Historias de C. Un fin de semana de cabaña 2
Esta es la continuación del fin de semana en la cabaña, C anhelaba ser sometida un fin de semana completo, hasta ahora, por su condición de casada sólo había podido disfrutar de sesiones de unas horas o alguna vez una noche completa, pero nunca había pasado un fin de semana con su Señor.
C se encontraba extrañamente tranquila, estaba feliz de haber podido correrse tocándose boca arriba, en su vida lo había logrado ella sola.
Había encendido un pequeño fuego en la chimenea, por dar calidez puesto que en aquella época del año no hacía frío, tomaron vino y cava tranquilamente sentados delante de la chimenea, brindando primero porque C había conseguido correrse por primera vez sola boca arriba y después hablando de cosas triviales y random.
La estancia era pequeña, en el mismo espacio salón con chimenea, un sofá y un par de sillones y en el otro lado cocina abierta y una mesa, que ya estaba preparada con una cena de pan con tomate, embutidos y queso. Después de cenar, le indicó a C que se podía lavar los dientes, quitar los zapatos y acostarse.
-Pero mi Señor, ¿qué me acueste ya? ¿yo sola?- no pudo evitarlo, C llevaba mucho tiempo pensando en un fin de semana con su Señor, y además estaba llena de convencionalismos, e irse a dormir con su Señor era algo que había imaginado.
Con la mano cogió su cara de frente, chafando las dos mejillas contra las muelas
-C, obedece sin más
-Sí, mi Señor- dijo con mal tono y resignada
Recibió un azote fuerte en el culo cuando se dio la vuelta para ir al baño
-Compórtate o dormirás en el coche.
-Sí mi Señor
En la cabaña sólo había otra estancia, con la habitación y un baño, cuando C salió del baño, él la esperaba sentado en la cama con sus grilletes de cuero, le indicó que se colocara de pie frente a él mientras se los ponía con parsimonia y mimo, primero en sus muñecas, luego hizo que subiera un pié sobre su rodilla para colocarle uno en el tobillo y después el otro.
-C, ahora descansa, ya vendré a buscarte.
Con sentimiento de frustración y resignada C se metió en la cama, vestida aún de putón, él no le había permitido cambiarse, con su collar y sus grilletes. Cerró la puerta y la dejó a oscuras en aquella habitación desconocida para ella hasta ahora, una cama extraña, olor a chimenea, el crujir de la madera de la propia casa. Aunque se mostraba contrariada, aunque ella había pensado que esa noche su Señor estaría follándosela hasta el amanecer, se fue apagando, estaba más relajada y cansada de lo que había imaginado, toda esa tensión acumulada en ¿un par o tres horas? la había dejado KO. Se fue durmiendo lentamente.
C estaba sumida en un profundo sueño, entre visiones notó que sus brazos y sus piernas se movían, como si cuatro personas los estuvieran estirando a la vez, por unos instantes lo introdujo en el sueño, todo un poco caótico, estaba hablando con alguien que la cogió de un brazo por la muñeca y lo llevó hacia el lado, mientras aparecían tres personas más que sujetaban sus otras tres extremidades y también las estiraban haciendo con ella una X humana, abrió los ojos, estaba oscuro, por unos instantes estaba muy descolocada, había despertado en la fase Delta de sueño profundo, vio ligeramente un techo de madera iluminado únicamente por la luz tenue que entraba a través de una puerta. Iba atando cabos, su Señor había pasado unas cuerdas por cada argolla de los grilletes mientras dormía y los había pasado por los mosquetones que estaban atados a las cuatro esquinas de la cama, y tiraba de las cuerdas a la vez, estirándola, sus brazos y sus piernas respondieron sin oponer nada de resistencia, estaba tan dormida y ellos tan relajados. Cuando las cuerdas estuvieron bien tensas, fue anudando una a una a los mosquetones manteniendo la tensión en el resto.
-Dios mío, qué hora debe ser- pensó C
Estaba bastante oscuro, no le vendó los ojos, ella prácticamente no los abrió.
Se coló entre sus piernas separadas y empezó a lamer su coño, empezó con suavidad, como si quisiera despertarlo, luego fue incrementando el ritmo y la presión, C ya estaba mojada, era increíble cómo se mojaba aquella mujer. Empezó a introducir también sus dedos, doblados hacia arriba, hacia la parte interior alta de su cueva, los metía de golpe, y los iba sacando lentamente rozando la pared superior hasta casi sacarlos mientras seguía lamiendo su clítoris, cuando casi estaban fuera volvía a meterlos de golpe y repetía los movimientos, era fácil hacerla correr así, C empezó a gemir, a liberarse, en su casa tenía que ahogar sus gemidos primero por los niños y luego ya se convirtió en costumbre, cambió los dedos por una polla de goma de un diámetro considerable, pero siguió haciendo lo mismo, la entraba con esa inclinación necesaria para llegar a la parte de arriba y la sacaba muy lentamente, C cada vez movía más su pelvis, así que fue intensificando el ritmo siguiendo la misma pauta
-Mi Señor, no aguanto más ¿puedo correrme?
-Córrete C, ¡córrete en mi boca! Y volvió a sumergir su lengua en aquella fruta abierta, húmeda y caliente como cogida y comida de su árbol en verano.
-Uuuuuy…..aaaahhhhh….UUUyyyy, uyyyyyy……ffffffffff….mi Señor………ay!......me corro…..me……me cago en la putaaaa…….
Él siguió lamiendo con más intensidad si cabe, soltó el pene de goma y ahora sus manos rodeaban sus muslos que intentaban despegar del colchón, y los sujetaba para seguir controlando la presión de su lengua que estaba en un punto máximo ahora, prolongó e intensificó aún más su orgasmo de esa forma, sin despegar su lengua de aquel foco de calor. C siguió gimiendo con intensidad y poco a poco fue bajando el tono, en ese punto la soltó, subió desnudo hasta colocar sus rodillas bajo las axilas de ella, agarró su pelo largo y negro y subió su cabeza hasta que se tragó la polla, estuvo masturbándose con su boca un rato, sin llegar a sacarla en ningún momento, provocando su babeo, sus arcadas, y advirtiéndole que si notaba sus dientes la castigaría. Cuando tuvo bastante, soltó su cabeza despacio, se levantó y se fue hacia el salón. C se quedó mirando al techo, respirando hondo, asumiendo ese despertar tan exaltado.
Volvió a los 10 minutos, C estaba ahora totalmente desvelada, sin mediar palabra desató sus tobillos y muñecas manteniendo sus grilletes, le puso una cadena al collar del cuello, tiró de ella para que se incorporara.
-Siéntate en el borde de la cama
Se acuclilló, le puso sus zapatos de tacón con delicadeza, se levantó y tiró de la correa para que C le siguiera. La llevó al salón, la chimenea seguía encendida, el sofá ocupaba ahora el centro del salón, la llevó hasta atrás del respaldo, separó sus piernas y la inclinó hacia adelante, apoyando la parte alta del vientre sobre la parte superior del respaldo. Ató de nuevo unas cuerdas que venían de las patas traseras del sofá a las argollas de sus tobillos, para que no pudiera cerrar sus piernas. Sobre el asiento del sofá, encima de una toalla había un bloque gris de hormigón, cogió la cadena y lo pasó de entrada y salida por los orificios del bloque y cerró el lazo de la cadena con un mosquetón, de ese modo no podía levantar más la cabeza. Desplegó una tira de preservativos y la puso sobre la espalda de C.
-Separa tus nalgas C- le decía mientras abría el primer condón y se lo colocaba, C aguantando la posición como podía, echó hacia atrás sus manos y se separó las nalgas, mientras sus Señor sacaba el plug con suavidad, echaba un generoso chorro de lubricante sobre su polla y sobre el agujero abierto de C y le metió la polla sin pausa. C gritó.
-Grita todo lo que te apetezca- dijo mientras sacaba la polla para volverla a meter, C volvió a gritar.
-Mientras no pares de gritar no dejaré de sacarla y volverla a meter- decía mientras volvía a sacarla de su agujero.
La volvió a introducir, esta vez C no gritó, se oyeron sus sonidos sordos y se intuyeron sus insultos ahogados, pero no gritó, entonces su Señor empezó a follarle el culo, no demasiado rápido, no demasiado fuerte, sólo estaba empezando. Cuando C se relajó y ya no luchaba, la sacó de su interior y se quitó la goma. Rodeó el sofá, se subió sobre él , arqueó un poco sus piernas y tiró del pelo de C para que su cabeza le quedara a la medida para tragarse la polla, le costaba mantener la boca abierta y rozó un par de veces con los dientes la polla, se bajó del sofá, la abofeteó por no abrir la boca lo suficiente, fue directo a una mochila que había sobre una silla y sacó su mordaza de mamadas, la que tiene un circulo que se sujeta por una correa por detrás de la cabeza y muerde por la parte interior de los dientes manteniendo la boca abierta.
-¡Abre la boca, puta!
C abrió su boca, le había gustado ver esas mordazas en clips y películas, pero llevarla era otra cosa, un rato le daba morbo, pero con ella no dejaba de babear y cuando llevaba más de cinco minutos empezaba a agarrotarse su mandíbula. Se la colocó en el interior de los dientes, y ató la correa por atrás bastante fuerte, la correa era elástica, volvió a subirse en el sofá y metió polla en su boca de nuevo.
-Ahora sí putita
Estuvo follando la boca un rato más, C babeaba y emitía sonidos guturales en función de lo profunda que se la metía. Paró y volvió a colocarse detrás, dejando que C relajara su cuello haciendo caer su cabeza y un gran chorro de babas que empapaban la toalla.
Se puso otro condón, otro chorro de lubricante y C esperaba que se la metiera en cualquier momento, pero lo que recibió sin esperarlo fue un fuerte azote de fusta en el culo que picaba como su puta madre. C chilló y se movió, no podía hablar con aquello en la boca.
-¿Quién coño te ha dicho que dejes de abrir tu culo para mí?
Automáticamente, y de forma torpemente graciosa, C echó sus manos hacia atrás, las tenía sobre el respaldo del sofá, y volvió a separar sus nalgas a la vez que acomodaba sus piernas.
-Vamos a ver ¿chillarás ahora?
Colocó su capullo en la entrada, y muy despacio empezó a introducirlo, C aguantaba como una jabata, sabía que si chillaba terminaría de metérsela y volvería a sacarla de nuevo. Poco a poco introdujo su polla por completo, ella lo soportó mucho mejor que la primera vez, pero aún le dolía, ahora se la follaba con más ímpetu, sólo se la metió despacio porque una vez dentro no hizo distinciones, estaba aturdida ahora, aún era de noche, estaba todo oscuro, babeaba con desmesura a través de aquel aro maldito. Salió de ella, se quitó la goma, volvió a ponerse delante, a tirar de su pelo, la usaba como un objeto, metió su polla en la boca de golpe, y movía la pelvis follando su boca, ella emitía sonidos ahogados y babeaba lubricando aún más su polla y su boca, que parecía un coño caliente. Vio que C soltó sus nalgas una vez más, lo hacía de un modo inconsciente, para aguantar el equilibrio, para estabilizar su cuerpo con toda aquella locura, las piernas se le cansaban, con la mano abierta y la polla en la boca, azotó fuertemente el culo de C, no hizo falta decir nada, como un resorte, las manos de C volvieron a sus nalgas y abrieron el culo. Su Señor se bajó del sofá, tomó otra goma de esa mesa en la que había convertido la espalda de C, se la puso junto con más lubricante, cogió un cinturón de cuero y lo pasó por delante de la cintura de C cogiendo sus dos extremos con ambas manos, colocó el glande en la entrada del agujero ahora más dilatado y tiró fuertemente hacia él a la vez que empujaba hacia adentro y C chilló más fuerte que la primera vez.
-¿Yo qué te he dicho?
Volvió a sacar la polla mientras C emitía un alarido de resignación y volvió a introducirla exactamente igual, no pudo evitar volver a gritar, mucho más sordo porque no quería hacerlo pero le dolió y emitió ese sonido maldito.
-¡Ah! Que quieres ¿más?
De nuevo, volvió a sacarla y empujó de la misma forma, C clavó sus propias uñas en sus nalgas al intentar cerrar sus puños sin querer soltar su culo, no gritó, no emitió ningún sonido y se la folló como si se acabara el mundo, las piernas abiertas sobre los tacones desfallecían, y se dejaba caer un poco aguantando su cuerpo desde el abdomen en el respaldo, él tiraba fuerte de la correa mientras empujaba.
-Me gusta follarme así a mi puuutaaaaa- decía alargando esa última palaba.
Extrañamente para ella, el dolor desapareció, y pasó de no sentir nada, a sentir incluso lo que le pareció placer.
Volvió a sacarla, tiró la goma al suelo, fue de nuevo a la mochila, volvió con el vibrador enchufable con forma de bola en el extremo, y lo colocó en la parte interior del muslo con la bola aprisionando su coño, rodeó el muslo y el vibrador con cinta americana fijándolo en esa posición y lo activó, C vibró con él, le encantaba aquel juguete y ahora necesitaba algo así, estaba excitada por su Señor pero incómoda ahora.
-Venga zorra, prepara esa boca de nuevo- dijo mientras se subía de pie en el sofá otra vez y metía su polla hasta la garganta, había un buen charco de babas sobre la toalla, sobre el bloque de hormigón, chorreaban por la cadena que salía de su cuello, por su barbilla. C empezó a sentir el placer que producía la vibración de aquella bendita máquina en aquel manojo de nervios ahora húmedos que conformaban su sexo, sus piernas se reactivaron y varió lo que pudo su posición, su boca estaba siendo follada con el mismo frenetismo que instantes antes estaba follando su culo, cuando notó que le vinieron un par de arcadas, paró de nuevo para que no vomitara y volvió a la parte trasera. Colocó el cuarto preservativo, lo lubricó también, C recolocó sus manos abriendo más su culo, ahora entró limpiamente, con suavidad, sin frenos, realmente estaba dilatado, C estaba contenta, todo aquel rato había merecido la pena por sentir de nuevo esa sensación, los estímulos en su sexo y notar como entraba la polla de su Señor sin dolor en su culo, hizo que se excitara sobremanera, cogió con sus manos sus muñecas y empezó a tirar de ellas hacia él cada vez que embestía, C ahora gemía, babeaba y gozaba, era una sensación muy agradable, cerró sus ojos y salió de su cuerpo flotando y se sentó en una silla que había junto a la mesa para verse desde ahí, se vio con la boca abierta por aquella mordaza, babeando y gimiendo, con su cuello vencido por aquel bloque de hormigón, un traje de malla que le recordaba lo puta que era ahora, lo puta que era desde hacía ya mucho tiempo ya, sus zapatos de tacón rojos. Vio aquel artefacto con el que tanto le gustaba jugar funcionando de forma autónoma incrustado en la parte caliente e interior de su muslo, sus muñecas sujetas por la manos de su Señor mientras le follaba el culo, miró alrededor y observó la cabaña con la que tanto había soñado, abrió los ojos, ahora estaba de nuevo sobre el respaldo del sofá y observó el fuego de la chimenea que parecía que se movía con cada una de las embestidas, y notó que se iba a correr, no quería otro castigo, chasqueó sus dedos y emitió un sonido, no podía vocalizar en absoluto por lo que pareció un sonido de sordomuda.
-¿Quieres correrte, C?
Asintió como pudo, los movimientos de su cabeza eran muy limitados ahora.
-¡Córrete PUTA! ¡Córrete!
C se corrió de un modo que no lo había hecho antes, estaba relajada, adolorida, extasiada, su mandíbula agarrotada, no fueron gemidos, ni gritos, fueron otros sonidos mezclados con babas, con sudor, flujos, las piernas temblaban, él seguía empujando, la gravedad venció a su cabeza, cuando paró de hacer fuerza con las piernas y volvió a dejar que su abdomen cargara con el peso de su cuerpo, le sacó la polla del culo, tiró el preservativo al suelo, se colocó delante de ella ahora, y se masturbó a la vez que liberaba la cadena del collar, ella levantó la cabeza y él gimiendo y muy excitado por ver a su perra de aquella manera eyaculó sobre su cara y su boca, pringando también su pelo, él estaba fundido también, sus piernas estaban al límite con todo aquel frenetismo, se acuclilló delante del sofá, refregó toda la leche de la cara.
-Muy bien putita, te has comportado como una verdadera zorra.
Besó su cabeza y se fue directo al baño, C dejó caer todo el peso de su cuerpo ahora, puso sus manos sobre los asientos del sofá, seguía atada por los tobillos pero no le importaba, pudo relajar todo su cuerpo, seguía babeando, no le quitó la mordaza, se sumió en sus más profundos pensamientos, había aguantado dignamente aquella parte de la sesión, no pensó en parar en ningún momento, había sido humillada, azotada, sodomizada, follada y castigada y le gustaba, sonreía por dentro.
Volvió después de haberse duchado, le quitó la mordaza de la boca, con una toalla húmeda limpió con suavidad su rostro, la besó, fue atrás, liberó sus tobillos, la ayudó a incorporarse, la cogió en brazos y la llevó a la habitación, estaba un poco aturdida, la sentó sobre la cama, la liberó de sus grilletes, le quitó los zapatos, cerró la puerta de la habitación para que no entrara luz, empezaba a clarear, C no tenía ni idea de qué hora sería, quizás las 5 de la mañana, puede que las 6. La habitación sólo estaba iluminada por la luz del baño que se colaba por la puerta entornada.
-Si quieres puedes ir al baño, pero no puedes ducharte ni quitarte esta ropa, quiero que huelas a ti y a mí, quiero que huelas a perra.
C se levantó ahora menos aturdida, fue al baño, al volver apagó la luz y se metió en la cama con su Señor. Él la abrazó y se quedaron dormidos en pocos minutos.