Historias de Chat: Mira a mi mujer

Un marido con un extraño fetiche, me brinda en bandeja el control de la pareja.

Andaba como cada día en la sala de chat que solía frecuentar, un poco aburrido por el poco movimiento y conversaciones, y alternando su visionado con algún que otro viaje por la web. Antes de nada les diré que tengo 45 años, y me muevo habitualmente en el mundo de la Dominación/sumisión.

Acababa de encender un cigarrillo cuando se me abrió un privado, con un nick bastante curioso, “miraamimujer”, normalmente son habituales los nicks masculinos con referencias a cuernos, sumisos y demás términos por el estilo, que suelo despachar sin más interés, no por mis tendencias sexuales, ya que soy bi, sino porque mis experiencias con sumisos las di por cerradas hace tiempo.

Pero aun así, me intrigo el raro fetichismo de aquel nick

  • hola Amo, a sus pies – escribió para abrir la conversación

  • no soy su amo, que yo sepa

  • perdón

  • dígame, ¿que desea?

  • hablar

  • bueno, hay una curiosidad, ¿Qué significa su nick?

Me explico que su fetichismo era que observaran a su mujer, que la vieran mientras paseaban con ella, sabiendo el que lo estaban haciendo, paseando por unos grandes almacenes, o por un parque, sabiendo que había una persona que la devoraba con la mirada, aquello le ponía muchísimo.

Cuando le pregunte si ya lo había experimentado me dijo que no, que no se había atrevido, que alguna vez había quedado pero al final no se atrevió a dar el paso.

Me dijo que tenía que salir, pero que me buscaría, y así fue, durante varios días comentaba su fantasía recurrente, y al final, se decidió a probarla conmigo, dijo que le parecía serio.

  • ¿y porque se lo parece?

  • bueno, otros con lo que he hablado, enseguida me pedían fotos, decían guarradas de mi mujer, o me trataban mal a mí, y usted no lo ha hecho.

  • como le he dicho en alguna ocasión solo me gusta el real, no me excitan las fotos, y menos para consumo meramente virtual

Entones vi un mensaje, me estaba mandando un archivo, y al abrirlo vi a una pareja en una foto normal, como tenemos la mayoría, el delgado, de  50 años y más o menos como se había descrito, normalito, y ella una mujer muy sugerente, que a decir verdad al verla, era realmente guapa pese a un mínimo exceso de peso, según me dijo el media 1,65 y pesaba 69, una cara preciosa y una cabellera rubia tintada que le daba un toque muy sensual.

  • gracias por la foto pero, ¿para qué?

-para que sepas como somos, esta tarde iremos al centro de bricolaje **** a comprar pintura, y me gustaría que nos vieras, llegaremos sobre las 4

  • bien, quiere saber cómo soy o te da más morbo no saberlo

  • lo segundo

  • pues hecho, ya comentamos si eso mañana, la foto es actual, ¿no?

  • sí, igual la ropa, yo llevare unos vaqueros y una camisa roja, y ella si no se cambia un vestido verde. Lo único que le pido es que no nos diga nada, solo mirar

  • bien, no se preocupe, es lo acordado y es lo que hare.

  • gracias, bueno, nos llamamos José y Vanesa

Debido a mi trabajo, pasaba mucho tiempo en casa y delante del ordenador, y salvo algún viaje programado o los habituales intercambios de correos o videoconferencias, disponía de mucho tiempo libre para mis andanzas de disfrute y placer. Así que después de comer, me enfunde unos vaqueros y una camisa y sali con tiempo, vivía en una urbanización no muy alejada de la ciudad pero no quería perderme nada, aun con la premisa de que quizás no aparecieran, no sería la primera vez.

Llegue como una media hora antes de lo acordado, y por la hora no había gran cantidad de coches así que aparque cerca de la puerta con plena visibilidad de quien entraba, así que encendí el primer cigarrillo y me dispuse a esperar.

Iba por la mitad del segundo cuando por la acera vi llegar a una pareja, e indudablemente reconocí al marido, y ella, también, aunque no llevaba un vestido verde, vestía una camisa blanca, y una falda por encima de las rodillas. Si en la foto me había parecido guapa, vista al natural la hacía más deseable.

La camisa ajustada de ella hacia que su nada despreciable delantera se moviera a cada paso, eso sí, de forma muy controlada lo que aventuraba un sujetador nada liviano, a su lado su marido andaba como siguiéndola, se notaba quien tenía las riendas dela relación.

Cuando entraron, deje pasar unos minutos y me dispuse a entrar. No tarde en vislumbrarlos en la zona de las pinturas donde miraban la mercancía. El marido, bueno José, miraba a cualquier hombre que se acercara o mirara con evidente nerviosismo, claro que yo andaba algo lejos, me bastaba con poder observar sus gestos, al final él se relajó un poco y se enfrasco en la selección de colores con su mujer dejando de lado la constante vigilancia.

Visto lo visto, me gustaba aquella pareja, así que escribí en mi agenda de bolsillo una frase, y aproveche que José estaba en otro pasillo separado de su mujer, mirando los pinceles, para acercarme a él, y sin decirle nada dejarle la nota en la estantería, y pasar de largo sin hablarle.

En la nota le había puesto “baños, zona cajas, ya”

Y me dirigí hacia ellos sin ni siquiera mirarle.

Entre y no había nadie, lo cual era perfecto, así que espere haciendo tiempo con el secador de manos, y a los dos minutos entro de forma tímida.

  • Entre en el último, y no cierre la puerta

Obedeció sin decir nada, y cuando vi que estaba dentro me dirigí hacia allí y entre

  • desabróchese los pantalones

Con nervios no tardo en dejar unos slips normalitos

  • y ahora sáquese la polla, y hágase una buena paja, lo estará deseando

  • gracias amo, gracias – dijo sin poner ninguna pega, llevándose la mano a tu pene y comenzando a cascársela sin ningún pudor

  • no soy tu amo, pero todo se andara

  • perdón señor

No tardo nada en comenzar a gemir muy bajito y su pene aun casi flácido y que no pasaría de los 10 cm comenzó a escupir semen, dos goterones que por poco no cayeron fuera de la taza. Su respiración acelerada fue calmándose poco a poco.

  • bien ahora guárdatela

  • ¿sin limpiarme, señor?

  • no, así cuando note la humedad en tu polla, recordara porque te la hiciste.

  • gracias señor – y sin más se la metió en el slip

  • venga súbase los pantalones, ¿Qué le ha dicho a tu mujer?

  • que tenía que ir al servicio

  • bien, váyase, ya hablaremos

  • gracias señor

Y abrió la puerta desapareciendo sin decir nada. Yo espere un rato y salí de nuevo, los vi dirigiéndose a la caja con un bote de pintura pero ya no me pare, tenía lo que necesitaba y me fui sin mirar atrás.

Ese día lo dedique por entero al ocio, y no volví al conectarme a día siguiente sobre las 10 de la mañana, y no tardo en abrirse un privado de mi nuevo contacto.

  • buenos dias señor

  • hola

  • ayer no se conecto

  • ¿debería?

  • no, perdón, solo que pensé que querría hablar

  • no tenga prisas, ¿lo paso bien ayer?

  • mucho, a parte de la suya, me hice dos pajas más por la tarde, estaba excitadísimo

  • me alegro

  • gracias por respetar lo de no contactar con nosotros ni dejarse ver

  • bueno, al final si nos vimos

  • pero fue muy discreto y se lo agradezco

  • es como debe ser, pero dime, lo de la sumisión lo tiene muy arraigado y creo que lo del fetiche de que miren a su mujer es solo una parte, ¿verdad?, no es la primera vez que contacta en real con un dominante, ¿verdad?

Me dijo que cuando empezó a chatear, no tenía muy claro lo que buscaba, y tuvo varias experiencias, en las que mientras lo humillaban hablando de su mujer, le hacían mamar o se lo follaban.

  • y todo eso no lo sabe su mujer

  • no, no lo sabe

  • y con esa herramienta que se gastas, ¿la hace feliz?

Entonces me fue contando que hace años le dijo que no sentía nada, y juntos buscaron otras cosas, y compraron juguetes sexuales.

  • así que le hace que la folle con el consolador

  • le gusta que le haga sexo oral y después termina siempre con un consolador, le gusta así

  • ¿nada más?

  • si hay mas pero me da vergüenza, no sé si contarlo

  • bueno, ya me has dicho que eres un chupón y te han abierto el culo, así que no creo que lo que me cuentes me vaya a asustar.

Entonces me conto que un día compraron un pene realístico, media 21 cm, y su mujer mientras la penetraba, comenzó a decir que como le gustaba, que que gusto, que menuda polla, había visto como se corría muchas veces, pero en aquella ocasión exteriorizo muchas cosas, y mientras la veía se corrió de gusto solo con el roce de las sabanas y sin  tocarse.

Su mujer se dio cuenta, pero le dijo que no se preocupara, la excitación provocaba esas cosas, pero la siguiente vez que tuvieron sexo, desnudos en la cama su mujer comenzó a decirle al oído, que quería repetir lo del otro, día, que nunca había sentido tanto placer, que parecía que un tío la estuviera machacando por dentro, y mientras ella solo le acariciaba se corrió entre tímidos gemidos sin ni siquiera tocarlo ni casi empalmarse.

  • note como una corriente en mi pene y comencé a eyacular

  • y ella que dijo

  • nada, me dijo que quería probar algo

  • ¿y qué hizo?

  • cogió in consolar pequeñito y lubricante, y empezó a jugar con mi pene manchado, pero fue bajando, hasta llegar a mi ano, yo estaba paralizado, pero ella no paro poco a poco fue venciendo la resistencia propia ante mi pasividad y yo notaba cada vez más adentro la vibración.

  • ¿y cómo acabo?

  • pues mi pene, se blandió solo, y antes sus ojos comenzó a eyacular sin remedio, me dijo que si me había gustado, y le dije que mucho, y desde entonces aquello se convirtió en un juego más, y a usado todo tipo de consoladores.

  • vaya con Vanesa, todo un nido de sorpresas, y haciendo eso, el confesarle lo de su sumisión no es nada que vaya a sorprenderla

  • bueno, nuestros juegos son siempre de alcoba, nadie nos ve, y siempre me dice que es para nosotros

  • pero usted ha necesitado más y puede que ella también

  • ya, pero me da miedo que no lo entienda, podría romper lo nuestro

  • si lo entiendo, es decisión suya

Aquella conversación termino sin más, y pasan varios días sin saber nada de él, hasta que un sábado por la mañana volvió a aparecer.

  • hola señor

  • hola

  • perdone por haber estado tanto tiempo sin entrar

  • no teníamos ningún acuerdo, así que no se preocupe

  • ¿le gustaría conocerla?

  • ¿a su mujer?

  • si

  • entonces has estado cavilando como hacerlo, así que dime, que has pensado

  • pues presentarle como alguien conocido, solo de pensar que habla con ella y la tiene a centímetros me pone a cien

  • ¿y de que podemos conocernos?

  • no se, ¿a qué se dedica?

  • bueno, soy empresario, monto cursos en empresas y organismos, de todo tipo relacionados con programas informáticos.

  • pues es más fácil de lo que yo pensaba, yo soy funcionario, y solemos hacer cursos, algunos de hasta un año de duración, el ultimo de esos fueron tres niveles de ofimática, hace unos dos  años.

  • es una excusa perfecta, yo soy el profesor que te la dio, he hicimos amistad, ¿no?

  • sí, mañana vamos a ir por la tarde al paseo ***, a dar una vuelta y solemos a tomar algo en alguna terraza

  • ¿sobre qué hora?

  • solemos ir sobre las 6

  • bien conoce *, es un local del paseo

  • si

  • pues estaré allí sentado en una mesa, por cierto mi nombre es Alberto, y a partir de ahora nos tutearemos.

Nos dimos los teléfonos para dar más credibilidad a la farsa, y le pedí que me dijera hobbies y gustos que tenía, y nos despedimos sin más. La verdad es que aquel hombre me sorprendía cada vez más, pero  a partir de ese momento seria yo quien tomara las riendas.

Y allí estaba yo sentado desde las seis menos cuarto en aquella terraza, había bastante gente paseando pero aun no mucha sentada en los garitos de la zona, más proclives a las cenas y el tapeo.

No tarde en verlos aparecer, Vanesa lucía espectacular con una falda más corta que el día que la vi por primera vez y un jersey con un escote generoso que le daba un aspecto juvenil y a la vez tentador, José sin embargo, no rompió su monotonía de vaqueros y camisa.

Vi como paseaban cogidos del brazo hablando tranquilamente, José me vio pero pareció como esquivarme, así que di el primer paso.

  • eh José como estas, cuanto tiempo – exclame cuando pasaban a mi lado

  • hola, Alberto, cuanto tiempo

  • sí, desde el curso

  • te presento a mi mujer Vanesa – dijo un poco azorado

  • hola, encantado – dije apoyándome en su cintura y acercándome más de lo recomendable, para darle los dos besos de rigor en los que comprobé sin ningún pudor la dureza de sus pechos

  • venga sentaros – os invito a algo

José miro a su mujer y ella no dijo nada, así que se sentaron.

Mientras hablaba con José de nuestro inexistente curso, llevando el peso de la conversación, observaba a Vanesa, algo azorada aun por el excesivo acercamiento que me había brindado.

  • sabes que tienes un marido muy atento, el mejor del curso sin duda, siempre ayudando a sus compañeros cuando no se aclaraban con algo

  • sí, es muy servicial

  • si es casa es igual, tienes una joya

  • lo es – dijo riéndose y se distendió el ambiente, a partir de ahí comenzamos a hablar de todo un poco, tiempo, política, muchos temas y se nos pasó casi una hora sin darnos cuenta, claro que a mi cada movimiento de Vanesa, cruces de piernas respiración, lo grababa en mi mente, sin desperdiciar nada.

  • ¿Sabes que he terminado por fin? – Dije dirigiéndome a José que se quedó parado sin saber que decir – las maquetas de los barcos que te dije

  • vaya, le has tocado el punto débil – exclamo Vanesa

  • ya, me dice que el también hacia, por eso se lo comento, se mostró muy interesado cuando se lo comente.

  • serán una pasada – dijo José

  • si quieres puedes venir a verlas, oye – dije poniendo cara de mucho interés – si queréis mañana os invito a comer en mi casa y las ves, y podemos pasar una mañana de piscinita que con el calor que hace, apetece. Ah y no me salgáis con lo de molestias que la comida me la traen hecha, un catering, así que nosotros a charlar, bañarnos y ver las maquetas. Así que no admitiré un no, salvo que tengáis otros planes.

  • planes no, pero… empezó a decir Vanesa

-- entonces hecho, de todas formas tienes mi teléfono aun, ¿no? – dije a José

  • si

  • bueno, pues si no pudierais por lo que sea me avisáis, y si no mañana a las 12 os espero – y sin darles tiempo, escribí mi dirección en una servilleta y se la di a José – es fácil de encontrar, y no os olvidéis el bañador. Y me vais a perdonar pero estaba haciendo tiempo para ir a cenar con unos amigos, y ya llego tarde, avisarme si no venís pero no me hagáis ese feo, me encantaría que vinierais.

Y nos despedimos, apretón y besos, donde volvía a estrechar de nuevo a Vanesa de una forma muy natural, y salí sonriente, aunque sin la seguridad de tenerlos todavía atados, habría que esperar.

No tenía ningún compromiso pero si cosas que preparar, así que al llegar a casa avise a la jefa del catering, que después de echarme la bronca por llamarla con tan poco tiempo me confirmo el pedido, era buen cliente y yo abusaba de ello. Si no veían tendría comida para varios días, pensé riendo en silencio.

Las horas pasaron lentas, pero pasadas las 12, me fui a dormir con la sonrisa de saber que habían caído en la primera red, y me dormí pensando en cómo llevar a buen puerto mis deseos.

Pasadas las hora llego el catering, el cual solo había que calentarlo con las instrucciones correspondientes, así que ya lo tenía todo, solo faltaban los invitados de honor.

Así que enfundándome el bañador y encima un conjunto de piratas y polo, me dedique a esperar impaciente con saber lo que la mañana me depararía.

Pasaban unos minutos de las 12 cuando sonó el timbre de la entrada, así que me dirigí con parsimonia hacia allí, y al abrir allí estaban los dos.

  • buenos días pareja, de verdad encantado de recibiros – dije dando la mano a José y dejándolo pasar, y plantándole dos besos a Vanesa, que denoto que hoy no llevaba debajo un duro sujetador, sino un blando y liviano bañador.

  • pasad, como si estuvierais en vuestra casa

  • buff, que casita tienes, menuda piscina

  • no es muy grande no creas, serán 130m, pero la piscina sí, es una pasada y más cuando llegan estas fechas. Y más este rinconcito – y les enseñe un pequeño techado donde se escondía una pequeña cocina con nevera además de una barbacoa.

  • y mesa y sillón – de aquí no hace falta que salgas en verano, dijo Vanesa en tono de admiración

  • es muy bonito – asevero José

  • ¿lleváis los bañadores puestos u os tenéis que cambiar?

  • puestos – dijo José rápidamente

  • Dejad las cosas aquí, y sentaos en aquella mesa con sombrilla al borde de la piscina, yo voy a hacerme un gin-tonic, ¿tres?

Los dos afirmaron y mientras se iban hacia allí, me dispuse a prepararles las bebidas.

Cuando termine, me despoje de la ropa y con solo en bañador me dirigí hacia ellos

  • ¿pero aun estáis así? – dije en tono de reproche mientras dejaba las copas en la mesa y me sentaba en una silla al lado de Vanesa.

José se desvistió dejando a la vista un bañador del tipo que usan los nadadores de piscina

  • que eres piscinero José

  • sí, ahora me ha dado por la piscina

  • sí, lleva seis meses – dijo Vanesa desabotonándose la camisa, dejando asomar un biquini que en la parte superior solo llevaba tela sobre los pechos, aunque bastante generosa para cubrir gran parte de sus pechos, y unos cordones eran los encargados de terminar el conjunto. Al dejar caer la falda el conjunto quedo completo, como se traslucía por la ropa una pequeña barriguilla se perfilaba sobre su pubis, pero nada que no la hiciera enormemente deseable.

  • venga José, que te enseño las maquetas, y así tu mujer puede disfrutar del sol

  • eso eso, id a ver vuestros juguetitos – mientras veía moverse sus pechos con cada movimiento que hacia plegando la ropa de ella y de su marido.

José y yo nos encaminamos al interior de la casa, y lo lleve a una especie de ventanal que daba a la piscina

  • ven, ponte frente al ventanal y quítate el bañador, tranquilo no te puede ver – dile mientras cogía unas cosas de un cajón y José obedecía sin ningún tipo de oposición. Y mientras él estaba de espaldas me despoje del bañador y mi enhiesta polla salto en todo su esplendor, me puse un condón y lo embadurne de lubricante.

  • apoya las manos en el borde, bien y inclínate echando las piernas hacia atrás, perfecto.

Sin decir nada más mis dedos embadurnados con lubricante recorrieron su ano, arrancando un gemido muy estimulante.

  • te voy a follar delante de tu mujercita – dije encajando sin dilación la punta en su entrada trasera – tu nick era mira a mi mujer – mi presión hacia que su culo empezara a tragar, sin mucha dificultad – y lo estoy haciendo y me gusta lo que veo – con casi media dentro empecé a bombear poco a poco  mientras los gemidos de él iban en aumento – y si consigues no correrte de gusto, maricón, no me la follare, me vaciare en tu culo, pero si no, voy a llenar a esa zorra hasta que no me quede ni una gota en los huevos.

José empezó a gemir descontroladamente y su pene escupió su leche sin remisión en el suelo. Así que pare y mi polla salió de su culo, dejándolo jadeando sin control apoyado en la ventana mientras su mujer a unos metros tomaba el sol plácidamente.

  • ahora arrodíllate y comete esa leche, maricon, tranquilo que aparte de a tu mujer, ya tendré ocasión de darte lo tuyo a ti también, no creas que hemos acabado o que esto va a ser cosa de un día.

José se arrodillo y limpio el suelo con dedicación, y más tarde le pase un trapo con lo que termino de limpiarlo.

  • venga, límpiate la polla, y quédate ahí, voy a ver tu mujer, puedes observar.

  • gracias señor

  • señor no, Amo, a partir de ahora lo soy

  • gracias Amo.

Me enfunde el bañador con mi pene a medio gas y me dirigí a la piscina

  • ¿Cómo va el sol? – le dije a Vanesa que boca abajo me ofrecía una tremenda vista de su trasero aunque, eso sí, coquetamente oculto.

  • hoy parece que va a pegar fuerte, ¿y mi marido?

  • esta con los manuales de las maquetas, y comprobando cosas, lo he dejado allí, me ha dicho que no tardaría mucho

  • no sabes que has hecho – me dijo

  • ¿te has traído crema?

  • pues no, con el royo de que veníamos a la piscina no he caído en ponerla en el bolso

  • espera – le dije, y dirigiéndome a una estantería de la cocina volví con un bote – es protección 30, ¿te la pongo por la espalda? – pareció dudar, pero me sorprendió con un vale mientras ponía sus brazos sobre su cabeza, y escondía su cabeza entre ellas.

  • ¿puedo deshacerle el nudo de la espalda? , así no lo manchare

  • vale – volvió a decir

Y lo deshice sin ningún preámbulo dejando caer a los lados, y ahora parte de la tela que cubría los laterales de sus pechos dejaron entrever parte de ellos apretados contra la espuma de la hamaca.

Un chorro de leche callo sobre su espalda, haciéndola emitir un pequeño suspiro y sentándome en el borde  a la altura de su culo, comencé a esparcir la crema. Mi mano recorría con fuerza su espalda e incluso sus brazos, esparciendo hasta hacerla desaparecer lo cual exigía un masaje constante, también lo hice por los laterales de su cuerpo tocando sin ningún pudor la parte del pecho que quedaba disponible. Cuando el primer chorro desapareció en su piel, esparcí un segundo en la parte baja de su espalda comenzando el mismo tratamiento, y haciendo que mis manos fueran rozando caza vez más el límite de su elástico, y el algún momento introduciéndose bajo el. Notaba su respiración agitada pero no fui a más.  Me senté un poco más atrás y esparcí dos chorritos por sus piernas y comencé a esparcirla, y como tenía las piernas juntas ella separo las piernas de forma evidente para facilitar mi labor, y desde mi posición me daba total visión de su entrepierna, mis manos comenzaron desde los tobillos y fueron subiendo por sus muslos sin ningún tipo de duda, esta vez mis manos no tuvieron ningún problema en adentrarse bajo su elástico tocando sus nalgas con descaro, y oyendo sus apagados gemidos, contenidos en un agitado combate por ocultarlos.

Entonces mis atenciones se centraron en el interior de sus muslos, y con cada movimiento el roce con su sexo se convirtió en presión, notando a través de la tela la calentura que guardaba entre aquellas piernas.

Viendo que aquella hembra estaba totalmente entregada, puse una pierna a cada lado de la hamaca, y sentándome suavemente sobre sus muslos, me incline hacia adelante apoyando mi duro y encabritado pene sobre su culo, notando como ella lo buscaba con sus nalgas.

Pero pare, cerré el bote, anude la parte de arriba, y le hable

  • por delante mejor tú, ¿no crees? – Le deje el bote al lado – voy a ver si saco a tu marido de allí – y me aleje sin mirar su reacción.

Cuando entre en la habitación José se masturbaba en la habitación.

  • ¿quién te ha dicho que podías tocarte? - Le dije con voz autoritaria – y encima ya te has corrido otra vez, menudo cerdo estas hecho, viendo como un tío le pasa la polla por el culo a tu mujer. Arrodíllate y límpiame la polla que tu mujer me ha puesto supercachondo y tengo la punta húmeda

José se arrodillo y sin preámbulos sorbió la punta del pene y con su lengua lo lamia con deseo

  • tranquilo perro, solo limpiarla, hoy está reservada completamente para tu esposa. Límpiate y limpia eso del suelo y ponte el bañador, hay que bañarse.

Cuando acabo de lamer el suelo y asearse, se volvió a poner el bañador y me siguió dócilmente

  • ahora metete en la piscina y cuando veas que hablo con tu mujer sales y te tumbas a tomar el sol.

Vanesa me vio llegar y entre descolocada y temerosa me vio llegar a su lado, mientras su marido se zambullía a la piscina.

  • venga, al agua patos, y en cuanto tu marido salga de la piscina hablamos – y sin dejarla decir nada me tire a la piscina de un salto

Vanesa tardo un rato en decidirse, pero al final se levantó, y bajando por la escalerilla de la piscina, y no tardo en sumergirse completamente en el apetecible y refrescante baño.

Mientras José nadaba a lo largo de la piscina, Vanesa se relajaba con lentos movimientos, pero calculadamente lejos de mí, lo cual la hacía jugar a una especie del perro y el gato. Pero termino relajándose apoyándose en el borde de la piscina y en un instante que no prestaba atención aparecí a su lado.

  • que tal Vanesa, te gusta

  • si –dijo mientras miraba a su marido de reojo – lo de antes, es que – farfullo nerviosa

  • no juzgo a nadie, y no mires a tu marido, no se lo voy a contar, pero me interesa saber de dónde sale esa necesidad

  • no tengo ninguna necesidad –dijo reuniendo algo de dignidad

  • créeme le dije con voz suave, conozco demasiado las relaciones para saber que si

Vanesa se quedó callada, y José se encamino hacia la escalerilla diciéndonos que iba a descansar un rato

  • yo quiero a mi marido – espeto Vanesa

  • y nadie duda de ello – le respondí, pero a veces las necesidades las escondemos para no enturbiar una relación, cuando deberíamos incorporarlas a ella para no crear inseguridades – y mientras le decía eso mi mano comenzó a acaricia uno de sus pechos bajo el agua.

  • que hace – dijo nerviosa – mi marido está ahí

  • hago lo que deseo, y dime, ese deseo es porque, tu marido la tiene pequeña, es eyaculador precoz, no sé, algo de eso

  • las dos cosas -dijo respirando aceleradamente

  • y como habéis aguantado 20 años de matrimonio, algo hay que no me cuentas – dije mientras ahora era su pezón totalmente duro el que era presa de mis dedos

  • sexo oral, juguetes, lo… - gimió – pasamos bien

  • déjame adivinar, él te hace sexo oral y tú te sacias con consoladores, ¿no?

  • ¿Cómo lo sabes? – dijo mirándome con cara de extrañeza

  • tu marido es un sumiso de libro, se desvive por complacer y seguro que en la intimidad es igual de complaciente, pero eso tú ya lo sabias, a que si. Dime ¿Cuándo descubriste que el verdadero placer lo encontraba cuando estaba totalmente a tu servicio?

  • se corría sin que lo tocara mientras me…

  • te metía el consolador

  • si

  • ¿y tú no le hacías nada al? – di je mientras mi mano aferraba su pecho firmemente

  • un día – dijo entre gemidos sordos – probé a meterle el consolador, uno pequeño y al poco vi como su pene se medió empinaba y comenzaba a correrse sin más

  • ¿y no le dijiste nada?

  • no, vi que le gustaba, porque nunca le había visto gemir de aquella forma, así se lo hacía siempre

  • lo que suponía, tu eres también sumisa

  • no, yo

  • sí, tu complaces a tu marido con tu silencio y te corres de gusto cumpliendo sus deseos – mi mano aventurándose por su cuerpo hasta llegar al elástico de su braga – y tu coño debe ser un volcán excitándose solo por el hecho de complacer mis deseos que no son otros que los de sobarte sin ningún tipo de rubor a pocos metros de tu marido.

  • tócame, tócame –suplico Vanesa

  • te tocare cuando me apetezca perra –dije –ahora llama a tu marido y después no quiero oírte ni una palabra.

Vanesa me miro con sorpresa, no quería creer lo que estaba pasando, sabía que era su último atisbo de salvación, pero también el único puente que le separaba del éxtasis que tanto deseaba, y lo cruzo

  • José, ¿Puedes venir? – dijo intentando volver a la normalidad de la respiración sin casi conseguirlo

José no tardó en aparecer en el borde de la piscina

  • entra aquí, pero antes quítate el bañador – cosa que hizo sin dudar metiéndose al lado de su mujer

  • bien José, tu mujer quiere que le desates el nudo del cuello del bikini

José ante el silencio de su mujer, puso la mano lentamente detrás del cuello y deshizo el nudo, cayendo los hilos al agua, con lo que parte de la tela quedó flotando en el agua.

Le mande quitar el de atrás mientras mis manos manoseaban los pechos de Vanesa sin ningún pudor y esta gemía con la boca cerrada expresando así el placer que sentía por la situación tan inexplicable que estaba viviendo.

  • que tetas tienes zorra – le dije mientras la tela que las cubría se iba al fondo de la piscina – venga sal de la piscina que quiero verlas bien, y tu detrás perro.

Me dirigí hacia el sofá de la barbacoa con Vanesa de la mano y José detrás de nosotros. Ella se cubría los pechos con la otra intentando mostrar pudor pero José andaba totalmente desnudo, con total naturalidad.

  • tu marido no se tapa, así que tú tampoco – y soltándola le di un azote en la nalga que la hizo descubrirse rápidamente.

  • así mejor, venga siéntate en el sofá – y lo hizo, haciendo intención de taparse pero se lo pensó y puso las manos sobre sus muslos, intentando  aparentar normalidad, pero su marido desnudo, de pie frente a ella, no ayudaba a normalizar la situación –pero saca el culo al borde, así muy bien – y obediente quedo tentada al borde ahora así le vas a hacer una mamada a tu marido, y le harás disfrutar hasta que se corra en tu boca, y no quiero que se manche el suelo, así que te vas a tragar todo lo que te suelte.

  • ahora perro quiero que le metas esa mierda de pollita que tienes en la boca a tu amada esposa  - dije dirigiéndome a José

El titubeo un poco pero al ver mi mirada se puso delante de su esposa, que dudo un segundo, pero abrió la boca haciendo desaparecer sin esfuerzo dentro de ella el miembro de su esposo.

  • venga perro, agárrala del pelo y márcale el ritmo

José no se hizo de rogar, y preso del placer que sentía agarro a su mujer de la melena haciéndole mover la cabeza muy despacio, pero aquello no podía durar mucho, el calor de la boca era mucho peor que el roce de las sabanas, así que comenzó a gemir sonoramente mientras apretaba la  cabeza contra su cuerpo.

  • muy bien perro, así se hace, una buena mamada es primordial, dime, ¿te las hace a menudo?

. Nunca

  • ¿nunca? Muy mal Vanesa, tu marido se merece al menos una al día, así que a partir de ahora, todos los días al menos una vez se la chuparas como ahora, o mejor, cada vez que él lo desee, sin desperdiciar nada, tu marido se merece lo mejor.

Vanesa trago con cara de asco pero decididamente la leche que su marido había depositado en su boca, y con la mano hice que su cuerpo se echara hacia atrás.

  • a ver perro, devuélvele el favor a tu mujercita

José se puso de rodillas delante de las piernas de Vanesa y con parsimonia desato los laterales de la braga, Vanesa negaba con los ojos cerrados y más cuando José abrió sus piernas dejando su sexo totalmente expuesto. Y cuando noto la boca de su marido posarse en el comenzó a gemir calladamente.

  • quiero oír como gimes zorra .dije palmeando uno de sus pechos sin ningún miramiento – y el quejido lastimero se combinó con la exteriorización del placer que sentía – ¿te gusta que tu marido te coma el coño, verdad?

  • si – dijo costosamente

  • pues díselo

  • cariño, así, que bueno –dijo y un azote cayó sobre su pecho, lo que le hizo mirarme mientras volvía a hablar – así, cariño, cómeme el coño, dios que gusto – y mientras lo decía le lleve la mano a la cabeza de José y la hice empujar, aquello la hizo gemir más fuerte y ella misma se encargó de forzar a su marido a presionar más sobre su sexo. No tardo en tensarse y comenzar a temblar – dios me corro, si, buff – y mientras lo hacía azote sus pechos ya sin ningún tipo de escusa, solo por el placer de enrojecerlos, y ver su cara de extrañeza y tremendo placer que le producía aquel sometimiento.

  • sigue perro sigue, cómele el coño hasta que no pueda mas

José no se hizo de rogar, y con su cara empapada con los flujos de la tremenda corrida de su mujer, siguió castigando la sensible zona que su mujer tenía ahora entre las piernas. Esta, ahora sin ningún tipo de guion encadenaba unos orgasmos tras otro mientras regalaba a su marido toda clase de piropos.

  • así cariño, dios otro, así, come, más fuerte, ah- y mientras lo hacia cogí su mano libre y la lleve a mi polla  - devórame el coño, no pares, me muero joder, oh que polla, cariño, no como la tuya.

  • y te la voy a meter hasta el mango nena, ven aquí y empálate – dije señalando mi pene que acababa de dejar libre quitándome el bañador

Vanesa no dudo en levantar la pierna por encima de su marido, y pronto la tuve arrodillada sobre mí, intentando encajar mi herramienta en su interior.

  • así puta, así, hasta el fondo – dije, mientras lentamente desaparecía en su interior y notaba como su nalgas descansaban por fin en mis muslos acompañador por un tremendo suspiro – te gusta, ¿eh, zorra? Pues ahora muévete.

Vanesa se levantaba y se dejaba caer con  suavidad, y cada movimiento era un suspiro de placer profundo

  • parece que la zorra de tu mujer está disfrutando con una buena polla dentro, así que coge la pala de cocinar esa de ahí, y azótale sus nalgas, que sepa lo que te gusta que le pongas los cuernos, cada vez que le des uno cuenta hasta 10 – le dije a José que no tardo en agarrar el instrumento y soltarle el primer azote en la nalga de su mujer.

  • va a estar azotándose hasta que me corra, así que esmérate o te va a dejar el culo que no vas a sentarte en una semana

Veía la cara de Vanesa que comenzó a saltar más rápidamente temiendo en 10 en la boca de su marido y cuando sucedía se agarraba a mí intentando combatir el dolor. Poco a poco paso del salto al movimiento de cadera, y lo aceleraba de una forma increíble, lo cual me llevaba sin remedio al punto sin retorno, al menos 25 azotes después agarre sus nalgas con fuerza y la arremetí contra mi con fuerza hasta que mi polla no pudo más y comenzó a escupir leche en lo más profundo de su ser.

-  no te corras, no, dios, no toma nada, no – dijo susurrándome al oído mientras el orgasmo la invadía sin ninguna duda por el estremecimiento que sentía en su cuerpo.

  • no será ni la primera ni la última vez que te llene de leche zorra así que pon remedio, si quieres, y si no, disfruta del niño – le susurre también al oído

Hice levantarse a Vanesa, la cual junto las piernas al notar como comenzaba a chorrear el regalito que le había dejado en su interior, y levantándome les ordene seguirme al interior de la casa, llevándolos a un dormitorio con cama de matrimonio donde me tumbe en la cama.

  • venga perro lámeme la polla y déjamela limpia, que aún tengo más para tu zorra, y tú, ahí tienes un baño, aséate un poco y vuelve enseguida.

José se puso a cuatro patas lamiéndome con dedicación  mi embadurnado pene que medio flácido recibía sus atenciones, y no tardo en ponerse de nuevo en forma poniendo en dificultades las labores de mi nueva mascota. Pero yo tenía ganas de más así que apartándolo me situé detrás de él y se la comencé a meter sin ningún tipo de preámbulo.

No tarde en empalar completamente a José, que cada embestida la acompasaba con un gemido de placer, mostrando claramente su entrega a aquella situación.

  • así, perro, disfruta de que tu amo te ensarte la polla después de haber llenado a tu mujer con mi leche

De reojo pude observar como Vanesa salía del baño y quedaba paralizada con la escena que tenía ante sus ojos, su marido era sodomizado, y lejos de resistirse, expresaba claramente su consentimiento.

  • ven zorra, ven aquí a mi lado

Vanesa se acercó como a cámara lenta, pero al final acabo arrodillada junto a mí observando como hipnotizada como mi polla entraba y salía lentamente del culo de su querido esposo.

  • ¿te gusta ver cómo me follo a tu marido?

  • dios, esto es una locura – dijo antes de que una mano le agarrara del pelo y llevara su boca junto a la  mía, sacando mi lengua a pasear dentro de su boca, y no tardando en encontrar la suya de forma golosa y activa.

  • ¿te gusta?

  • si – me contesto dócilmente

  • tus juegos le gustaban pero nunca ejerciste poder sobre él, porque tú también eres sumisa, en tu caso te excitaba el complacer a tu esposo, pero el necesitaba más, verdad perro

  • si amo, si – dijo José mientras su leche manchaba la sabana

  • se ha corrido – dijo Vanesa

  • se ha corrido, Amo, que no se te olvide a partir de ahora, le dije secamente

  • se ha corrido, Amo – dijo sumisamente sin mirarme a los ojos

  • venga perra, ponte como el a cuatro patas que quiero probar ese culo

  • si… si Amo – rectifico rápidamente

Y sacando mi instrumento del agujero que lo cobijada lo enfile al culo de Vanesa, que noto como en el primer empujón la abrí sin remedio. Jadeaba silenciosamente mientras intentaba adaptarse a lo que se le venía encima, pero no ceje en el asalto hasta que la conseguí tener totalmente ensartada.

  • joder que culo tienes perra, te lo voy a follar como se merece – y comencé a embestirla sin miramientos, sus sordos jadeos se convirtieron primero en sonoros quejidos y poco después en gemidos de tremendo placer, después del tratamiento al que sometí a su marido sabía que no iba a tardar en vaciarme así que acelere mis embestidas sin ningún tipo de control, y en un par de minutos me vaciaba dentro de Vanesa con varios chorros de mi reserva.

Al soltar sus caderas Vanesa cayo jadeante y boca abajo en la cama mientras que José permanecía obediente a cuatro patas, yo me traslade al cabecero de la cama donde me apoye.

  • vega cerdos, venid y limpiadme la polla

Y mientras veía a aquel matrimonio esmerarse sin ningún reparo en la tarea que les había encargado pensaba en todo lo que iba a disfrutar con ellos.