Historias de familia (1): Padre e hijo

Un padre descubre la homosexualidad de su hijo y una conversación entre ellos pone al descubierto muchas cosas

HISTORIAS DE FAMILIA

1.- Padre e hijo

El divorcio había sido traumático, su ex-mujer había intentado que perdiera todo contacto con su hijo; pero había perdido la batalla tanto en los tribunales como con Rubén, que 5 años después mantenía una magnífica relación con su padre.

Rubén era ahora un joven de 21 años, formal y educado que repartía voluntariamente su vida entre sus progenitores, aunque era evidente que se sentía más cómodo con José Angel, su padre, que con su madre y no era por que le hubiera consentido cosas que su madre no lo permitía; al contrario su faceta de profesor salía frecuentemente a la superficie.

Era una noche de sábado de finales de primavera, el calor se había adelantado y a José Angel dormía inquieto, con un sueño ligero. En uno de sus breves despertares, le pareció oír voces, murmullos, susurros como para evitar ser oídos. Se levantó para averiguar qué sucedía y descubrió que venían de la habitación de su hijo. La puerta estaba entre abierta y la tenue luz que entraba por la ventana le permitió vislumbrar el cuerpo desnudo de su hijo. Su perfil de músculos bien definidos y sobre todo su larga cabellera eran inconfundibles. Estaba bocabajo, con el cuerpo separado de la cama soportado por sus brazos extendidos y otro cuerpo reposaba sobre la cama bajo el perfil de Rubén. El perfil liso donde debía estar el torso y la visible forma redondeada de un trasero le indicaban sin lugar a dudas que estaba de espaldas.

Instantes antes de que se hundiera en las entrañas de su acompañante, José Angel intuyó en la penumbra el sexo erecto de Raúl, que con un preciso y rápido movimiento de cadera desaparecía como engullido por la carnosa colina. Un masculino gemido de placer cruzó el aire, que el improvisado voyeur no reconoció como salido de la boca de su hijo. Los golpes secos y profundos de la verga de Raúl sodomizando a su amante se repitieron uno tras otros y las muestras sonoras de placer se hicieron cada vez más intensas.

-        No grites así, que nos van a oír. – Musitó una voz que ahora sí reconoció como de su vástago. - Te gusta mi polla – Añadió Rubén instantes antes de mordisquearle el cuello, como un felino haría a su hembra en la monta.

-        Me vuelves loco, Rubén. Fóllame, no pares.

-        Vuélvete, Lucas, quiero ver en tu cara como gozas y comerme esa boca que se ha comido mi polla.

José Angel vio como los jóvenes se separaban un instante, como cambiaba de posición y como su hijo volvía a clavar su polla en aquel cuerpo masculino que ahora mostraba su verga erecta, como un Príapo, apuntando al techo y que se cimbreaba a cada envestida. Rubén buscó la boca de su pareja y la besó con pasión, amorteciendo así sus jadeos.

El ritmo se hizo cada vez más intenso hasta que Rubén se detuvo y, sin sacar su miembro del recto de Lucas, se enderezó. José Angel pudo vislumbrar la verga erecta; se la imaginó tersa, brillante, empapada de fluido seminal y vio como su hijo se inclinaba hacía ella hasta tomarla con la boca. Lucas arqueó el cuerpo como buscando penetrar más en aquella boca, un sonido inarticulado, como un estertor, salió de su boca, Rubén movió su cabeza arriba y abajo unas pocas veces, Lucas se agitó frenéticamente y casi de inmediato cayó inerte sobre la cama. José Angel intuyó como la boca y la cara de su hijo se llenaban de cálido y viscoso seme y una agobiante sensación en sus genitales le hizo volver en sí y percatarse de que tenía una tremenda erección. Tomó su polla en sus mano y la acaricio suave y lentamente, dejó de mirar por un instante, tenía el glande húmedo y no quería correrse allí mismo; pero tampoco quería abandonar el espectáculo.

Cuando volvió a mirar, Rubén besaba a Lucas, una mezcla de semen y saliva debía ir y venir entre las bocas de ambos jóvenes, mientras seguía follándolo frenéticamente. Ahora era él el que gemía sin parar hasta que se paró en seco con la polla clavada hasta el fondo, era evidente que se había corrido en las entrañas de su amigo.

José Angel se retiró sigilosamente a su habitación, tumbado sobre la cama, empezó a masturbarse. Tuvo una fuerte eyaculación que le alcanzó hasta la cara; pero no paró de cascársela mientras chupaba sus propios dedos llenos de semen hasta que la erección cesó del todo.

Intentó dormirse; pero no conseguía conciliar el sueño, las imágenes de su Rubén y Lucas follando no abandonaban su mente. No tenía una nueva erección; pero sentía que necesitaba correrse de nuevo. De un cajón sacó su juguete el lubricante, se untó bien en ano, lo insertó y lo puso en marcha. La suave vibración comenzó a hacer efecto, aquella sensación agradable y familiar recorría todo su cuerpo y su verga empezaba a cabecear. Aumentó la potencia y su polla se levantó, la dejó así. Babeando, tocándola sólo para recoger con la yema de los dedos sus fluidos y chuparlos; ese sabor le encantaba y lo excitaba aún más. Finalmente, acarició su glande con la palma de a mano, que se deslizaba suavemente gracias a la lubricación natural. Mientras lo hacía, pensaba en recoger todo el semen que pudiera y degustarlo; ese pensamiento le ponía aún más cachondo y acabó corriéndose. Tras el orgasmo, sus fluidos dejaron de tener interés y se quedo dormido.

Despertó temprano, había dormido poco y mal y su cuerpo todavía mostraba los restos resecos de su propio esperma. Se duchó, preparó el desayuno y, todavía con la toalla de baño en la cintura, se sentó acompañado de un libro a disfrutar de ambas cosas en la tranquilidad de la mañana.

No tenía consciencia del tiempo transcurrido cuando oyó un leve ruido, alzó la mirada del libro y sus ojos toparon con la esbelta figura de Rubén desnudo, apoyado en el quicio de la puerta. “Realmente es guapo”, pensó por un instante, y su mirada siguió observándolo discretamente, su rostro de aspecto aniñado, esa media melena que le quedaba también, los pectorales marcados y coronados por unos pezones que daba ganas de comerse, el torso bien formado, vientre plano, las piernas torneadas y ese badajo que le colgaba entre las piernas.

Volviendo la vista al libro e intentando espantar sus pensamientos anteriores exclamo:

-        ¡Vaya una noche entretenida la que tuviste ayer!

-        ¿Nos oíste?

-        No, os vi.

-        ¿No te habrás escandalizado, verdad?

-        ¿Yo, escandalizarme?, que va. ¿Sabes por qué me divorcié de tu madre?

-        Sí, que lo sé. Te pillo follando con un tío.

-        Follando no, le estaba mamando la polla y nos pilló en el momento que se corría en mi boca. ¿Te lo explicó tu madre?

-        Sí, fue ella el mismo día que te marchaste de casa.

-        ¿Y tú, como reaccionaste?

-        Le contesté que lo entendía, pues a mí también me gustaban los tíos.

-        ¿Qué hizo entonces tu madre?

-        Se puso a llorar diciendo que hasta en eso me parecía a mi padre. ¿La querías? ¿Si te iban los hombres, como es que te casaste con ella y nací yo?

-        Nunca hemos hablado de esto. Y creo que no debemos dejar pasar más tiempo. Ven siéntate que la conversación será larga.

Rubén se acercó y tomó asiento junto  a su padre, se miraron fijamente a los ojos y José Angel empezó a hablar.

-        Las cosas son a veces más complicadas de lo que parecen…

(Continuara)