Historias de la mili 16

Relato coral de un grupo de soldados de reemplazo del Tercio de Armada en los años 80, durante los últimos meses de servicio militar. Historias de infidelidad, sexo de juventud, amor y también inevitable transición entre la adolescencia y la edad adulta.

Un plan de mierda

- ¡Pues vaya un fastidio!

- ¿Estás enfadada?

- No, no, lo que pasa es que no me lo esperaba: me había hecho la ilusión y ya estaba contando los días. Lo teníamos todo tan bien planeado...

- Yo lo siento tanto como tú. Tengo muchas ganas de verte, pero no te preocupes que te compensaré.

- Ya, pero el fin de semana siguiente no puedo ir y el otro Carmen se queda en San Fernando, con lo cual no tenemos apartamento. Vamos a tardar en vernos casi quince días... A joderse tocan, se ha puesto todo patas arriba, con lo bien calculado que lo teníamos.

- Ya lo sé cariño, tú aguanta y por lo del apartamento no te preocupes: conseguiré pasta y voy a reservar una habitación de hotel. Ya he pedido que me envíen un giro.

- Bueno, no pasa nada, yo también tengo algo ahorrado ¿Cuándo te vas?

- El viernes. Es un curso de supervivencia en la sierra de Grazalema, en Ubrique. Estaremos desconectados de todo.

- ¿Vas a hacer de Rambo?

- No, yo no, solo voy de chófer. Son los que están en el curso de sargento, pero tengo que estar allí. Necesitan un conductor con un Land Rover además de los dos camiones y estamos bajo mínimos, así que como el coronel no tiene pensado ir a ningún sitio, me lo han colocado a mí. Oye, se va a cortar esto, ya no me quedan más monedas. Lita...

- ¿Qué?

- Te quiero.

- ¿En serio?

- Sí, en serio.

- ¿Sabes? es la primera vez que me lo dices.

- Seguro que ya te lo he dicho alguna vez o…algo parecido.

- Que no, tonto, que yo tengo muy buena memoria.

- Pues entonces...eso, ya lo sabes.

- ¿Qué pasa? ¿Te da vergüenza habérmelo dicho?

- Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero...

- Tonto - rio ella mientras sonaban los pitidos que anunciaban que se cortaba la comunicación. Se quedó pegada al auricular. A pesar del cabreo, se sorprendió a sí misma sonriendo. - Bueno, pues a aguantarse tocan - dijo colgando por fin el teléfono.

El madriles cruzó el patio desde la cabina hasta el bar de suboficiales. En ese momento, dado la hora que era, estaba vacío. Eduardo, con una chaqueta blanca de camarero y pantalones reglamentarios de paseo, tomaba el sol en la puerta.

- ¿Qué pasa curso?

- Nada, aquí haciendo la fotosíntesis ¿y tú?

- Pues dándome un garbeo, a ver si me despejo un poco, que de todo el día en la oficina del coronel, tengo la cabeza como un bombo.

- No rajes, que eso es mucho mejor que estar pegando barrigazos en la Sierra del Retín.

- Todo lo que no sea verme ya fuera de aquí se me hace bola ¿Ves a la novia este fin de semana o qué?

- No, este no.

- Pero estás libre de servicio ¿Verdad?

- Sí, lo que pasa es que ella se va al pueblo a la boda de una prima. Y bueno, como ya nos queda tan poco y los otros igual sí los libro, he pensado quedarme aquí con vosotros y tomar algo. Ya sabes, quizá sea nuestra última salida todos juntos.

- Yo no puedo.

- ¿Y eso?

Julián dudo un momento, pero luego respondió aparentando cierto fastidio:

- Viene mi familia de Madrid a pasar unos días de vacaciones: se han cogido algo en Chiclana.

- ¡No fastidies! Vaya sorpresa.

- Sí, así que me han jodido el plan con Laura.

- Y ¿por qué? puedes llevarla.

- Un poco pronto para hacer presentaciones ¿no te parece?

- Bueno, tampoco te tienes que casar con ella ahora, con que digas que es una amiga…

- Claro, le digo a mis padres que es una amiga y la meto en el apartamento con nosotros, a que duerma en mi cama. Mi madre no es tan moderna.

Eduardo trató de razonarlo y efectivamente, no parecía una situación muy airosa.

- Pues no le habrá sentado bien a Laura ¿no?

Julián empezó a ponerse nervioso: no había calculado un interrogatorio tan en profundidad y se había metido él mismo en un jardín complicado.

- Pues esto... la verdad es que... no quería que se molestara, así que le he dicho que tenía que ir de maniobras.

Eduardo le lanzó una mirada extraña: menudo barullo estaba liando. Empezaba a tener la sensación de que se había metido en arenas movedizas y cada vez que intentaba hacer un gesto para salir de ellas, lo único que conseguía era hundirse más.

- Mira, mi familia es muy rara - trató de explicar - la verdad es que viniendo a verme se creen que me han hecho un favor, pero en el fondo lo que han hacen es fastidiarme. Van a estar unos días de vacaciones y no puedo pasar de ellos, con el viaje que se van a pegar. Y, por otro lado: sé que Laura no iba a estar cómoda, son muy particulares y no quiero movidas raras.

- Joder ¿y por qué no se lo cuentas así?

- Porque no sé si lo va a entender, igual ella se molesta también porque piensa que no quiero presentarle a mis padres: es más fácil contarle que me voy de maniobras y ya está. Prefiero de momento mantener a mi familia por un lado y a Laura por otro. Si los junto, no va a dar resultado.

- Tío, vaya pifostio que estás montando - respondió el de Sevilla meneando la cabeza - Como al final se enteren, vas a cabrear a unos y a otros.

El Madriles no pudo menos que pensar que era cierto. Su plan sin fisuras estaba resultando ser una mierda de plan.

- Ya, ¿pero sabes qué? por nada del mundo quiero cagarla con Laura, así que haré lo que haga falta.

Era lo único cierto que había dicho en toda la conversación, pensó Julián irritado.

- Tú mismo, curso...tú mismo...

- Tía, vaya hocico que me estás poniendo. ¿Estás hoy de morros? Para una vez que nos ponen juntas en la línea...

- Perdona Paqui, pero es que no se me va el cabreo. Putos mandos. Nos han jodido todo lo que teníamos planeado ¿No tienen nada mejor que hacer un fin de semana que fastidiar a los soldados?

- Lo siento Laura, vaya cortadura de rollo.

- Más lo siento yo. Con las ganas que tenía y ahora le ponen maniobras. Como mínimo dos semanas sin vernos.

- ¿Qué raro no? así de sopetón...

Laura asintió con pesadumbre en un primer momento, pero luego reaccionó, captando el tono levemente escéptico de su amiga.

- Oye ¿qué pasa? ¿Que no te lo crees?

- Chocho, no te enfades...solo digo que es muy mala suerte...

- ¿Crees que me está mintiendo?

- Laura, yo no he dicho eso.

- Pero lo piensas.

Finalmente, Paqui suspiró, no tenía sentido disimular con su amiga: se conocían demasiado bien y ella ya sabía que Julián no le despertaba confianza.

- Son hombres - dijo apartando la mirada.

- Y por lo tanto todos son unos cabrones ¿no?

- Unos más que otros.

- Y Julián ¿de qué tipo es? ¿De los que más o de los que menos?

- Eso lo sabrás tú que eres su novia.

Lita bajó la cabeza de nuevo hacia las latas que empaquetaba. Respiró fuerte e hizo un par de mohines antes de contestar, ahora ya segura de la respuesta.

- Sé que estaba jodido por no verme. Estoy segura en el fondo de mi corazón, Paqui, se lo noté.  Si no ha quedado es porque no ha podido.

- Bueno, vale... Ya está, perdona, tienes razón: soy una bocazas... es que estoy un poco rara ¿sabes?

- ¿Por lo del Malaguita?

- No sé...por todo ¿qué voy a hacer con mi vida, Laura? ¿Estoy tomando las decisiones correctas?

- A lo mejor lo que tenemos que hacer es no darles tantas vueltas a las cosas y simplemente, disfrutar del momento ¡coño! ¡Que tenemos veinte años!

Paqui sonrió y le pasó la mano a su amiga por el hombro, juntando las cabezas.

- Nos lo hemos pasado bien zorreando juntas ¿eh?

- Y todavía nos queda mucho que disfrutar ¿Te ves con tu nuevo chico este fin de semana?

- Claro. Por cierto, la tiene más pequeña que Antonio, pero tampoco está mal.

- Ostia ¿ya habéis follado?

Paqui le puso ojitos, dando a entender que eso ya se veía venir.

- ¿En la primera cita? tía, si te lo quieres echar de novio formal, lo tenías que haber dejado sufrir un poquito.

- Vaya gilipollez ¿tú lo habrías hecho?

- No, ni de coña - admitió Laura y las dos se echaron a reír...