HIstorias de escalera II
Ser presidente de la comunidad no siempre es una tarea desagradable, sobretodo si te inspira una morbosa e imaginativa lectora.
Cada vez que recordaba la escena de la cocina con Elisa me ponía burrísimo. Nos había pillado follando en la cocina, y haciéndolo en plan salvaje. Y no se había ocultado. El morbo y el deseo le habían llevado a masturbarse como una voyeur y, lo mejor de todo, es que me había aguantado la mirada corriéndose como una perra en celo al escuchar mi orden. Brutal.
Tenía unas ganas enormes de volver a encontrarla en la escalera, pero era complicado. Mi horario laboral hacía que me fuese muy pronto de casa y volvía a última hora de la tarde. Algo tendría que hacer para facilitar el encuentro porque cada vez que lo recordaba se me ponía la polla dura.
Y, casualidades de la vida, cuando menos uno se lo espera llega la solución.
-Cariño, me acabo de acordar de los nuevos vecinos- me dijo mi mujer la mañana del sábado siguiente a nuestro polvo exhibicionista de la cocina, mientras se disponía salir de compras.
- ¿Si? - respondí con fingida indiferencia y notando como un escalofrío placentero erizaba mi espalda y lo otras cosas que no eran mi espalda, expectante a lo que tenía que decirme mi mujer.
-Pues que me parece que llevan ya un par de semanas aquí y aún no les hemos dado la bienvenida. Y es que somos los presidentes este año, yo creo que deberíamos decirles hola al menos ¿no? ¿Por qué no bajas un momento y al menos los saludas de parte de los dos? Yo tengo que ir a comprar y si lo dejamos ya verás como se nos pasa.
No hay nada mejor que fingir fastidio para que mi mujer me obligue a hacer algo. -Pero, caray, ¿tienes que ser ahora cariño? - Contesté poniendo cara de pocos amigos en una actuación digna de un Goya. Confiaba que insistiera y me viera “obligado” a cumplir con la visita oficial y ver al motivo por el cual mi amiguito estaba en constante movimiento de subida y bajada. Y lo mejor de todo es que yo sabía, por un encuentro casual en el ascensor con Juan, el marido de Elisa, prudentemente no informado a mi mujer, que éste tenía un viaje de trabajo este fin de semana. Se me hacía la boca agua al pensar en las posibilidades de esa visita.
-Si ahora, que luego ya no podremos. Yo me bajo a comprar y tú estás ahí vagueando, así que baja, caray- Me contestó desde la cocina alzando la voz un tanto enfadada.
-Vale vale… no te enfades mujer, bajo enseguida en misión oficial. Te haré quedar bien saludando a los vecinos. ¿Hace falta llevarles una tarta de manzana? - Dije añadiendo un poco de humor para rebajar la tensión. Me pareció que mi mujer soltaba un “que gracioso el niño” antes de cerrar la puerta y salir con el carro de la compra.
No sé si mi mujer salió antes por el portal de la finca iniciando su camino hacia el supermercado, o fui yo el que se plantó delante de la puerta de nuestros vecinos dispuesto a iniciar el asalto, tal eran las ganas que tenía yo de hablar con Elisa y sondear mis posibilidades. El caso es que excitado y un poco nervioso, llame a la puerta.
Y, al cabo de unos segundos, la puerta se abrió pero, para mi sorpresa, no fue Elisa quien estaba plantada mirándome, sino una jovencita tremenda que me miraba sonriendo. -Hola, buenas- Me dijo con expresión divertida al ver mi descoloque.
Mis ojos se movieron involuntariamente de su cara a sus tetas, apretadas bajo un escotado y ajustado top de tirantes que dejaba al aire una generosa porción de su barriga, sin un gramo de grasa que afeara esa cintura y con una piel morena preciosa. Luego saltaron del top hacia el pequeño short vaquero que completaba el atuendo de la diosa que tenía delante, y del que nacían dos piernas tan morenas como su vientre e igualmente hermosas. Para luego volver de nuevo al rostro de la dueña del cuerpazo que estaba contemplando embobado.
“Joder la niña”, pensé disfrutando de la vista. La verdad que solo fue un segundo lo que duró está inspección, que uno ya es veterano...pero claro, la cara de tonto fue tan evidente que la joven y dijo casi riéndose.
- ¿Vas a seguir mirando o me dices que querías? -
-Yo... bueno, caray, disculpa...pero creo que me he confundido de piso. Es que estaba buscando a unos vecinos nuevos y creía que vivían aquí- Mientras soltaba mi excusa alcé la vista para comprobar el número de la puerta y me di cuenta de que no me había equivocado.
-Son Elisa y…-
-Mis padres. Elisa y Juan. Yo soy Raquel, no te has equivocado- Era evidente que la situación le divertía porque su sonrisa se convirtió en una risa apena ahogada por la mano que se puso delante, como queriendo no abochornarme más, que ya bastante colorado me había al ser pillado.
-Menos mal- dije intentando recuperar la compostura perdida en la “revisión visual” de la joven -Ya pensaba que me estaba haciendo mayor. Mira, es que soy el presidente de la finca y me toca saludar a los nuevos vecinos. Por eso he llamado, pero bueno, si no están tus padres yo...-
-No hombre, pasa, pasa. Ya que has venido en “visita oficial”- dijo con evidente guasa- no voy a dejarte en la puerta. ¿Te apetece tomar algo? -
-Si, claro, gracias- Y, tras cerrar la puerta, avanzó por el pasillo y yo detrás, disfrutando de la segunda parte de mi revisión. Iba descalza por casa y en sus tobillos estaban adornados por sendas cadenitas de metal con unos minúsculos colgantes. Y su short era aún más espectacular por detrás. Uno de esos shorts que están ahora de moda, muy cortos de camal, que dejan parte de las nalgas al descubierto… y que culazo dios. Precioso. Pero lo que ya acabó de despertar a mi polla en ese corto camino de la puerta al salón, fue el tatoo que adornaba el final de su espalda. Un corazón abierto hacia arriba de un color rojo intenso, de unos pocos centímetros y que llegaba justo a la cintura del short.
Por un instante ella giró su cabeza para comprobar que la seguía y volvió a sonreír burlona al pillarme por segunda vez inspeccionando embobado su precioso trasero.
Llegamos al salón y me invitó a sentarme en el sillón, cosa que hice intentando disimular la incipiente erección que se marcaba en mi pantalón. “Joder, esto me pasa por bajar sin bóxer mierda… “pensé mientras ella desaparecía rumbo a la cocina. No perdí la oportunidad de volver a mirarle el culazo y las preciosas piernas morenas que lo apuntalaban como columnas griegas y, claro, mis intentos de parar la erección fueron infructuosos.
- ¿Te apetece una cerveza helada “presi”? - Grito desde la cocina Raquel siguiendo con el mismo tono burlón del principio.
-Si vale perfecto. Aunque sea una visita oficial me está permitido beber alcohol durante el servicio- Le conteste también con guasa. “Y me la bebería directamente de tus tetazas preciosa…” respondí mentalmente sonriendo y dando por perdida ya mi batalla contra el bulto que se marcaba en mi pantalón que “progresaba adecuadamente”, como diría mi mujer que era profesora.
Al momento apareció Raquel sonriendo con un bote de cerveza en cada mano y, mirándome sonriente, se dejó caer a mi lado en el sofá, provocando que sus tetas se movieran con la libertad que les daba el estar protegidas únicamente por ese top ajustado que le quedaba de vicio.
-Bueno “presi”, ¿dónde has dejado a “la presi”? je, je, je- me dijo mientras encogía las piernas doblándolas casi sentándose sobre los tobillos, al tiempo que se ladeaba para mirarme. Juraría que al hacerlo su mirada bajó un instante al bulto que se marcaba descaradamente en mi pantalón.
-Pues me ha enviado en visita oficial para saludar a tus padres y…-
-No esperabas encontrarte este regalo ¿verdad? - Me interrumpió guiñándome un ojo y seguidamente dar un sorbo de su cerveza mirándome mientras lo hacía.
Yo solo pude aguantarle la mirada e intentar disimular mi nerviosismo ante el desparpajo de la veinteañera que tenía delante, y procurar no atragantarme cuando acabó el sorbo y deslizó lentamente la punta de la lengua por sus labios, buscando inexistentes restos de espuma. “Me está poniendo cardiaco la niñata esta joder…” Pensé cachondo perdido. Pero la verdad es que estuve rápido de reflejos a pesar de tener la sangre concentrada fundamentalmente en la polla, y le solté.
-Mujer si te soy sincero ya no tengo edad para estos regalos. Prefiero algo más acorde con mi edad, no se…algo como tu madre, por ejemplo. Coincidimos el otro día en el ascensor y reconozco que...- Le miré descaradamente las tetas para hacerle pensar en una comparación con su madre y añadí - ...tiene un buen par de regalos- “A ver como lo digieres niñata” Pensé mientras disimulaba mi sonrisa bebiendo un trago de cerveza.
-Ja, ja, ja… vaya con el “presi”, será cabronazo… Así que te gustó más la madre madurita que la hija veinteañera. - Haciéndome un mohín de fingido enfado se inclinó hacia la mesa dejando la cerveza encima con un movimiento
tranquilo, dando tiempo a que su escote se mostrase de nuevo tentador. Los dos sabíamos que el juego había empezado ya, solo faltaba saber cuál iba a ser el desenlace.
De improviso acercó la mano a la mano al bulto que formaba mi polla dura bajo el pantalón pillándome por sorpresa y, dándome tres golpecitos rápidos como quien palmea el lomo de un perrito, me dijo -Pues tu amiguito creo que no le hace ascos a esta veinteañera- Y poniéndose de pie sin tiempo a dejarme reaccionar se fue al mueble del salón
dándome la espalda.
Después de trajinar unos segundos con el aparato de música que tenían instalado, me sorprendió empezar a escuchar “Smooth Operator” de Sade. Para ser una jovencita, tenía gustos musicales de mi época y eso me gustó. Es una música perfecta para dejarse llevar. Y vaya si se dejó…
Sin girarse y ofreciéndome la visión de su culazo embutido en ese mini short vaquero, empezó a balancearse suavemente al ritmo de la música. Sus manos acariciaban su cabello componiendo un espectáculo que estaba poniéndome muy caliente. Flexionaba las piernas bajando sin dejar de contonearse, para luego volver a subir y girar ligeramente el rostro para mirarme mordiéndose el labio, sabiendo que estaba llevándome donde ella quería.
- ¿Sigues prefiriendo a mi madre? - Dijo sin mirarme cuando sus manos abandonaron su cabello y desaparecieron de mi vista para reaparecer instantes después abriendo el short. Inclinándose hacia delante sin flexionar sus piernas empezó a bajar la tela lentamente, mostrando centímetro a centímetro la piel morena de su culazo… y no llevaba nada debajo. Joder… Me quedé babeando mirando bajar el pantalón hasta sus pies, con las piernas rectas como columnas. Que espectáculo dios mío. Cuando acabó de quitárselo y se quedó con el top como única prenda, me tiro el short a la cara al tiempo que se giraba y se acercaba a mí.
Y en los segundos que tardé en recuperar la postura tras quitarme la prenda del rostro, ella se puso entre la mesita de centro y el sofá, de espaldas a mí, de manera que me encontré con la visión de sus manos apretando sus nalgas, abriéndolas de forma que su precioso agujerito se quedaba a escasa distancia de mi rostro. Bufff…que pasada dios.
-Bueno “presi”, ¿prefieres unas aceitunas o este aperitivo te gusta más? ¿O tienes que llamar a la “presi” para que te de permiso? - Me dijo Raquel poniéndome aún más cachondo.
-Niñata cabrona…- Susurré ya completamente salido. Al segundo siguiente mis manos habían reemplazado a las suyas de forma violenta, haciéndola tambalearse y apoyar las manos en la mesita de centro y, abriéndole al máximo las nalgas, mi lengua comenzó una comida de culo tremenda que hizo gemir a su dueña.
-Ahhhhh, joderrrrr, pero que bien lo comes cabrón… diossss- Raquel temblaba con el trabajo que le estaba haciendo mi lengua que alternaba su agujerito con el inicio de sus labios, mojadísimos ya. Mi mano derecha abandonó la nalga y dos dedos se hundieron de golpe en su coño. Eso parecía un torrente, los jugos se deslizaban por las piernas, mojando sus muslos.
Estábamos compenetrados perfectamente, ella moviendo ligeramente su culo en mi rostro mientras mis dedos castigaban su coño sin descanso. Solo se oía el chapoteo de mis dedos entrando y saliendo en esa fuente de jugos, y los gemidos apenas ahogados de Raquel que estaba disfrutando como una perra.
Le agarré el tobillo con la mano izquierda e hice ademán de levantárselo del suelo. Ella se dejó hacer, completamente abandonada al placer de mi lengua y mis dedos. Y, con un poco de insistencia, logré hacerle entender lo que buscaba y apoyó el pie encima de la mesa de centro, de manera que sus piernas se abrieron más dejándome libre el acceso a su coño.
“Ahora sabrás lo que es una comida de coño niñata” Pensé mientras mi lengua abandonaba su culo y me movía, no sin cierta dificultad, para que mi lengua cambiase el sabor de su culo por el su coño rasurado y brillante rezumando jugos. Cuando lo logre y mi lengua empezó a lamer su clítoris duro, el dedo pulgar de mi mano derecha se hundió de golpe en su culo completamente lubricado, y entre mi lengua y mis dedos, su coño y su culo empezó a ser castigado sin descanso y de forma brutal.
-Diosss, joderrr, siiiiiii… que maravilla, no pares por dioss…no paresss- Raquel temblaba derretida por el placer que le estaba dando mi lengua y mis dedos...Y eso es lo que quería yo, llevarla a un punto de locura placentera. Pero también me apetecía ser un poco cabrón con ella. Le faltaba muy poco para correrse, lo notaba, su coño presionaba mis dedos tensándose ligeramente, indicándome la cercanía de su clímax. Su culo no se andaba atrás y notaba como mi dedo pulgar estaba casi succionado por su ano...y las piernas empezaron a temblar ligeramente.
Y justo en ese punto paré de comerle el coño, pero sin sacar mis dedos, solo que ralenticé al mínimo el movimiento
-El próximo coño que me coma aquí será el de tu madre. ¿Te importa? - Le dije con voz tranquila, como si hubiera dicho que hacía sol.
- ¿Qué? ¿Pero qué...? joder… diossss… ¡no pares, hijo de puta, no pares! ¡Estoy a punto ostiaaaaa!
Volví a comerle el coño y acelerar la follada de mis dedos, provocándole otra descarga de placer que le volvió a acercar al clímax. Prolongué mis cuidados a su coño durante un par de minutos.
¡Ahhhhhh! ¡Siiiiii! ¡Sigueeeee! ¡Másssss!- Raquel jadeaba desesperada. Pero no estaba dispuesto a dejarle correrse tan fácilmente. Así que volví a parar, prolongando la placentera tortura.
¿No te importa entonces si me follo a tu madre?
¡Eres un hijo de puta, cabrón! Quiero correrme por diosss… ¡Cómeme el coño, cerdo, joder! - Empecé a reírme al comprobar el cambio de lenguaje de la vecinita.
-Claro niña, ahora lo hago- le dije moviendo lentamente los dedos -Pero quería saberlo. ¿No te importa que me folle a tu madre? - susurre mientras rozaba con la lengua su excitadísimo clítoris.
- ¡Cabronazo…! ¡Haz lo que quieras! ¡Fóllate a mi madre o lo que quieras cabrón, pero cómeme el coño ostiaaaa!
Y entonces lo hice. Mi lengua empezó a devorar con rapidez su clítoris, hundiéndose de vez en cuando en su coño acompañando s mis dedos, al tiempo que el castigo de mi dedo pulgar a su culo era constante. No creo que esto durase más de un par de minutos, porque Raquel se tensó como si se fuera a romper, arqueó su cabeza hacia atrás, y empezó a decir entre gemidos “me corro, me corro, me corro… ¡Oh! ¡oh! oohhh!”. Sus manos sudorosas apoyadas sobre la mesa de centro resbalaron hacia delante, y para evitar la caída apoyo los codos bajando aún más su cuerpo, de manera que su culo aun quedo más expuesto a mis dedos.
El orgasmo fue brutal. Nunca había sentido un chorro así impactar en mi boca y en mi rostro, pero, pese a la sorpresa, no deje de comerle el coño y follarla con los dedos. Quería que Raquel no olvidase en tiempo esta sesión de sexo oral. Y creo que no lo haría, ya que la intensidad de la corrida hizo que sus piernas perdieran la poca fuerza que conservaban, dejándola de sostenerla en esa posición. Me dio el tiempo justo de retirar la cabeza de su coño y dejarla caer de rodillas en el suelo, aplastando sus tetas sobre la mesa de centro y jadeando con la cara sudorosa pegada a la madera.
Y yo a su lado, sentado sobre mis tobillos en el suelo, con los dedos aún hundidos en su culo y en su coño, moviéndolos casi imperceptiblemente, al ritmo de los pequeños espasmos que recorrían su sexo tras la tremenda corrida. Los dos recobrando despacio la respiración.
Y entonces nuestras miradas se cruzaron, ambos con los ojos abiertos como platos, mostrando el pánico que nos invadió de repente.
Porque el timbre de la puerta estaba sonando.