Historias de la Pandemia XI
Todos hemos conocido mejor a los vecinos, y yo particularmente a una vecina
CAPITULO X
¡CAMBIO DE VIDA!
“Bueno, empiezo. Cuando llegamos al hotel, los dos se pusieron su kimono blanco, y a mí me dieron el albornoz de turno para que me lo pusiera.
El bueno de Yamagawa, no hacía más que decirme. Relax, Nuria, relax. El señor Ishikawa, nos ha dicho que tú eres muy buena en el arte de hacer el amor. Que tienes cualidades para ser una gran Geisha. Me dijo que ya conoces el Balanceo tibetano y que, si ahora eres capaz de dominar la pinza birmana, sin duda serás una Geisha muy cotizada en occidente. La clave está en desarrollar los músculos vaginales
Después de toda la charla, me invitaron amablemente a quitarme el albornoz, cosa que hice.
Daigo, empezó a sobarme las tetas, y Yamagawa le paró diciéndole algo en japonés que no entendí, y me empujó hacia atrás para que me tumbara en el suelo.
Así, me separó las piernas saco de un bolsillo un frasquito, se echó un poco en las manos y otro poco sobre mi pubis y empezó a darme masajes en el o pubis, las ingles, la vulva... El mismo calor de la primera vez empezó a recorrerme la zona.
A priori, era un masaje como tal, sin incidir en partes sensibles como clítoris, vagina o ano, pero tanto el líquido como la presión si llegaban a esas zonas y estaba empezando a ponerme muy malita.
Cuando Yamagawa entendió que había absorbido bien todo el líquido, saco de una bolsa esto, mira", me dijo sacando del bolso una caja que ponía 'Huevo Yoni ' lo abrió y sacó eso, un hueco, me recordó a alguno que había visto de pequeño por casa para zurcir calcetines, o eso me decía mi madre, pero este era de Jade entero, más gordo y en la parte inferior llevaba adosado una pieza metálica con varios ganchos.
Me explicó el funcionamiento del huevo, siguió contando Nuria. Se introducía en la vagina. Intentando ya desde su introducción sujetarlo en la primera zona de la vagina, lo más cerca del agujero. Luego se colgaban de los ganchos pesos y había que hacer diferentes ejercicios de gimnasia, reteniendo siempre el huevo en el interior de la vagina. En la medida que se controlara el peso que llevaba, se le ponía más y se repetían los ejercicios.
Yamagawa se dispuso a metérmelo. Yo pensé que aquel huevo no entraría ni de coña, o que al menos le costaría mucho, pero prevaleció el dicho de que la vagina se adapta a cualquier tamaño y si le añadimos que los masajitos y el líquido habían hecho su trabajo, el huevo entró como si hubiera estado ahí toda la vida.
Según entró, me dió unas palmaditas encima de agujero diciéndome que lo retuviera ahí, pero el huevo, inevitablemente, quería seguir su camino hacia el fondo de la vagina.
Yamagawa lo estaba sujetando por los ganchos mientras me decía que intentara envolverlo con las paredes de la vagina, me explico que su función era ejercitar y endurecer el suelo pélvico.
El suelo pélvico es un conjunto de músculos que se encarga de cerrar la pelvis ósea,
da estabilidad a la región pélvica, proporciona la continencia, se encarga de controlar la uretra, el ano, y el parto, pero en mi caso después de dos partos, aquello iba a costar.
Me explicó que en Japón las geishas son elegidas prácticamente desde que nacen y son educadas y entrenadas para serlo. Que en mi caso, costaría más pero que con trabajo y perseverancia lo conseguiría.
Buff, yo me afanaba por intentar sujetar el huevo lo más cerca posible de la entrada, pero si no fuera porque él lo sujetaba, se metía para adentro sin remisión.
Me coloco dos pesas de 20g. En los ganchos me dijo que me levantara y las soltó. Que duda cabe que las pesas ayudaban a que no se fuera el huevo para adentro, aunque también tendía a salirse. Vale, pensé yo, ahí está el truco, ahora hay que intentar que el huevo no se salga con 40g. más su propio peso, que según ponía en la caja eran 200 g. tirando hacia fuera.
Y así, exactamente me lo explicó el. Me mandó hacer una serie de ejercicios, casi todos pasaban por con las piernas separadas hacer sentadillas de diferentes formas.
Y ahí me tenías a mí, en pelota picada haciendo gimnasia delante de los dos japoneses.
Yamagawa no perdía de vista el huevo, y después de unos cuantos ejercicios, comprobó que tendía a meterse más.
Muy bien Nuria me dijo, tus músculos trabajan bien y podemos poner más peso, dijo mientras cambiaba las pesas por dos de 50g.
Ahora sí que tiraban hacia fuera. Me las veía y me las deseaba para mantenerlo dentro de mi coño.
Yamagawa me dijo que él sabía que el mayor problema ahora para mí, eran las agujetas, por la intensidad y continuidad de los ejercicios.
Por eso, saco de un bolsillo un frasquito que contenía extracto de Umeboshi, ciruela japonesa.
No sé si contendría algo más, pero fue ponerme el mayor unas gotas en la lengua, y automáticamente quitárseme todos los dolores. Eso sí. Aquello sabía a todo menos a ciruela. Horrible.
Yamagawa, seguía vigilando el huevo. Estaba bastante contento de que fuera capaz de retener ya los 300 g.
Bien Nuria, ahora saca el huevo casi hasta la entrada y vuelve a meterlo.
Este movimiento me era familiar, es como cuando haces pie y empujas para que salga la última gota.
Realmente me gustaba ver cómo era capaz de hacer los ejercicios que me decía Yamagawa.
Bueno Nuria, estos ejercicios tienes que hacerlos todos los días, hasta que seas capaz de colgar cualquier cosa de los ganchos y aguantar el huevo en tu vagina.
Ahora chupa, me dijo abriéndose el kimono y dejando al descubierto una polla de considerables dimensiones totalmente empalmada.
Me puse a cuatro patas con mi huevo metido, y empecé a mamársela.
Casi a la vez, note a Daigo hurgando por detrás jugando con el huevo a sacarlo y meterlo. Toda aquella situación me tenía ya muy cerda.
Era increíble la dureza que tenía la polla de Yamagawa. Ese hombre tendría que tener ya unos cuantos años, y aquello era acero para los barcos.
Después de manársela un buen rato, me dijo, Ahora Nuria, haremos el Balanceo Tibetano, Dios pensé yo, aquella polla me iba a llegar hasta los ovarios. Daigo, me sacó el huevo de la vagina. Yamagawa se puso en la posición de loto en la cama, y yo me senté sobre el con las piernas abrazando sus caderas como la otra vez, e introduciéndome su polla en la vagina. Efectivamente la notaba intentando abrirse camino a través del cérvix.
Ahora Nuria, me dijo, intenta aplicar lo aprendido. Procura independizar los movimientos de tus músculos vaginales, de los músculos anales.
Y ahí estaba yo, con aquel trabuco metido intentando masajearlo con las paredes de mi vagina, pero yo misma me daba cuenta de que a la vez que movía los músculos vaginales, movía también los anales. Seguro que Daigo que estaba detrás de mí, estaba fijándose en mi abrir y cerrar de ano.
Nuria, ahora tú debes vigilar comportamiento del hombre, su respiración, sus jadeos, cuando tu veas que se va a correr debes de pinzarle la base del pene, bien con dos dedos de la mano, o bien con dos dedos del pie, aunque esto último, requiere mucha destreza y práctica.
Daigo, no estaba para muchas explicaciones, y mientras Yamagawa me decía esto, él ya me estaba metiendo su polla por el ano. Tanto abrirlo y cerrarlo, debía de ser una incitación para el japonés joven. Noté bien su polla abriendo mi ano, y entrando en mi recto después. También tenía un tamaño bueno.
La verdad es que, en esos momentos, yo estaba para que me vigilaran a mí, y no para vigilar yo a nadie. No tarde mucho en empapar al bueno de Yamagawa y la cama, claro.
Mala Geisha es la que se corre. Primero has de conseguir el placer del hombre, luego si se da la circunstancia el tuyo, me dijo Yamagawa, con voz un tanto enfadada.
¿Y que quería este que hiciera?, llevaba dos horas moviendo mis músculos vaginales, ahora tenía dos pollas metidas, y además el balanceo ese, era mortal de necesidad.
Me afané en recuperar mi actividad vaginal, y continuar intentando masajear la polla de Yamagawa, y por simpatía también la de Daigo, ya que seguía moviendo los músculos anales también.
Nuria, atenta a mi respiración, me decía Yamagawa. Esta vez te ayudaré yo avisándote, pero has de descubrirlo tu sola. Y si no, suspendida, pensé yo. Seguí esforzándome en amasarle la polla, hasta que me dijo, Ahora, pinza.
Le sujete con dos dedos la base de la polla. Cosa que me resulto complicada por la pose que teníamos, pero me las apañé y se lo pincé. Ahora no tenía ni idea de cuando soltar para que se corriera, así es que espere acontecimientos. Seguimos con el balanceo, mientras Daigo, se corría abundantemente dentro de mi culo.
Pasado un ratillo, Yamagawa me dijo, Ahora, suelta.
Solté la polla, y el buen hombre, empezó a rugir, a bramar, a casi chillar, mientras que un chorro interminable, perfectamente perceptible, hacía por llenar mi coño.
Pasamos un rato aun unidos.
Nuria, tu solo utiliza esta técnica con hombres que te follen sin condón. Podría hacerse con él, pero no es lo mismo la sensación de expulsar el semen dentro de la vagina expulsarlo dentro del condón.
A estas cosas tenía que traerme la Tablet para tomar apuntes.
Cuando ya se relajó Yamagawa, se retiró, se levantó, sacó un sobre con el dinero de un maletín, y me lo dio. Nuria, ya son tres horas, me dijo mientras me lo daba.
Cogí el sobre y lo metí en el bolso.
“Permíteme hacerle una llamada a mi marido para decirle que tardaré. Quiero seguir practicando”, le dije.
Le expliqué a mi marido que había surgido una cena con unos técnicos japoneses, y que llegaría más tarde. Me dijo, lógicamente que no había problema. Ahora había que cuidar mi trabajo como oro en paño, así es que lo que hiciera falta.
“Vale”, les dije, “tengo hasta las doce”.
Los dos se alegraron y Yamagawa me dijo. Estamos muy contentos, pero nosotros no podemos pagar más.
“No es importante el cobrar, sino el aprender”, les contesté yo muy digna.
Los dos rieron y fueron al lavabo supongo que a asearse un poco.
Ahora Nuria, me dijo Yamagawa, vamos a ver si eres capaz de hacerlo tu solo con Daigo. Ya manejas tus músculos vaginales lo suficiente para ser mejor que la mayoría de las mujeres occidentales.
Bien a ver este japonesito, hasta ahora el más joven con el había follado, que tal se portaba. Supongo que tendría que tener en cuenta, que acababa de correrse en mi culo, con lo que le costaría más hacerlo ahora en mi coño.
Adoptó solemnemente la posición de Loto, y yo también solemnemente me coloque en la posición ya conocida, introduciéndome su polla que entraba en mi coño como un estilete. Empezamos el balanceo, la verdad es que aquello cada vez que lo hacía me gustaba más. Lo de complementar la respiración de los dos prácticamente era automático por la pose que teníamos.
Me afané en mover mis músculos vaginales. Empezaba a notar que las reacciones de los hombres, los japoneses en este caso al mover los músculos se aceleraban mucho en su excitación respiraban más rápido, jadeaban con más fuerza. Noté que le faltaba poco, así es que le hice la pinza. Le aguanté hasta que vi que si no se la soltaba se iba a correr por los ojos. Al igual que en el caso de Yamagawa, en cuando le solté la pinza, un gran chorro invadió mi vagina. Aparentemente aquello no solo aumentaba la presión, sino también la cantidad.
A diferencia de las otras veces, Yamagawa, no me enculo, mientras hacía el balanceo, se mantenía expectante, a ver cómo me comportaba con Daigo.
Cuando Daigo me la sacó, Yamagawa comenzó a aplaudirme y a decirme que ya era una geisha occidental, es más, mira, me dio este colgante que identifica a la Geisha en occidente.
Realmente era un colgante con la imagen de una Geisha.
Y cuando hicieron todo esto, me mandaron tumbarme de nuevo en la cama
Se puso cada uno a un lado mío, y sacaron de un estuchito agujas de acupuntura, con practica inusitada palparon mis tobillos, y me pincharon una aguja en cada uno. Al instante, percibí un hormigueo que nacía en mis tobillos y recorría mis piernas, llegaba al as ingles y de ahí directamente a mi coño. Empecé a notar un calor en toda la zona que hasta entonces no había experimentado. Se me hincharon mucho los labios, me dijo Yamagawa que se debía al aumento de riego sanguíneo en la zona.
A la vez, cogieron el liquidito que me echaron al principio para excitarme, y volvieron a echármelo en todo el pubis y los labios. Lo hacían como con miedo a romperme. Muy lentamente, y marcando mucho los dedos en el masaje.
Daigo empezó a masajearme el clítoris. Lo hacía con un movimiento, que yo misma notaba que cada vez crecía más, y salía más. Mientras Yamagawa, metió dos dedos en mi vagina, y desde dentro empujaba también la zona esa como si quisieran sacarme el clítoris por completo.
Al poco de estar haciendo esos movimientos, me corrí nuevamente, pero literalmente a chorros. Parecía que había roto aguas.
En ese momento Yamagawa, se tumbó encima de mí, y me folló. Lo sorprendente es que esta vez fue al estilo occidental. Como si le fuera la vida en ello. A lo bruto. Cuando se corrió, y sin darme tiempo a pensarlo fue Daigo el que entró en mi vagina, también con gran violencia. Estuvieron repitiendo eso casi hasta la hora de irme. Yo estuve en un orgasmo continuo. Necesité más de 15 minutos para ser capaz de levantarme de la cama, lavarme vestirme y volver a casa.
Y eso fue todo.
Cuando terminó Nuria de contar su experiencia, la cara de tonto que debía de tener yo, debía de ser de campeonato...
“Bueno venga vamos a trabajar que al final nos van a echar a los dos”, la dije.
Sonrió y salió del despacho. Yo no tuve otro remedio que meterme en el lavabo y hacerme una buena paja.
CONTINUARA