Historias de C. Un fin de semana de cabaña
C hacía tiempo que fantaseaba con un fin de semana completo con su Señor, y fantaseaba con la idea de estar sometida en una cabaña en el bosque, tenían las sesiones con cierta periocidad pero entre semana por su poca disponibilidad, al fin pudo liberar un fin de semana para realizar su fantasía.
C es una mujer de cuarenta y pocos, casada, con hijos y con oscuras fantasías que la llevan a permitirse tener ciertos paréntesis en su vida que la hacen sentir viva. Tardó varios años en encontrar a su Señor, que la acompañó, aleccionó y guió hasta que fue eso, su Señor.
C salió de trabajar, se subió en el coche de su Señor, llevaba su bolso y una pequeña mochila con su neceser, un par de bragas limpias y unos zapatos de tacón.
Su señor cogió los bultos y los depósito en el asiento trasero.
Sabía que no debía mirar a su Señor, que debía mantener su mirada en el suelo.
- Cógete el pelo C
C, sujetó su pelo dejando libre su cuello y su Señor le puso su collar con delicadeza.
Le abrochó el cinturón, metió primera y arrancó.
Pasaron unos veinte minutos hasta que salieron de la ciudad, detuvo el coche en una gasolinera y le puso una venda en los ojos.
Seguidamente metió la mano debajo de su vestido para comprobar que no llevara bragas ni sujetador.
C no llevaba el sujetador puesto como a él le gustaba, pero con los nervios y las prisas de querer ser puntual, había olvidado quitar sus bragas. Se dió cuenta al instante, un escalofrío recorrió su cuerpo, él se lo había pedido explícitamente.
Ya no había solución y ella sabía que era mejor no decir nada.
- Puta zorra, ¡Yo que te había dicho! Empiezas bien el fin de semana...
Arrancó las bragas con un par de tirones en cada lado, e hizo un bola con ellas antes de introducirlas en su boca.
- Tú te lo has buscado, vas a ir todo el camino callada ahora.
C tragó saliva y acepto su castigo sin más.
¿Por qué no te has acordado? Jodeeeer pensaba mientras imaginaba que iba a ir todo el camino con las bragas en la boca.
Inclinó ligeramente el respaldo del asiento de C hacia atrás.
Metió primera y avanzó.
Pasó una media hora más dónde se alternaba música clásica con canciones de jazz, no era el jazz moderno que tanto odiaba C pero era una música que en cierto modo le desconcertaba.
Empezó a sonar otra música algo más sensual, en ese momento su Señor le dijo
- C, súbete el vestido y tócate.
Sin esperar, C empezó a masturbarse sabiendo que su Señor la iría mirando mientras conducía.
La marcha aminoró un poco, y se empezó a notar que iban por una carretera más lenta y con curvas. C seguía tocándose, le excitaba que su Señor la observara mientras lo hacía.
Notó como el coche se apartaba de la carretera y cogía una pista forestal. Avanzó unos metros y se paró.
C inconscientemente dejó de tocarse.
Un bofetón cayó en su mejilla de golpe y sin esperarlo, con los ojos vendados no pudo verlo llegar.
- ¿Te he dicho que pares puta?
C volvió a tocarse con sus dedos.
Se abrió la puerta, percibió como su Señor bajaba del coche. Abrió el maletero, rebuscó algo un rato, cerró el maletero y se abrió la puerta del acompañante. C notó como enganchaba una cadena a su collar.
- Ven putita, bájate del coche
C, dejó de tocarse de inmediato y a tientas y confiando en las indicaciones de su Señor se bajó del coche.
El suelo estaba irregular andó separándose unos pocos metros del coche.
Su Señor moviéndola desde los hombros, la echó para atrás y ella notó que su espalda chocaba con algo, era algo rugoso e irregular, se dió cuenta de que era un árbol.
Él ató la cadena a una rama.
C estaba inmóvil, con un simple vestido, los ojos vendados y sus bragas rotas en la boca, se encontraba en medio de algún bosque en alguna parte atada a un árbol por su collar.
Le quitó las bragas de la boca y la besó con un largo morreo mientras sujetaba su nuca.
Mientras la besaba, bajó la mano y empezó a masturbarla. Cuando estaba a punto de correrse y pidió permiso para ello, su Señor paró de tocarla.
- No putita, el fin de semana es largo y habrá tiempo para todo.
Le soltó la cadena del cuello. Y le quitó el vestido y los zapatos dejándola totalmente desnuda en medio del bosque. Volvió a atarla al árbol. Se alejó.
El corazón de C se aceleró al oír como se alejaba, pero no dijo nada, había aprendido que era mejor no adelantarse por una intuición.
Escuchó como se abría una puerta del coche y al cabo de unos segundos volvió a escuchar como se acercaba.
- Te voy a quitar la venda, te voy a dar una ropa de putón que debes ponerte y te pondrás los zapatos de tacón.
Le quitó la venda, C se vió desnuda en un bosque oscuro, únicamente iluminado por los faros del coche. Notaba la brisa en su cuerpo, y vió a su Señor que a contraluz le entregaba la prenda. Era una especie de mono de malla muy calado, con una apertura que dejaba su sexo y su culo al aire.
C sujeta por el cuello se puso la ropa de pie, como pudo. Estaba con una mezcla de temblor y excitación.
Se puso los zapatos de tacón - ideales para el bosque- pensó
La desató del árbol y tiró de ella llevándola por la correa hasta el coche. A la altura del capó se detuvo, la inclinó sobre el capó caliente del coche, separó sus piernas a través la apertura del atuendo de zorra empezó a follársela.
La tenía sujeta por la correa, las manos de C estaban sobre el capó.
-Ábre tus nalgas C para mí.
C separó sus nalgas y recordó que llevaba el plug puesto, a estas alturas ya dominaba su culo y llevaba uno grande, su Señor se lo sacó con cuidado parándose en el punto grueso para que terminara de dilatar, y tal como lo sacó, quitó su polla del coño y la fué introduciendo en el culo de C. Ella corrigió su posición separando más las piernas y abriendo más sus nalgas.
-Relájate o te va a doler.
-Joder, no puedo, estoy muy nerviosa y excitada- pensó C
- Mira, se me terminó la paciencia, grita todo lo que quieras aquí no te va a escuchar nadie.
Dijo su Señor mientras se la metía sin prisa pero sin pausa.
C gritó, hasta que su Señor la introdujo entera.
Mi Señor, por favor, déjala un momento dentro
C, te doy 15 segundos, y RE-LA-JA-TE
C respiró hondo e intentó relajarse porque sabía lo que venía.
Notó como empezó a sacar leeentamente la polla de su culo sin sacarla y la volvía a introducir con lentitud, así lo hizo unas cuantas veces hasta que empezó a coger ritmo, C seguía separando sus nalgas, aguantando el puto equilibrio sobre sus tacones y notando el calor del capó en sus senos.
-Putita, sabes que me encanta follarte el culo ¿verdad?
Con su hilo de voz característico mientras estaba en sesión dijo –Sí mi Señor, sé que te encanta follarlo.
Estuvo así un rato, sacó la polla sin mediar palabra y como si de una botella de vino se tratara puso el plug de nuevo como si fuera un tapón de corcho.
-No quiero que se te cierre el culo este fin de semana C.
A veces la desconcertaba que se la follara intermitentemente y no terminara, simplemente por el hecho de follarla y usarla como un objeto. Sin dejar que se incorporara, le colocó en el interior de su sexo el vibrador inalámbrico, agarrándola de la correa de nuevo le hizo subir al coche –He puesto una toalla para que no me pringues el coche puta- le puso el cinturón, le vendó los ojos de nuevo y maniobrando un poco para salir de aquel oscuro lugar prosiguió su marcha. Antes de salir del camino de tierra activó el vibrador que yacía en el coño de C, que vestía como la más puta en el asiento de al lado –Como nos paren los Mossos van a flipar- pensaba ella mientras se incorporaban a la carretera e imaginaba un control nocturno de una patrulla de Mossos deteniendo el vehículo.
El coche estuvo en movimiento unos diez minutos más por carretera, iba cachonda y excitada como una perra, su Señor la había llevado hasta el límite y no le había permitido correrse, tenía una mezcla de emociones, excitación, morbo, miedo controlado, sensación de andar por el borde de un abismo a veces. Tomaron otro camino de tierra, el muy cabrón le cambió el modo del vibrador, esta vez algo más rápido, frenético que junto con las vibraciones del terreno la hacían estremecerse aún más. Detuvo el coche de nuevo, sacó sus tetas y las sobó y se las comió sin mediar palabra y prosiguió como si nada por el camino empedrado. Ella estaba al borde de Dios sabe qué… hacía algo más de una hora estaba cerrando la semana sentada en el despacho y en ese tiempo su realidad no tenía nada que ver con lo que había vivido a lo largo del día. Además ese día su Señor casi no había dado señales de vida, le había preguntado si lo tenía todo listo para el fin de semana y justo después de comer le había enviado un último mensaje:
“C, te recogeré a las 19:05h, te espero junto a la parada de taxis, no te retrases. Recuerda traer tus zapatos y tu neceser, no necesitarás nada más, sin bragas.”
-Joder Carol, esto lo has elegido tú, así que calla y disfruta- se repetía en su interior, una cosa era pensarlo y la otra vivirlo, toda esa situación de la cabaña con la que tantas veces había fantaseado y ahora la tenía inquieta perdida –no debí pegar ese tirito antes de salir del curro, estoy que exploto- seguía con sus pensamientos. El coche se detuvo al fin después de maniobrar un poco, así que determinó que ya habían llegado.
-Ahora esperarás aquí, no te moverás hasta que venga a buscarte o te dé nuevas instrucciones, no te quitarás la venda de los ojos y para que te entretengas quiero que juegues con esto- le decía mientras ponía en sus manos su juguete preferido en versión inalámbrica ya encendido y reclinaba aún más su asiento. Ella empezó a jugar con él de inmediato, como a un bebé con un biberón eso la calmaba, le permitía aislarse un poco más del ruido que producía su cabeza. Su Señor puso sus pies sobre el salpicadero del coche separando sus piernas, y así la dejó mientras se bajaba del coche, cogía cosas del maletero y se alejaba. C sólo podía escuchar su propia respiración, la música que sonaba en el interior del coche y el sonido vibrante de su juguete.
-Dios mío C, estás vestida de putón, semi desnuda en el interior de un coche, con un puto collar de perra con tu nombre y tocándote abierta y no sabes dónde coño estás ni si hay alguien mirándote- el ruido volvía a repicar en su cabeza.
Pasaron unos minutos más, C por fin consiguió evadirse y se centró en su placer, tenía aquel invento del demonio en el interior del coño que iba a funcionando a su puta bola mientras se hacía presión en la parte superior del coño con su juguete preferido, la música ya era de su agrado y sabía que su Señor volvería a por ella y que seguramente estaría preparando cualquier cosa que no quería ni imaginar en aquel momento.
Pasaron unos minutos más y su Señor no venía a por ella, de pronto escuchó la voz de su Señor, precedida de una interferencia, venía de una especie de radio.
-C, debes aprender de una puta vez, hasta que no te corras en esa posición no podrás entrar en la cabaña, cuando te hayas corrido, puedes quitarte la venda de los ojos y llamar a la puerta de la cabaña que hay justo delante del coche.
-Mi Señor, sabes que no puedo, sabes que no sé…- dijo ella al instante, C llevaba años masturbándose en silencio boca abajo y era la única postura en la que conseguía correrse cuando estaba sola.
Pasaron unos segundos en silencio
-Sé que habrás dicho cualquier cosa C, esto es un walkie y si no se aprieta al botón cuando pretendes hablar no me llega nada, ni quiero oír nada que no sean tus nudillos llamando a la puerta, así que ponte a ello y no te molestes en venir si no te has corrido ni en buscar el otro walkie para excusarte y…no intentes coger un atajo, sabes que puedo estar viéndote. Tengo cava fresco para cuando termines, te espero aquí plácidamente tomando una copa de vino. Relájate y disfruta o se te va a hacer larga la noche.
-Joder C, ¡piensa, piensa!- intentaba buscar una solución, una salida a aquello –será hijo de puta, hoy no joder, yo quería mi fin de semana perfecto en una puta cabaña y ahora esto- no dejaba de luchar con ella misma –y si me bajo del coche y le digo que no puedo, no, no le va a gustar y es capaz de dejarme fuera, de llevarme a casa o quién sabe qué- seguía con su patrón mental habitual –C, y si te relajas y aprendes de una puta vez-
Así lo hizo, en lugar de concentrarse en sus no puedo, sus no sé, empezó a pensar que una situación así, una experiencia así, una película así es con lo que había estado fantaseando siempre y volvió a asumir que no tenía el control, lo había cedido hacía tiempo ya, y que cuando no luchaba y aceptaba solía fluir la cosa mucho mejor. Recordó la escena del bosque de hacía escasos minutos y volvió a ponerse caliente como una perra, cosa que aprovechó para tocarse más y más, cogió el cable del vibrador del coño, no le había dicho su Señor que no podía tocarlo, sólo que se corriera, lo sacó hacia afuera sin sacarlo en ese punto en que cuando lo sueltas vuelve hacia adentro, lo hizo unas cuantas veces hasta que se hizo con la dinámica de ese movimiento y pudo alternarlo con la presión de su otro juguete mágico, empezó a gustarle la suma de esas dos sensaciones, alguna vez se le salía del coño, se lo refregaba por fuera y lo volvía a introducir. Perdió la noción del tiempo, estuvo mucho rato jugando y divirtiéndose con esa nueva sensación hasta que casi sin darse cuenta empezó a venirle, como por arte de magia, no fue consciente de su posición, ni del lugar dónde se encontraba simplemente se dejó llevar por la situación y el placer y terminó con el éxtasis de un orgasmo convulso lleno de excitación y feromonas que rebotaban en el interior del coche, terminó extasiada, su cuerpo temblaba y sudaba, sentía sus piernas sobre el salpicadero agarrotadas al relajarse, respiró profundamente un rato, seguía oyéndose el juguete mágico y el vibrador en su coño, decidió sacarlo, no podía tenerlo allí dentro ahora. Pasaron unos minutos más, se calmó un poco, con cuidado y curiosidad se quitó la venda de los ojos, el coche olía a sexo, los cristales se habían empañado, estaba todo oscuro a su alrededor excepto una luz tenue en el porche de una cabaña de madera y otra luz aún más tenue y cálida que se intuía a través de una ventana. ¿Cuánto tiempo habría pasado? Estaba ahora algo aturdida pero muy relajada, y en el fondo muy contenta, se había corrido ella sola estando boca arriba y quizás por la situación, quizás por la posición, quizás por la imposición… se había corrido como hacía tiempo que no hacía, que explosión.
Apagó sus juguetes, bajó las piernas, apagó la radio del coche, se bajó del coche y dejó los juguetes sobre la toalla, le costaba aguantar el equilibrio, entre los putos tacones, el suelo irregular y que le temblaban las piernas. Se sostuvo un rato sujetándose entre la puerta del coche y el techo, tomó unas bocanadas de aire fresco, ahora ya refrescaba y ella semi desnuda, los pezones estaban tiesos por el frío y la excitación. Notaba el peso de la cadena que tenía fijada al collar y que llegaba casi hasta el suelo, no se la quitó. Cerró la puerta del coche, anduvo unos metros, subió tres peldaños de escaleras de madera, se plantó delante de la puerta, respiró de nuevo e hizo chocar sus nudillos sobre la puerta. ¡Toc, toc!