiempo después caí rendido completamente exhausto, la traspiración brotaba de mis poros cayendo al sucio suelo de madera roída y vieja – finalmente llego el día – pensé, ese día era la fiesta de Ana. Eran pasadas las seis de la mañana cuando llame a Agostina.

-          Hola – contesto con algo de agresividad.

-          ¿estabas durmiendo?

-          Aunque lo hubiera estado me abrías despertado igualmente – contesto de forma seca – ¿Qué pasa?

-          Pensaba pasar por ahí tal vez podríamos estudiar un poco más la situación y luego me ya me iré a La Fundación.

-          ¿Sabes dónde vivo?

-          Nos vemos en unos minutos – dije sonriente.

Me di un baño rápido y salí disparado a la calle circundante al hotel donde tome un taxi que me llevo bastante rápido hasta una conocida cafetería de la zona – deme cinco minutos – indique mientras me bajaba. Entre al lugar ordenando dos cafés negros, algunos sobres de Stevia para ella y algunas cosas dulces que contuvieran algo dulce de frutilla. Minutos más tarde llegaba a su departamento dando dos pequeños golpes a la puerta – momento – se escuchó responder, el tiempo pasaba y seguía ahí esperando con la bandeja con ambos cafés enfriándose, golpee nuevamente – dame un momento – respondió esta vez más enojada. Tuve que esperar durante un tiempo más hasta que finalmente abrió, haciendo una simple seña como invitación.

Vestida con una camiseta roída, unos shorts azules y el cabello aun mojado asintió a modo de buenos días tomando uno de los cafés negros.

-          ¿acabas de bañarte?

-          Vaya, eres todo un genio – dijo de mala manera.

-          ¿Pasa algo?

-          Lo lamento – dijo entonces – no esperaba que me despertaras a esta hora, nunca entendí como haces para dormir tan poco.

-          Supongo que es así cuando te acostumbras – dije – ¿no entras a las nueve?

-          No entro a las ocho, estoy al mando tengo que imponer el ejemplo – respondió terminando su café – Me acosté tarde revisando un caso que no puedo resolver.

-          ¿De dónde sacaste esa regla?

-          De ti – respondido bostezando

Era la primera vez que pisaba ese lugar, es extraño pensar que a pesar de la camaradería que tuvimos en el trabajo no la hubiera tuviéramos tenido en la vida diaria.

El Departamento era pequeño con un living de un color salmón tirando más al rosado, con una mesita ratona en el centro de la misma que era de un color castaño tan oscuro que bordeaba el azabache y abultados sillones de colores vivos que la rodeaban. En un lateral de esta se encontraba la cocina prolijamente ordenada hasta el más mínimo detalle, nuevamente lleno de colores. Sobre la esquina más alejada de la puerta, se hallaba la cocina con una pava sobre ella. El olor a café inundaba el ambiente, me había adelantado a su idea.

Pensé que tal vez debería ayudarla con el problema que estaba planteándome, quizá ayudándola a ella, podría ayudarme.

-          ¿Quieres que lo revisemos?

-          ¿Seguro?

-          Claro, ayudara a despejar mi mente.

El caso era relativamente simple, algún desgraciado había matado a una mujer de unos treinta años, bastante desagradable el asunto. El agresor había ingresado al domicilio junto a un acompañante estando ambos armados, dentro de la casa se hallaba la víctima, su madre y un fiscal amigo de la familia. Todos fueron reducidos y amordazados en la sala, les pusieron vendas, tomando a la víctima como rehén. La madre loca de desesperación se revolvió lo suficiente para poder soltar una mano y arrancarse la venda justo en el momento en el que veía como le volaban la cabeza a su hija con una escopeta de dos cañones a quemarropa.

Se desconfiaba de muchas personas, siendo el novio el principal ya que los demás eran; su madre y el fiscal que apenas si tenía relación con la víctima. Examinamos cuartadas, pistas, fotos de los forenses y papeles de la occisa hasta que finalmente miramos que algo no tenía sentido. El novio no estaba declarado ni siquiera como beneficiario, si algo le sucedía a la mujer no iba a obtener un solo centavo. El sujeto en cuestión era alguien que parecía no tener que destacar, solo que unos pocos años más grande que ella. En ese momento se hallaba a más de mil kilómetros de distancia en una junta de negocios en el vecino país de Brasil.

No iría a la fundación a encontrarme con Mariza, me quedaría ayudándola a ordenar prioridades y aclarar las distintas cosas. Extrañaba una vida con desafíos, con distintos objetivos a resolver; como el caso de la mujer que estábamos mirando, creo que dentro de mi mente se había generado un campo de batalla con dos claras y distintas ideas.

-          Michael – dijo sacándome de los pensamientos – te estoy hablando.

-          Lo siento – dije – ¿Qué pasa?

-          ¿quieres otra taza de café?

-          Claro.

Tomó la taza dejándola sobre un apoya vasos en la mesita ratona frente a mí. Se acurruco sobre su sillón con las piernas debajo de la cola y tras dar un pequeño soplido tomo un breve sorbo.

-          Extrañaba compartir estos momentos contigo – dijo entonces, no respondí – una y otra vez se me viene una cosa a la cabeza.

-          ¿Qué cosa?

-          Ayer cuando me comentaste todo esto de tus compañeros, me quede pensando en lo que significó para ti. Siendo como eres, debieron ser extraordinarios.

-           Lo fueron – respondí.

Sonrió mirándome por unos segundos – ¿Crees que hubiera podido acercarme a ese nivel? – pregunto confundiéndome.

-          Eres una gran mujer y una mejor agente, sin duda alguna si hubieras tenido el entrenamiento adecuado no tendrías nada que envidiarles.

Sonrió con indudable felicidad dando un nuevo sobo a su café, aunque era mentira. Agostina estaba a años luz de los niveles de los IAF, pero más allá de eso ella no tenía la mente suficientemente fuerte para eso; No quiero ayudarte a matar gente inocente, esa frase lo exponía. Agostina era en términos estrictamente profesionales opuesta a los IAF con más sensibilidad, con más empatía, con más humanidad.

-          ¿Qué valor tenía el seguro de vida de esta mujer?

-          Ohh – dijo cansada – ¿no puedes relajarte unos minutos?

Se puso nuevamente a rebuscar entre los papeles, leyendo de forma rápida mientras me espiaba de momentos como si esperara que dijera algo.

-          Acá esta – dijo entonces – son ciento cincuenta millones de dólares.

-          Ya veo – dije pensativo – ¿alguien entro o salió de la casa durante la investigación?

-          No, hay vigilancia permanente en la casa. Nadie pudo haber salido o entrado de la escena del crimen.

-          En el video que vimos se ve que escapa solo uno de los ladrones – dije – ¿Dónde está el otro?

-          La madre dijo que se separaron cuando escucharon las sirenas de la policía, abra salido por algún punto ciego en las cámaras.

-          ¿Como? – dije completamente negado – ¿cómo saber que hay un punto ciego y saber cómo aprovecharlo en un beneficio sin ayuda interna?

Me puse a revisar los papeles hasta que encontré el informe emitido por la Policía Federal, donde se detallaba la hora del llamado de emergencia y cuánto tiempo habían tardado en responder.

-           Mira esto – le dije señalándolo – la policía recibió la llamada de socorro a las veintidós treinta y dos.

-          Si, a las veintidós cuarenta la policía se apersono en el lugar – leyó – ¿Qué tiene que ver?

-          ¿Por qué la madre está viva? – dije – pudo soltarse, se quitó la venda y se las arregló para llamar a la policía ¿Por qué no está muerta?

-          ¿quizá tenían miedo de fracasar y no querían sumar más tiempo a su condena?

-          ¿Fracasar en qué? – dije regañándola – acababan de matar a su objetivo de una manera grotesca

-          Quizá son profesionales y no les intereso.

-          Si fueran profesionales no se abría soltado la madre, no hubieran alertado a la policía y definitivamente no hubieran dejado testigos – remarque – No, acá hay algo más, ellos querían un testigo.

-          No tiene sentido – respondió – ¿Por qué?

Pensé durante unos segundos mientras repasaba el historial familiar, prácticamente estaba limpio. Aunque algo llamo aún más mi atención, la difunta había contraído a través de Nación un préstamo desorbitante para pagar deudas vencidas y sueldos atrasados de varias empresas que tenía. El fiscal declaro que se encontraba allí justamente para intentar hablar y tratar llegar a un acuerdo que beneficiara a ambas partes.

-          ¿Tenemos un plano de la casa?

-          Si – dijo rebuscando entre los papeles – aquí tienes.

-          Bien, nos vamos.

Agostina no entendía absolutamente nada, se cambió, maquillo y tomo su arma junto con su placa en un tiempo respetable.

Rumbo hacia el lugar de los hechos se comunicó con la Policía Federal dando instrucciones de a donde íbamos y que necesitaríamos algún refuerzo. Cuando llegamos efectivamente nos estaban esperando en la puerta, Agostina se apresuró a saludar a sus camaradas mientras yo me concentraba solamente en la casa – él es Michael, es un colaborador externo.

-          Buenos días – dijo uno de ellos ofreciendo la mano

-          ¿Tiene el video de cuando entran a la casa? – dije sin darle importancia.

-          Si, claro.

El sujeto retiro su mano un poco consternado asintiendo a mi pregunta, le hizo una seña a uno de sus agentes. Ingresamos en la casa y nos pusimos a registrarla, a pesar de las quejas de uno de esos tipos diciendo; ya la revisamos más de tres veces.

-          ¿La casa estuvo en refacciones?

-          Por cuarta vez sí, ya lo explicamos – soltó uno de repente – La madre conto que hacía dos semanas se hizo una refacción por un incidente.

-          Quiero ver la grabación otra vez.

-          Michael, es difícil defenderte ya – dijo en un susurro suplicante – ¿Qué buscamos?

No respondí solo pedí que empezaran a reproducir el video, era un fragmento de apenas unos segundos. Los dos sujetos entraban a la casa por la puerta principal, parecían no prestarles atención a las cámaras de seguridad y luego finalizaba el fragmento.

-          Otra vez – dije.

Nada destacable

-          Otra vez – dije.

El oficial me dio una mirada desaprobatoria y reprodujo nuevamente.

-          Otra vez

-          ¿Esto tiene algún fin? – dijo finalmente.

-          ¿Tenemos una lista de los empleados de la casa?

-          ¿para qué?

-          ¿Qué tal si no son dos hombres? – no respondieron.

Revise el plano que me paso Agostina y analice cada la habitación ¿una reforma por algo de imprevisto? En medio de los problemas que había ¿Cuál era ese imprevisto que era tan importante?

Me comencé a mover por la casa revisando cada una de las habitaciones, entre en la cocina y la revisé mientras atrás tenia a todo el grupo de ineptos que no dejaban de quejarse. Este tipo de situaciones por las que no respetaba a casi nadie de las distintas organizaciones de las mal llamadas fuerzas de la ley. Camine de un lado al otro en tres ocasiones mientras revisaba cada una de las paredes.

-          Esta cocina debe medir diez por siete, es decir debería ser un rectángulo

-          ¿y? – dijo agostina

-          Mide ocho por siete, es casi un cuadrado.

No respondió, mire el plano una vez más si lo que creía era cierto debía ser la pared norte o.… acaricie la suave superficie dando pequeños golpecitos; nada, nada, nada.

-          ¿Qué es todo este circo? – dijo la persona que estaba al mando del pequeño grupo.

-          Caballeros – dijo Agostina – este hombre estuvo al mando de la oficina Nacional de INTERPOL generando un porcentaje histórico de casos resueltos – dijo con cierta malicia en su sonrisa – ¿Qué han logrado ustedes caballeros?

Ninguno respondió o quizá sí, pero no me moleste en escuchar la respuesta, no lo sé.

-          Muevan ese librero – ordene.

El mueble en si era una hermosa pieza de arte, parecía ser de caoba de un color intenso y vivo. Estaba lleno de libros de cocina y demás cosas inútiles, igualmente Agostina enfatizo en que tuvieran cuidado de no romper nada.

Recorrí la cocina buscando algo idóneo para el trabajo, tomé un palo de amasar de mármol levantándolo sobre mi cabeza y bajándolo con fuerza contra la pared.

-          ¿Qué estás haciendo? – dijo Agostina sujetándome justo a tiempo.

-          Resolviendo las cosas.

-          ¿De que estas hablando?

-          ¿Confías en mí? – dudo por un segundo – suéltame.

Me miro a los ojos mantenido la vista en mí ¿intentaba persuadirme de algo? No, no lo creo, Agostina es inteligente y decidida. Estaba determinando si estaba seguro de lo que estaba haciendo, tras todos estos años aprendió a cerrar la boca y aprender de cada cosa que hago, es algo a reconocer.

Me soltó y con un rápido movimiento el mármol atravesó la fina pared de yeso recubierto, lo sorprendente para la gente que me rodeaba no era en sí de que estaba hecha la pared, sino que esta podía hablar, para ser más específico sonaba como una mujer caucásica con una edad que rondaba los treinta años.

-          Sáquenla – ordene simplemente.

Tras la pequeña reforma había una habitación minúscula con provisiones, agua y hasta un baño prolijamente instalado, sonreí viendo la cara de la ex difunta ofreciendo mi mano para ayudarla a salir.

La mujer nos tomó desprevenidos se abalanzo sobre Agostina al momento que sacaba un cuchillo, mala idea. Recibió un contundente golpe en el rostro que se encargó de descolocarla, hizo un nuevo intento, pero con una agresiva llave cayó al suelo azotando su rostro contra el suelo, siendo rápidamente esposada.

-          Buena maniobra – le dije poniendo mi mano en su hombro.

-          Tienes derecho a guardar silencio – dijo con bronca en sus palabras, obligándola a ponerse de pie.

-          Buenos días Srta. Iraola bienvenida al reino de los vivos nuevamente, puede considerarse detenida por fraude y cómplice de homicidio en primer grado – dije, no respondió nada – llévensela y liberen una orden de detención para su madre; perjurio, cómplice, obstrucción a la justicia, mente maestra. No lo sé, elijan algo.

Todos quedaron en silencio mientras me retiraba, sonreí mirando de afuera como se llevaban a la mujer en una de las patrullas. Agostina me miro sonriente haciéndome una seña con una mano en el corazón ¿significaba te quiero o alguna tontería de esas? Aun debía ir al departamento y alistarme para el cumpleaños de la pequeña ya había cumplido con mi cuota de intelecto en este lugar, sonríe ante un chiste que solo yo fui capaz de disfrutar – Llevas demasiado tiempo enfrentándote a criminales patéticos, te has vuelto predecible y estúpido – retumbo en mi mente, las palabras de William se repetían como si fuera un malévolo eco. La sonrisa se disipo y con ella ese breve momento de felicidad.

-          Te has lucido de sobremanera hoy.

Agostina me saco de mis pensamientos con una palmada en mi hombro.

-          Están maravillados y algo celosos – se la notaba contenta – por Dios que mina hija de puta, le volaron la cabeza a otra persona para fugarse. Ahora solo tenemos que averiguar el quien.

-          Si las interrogan bien confesaran que es una empleada.

-          Déjamelas a mi – susurro con alegría – ¿estás bien?

-          ¿Por qué?

-          Te manejaste con soberbia y elegancia ahí dentro, ahora te noto, no lo sé raro – dijo sonriente – es decir, más raro que de costumbre.

-          Por favor, el caso fue una estupidez.

-          ¿que? – dijo cambiando su cara – ¿De que estas hablando?

-          ¿Acaso no sabes interpretar las palabras?

-          Claro que sí, el caso no era estúpido. Si no lo hubieras resuelto se hubiera archivado como un simple robo o homicidio, pero estas mujeres hubieran desaparecido del mapa.

-          No sería así si supieran hacer su trabajo, es la razón por la que no me importo que me sacaran de mi cargo. Una cosa es tener que estar rodeado de gente inútil por un par de horas y otra es vivir rodeado de gente inoperante y estúpida.

-          ¿eso piensas de mí? – su cara había cambiado – ¿crees que solo soy una estúpida?

No espero una respuesta, creo que contuvo algo que quería decir. Se dirigió a su auto y solo se marchó. Si tuviera que analizar la situación en frio, llegaría a la conclusión de que la había lastimado más de lo que parecía.

Dejé de darle importancia a todas las cosas, me dirigí al pequeño departamento y luego de una pequeña ducha salí rumbo a la propiedad de Eva a la tan esperada fiesta.