Historias de infidelidad (y 3)
Unos recuerdos sobre escarceos sexuales en los lejanos 80. Final de la historia.
HISTORIAS DE INFIDELIDAD-3
"Adiós a la inocente Marta. Hola a la putita Marta. Tenemos que vernos y hablar antes de que marches..."
Tras oír a Marga, mi cerebro empezó a darle vueltas a esta noticia. ¿tenía que ser justo ahora que iba a regalar un año de mi vida al ejército? Una cosa era el morbo de una situación medio fantasía medio realidad, que se podría atajar haciendo tal vez algo de presión, y otra dejar el campo libre a un tipo para que hiciera con Marta lo que quisiera.
De todos modos, media hora más tarde, aprovechando que mis padres salían, Marga vino a casa. No se cortó. Un beso con lengua que me puso a cien, y nos sentamos en el sofá. Ella venía vestida con una minifalda negra con medias y una blusa blanca con hombreras (¡¡era la época!!). Sencilla pero guerrera, lista para actuar. Ah, y sin bragas.
A raíz el enfado que nos separó (ver la parte anterior a este relato), ella se veía más con un compañero de facultad, tan brillante en los estudios como snob en su carácter. Sin embargo, llevaba moto, aunque no una vespa como yo, sino una Yamaha 250. Y empezó a llevarla de la facultad a casa; y de casa a la facultad. Total, que parece que hubo algo, y de ese algo, surgieron unos cuernos, los míos. Pero lo que Marga no me dijo fue su maquiavélico plan. Ella llegó a hablar a solas con ese personaje, para ofrecerle en bandeja de plata el cuerpo de Marta, y no solo el cuerpo. Le dijo qué cosas le gustaban, cuáles no, y sobre todo, que llevara la iniciativa siempre. Ello, unido a la guerra subterránea que iba haciéndole a la propia Marta (que si necesitaba conocer a alguien más, que si había alguien que le gustara, que aprovechara, que el mundo no se acababa, que si tal o cual...), hizo de Marta la presa fácil que a continuación me explicó.
Bueno, le pedí explicaciones, impaciente, y empezó su relato (contado a partir de este punto como si fuera su narración):
El sábado por la noche, Marta salió con una amiga. Ya me extrañó que se arreglara demasiado. Llevaba un vestido de una pieza, zapatos de tacón, medias...parecía que fuera a una celebración. Cuando le pregunté no me dio ninguna explicación. Al fin y al cabo, yo tampoco se la daba nunca. Yo me iba a preparar para salir también, ya que no me apetecía quedarme sola en casa.
Cuando volví, alrededor de las 5 de la madrugada, me sorprendió ver que mi hermanita no había vuelto. Mientras me cambiaba, la oí legar. Estábamos solas en la casa, así que abrí la puerta de mi habitación para preguntarle cómo había ido. El cuadro que me encontré me dejó boquiabierta. El vestido, que era azul, tenía unas manchas sospechosas en la zona abdominal, y restos blancos resecos por las comisuras de los labios y el pelo.
-¡Oh-oh ! exclamé.
Alguien ha sido mala. Ella no respondió y se sacó desabrochó la cremallera del vestido, mostrando sus pechos con restos igualmente blancos.
-¡Pero muy mala!. Volví a decir. Y sin decir ni mu, dejó caer el vestido al suelo, mostrando un pubis completamente depilado, hinchado y brillante. ¡Pero que muy mala, mala, mala!. Debes contarme todo esto. La exhorté a que me lo dijera. Me dijo que me lo explicaría mientras se duchaba. Al darme la espalda, vi que su culo también tenía grumos secos, y se adivinaba un agujero inusitadamente abierto. Evidentemente me mostré sorprendida, aunque por dentro estaba exultante, funcionaba a la perfección, incluso mejor de lo esperado.
Entró en la ducha, y empezó a contar que Juan (así se llamaba), la llevaba en moto a diario, y que un jueves, al llegar a casa, antes de bajarse de la moto, él puso la mano enguantada por detrás de su espalda, y la tocó el coño por encima de los pantalones. Eso la descolocó mucho, y bajó de la moto sonrojada, sin mirarlo, presta para irse corriendo hacia el portal. Sin embargo, él la agarró por el brazo, le estampó un beso en los labios y le dijo que ella necesitaba un revulsivo, que él se lo daría al día siguiente, viernes, sólo si a las 8 de la tarde ella estaba en la puerta de su casa, vestida con una falda corta, y además ella no debía decir nada, simplemente obedecer. No le dio derecho a réplica, y se marchó. Marta estaba confusa, pero al día siguiente, a las 8 menos cinco estaba en la puerta de su casa, acicalada para algo que veía inevitable. Nerviosa y excitada a la vez. La recogió con una sonrisa en los labios, mientras se acomodaba como podía en el asiento trasero de la moto, y arrancaban cabellera al viento (aún no estaba prohibido ir sin casco).
Llegar a jugársela de esta manera no era una cosa normal para Juan, simplemente seguía las instrucciones de Marga: "Fíjate que mi hermana tiene pinta de sumisa. ¿Sabías que su ex novio la follaba siempre que quería, aunque ella no lo deseara? Tú hazte el duro, demuéstrale que tienes la situación controlada, y que deseas sexo con ella. Ya verás como cae rendida". La de nervios que pasó esa noche, y pensaba que si en la calle estaba ella con su padre esperándole para pegarle una paliza, él sería lo bastante rápido como para escapar con su potente moto. Se sintió muy aliviado al ver a su objeto de deseo allí, solita esperando...la confianza le volvió por arte de magia.
Fueron a su casa. Estaban solos, y allí él no tuvo ningún problema en degustar los labios carnosos, desvestirla parcialmente, ya que le pidió que acabara ella sensualmente, y follaron. Follaron mucho. Marta tuvo sus mejores orgasmos con las manos anudadas en la cama de barrotes de los padres de Juan. Así fue la primera vez. La segunda, al día siguiente, ya tuvo una condición: Marta debía acudir con su sexo totalmente rasurado, cosa que hizo. Y al día siguiente, y al otro...durante una semana, y siempre aleccionado por Marga, Juan exigía un poco más de entrega de Marta, y ésta, siempre se la concedía. Al final de aquella larga semana, el paso definitivo, desvirgarla analmente. Y fue más sencillo de lo que pensó, se le entregaba y se derretía en sus brazos como mantequilla. Se prometió a sí mismo pensar que él era el que controlaba la situación, mientras pensaba que ya era hora de dejar atrás el preservativo, tenía que obligar a Marta a que tomara la píldora. Y a l final se lo dijo (no sonaba a orden, pero ella lo interpretó como tal). Y en este punto, Marta calló mientras el agua ya corría por su piel. Esperaba que su hermana dijera algo.
-¿Y Luis? ¿Has pensado en el caso de que se enterase qué vas a hacer?
-Bueno, ahora somos ambos libres. Yo tampoco tendría que molestarme si él estuviera con otra, ¿no?
Hubo un silencio incómodo, ya que ella aceptaba una infidelidad recíproca, y daba a entender que pintaba bien poco.
-Así que te ha pedido que tomes la píldora, y bien, ¿qué piensas hacer? Recuerda que mamá es ginecóloga, y supongo que no le pedirás directamente que te recete, ¿no?
-No, claro que no, pero no sé a quien recurrir.
En este punto hizo una pausa a la comida de polla que me estaba haciendo, y sonriente, Marga me dijo: la tenia a punto, así que la hice caer en mis redes.
La verdad es que estaba anonadado. Tenia una casi exnovia que me los ponía con uno de la facultad y encima la sometía, mientras yo disfrutaba los favores de una hermana que se me abría en bandeja mientras me explicaba sus planes. Delirante, ¿verdad? Y me gustaba ver la cara de vicio de Marga mientras seguía explicando entre mamada y mamada.
Así pues, le dio a su hermana un número de teléfono al que llamar (no, no era móvil, en los 80 no existían aún, así como tampoco estaban para el gran público los teléfonos con pantalla), así que podía llamar desde casa perfectamente sin riesgos. Una voz masculina la citó en un piso cercano al puerto. Le pidió a Marga que la acompañara, incluso a Juan, pero no fueron. Iba a entrar solita en la boca del lobo...o mejor dicho, el lobo le iba a entrar en su boca...y en otros sitios.
El sitio al que iba a acudir Marta a que le dieran píldoras anticonceptivas era la casa de un amigo de un amigo del novio de una amiga de Marga (lo sé, es lioso, pero la vida es así a veces). Marga había ido varias veces a su casa, precisamente porque el chico era ATS en un hospital, y tenía acceso a esas pastillas. Más de una vez le había suministrado a Marga en alguna de las sesiones orgiásticas que tuvo con ella. Y evidentemente se mostró encantado de dar una vuelta de tuerca a la sexualidad de la hermanita. Lo tenía todo preparado, entraría una dulce jovencita, y saldría una zorra.
Así pues, una vez puesto en antecedentes, le pregunté cuándo iría a ver a ese tipo, y me lo dijo en el momento en que sentí su cuerpo empalarse vía anal con mi pene: Cuando estés en la estación para irte, mañana por la tarde.
No hace falta decir que con la excitación del momento el polvo fue de antología. Y los tres siguientes antes de irse también. ¡¡Ay el ímpetu de la edad!!
Al día siguiente iba a incorporarme al servicio militar, como ya dije, y a las 7 de la tarde, estaba en la estación de Sants a punto de coger el tren hacia Zaragoza. Vino toda mi familia a despedirme, algún amigo que se había librado de ir, y casualmente, Marga con un tipo.
Ya anunciaban la salida del tren, así que en un descuido, ellos me apartaron de la gente, y me dijo ella:
-Te presento a José María. Ha cancelado la cita con Marta hasta las 9 de la noche. Quería conocerte.
Con un apretón de manos y mi mente divagando entre uniformes por un año, cuernos sin sentido y morbo, le saludé intentando parecer lo más centrado posible. No lo logré.
-Simplemente te he querido conocer, ya que son pocas las personas con tan amplitud de miras como demuestras tú. Sé que ahora no es el momento, pero te aseguro una cosa, entre el otro fulano por su parte, y mis amigas y yo por otra (un momento...¿dijo amigas?) te la dejaremos emputecida a tope. Ah, y aunque te parezca mentira, querrá volver contigo, eso te lo prometo. Ahora bien, siempre querrá tener otras personas dentro suyo.
Y sin mediar más palabra, y mi silencio provocado por lo que acababa de oír, se fueron. Marga aún se giró y me dijo que me escribiría.
Pasaron 3 meses, y mi vida militar dominaba demasiado mi vida como para pensar los fines de semana en otra cosa que en sexo. Entre varios alquilamos un apartamento, y nos dedicamos principalmente a ofrecer a chicas nuestra humilde morada para reponerse de las juergas nocturnas. Al principio fue difícil, pero poco a poco logramos que un círculo reducido de chicas fuera viniendo asiduamente. Aunque en esa época ya se hablaba de sexo en grupo, la verdad es que cada cual con una chica y en su habitación, y como mucho comentar la jugada entre nosotros una vez solos.
Como decía, al cabo de ese tiempo, recibí una carta de Marga, en la que me explicaba con pelos y señales cómo había ido el encuentro con José María. Evidentemente aceptó las condiciones, anticonceptivos por polvos, con una frecuencia de dos veces por semana, sin plazo de finalización mientras le suministraran las píldoras. La vergüenza que pasó Marta al desvestirse por primera vez desapareció a los pocos minutos cuando él la levantó y la hizo sentarse sobre su erecta polla. El tamaño importaba, y ella se sentía atravesada con cada embate. Además, ya había ingerido una pastilla, con lo que fue la primera vez que notó el calor del semen en su útero. No obstante, la calidad de las sesiones aumentaba progresivamente. No contento con haber saboreado el cuerpo de Marta, José María invitó a amigos suyos a degustarla, y por lo que me contaba Marga, ella le confesó que disfrutaba muchísimo. Le costó al principio, pero lo montó de manera que ella ya estaba excitada y en pleno trabajo bucal, cuando entró un amigo para unirse al grupo. Ella intentó negarse, pero su cuerpo respondió invitante. En una semana, el trio ya estaba superado, y la estaba iniciando en la doble penetración, para disfrute de todos. Me adjuntaba algunas fotos, en las que se podía ver que precisamente ella no ponía cara de sufrimiento precisamente, era como en una revista porno, tres tipos llenándola sin piedad, y ella disfrutando. Entre eso y lo de Juan, que parece que no lo había dejado, mi linda ex recibía unas buenas raciones semanales de carne en barra. Pero lo que leí en las líneas finales aún me dejó más sorprendido. José María la había llevado a una fiesta en la que dos mujeres dieron buena cuenta de los encantos de Marta, y no sólo no los rechazó, sino que ella participó activamente degustando los dulces licores de las otras féminas. Nuevas fotos demostraban que la lengua de Marta entraba feliz en un sexo femenino demasiado blanco como para que eso fueran únicamente fluidos femeninos. Me impactó sobremanera una de las imágenes, en la que se veía a marta recibiendo a dos tipos por su coño, mientras una mujer estaba a horcajadas abriéndose los labios vaginales sobre su cara.
No podía evitar sentirme excitado y turbado a la vez. El juego se había desmadrado demasiado, y yo era un simple espectador de los acontecimientos, que evidentemente desembocaron en un pequeño escándalo familiar unos meses más tarde, al enterarse sus padres que su dulce hija había trabajado en una película pornográfica en la que era montada por veinte hombres seguidos. Marga me dijo que la habían repudiado, y que vivía de los amigos que José María le iba suministrando. Evidentemente aún conservo el vídeo.
¿Y pues? ¿Cómo acaba esta historia? Para salvar un poco las apariencias, Marga no tuvo ningún impedimento para poder casarse conmigo unos años más tarde. Este era su gran plan, alejarme de su hermana, aunque yo no lo supe ver por mi obsesión por el sexo. No obstante, no siento remordimientos, al fin y al cabo, la "dulce Marta" ya era mayor de edad y podía haber decidido no seguir adelante con su iniciación sexual. Sinceramente, creo que le ha ido muy bien en la vida, y ahora regenta varios clubs de intercambio de parejas, entre otros negocios que controla con el esfuerzo de su entrepierna. Y en nuestro matrimonio, ambos somos muy liberales; Las dos hermanas nunca han cortado la relación, aunque dudo que Marga le haya contado nunca nada de esto, y asistimos a menudo a alguno de esos clubs, en los que somos muy bien recibidos, ya que somos parientes de la "jefa", quien a veces al vernos se incorpora a nuestros juegos, en unas sesiones en las que queda patente que lo de ella es puro vicio. ¿Qué a cuál me refiero con esto del vicio? ¡Pues a las dos, a las dos!
Fin