Historias De Oficina T2-10-

Muchos son los problemas que se han presentado; El inminente cierre de la Fundación Márquez, La vuelta de Victor Vask quien quiera o no afecta a Mariza junto con su entorno y además las complicaciones del pasado de Michael ¿está preparado para enfrentarlas?

Hola antes de que lean esto creo que les debo a todos una disculpa, en primer lugar, todo este retraso se debió a mi trabajo. En este tiempo me vi superado trabajando prácticamente solo por lo que imaginaran que cuando llegaba a casa solo quería comer y acostarme a dormir.

En segundo lugar, quiero aclarar que hubo un momento en la serie que me encontré superado por la misma, me tome mi tiempo y reacomode todo. De tal forma que algunas ideas fueron agregadas otras muchas modificadas y algunas eliminadas.

Estas si bien no son excusas sirven para que entiendan que no quiero abandonar la serie sino mejorar día a día, ante algo que no entiendan o alguna duda saben que pueden escribir un correo y lo responderé lo antes posible. Les mando un abrazo, buena lectura.

Capitulo Diez

La charla con Eva se mantenía muy animada, eran pasadas las diez de la mañana cuando terminamos nuestro café junto con las pocas tostadas que había hecho. Se acerco a mi apartando su taza y tomo un poco de mermelada con su dedo pulgar.

-          ¡Avioncito!

-          ¿Avioncito, de verdad?

Hizo un extraño sonido moviendo sus dedos y mancho mi nariz. Se rio de mis quejas mientras me rodeaba con sus brazos – ¿necesitas ayuda? – agrego sonriente, sin esperar una respuesta simplemente me beso. Con movimientos lentos y pausados se encargó de morder mis labios subiéndose a mí.

-          Encerrémonos en mi cuarto para que no nos pueda ver Ana.

El momento se interrumpió con el sonido del timbre, la vi levantarse con evidente molestia mientras se acercaba al portero eléctrico.

-          Hola – contesto desanimada.

-          Hola Eva, Soy Víctor

Miro atrás regalándome una expresión que mezclaba perfectamente la confusión con una dosis equilibrada de rabia.

-          ¿Cómo estas, necesitas algo?

-          Si, quería hablar con Mariza. Habíamos estado hablando para que pudiera venir a visitar a Ana.

Dio un largo resoplido mientras apretaba el botón que abría la puerta – sube – le respondió. Dio media vuelta apenas mirándome y comenzó a juntar las cosas que estaban sobre la mesa, me acerque para ayudarla siendo sorprendida por un cachetazo.

-          ¿y eso?

-          Por si te equivocas con este tipo, además creo que ambas sabemos que debería darte otro. Porque definitivamente te vas a equivocar con este tipo, de nuevo.

El tiempo paso increíblemente rápido hasta que se pudo escuchar el timbre, nos miramos la una a la otra ¿Quién abre?  Por un lado, se encontraba su desagrado, por el otro mis sentimientos de culpa y responsabilidad. Acabo con la incertidumbre encaminándose a la puerta principal, la abrió con su clásica sonrisa, era buena para fingir ¿lo haría conmigo?

-          Víctor, hola. Buenos días.

-          Buenos días, lamento aparecerme tan temprano. Llevaba horas en la cama tratando de dormir, no pude asique me levante tome un café cargado y acá estoy.

-          Pasa, por favor.

Apenas Víctor puso un pie adentro mi amiga mostro su descontentó, con mirada triste cerró la puerta mientras me fulminaba con su mirada. Me levante aun sonriente por su falsedad mientras con un beso en la mejilla mi exmarido llegaba a mí.

-          ¿quieres algo para desayunar?

-          No lo tenía planeado, solo venía a buscar a Ana.

-          Aun duerme, recuerda que es sábado.

Eva me miro, sabía que me merecía esa mirada. Volví a sonreír evitando las ideas que pasaban por mi mente. La conversación era civilizada por primera vez en no sé cuánto tiempo, antes Víctor se había convertido en una persona bastante agresiva, con una arrogancia aplastante e insoportable. La persona que tenía sentada frente a mi distaba mucho de ser quien mi mente recordaba, sonreía mostrando la misma actitud que hubiera mostrado antes, cuando nos conocimos ¿la gente puede volver a cambiar?

El celular de Eva comenzó a sonar con un sonido estridente y molesto, se disculpó alejándose un poco de nosotros – es de las industrias – dijo simplemente, atendió dejando que la otra persona sea la que hable. Corto, tomo el control remoto y puso un canal en concreto, InfoNews. La cámara comenzó muy cerca del conductor mientras recorría su estudio con nuestras fotos adornando la parte derecha de la pantalla.

*

-          Estamos de nuevo en “Buenos Días” y como lo habíamos prometido lo tenemos en exclusiva para ustedes, recién sacadito del horno, la parejita del momento.

La cámara hizo un alejamiento mostrando todo el equipo de panelistas totalmente listos para empezarnos a dispararnos con lo que sea que tuvieran listo.

-          ¿Estamos seguros de que además de lo obvio pasa algo más entre ellos? – agrego una panelista.

-          No, no se sabe nada. Esta información tiene unas pocas horas – agrego el conductor – por favor señor director, el tape.

El video comenzaba con nosotros acercándonos a la pista, moviéndonos lentamente al son de la melodía. Poco a poco se veía como más gente se acercaba a nosotros animándose a bailar, nos veíamos sonrientes y animados. Obviamente estaban haciendo más revuelo de lo que en realidad pasaba.

El video termino mostrando nuevamente los estudios de InfoNews, algunos panelistas sonreían y hacían bromas entre ellos mientras otros simplemente pasaban de todo aquello.

-          Damas y caballeros – comenzó diciendo el conductor – los escucho.

-          Es una pavada – comenzó diciendo uno de ellos – están bailando, en una fiesta en la cual todos bailan ¿Por qué eso debería tener algo de raro?

-          Quizá porque Mariza está en bancarrota y Víctor tiene una historia con ella – se oyó que respondían.

-          Por favor, yo creo que ambos saben cuáles son las consecuencias de tropezar dos veces con la misma piedra.

-          Si Mariza es la piedra a la que te referís yo me tropiezo todas las veces que sean posibles con ella.

Hubo un pequeño momento de risas entre el lado de los hombres, mientras que las mujeres permanecían a la defensiva.

*

Eva molesta apago el televisor mientras insultaba a los idiotas, por mi parte no me interesaban sus opiniones.

-          Deberíamos mandarle algún tipo de intimidación judicial por calumnias.

-          Sabíamos que esto sucedería, no pasa nada – dije restándole toda la importancia.

-          Además – comenzó diciendo Víctor – no sería la opción más acertada.

-          ¿Por qué no? – dije

-          Estás envuelta en un problema económico muy grande, una demanda al mayor canal de noticias del país solo haría que tu imagen internacional se derrumbe.

Tenía razón, lo que menos necesitaba ahora mismo era seguir metiendo más leña al fuego. Necesitaba encontrar la manera de salir con algo de dignidad de la situación.

-          ¿Qué vamos a hacer? – pregunto Eva – si las cosas no se solucionan no podremos evitar que la fundación cierre.

-          Ya lo sé - dije llevándome las manos a la cabeza.

Cerré mis ojos con fuerza mientras buscaba posibles soluciones, con la sospecha de corrupción las donaciones se habían detenido, por lo que solo quedaba los pocos ahorros que teníamos. No podía seguir haciendo que Eva soporte todo.

-          ¿Por qué no vender La Fundación? – pregunto Víctor

El comentario sonó tan fuera de lugar que hizo que brote toda la ira que contenía dentro de mi – ¿eres imbécil? – salió de mi boca, casi sin pensarlo. La cara de mi amiga demostraba la misma sensación que ahora recorría mi cuerpo.

-          Déjenme terminar de hablar – dijo defendiéndose – un cambio en la presidencia de La Fundación podría generar un aire de cambio. Los inversores verían un paso al costado de tu parte, verían una renovación en la estructura y como no produciría una colaboración.

-          No voy a vender – dije cerrándome más.

-          Es algo a considerar – continuo – ¿conoces los estatutos de tu fundación?

-          Por supuesto.

-          ¿Admite cambio de presidentes?

-          Solo si la mesa de evaluaciones lo decide así.

-          ¿Qué es la mesa de evaluaciones?

-          Es un grupo de chicas, compuesto por las que tienen más antigüedad con nosotros. Algunas de ellas llegaron cuando La fundación misma se creó, dan consejos a las nuevas y las ayudan a sobreponerse.

-          ¿Sirven de algo?

-          Si, cuando las nuevas reciben consejos de alguien que estuvo en su misma situación tienen una mejor predisposición para las actividades.

-          Imagino que si le pides a la mesa que elijan a una nueva presidenta que tu escojas lo van a hacer.

-          Posiblemente.

Sonrió explicándome como debía ser hecho. Para empezar, necesitábamos cambiar de presidenta. Una vez aprobada por la mesa de evaluaciones podríamos ver cómo afecta su imagen a La Fundación, si era negativa transcurrido un tiempo determinado solo debíamos hacer una nueva modificación, por otro lado, si era positiva y generaba un nuevo brote de confianza podríamos iniciar “la venta”

-          Explícamelo de nuevo.

-          Mariza es fácil, una vez seleccionada a la nueva presidenta lo único que harás es ponerla al mando. Según los papeles tu estarás vendiéndole todo, pero seguirás siendo la única dueña.

-          ¿Y luego?

-          Luego entro yo en todo este plan, tengo un amigo que podría traspasar el dinero suficiente para la compra de la propiedad a una cuenta a nombre de la persona seleccionada – dijo como si todo aquello le provocara orgullo – se deberán falsificar algunos datos, alterar otros y finalmente el dinero llegara a sus manos.

-          ¿de dónde saldrá ese dinero?

-          Te lo daré yo.

-          ¿y porque no lo donas directamente a La Fundación?

-          Luego de todo esto las donaciones volverán, podrás hasta devolver el dinero y aun así seguir conservando suficiente para los planes que tengas.

-          No me siento segura. Es decir, ya no tendré responsabilidades con la fundación, pero ¿estaré absorbiendo ese dinero?

-          Básicamente sí, pero recuerda que todo esto es para que La Fundación salga a flote, para que resurja de las cenizas.

No sabía que se suponía que debía decir, las palabras se habían trabado en mi boca. Todo aquello tenía un gusto asqueroso. Observe bien a Eva, se mantenía con la mirada fija en mí. Su expresión era difícil de describir, mantenía la neutralidad, pero al mismo tiempo sus ojos casi imploraban que no aceptara algo como todo aquello ¿Qué se suponía que debía hacer?

-          Realmente – comencé a decir con timidez – no creo estar preparada para esto. Quiero salvar a la fundación, pero no arriesgare mis principios con algo ilegal.

Sentí como Eva suspiraba detrás mío, la observe justo en el momento en el que esbozo una gran sonrisa. Por otro lado, Víctor mostro una actitud un poco más seria, hasta que eventualmente sonrió.

-          Sabía que no aceptarías, pero no perdía nada mostrándote una salida.

-          No me gustan tus salidas.

Nuestras miradas se congelaron la una con la otra, cada una intentaba derrotar a la otra. La competencia se detuvo con una vocecita acercándose a nosotros.

-          Buenos días – dijo la pequeña Ana.

Aun frotándose sus ojos llenos de lagañas pegajosas y su cabello completamente enmarañado se acercó a mí, apoyo su cabeza en mi regazo.

-          Quiero la leche – dijo simplemente.

Acaricie sus cabellos enredados mientras mi boca dejo escapar una sonrisa, Víctor mantuvo el silencio ¿esperaba que yo actuara?

-          ¿no saludas a tu padre Ana?

Abrió sus ojos, manteniéndose completamente muda. Dando un rápido vistazo a su padre – hola – dijo finalmente mientras volvía a retirarse

Los tres quedamos completamente confundidos, quedando en el mismo secreto sepulcral

-          Ana – dije llamando su atención.

-          Está bien, déjala – la tristeza era evidente en sus ojos, evito rápidamente mi mirada – Tiene razon

Se levanto con pesadez y como si una idea justo viniera a su mente me miro.

-          ¿quieres que vayamos a pasear?

-          ¿Pasear?

-          Bueno, creo que la tensión del ambiente es un poco alta, podríamos pasear por la costanera. Además, tienes que conocer mi nueva casa.

Parecía ser una buena idea, pero Ana sencillamente rehusó la invitación. La actitud de Víctor cayo en picada, quise ser buena con él y decidí acompañarlo. Sería una salida solo nosotros dos, esperaba no arrepentirme.

Muy por el contrario, a mi idea, había venido sin chofer. Me comento que había tomado un taxi, pero que la dirección si tuvo que buscarla en su celular. Todo desde que apareció era diferente a ese arrogante empresario que conocí, caminábamos tranquilos por la ciudad hasta llegar a un inmenso shopping. La galería principal se extendía ante nuestros ojos llenándolos de las principales marcas de vestimenta, la gente nos reconocía y nos sacaba fotos ¿qué es tanta notica? – se preguntó mi mente – solo paseamos.

Su actitud volvía a ser divertida y por demás contagiosa, era la primera vez en mucho tiempo que reíamos juntos. Compramos unos batidos de fruta y nos sentamos en unos banquitos de madera tallada frente a la gran fuente que se encargaba de dividir los corredores entre las numerosas tiendas.

-          ¿Quieres ir por un helado ahora? – pregunto sonriente – seguramente tienen una gran variedad de frutillas y chocolates.

-          Estoy algo corta de dinero.

-          Podría invitarte.

-          Lo sé – una idea ahogo mis palabras justo en mi garganta, trague con brusquedad.

Sus chistes se detuvieron, se concentró mirándome detenidamente a los ojos - ¿Qué sucede? – su voz sonó como una rara mezcla entre preocupación y dulzura.

Miré al suelo mientras acomodaba mi cabello tras mi oreja derecha, escondiéndome como tantas veces supe hacer, pero ya no era esa Mariza.

-          ¿Cuándo termina todo esto?

-          ¿Que?

-          ¿Cuándo termina esta especie de Víctor bueno?

Negó en silencio mientras sonreía, aunque mostraba cierta tristeza ¿buscaba las palabras o era otra cosa?

-          Todo fue mi culpa.

-          ¿Sobre qué?

-          Sobre todo, Mariza pase por no sé cuántas reuniones con psicoanalistas hasta poder aceptar esa verdad. Todo lo que paso entre nosotros, lo que te sucedió a ti y a Ana. Todo es mi culpa.

Dio un rápido vistazo abajo, parecía como si el peso de los recuerdos le causaran una evidente culpa.

-          Incluso con Sara, ella te quería ver sufrir justamente porque sabía así podría llegar a destruirme.

No respondí nada, solo lo observé.

-          Trate de suicidarme, pero torpemente falle – confeso entonces.

Mi corazón se apretujo, lo vi sufrir frente a mi mientras la distancia que nos separaba se acortaba de una sola vez y nos uníamos en un abrazo.

-          Perdóname – dijo apenas con un hilo de voz – debí haber aceptado a Ana desde el principio, debí creer en nosotros, debí ayudar a Alex la primera vez que llamo…

-          ¿Alex? – dije soltándolo

-          Llamo pidiéndome auxilio diciéndome que lo iban a matar y no lo ayude. Ignoro la cantidad de veces que me llamo, tal vez más de cien.

-          Por Dios – dije recordando cuando lo encontré en la fundación – ¿Por qué no lo ayudaste?

-          No lo sé – dijo esta vez tapando su rostro con ambas manos.

La gente comenzaba a mirarnos de nuevo, tome su mano lo obligue a que nos fuéramos de ese lugar. Llegamos a la transitada avenida justamente en el momento que pudimos conseguir un taxi, Víctor indico una dirección que resulto familiar, aunque no le di importancia. Durante todo el trayecto su actitud comenzó a cambiar, mostrando nuevamente una actitud contagiosa.

Debimos haber tardado bastante a bordo de ese taxi, pero en la compañía de Víctor; debo admitir que el viaje se hizo increíblemente corto. El vehículo se detuvo en la entrada de un garaje de una típica casa de barrio de clase media, la puerta de mi lado fue abierta de repente y una mano me fue tendida para ayudarme a descender.

-          Srta. Mariza se ve usted increíblemente bella esta mañana de primavera.

-          Sr. Lucio es usted un romántico empedernido.

-          Con piacere signorina.

Ante mí se hallaba la pequeña casa, que despertó en mi un montón de recuerdos.

-          ¿linda no? – me pregunto Víctor.

-          Esta es mi casa.

-          No, no, no. Nos divorciamos antes de que yo comprara esta propiedad, no está incluida en ningún papel – dijo con una pequeña risa.

-          No, tonto. Yo viví en esta casa, me crie en ella.

-          ¿De verdad? – dijo sorprendido.

Lo mire frunciendo el ceño sin dar crédito a sus palabras.

-          ¿Qué? – no dije nada – ¿Qué?

-          ¿De verdad me vas a decir que no lo sabias?

-          ¿Porque iba a saberlo?

-          ¿De todas las propiedades que pudiste comprar elegiste justamente esta?

-          ¿Cómo crees que sabría que te criaste acá?

-          Seguramente me has estado espiando, de todas las propiedades, de todos los barrios, de toda la provincia…justo viniste a elegir esta.

-          ¿De verdad? – nuevamente un cambio en su actitud – ¿De verdad es más fácil pensar así de mi antes de considerar puede tratarse de un simple golpe de casualidad?

El hecho de que Víctor reapareciera para comprar justo la casa donde me crie, me resultaba en extremo raro, como para tomarlo por simple casualidad.

-          ¿Quieres pasar? – pregunto.

Se suponía que en su plan para ese momento debía decir que si, continuando con su idea de mostrarme algo que obviamente ya sabía que fue importante para mí. Seguiría su juego, para saber dónde podría llevarme.

-          Está bien – respondí.

Sonrió haciendo una seña, invitándome a pasar.

-          Srta. Mariza – dijo Lucio – el cumpleaños de la pequeña Ana esta próximo, sería una linda oportunidad para que dejara que Víctor se encargara de la celebración.

-          ¿Es decir que tú te encargues?

-          En última instancia…Si.

-          Lo pensare.

-          ¿Entramos? – pregunto Víctor.

La casa increíblemente estaba amoblada, aunque debo reconocer que estaba decorado de una forma muy básica para ser un Vask. Nos quedamos solamente en el pequeño comedor con el que la casa contaba, alejándose de la realidad mientras todo aquello pasaba mi mente se estaba llenando poco a poco con cientos de recuerdos de aquella construcción.

Disfrutamos de un té con galletitas saladas con mantequilla y mermelada que el mismo se encargó de preparar. Debo decir que a pesar de mi desconfianza le salió delicioso.

-          ¿En qué momento tuviste tiempo para decorar?

-           No lo tuve, la casa estaba decorada por la inmobiliaria. Ellos te presentan una alternativa de cómo podría llegar a ser, luego retiran todo y te entregan la propiedad – dijo preparando una tostada - ¿quieres?

-          Gracias.

-          Lo único que hice fue presionar a la empresa, pagué un poco más a condición de que no se lleven nada. Luego hice que la abastecieran, es la razón por lo que tarde tanto en preparar el café…no sé dónde están las cosas.

El comentario adicional me hizo reír, debía ser algo raro para él estar sirviendo a otra persona. El tiempo paso mientras me comentaba sobre el lugar a donde había estado recuperándose de su adicción, una charla algo aburrida, aunque era algo que parecía hacerle bien. Tras tanto tiempo de estar arruinando las cosas parecía que por fin había tomado conciencia, entusiasmado de repente por algo se levantó rápidamente y salió de la habitación.

-          Mira esto – dijo volviendo con un regalo de colores brillantes e intensos – encontré un regalo increíble para Ana.

Con muchísimo cuidado fue despegando las cintas hasta crear una pequeña abertura. Era una caja finamente tallada, para ser más precisa era un ajedrez, solamente que de la caricatura preferida de Ana “Las Aventuras de Lusho”

-          ¿Un ajedrez? – dije torciendo mi cara en una mueca.

-          Si, mi padre me regalo uno cuando era como Ana – dijo entusiasmado – no hagas muecas, esta clase de regalos son perfectos para un desarrollo cognitivo saludable para una niña en crecimiento.

-          Ana se aburrirá de el a los dos minutos.

-          No perdemos nada intentándolo, recuerdo jugar con mi padre – dijo sin sacar la vista del regalo – Solía ser bastante bueno, aunque ahora estoy tan oxidado que me costó mucho vencer a la asistente que me pusieron en la clínica de rehabilitación.

Cada una de las piezas del tablero estaba delicadamente tallada y decorada con las imágenes de todos los miembros de la serie. La única diferencia entre ellas era que entre “blancas y negras” por así decirlo, los colores de los personajes estaban invertidos.

-          Bueno ya es hora de que me vaya – dije destruyendo el momento.

-          Claro, te acompaño a la puerta.

Sonreí asintiendo, la velada había sido muy tranquila. Llegamos a la puerta y en un momento me encontré en una escena relajante entre nosotros, mirándonos mutuamente.

-          La pase muy bien – dije.

-          Yo también, hubiera sido lindo conocernos en este momento.

-          ¿Como? – interrogue sin entender a qué quería llegar.

-          Luego de tantas peleas, gritos y juicios entre nosotros mucho de nuestro pasado se perdió – dijo haciendo una pausa – quizá si hubieras conocido a este Víctor mucho más tranquilo y relajado.

-          Tendré oportunidad para conocerlo – dije sonriendo

Sonrió y en un incómodo momento nos despedimos dándonos un incómodo beso en la mejilla, no por el beso en si sino por el repentino flash que surgió detrás de un árbol.

-          Vask – grito alguien.

Cuando volteamos dos fotos fueron tomadas, vimos a un tipo salir corriendo, huyendo del único guardia de seguridad.

-          Estos malditos, seguro la usaran para inventar estupideces.

-          Ya déjalo, no te preocupes – respondió en cambio – toda la vida hubo amarillistas, solo hay que ignorarlos.

Le pidió a Lucio que me lleve a lo de Eva y con un gesto amigable se despidió de mí. Durante todo el viaje estuve pensando en el día que había pasado con Víctor. Había hecho mal en mostrarme a la defensiva y agresiva.

-          Disfruto el día Srta. Márquez – pregunto Lucio en un momento.

-          Si, mucho Lucio – respondí – puedes decirle eso.

-          Imagino que ya lo sabe señorita, hace tiempo que no lo veía sonreír así.

Note como en sus labios se formaba una sonrisa, trasmitía esperanza y felicidad. Sonreí antes de perderme nuevamente en mis pensamientos.

Al llegar al departamento Lucio bajo para abrirme la puerta – Que pase una Maravillosa noche señorita – dijo despidiéndose.

Al llegar al departamento parecía estar desolado, la voz de Eva me iba guiando dentro del lugar. Llegué a la habitación principal y la encontré en una delicada bata de color beige de una tonalidad apagada. Sobre la mesa de luz tenía listas dos copas con una hielera enfriando una botella a su lado – Bienvenida a casa – dijo comenzando a servir – ¿estamos celebrando algo? – fue mi única respuesta.

Sonrió dando unos cuantos pasos hacia mi entregándome la fina copa.

-          Solo celebramos que nos tenemos la una a la otra.

Levanto la copa a la altura de mis ojos mientras podía ver como mordía uno de sus labios, sin lugar a duda una característica copiada de mi – salud – dijo finalmente. El fino cristal choco el uno contra el otro causando el clásico sonido, tome un pequeño sorbo a diferencia de mi amiga que vacío su copa en ese único trago.

-          ¿Está todo bien Eva?

-          Todo bien – respondió.

Me tomo de la mano y me llevo hasta la enorme cama junto a nosotras – Una amiguita vino a buscar a Ana, tenemos la casa sola – comento finalmente.

Era fácil adivinar cual eran las intenciones de mi juguetona amiga, me dio un pequeño beso ayudándome a beber lo que quedaba en mi copa.

-          Terminado con esto – dijo tomando las dos copas – pasamos a otra cosa.

-          Eva, fue un día largo.

-          ¿Qué? – dijo empujándome sobre la cama – ¿Te divertiste con tu ex?

No respondí nada, solo me acomodé sobre la cama hasta llegar a la almohada. Sonrió gateando sobre la cama dándome un nuevo beso, era lento, con un toque de dulzura acompañado por posesión y agresividad.

Sus manos recorrieron mi cuerpo de arriba abajo, llegaron hasta mi cola. Me acaricio levantándome de las nalgas sentándome casi sobre la almohada, sus labios bajaron hasta mi cuello. Un suspiro escapo de mis labios mientras se unía el placer de que estuviera dándome pequeñas mordidas en el cuello y que de pronto sus manos subieran nuevamente hasta apoderarse de mis pechos. Los apretujo a su antojo mientras su lengua subía lentamente hasta el lóbulo de mi oreja derecha, casi no note el momento en el que sus manos subieron aún más arrastrando las mías consigo. Estaba embelesada ante sus caricias, fue así hasta que escuche un inconfundible sonido justo sobre mí. Las esposas se cerraron, ambas manos estaban atrapadas contra el cabezal de la enorme cama que compartíamos. Tire con fuerza de forma inútil, ella sonrió poniéndose de pie.

-          ¿Tu amigo el super agente o lo que sea no te enseño a abrir esposas aun? – dijo

La vi desaparecer de mi vista mientras entraba en su enorme vestidor, no tenía la menor idea lo que estaba tramando, pero conociéndola podía llegar a ser cualquier cosa.

-          No me enseñó a abrirlas en estas ocasiones – respondí justo en el momento que reapareció.

-          ¡Fantástico!

Llevaba puesto solo su ropa interior, era pequeña de color blanca con bordados en un dorado hermoso color dorado. Ahí me encontraba yo, con mis manos atadas sobre mi cabeza, mi ropa toda desarreglada y mi mejor esperando un no sé qué para abusar de mí.

-          Eva, esto ya no me está gustando – dije tirando con fuerza – suéltame de una vez

Sonrió mirándome a los ojos sin decir nada, fue ahí que me di cuenta de que tenía algo tras de sí. Me guiño un ojo, bajo sus pantaletas arrodillándose sobre la cama se acercó gateando nuevamente y me dio un pequeño beso – vamos a divertirnos – dijo. Tomo una tijera detrás de si comenzando a cortar la blusa que llevaba puesta de abajo para arriba.

-          ¿Qué haces estúpida? – grite – esta blusa la compre en Florencia.

-          Te comprare ropa nueva – dijo riendo a carcajadas.

La ropa se abrió de lado a lado, dejando mi sostén a la vista que también fue cortado en dos. Sus dedos acariciaron lentamente desde mi cintura hasta mi cuello – llevo días deseándote, tu cuerpo, tus caricias y gemidos, pero llevas tiempo evitándome – dijo sonriente mientras acariciaba la comisura de mi seno izquierdo, mi respiración era irregular, era la primera vez que hacía algo así, al menos que yo tenga conocimiento.

-          Este es mi preferido – dijo acariciando mi pezón izquierdo.

-          Eva – dije con paciencia – no estoy evitándote, desátame y veras que digo la verdad.

-          No – dijo sonriente – tengo una idea mejor.

Retorció mi pezón arándome una queja de dolor, lo que aprovecho para meterme algo en la boca, me retorcí, pero me tapo la boca con una cinta dejándome callada. El gusto era raro, pero conocido. Poco a poco mi saliva fue cubriendo lo que sea que tuviera en la boca, volviendo una situación ya incomoda mucho más. Eva se incorporó sonriente mientras se sentaba sobre mi sacándose su sostén y tirándolo a un lado.

-          Inspira profundamente bonita, estaba pensando en ti mientras me tocaba.

Fue ahí que sin lugar a duda sabía que era lo que tenía en mi boca, la mire sobre mi sacándome una foto. Me mostro la foto y me encuentro conmigo misma. Con la cinta en mi boca con dos carnosos labios dibujados sobre el trozo de plástico gris.

-          Tarde mucho en dibujar los labios porque el lápiz labial se corría y quedaba mal, ya sabes. Dibujar sobre plástico es más fácil decirlo que hacerlo.

Forceje nuevamente, pero ella me detuvo, sus manos fueron directamente hasta mi pantalón. Tomando ambas piezas de ropa hizo un movimiento y las bajo hasta mis tobillos. Patalee y patalee, pero solo la ayude – gracias – dijo entre carcajadas. Se levanto de la cama y se alejó, entrando otra vez al cambiador. Pasaron unos pocos segundos volvió con una caja de color pardo. La abrió sacando una barra de metal ¿Iba a golpearme con eso? Ni en sueños me quedo quieta.

-          No seas boba – dijo seria, casi como si adivinara mi pensamiento.

Se acerco nuevamente sentándose a mi lado, acaricio mi rostro y dio un suave beso en mi frente. Tenía el entusiasmo de una niña con un juguete nuevo – para el caso, así es – dijo mi mente cosa que causo una sonrisa que nadie pudo apreciar.

-          esto es una barra de separación – comenzó explicando – voy a sujetar tus piernas a estas abrazaderas, no te preocupes están forradas de terciopelo no van a lastimarte.

Respire alterada mientras colocaba eso en mis piernas al parecer quedaban más o menos separadas por un metro.

-          Ahora si – se la escucho decir.

Sus besos subían lentamente por mis piernas mientras me concentraba en ver que hacía en todo momento, me quiño un ojo pasando la lengua por la cara interna de mi pierna derecha. Intente cerrarlas, pero ahora con esa cosa en mis piernas se hacía imposible. Eva continúo subiendo hasta llegar a mi entrepierna, sonrió con una picara sonrisa antes de hundir su rostro contra mi clítoris. Me tense intentando inclinarme cuerpo contra su rostro.

-          Relájate – dijo dando una palmada sobre mi vagina.

Di un pequeño grito, pero lo único que pudo escucharse fue un bramido. Intente forzar nuevamente mis ataduras, ella rio dando un pequeño beso sobre mi piel desnuda.

-          ¿Por qué no tratas de relajarte Mariza? – dijo

Su voz era sedosa, tranquila, coloco un beso sobre los dedos índice y medio ingresando en mí.

-          Solo soy yo, déjate llevar.

Cerré los ojos, dejando de resistirme mientras me entregaba más y más a ella. Siempre había tenido la capacidad de excitarme de sobremanera, pero en esta vez se me hacía tan extraño, nunca me había tratado con tal brusquedad. Solo odiaba que conociera mi cuerpo tan bien, estaba empapando sus dedos, no necesitaba abrir mis ojos podía sentir cada detalle de sus dedos – déjate llevar – repitió.

Abrí los ojos justo en el momento que su boca encontró mi clítoris nuevamente, estaba siendo demasiado intensa. Su lengua estaba volviéndome loca con cada roce mientras sus dedos no parecían querer detenerse, trate de gemir, pero no pude hacerlo, trate de gritar, pero también fue inútil. Respiraba muy acelerado casi tanto como latía mi corazón, mi nariz era insuficiente lo podía sentir. Necesitaba respirar, necesitaba gritar, de repente se detuvo.

Me encontraba agotada, ella en contraparte solo se mostraba sonriente y con energías suficientes para seguir. La saliva resbalo de su boca con un corto chorro que cayó sobre los labios de mi vagina a esta altura completamente hinchados, los abrió hundiendo su cara nuevamente contra mí. En el poco tiempo que llevaba había aprendido a moderar mi respiración y adaptarme a la situación.

-          Me encanta tu sabor chiquita

Su frase más que calentarme me hizo reír ¿desde cuándo me llamaba así?

Cerré los ojos relajándome, no me hacía falta verla sabia en todo momento que estaba haciendo. Su lengua recorría toda la extensión luego volvía acariciando de vuelta con el reverso de esta, mis caderas acompañaban el movimiento casi de forma hipnótica. De repente se detuvo, pude sentir como bajaba de la cama por unos segundos. Al volver algo comenzó a vibrar siendo colocado directamente sobre mi clítoris, siendo cada vez más intensa. La endemoniada cosa fuera lo que fuera estaba empecinada en arrancarme un gemido tras otro a lo que por mi rudimentaria mordaza solo podía responder con bramidos que se iban escapando de mi control.

-          Si – dijo lasciva – esto te encanta, mira lo empapada que estas.

Eva sonrió llevándose una de sus mojadas manos a la boca, relamió sus dedos mirándome fijamente y aumento aún más la intensidad de la cosa q tenía en la mano.

-          Es una bala – dijo finalmente – esta pequeña pero potente cosita puede ser controlada desde mi celular y puedo jugar con ella por fuera o – dijo introduciéndola en mi – por dentro.

Sonrió tomando el celular, me mostro un pequeño menú totalmente intuitivo. Con un rango de intensidad del uno al cinco. Coloco a máxima potencia mientras se dedicaba a observar como mi cuerpo resistía y se contorsionaba una vez tras otra ante espasmos e impulsos casi completamente ida, se tocaba y gemía a mi lado ante el espectáculo mientras se apresuraba jugar con su lengua para torturarme aún más. Iba variando en las distintas velocidades enloqueciendo mi cuerpo de momento, se alejo de un momento a otro. Trajo consigo un gran consolador que se apresuro a lamer y disfrutar, le puso un gel que imagino que sería algún tipo de lubricante y poco a poco se fue abriendo paso dentro de mi cola.

-          Relájate Mariza – susurro – quiero que explotes para mí.

Ahora si lo sabía esa ridícula nariz mía no era suficiente, necesitaba mucho más aire.  Mis respiraciones se entrecortaban acelerándose mientras ella comenzaba un hermoso vaivén dentro de mi cola. La intensidad de esa cosa que tenia dentro de mi seguramente estaba a su máxima capacidad y para mayores complicaciones la lengua de mi ninfomaníaca amiga no se detenía en ningún momento. Mi cuerpo se llenaba de espasmos mientras inútilmente intentaba cerrar mis piernas, era imposible detener todo aquello. Una y otra vez mi cuerpo se arqueo completamente lleno de espasmos y millones de descargas eléctricas que recorrían cada fibra de mi cuerpo cayendo finalmente vencida. La respiración poco a poco fue calmándose poco a poco. Eva se acerco a mi rostro dándome un beso en la frente arrancando la cinta que tenía en mi boca.

-          AHHH – grite con las renovadas fuerzas que el dolor me otorgaba – ¡Hija de puta! – salió casi inconscientemente de mi boca – ¡hija de mil putas!

-          ¿Lo disfrutaste?

Su actitud era animada y cálida en todo momento, desato mis ataduras tirando al suelo las esposas. Se acurruco sobre mi pecho y cubriendo nuestros cuerpos con la fina sabana.

-          Sabes – dijo – en todo este tiempo que llevamos juntas tuve mucho tiempo para pensar en nosotras.

Tomo uno de mis senos dándole un tierno beso y luego lo hizo con mis labios.

-          Creo que he llegado a amarte – dijo sin ningún pudor – seré tu sostén y tu apoyo, pero por favor no te alejes de mí.

Se abrazo a mí y ahí nos quedamos dormidas ¿traería este amor alguna complicación a nuestras vidas? Realmente no sabía que debía pensar o sentir, pero una cosa si estaba clara. No pensaba separarme de Ella.

Michael

Había pasado ya tiempo sin que viera a Ana, tampoco a Mariza. Las noticias del fracaso de las investigaciones policiales en los bancos afectados no habían llevado a nada.

Me había conseguido una pequeña habitación en un edificio cercano al de Eva, distaba mucho de ser un lugar elegante, aunque verdaderamente pocas cosas me importaban menos. Esa mañana volví a despertar empapado en sudor, las voces del pasado se habían despertado en mi mente tras ver la imagen de los IAF. Los disparos, los gritos de agonía e incluso el olor a sangre se había sentido tan patente que tuve que revisar que efectivamente el líquido que corría por mi frente era traspiración. Observe el reloj sobre la pequeña mesa de luz junto a mi cama, eran apenas pasadas las cuatro de la mañana. Me levante comenzando una rutina de entrenamiento, tenía que distraerme mientras mi mente repetía la misma secuencia de mis sueños. Tomaba aire por mi nariz expulsándolo luego por mi boca, debía volver a centrar mi mente. Después de todo era un día muy especial, era el cumpleaños de Anita.

Tras un baño salí directamente hacia el departamento de Eva, activé el intercomunicador y la irritante voz respondió.

-          Hola

-          Buenas días Eva – respondí sin ánimo – ¿Puedes abrirme?

-          Michael, tiempo sin vernos.

-          Aún seguimos sin vernos Eva, no tienes una cámara. Solo es audio.

-          Al parecer no has cambiado en nada tu actitud.

-          Mientras menos tardes en abrir la puerta, más fácil podrás tenerme fuera de tu departamento.

La puerta principal hizo el clásico ruido dejándome libre el paso, al parecer había entendido mi lógica. La relación con Eva nunca había sido buena, ignoro si es porque es una ninfomaníaca sedienta siempre de los jugos de su amiga o si solo me tenía algo de odio.

Rápidamente entré en el ascensor principal, presionando las iniciales PH, me comencé a elevar.  Las puertas se abrieron ante mi dejándome directamente frente a la última puerta que me separaba de Ana, la seguridad presente apenas me presto atención.

Al entrar me lleve la sorpresa de que Mariza estaba en proceso de volverse amiga de Víctor, habían estado saliendo los días anteriores. Quizá intentaban arreglar lo que estaba mal entre ellos o tal vez solo estaban intentando dejar de sabotear sus vidas nuevamente.

-          Creí que te habías perdido – comenzó diciendo – ¿hace cuánto tiempo no nos vemos?

-          El suficiente para poner mis prioridades en orden.

Revolví la taza de café sin ningún tipo de interés, ya había desayunado.

-          ¿Ana?

-          En su habitación, recién le lleve el desayuno.

-          Pensaba llevarla a algún lugar

-          Ohh Michael no puedes llevarla hoy, Mariza aun no llega, la fiesta será mañana

-          ¿Dónde está?

-          Me dijo que fue a buscar un regalo para ella.

-          ¿se acordó recién ahora de eso?

-          Ha estado bajo mucha presión, intentemos no juzgarla.

-          Iré a verla.

Al ponerme de pie fue que la cara de Eva cambio

-          Solo ten delicadeza, ha estado muy triste todo este tiem…– se quedó muda de repente – mejor déjame ir a buscarla, espera aquí.

Volví a tomar asiento suspirando de manera prolongada y cansada ¿muy triste había dicho? Pasados unos pocos minutos Ana apareció frente a mí, sus ojos se abrieron mostrando la sorpresa enorme que sentía. Hizo un intento de correr ante mí, pero mostro un rostro lleno de duda mientras contenía su cuerpo. Abrí mis brazos y la poca distancia que nos separaba fue recorrida en unos segundos por la pequeña que inmediatamente luego de abrazarme rompió en llanto.

-          Feliz cumpleaños Anita – dije acariciando sus cabellos.

No me dijo nada, solo se acurruco más contra mí.

-            Anita no llores – vino a consolarla Eva - ¿quieres que arreglemos tu cabello?

No respondió nada, solo note que me abrazo con más fuerza – ¿quizá después? – le pregunte, a lo que ella asintió.

-          Después – respondió finalmente.

Eva entendió el mensaje, Ana no la quería cerca. Nos dejó solos mientras la pequeña poco a poco se calmaba.

-          ¿Anita?

-          Si Muky

-          Te tienes que bañar, te tienes que peinar y luego nos tenemos que ir.

-          ¿Adonde?

-          Sorpresa.

La pequeña asintió entusiasmada, me soltó y tras dar unos pasos miro atrás, directamente a mi – ¿Estarás aquí cuando salga del baño? – pregunto, tarde en responder apenas unos segundos. Suficientes para que volviera a colgarse de mí.

-          Te estaré esperando – respondí entonces – ¿Quieres que te ayude?

-          Yo puedo – dijo negando con su cabeza.

La ayude a elegir su ropa y prepare el baño, dejando todos los elementos fácilmente a su alcance. No quiso que la ayudara a bañarse, quizá era una muestra de independencia o tal vez era una prueba de que lo era. Después de todo Mariza siempre estaba ocupada y los momentos que los tres pasamos en situaciones como estas eran pocos, Ana siempre había estado con empleadas encargadas en el cuidado de niños. Incapaz de salir del baño mientras ella estuviera en la bañera me quede firme, aunque respetando privacidad mi vista apuntaba al otro lado.

Terminado el aseo, seguía vestirse con la ropa elegida y peinarse, cosa que esta vez sí hizo Eva. Quien estaba ansiosa de estar a mi lado, tal vez vigilando que le decía a la pequeña.

-          ¿Muky vamos a ir a un lugar bonito?

-          A ti te gusta mucho.

-          Quieres que los acompañe Anita – propuso Eva – podemos divertirnos los tres.

No respondió, solo la ignoro. La pequeña estaba impecable, totalmente presentable lista para salir a pasear.

-          ¿Anita quieres ir a buscar algo para comer más tarde? – pregunto Eva – en una de las puertas de la alacena hay galletitas.

La pequeña fue corriendo a la cocina mientras tanto Eva con un semblante serio se acercaba a mi – Mariza no me comento nada que te la ibas a llevar.

-          ¿acaso preparo algo para hoy?

-          No, la fiesta es mañana

-          No me llego ningún tipo de invitación.

-          Quizá sea porque no sabe cómo contactarte.

-          Si ella lo hubiera querido hubiera podido hacerlo.

-          Arruinaste la confianza que te teníamos – dijo plantándose frente a mí.

-          Quizá Mariza no te lo dijo o tal vez no te percataste tú, pero no me interesa lo que pienses.

Nuestras miradas chocaron justo cuando Ana volvió, sonreí y me despedí.

-          Anita, despídete de Eva y vámonos.

Con una sonrisa de oreja a oreja nos encaminamos a la salida, la pequeña me tomo de la mano mientras caminaba dando pequeños saltos a mi lado.

-          ¿Entonces cuantos años cumples, tres?

-          Cumplo seis años, pasado mañana mamá va a hacer mi fiesta.

-          Ajá

-          ¿Vas a venir?

-          ¿Eso quieres?

-          Por favor, Muky.

-          Bueno.

La pequeña tenía la capacidad de influenciar en mis decisiones. Tomamos rápidamente un taxi dirigiéndonos a un enorme parque de diversiones que Ana siempre estaba rogando por visitar, aunque dado los tiempos de La Fundación y mi trabajo con INTERPOL en ese tiempo, nunca podíamos traerla. Ana bajo del vehículo completamente entusiasmada a tal punto que tuve que llamarle la atención para que no se perdiera entre el gentío.

Todo el tiempo había estado seguro de que estábamos siendo observados, aunque con el paso de las horas había ido tranquilizándome. La pequeña se veía feliz y animada, la lleve hasta el dpto. de Eva encontrándome esta vez con Mariza.

-          Hola, mi amor – comenzó diciéndole a Ana – ¿te divertiste?

-          Mucho, Muky me llevo al parque. Me subí a todos los juegos.

-          Wow que bien, ve a lavarte las manos que ya está la comida.

Le dio un beso abrazándola con fuerza, su mirada se posó luego en mi mientras esbozaba una sonrisa. La pequeña se alejó alegre, quedando ahora solos.

-          ¿Podemos hablar? – comenzó diciendo.

-          Claro Srta. Márquez

Esbozo una gran sonrisa mirándome fijamente – ¿Quieres sentarte? – pregunto indicando los sillones del living.

-          Así estoy bien.

-          Bien.

Ninguno de los dos dijo nada más, los segundos pasaban, aunque de forma dilatada y lenta

-          ¿quieres hablar sobre cómo trate a Eva?

-          No, no… se cómo eres, se cómo es ella. No se llevaron bien antes ni se llevarán bien en el futuro. Solo intenta mantener el respeto, no es una actitud que quisiera que Ana adopte.

-          Por supuesto

Volvió el silencio incomodo

-          Hace mucho que no se de ti – comenzó diciendo – nunca dije que no pudieras ver a Ana, te ha extrañado mucho.

-          Debía despejar mi mente.

-          ¿piensas acaso que no te he necesitado? – pregunto adoptando parte de mis gestos – estamos en una situación crítica, la fundación está al borde del colapso. Es obvio pensar que te necesito a mi lado.

-          Fuiste tu quien me hecho.

-          ¿Qué quieres que te diga? – respondió enojada – ¿quieres que te pida perdón?

-          ¿Deberías?

-          No, fuiste tu quien me oculto información que ahora pueden usar para hundirme aún más.

-          No vine a esto

-          ¿y a que has venido entonces?

-          En primer lugar, a ver a Ana – respondí sacando un trozo de papel de mi bolsillo – y en segundo a esto – dije entregándoselo.

-          ¿Qué es eso? – lo miro durante unos segundos sin entender – ¿es… un león?

-          Es el símbolo oficial de los IAF, el león rugue defendiendo la corona de Inglaterra. Este papel fue encontrado por Agostina debajo del cuerpo de chica que desapareció de la fundación, estaba destinado para mí.

Mariza se quedó perpleja, a pesar de que Ana volvió y empezó a contarle anécdotas ella apenas podía registrar nada.

-          Mi amor, amor ve a la mesa por favor.

La pequeña al menos hizo caso, contenta y muy animada contrarrestaba perfectamente con nosotros.

-          ¿Michael que significa?

-          Estoy tratando de averiguarlo.

-          ¿Porque me dices todo esto?

-          Porque no quiero volver a cometer ese error – respondí.

-          ¿Qué vamos a hacer?

-          Propongo ponerte a ti y a Ana en un avión para reubicarlos en algún lugar de Centroamérica o Oceanía hasta saber que la situación es segura.

-          ¿Qué? – dijo totalmente negada – es demasiado para una simple suposición.

-          No se realmente que está pasando, pero no quiero ponerte en un riesgo innecesario.

-          Tú me dijiste que todos los IAF fueron asesinados, que los traicionaron y los acribillaron – respondió – ¿alguien más estaba en conocimiento de las operaciones?

-          Solo dos personas más, William Taylor que era nuestro comandante y la reina de Inglaterra.

-          Michael estoy asustada

Me acerque finalmente y nos dimos un fuerte abrazo, uniéndonos una vez más.

-          Prometí que las cuidaría y sigo cumpliendo mi palabra Srta. Márquez

Me invito a cenar, cosa que debió alegrar tanto a Ana que además de terminar todo lo que le sirvieron se portó muy bien. La pequeña se veía contenta, no dejaba de hablar y reír en la mesa. Observando la escena que frente a mi sucedía me di cuenta de algo, extrañaba demasiado esos momentos, había tardado en darme cuenta de algo como eso. Tampoco era fácil de admitir, me recordó una frase que mi mente había pensado hace ya mucho tiempo atrás – ¿Qué tiene de malo una vida ordinaria? – repitió mi mente. Terminada la cena hablé de temas banales con Mariza hasta que Ana se acercó a mi pidiéndome upa, complací a la pequeña, aunque para mi gusto ya estaba grande para eso. Se acurruco contra mí como si fuera a dormir, pero nunca lo hizo, pasadas las once de la noche la llevé a su habitación, la desvestí y la deje en la cama listo para irme.

-          Muky – dijo entonces.

-          ¿Qué pasa?

-          ¿estarás aquí cuando despierte?

-          No, ya me abre ido.

-          ¿puedes leerme algo?

-          Es tarde Ana

-          Uno solo, es cortito.

Dudé durante unos segundos hasta que por fin accedí, Ana trajo un libro de una pequeña repisa y me lo entrego acurrucándose a mi lado.

Al irse terminado el cuento ella se iba quedando dormida sobre mí, intente levantarme, pero se abrazó aún más.

-          Muky

-          Duerme pequeña

-          ¿Te vas a olvidar de mí?

La situación me causo gracia, acaricié los bellos cabellos dorados iguales a los de su madre y sacándome los zapatos sin levantarme de la cama me dispuse a quedarme con ella.

-          No pequeña, duerme.

Levanto su mano izquierda extendiendo el dedo meñique.

-          ¿Qué pasa?

-          Lushu dice que la promesas que se hagan con el dedo pequeño no se pueden romper.

Era verdad, en la serie cada vez que los personajes prometían algo hacían exactamente eso, dándole un aire de lealtad entre amigos. Tome su dedo sintiendo como ella correspondía el suave apretón.

-          Lo prometo pequeña, duérmete.

-          Te quiero Muky.

Una parte de mi me lo dijo; debería haberme ido ya. No solo de la casa sino de las vidas de ellas – ¿Qué te lo impide? – cuestiono mi mente, podría desaparecer. Conseguir una nueva identidad, nuevos objetivos – ¿empezar de cero? – dije mirando a Anita, la observé durmiendo sobre mi y sin ni siquiera saber porque sonreí – esto no esta tan mal, podría cuídatela por siempre.

Ana volvió a rodear mi cuerpo quedando dormía a los pocos minutos, acaricie sus cabellos dando un beso sobre su frente e intente no moverme más. Seria exactamente igual irme en la mañana que en la noche.

La oscuridad me rodeo y me envolvió cubriéndolo todo hasta que un paisaje se abrió ante mí, era un lugar que conocía bien. Me encontraba en la costa sur de Argentina, a unos cuantos kilómetros de la ciudad de Puerto Madryn, en la provincia de Chubut. Mire a mi alrededor, me encontraba sobre una elevación bastante alta. Podía ver el mar a mis pies, el paisaje árido que se encontraba detrás de mí y la brisa oceánica que se encargaba de arremolinar mis cabellos de un lado a otro.

-          ¿Listo Martin?

-          No sé, papá.

-          Agárrate de mí.

Papá me abrazo rodeándome con su cuerpo y nos tiramos por la pendiente frente a nosotros. Podía sentir la calidez de la arena, la emoción de las incontables vueltas además del posterior azote que dimos contra una blanda superficie. Nos levantamos entre risas y escuchamos a mamá llamándonos, sentados bajo una pequeña sombra comimos tranquilamente.

De un momento a otro desperté, Ana había desaparecido, pero Mariza me miraba sonriente.

-          ¿Dormiste bien? – pregunto.

Era imposible que se hubieran desertado, todos antes que yo.

-          ¿Qué hora es? – pregunte confundido.

Sonrió desbloqueando su celular por unos segundos acercándolo a mi cara aun dormida.

-          Son las dos de la tarde – respondió.

-          ¿Dónde está Ana?

-          Víctor la vino a buscar, tenían una excursión al museo de historia natural y él se ofreció de voluntario para llevar a los niños.

-          ¿y Eva?

-          Trabajando, tenía una junta con unas empresas japonesas. Estemos solos hasta la noche.

-          ¿Las dos de la tarde?

-          Normalmente vigilar tu sueño es aburrido, pero hoy inclusive hablaste.

-          ¿Hable?

-          Dijiste papa – dijo asintiendo – y hasta roncabas – susurro.

-          Yo no ronco.

-          Normalmente no, pero esta vez hiciste los dos. Anita estaba feliz de que estuvieras a su lado cuando despertó, estaba ansiosa de volver del museo.

El hecho de hablar era algo peligroso, son demasiado y muy delicados las cosas que mi mente almacena. Aunque al parecer fueron del ámbito privado, hacia cuantos años no dormía tantas horas. Mi cabeza daba vueltas, incapaz de acostumbrarse a la idea de tantas horas de sueño. Mariza me observaba sonriente, se arrastró en la cama subiéndose sobre mí.

-          Sabes te estoy extrañando demasiado.

-          ¿Ósea?

-          Estoy muy deseosa, estuve pensando en aprovecharme de ti dormido durante tanto tiempo que terminé por calentarme mucho.

Lentamente me dio un beso y rodeo mi cuello con sus labios.

-          No me siento cómodo.

-          ¿Por qué?

-          ¿Qué pasa con Víctor?

-          No lo sé – respondió – ¿Qué pasa con Víctor?

-          ¿Lo seguirás viendo?

-          Siempre lo seguiré viendo, es el padre de mi hija.

-          No me refería a eso.

Dio un corto pero lento suspiro.

-          Lo sé, entiendo a qué te refieres – respondió entonces – te prometo que no pasa nada con Víctor.

Nuestras miradas se quedaron fijas la una con la otra mientras una sonrisa aparecía levemente en sus labios – te lo prometo – repitió.

Volvió a besarme, rodeo mi cuerpo con sus brazos y en el momento exacto en el que una de mis manos se posó sobre su cola mi teléfono comenzó a sonar.

-          No le prestes atención – dijo apenas separándose.

Mire la pantalla – Agostina – la aparte con suavidad tomando la llamada.

-          Michael, te mande cientos de mensajes – comenzó diciendo – ¿No viste ninguno?

-          ¿Qué pasa?

-          Encontraron otro cuerpo

-          ¿Es una chica perteneciente a La Fundación?

-          ¿Que? – interrumpió Mariza

-          Dile a Mariza que no se altere, no tiene nada que ver con su organización. Parece que era una chica adicta a la heroína, según la autopsia murió de sobredosis.

-          ¿Qué relevancia tiene entonces esta mujer?

-          Encontramos otro sobre dirigido para ti, estamos en la morgue de la ciudad.

-          Voy para allá.

Luego de explicar la información para que Mariza se sienta tranquila tome un taxi que me llevo con prontitud a encontrarme con Agostina, la morgue estaba desolada salvo por unas cuantas personas más. Entre ellas personal de la misma y gente de la policía de la ciudad, apenas llegue me condujeron junto a una habitación posterior donde el sobre esperaba para ser abierto. Algo que obviamente me sorprendió ya que en una situación así el tiempo apremia, al abrirlo el símbolo de los IAF apareció frente a mí además de una dirección – Corrientes y Veinticinco de Mayo, diecinueve horas – decía un pequeño papel adjunto en el sobre.

-          ¿Qué es eso? – pregunto Agostina.

-          Una posible respuesta.

-          Si me dejaras leerlo también podríamos ayudarte.

-          Cuando tenga algo definido te lo contare, por el momento quiero ver si hay algo real detrás de todo esto.

Ahora había un camino marcado para descubrir que se ocultaba detrás de este pequeño misterio, le pedí a Agostina que me prestara un chaleco IIA y enviara gente al departamento de Eva.

Las horas pasaron, la ansiedad podría llegar a jugarme una mala pasada, tendría que relajarme. De pie en una de las esquinas de la dirección indicada estudiaba la situación, era un lugar público, con demasiados civiles para mi gusto. Las cuatro esquinas eran un banco obviamente cerrado, un bar, una torre de departamentos y un teatro. Sin lugar a duda la única elección lógica del tipo que me cito sería el bar, un lugar con varias salidas viables y cargado de una considerable multitud de rehenes potenciales.

Ingresé al establecimiento tomando una de las mesas que estaban junto a la ventana, di un rápido vistazo a mi alrededor, las edades oscilaban más o menos entre los veinticinco a setenta años.

-          ¿El señor se va a servir algo?

La voz de la mesera me arranco de mis pensamientos, al voltear a verla simplemente me regalo una sonrisa cargada de una actitud positiva y vivaz.

-          Estoy esperando a alguien – respondí.

-          Muy bien señor, esperare su señal – respondió retirándose.

Mi reloj marcaba que faltaban aun dos minutos para la hora señalada, mi celular vibro. Lo saque solo para encontrarme con un mensaje de Agostina – Mariza se escapó del departamento – eran realmente unos inútiles, por otro lado, la Srta. Márquez se había vuelto una alumna ejemplar, sobre todo en el campo de la manipulación. La gente entraba y salía del establecimiento entre ellos entro un sujeto de traje, llevaba lentes oscuros, una barba prolijamente recortada y una boina estilo inglés de un color verde musgo. Dio un rápido vistazo al lugar hasta que se centró en mí, cruce mis brazos tomando mi arma y solo deje que se acercara. El sujeto camino con paso lento, delicado. Tomó la silla alejándola de la mesa desprendiéndose de su saco para colocarlo en el respaldo de esta, llevaba un chaleco de color marfil junto con una corbata esmeralda, luego tomo su boina colocándola sobre la mesa.

El silencio era incomodo, agresivo, podía sentir su mirada a través de los lentes oscuros. Sonrió desprendiéndose de ellos quedando yo congelado, completamente tensionado.

-          Capitán Michael, no ha pasado el tiempo para usted – comenzó diciendo – ¿Cuántos años han pasado?

-          Demasiados para un muerto, comandante – respondí.

Sonrió con tranquilidad desviando la mirada.

-          ¿Me acompañas con una taza de té?

-          ¿Porque no? – respondí siguiendo su juego.

Sonrió en el momento justo que la misma mesera de antes se acercó.

-          Disculpe señor – dijo sonriente – ¿puedo ahora tomarles la orden?

-          Claro – comento William – una taza de té Shouchong.

-          Por supuesto señor, gran elección – dijo anotándolo – ¿y usted caballero?

-          Lo mismo.

-          Muy bien – dijo retirándose.

La tensión entre nosotros era palpable, aunque de su lado parecía que simplemente no le importaba. Cerré mis puños con fuerza mientras él desviaba su vista a un juego de periódicos sobre nuestra mesa, tomo uno de ellos y tras sonreír leyó; el cadáver de otra mujer fue encontrada con sus ropas rasgadas, evidentes signos de violación y numerosos hematomas que evidenciaban la violencia que su cuerpo había sufrido. Las autoridades de la ciudad están trabajando junto con La Fundación Márquez para determinar si era una de sus refugiadas, por otra parte, numerosos grupos de izquierda y movimientos feministas se agolpan frente a las puertas del Congreso Nacional exigiendo justicia.

-          ¿Es un tipo de comedia que no entiendo?

-          Posiblemente capitán

Contesto justo en el momento que la camarera se acercó dejando nuestras tazas de té, por lo que la charla nuevamente se cortó.

-          Muy bien caballeros, se los dejo aquí y cualquier cosa solo tienen que avisarme ¿Sí?

-          Claro señorita – contesto William – ¿Michael quieres unos scones?

-          ¿Scones?

-          Claro – contesto revolviendo su taza de té tras la tercera cucharada de azúcar – ¿señorita tiene scones ingleses?

-          Claro que sí señor, tenemos unos scones que recién salieron recién.

-          Estupendo

-          Si es por mí…paso – respondí.

-          Muy bien caballeros, estaré pendiente.

-          Grazie Signorina

Contesto galante mientras la camarera sonreía retirándose, ignoro si fue real o solo por compromiso, aunque realmente no importaba tampoco.

Volvíamos a observarnos, mientras un ambiente más tenso se creaba entre nosotros.

-          Sigues sin responder la pregunta William.

-          ¿Sabes en que se parecen los grupos de izquierda y las agrupaciones feministas?

No respondí, solo me tiré contra mi respaldo cruzando mis brazos sobre el pecho observándolo atentamente.

-          Te lo diré, ambos grupos son reaccionarios y estúpidos. Como una especie de gatitos, tírales un ovillo de hilo y no verán que pasa a su alrededor. Todos los días aparecen mujeres muertas, pero si una tiene que ver con la fundación Márquez todos los medios se ponen alerta.

-          ¿Porque sigo escuchándote en lugar de arrestarte?

-           Quizá porque no tienes nada en mi contra.

-          No creo que falten causas una vez que te arranque una confesión.

Sonrió y dio un sorbo a su taza mientras levantaba la mano izquierda mostrando un pequeño dispositivo.

-          ¿Recuerda esta tecnología capitán? – el pequeño botón permanecía presionado – si lo suelto un dispositivo secundario liberará una neurotoxina, el rango de expansión será suficiente para afectar a todos estos civiles, mujeres y niños incluidos…una verdadera tragedia.

Su mirada se mantuvo fija en mí, levanto las cejas y sonrió… tan hipócrita el malnacido.

Las cosas se me habían salido de control tan rápido que apenas podía asumirlo, di un rápido movimiento con la mano y la taza se hizo añicos contra el suelo.

Un hombre le hizo una seña a la camarera que nos está atendiendo, seguramente sería el gerente o el encargado. La muchacha se apresuró a llegar a nuestra mesa y con agilidad junto rápidamente los vidrios más grandes sobre una bandeja.

-          Lo lamento muchísimo – dije poniéndome de pie – permítame ayudarla.

-          No hace falta señor, en unos segundos traeré lo necesario para limpiar el suelo – respondió en cambio – por favor tome asiento, hare que le traigan una nueva taza de té.

Le agradecí al momento que volvía a tomar asiendo, solo que sacando mi arma apunté directamente a William por debajo del delicado mantel color pastel.

-          William, realmente dudo que lleves puesto un chaleco antibalas – esta vez me toco sonreír a mi – puedo efectuar dos disparos e intentar detener tu mano a tiempo, si no lo consigo el escándalo hará que todos los civiles se esfumen de aquí.

Alzo las cejas y con una sonrisa negó con la cabeza.

-          Capitán – comenzó con calma – ¿puedo hacerle una pregunta?

-          Claro.

-          ¿Cuántas posibilidades cree que tengo contra usted en un combate singular?

-          Usted fue quien me enseño todo lo que se, por lo que no podría darle cero.

-          Sin embargo, ya estoy demasiado grande – dijo dando una fugaz risa – ¿Crees entonces qué teniendo esto en cuenta me encontraría con usted en forma solitaria?

Mire alrededor, ninguno parecía estar atento a nosotros. Simples civiles que disfrutaban de su vida, William volvió a negar con la cabeza.

-          Llevas demasiado tiempo enfrentándote a criminales patéticos, te has vuelto predecible y estúpido, como un gatito.

No respondí, solo esperé.

-          Guarde el arma capitán – ordeno – nadie está mirando.

Pensé durante un segundo y en un rápido movimiento la coloque en su lugar, saco su celular con la mano derecha. Haciendo unos rápidos movimiento lo puso sobre la mesa y lo empujó hacia mi lado, las únicas imágenes en la galería eran de dos hombres maduros. En la primera podía verse a un militar con numerosas condecoraciones en su pecho, detrás se apreciaba perfectamente la bandera de EE. UU junto el clásico escudo del águila calva. En la segunda podía apreciarse a un hombre en un atril, a sus espaldas se encontraba el emblema de la ONU. Lo siguiente que había era una planilla de texto con lo que suponía eran sus nombres; Richard F. Jonhson, Sergei Tchernenko

-          ¿Quiénes son estos tipos?

-          ¿capitán acaso a olvidado la primera regla?

-          Nunca dejar atrás a un hermano – recite, su sonrisa por primera vez se borró.

-          Eso es de The International Assault force – respondió entonces – me refiero a la primera regla que te dije que siempre debías respetar.

Me quede en silencio buscando en mi mente – no son personas, son objetivos – respondí entonces, estaba tan adentro de mi subconsciente que apenas recordaba que fuera algo que él me hubiera dicho.

-          Debes eliminarlos, es por lo único que estoy aquí contigo.

-          ¿Por qué? – respondí en cambio – ¿porque debería hacer tu trabajo sucio?

Asintió aparentemente sin darle importancia a mis palabras y volvió a mirarme fijamente.

-          ¿Sabe que es la causalidad Capitán?

-          ¿causalidad?

-          Causa y efecto, toda acción tiene una reacción – explico – supongamos la taza que tontamente rompiste, si una fuerza externa no hubiera influenciado sobre ella permanecería estado en reposo eternamente.

-          ¿Qué tiene que ver con todo esto?

-          De verdad quieres escuchar una respuesta que te niegas a pensar – había recuperado su sonrisa.

Nuevamente metió su mano derecha en su ropa, pero esta vez saco dos fotos, el desgraciado estaba preparado para mis respuestas, al parecer si me volví predecible. En una de ellas se podía ver a Ana, se encontraba en la salida de su escuela rodeada de todos sus compañeritos de clase. En la otra estaba mariza era una foto tomada desde adentro de La Fundación, se encontraba con todas las chicas recuperadas sonrientes ante su presencia.

-          La pequeña Anita está por cumplir seis años, sale de su escuela todos los días a las quince horas, es alérgica a las almendras y tiene miedo de los patos…bueno básicamente cualquier cosa que tenga pico.

La amenaza me hizo dudar sobre la seguridad de Ana, me apoye sobre la mesa y fije mi vista directamente contra la suya.

-          Esto ya no es un juego.

-          Nunca lo fue capitán – respondió sin perder ni un poco de su calma – el tiempo corre y espero resultados.

Tomo sus cosas, me guiño un ojo y se fue ¿Qué mierda hacía en ese lugar sin ningún refuerzo? Subestime la situación y me comporte como un completo amateur, nunca imagine que siguiera con vida.