Historias de C. Un fin de semana de cabaña 3

C continúa haciendo realidad su fantasía en ese fin de semana en una cabaña con su Señor.

El olor a café la despertó, abrió los ojos, palpó la cama y su Señor no estaba, encendió la luz de la mesita, ¿pero qué hora era?

Se levantó, abrió la cortina, abrió la ventana y los porticones, hacía un sol de mil demonios. Fue al lavabo, se lavó las manos y la cara, odiaba estar así, quería ducharse. Salió al salón-comedor.

-Buenos días bella durmiente, ¿te apetece un café?

Todo estaba de nuevo en su lugar, como si allí no hubiera pasado nada

-Buenos días mi Señor, ¿puedo ducharme? Por favor me apetece mucho

-Ahora no C, ¿quieres un café?

-Sí mi Señor, por favor

-¿Tienes hambre?

-Estoy canina

Huevos fritos, pan fresco, bacon, un buen desayuno, quizás comida por la hora que era, tomaron café en el porche, al sol, se fumaron un cigarrillo.

Hicieron una breve siesta en una hamaca.

Ahora puedes ir a ducharte y arreglarte para esta tarde, tengo una sorpresa preparada para mí perrita.

-Cuando salgas del baño encontrarás sobre la cama lo que quiero que te pongas.

C algo intrigada fue al baño, se quitó el traje de malla de putón que llevaba puesto desde hacía varias horas -Joder C, que locura todo esto, y además te gusta, tú has querido estar aquí, tú has querido entregarte, sabes que puedes parar esto en cualquier momento, ¿verdad?- se repetía. Disfrutaba con esa entrega, lo había soñado muchos años, había fantaseado con la idea de ser sometida, de no saber qué iba a ocurrir, de entregarse por completo a su Señor. Los límites estuvieron muy claros desde un principio y nunca había tenido que parar una sola sesión. Allí estaba ella, desnuda, enjabonándose en la ducha, preparándose para no sabía qué, bueno sí, para su Señor, se preparaba para su Señor y para estar a la altura de lo que él esperaba de ella.

Pasó largo rato dejando caer el agua y enjabonando su cuerpo, su Señor no le había marcado tiempo ni metido prisa, se sorprendió masturbándose mientras recordaba lo ocurrido la noche anterior como si fuera una ensoñación, apoyó una mano en los azulejos de la ducha echando su cuerpo hacia adelante mientras pasaba la otra por sus labios vaginales, refregando sus dedos mientras el agua se escurría como una cascada por ambos, soltó la mano de la pared y fué introduciendo uno de sus dedos por el agujero del culo, recreando la noche anterior, recordaba que su culo había estado cerrado por años, sólo de joven había experimentado follando con él, pero después de los embarazos y unos cuantos intentos algo desafortunados y dolorosos había desistido por completo. Su Señor fue paciente, le había entregado tiempo atrás unos plugs para ir jugando y dilatando su culito, al inicio hasta el más pequeño le daba sensación de molestia y dolor, con el tiempo y algo de práctica, su culo se fue abriendo cada vez más hasta el punto que una vez superado el dolor, había terminado obteniendo placer y le excitaba el morbo de saber que su Señor introducía su sexo o sus dedos dentro de él a su antojo.

Después fueron dos dedos los que introdujo mientras se frotaba el cúmulo de nervios regado por el agua que descendía por su piel, estaba con las piernas semiflexionadas, con el agua recorriendo todo su cuerpo, absorta en sus recuerdos, se corrió de nuevo, ese fin de semana se había entregado por completo a su alter ego, al goce y disfrute de sus sentidos. Permaneció un rato más bajo el agua, relajándose, disfrutando de ese cálido y húmedo bienestar. Se secó, enrolló su toalla en el pelo, que secó con un secador, se perfumó y fue hacia la habitación, sobre la cama encontró su collar, sus grilletes de cuero, un antifaz de tela muy sugerente, un mini vestido de látex los zapatos de tacón al pie de la cama.

Nunca había llevado un vestido de látex, lo tocó, le maravilló su tacto, se peleó con él un buen rato hasta que consiguió ponérselo y ajustarlo bien, sin pliegues –dios mío, me acabo de duchar y ya estoy sudando- se colocó los grilletes de los tobillos, se subió en sus tacones, fue al espejo del baño a colocarse su collar rojo con su inicial, volvió a la habitación, se sentó sobre la cama y con la muñeca sobre su rodilla se puso, no sin dificultad, la correa de un grillete y después la otra. Se colocó el antifaz y acomodó la cinta sobre su cabellera negra.

Ya estaba lista -¿Para qué?- pensaba. Golpeó con suavidad sus nudillos sobre la puerta de madera -¡Mi Señor, estoy lista!- Chilló un poco porque se oía música al otro lado de la puerta.

-Bien C, puedes venir.

C respiró hondo, estaba tan nerviosa como lo estaba siempre antes de una de sus sesiones, ese fin de semana había empezado fuerte y con poca tregua. Tragó saliva y salió. Su Señor estaba de pié, con la espalda en la puerta de la cabaña, vestido, sonriente. Miró al sofá y había tres hombres completamente desnudos, con unos antifaces negros, rígidos, exactamente iguales que tapaban gran parte de las caras y sus frentes. Vio el brillo en los ojos en ellos, se la estaban comiendo con la mirada, permanecían en silencio y sin moverse, aunque C pudo ver como sus penes se hincharon al verla.

La agitación se apoderó de C, le excitaba la idea de tener a tres hombres allí desnudos, pero no sabía que intenciones tenía su Señor con ella, ni que instrucciones les habría dado. Estaba excitada, nerviosa, asustada…. Ansiosa.

Su Señor se acercó a ella, apartó el pelo de la oreja y el cuello, lamió su cuello desde el hombro hasta llegar a la oreja –Estás tremenda C- susurró en su oído y aún más flojo dijo –Ahora voy a dejar que estos tres hombres se follen a mí puta a su antojo, no me hagas quedar mal, compórtate como la puta que eres.

Soltó su pelo, la llevó delante del sofá, sobre una de las vigas del techo, caía una cuerda con un mosquetón, allí juntó sus dos muñecas y las aprisionó sobre su cabeza. Se agachó desde atrás de ella, y colocó una barra metálica separando sus piernas desde los grilletes de los tobillos.

A C todo esto le resultaba familiar ya, y le seguía excitando, esa parsimonia a la hora de prepararla para algo, de colocarla, sentir el frío de la barra sobre sus gemelos mientras se la ajustaba, pero esta vez su atención estaba centrada en algo más, dos de los tres hombres que ahora tenía sentados delante de ella habían empezado a masturbarse con esa visión que ella les ofrecía.

Su Señor subió su vestido de látex hasta dejar su culo al aire y pasó su lengua desde sus muslos hasta su entrepierna, bajó de nuevo el vestido, se incorporó, la agarró del pelo y le dio un morreo.

-Señores, esta es C, es mí puta y está aquí para que disfrutéis de ella y hagáis con ella lo que queráis. Podéis utilizar toda esta estancia. Os recuerdo que: No sangre, no marcas, no escatología. Si dice amarillo cambiáis lo que estáis haciendo, si dice rojo, se termina la sesión. ¿Queda claro?

Los tres respondieron lo que pareció un sí al unísono.

Los tres hombres se levantaron, había uno más alto, de piel morena, más decidido, este fue el primero que llegó a C, el primero que besó sus labios, notó casi a la vez como bajaba su palabra de honor a la vez que subía la falda de su vestido, los otros dos hombres, uno con el pelo canoso, delgado y otro totalmente rapado y más joven, fuerte ni gordo ni delgado.

Unas manos rodeaban su culo mientras una lengua aún torpe intentaba colarse en su raja, tres manos y una lengua estaban ocupadas con sus tetas y una mano presionaba su nuca mientras el alto la besaba. El ansia de los tres hizo que se tambaleara, fuera hacia atrás perdiendo el equilibrio no pudiendo recolocar sus pies por la dichosa barra y se quedara colgando por las muñecas por un instante.

-Señores, hay tiempo y puta para todos, tomadlo con calma. El alto que la besaba se apartó, se dirigió hacia una de las sillas dónde había varios artilugios, cogió un látigo mediano terminado en varias tiras de cuero negro. Se colocó detrás, y empezó a azotar suavemente sus muslos, el que estaba en el suelo intentando domar su sexo, dio con la postura y pudo lamer y saborear el coño húmedo y sabroso de C, esa sensación de picor suave en los muslos y el placer de esa lengua en su sexo la volvía loca, y si además tiene dos manos sobando sus pechos con suavidad y una boca juguetona que explora sus pezones, loquísima. Le excitaba esa sensación de estar a las órdenes y caprichos de su Señor, que la estuviera observando sentado en una silla, que tres hombres sedientos de sexo no convencional estuvieran disputándose los tesoros de su cuerpo. Sentía como sudaba dónde aún quedaba vestido de látex tocando su piel, sus manos cogían la cuerda que sujetaba sus grilletes y en ocasiones se dejaba colgar para contenerse, volviendo a pisar con firmeza a escasos segundos, incluso combinando esas fuerzas, manteniéndose erguida combinando tensión en sus piernas y brazos a la vez

-Mi Señor, tengo ganas de correrme

-¿Tienes ganas de correrte, C?

-Sí mi Señor

-No puedes ahora C, esperarás a que yo te lo diga

…….

-¿Me has oído, C?

-S…í mi S..eñor-dijo reprimiendo un pre orgasmo, y aguantando como una leona.

-No dejéis de hacer lo que estáis haciendo, subid la intensidad, de los lametones, de los latigazos, la fuerza de las manos tocándola.

C cerró los ojos, el viaje placentero del que estaba disfrutando, incrementó al doble su velocidad, y las sensaciones se intensificaron, su cuerpo se tensó más, le estaba encantando aquello, como picaban ahora los azotes, que habían pasado del muslo al culo, el que le comía el coño tuvo que bajar sus manos a los muslos porque se había llevado un par de toques flojos de látigo de aviso. No fue impedimento para que sin perder la posición de la cabeza empezara a mover la lengua con más velocidad y presión por el sexo húmedo de C, que luchaba por no cerrar sus muslos todo lo que la barra le permitiese y parar esa cabeza -C debes ser tú, debes reprimir ese orgasmo, ¡aguanta!- Se repetía, mientras notaba como el otro devoraba ahora sus tetas con ansia y amasaba sus pechos con firmeza. Realmente le estaba costando reprimirse, el muy cabrón había doblado la apuesta sabiendo que estaba a punto de salir el premio, estaba muy concentrada, manteniendo ese equilibrio entre el disfrute máximo y la represión de su cuerpo a explotar, al oído, en forma de susurro, llegan las palabras –Córrete C- se destensa, su Señor se ha levantado y le ha susurrado al oído que ahora puede correrse, es casi inmediato, relaja su cuerpo y como una explosión que empieza en su sexo, nota como una oleada de placer va invadiendo su cuerpo progresivamente. Deja caer su cuerpo quedando colgada, lo sostiene de nuevo con sus piernas, lo deja caer de nuevo, todos siguen con sus tareas anteriores así que no puede cortar esa sensación, gime muy fuerte, se agita, sus piernas tiemblan ahora semi flexionadas, todo su cuerpo se mueve y se retuerce espasmando, los hombres ríen.

-¿Te ha gustado, eh puta?- le espeta separando su boca del coño

El que sobaba los pechos de C, se separa y le da una sonora bofetada –¡Zorra, cómo has disfrutado!-

C intenta recomponerse, la sensación ha sido maravillosa, tres hombres para ella sola, tres desconocidos, de los que sólo puede apreciar, el tono de sus voces, su olor, su mirada y sus cuerpos, recorriendo su cuerpo, semi colgada, sudando debajo del vestido de látex. Sus piernas aún tiemblan, su cuerpo se deja caer, tiene ganas de tumbarse.

La recuperación no dura mucho, mientras el del suelo quita su barra de los tobillos, el de las tetas desata sus muñecas del techo y la llevan al sofá, la dejan a cuatro patas, con la barbilla sobre el respaldo, cogiendo el sofá por los extremos, lo separan dejándolo más en el medio de la estancia. De inmediato, el joven calvo se coloca delante ofreciendo su polla a C para que la chupe, responde al acto mientras nota como el del pelo canoso y el alto moreno se colocan unas gomas, uno de los dos se acerca, nota la punta de la polla muy cerca de su coño, una mano coge su cadera, no sabe quién es, está concentrada mamando como le ha enseñado su Señor que debe hacerse –Voy a jugar, ¿quién será?- se dice a sí misma –voy a adivinar quién de los dos es, y luego cuando tenga dominado a este pipiolín con la mamada me giraré para averiguarlo. La  otra mano la dirige a la entrada y despacio pero sin parar la introduce toda mientras la otra mano coge la otra cadera, llega al fondo, C suspira, hay una breve pausa, la polla como un submarino que se detiene en el fondo del océano y C como una foto porno dónde abre toda su boca, sacando la polla, a su Señor no le gusta que la saque si no se lo indican, pero a aquel pipiolo le podía hacer la de C, así la llamaba ella, echó su cabeza hacia atrás dejando la boca abierta y sujetando el capullo con la lengua, era una manera de no sacarla técnicamente y tomar aire, ahora lo necesitaba con aquella polla de uno de los desconocidos dentro de ella, ese submarino inició su movimiento de salida y C volvió a succionar, pero el chaval se había puesto cardíaco al verla con la boca abierta, sujetando su capullo con la lengua, con el antifaz, y la visión de otro tipo follándola, y no pudo reprimir su corrida, justo la sacó para terminar rociando toda la cara de C con su leche y un “¡me cago en la puta ohhhhhh!” mientras se sacudía su polla sudado y rojo de haber estado aguantando no correrse, realmente C era ya una muy buena mamadora, había evolucionado mucho desde su primera felación a su Señor indicando con los dientes hasta dónde creía que estaba dispuesta a meter una polla en su boca, y ahí estaba con alguien mucho menos exigente que su Señor, haciendo con él lo que quería con su boca, ahora el que la follaba la embestía, se había puesto cachondo al ver la escena, determinó que era el alto, la polla se sentía gruesa aunque no muy larga, era agradable, y sus manos se sentían fuertes y grandes, aceleró mucho su ritmo y tras unos segundos de follarla de forma frenética se apartó y entró el segundo, ya había apostado, nada la tocaba, una polla guiada por una mano seguro entraba dentro de ella, entró más rápido que la anterior, ya tenía el camino abierto, sintió que la llenaba, como si ese miembro estuviera hecho con un molde de su vagina, empezó a follarla sin tocarla, y se oía un gemido masculino muy primitivo cada vez que la embestía, al notar cómo la agarraba con sus manos, se percató que se había equivocado, estas manos eran más grandes y fuertes que las anteriores, estas eran del alto, no podía creer haber fallado en ese acertijo, se dejó llevar, le gustaba como la follaba, la leche del joven se escurría por su barbilla mientras esa polla salía de su coño y empezaba la otra de nuevo, así estuvieron turnándose para no correrse y dar una larga follada a C, que estaba traspuesta dejándose llevar, mirando a su Señor que la observa, viendo la cara del calvo, que mira la escena desde un rincón tocándose el pene para intentar ponerlo duro para participar. Cerró los ojos, esperaba como era la sensación de recibir cada polla dentro de ella, que efectos provocaba en ella cada una, las distinguía muy bien en sólo ese rato, el alto se sentó en el sofá, al lado de C mientras el canoso la follaba. Salió de ella, el alto le indicó que se subiera sobre su polla, que lo cabalgara, así lo hizo, se colocó a horcajadas sobre sus piernas y empezó a follarlo, muy despacio, la postura hacía que se sintiera bien llena cuando bajaba, así que aguantaba un par de segundos y volvía a subir, el alto casi estaba con los ojos en blanco de pensar en tener semejante guarra encima, el canoso echa su cuerpo hacia adelante, se escucha un chorrazo terminado en aire, posiblemente de un bote de lubricante, efectivamente, unos dedos inundados en lubricante frío, lo esparcen e introducen en su ojete, seguidos de algo más grande también bañado en lubricante que se ha colocado en la entrada, empuja y quiere entrar.

De primeras, C se tensa, se agarra fuerte al respaldo y tensa su cuerpo, se concentra, respira hondo, ahora ya ha aprendido, relaja su cuerpo, disfruta de la polla que tiene dentro de ella, de la cara del alto, puede ver las muecas de su boca y el color de sus ojos los momentos en los que los abre. Se centra en la respiración, en el hormigueo de su entrepierna, relaja su culo y nota como aquella polla empieza a entrar despacio, sí que nota un punto de dolor, pero muy soportable -¡Espera! Déjala dentro por favor- pide al canoso, espera unos segundos con el miembro quieto, introducido hasta el fondo, C se queda respirando fuerte y pasa a hacerlo con pausa y suavemente, se relaja, el dolor va desapareciendo, los dos hombres empezaron a sincronizarse, lentamente, poco a  poco, C se siente llena, llena de lujuria, de morbo, de sexo, el joven ha dejado de disfrutar y está ofuscado en que se le ponga dura de nuevo, C sabe que podría reanimarlo en cero coma, pero ahora está algo saturada intentando gestionar y queriendo disfrutar de la doble penetración que le están ofreciendo. C empieza a gemir, su excitación hace que esté muy lubricada, le gusta sentir aquella polla dentro de su coño, y el pequeño punto de dolor del culo le daba aquella sensación agridulce que buscaba. Los dos hombres incrementan el ritmo, y lo hacen balanceando a C para facilitar que no salgan los falos, y la mueven rápido, en un recorrido corto de adelante hacia atrás. C sigue gimiendo, cada vez más fuerte

-Quiero correrme mi Señor

-¡Córrete puta!

C se dejó ir, se estremecía, chillaba, hacía la acción de moverse ella para clavar más las pollas, y mojaba, se corrió como una zorra, disfrutó de cada embestida, el sentir avanzar o retroceder cada centímetro de aquellas dulces pollas que se la estaban follando.

Pararon de golpe, sin sacarlas de los agujeros de C, se quedaron reposando y dejando que C se recuperara un poco. Unos segundos después, el canoso se aparta, levanta a C del sofá, la pone de rodillas en el suelo, el alto se levanta y empiezan a pajearse delante de ella, C mira al rincón, ve al joven ofuscado y con el dedo le indica que venga hacia ella, el chico desnudo suelta su fláccida polla, se acerca y ella abriendo su boca y ayudándose de la mano coge el pene y se lo come, empieza suave, enseguida tiene la dureza suficiente para jugar y martirizarlo de placer hasta que se corra, el alto se mueve y quedan uno a cada lado de C con el calvo en el centro, C alarga sus manos y sin dejar de comer aquella polla ahora dura como un taco de billar, agarra los dos rabos y empieza a pajearlos mientras mira hacia arriba y muestra al calvo lo zorra que es y lo bien que sabe comerla, los tres hombres se encandilan con esa imagen, tienen una mujer, con un vestido de látex arremangado por ambos extremos, con las tetas y el sexo al aire, con grilletes en sus extremidades y un collar de perra, una melena morena y larga y un antifaz en su rostro, haciendo sendas pajas y llevando al éxtasis de nuevo a una polla resucitada, mirando como una perra cuando se la traga y como una puta cuando la va sacando, de pronto escupe la polla de la boca, se gira a la derecha tragándose seis veces la polla del alto, y a la izquierda para tragarse ocho o diez las del canoso, para volver al calvo, y empieza a jugar haciendo esta rueda o cambiando el sentido, para divertirse, manos a la espalda, gira el cuerpo hacia la polla que quiere comerse y allá va mientras los otros se pajean, les está agradeciendo la velada, el canoso, justo después de chupársela empieza a masturbarse rápido y a gemir de forma seca, C se queda enfrente de él, lo mira, abre su boca, se chupa los dedos mientras su otra mano le ofrece sus pechos para que eche allí su corrida, con exquisita puntería, riega los pechos de C mientras ahora es el alto el que está advirtiendo que se va a correr, C se pone a cuatro patas delante de él ofreciéndole su culo para recibir su corrida, que no tarda en llegar, es densa, caliente, abundante, rebosa por las nalgas de C.

Los dos hombres se sientan en el sofá, en los dos extremos, C se levanta, coge de la mano al calvo, lo sienta en el centro del sofá, le da un preservativo que él se coloca con celeridad, se sienta a horcajadas sobre el hombre y se lo empieza a follar, cuando mira hacia abajo tiene la visión de tres hombres, desnudos, sudados, enmascarados que se mueven al son de su coño follándose aquella polla, con su pecho y sus nalgas llenas de leche, ahora los dos hombres que antes la follaban soban sus pechos y su culo mientras se folla al más joven que está a punto de correrse, C está a punto de nuevo pero teme no llegar, y así es, el chaval inunda el condón con su corrida, grita como un energúmeno y C saca aquella polla de dentro levantándose y coloca su coño en la cara del calvo, aprieta, no hace falta darle ninguna indicación más, es consciente que C quiere una corrida más y que pelea por ella, entre gemidos aún del placer de su propia corrida y lametones, empieza a comerse el coño muy caliente de C, se da cuenta porque además de muy mojado y caliente, ella aprieta el sexo contra su lengua para que ejerza más presión. Así que se olvida de su corrida y se centra en chupar presionando su clítoris, es casi inmediato a los pocos segundos se estaba corriendo sobre la boca de aquel desconocido. Con una posición que hacía que sus piernas temblaran, y ahora las sujetaban como unos estandartes que llegan de la guerra los dos empotradores de antes. C se relajó, la tumbaron boca arriba sobre las piernas de los tres, se miraron un instante y rieron todos a la vez con cara de satisfacción.

Se fueron, sin más, ese era el trato, no podían pasar a lavarse por haber sólo un lavabo algo íntimo, se vistieron, dieron todos un beso en la frente de  C, admiraron y agradecieron lo perra que había sido, dieron las gracias a su Señor, diciendo que no habían visto nunca una perra así y se marcharon.

C estaba contenta, la habían tratado bien, le habían ofrecido buen sexo, vio en sus miradas como la deseaban, se sentía poderosa aunque la estuvieran utilizando, al fin y al cabo esa era una de sus fantasías. Estaba sentada en el sofá, con las piernas estiradas encima, su vestido seguía arremangado, se sentía sucia, follada, contenta, relajada.

-¿Qué se dice C?

-Gracias mi Señor

-Bien, ahora irás a ducharte y te vestirás para mí, cuando salgas de la ducha encontrarás sobre la cama la ropa que debes ponerte.

C se levantó, se dirigió a la habitación dónde se deshizo de sus grilletes y su collar, se recogió el pelo, se quitó el vestido que parecía ahora una segunda piel, y se metió en la ducha, dejó que el agua cayera templada sobre ella mientras cerraba los ojos y le venían flashes de lo sucedido, de cómo hacía escasos minutos había estado follada por tres perfectos desconocidos de los que no oyó nunca el nombre de ninguno, de cómo los había visto y de cómo los había imaginado debajo de sus máscaras, lo morbosa que fue la situación, en ocasiones, cuando no estaba con los ojos cerrados o mirando la reacción que provocaba en cada uno de ellos, miraba a su Señor, le gustaba sentir esa mirada, calmada, penetrante le excitaba que la viera siendo follada.

Se sorprendió tocándose de nuevo, ese fin de semana se había entregado por completo, no sólo a su  Señor, sino a la lujuria, había permitido ceder toda su voluntad a su Señor, y así era, pero se sorprendió maquinando con el más joven y teniéndolo a su voluntad, su Señor se lo había permitido y a ella le había gustado jugar con ese poder.