Historias de la pandemia V

Todos hemos conocido mejor a los vecinos, y yo particularmente a una vecina

CAPITULO IV

CONOCIENDONOS +

Si, ya lo sé. Casi habíamos hecho lo de la juventud de ahora, primero follar y luego si eso, conocerse.

Sentados en la cama uno enfrente del otro aún desnudos, tocándose nuestras rodillas, o hablábamos pronto, o mucho me temía que volveríamos a enrollarnos.

“Bueno, por respeto a las canas, empieza tú. Cuéntame cosas de tu vida”, la dije.

“Jo, que morro, pero bueno está bien que te he hecho trabajar mucho”, me dijo ella con una angelical sonrisa.

“Bueno va, como sabes, me llamo Nuria, tengo 37 años, casada, con dos encantadoras niñas. Nací en París, porque mi padre estaba destinado allí por trabajo. Allí estuve hasta los cinco años, que le volvieron a trasladar a España. Gracias a eso hablo francés, castellano, e inglés. Este último con más dificultad porque no lo practico, pero también estuve un tiempo en Inglaterra.

Aquí en España, cursé mis estudios básicos, y luego, hice unos módulos de administración de empresas y secretaria.

Estuve un tiempo trabajando en una pequeña empresa hasta que me casé. Luego las niñas, y ahora pues realmente me gustaría encontrar algo, ya que las niñas van al cole, y tengo tiempo libre. Además, mi madre, está encantada de quedarse con ellas, aunque hoy me ha tirado una puyita, que creo que será típico de madres, al decirme que me lo pasara bien en la entrevista de trabajo, con cara de pícara. Lo mismo me ha visto que me arreglaba más de la cuenta, no sé.

Que más te cuento….

Que no sé cómo he llegado a estar aquí, contigo. Nunca lo hubiera imaginado, pero no por ser tú, sino con otro hombre. Nunca me había visto en la situación de ser infiel, pero aquí estamos.

Antes de casarme tuve dos novios, y sexo con ellos, pero con tanto cambiar de país, no te creas que he sido muy despierta para el sexo, hasta que ha llegado un caballerete, que me ha hecho descubrir muchas cosas nuevas en el sexo, que yo no sabía ni que existían, o solo de oídas. Incluso ahora me da que pensar que soy multiorgásmica. Y a ese caballerete, le voy a comer ahora mismo los morretes, porque se lo merece”, terminó Nuria su exposición, dándome efectivamente un buen morreo.

“Yo te contaría mi vida, pero creo que tendremos tiempo de hacerlo. Ahora me interesa eso que has dicho de que te gustaría encontrar un trabajo. ¿Es eso cierto?”, la dije.

“No es una necesidad inmediata, pero si me sale algo por supuesto que encantada”, dijo ella.

La agarré de los pezones y la dije,

“Y que te parecería si te dijera que yo puedo necesitar una colaboradora para mi trabajo?, y que creo que tú y tus pezones encajáis en el puesto, jaja”

“No, no, no, solo me cogerías por eso, por el sexo, y yo quiero que se me valore por lo que haga en mi trabajo, no por como sea en la cama”, me dijo poniendo voz de semi ofendida.

“No te negaré que el tenerte cerca, si despertaría en mí ciertos instintos animales, pero hay un dicho que “Donde tengas la olla, no metas la polla”, y es así. Se truncan muchas carreras por calentones inoportunos”, la dije.

“Ya, pero no lo veo”, dijo Nuria.

“Bueno tu piénsatelo. Yo montaría el tema como una selección auténtica de personal, y nadie sabría que nos conocemos, pero podemos tener nuestras historias algún día al salir del trabajo. Piénsatelo”, la dije.

“Esta bien, me lo pensaré, no es que no me muera de ganas, pero me da miedo que no funcionase y estropeara esto”, dijo ella.

“Como veas, Si te decides me pones una nota, y yo pongo en marcha toda la mecánica”, te aseguro que no te arrepentirías”, la dije tratando de ser convincente.

Me abrazó, subiéndose un poco sobre mis piernas, y mi polla empezó a decirme que aquello volvía a ser peligroso, teniendo que irse.

Nos besamos un largo rato, y nos vestimos y emprendimos el regreso a casa.

“Déjame notas, aunque sea diciéndome hola”, la dije.

“Y tu a mí, que si no la dejo yo…..”, contestó.

“No te preocupes. Te dejaré cada día una. Palabra de caballerete”, la dije sonriendo.

Llegamos a las inmediaciones del barrio, y se bajó del coche.

Yo aparqué, cogí un boli y un papel, y la escribí

“Ya te echo de menos” , lo doblé y lo puse en el arbusto. Y lo bueno, o lo malo, aún lo sabía, es que era verdad.

Los días fueron pasando con mensajes cortos de los dos, diciéndonos que nos echábamos mucho de menos y tal, pero de volver a quedar nada. Bueno había que darle tiempo.

Hasta que un día, tenía uno que decía,

¿Podemos hablar más a fondo de tu oferta de trabajo?

Cuando y donde quieras , la contesté

¿El lunes, donde la última vez? , me dijo.

Hecho , la contesté.

Bueno pues el lunes repetíamos. Yo me encargue de follarme a mi mujer el viernes, para estar el lunes a pleno rendimiento.

Como la última vez, me esperaba en la entrada del hiper. Se subió al coche y sin mediar palabra se giró ligeramente en su asiento hacia mí, se abrió de piernas, y me enseñó el coño,

“Mira como me tienes, cabronazo, y solo de pensar que iba a verte”, me dijo.

La eché mano, y estaba realmente chorreando y muy hinchado.

“Así es que quieres polla, ¿eh putita?, la dije.

No me hubiera atrevido nunca a decirla putita, pero su “cabronazo”, me liberó.

“Sí, quiero que hoy me trates precisamente como a una putita. Bueno mejor como a un putón, y que me des bien duro. Nada de delicadezas que para eso tengo el inútil de mi marido”, me dijo airada.

“No hay problema, tengo ganas de azotar esas nalgas y esas tetas”, la dije.

“No tienes huevos para hacerlo, sois todos iguales”, me dijo.

Me saqué la polla que ya la tenía totalmente tiesa, y la cogí la cabeza, y la hice metérsela en la boca.

“A callar, cerda, y haz algo productivo”, la dije.

Esta debía de haber discutido el fin de semana con el pariente, porque estaba desenfrenada. No puedo decir que no la conocía así, porque realmente la conocía muy poco, pero me estaba gustando el giro que estaba dando la relación.

Chupaba como una posesa, sin importarla que íbamos por mitad de la calle, y que, desde coches más altos, podían vernos.

Llegamos al hotel y repetimos lo de la última vez. Cuando bajé a buscarla al coche, me esperaba de pie en la puerta.

“Vamos tardón”, me dijo.

“Mira, no te desnudo aquí mismo y te subo en el ascensor y te llevo a cuatro patas hasta la habitación, porque, porque….”, estaba diciendo

“Porque no tienes huevillos”, me dijo en tono desafiante.

“Nooooooo, claro que no, hay cámaras por todos lados, aunque espero que en la habitación no, porque lo harás en la habitación”, la dije siguiéndola el juego.

Y así lo hice, nada más entrar en la habitación,

Tampoco tenía tanto que quitarse, el vestido y el sujetador que se los quitó y los tiro al suelo.

“Eh, Eh, eh, ¿que significa esto? La ropa bien colocada que luego no quiero que salgas de aquí echa un adefesio”, la dije.

Me encantaba verla desnuda y divertida, cumpliendo lo que la decía.

Recogió el sujetador y lo puso sobre el respaldo de una silla. El vestido lo colgó en el armario.

“Eso está mucho mejor”, la dije, “ahora a cuatro patas”

Se la notaba una mezcla de corte, excitación y diversión. A ver en que terminaba ese coctel.

Me senté en la cama, y ella se quedó junto al armario.

“Ven perrita, quítame los zapatos”, la dije.

Vino hacia mí a cuatro patas, y me quitó los zapatos. Hizo ademan de lamerme los pies.

“No te he pedido eso. Limítate a hacer lo que te mande”, la dije tajante.

“Ahora, lámeme los pies, y a fondo. Pasa bien la lengua entre los dedos que no me los he lavado desde el viernes”, la dije.

Nuria no pudo evitar decir bajito,

“Que guarro”

Pero se puso a lamer y a pasar la lengua entre los dedos, que obviamente me había duchado esta mañana.

Me solté el botón del pantalón para darla facilidades, y cuando di por terminada la limpieza de pies, la dije,

“Quítame los pantalones y slips, y colócalos adecuadamente”

Se puso de rodillas, y me fue quitando ambas prendas. Se incorporó las coloco bien dobladas, y volvió a cuatro patas a mis pies.

Peque los pies a la cama, y la dije,

“Pon tu cara en mis pies”, al hacerlo se tuvo que echar hacia adelante, y bajar el torso a la vez que sus caderas, quedaban mucho más prominentes.

Le eché las dos manos al culo, e hice lo que me quedé con ganas de hacer la otra vez y la di varios azotes en su culazo.

Luego con las dos manos, la abrí bien las nalgas,

“Vamos a ver si esta perra, ha usado mucho sus agujeros este fin de semana”, la dije.

Mientras se lo decía la pasé una mano por el coño metiéndola un par de dedos, que me encargué se mojaran bien con su flujo, que como ya vi en el coche, era abundante, aun sin hacer nada.

Una vez bien mojados, los dirigí a su ano, extendí bien el flujo por él, y empecé a hacer presión sobre el para que al menos uno de ellos entrara en su culo..

No uno, sino los dos, entraron por su ano de forma simultánea. Para entonces, Nuria ya estaba cogida a mis tobillos, y empezaba a jadear más cachonda aún de lo que había venido.

“Bien cerda, tengo aquí algo para ti. Seguro que te gusta el chupachups”, la dije cogiéndome la polla y poniéndosela a su alcance.

Levantó lentamente la cabeza, hasta que llegó a mi polla y se agarró a ella con la boca empezando a mamarla como ella sabía. Yo mientras con el pie empecé a masturbarla, a pasárselo por toda la raja, a darla con el dedo gordo en el clítoris, incluso a metérselo en la vagina, y follarla con él.

Estuvimos así un buen rato, pero claro todo hacía efecto, así es que me tumbé en la cama y la dije,

“Ahora cerdita, fóllame, y vas a hacerlo tu todo. Yo simplemente me dejaré”.

Hasta se relamió, subiéndose a la cama, y encima de mí, y metiéndose directamente, esta vez, mi polla en su coño. Empezó a moverse lentamente, yo simplemente tumbado y poniendo la polla. Era como un consolador humano. Pero estaba dispuesto a cuando me corriera, no decirla nada, y echárselo todo en el coño.

Mientras me follaba de vez en cuando cerraba los ojos, otras veces me miraba y se reía, una sonrisa dulce, como diciendo, que bien te dejas follar.

En un momento dado, se sacó la polla del coño, se la llevó al ano, y la apuntó. Empujó para abajo despacio, aún recelosa por si la dolía. Cuando notó que tenía la polla dentro de su culo, se dio cuenta de que no había dolor, y empezó a cabalgarme como una posesa, pegando auténticos botes sobre mí. Menos mal que al menos la cama no hacía ruido.

Fue alternando de agujero según la apetecía, culo, coño, culo coño, se echó sobre mí cogiéndome por los hombros como para poder darse más impulso.

Ya estaba toda sudada, agitada muy agitada jadeando y gimiendo alternativamente. Por lo que la conocía de las dos veces anteriores, estaba próxima a correrse.

No quise dejarla sola, y unos instantes antes que ella, la solté yo todo el chorro en su coño.

Nuria, lo notó, y lanzó una especie de grito como si le hubieran pinchado, empezando a continuación a jadear, a restregarse con más fuerza sobre mí, a poner caras increíbles, en fin, a correrse como una loca.

Cuando terminó cayó, literalmente sobre mí. En ese momento entre en acción y la abrace.

Estuvimos varios minutos aún unidos por nuestros sexos y abrazados. Yo notaba mucho calor en su coño, lo cual hacía que mi polla no bajara su intensidad. Notaba su corazón latiendo a mil.

Cuando consiguió calmarse, me dijo al oído casi susurrando,

“Puedo decirte que te quiero?”.

“No solo puedes, debes. Yo te quiero a ti con locura”, la dije.

“Pues no se ve, no me has dado tu lechecita”, me dijo ya otra vez con voz mimosa.

“Mujer también tiene derecho tu chochete a saborearla”, la dije empezando a morrear con ella.

“Nos damos una ducha?”, la dije al rato de estar comiéndonos los morros.

“Espera un poco déjame que repose un rato más”, me dijo.

Se tumbo boca arriba junto a mí, la pasé el brazo por debajo de la cabeza, y ella se recostó sobre él. A poco se me duerme.

Pasado un rato, la espabile,

“Nuria, espabila, que tenemos que hablar de negocios”, la dije.

“Jo, Samuel, estoy en la gloria, pero sí vamos a hablar”, me contestó.

Nos sentamos como el otro día uno frente al otro con las piernas cruzadas ella con las suyas reposadas sobre las mías.

“Que has pensado de la oferta que te hice de trabajo?”, la pregunté.

“Pues si tú crees que no es un impedimento nuestra relación, y que no perjudicara al trabajo, me gustaría intentarlo”, me dijo.

“¡BIEN!”, exclamé yo, “esta es mi chica”

“Supongo que lo has hablado en casa”, la dije.

“Sí, le he dicho a mi marido que estaba haciendo unas entrevistas por un anuncio que me había pasado una mamá del cole, y le ha parecido bien, siempre que mi madre pueda quedarse con ellos cuando no estemos alguno de los dos. Y mi madre, con tal de estar con sus nietos, encantada de la vida, así es que no tengo problemas por ahí. Me preocupa más las pruebas que podáis hacer en la empresa.”

“Genial. Por las pruebas no debes preocuparte. Para eso estoy yo aquí”, la dije.

“Haremos una cosa”, seguí diciéndola,” Hoy hablaré con recursos humanos, para que pongan el anuncio. Mi secretaria está de baja por maternidad, y puedes encajar perfectamente”.

“Pero si es para cubrir una vacante por maternidad, solo serían unos meses. Pensé en algo más duradero”, dijo ella desilusionada.

“No es incompatible entrar a cubrir una baja por maternidad, y quedarte en la empresa”, la tranquilicé.

CONTINUARA