Historias de la crisis. la asistencia social

Tercera entrega de una serie de relatos que muestras la desesperación de las personas. En esta ocasión la protagonista es Lorena, madres soltera en paro que necesita acceder a unas ayudas cada vez más escasas.

HISTORIAS DE LA CRISIS. LA ASISTENCIA SOCIAL.

Cuando Lorena tuvo a su hija Camino, sabía que la vida no iba a resultarle fácil. El padre de la niña no quería saber nada de ella y había vuelto a su Rumania natal. Su familia la había dado la espalda al poco tiempo de empezar a salir con Cosmin y no podía contar con ellos.

Vivía en un edificio que apenas se mantenía en pie, en donde las comodidades modernas habían pasado de largo. Era un lugar frío y húmedo en donde las corrientes de aire hacía que estuviera siempre resfriada.

Hacía más de un año que no trabajaba, la ayuda por desempleo se había terminado hacía un par de meses, ahora cuando más gastos iba a tener, y las condiciones para recibir ayudas sociales se habían endurecido por la crisis y los recortes.

La opción de dar en adopción a Camino se había planteado muy seriamente, pero al final decidió quedarse con la niña, estaba segura que la ayudarían, no podían negarle la ayuda dada su situación y tener una niña seguro que facilitaba las cosas. A pesar de este pensamiento ella quería a su hija, se parecía mucho a su padre con esos ojos grises y el pelo castaño claro. Lucharía por ella.

—Buenos días, ¿María Lorena Cuzco Montes?.

—Si, soy yo —respondió, abriendo apenas una rendija de la puerta de entrada a su casa. Aquel no era un barrio muy seguro y no era la primera vez que con cualquier excusa entraban en la casa de algún vecino.

—Buenos días, soy Marcelo Salas, el asistente social. Vengo a realizar la entrevista para elaborar el informe de ayuda.

—¡Ah si!, pase, pase  —respondió Lorena más tranquila e ilusionada.

Marcelo era un chico joven, 25 ó 30 años, algo gordito, moreno y más bien bajito. La verdad Lorena no se hubiera fijado en él por la calle, era un chico del montón. Vestía muy informal con vaqueros y un polo marrón, y calzaba unas zapatillas de deporte. Del hombro colgaba una bandolera de cuero.

—Bueno, ¿cómo te encuentras? —preguntó Marcelo una vez se hubieron sentado en un par de sillas.

—Muy cansada, estoy agotada —respondió una ojerosa Lorena que desde que había vuelto del hospital no había podido dormir más de dos horas seguidas.

—Eso es normal para las primerizas. Y además... —dijo mientras ojeaba unos folios —...veo que el padre de...

—Camino —completó Lorena

—De Camino, exacto, se ha desentendido de la niña. ¿No sabes dónde podríamos localizarlo?

—Sólo sé que se fue a Rumania, pero no tengo ni idea de dónde puede estar, nunca me hablaba de su país ni de su familia.

—Entiendo —dijo al tiempo que escribía algo.—¿Cómo está la niña?

—Bien, aunque no para de llorar.

—Muy bien. Veo que has agotado el paro y que has solicitado una ayuda.

—Si —respondió avergonzada Lorena.

—¿Cómo te mantienes ahora?

—Me ayudan en la parroquia —explicó bajando la mirada hacía el suelo.

—Entiendo —respondió mientras continuaba rellenando el informe.

Lorena conocía el procedimiento, ya había pasado por esto más veces, pero no dejaba de ser un poco humillante tener que contar tus miserias a un desconocido para poder obtener ayuda. Pero hacía mucho tiempo que Lorena se había tragado su orgullo.

—Necesito ver a la niña ¿está en casa?

—Si, si, está dormida, pero tiene que estar a punto de despertarse porque ahora le toca comer.

—Muy bien.

Los dos se quedaron en silencio unos minutos, hasta que Lorena se dio cuenta de que quería ver a la niña.

—Voy a por ella.

Se levantó de la silla y salió de la habitación. Lorena tenía el pelo negro al igual que los ojos, una cara fina, demacrada por el cansancio. Tenía un cuerpo bonito, con unos pechos generosos propios de una madre lactante. Vestía un chándal que le quedaba varias tallas grandes lo que impedía que se cuerpo se apreciara.

—Aquí está —dijo al tiempo que volvía a entrar en la salita trayendo con ella a Camino que ya estaba despierta esperando su comida.

Marcelo echó un vistazo a la niña, sin prestarle mucha atención, y volvió a sus papeles.

—¿No tenías que darla de comer? pues adelante, mientras yo acabo con los informes.

Lorena dudaba, siempre daba de mamar a la niña en la salita, en una mecedora que había encontrado hacía unos meses en la basura, pero le daba un poco de vergüenza que Marcelo la viera. Por otra parte quizás fuera una prueba para comprobar si alimentaba correctamente a la niña. Sabía que los asistentes sociales hacían este tipo de cosas. Pedía ir al baño para ver si estaban limpios, pedían un vaso de agua para comprobar la cocina.

Así que decidió hacerlo como lo hacía siempre, además Camino se empezaba a impacientar. Se sentó en la mecedora, y se bajó la cremallera de la chaqueta del chándal, no llevaba sujetador ni nada debajo de ella. No se acordaba de eso, estaba tan acostumbrada a no llevarlo en casa por comodidad que lo había olvidado por completo.

Sus pechos llenos y generosos se mostraron. Trató de ocultar uno de ellos pero era complicado. Tenía los pezones agrietados y le dolían, no podía permitirse una crema para tratarlos y los trucos caseros no servían con Camino exigiendo comer cada dos ó tres horas.

Sujetó el pezón derecho con los dedos índice y anular mientras acunaba en el brazo a Camino a la que acercó a la fuente de su alimento. Enseguida se enganchó a él con fuerza y Marcelo pudo ver una mueca de dolor en la cara de Lorena.

Lorena levantó la vista y vio a Marcelo que no apartaba la mirada de ella.

—¿Dónde estaba mirando? —se preguntaba Lorena —tenía que haberme ido a la habitación, o por lo menos haberme puesto un sujetador —se reprochaba una Lorena que estaba deseando que Camino acabara.

—Esto va a ser más fácil que otras veces —pensaba Marcelo mientras notaba como crecía su polla contemplando como Lorena daba de mamar a su hija. Era hora de poner en marcha la estrategia que utilizaba siempre en estos casos.

—Bueno, pues ya está completo el informe.

Lorena se alegró de que por fin hubiera terminado.

—Muchas gracias, ¿Cuándo recibiré la ayuda? —deseaba que se fuera pero quería saber el tiempo que tardaban.

—Pues verás —empezó Marcelo al tiempo que se levantaba de su silla y se acercaba a Lorena —ahora estas cosas van muy despacio, la crisis ya sabes.

Lorena asintió, ¿qué le iban a decir a ella de crisis?.

—Ahora mismo, están tardando entre 9 meses y un año, y eso si la dan, porque están denegando muchísimas. Sencillamente no hay dinero para nada.

A Lorena se le hizo un nudo en el estómago, ¿cómo podría aguantar un año sin ninguna ayuda?

—Pero la niña..., la comida...

—Si, si todo eso va en el informe pero ahora mismo hay muchas personas en igual o peor situación que la tuya, y las cosas están así...

Era el momento de lanzarse, siempre había un riesgo en este paso, pero nunca había tenido muchos problemas.

—... aunque...

Ese aunque devolvió la esperanza a  Lorena que había dejado de prestar atención a su hija y solo pensaba en como podría salir adelante.

—¿Aunque?, ¿hay un aunque? —preguntó con timidez, casi con miedo a que ese aunque fuese solo una ilusión, una fantasía desesperada.

—Yo podría acelerar los trámites y en quince días podrías obtener la ayuda.

—¿De verdad? —la esperanza volvió a renacer en Lorena.

—Si, pero todo tiene un precio.

Era el momento, ahora o nunca. Marcelo extendió la mano y acarició el pecho desnudo de Lorena, haciendo que a esta le recorriese un escalofrío y que el pezón se saliese de la boquita de Camino, que comenzó a gruñir reclamando su comida.

—¿Qué haces? —preguntó entre estupefacta y asustada Lorena, que se apartó todo lo que pudo de su atacante, mientras Camino ahora lloraba reclamando más leche.

—Estoy ayudándote a adelantar los plazos, pero si no quieres esta ayuda...

Lorena comprendió por fin lo que Marcelo le estaba proponiendo, si quería recibir la ayuda pronto, debería pagar, y como no tenía otra cosa que su cuerpo con lo que hacerlo, ese es el precio que le estaba reclamando.

Marcelo se dio la vuelta y con calma comenzó a recoger los papeles que estaban encima de la mesa. Lo hacía despacio, como lo había hecho otras veces. Él sabía que todas cedían, que tardaban un momento en darse cuenta, pero todas cedían. De fondo se oía el llanto cada vez más fuerte de la niña que reclamaba atención.

—Está bien —susurró Lorena.

—Perdona ¿has dicho algo? —se regocijó Marcelo ante su triunfo.

—¡Qué está bien! —repitió más alto Lorena al tiempo que volvía a llevar el pezón a la boquita de la hambrienta Camino, dejando la cabeza agachada y mirando como su hija mamaba sin saber lo que allí estaba sucediendo.

—Chica lista —y se volvió a acercar a Lorena y volvió a acariciar el pecho de esta.

—Por favor, espera a que termine de darle de comer a Camino —pidió Lorena sin levantar los ojos que notaba inundados en lágrimas.

—Seguro que a Camino no le importa que yo me encargue de este otro ¿verdad que no preciosa? —y dicho esto se agachó y llevó la boca hacía el pecho izquierdo y comenzó a mamar cual lactante.

—Por favor, por favor —rogaba susurrando Lorena.

—Pchssss, atiende a la niña, no querrás que ponga en el informe que no cuidas bien a la niña, ¿verdad?

Lorena no dijo nada más, podía notar como las llagas del pezón se reabrían y como la leche manaba de él hacía la boca de Marcelo que succionaba mientras que con una de sus manos manoseaba su sensible y generoso pecho.

Camino terminó de comer y se apartó satisfecha del pecho de su madre, la cual no se movía y notaba como Marcelo seguía amorrado al otro.

—¿No le sacas los gases?

Lorena reaccionó como una autómata y se llevó a Camino a su hombro y le dio unas palmaditas en la espalda hasta que un eructo de esta confirmó que estaba satisfecha.

Mientras Marcelo observaba la tierna escena sin apartar la mano del pecho de Lorena.

—Vamos —dijo Marcelo extendiendo la mano hacía Lorena para ayudarla a incorporarse.

Ella no sabía que quería decir con lo de —vamos— a dónde irían.,

—Venga, vamos a acostar a Camino. Por dónde está su habitación.

Lorena se incorporó apoyándose en la mano de su violador, y se dirigió por el pasillo hacía el cuarto que ambas compartían.

Era pequeño, el espacio justo para una cama, una cunita y un armario, había ropa y pañales aquí y allá, y algún que otro juguete de la niña.

Depositó a la niña en la cuna y esta enseguida se quedó dormida. Se dio la vuelta y allí estaba, no había desaparecido, Marcelo la miraba sentado en la cama.

—¿Sabes que tienes un culo estupendo?

Lorena no dijo nada, no se movió.

—¿A qué esperas? quítate la ropa, que no tengo todo el día.

—¿Aquí? —protestó Lorena mirando a la niña que dormía.

—Si, te puedo asegurar que a ella no le importará.

—Por favor, necesito el dinero.

—Ya lo sé, y por eso estoy ayudándote a que te lo den lo antes posible —respondió con sorna Marcelo mientras le indicaba con la mano que se desnudara.

Lorena lo hizo. Despacio, aunque la verdad es que no tardó mucho, solo llevaba la chaqueta del chándal, el pantalón y unas braguitas. Tenía un cuerpo bonito, además de los pechos grandes su abdomen no señalaba que hubiera dado a luz hace apenas un par de meses. A pesar de su delgadez, Marcelo tenía razón, su culo era estupendo, grande, pero no exagerado, firme a pesar de que empezaba a aparecer algo de celulitis.

Su entrepierna estaba adornada por una mata de vello arreglado, aunque saltaba a la vista que era un trabajo casero, nada de peluquería.

—He sido un grosero, tú me has dado de mamar y yo no te he ofrecido nada. Aquí tienes —le dijo mientras se sacaba la polla del pantalón. Le debió de parecer muy gracioso porque sonrió al tiempo que extendía una mano para agarrar a Lorena por el brazo y atraerla hacia él.

—Ya sabes lo que tienes que hacer —dijo al tiempo que se echaba en la cama bocaarriba

Y en verdad sabía lo que tenía que hacer, a Cosmin también le gustaba que se la chupara, pero a él se lo hacía con gusto, se lo hacía porque ella quería. Al hombre que ahora estaba tumbado en su cama se lo hacía forzada.

Se arrodilló delante de su verdugo y le desabrochó el pantalón, para poder bajárselo, dejando al descubierto toda su hombría. No era especialmente grande pero sabía que aquello le produciría un dolor que iba más allá de lo físico.

—Estoy esperando Lorena.

Con lágrimas en los ojos, se agachó e introdujo la polla de Marcelo en su boca y con ayuda de la mano derecha comenzó a hacerle una felación. Con un poco de suerte la cosa duraría poco, podía notar como la verga de su violador palpita en su interior y podía notar como se iba humedeciendo poco a poco.

—Lorena, yo creo que lo puede hacer mejor —le dijo al tiempo que empujaba su cabeza hasta introducirse su polla hasta la garganta —¿ves?, así está mejor.

Y así lo hizo, se introducía la polla hasta la garganta a pesar de las náuseas que aquello le provocaba. Aquello no iba a ser tan rápido como ella había esperado.

Continuó chupándole la polla, metiéndosela hasta rozar con la barbilla sus testículos. La saliva le escurría por la comisura de los labios, y podía notar el sabor salado del semen en su boca, mientras en la habitación solo se oían ligeros jadeos de un Marcelo que sonreía victorioso.

—Muy bien, está claro que no es la primera polla que te comes ¿verdad?

Lorena no contestó, siguió chupando, pero Marcelo no solo deseaba aprovecharse de ella físicamente sino humillarla, era lo que realmente le excitaba, la dominación y la humillación a mujeres sin salida.

—Cuando te haga una pregunta contéstame, ¿está claro?

Ella se asustó, su tono de voz había cambiado, se había vuelto más rudo, y sacándose la polla de la boca movió la cabeza afirmativamente.

—No te oigo

—Si, —repitió una humillada Lorena.

—Sí, ¿qué?, que sí has comido más pollas o que si me has entendido —Marcelo se estaba divirtiendo.

—Las dos cosas —respondió ella con un hilo de voz.

—Entonces, esta no es la primera polla que te comes ¿verdad?.

—No —respondió sin poder evitar que las lágrimas se deslizaran por sus mejillas.

—Ya decía yo. Es lo que os pasa a todas, os abrís de piernas para el primero que pasa, y luego a pedir ayudas al Estado.

Lorena ya no ocultaba sus lágrimas. Aquello era peor de lo que podía haber imaginado, pero debía aguantar, necesitaba el dinero.

Marcelo se incorporó y empujó ligeramente a Lorena que se apartó de él mientras se levantaba y se acababa de desnudar.

—Túmbate en la cama —le dijo mientras sacaba del bolsillo de su pantalón un condón.

—Por favor...

—Venga no me hagas perder más el tiempo —le dijo agarrándola por le brazo y ayudándola a incorporarse.

Ella se tumbó bocaarriba en la cama, pero Marcelo tenía otros planes.

—No, date la vuelta, no quiero ver tu cara llorosa cuando te la meta, y además así verás la razón por la que estás haciendo esto.

Así ella se dio la vuelta y se quedó tumbada bocabajo de frente a la cuna donde su hija dormía.

—Ves, así te ves mucho mejor —dijo Marcelo al tiempo que comenzaba a manosear las nalgas de una Lorena que trataba de contener el llanto.

Sus manos la tocaban sin ninguna delicadeza, se deslizaba por todo su cuerpo sin ningún tipo de pudor.

—Esta bien, una pregunta más ¿qué te parece el sexo anal?

Aquello hizo que Lorena tratase de darse la vuelta, pero Marcelo le puso una mano en la espalda y se lo impidió.

—Pchss, no querrás despertar a la niña ¿verdad?

—Por favor, no, así no... —susurró Lorena con los ojos llenos de lágrimas.

—No aprendes, ¿eh?, no ves lo que pasa cuando te la meten por el coño —le dijo tirándole del pelo e izándole la cabeza para mostrarle la cuna donde dormía, ajena a todo, Camino.

Lorena no dijo nada, solo lloraba desconsoladamente tapándose la boca para no despertar a su hija. Notó como la mano de Marcelo se posaba en su entrepierna y empezaba a estimularla.

—Estás muy seca —le dijo mientras miraba en rededor buscando algo que lo ayudara. Encima de la mesilla vio un bote de aceite para después del baño.

—Esto nos ayudará —dijo mientras cogía el bote y lo abría —que bien huele ¿es de la niña?

—S.. ssiii.. —respondió sofocada Lorena.

Notó como el líquido caía en sus nalgas y como con una mano Marcelo lo extendía por ellas, deslizándose hacia el interior de ellas. Notó como más cantidad caía en ellas y como eran ahora las dos manos las que las sobaban sin consideración.

—Ábrete el culo —le dijo.

Su forma de decirlo, firme, sin concesiones, hizo que Lorena llevase sus manos a sus nalgas y las separase. Le costaba porque estaban resbaladizas pero lo hizo.

Ahora el aceite caía directamente sobre su ano, notaba como poco a poco se iba empapando. Pronto notó como un dedo trazaba círculos a su alrededor y sin previo aviso comenzó a introducirse en él. No costó mucho y no fue físicamente doloroso, pero la humillación y el dolor moral superaba cualquier dolor físico que Lorena hubieses sentido antes.

No había tenido tiempo de asimilar la invasión de su esfínter cuando un segundo dedo se coló por la brecha abierta por el primero, y comenzó a acompañarlo en un movimiento circular que agrandaba la entrada, lo que fue aprovechado por un tercer invasor.

—Uhm, creo que hoy no me voy a follar a una virgen ¿verdad?

Ella no contestó, solo lloraba mientras entre las lágrimas vio como Camino abría sus ojos y comenzaba a gimotear. Sin embargo una palmada en una de sus nalgas le recordó que debía responder.

—No —dijo más y más humillada —por favor la niña está llorando, déjame que vea que le pasa.

—Déjala que llore, con una madre tan puta, deberá acostumbrarse a que ella no esté siempre disponible.

Aquello fue muy doloroso para ella. Si bien al principio había considerado a Camino como una carga ahora haría lo que fuera por ella, de hecho estaba haciéndolo, esto lo hacía por ella.

Tan repentinamente como habían entrado salieron los dedos de su culo. Podía notar el peso de Marcelo en sus piernas y como este se erguía. El sonido del plástico que envolvía el condón rasgarse, y pudo sentir los movimientos de este para ponérselo.

Ni una palabra de cariño, ni un gesto cómplice. Marcelo agarró la polla con su mano y la apuntó al orificio que Lorena le ofrecía para el sacrificio. La apoyó en él y empujó.

—¡Ahhhh! —gimió ella al notar como era nuevamente invadida. No le dolió mucho, pero notaba como su esfínter se abría para dar cabida a un invitado no deseado.

—Pues esto está más estrecho de lo que yo pensaba —exclamó Marcelo antes de dar un golpe de cadera y colarse hasta que sus bolas tocaron el pubis de Lorena.

Ella continuaba en la misma posición, con la cabeza por fuera del lateral de la cama, con las lágrimas cayéndole, y con las manos abriéndole el camino a su violador.

Él apartó las manos de ella y las sustituyó por las suyas, separaba y juntaba sus nalgas al tiempo que penetraba el culo de Lorena, que notaba como se movía en su interior.

En un momento dado la niña volvió a gimotear y Lorena alzó la cabeza para verla.

—Ya voy bonita, mamá va enseguida —susurró mientras seguía siendo follada con embestidas cada vez más fuertes, y las lágrimas apenas le dejaban ver a su hija.

Aquello hizo sonreír a Marcelo que notaba como no iba a poder aguantar mucho más. Él se movía rápidamente, con fluidos movimientos de cadera, que hacían que su polla entrara hasta el fondo en el esfínter de una Lorena que no dejaba de llorar, mientras le decía a su hija que ya iba.

Lorena notó como Marcelo se salía de su interior ¿ha terminado ya?.

—Date la vuelta, rápido —le dijo mientras se deshacía del condón.

Se subió encima de ella y comenzó a frotar su polla entre las grandes tetas de ella.

—¡Sujétatelas, zorra! —le gritó, lo que hizo que los gimoteos de Camino se convirtiesen en un llanto fuerte.

Ella lo hizo, juntó sus tetas alrededor de la polla de Marcelo que comenzó a moverse, haciendo que esta se deslizara entre ellas. No fue mucho tiempo.

—Me corro, puta —y estalló en un orgasmo que hizo que eyaculara sobre las tetas lactantes de Lorena. Esta no sabía que hacer, solo deseaba que la dejara irse con su hija. Podía notar como de las tetas escurría el semen y la leche que manaba de ellas, que se mezclaban antes de caer por sus laterales.

Por fin Marcelo se levantó y se quedó mirándola desde arriba.

—Preciosa —dijo al tiempo que con el dedo índice recogía un poco de su corrida del pecho de Lorena y la llevaba a la boca de esta, que giró la cabeza para evitarlo.

—A lo mejor prefieres que lo pruebe ella —le dijo señalando con un gesto de la cabeza a una llorosa Camino.

Ella se horrorizó y sin pensárselo dos veces abrió la boca y limpió el dedo de Marcelo que repitió la operación varias veces más.

—Hoy todos hemos comido de tus tetas —dijo riéndose de su gracia.

Por fin la dejó y comenzó a vestirse.

Lorena se levantó de la cama pasándose la mano por el pecho para limpiarlo, y corrió a coger a su hija, que no dejaba de llorar, sin importarle que estaba desnuda.

—Pchsssss, ya está aquí mamá —decía mientras se movía para calmar a la niña.

Marcelo mientras dejó la habitación y se dirigió al comedor a recoger los papeles. Cuando terminó regresó y se acercó a madre e hija y acarició la cabecita de esta.

—Pues creo que lo tengo todo, en quince días o así recibirás el primer cheque.

—Gracias —dijo agachando la cabeza Lorena. Lo había conseguido, ahora podría vivir un poco más tranquila pero...

—No sé si lo sabes, pero tendré que venir a hacer evaluaciones todos los meses... —dijo mientras sonreía y deslizaba un dedo por una de las tetas desnudas de Lorena.

Ella no dijo nada, agachó la cabeza y asintió.

Él se dio la vuelta y salió de la habitación.

—No hace falta que me acompañes, ya sé donde está la salida. Hasta el mes que viene.

Y se fue dejando a madre e hija en aquella habitación que olía a sexo y a bebé.

—Hola Marta, ¿cómo estás? —preguntó Marcelo a una mujer que salía del portal en el mismo momento que lo hacía él.

Ella se sobresaltó, le miró y enseguida agachó la mirada sin decir una palabra.

—La semana que viene toca evaluación ¿verdad?, espero que todo vaya bien, y puedas seguir recibiendo la ayuda.

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